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La oración del "Padre Nuestro"




Enviado por Juan Mateos



Partes: 1, 2

    1. Proclámese
      ese nombre tuyo
    2. Llegue tu
      reinado
    3. Realícese
      en la tierra tu designio del cielo
    4. Nuestro
      pan del mañana dánoslo
      hoy
    5. Y
      perdónanos nuestras deudas, que también nosotros
      perdonamos a nuestros deudores
    6. Y
      no nos dejes ceder a tentación, sino líbranos del
      malo

    Conferencia de Juan
    Mateos,

    Teólogo y traductor
    bíblico.

     Vamos a explicar el "Padre nuestro", la
    oración cristiana por excelencia, la petición
    cristiana por excelencia. Porque en la anterior conferencia
    hablábamos de las dos clases de oración: la
    oración de unión, la presencia de Dios en nosotros,
    que no tiene formulario. Nosotros podemos decir lo que queramos o
    no decir nada, el caso es saber que el Señor está
    con nosotros.

    El evangelio de Juan dice en el capítulo
    14: el que me ama cumple mis mandamientos. Voy a aclarar esto un
    poco, porque el Señor nunca dice cuáles son sus
    mandamientos. Hay "un mandamiento", lo mismo que hay "el pecado".
    El pecado y el mandamiento son dos actitudes
    contrapuestas. El mandamiento es el amor como
    Jesús ha amado, o sea, hasta el final, el amor a todos
    como él ha amado, y el pecado es el desprecio de todos
    para vivir para el propio egoísmo.

    Son dos actitudes. Del mandamiento nacen los
    mandamientos, que son las exigencias concretas del amor en
    contextos determinados, que nunca se precisan porque son
    infinitas. Y del pecado nacen los pecados, de la actitud
    egoísta nacen los pecados: las injusticias, las ofensas,
    el daño
    que se causa a otros. El Señor da el mandamiento, que es
    una actitud de amor universal, de amor hasta el final, y de
    ahí sale la exigencia concreta que nunca especifica. "El
    que cumple mis mandamientos", es decir, el que responde a las
    circunstancias con amor, "ese es el que me ama, y, al que me ama,
    mi Padre le demostrará su amor y yo también se lo
    demostraré y me manifestaré a él". Y dice
    luego, poniendo la cosa al revés: "el que me ama", es
    decir, el que está identificado conmigo, "ese cumple mis
    mandamientos", ese responde al amor en cada circunstancia, "y el
    Padre y yo vendremos a él y nos quedaremos a vivir con
    él". Esta es la oración de
    unión.

    Existe también la oración de
    petición, que es ocasional. Y para ésta el
    Señor nos enseña el Padre nuestro. En Mateo esta
    oración está colocada en una diatriba, por
    así decir, del Señor contra los fariseos. Primero
    ha hablado contra los letrados, los escribas, los doctos,
    oponiendo los antiguos mandamientos o antiguas prescripciones de
    la Ley, al nuevo
    Espíritu que él trae. Y luego se dirige a los
    fariseos, que eran los observantes. Los fariseos no eran gente
    docta, excepto los que eran letrados. Eran gente muy observante,
    tenían tres ejercicios de piedad que debían
    observar. Uno era la limosna, otro la oración y el tercero
    el ayuno. Esta era la espiritualidad farisea.

    Entonces, el Señor, lo que hace es
    denunciar el objetivo
    oculto de la ostentación farisea de piedad. En realidad
    ellos quieren crearse fama de santos y para eso utilizan estas
    prácticas de piedad, porque la fama de santos les permite
    dominar al pueblo. Por eso dice Jesús: "cuando deis
    limosna, no hagáis como los hipócritas, que tocan
    la trompeta antes de dar limosna para que todo el mundo se
    dé cuenta", para exhibirse ante la gente. Esto pretende la
    fama de santidad y esto, naturalmente, crea el dominio. La fama
    de santidad es peligrosísima, porque la gente se somete a
    esa persona santa,
    que se llama santa. Y eso no es así. No tenemos tampoco
    que dar ejemplo nunca, sino portarnos como somos, porque dar
    ejemplo supone que nos sentimos superiores. Hay mil sutilezas en
    el orgullo y en el deseo de dominio. "Hago esto para dar
    ejemplo". Ya estás tú aquí de superior, de
    alma escogida.
    No, no. Tenemos que portarnos haciendo visible el Espíritu
    que tenemos, sin más, como somos. Y, si eso transmite
    espíritu y vida, tanto mejor. Pero sin ningún
    aire de
    superioridad. Yo sé y tú no sabes, yo hago y
    tú no haces. Todo eso, fuera. Por eso el Señor
    llama hipócritas a los que dan limosna. Naturalmente
    él exagera cuando dice que tocan la trompeta para que todo
    el mundo se dé cuenta. "Vosotros, cuando deis limosna, que
    vuestra mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Vuestro
    Padre que ve en lo secreto os recompensará. Cuando
    oréis, no hagáis como los hipócritas, que se
    ponen en las esquinas de las calles, con las manos levantadas",
    cuando ellos tenían las horas de oración y se
    ponían en medio de la calle, levantando las manos para que
    todo el mundo los viera, y así todos dijeran: qué
    piadoso, qué hombre tan
    observante, qué bueno, no tiene respeto humano.
    "No hagáis como los hipócritas que oran en medio de
    la calle para exhibirse ante la gente. Ya han recibido su
    recompensa, os lo aseguro". ¿Qué buscaban?
    ¿Fama? Ya la tienen. Pero ya no tienen más. "Cuando
    vosotros oréis, entrad dentro del último cuarto de
    vuestra casa, cerrad la puerta", quiere decir, en el fondo del
    corazón. "Y allí pedid, que vuestro
    Padre, que ve en lo escondido, os
    recompensará".

    Después habla del ayuno. "No hagáis
    como los hipócritas, que cuando ayunan no se afeitan ni se
    lavan la cara, para que todo el mundo los vea" y digan:
    qué hombre más santo, que está ayunando hoy.
    No. "Vosotros, cuando ayunéis, echaos colonia y afeitaos,
    para que nadie lo note. Y vuestro Padre que está en lo
    escondido, os recompensará". Veis qué
    oposición tan tremenda, qué denuncia tan tremenda
    de esa santidad exterior que quiere imponerse.

    Y en medio, en el apartado de la oración,
    el Señor incluye el Padre nuestro. Dice: "cuando
    oréis, no seáis palabreros, como hacen los paganos,
    que piensan que cuanto más hablen más caso les van
    a hacer. Vuestro Padre ya sabe de lo que tenéis necesidad
    antes de que se lo pidáis. Cuando oréis", es decir,
    cuando queráis pedir al Padre, puesto que el verbo orar
    significa pedir, "decid así: Padre nuestro del cielo…"
    Esta es la invocación. Después vienen las
    peticiones, que son tres y tres, es decir,
    seis.

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