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La oración del "Padre Nuestro" (página 2)




Enviado por Juan Mateos



Partes: 1, 2

Padre nuestro
del cielo.

En griego, la traducción más sencilla es
ésta. No la que decíamos: "que estás en los
cielos". Vemos, en primer lugar, que es una oración
comunitaria. Padre nuestro, no Padre mío. Es comunitaria
siempre. Aunque la digamos solos (evidentemente podemos decirla),
sin embargo, siempre nos consideramos miembros de una comunidad.
Nosotros no somos cristianos individualmente, somos cristianos
personalmente, pero siempre esta persona que somos
está integrada en un grupo, en una
comunidad. Si no, no hay cristianismo.
Por eso, aunque estemos solos, siempre es Padre nuestro. Nosotros
somos personas libres, pero miembros de una comunidad, que es la
nueva humanidad, la comunidad de Jesús.

Fijaos que la palabra "Dios" no aparece en toda la
oración, porque el nombre cristiano de Dios es: Padre. La
relación con Dios es la de la criatura al Creador, la
relación con el Padre es la del hijo con el Padre. Esta es
la relación última, definitiva, la relación
consoladora, la relación que nos llena de alegría,
la que nos estimula a parecernos a nuestro
Padre.

Ya hemos explicado la palabra "Padre". Padre es el
que por amor comunica
su propia vida. Al decir nosotros a Dios, Padre, significa que
tenemos experiencia de que hemos recibido esa vida. Y como esa
vida es el Espíritu, los que pronuncian el Padre nuestro
son los que ya tienen el Espíritu de Dios, porque es el
Espíritu el que nos hace hijos. Uno que no se sienta hijo,
que no sea hijo, no puede decir Padre. Podrá decir
Señor, podrá decir Dios, pero, para decir Padre,
necesita la experiencia del amor que Dios nos tiene, y de que con
ese amor nos ha comunicado su vida, su
Espíritu.

Pero fijaos que en un evangelio, dicen los
lingüistas, o en una obra cualquiera, el texto se
acuerda. Es decir, cuando nosotros leemos el Padre nuestro en el
capítulo 6 del evangelio, Mateo se acuerda de todo lo que
ha dicho antes, en los cinco capítulos precedentes. Y
entonces sabemos que la palabra "Hijo" se pronuncia en el
bautismo de Jesús, cuando Jesús hace su compromiso
hasta la muerte,
cuando se abre el cielo, baja el Espíritu y suena la voz
del Padre: tú eres mi Hijo. De manera que los que
pronunciamos la palabra "Padre", somos los que hemos hecho ese
compromiso por amor a la humanidad, ese compromiso que nos ha
puesto en sintonía con Dios, y entonces Dios ya no es para
nosotros el Creador, sino que nos comunica su Espíritu y
nos dice a cada uno de nosotros: tú eres mi
hijo.

Pero además, si nos acordamos de las
bienaventuranzas, allí había una, la
séptima, que decía: dichosos los que trabajan por
la paz, por la felicidad de los seres humanos, porque a esos Dios
los llamará hijos suyos, serán llamados hijos de
Dios. Cuando en el Nuevo Testamento se dice "será
llamado", quiere decir que lo es y además que se reconoce.
Ser llamados hijos de Dios, no quiere decir que sea como un
apodo, sino que son hijos de Dios y además esa calidad es
reconocida por otros. Aquí es Dios el que los llama hijos
suyos. Por lo tanto el que dice Padre, que pertenece a esos que
Dios llama hijos, es que el trabaja por la paz. Y, como el Padre
nuestro se dice en plural, es decir, incluye a una comunidad, es
la comunidad cristiana la que ha recibido el Espíritu, la
que está en sintonía con Dios por ese compromiso de
amor y la que está trabajando por el bien de los seres
humanos. Y cada uno de sus miembros está en ese mismo
compromiso, está en esa misma labor, cada uno a su manera,
según sus cualidades, sus fuerzas, su
preparación.

Cada uno encontrará el terreno en el cual
tiene que hacer avanzar ese reino de Dios.

Padre nuestro del cielo, naturalmente, se opone al
padre de la tierra.
Jesús no tiene padre terreno. Lo ha dicho Mateo en el
capítulo primero. Y luego en el capítulo 23 dice:
vosotros no llaméis a nadie padre en la tierra. De
modo que el discípulo tampoco tiene padre terreno, no lo
reconoce. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que
la figura del padre es, en la tradición judía, el
modelo del
hijo. El hijo tiene que parecerse a su padre. Y además el
padre es el transmisor de la tradición. Tremenda cosa,
porque la tradición es la transmisión de todos
los valores de
una cultura, de
los buenos y de los malos.

Si el Señor tenía que proponer el
mensaje de Dios en toda su pureza, en toda su transparencia,
él no podía tener por modelo a un hombre, ni
podía depender de la tradición que le transmitiera
un hombre. Este es uno de los sentidos
teológicos del nacimiento virginal o de la
concepción virginal de Jesús. Jesús no
podía tener modelo humano, ni estar condicionado por una
tradición humana transmitida por un padre humano. Por eso
los evangelistas Mateo y Lucas, ya después de años
de reflexión, vienen a decir, con ese relato, que con
Jesús empieza una humanidad nueva. Él, por primera
vez, nos ha hecho conocer lo que es realmente Dios. Por lo tanto,
¿quién pude ser su modelo? Dios mismo.
¿Quién puede haberle transmitido esa
tradición que, en el fondo, es el Espíritu, ese ser
de Dios? Dios mismo. No puede ser otro. Jesús no es hijo
de José. Esa es la conclusión teológica que
expresa esto. Con él empieza una humanidad nueva, algo que
no se había visto nunca, esta transformación de la
persona, que le hace vivir para el amor de los
demás, esta entrega parecida a la suya. Esta es una
humanidad diferente. Por lo tanto, Jesús es el principio
de una nueva humanidad, está en paralelo con Adán,
él no desciende de Adán. Es otro Adán, otro
principio de humanidad. Por eso, si a Adán lo creó
Dios, a Jesús tiene que haberlo creado Dios. Jesús,
se dice en su nacimiento, no es hijo de José. Estas son
las interpretaciones teológicas de la novedad de
Jesús, que se formulan por lo menos veinte años
después de que se escriben los primeros
evangelios.

Por eso nosotros no tenemos padre en la tierra en
el sentido de que nuestro modelo no es un hombre, aunque sea
nuestro padre físico, a quien tenemos que querer mucho,
por supuesto y respetar muchísimo. Pero nuestro modelo es
el Padre del cielo, como Jesús. Y nuestra tradición
personal,
nuestra herencia de
ideas, de criterios tampoco es la de un hombre, es la del Padre
del cielo que nos ha manifestado Jesús. Ese es nuestro
ideario, esos son nuestros criterios, así vemos nosotros y
juzgamos la realidad, a partir de lo que Jesús nos revela,
que es precisamente la mente del Padre del
cielo.

Fijaos hasta qué punto esto está
asimilado por los evangelistas. Os voy a citar un texto de
Marcos. Mateo ya lo dice: "no llaméis a nadie padre sobre
la tierra", es decir, no tengáis modelo humano, no os
acomodéis a tradiciones transmitidas. Marcos lo pone de
otra manera, cuando dice: "Todo el que deje casa, padre, madre,
hermanos, hermanas, hijos o tierras por causa mía y por
causa del evangelio, de la buena noticia, recibirá en este
mundo, ahora, en esta vida, cien veces más: casa, madre,
hermanos, hermanas, hijos, tierras". Y no dice nada del
padre.

En la primera enumeración, entre lo que
deja, está el padre, padre y madre. En la segunda no hay
padre. Porque el padre es la figura de autoridad, es
el que dicta lo que hay que ser y lo que hay que hacer. Y eso, en
la vida cristiana, no se puede aceptar. No se trata de prescindir
del padre físico. Todos debemos quererlo y respetarlo.
Pero nuestro criterio, nuestras ideas, nuestro modo de pensar es
el de Dios, el del Padre del cielo, transmitido por Jesús.
Nuestro modelo es el Padre del cielo. Sed perfectos como vuestro
Padre es perfecto. Ese es el modelo. Modelo que hemos visto
realizado en Jesús. Jesús es la única manera
que tenemos de conocer al Padre del cielo. Por eso, Padre nuestro
del cielo. Este es nuestro Padre.

El cielo no indica lejanía. El cielo es una
metáfora, espacial, pero una metáfora. No hay un
espacio arriba y otro abajo. Los antiguos ponían lo
sublime, lo elevado en la altura. También nosotros,
instintivamente. Aunque en nuestro tiempo lo
importante, lo excelente nosotros lo llamamos profundo. Hemos
adoptado otra simbología, otra metáfora espacial.
Pero ahora lo bueno es profundo. Cosa que también es
metafórica. Instintivamente usamos unas u otras
metáforas. Según las épocas, unas predominan
sobre otras. Entonces era alto y bajo. Por tanto el cielo, que es
lo más alto, es símbolo de la excelencia y de, lo
que llamamos en un lenguaje
más teológico, la trascendencia
divina.

Es decir, que a Dios no se le alcanza, no se le
ve, es un ser que está por encima de todas nuestras
categorías. Ese es el cielo del Padre nuestro. Pero Mateo
mismo, unos versículos antes, ha dicho: vuestro Padre que
está en lo escondido te recompensará. El Padre
está en el cielo, significa su excelencia extraordinaria.
Está en lo escondido, su cercanía. De manera que
veis que usa dos metáforas distintas. El está cerca
de nosotros, invisible, pero, ahí está, cerca de
nosotros. De manera que no le demos sentido espacial, como
hicieron, para ridiculizarlo, aquellos primeros astronautas, que
dijeron: hemos viajado por el espacio y no hemos encontrado a
Dios. Eso es infantilismo. No se trata de una realidad arriba y
una realidad abajo, sino del símbolo normal de lo elevado
o lo bajo.

Padre nuestro del cielo, es decir, nosotros
hablamos de que tenemos la experiencia de tu hogar. Sabemos que
nos amas. Y además estamos comprometidos con ese amor y
estamos trabajando para que la humanidad conozca tu amor,
trabajando por la felicidad de los seres
humanos.

Proclámese ese nombre
tuyo.

La primera petición,
según la traducción ordinaria, es: santificado sea
tu nombre. Esta es una frase rara, desde luego no es
española. Que tu nombre sea santificado,
¿qué quiere decir? ¿Que digamos que es
santo, santo, santo? Sería una santificación de
palabra, porque de obra no puede ser. El nombre de Dios es santo.
No hace falta que lo santifique nadie. Esta es una frase hebrea,
que significa, en el fondo, que sea reconocido. La misma frase
está en la 1ª carta de Pedro,
en el N.T., donde se dice, en medio de la persecución:
vosotros, en vuestro corazón,
santificad al Mesías como Señor, es decir,
reconoced al Mesías como Señor. Es un
reconocimiento. Entonces, como es una cosa pública lo que
se pide, aquí hemos traducido "proclámese", que es
más solemne que reconózcase. Proclámese tu
nombre.

¿Cuál es tu nombre?
El nombre está por la persona, es una manera de designar
la persona. Pero, en este contexto, el nombre se refiere al que
acabamos de pronunciar: Padre. Reconózcase o
proclámese ese nombre tuyo. Esto es lo que se pide.
¿Quién lo tiene que proclamar?

El Padre nuestro tiene una
invocación: Padre nuestro del cielo. Después, tiene
tres peticiones para la humanidad entera, en las cuales no
aparece ningún nombre personal referido a nosotros. Se
dice: tu nombre, tu reino, tu voluntad. Y tiene una segunda
parte, la cual se refiere a la comunidad cristiana. Nuestro pan,
nuestras deudas, no nos dejes ceder a la tentación. De
modo que, en la primera parte, los nombres posesivos se refieren
a Dios. Tu nombre, tu reino, tu voluntad. En la segunda parte se
refieren a nosotros: nuestro pan, nuestras deudas, nuestros
deudores, no nos dejes ceder a la tentación y
líbranos. De modo que tiene dos partes
clarísimas.

En esta primera parte, que estamos
comentando, la primera petición es esa: proclámese
ese nombre tuyo. ¿Quién lo tiene que proclamar? La
humanidad. No nosotros. Nosotros ya lo reconocemos. Precisamente
lo hemos llamado así: Padre. De modo que nosotros
reconocemos que Dios es Padre. Pero la humanidad, no. Por lo
tanto lo que se pide es que la humanidad reconozca que Dios es
Padre. ¿Qué significa esto?

Las tres primeras peticiones del
Padre nuestro nacen de una experiencia. Nosotros ya conocemos que
tú eres Padre, nosotros hemos experimentado tu amor,
nosotros vivimos de esa vida que nos has comunicado. Nacen de esa
experiencia. Entonces esa experiencia se traduce en deseo. El
deseo de que la humanidad conozca esto. Y desemboca en el
compromiso. Y tenemos que hacer lo que podamos para que esto se
verifique. De manera que nace de la experiencia, que hace surgir
el deseo y desemboca en el compromiso.

La comunidad tiene experiencia de
que Dios es Padre y quiere que la humanidad entera la tenga.
Porque aquí hay la utopía pequeña, la
utopía realizada, que es la comunidad cristiana. Ese es el
reino de Dios realizado, donde existen unas nuevas relaciones
humanas, donde hay la experiencia del amor del Padre, donde
hay la experiencia del amor de los hermanos, el amor fraterno y
la solidaridad,
donde los seres humanos son libres, no están sometidos ya
a leyes, ni a
imposiciones, donde toda esa comunidad está volcada para
el bien del resto de la humanidad. De modo que hay una
pequeña, minúscula, digamos, utopía
realizada, el grupo cristiano.

Pero queda la gran utopía,
que es la realización en la humanidad entera. Y entonces,
los que viven en la utopía realizada, piden que se
realice, que se verifique la gran utopía, que la humanidad
llegue a entrar en esta realidad. Proclámese o
reconózcase ese nombre tuyo. Que la humanidad sepa que
tú eres Padre.

Esto es la gran liberación
de la humanidad. Porque todos los regímenes
tiránicos, los cuales eran los únicos
regímenes que había en aquel tiempo, no
había más que tiranos, todos se han basado o han
pretendido siempre estar consagrados por los dioses. La misma
organización judía, tremendamente
opresora, que era religioso-política, porque el
sumo sacerdote era jefe religioso, pero además jefe
político desde que había cesado la monarquía, era jefe de estado al
mismo tiempo. Y esa organización se basaba en la
pretensión de que eso era instituido por Dios. Y no
digamos los regímenes paganos. Todos estaban amparados por
sus correspondientes dioses.

Ya sabemos que en casi todos los
países había dos religiones paralelas. Una
era la religión del estado y otra era la
religión popular. La religión popular empieza con
lo doméstico: los difuntos, los dioses de la casa, en fin,
todo lo inmediato. Pero el estado crea
sus propias divinidades, que no hacen más que consagrar
los valores del
poder. Y
así, por ejemplo, en Roma,
¿quién es el valor supremo?
Júpiter. Júpiter es rey, sacerdote. Por eso el jefe
del estado romano es rey y sacerdote, supremo poder civil y
religioso. Se crea una divinidad a imitación de la cual se
ejerce el poder civil y religioso. En Babilonia, era el Marduc.
El rey era la encarnación de Marduc. Y en Egipto ya el
rey, el faraón, era hijo del sol, que era su divinidad. De
manera que tenía categoría divina. Todas la
tiranías se amparan en eso. Otras, naturalmente, no llegan
a proclamarse divinas, pero, incluso en el imperio cristiano, el
rey, el emperador era consagrado por la Iglesia y era
coronado por ella. De modo que tenía ese respaldo
religioso.

Todo esto es lo que se cae. Porque
Dios no es el Señor que domina, sino el Padre que da vida.
Ninguna autoridad humana puede poner su base en Dios, en el dios
que también es un déspota celeste. Así era
incluso el dios Del A.T. en muchos pasajes, no en otros, claro,
porque está muy mezclado. Pero, en muchos pasajes,
aparecía como ese dios absoluto, ese dios con poder
ilimitado. Fijaos que en el A.T. los reyes se llaman dioses y
también los jueces. "Dioses sois e hijos del
Altísimo todos", dice un salmo. Eran los personajes de la
autoridad. ¿Por qué? Porque como Dios es la
autoridad suprema, el que participa de la autoridad es como Dios.
Pues esto se cae por su base.

Cuando la humanidad se dé
cuenta de que Dios no puede dar pie a ninguna autoridad absoluta,
a ninguna tiranía, porque Dios no ejerce así, sino
que Dios en realidad es el Padre que comunica vida, la humanidad
se liberará de todo miedo. Es la primera petición.
Que la humanidad comprenda que tú eres Padre. Por lo tanto
que no respete ya ninguna tiranía, ninguna
opresión, lo cual significa la liberación de la
sumisión, que es lo que la humanidad había vivido
siempre. Es el horizonte de la libertad. Veis
qué fuerte es el Padre nuestro, lo que se pide en
él. Los que viven en una comunidad tienen ya esa
experiencia, ellos ya saben que Dios es Padre, no pueden
someterse a ningún tirano. Tendrán que vivir en una
sociedad,
donde tendrán que convivir con otros. Pero reconocer como
divinos esos poderes, como se hacía en el culto al
emperador romano, no, eso no. El estado será necesario,
pero nosotros no aceptamos la veneración del poder. Puede
ser un mal necesario, a veces, pero nunca el poder
tiránico, nunca. El poder opresor, jamás. Primera
petición. Que la humanidad, sabiendo que tú eres
Padre, sea libre, se libere.

Llegue tu
reinado.

La segunda petición tiene, en la
traducción española, un defecto tremendo, que no
sé por qué ha entrado, no me lo explico. Se dice:
venga a nosotros tu reino. Ese "a nosotros" no está ni en
el griego ni en el latín ni en el francés ni en el
italiano ni en el inglés
ni en el alemán ni en ningún otro, solamente en el
español.
¿Por qué se dice "a nosotros", si no está?
Es meter ahí un pronombre que pertenece a la comunidad, y
eso corresponde a la segunda parte. Falsea completamente el Padre
nuestro. Porque hemos dicho que los que rezan el Padre nuestro
tienen ya experiencia de ese reino, Dios reina sobre ellos porque
tienen el Espíritu. Ellos no piden para sí, piden
para el mundo. Por eso, si os acordáis del latín,
se decía: "adveniat regnum tuum". No a nosotros, sino que
llegue tu reino. De manera que eso tenemos que corregirlo en
nuestra oración. Porque si no, no entendemos el Padre
nuestro.

¿Qué significa esta petición?
La palabra reino puede traducirse de tres maneras: realeza,
reinado y reino. La ordinaria, en lenguaje arameo o hebreo, es
reinado. El reino somos nosotros, y no se puede decir que
lleguemos nosotros. Lo que se pide es que llegue su reinado, es
decir, que la actividad de Dios sobre la humanidad se ejerza. Ya
se ejerce sobre la comunidad y ahora, esta comunidad, quiere que
sea para el mundo entero, para toda la humanidad. El reinado de
Dios es la
comunicación de vida. La vida de Dios comunicada es el
Espíritu. Por tanto lo que se pide es que esta experiencia
de vida que tenemos nosotros, del Espíritu que nos ha dado
vida, que sea también experiencia de la humanidad. La
pequeña utopía realizada y la gran
utopía.

Acordémonos de la primera bienaventuranza.
"Dichosos los que eligen ser pobres, porque sobre ellos reina
Dios, Dios ejerce su reinado, tienen a Dios por rey". De manera
que para que Dios ejerza su reinado sobre los seres humanos, esa
comunicación de vida, hace falta esa
opción, la opción por la pobreza, que
es la opción contra las ambiciones de dinero, de
honor y de poder. La comunidad ha hecho la opción y ha
recibido el Espíritu, ya Dios reina sobre ella. Entonces
se pide que Dios reine sobre la humanidad, y eso implica que la
humanidad cambie su estado de valores, que en vez de los valores
de la sociedad injusta (la ambición, las insolidaridades,
la violencia
interna y externa), que cambien y que elijan precisamente lo
contrario: la sencillez y el compartir, la igualdad y el
servicio
mutuo, en vez del poder, el honor y el dinero. De
manera que esta humanidad que, primero, se libera al comprender
que Dios es Padre y no es tirano y, por lo tanto, no acepta un
tirano, esa humanidad, así liberada, haga las opciones
propias de ese Padre que se propone, las opciones para que el
Padre pueda reinar. Las opciones implican renunciar a las
ambiciones, y entonces "tu reinado" será una realidad. Que
la humanidad se llene de vida, de Espíritu, de amor, de
solidaridad, de fraternidad, porque ha hecho las opciones que
eliminan esas rivalidades, hostilidades y violencias de la
sociedad en que vivimos.

De manera que éste es el reinado de Dios.
Dios reina sobre cada uno de nosotros y también sobre
todos, porque la opción la hace cada individuo, esa
no es comunitaria. Dentro de la comunidad, uno hace su
opción personal. Eso es inevitable. No se pueden hacer
opciones comunitarias, cada uno tiene que hacer su opción.
Entonces así se crea la persona nueva. La persona que hace
esa opción, que destierra de sí las ambiciones, que
renuncia a todo eso y recibe el Espíritu, es la persona
nueva, la nueva criatura. Entonces lo que se pide es que los
seres humanos sean personas nuevas y que por esa opción
vaya surgiendo la humanidad nueva.

Realícese en la tierra tu designio del
cielo.

Tercera petición. La traducción
ordinaria "hágase tu voluntad así en la tierra como
en el cielo", se entiende poco. ¿Quién hace la
voluntad en el cielo, para que se haga en la tierra? No
está claro. ¿Qué voluntad es esa? La palabra
voluntad, que está en la traducción latina
"voluntas", es una traducción deficiente. Porque la
palabra griega, significa algo concreto, y
eso concreto, si se refiere a un proyecto
histórico, como es aquí, a un plan de Dios,
entonces la traducción "voluntad" nos es correcta. Ponemos
"tu plan" o una palabra más noble y más bonita que
es "tu designio".

De manera que Dios tiene un designio. ¿Cual
es? Ya lo sabemos. Que esa humanidad nueva construya una sociedad
nueva, que es el reino de Dios. Esa humanidad nueva, que viene
por su reinado, por el don del Espíritu, construya una
sociedad nueva. Fijaos, si nosotros decimos "designio" o "plan",
entonces eso incluye dos fases: una fase de concepción y
otra de ejecución. Un designio, un plan se concibe y
después se ejecuta. Y a eso corresponden los dos
términos. En el cielo se concibe y en la tierra se
ejecuta. Por eso la traducción es: Realícese en la
tierra tu designio del cielo. Dios tiene un proyecto, Dios tiene
un designio sobre la humanidad, que es esa sociedad nueva, esa
sociedad de los hijos de Dios, esa sociedad de felicidad humana,
de libertad, de crecimiento, de fraternidad. Él lo ha
concebido en el cielo. Y lo que pedimos es que se realice en la
tierra.

La comunidad tiene ya experiencia, pequeña,
frágil, de esa realidad. Ella es parte de ese designio a
realizar, es ya una pequeña parcela del reino de Dios.
Pero no basta. El compromiso inicial del cristiano se hace por
amor a la humanidad, como el de Jesús. ¿Veis
cómo se trasluce el amor a la humanidad en estas tres
peticiones? Los que ya viven la nueva realidad no pueden
conformarse con vivirla ellos, están deseando que eso se
extienda a la humanidad.

De manera que tenemos ya la primera parte del
Padre nuestro. Proclámese ese nombre tuyo, que la
humanidad sepa que tú eres el dador de vida, no un dios
tirano, un dios arbitrario, sino el Dios que comunica vida a los
seres humanos. Con lo cual se libera de toda superstición
del poder, de toda adoración del poder, de todo respeto a la
tiranía. La humanidad liberada. Llegue tu reinado.
Que la humanidad haga la opción aquella de la primera
bienaventuranza, que cambie su estado de valores y tú le
infundas vida y se cree el ser nuevo. Realícese en la
tierra tu designio del cielo
, es decir, que esos seres nuevos
construyan la nueva sociedad, la que asegura la felicidad de
todos los seres humanos.

Esta es la primera parte del Padre nuestro. Es
completamente misionera, volcada hacia afuera. Esto es notable,
porque el Señor nos enseña aquí cuál
es el orden de prioridades en nuestras peticiones. No empieza
diciendo: Señor, yo pido por mí. No. Primero por
todos, por la humanidad. Fijaos en aquella frase de Juan que
dice: Así demostró Dios su amor al mundo (que es la
humanidad), llegando a dar a su Hijo único. De manera que
el amor a la humanidad, supera, por así decir, al amor al
Hijo. En nosotros, el amor a la humanidad, supera al amor hacia
nosotros.

Yo he enseñado liturgia muchos años,
liturgia oriental, y colaboré, después del
Concilio, con las comisiones aquellas que se organizaron para
arreglar la misa y el oficio divino. Y me extrañó
que, cuando se hicieron las oraciones de los fieles, se empezase
siempre, en primer lugar, pidiendo por la santa iglesia
católica. Este no es el orden del evangelio. Primero hay
que pedir por el mundo, por la humanidad, por los que lo
necesitan, porque la gente cambie de mentalidad. Y después
pedimos por la iglesia, que somos nosotros. Pero empezar pidiendo
por la iglesia no es según el evangelio, según el
Padre nuestro. Porque el Señor nos ha enseñado muy
claramente cuál es el orden. Primero el amor a todos,
después la preocupación por nosotros. Veis que, ser
perfecto como vuestro Padre del cielo es perfecto, implica el
amar a todos, el amor universal. Por eso en primer lugar ponemos
el amor universal. Esto es lo que tenemos que desarrollar. Desde
nuestra realidad cristiana, que eso se haga realidad en todas
partes, en los tres grados: liberación, creación de
la persona nueva, creación de la sociedad
nueva.

Porque sin seres humanos nuevos no hay sociedad
nueva. Ese era el engaño de los judíos
del tiempo de Jesús y de los discípulos, que
tenían la misma mentalidad. Y es que, según ellos,
lo que hacía falta era una revolución, una subversión
reformista que quitase aquellos colaboracionistas, aquellos
corrompidos, que eran los directores del pueblo en aquel tiempo,
los sacerdotes y las familias ricas, y diera una nueva estructura. No
sirve para nada. Lo hemos visto, lo estamos viendo. El ensayo de
crear una sociedad nueva, como se ha hecho en los
regímenes comunistas, Rusia y
China, sobre
todo, sin cambiar a la gente, lleva a la ruina. Porque si la
gente sigue siendo ambiciosa, como lo sigue siendo, no ha
renunciado a las ambiciones, vuelve a salir todo y se
creará, con otras formas políticas,
la misma injusticia. Y lo mismo podemos decir también de
nuestra sociedad capitalista. ¿Cuál es su defecto?
Esa ambición tremenda que crea violencia y crea injusticia
necesariamente. De manera que el orden, la prioridad es el amor a
la humanidad.

Y luego, como ya hemos dicho que estas peticiones
suponen una experiencia, expresan un deseo e implican un
compromiso de trabajo,
naturalmente la comunidad se mira así misma y entonces
pide estar a la altura y empieza la segunda parte del Padre
nuestro, donde se utiliza el pronombre plural de primera persona:
nosotros, nuestro, nos.

Nuestro
pan del mañana dánoslo hoy.

En la siguiente petición se decía
antiguamente: El pan nuestro de cada día dánoslo
hoy. Ahora creo que han modificado un poco. ¿Quiere decir
realmente esto? Es raro, porque un poco después, en el
evangelio, el Señor nos dirá que no nos preocupemos
por el mañana, que no nos preocupemos por lo que tenemos
que comer, por lo que tenemos que vestir. Y es muy raro que en la
oración central, él ponga la petición por el
pan. Por eso nos preguntamos: ¿está bien traducido
esto? La cosa es ardua, porque Jerónimo, que tradujo al
latín los evangelios, encuentra la misma palabra griega
"epiousion", nuestro pan, en el Padre nuestro de Mateo y de
Lucas. Encuentra esa palabra y se hace un lío, porque en
Mateo él traduce "nuestro pan supersustancial" y en Lucas,
la misma palabra, la traduce por "nuestro pan cotidiano". Y uno
se pregunta: ¿por qué dudaba tanto Jerónimo?
¿Tan difícil era esta palabra?
Ciertamente.

Porque, fijaos, el Padre nuestro que rezamos
nosotros está tomado del evangelio de Mateo, excepto esta
palabra, porque por no decir "danos hoy nuestro pan
supersubstancial", cogieron de Lucas "nuestro pan cotidiano". El
mismo Jerónimo, que conocía un evangelio que el
llama el evangelio de los Hebreos, escrito seguramente en arameo,
que se ha perdido por completo, dice: yo he leído en ese
evangelio que la palabra correspondiente al griego "epiousion"
era la palabra "maha", que en arameo significa mañana, al
día siguiente.

Este es un dato importante, que se confirma con
las traducciones que se hicieron en el norte de África. En
la iglesia copta, egipcia, se tradujo el evangelio en varios
dialectos. Un día, en el Instituto Oriental de Roma donde
yo enseño, estaba estudiando el Padre nuestro, y
comenté ante algunos compañeros: dice
Jerónimo que esa frase significaría el pan de
mañana. Y me dice un jesuita egipcio: pues eso es lo que
decimos nosotros, en copto y en árabe. Y yo le dije: pues
no sabes qué alegría me das. Y además
descubrimos que también en otra lengua copta,
en otro dialecto, estaba traducido también "pan del
mañana". De manera que eso coincide con el dato de
Jerónimo.

¿Dónde está la dificultad?
Orígenes tiene su tratado de la oración donde trata
del Padre nuestro. Y él dice que esta palabra fue
inventada por los evangelistas. Lo cual es muy probable, porque
era griego y sabía griego. Pero "inventada" no quiere
decir que fuera ininteligible. Porque yo puedo coger una palabra
española y de ella derivar una palabra que no existe, pero
que todo el mundo entiende. Supongamos que de mañana yo
pudiera derivar mañanero, que ya existe, pero, aunque no
existiera, todo el mundo entendería que pertenece a la
mañana. La palabra fue inventada por los evangelistas,
pero estaba clarísimo para cualquier griego. Se trata del
pan del mañana. Además muchos Padres griegos
interpretan también como "el pan del
mañana".

De modo que la frase sería: "nuestro pan
del mañana dánoslo hoy". Primera petición
por la comunidad cristiana. El pan es el símbolo de la
comida, del banquete. Comer pan con alguien es comer con alguien.
De manera que "nuestro pan del mañana" alude al banquete
de la vida futura, que se describe como el banquete, como la
fiesta de bodas. De manera que lo que se pide aquí es que
ese pan, es decir, ese banquete de la vida futura, que es la
expresión simbólica de la amistad, de la
comunión, del amor mutuo, de la alegría, que eso
sea realidad aquí y ahora. Que la comunidad cristiana viva
esa alegría y esa comunión, esa unión y esa
amistad que se esperaba para el banquete del otro mundo, de la
vida futura.

Notemos que estamos en aquello que decíamos
en el nº 8 de las bienaventuranzas. El 8 es el número
de la vida futura, sin embargo se aplica a la vida presente,
porque el reino de Dios aquí, el reinado de Dios, que es
el don del Espíritu, es una realidad de la vida divina que
entra en la historia humana. Y el Reino
de Dios es el fruto de la realidad divina comunicada, que
está presente en la historia humana. Por eso lo que
pedimos aquí, esa realidad divina, que es la futura, de
alegría, de unión, de amor, eso sea realidad hoy en
nuestra comunidad. Con lo cual se caracteriza la comunidad
cristiana. La comunidad cristiana es una comunidad de
unión, de amor, de amistad, de
alegría.

Y, evidentemente, hay una alusión a la
Eucaristía. Nuestro pan del mañana, la realidad
divina que se inserta en la historia humana, ese pan es
también la Eucaristía, que es el banquete
aquí, que representa y que realiza esa realidad
futura.

Y
perdónanos nuestras deudas, que también nosotros
perdonamos a nuestros deudores.

Conservo la palabra "deuda", que es la que
está en Mateo. Porque deuda significa que yo estoy
obligado, pero no indica nada sobre la actitud del
acreedor. En cambio si
ponemos ofensa, como se ha puesto ahora, entonces significa que
el otro está ofendido, que Dios está ceñudo
e iracundo. Y esto no lo dice el evangelista. La palabra deuda
implica que yo debo algo, pero Dios no está ofendido. Si
ponemos ofensa es que Dios me mira con malos ojos. Ese cambio no
ha sido feliz. Da una falsa idea de Dios, como si estuviese
airado con nosotros. El Señor nos espera siempre y nos
ofrece su amor siempre. Cuando hemos metido la pata,
también nos ofrece su mano para levantarnos. Y nunca se
cansa y nunca se venga y nunca castiga. De manera que la palabra
"deuda" es mucho más adecuada, como también
"nuestros deudores". Que uno esté en deuda conmigo, no
quiere decir que yo esté ofendido ni molesto ni irritado
contra él.

Se trata de la única petición del
Padre nuestro que lleva una condición. Se pide que Dios
nos perdone, pero porque cumplimos nosotros una condición.
El "que" es causal. De manera que nosotros aseguramos que hemos
cumplido la condición, y así le pedimos que nos
perdone. ¿Dios no nos perdonaría, si nosotros no
perdonáramos a los demás? No. Lo dice
clarísimamente el Señor inmediatamente
después del Padre nuestro: "si vosotros perdonáis,
vuestro Padre os perdonará, pero si no perdonáis,
no os perdona". ¿Por qué? Porque si yo me cierro al
amor, no puedo recibir amor. El perdón es la
manifestación del amor, una de las manifestaciones del
amor. Uno pasa por alto la deuda, condona la deuda, pero, claro,
esa manifestación de amor necesita que el que la recibe
esté abierto al amor. Si el otro se ha cerrado no puede
recibir el amor de Dios. No es que Dios no quiera, es que no
puede perdonar. El amor es una corriente incesante, nace del
Padre, se comunica a Jesús, Jesús se comunica a
nosotros y nosotros a los demás. Si se detiene en
nosotros, ya no se puede recibir, porque se ha tapado, se ha
interrumpido el cauce. Imposible recibirlo. De manera que por eso
nosotros aseguramos que estamos abiertos al amor, que nosotros
perdonamos, que dejamos correr el amor. Y entonces le pedimos al
Padre que su amor corra sobre nosotros, que su amor nos vaya
limpiando continuamente, que todo lo que sea obstáculo en
la comunidad sea inmediatamente lavado por ese perdón,
porque nosotros también lavamos todo lo que
estorba.

De manera que lo primero que pedimos en esta
segunda parte es que la comunidad sea una comunidad de amor, una
comunidad de unión y una comunidad de alegría. La
segunda es que sea una comunidad de amor no sólo dentro de
la comunidad, sino hacia todos. Que las debilidades, los
obstáculos, las faltas sean
continuamente borradas por ese amor de Dios que se derrama sobre
ella, porque ella misma está derramando amor sobre los
demás. Es una comunidad de un amor mutuo, fácil.
Mutuo entre ellos y con los demás. Porque el perdón
tiene que ser continuo y fácil siempre. Y así se
asegura ese perdón de Dios, que es una
manifestación de su amor.

 Y no nos
dejes ceder a tentación, sino líbranos del
malo.

Esta última petición tiene dos
aspectos. Acordaos de lo que dijimos de que el texto "se
acuerda". Cuando Mateo habla aquí de tentación, ya
había hablado de tentación cuando Jesús
estaba en el desierto. Allí aparece el tentador que tienta
a Jesús. Cuando Mateo, en el Padre nuestro, pone "no nos
dejes ceder a la tentación", está aludiendo a las
tentaciones de Jesús, que son las únicas de que ha
hablado antes. Son tres las tentaciones de Jesús, que
pueden ser tentaciones de la comunidad
cristiana.

La primera es la siguiente. Jesús tiene
hambre. "Si eres Hijo de Dios di a estas piedras se conviertan en
panes. Y Jesús le contesta: No sólo de pan vive
el hombre,
sino de todo aquello que vaya saliendo de la boca de Dios". Es
decir, el demonio lo tienta a buscar su beneficio personal, su
comodidad personal sin tener en cuenta el plan de Dios. Y esta
era una tentación de la comunidad cristiana. Hacer cosas
no pensando antes si eso corresponde al plan de Dios o no, sino
porque eso le conviene para su provecho personal. Utilizar el
carisma, utilizar la realidad fuera de lo común que tiene
el cristiano para procurar su provecho. La comunidad cristiana
quiere satisfacer sus necesidades o medrar de alguna manera.
¿Pero eso corresponde al plan de Dios? Eso no importa. Es
el ateísmo práctico. Actuar como si fuéramos
una sociedad humana que le conviene esto o lo otro, se construye,
se vende…

"El tentador sube a Jesús al alero del
templo y le dice: tírate abajo, que ya está
escrito: sus ángeles impedirán que tu pie tropiece
con una piedra, te tomarán en volandas y tu pie no
tropezará contra las piedras. Y el Señor le dice:
No tentarás al Señor tu Dios". Esta es la
tentación del providencialismo infantil. Nos metemos en un
lío tremendo y decimos: ya Dios lo arreglará. No.
Hay que pensar y calcular qué es lo que conviene hacer. Y
además aquí entra también el deseo de
vanidad. El pueblo está en el templo, en el patio y el
tentador lo pone en la torre y le dice: tírate abajo, que
verás cuando la gente vea que tú caes del cielo tan
glorioso, sostenido por los ángeles cómo te van a
reconocer. No. Eso es buscar el prestigio. Y además, con
una irresponsabilidad espantosa. ¿Dios tiene que suplir
nuestros errores? No.

La tercera, que es la más clara, es la del
poder. Ahí el tentador ya no le dice, si eres Hijo de
Dios, no puede decírselo, porque lo que está
diciendo es que cambie de Dios. "Le muestra todos los
reinos del mundo
con toda su gloria". Es decir, el poder del dinero, del
ejército, el poder militar, el poder del lujo, todo eso.
"Y le dice: todo esto te daré, si tú me rindes
homenaje". Rendir homenaje se hace a un rey, a Dios como rey.
Entonces le dice: cambia de Dios. Que yo sea tu Dios.
Satanás, en el evangelio, es el símbolo del poder,
el poder que tienta al hombre. Porque la ambición de poder
es la más poderosa. Satanás no es un ser espiritual
que ande por ahí dando vueltas para fastidiar. No. Es el
símbolo del poder. Por eso ofrece el poder y tienta a
Jesús con el poder. Esta es la gran tentación. Te
haré emperador del mundo, es lo que le está
diciendo, si tú, en vez de rendir homenaje a ese Dios que
dice que vas a morir, me rindes homenaje a mí, que te
prometo la gloria de todo el reino. Y verás tú
entonces como todo el mundo te sigue. A un Mesías que va a
morir, no le sigue nadie. A un Mesías que es el rey
esplendoroso, el rey riquísimo, el rey dominante, el rey
de la fuerza
militar, a ese lo seguirán todos. Es lo que le está
proponiendo. Anda, sígueme, ríndeme
homenaje.

La tentación del poder. Esta es la tercera
tentación de Jesús y la tentación de la
Iglesia. Constituir un poder, un dominio, utilizar
el dinero, el prestigio y el dominio para imponerse en la
sociedad. Esta es la tremenda tentación. Por eso decimos,
además, líbranos del malo. El malo es
Satanás, el tentador, el poder, la ambición de
todo. Porque eso, en lugar de propagar el reino de Dios, de
construir el reino de Dios, construye el reino del demonio, el
reino del poder y del dinero.

Para terminar vamos a rezar este Padre
nuestro.

Padre nuestro del cielo.
Proclámese ese nombre tuyo.
Llegue tu reinado.
Realícese en la tierra tu designio del cielo.
Nuestro pan del mañana dánoslo hoy.
Y perdónanos nuestras deudas,
que también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos dejes ceder a la tentación,
sino líbranos del malo. Amén.

 PREGUNTA: ¿La versión del
Padre nuestro, que actualmente utilizamos, ha mejorado
algo?

Ha mejorado algo. El lenguaje es
más sencillo. Padre nuestro del cielo, o que estás
en el cielo, en vez "de los cielos", que parece más bien
del lenguaje meteorológico. Y quizá alguna otra
cosilla. Llegue a nosotros tu reino, en vez de venga "a nos" el
tu reino. Pero, primero, no se ha corregido la traducción
de acuerdo con lo que ahora ya se sabe. Y, segundo, el cambio de
deudas por ofensas, me parece que da una idea de Dios mala, que
no es la que se debería de dar. Lo demás queda
igual. Cuando se tradujo la misa al español, yo
colaboré con Alonso Shökel y otros y tradujimos el
Gloria, el Credo. Eso que se recita en la misa es
traducción nuestra. Propusimos a los obispos traducir el
Padre nuestro, pero no quisieron, por eso de que ya todo el mundo
lo sabe de memoria, es
tradicional. Así estamos.

(Transcripción de la grabación
preparada por Pedro Sánchez, O.P.
Parroquia de Santo Tomás de Villanueva. Vallecas. Madrid)

 

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