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Psiquismo y elementales (página 8)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Y olvidado de que Silvano estaba herido, lo
sacudió por los hombros.

— quien mató a Nicolson, fui yo…
más era el Belcebú. Era el gobernador. – y no
pudo más hablar. Volteó para un lado la cabeza,
gimiendo en voz baja, y de ahí en una hora era
difunto.

***

En la tarde del día en que Malaquías
consiguiera pronunciar nítidamente algunas palabras,
entró como un vendaval, en la sala de enfermería
de la prisión el doctor Fabricio.

Recibido cordialmente por Mauricio, éste lo
llevó hasta el lecho del recluso.

— Malaquías! – gritó desesperado.
Doctor Fabricio… – respondió, con ojos abiertos,
muy abiertos, como viendo más allá del interlocutor
una escena diferente. Doctor… – balbuceó el
condenado.

— está a salvo, Malaquías! Silvano, en el
lecho de la muerte,
confesó delante de todos los trabajadores de la hacienda,
la autoría del crimen!. Abandoné la hacienda, para
nunca más volver. La abandoné como abandoné
a Belatriz, se burló de mí, me envenenó la
vida y el alma. Soy un
ente desgraciado, ya no tengo padre, ni madre, ni esposa,
perdí todo Malaquías, me robaron todo
Malaquías.

Hablaba con intermitencia, aflicto, casi loco, lleno de
angustia mortal, sobre el espanto de todo.

Vengo a pedirle perdón, sé que es bueno,
compasivo y generoso. Vengo a buscarlo para rescatar la deuda que
contraje con usted. Ya contraté los servicios de
un profesional para tratar de su rehabilitación.
Vendrá usted conmigo, Malaquias? Venga!, yo estoy solo en
el mundo, solo, está oyendo Malaquías?

Doctor Fabricio… no piense más en
mí… piense en Belatriz… por el amor de
Dios, no la abandone, es su oportunidad… Yo ya para nada
más sirvo, mi hijo. Déjeme morir. Buscándole
las manos cariciosas que tanto bien le hicieran. –
más no me saques de aquí. Fabricio,… vuelva
para Belatriz y para Genoveva, para los niños
que amparó, socorrió e iluminó. No puedo
hablar más. Profundo ronquido le escapó del pecho
opreso. Era la agonía…

— Malaquías! Exclamo Fabricio,
arrodillándose suavemente al pie del lecho del condenado,
besándole las manos enflaquecidas, muy blancas y
limpias.

— Perdóneme, más yo no puedo vivir sin
usted. Belatriz murió para mí.

— No, Fabricio, viva para ella: – Sálvela porque
aún es tiempo. Cumpla
su destino doloroso. Todos necesitamos de los unos a los
otros… aún será feliz. Tiene aquellos
niños de aquellas pobres mujeres para amparar… si
las abandonas que será de aquellas pobres
criaturas?

— empero venga conmigo, Malaquías.

— No puedo Fabricio, la luz ya se me
apaga de los ojos. No puedo Fabricio…

— Por qué, Malaquías.

El no respondió luego. Miró para Mauricio,
le tomó las manos dentro de las suyas y
cubriéndolas de besos y de lágrimas,
susurró:

— porque quiero morir… al lado de mi
hijo…

Mauricio que estaba de píe asistiendo la escena
tocante, se arrojó para Malaquias, y besándolo, y
pasando la mano por los cabellos que la nieve de los años
y de los sufrimientos encaneciera, exclamó, entre jubiloso
y angustiado, feliz y desgraciado, en una especie de grito en que
se concentró todo el manantial de angustia que pueda
contener el corazón
humano.. Mi padre!

Mi hijo… – murmuró Malaquias, pasando las
manos trémulas por los cabellos del hijo bien
amado.

Miró para lo alto, siempre con las manos sobre la
cabeza de Mauricio, que continuaba sollozando, abrazando al padre
que moría.

— Tu abuelita está aquí, mi hijo…
la abuela Miloca.

Y Fabricio se manifestaba en un verdadero
sollozo.

— Tu madre también la veo… ampara a
Belatriz. Y en estado
agónico pendió la cabeza para el lado, para
suavemente inmovilizarse, cual avecita cantora que hubiese muerto
de tristeza, dentro de la estrecha y fatídica
jaula.

Romance de una
Reina

(La Reina
Hatasou)

Por el Espíritu J W
Rochester

Recibido por Wera
Krijanowski

Federación Espirita
Brasilera

Tenemos aquí otros interesantes episodios
sobre la modalidad más clásica en cuanto a
vampirismo se refiere.

Para mejor resumir y esclarecer al lector sobre
algunos de los personajes más importantes de este romance,
haremos una corta exposición, para luego entrar a transcribir
parte del lll y VI capítulos en los que encontramos lo
más dramático de la historia
Egipcia.

Horemseb, hijo natural del extinto faraón
esposo de Hatasou.

Neith, hija de la Reina Hatasou .

Sargón, príncipe Iteno esposo de Neith
que permaneció preso un tiempo en el extranjero por haber
caído como prisionero de guerra. A su
regreso, Neith ya se encontraba en poder del
príncipe Horemseb, quien la había seducido mediante
proceso
hechicero, manteniéndola en lugar secreto de su
palacio.

Tadar, un terrible sabio sacerdote Iteno, adorador de
Moloc, Divinidad de los antiguos Caldeos

Tadar aplicaba los conocimientos de alquimia y
magnetismo
para hacer filtros de amor con los
cuales Horemseb encantaba y seducía a las mujeres
más bellas de su época; después de saciarse
con sus victimas, las asesinaba, bebía su sangre y luego
eran utilizadas como ofrendas en
sacrificio al idolatrado Dios de metal, en cuya base, dentro del
interior había un horno candente.

En su palacio sacrificó muchos contingentes de
doncellas, artistas, serviciales, que después de animarlos
a las más aberrantes orgías eran asesinados
renovando el personal
sacrificado con nuevos contingentes de incautos que se dejaban
reclutar por el ansia de dinero y de
opulencia.

Sargón disfrazado y aparentando ser un
sordomudo se infiltra en el palacio de Horemseb en

búsqueda de su esposa. Comprobado el secuestro, se
fugó para poner en conocimiento a
la Reina Hatasou sobre la realidad de NEITH.

Horemseb es delatado en todos sus horrendos
crímenes por lo tanto arrestado y condenado a pena de
muerte.

El hechicero Tadar logra por medio de terceros
hacerle llegar un brebaje que lo llevaría a estado de
letargia para luego despertarlo y liberarlo Es aquí donde
empieza lo más dramático del príncipe
vampiro.

El Juzgamiento

Había transcurrido más de un mes del
arresto del nigromante, sin que la agitación febril que
mantenían los habitantes en alerta se hubiese de modo
alguno calmado. Un acontecimiento verificado en ese tiempo
igualmente había emocionado a la población.

Fue traído de Menfis el ídolo de
Moloc, y toda Tebas corriera al valle pedriscoso y árido
del desierto, donde el coloso estaba provisionalmente colocado.
¿Con que intención? nadie lo sabía. Mas, con
la avidez emocional que caracteriza a las multitudes, cada quien
quería contemplar al Dios sanguinario, sobre cuyas
dobladas rodillas a tantas inocentes víctimas había
destruido.

Se sabía que Horemseb estaba restablecido y que
el juzgamiento debía consecuentemente, realizarse de un
día para otro. Neith sufría por encima de cualquier
expresión, y habría, por cierto, buscado en el
suicidio un
término al dolor si no hubiese sido tomada por la ingenua
idea de que su vida representaba una garantía para
Horemseb, una especie de escudo sobre cualquier suceso
odioso.

En el día designado para el juzgamiento,
lúgubre actividad dominaba en el templo de Amon-
Ra..
En basta y sombría sala, iluminada por
lámparas suspendidas al techo, fueron colocadas en
semicírculo, sillas reservadas para los jueces.
Según la gravedad de la causa, y la cualidad del
denunciado; habían sido convocados los pontífices y
los grandes sacerdotes de los principales templos de Egipto, en su
mayoría idealistas, con sus rostros severos y arrugados,
con sus vestiduras blancas, ampliaban aún más la
solemnidad del escenario.

Al fondo, en gabinete disimulado por una cortina, se
encontraba una poltrona destinada a Hatasou, quien deseara
asistir al juzgamiento.

Después de haber ocupado la soberana su lugar, el
más idealista de los jueces ordenó que fuese
introducido el reo. Hubo un momento de solemne silencio. La luz
vacilante de las lámparas se proyectaba
fantásticamente sobre las pinturas que adornaban las
paredes y representaban el juzgamiento de Osiris y los horrores
del Amenti; la luz se esparcía sobre las cabezas
lúcidas de los jueces, concentrándose sobre los
escribas, que, sentados sobre las esteras y en los
carcañales, estaban atentos para escribir las respuestas
del acusado.

Entre los sacerdotes más jóvenes sentados
en las últimas filas, se encontraba Roma, que, a la
entrada del criminal con las manos amarradas, fijó la
mirada rencorosa sobre el hombre que
Neith amaba a pesar de todo, el verdugo que la destruyera y no
obstante, la fascinara.

Horemseb lívido; pálido, flaco y
envejecido, en sus ojos se leía una lúgubre
pertinacia, cuando silenciosamente, estacionó frente a los
jueces.

A una señal de Amenófis, se levantó
un escriba y en alta voz, leyó el
libelo acusatorio enumerando los crímenes cometidos y la
influencia nefasta de las rosas hechizadas
tan frívolamente entregadas en las manos de las
víctimas.

— quieres confesar todos los delitos de que
le acusan, y revelar el secreto de la planta misteriosa, y bien
así la manera por la cual esta llegó a su poder?-
preguntó el Gran Sacerdote.

Horemseb bajó la cabeza y permaneció
obstinadamente silencioso.

Entonces fueron introducidos a la sala de juzgamiento
los testigos. Parientes de jóvenes desaparecidas; Keniamun
que relató la revelación de Neftis, el "complot "en
que actuaran en común, y el encuentro del cuerpo
horriblemente mutilado; Roma, que habló de su
descubrimiento; el jovencito mudo, milagrosamente salvado de la
muerte. Y por
fin, vino a exponer una dama velada; más al descubrir la
fisonomía, Horemseb retrocedió, con una sorda
exclamación de terror; reconociera a Isis, a quien el
mismo, había apuñalado y lanzado al Nilo. Los
muertos regresaban de la sepultura para
acusarlo…

Pálida la moza, sin embargo resuelta,
después de inclinarse ante los jueces, describió en
voz vibrante, la terrible vida en el palacio de Menfis. La
mutilación de los ciervos, el lujo desenfrenado, las
orgías nocturnas, la tortura lentas de las víctimas
que eran envenenadas poco a poco, antes de ser asesinadas. Todos
esos horrores, todos esos crímenes como que revivieran
ante el auditorio en la palabra colorida y atrayente de la
narradora.

Cuando ella terminó, Ranseneb se volvió
para el acusado.

— ves – dice él – que tus
crímenes están ampliamente comprobados, aún
sin tu confesión. –Solo nos resta saber lo que concierne
a la planta misteriosa y las circunstancias extraordinarias en
que te pusieran en relación con el hechicero Hiteno e
hicieran de un príncipe de Egipto un bebedor de sangre, un
asesino, un enemigo de los dioses de su pueblo. – habla,
pues, y diga, sin restricciones, lo que sabes, si no deseas que
te arranquemos la confesión por medio de la
tortura.

Un estremecimiento agitó el cuerpo de Horemseb, y
sus ojos lanzaran miradas llameantes; empero, dominándose
con esfuerzo, respondió con vos ronca:

— diré lo que se! Sin embargo, mi silencio no
tendría más objetivos. Fue
mi padre quien trajo a Tadar, el sabio Hiteno a Egipto, y de la
siguiente manera él lo conoció:

Durante la guerra victoriosa del faraón Tutmes
primero en el país vecino del Eufrates, sangrienta batalla
fue realizada, no lejos de la ciudad de Gergamich. Existía
allí un templo en el cual se refugiara una parte de los
guerreros, que a él defendieran tenazmente,
haciéndose verdadero sitio para ser tomado. Cuando, al
final nuestras tropas lo invadieron, la lucha prosiguió en
el interior del templo, y solo terminó con la masacre de
todos los enemigos. Durante el terrible espacio, mi padre fue
separado del amigo y compañero de armas, Rameri, y
no viéndolo regresar, se sintió inquieto y a pesar
del extremado cansancio, dejó el lecho y fue al local del
combate en busca del amigo para socorrerlo, en caso de que
estuviese herido, recordándose de que lo perdiese de vista
dentro del templo. Para allá se encaminó, y en
cuanto erraba por entre los escombros y cadáveres, de
sombrío rincón surgió un hombre de
mediana edad que se dirigió para él
suplicándole le perdonara la vida y prometiendo, en
compensación, inmensos tesoros y poder secreto para
dominar fuerzas de la naturaleza. Mi
padre se dejó tentar, pues la voz y el mirar de aquel
hombre que era el gran sacerdote del templo desvastado, lo
fascinaban extrañamente, y juró, de manera solemne,
garantizar la vida del Hiteno, si este cumpliese sus
promesas.

Entonces, el padre, por secreto camino lo condujo a una
cripta donde se hallaban amontonados, no solamente los tesoros
del templo, más aún las riquezas del rey y de los
más notables patriotas. Mi padre quedó deslumbrado.
Era un hallazgo por demás de regio. En adelante,
ocultó a Tadar y enseguida, lo trajo para Tebas, tan
secretamente cuanto a los tesoros, de los cuales nadie tuvo
conocimiento. Durante el viaje, el sabio Hiteno había
adquirido sobre él, poder absoluto.

Yo contaba con quince años de edad cuando mi
genitor retornó a Menfis y se programó, sobre la
dirección de Tadar, la
reconstrucción del palacio. Se cultivó la planta de
la cual el sabio trajera la semilla, y allí se
constituyó en secreto el culto de Moloc. A pesar de eso,
mi padre jamás se aficionó conforme yo lo hice, y
prosiguió frecuentando la sociedad.
Después de esto, por el resto de su existencia estuvo
constantemente enfermo, pues el cuerpo no soportó
más los excesos en que se entregaba.

A los diecisiete años de edad, vinimos a Tebas a
tomar nuestros puestos en la Corte, y mi padre aquí
murió, y antes de expiar, me contó la realidad
sobre los misterios de
ese culto y de la planta sagrada que me
fascinó.

Me apresuré en regresar a Menfis, y fui
enteramente subyugado por Tadar. Concluí
rápidamente las construcciones iniciadas por mi genitor, y
por consejo del sabio, el palacio se cerró para todos; mi
servicio
íntimo fue enteramente separado y en él vedada la
palabra cuando faltaban sordomudos. Poco a poco, me
habitué a esa vida encantada, de donde la realidad, con su
desnudez y miserias, estaba desterrada; la claridad del
día se me tornó odiosa, solamente en la oscuridad,
debajo de la sombra de mis jardines yo me sentía feliz.
Rodeado de perfumes sofocantes, embalados por maravillosa
música y
cánticos celestes, que Tadar adoraba y enseñaba,
olvidé todo. Yo debía sacrificar a Moloc, el sabio
así lo quería, y su voluntad era mi ley. Fue
así que se instituyeran las orgías y festines
nocturnos, que habían destruido la salud y la vida de mi padre,
que no supo usufructuarla moderadamente. Él a mi me dio
una bebida que enfriaba mi sangre y me impuso una existencia
rígida de ayuno y abstinencia que me daba la fuerza de
gozar por la vista sin entregar mi cuerpo a la
destrucción.

— La primera vez que bebí sangre, fui embriagado
por el sabor extraño de esa bebida que me debía dar
la vida eterna; –y si pretendes ahora matarme, "carcajeó
roncamente" –no lo conseguiréis, porque la muerte no
tiene poder sobre mi: en la vida de mi ser se concentran todas
las vidas que arrebaté de los corazones palpitantes de las
mujeres sacrificadas. Yo me deslumbré en la
contemplación de esas lindas mujeres que desfallecidas de
amor morían en mis brazos: –amar me era prohibido, porque
el alma debía dominar las pasiones del cuerpo, más,
a pesar de eso morían dichosas. Una de ellas me
traicionó: yo tenía el derecho de castigarla, y
Neftis recibió muerte merecida. Nada más tengo que
decir.

— y que hiciste de la planta venenosa –
preguntó Ranseneb, después de que todos los jueces
escucharan silenciosamente la confesión del culpado.
¿ Por qué?

— el maestro así lo quiso. Previniendo vuestras
averiguaciones, quise esconder los trazos del culto de Moloc pero
el tiempo me faltó para esto, y Tadar no quiso que la
sagrada planta cayese en las manos de sus enemigos y la
destruyó

— y de tus tesoros qué hiciste?

No fue encontrada la mayor parte de los preciosos
objetos descritos por Sargón

— la dispendiosa vida que mantuve absorbió gran
parte de mis riquezas, y ya me encontraba con dificultades. En
cuanto a los objetos preciosos como vajillas, los lancé al
Nilo, aquí ya estaba todo finalizado y esperábamos
huir de Egipto.

— mientes – interrumpió gravemente,
Menofis. Tu palacio fue donado a los dioses por el faraón,
y será arrasado, para que en su terreno se eleve un
templo. Durante los trabajos de demolición, al inicio se
encontró un cofre lleno de objetos preciosos. Esto le
digo, para probar cuan bajo caíste, tú, a quien en
esta obra, no repugna enlodarse en mentira!

A la noticia de que su palacio estaba en
demolición, Horemseb se estremeció y sus
puños se contrajeron, más no pudo decir cosa
alguna, porque los guardas lo retiraron de la sala.
Después de demorada deliberación de los jueces, el
acusado fue de nuevo traído, y el sacerdote Amenofis,
levantándose, pronunció, solemnemente:

— tus espantosos crímenes Horemseb, merecieron
un castigo proporcional. Príncipe de Egipto, renegaste a
los dioses de tu pueblo y asesinaste mujeres inocentes, de las
cuales, por tu origen debía ser protector; por tus
maleficios, sembraste la vergüenza y la desgracia en las
más nobles familias; a tus servidores
mutilaste y destruiste: Todos esos delitos merecen ampliamente la
muerte, a la que te condenamos. —–Dijiste, hace poco, que la
muerte no tiene poder sobre ti: así sea! Es una
razón más para ser encerrado vivo en el mismo
perímetro de este templo de modo que no puedas más
hacer daño..
Sobrevive pues en esa estrecha sepultura, hasta cuando los dioses
lo permitan; más, cuando mueras, morirás de cuerpo
y espíritu, en vista de que el embalsamiento no
existirá para conservar tus restos y tu doble
etérico errante no encontrará asilo terrestre, y
será devorado por los demonios de la Amenti. Tu nombre
será olvidado, porque se prohibirá a todo ser vivo,
sobre severas penas pronunciarlo, y en todos los lugares
será borrado y apagado; a la posteridad no se sabrá
de tus crímenes, que aterrorizaban a Egipto; serás
triplemente muerto, destruido en tu alma y olvidado. En la aurora
del día de mañana será ejecutado con esta
sentencia.

Lívido, ojos dilatados, Horemseb, escuchara la
terrible condena. No solamente se revelaba contra el horror de la
suerte que lo esperaba; él era a pesar de todo,
suficientemente egipcio para dejar de temblar a la idea de no ser
sepultado, y embalsamado, más allá del nombre
tirado al olvido. Con un rugido ronco, pegó la cabeza con
las manos, y, cual masa inconciente, se abatió en el
piso.

En el anochecer fue visitado por Neith.

En el momento de haber recibido de manos de Neith, el
brebaje enviado por Tadar, Neith le dice a Horemseb:

— bebe Horemseb!

— es la muerte?

— preguntó, estremeciendo. Yo la prefiero, si no
he de vivir contigo.

— no es muerte, y sí la calma, el reposo, la
destrucción del hechizo. Tu corazón, yo lo espero,
permanecerá fiel – respondió
él.

Y su mirar se sumergió, cual llama, en los ojos
de Neith, quien le inducía la copa a la boca. Apenas
bebió, desconocida sensación, una frialdad glacial
le corrió por las venas. Presa de debilidad,
vaciló, empero Horemseb la hace sentar en el banco, ahora
iluminado por la luna. Enseguida, tomó de la cajita el
segundo frasco y lo vació en la copa. Vivificante y suave
aroma embalsamó el ambiente.
Sentándose junto de Neith, le dio a asegurar la copa.
– de ti quiero recibir la bebida misteriosa que me promete
vida y futuro, y si muriere, al menos me libro, de la
vergüenza y de la satisfacción cruel de los
sacerdotes insolentes.

Vivir encerrado dentro de muros, sería tortura
horrenda!

Temblorosa y desecha, la joven mujer
aproximó la copa a los labios del amado hombre;
más, tan pronto bebió, ella la dejó
desprenderse de los desfallecidos dedos y el cristal cayó
y se rompió en el piso.

— agradecido! – murmuró Horemseb, y,
atrayendo a Neith hacia él, agregó: quédese
así; quiero adormecer contemplando su lindo rostro y
tú afectuoso mirar.

Se recostó al muro y fijó al astro querido
al cual parecía estar ligado por misterioso helo; era el
pálido confidente de sus sueños, y silencioso
testigo de sus crímenes, de las innobles fiestas del
palacio de Menfis. Y en aquella hora fatal en que desgraciado y
abandonado, sin saber si seguía con vida o muerto, le
aguardaba el astro y venía a iluminarle la prisión,
y con sus rayos de luz se impregnaban los tétricos y
tumultuosos pensamientos del condenado. Esas impresiones
indelebles que la luna las lleva, de siglo en siglo, impasible
pero no olvidando detalle alguno, identificando en todos los
lugares, sobre cada nueva fisonomía, aquel que le
confía sus dolores y sus alegrías, ligando,
silenciosamente así, los misteriosos lazos del
pasado.

El hombre encarnado muda de aspecto, de color, de
posición; olvida dónde, en qué siglo,
después que grave acontecimientos, sobre el peso de con
qué sentimientos ve él aquella muda confidente
venir a visitarlo en el lecho de muerte o en el calabozo, testigo
única del oscuro crimen o de júbilos desconocidos
de los hombres. Ella ignora en qué horas de angustia sus
perecibles ojos fijara, velados de llanto, de ese argentino
globo; más éste sabe, y reencuentra a Horemseb
sobre los trazos del rey infortunado, cuyo fin trágico
emocionó a un pueblo.

No era sin motivo que Luís Segundo amara tanto la
noche y las quimeras bajo la luz lunar y si apenas vagamente
comprendía el murmurar de sus rayos luminosos,
hablándole de distante pasado de crímenes
olvidados, de vida de sufrimiento y expiación,
recibía la extraña fascinación de un helo
misterioso, la fricción de incógnitos sentimientos
que lo atraían para el satélite de las noches que
adorara en otrora.

Sumergido en los pensamientos olvidara todo lo que le
rodeara, cuando, repentinamente, Neith erigió la cabeza,
que le apoyara al pecho, y balbuceó despavorida:
están allí las mujeres terribles. Oh Horemseb
seremos separados.

— que ves tú, Neith – murmuró
él, estremeciendo.

— serás separado de mí, de todos
nosotros, por mucho tiempo, solamente tus enemigos
quedarán contigo, y tu sufrirás sintiéndote
aislado, siempre vencido por el destino. Despreciaste el
verdadero amor, y sólo el hechizo permanecerá junto
de ti; corazón vacío, alma enferma, tú
buscarás rever la llama que enciende, porque sólo
lo conseguirás cuando el amor florezca en tu propio pecho
y si puedas dominar las pasiones y el odio. OH! Aprende de prisa
a amar, para que nos reencontremos!

— haré eso – murmuró Horemseb,
invadido por extraño y general adormitamiento y
maquinalmente apretándola de encuentro a
él.

De súbito, Neith lo repelió,
echándose hacia atrás, con sus ojos dilatados.
– déjame. En qué te tornas? ¿Eres
tú esta sangrienta mariposa roja como si fuese de fuego?
Déjame; tú me quemas y me sofocas, tu vomitas
sangre!

Debatiéndose como loca, empujó a Horemseb;
más, las débiles piernas retrocedieron y
resbaló para el suelo. Y con la
cabeza echada hacia atrás, posada en las rodillas del
prisionero, perdió los sentidos.
Él, muy débil resistencia
pudiera ofrecer, porque profundo entorpecimiento le
invadió el cuerpo; como que a través de nube, vio a
Neith, abatirse junto de él, y le pareció que
él mismo rodaba, como pluma, en un basurero negro.
Después, perdió la conciencia.

Más o menos quince minutos decorridos, el oficial
de servicio abrió la puerta, y dice de manera
respetuosa:

–noble señora es tiempo de retirarse.

No obteniendo respuesta, entró y se
asombró al deparar con la joven mujer abatida, como si
estuviese muerta. Convencido de que la emoción la privara
de los sentidos se aproximó vivamente, y al primer golpe
de vista sobre los ojos vítreos del prisionero al contacto
de la mano helada soltó ahogada exclamación y
corrió hacia fuera.

En el apartamento de Ranseneb aún estaba reunida
una decena de sacerdotes, discutiendo sobre la ejecución
de la sentencia para el día siguiente, y sobre la
contrariedad de no haberse obtenido informaciones precisas
respecto de la misteriosa planta del amor. Entre los
interlocutores retardados, se encontraba Roma y Amenofis, ambos
huéspedes de Ranseneb en aquella noche. La impetuosa
entrada de Ameneftá, acompañado del oficial
interrumpió la conversación, y cuando el viejo
padre relató pálido y trémulo, la visita de
Neith y el descubrimiento hecho por el militar, todos se
erigieron y encaminaron, casi a correr, rumbo hacia la
prisión.

Algunos minutos más tarde, los sacerdotes
rodeaban aturdidos y consternados en extraño grupo;
más, Roma, trépidamente en desespero y celos,
arrancó a la joven mujer del lado del odiado rival, y,
ayudado por uno de los asistentes, intentó
infructíferamente, reanimarla.

Viejo médico se aproximó primeramente
hacia Horemseb, examinándolo y declaró estar
muerto. En cuanto a Neith, se encontraba apenas desmayada,
aconsejando retirarla del nefasto local suministrándole
los cuidados que indicó. Para cumplir esta
prescripción, Roma la transportó a la litera para
conducirla a su palacio por que no deseaba, en hora tan
inapropiada llevarla al palacio de la Reina.

Después de la salida de Roma, los sacerdotes se
reanimaron de nuevo. Examinaran cuidadosamente la cajita en la
que se habían transportado los frascos revisándolos
igual que al papiro en pedacitos, más esos objetos muy
poco les sirvieron como material de pesquisa.

— la insensata joven evidentemente le trajo el
desconocido veneno que lo mató, y también el
escrito de un cómplice. Más, quien le habría
dado a ella esos objetos? – dice Ranseneb

–sólo podía ser tal vez el miserable
Hiteno que fuera de duda, se esconde en Tebas, y posee ese veneno
tan misterioso cuanto la planta maldita – observó
Amenofis, que, inclinándose, palpó al muerto.
Extraño cadáver! Ningún trazo de
sufrimientos; flacidez de los miembros, y con todo
expresión cadavérica, frío glacial, con
expresión lívida.

— Eso importa menos ahora que la chocante certeza de
que el acelerado huyó a una justa punición
¿y que decidiremos en vista de esto?

Después de cierta conversación quedo
establecido que se mantendría silencio sobre lo ocurrido y
de lo que pocos se hubieran enterado, pues sería consumada
la ejecución de la sentencia como se había
programado en presencia de los testigos para esto
designados.

El cuerpo de Horemseb. Sustentado por dos hombres, fue
conducido al pequeño patio, donde una cavidad alta y
estrecha estaba abierta sobre una muralla. El cuerpo aún
flácido fue sentado en un corto banco colocado al fondo
del nicho, y de manera rápida los sepultureros colocaron
los adobes haciendo desaparecer a los ojos de los asistentes el
rostro del facineroso que diera tanto que hacer.

En aquella estrecha cueva, debía reducirse a
polvo el cuerpo del ser tan ávido de lujos y placeres, el
celebre orgulloso, cruel con iniciativa de voluptuosidad
sanguinaria. Muy pronto fue serrada la puerta y apenas el pegante
húmedo indicaba el lugar donde estaba sepultado el ilustre
criminal, todos se sintieron desembarazados de él para
toda la eternidad, pues los padres sabios no sospechaban siquiera
que, por un misterio de la naturaleza, la sombra fatal del
nigromante de Menfis podría resurgir, y una vez más
hacer temblar a los habitantes de Egipto.

La noche estaba esplendida. La luna refulgía, con
brillo desconocido en el occidente, y su argenta luz inundaba a
Tebas adormecida después del trabajo del
día, y a penas vagos rumores denotaban que la vida del
coloso nunca se extinguía totalmente.

En las inmensas construcciones del templo de Amon-Ra
reinaba profundo silencio, interrumpido solamente por los
"alerta" de los vigilantes. Los servidores del potente Dios
reposaban. No debían estar listos, desde los albores de la
aurora, para saludar su victorioso renacimiento del
reino de las sombras?

En un pequeño patio, desierto y aislado, en los
confines del sacro ámbito, los rayos lunares
descendían de lleno sobre alto y largo muro, pintado de
blanco. De súbito, en esa superficie de un blanco
plateado, apareció una gran sombra cenicienta
después negra y al final roja. Esa exaltación o
neblina se condensó, y la forma distinta de un hombre, de
elevada estatura, pareció resurgir del muro. Sus grandes
ojos abiertos eran tiernos y fijos, aterradora la
expresión del rostro, los labios entreabiertos, nariz
dilatada. El extraño ser, de transparencia vaporosa,
empero de palpable realidad, deslizó, sin tocar el suelo,
a través del patio, y desapareció en el interior
del templo. Brazos extendidos para el frente, como si buscase
algo, el fantasma pasó por el frente por los corredores y,
atravesando una pared, penetró en una sala donde
dormían muchas mujeres, sacerdotisas y cantoras del
templo. El bulto fantástico paró, moviendo los
labios, las narices abiertas, aspirando ávidamente, y su
vítreo mirar posó en un pequeño lecho,
iluminado por un rayo de luna que se filtraba oblicuamente por la
ventana, y en el cual reposaba una joven, sumergida en profundo
sueño. El fantasma deslizó hacia ella y
pendió la cabeza hacia el pecho de la adormecida, que se
agitó, y bruscamente despierta, tentó debatirse;
más fascinada por la terrible mirada que por un instante
se fijó en la suya, recayó inmovilizada. El
fantasma se dirigió pareciendo atolondrado y más
compacto, y sin mirar la víctima tornada lívida
como si la sangre le hubiere abandonado de las venas hasta la
última gota, se elevó pesadamente, pareció
escurrirse en el rayo lunar hacia fuera de la ventana, y algunos
momentos después se eclipsó, absorbido por el muro
de donde había surgido.

Horemseb había abusado mucho de la sangre humana
para no súper excitar todo en cuanto en él restaba
de instinto animal; el somnífero con el cual
voluntariamente se sumergiera en letárgia había
impedido la ruptura de los lazos del periespiritu, y por todas
estas circunstancias reunidas, se torna vampiro.

La extraña e inexplicable muerte de la joven
sacerdotisa excitó gran emoción en el templo, y esa
emoción se transformó en terror cuando, en la noche
siguiente hubo nueva víctima. Esta vez, fue la hija de un
sacerdote, y la hermana de éste, despertada por el ahogado
grito que oía, observara el bulto de un hombre resbalar
para afuera del aposento.

Las más severas medidas fueran adoptadas para
atrapar al asesino, que así osaba profanar el lugar
sagrado, empero, la vigilancia fue ineficaz, porque, al
término de dos días, un niño de cuatro
años de edad y una joven, pertenecientes ambas a la familia de
mercaderes, domiciliados en barrios distantes de Tebas fueron
encontrados muertos, presentando a la altura del corazón
una herida, semejante a la mordedura y sin gota de sangre en los
lívidos cuerpos. Toda la ciudad se conmovió, y la
reina indignada, ordenó severa pesquisa, la cual, por lo
tanto nada consiguió: el criminal continuó en
incógnita, suponiéndose que hubiese huido, porque
los asesinatos a corto plazo no se renovaron.

A pesar de eso, la desconfianza y el terror no
cedían; los padres y las madres temían por sus
hijos tiernos o adultos, y las mujeres se sentían
amenazadas por el misterioso malhechor. Roant, principalmente,
tenía el espíritu presagioso, y poco se animaba a
separarse de los dos hijos, vigilándolos durante la noche,
y ninguna persuasión del marido y de las personas amigas
conseguía tranquilizarla. Una noche, el jefe de los
guardas, que estaba de servicio en el palacio real, ajustaba al
cinto las armas alistándose para salir, y hablaba
discretamente a la esposa, que pálida e inquieta, lo
ayudaba, repitiendo:

— Oh! Cuanto detesto las noches en que usted tiene que
pasar por fuera de la casa!. Sin ti, el peligro me parece
más próximo, y no puedo defenderme del
presentimiento de que una desgracia amenaza a nuestra
Nitetis!

— mi querida mujer sea razonable y no te atormentes con
quimeras: hace casi un mes que los atentados no se repiten; sin
duda, el facineroso huyó. Porque, de lo contrario por
qué procuraría precisamente a Nitetis?
–¿Porque mató a una niña? Tal vez lo hizo
por mero acaso. Y si desea nueva víctima se
contentaría por cierto, con aquella que pueda agarrar con
más facilidad.

Chunumhotep envainó la espada, se puso el
cápasete brillante sobre los espesos cabellos, y abrazando
a Roant: agregó:

— si me amas, serás más calma y
reposarás. ¿Pues si los niños duermen junto
a ti, qué les podrá suceder?

Después de haber acompañado al marido,
regresó aprensiva al cuarto de dormir, que era una grande
alcoba, cuyo piso estaba forrado con esteras, de paredes pintadas
e incrustaciones simulando tapetes suspensos; alta y larga
ventana daba entrada a la frescura embalsamada del jardín,
y la luz de plenilunio inundaba el aposento con su plateada
claridad. Junto del lecho, sobre una pequeña cama,
improvisada, dormía placidamente un niño de
aproximadamente cuatro años, y una hija de 24 meses.
Acercándose suavemente, la joven madre levantó el
toldillo que los cubría y contempló, amorosa las
graciosas y pequeñas criaturas, cuyos cuerpos, gorditos y
desnudos expresaban salud. Fijó los labios sobre las
cabezas de los dos inocentes y los recubrió con la
transparente seda. Y, medio tranquilizada, se encaminó
para la ventana, junto de la cual amplia poltrona invitaba al
descanso.

No teniendo sueño, y estando soberbia la noche,
el silencio también convidaba al adormitamiento: se
sentó, apoyó los píes en un brazo de la
silla, y, tomando una flor de lótus de una gran jarra
esmaltada puesta en el soporte de la ventana la olió,
entregándose a los pensamientos. Chunumhotep tenía
razón: por qué envenenar su existencia tan
venturosa, tan calma, con aprehensiones sin fundamento! Y
qué probabilidad
puede existir para que un criminal, por más audaz que
fuese, atacara a la familia del
poderoso jefe de los guardas en cuya casa hormigueaban los
esclavos, que al menor rumor estarían listos?
Insensiblemente, y sin que percibiese, una pesadez estruendosa le
invadió los miembros, sus pensamientos se perturbaron y
apoyó la cabeza en el brazo de la poltrona;
intentó, primeramente, liberarse del estupor para
después, perezosamente desistir de eso. Quería
reposar después del trasegar del día… de
improvisto, en el espacio de la ventana, fuertemente iluminada
por la luna, se proyectó una forma humana: un hombre de
alta estatura, cabellera encaracolada, cuyo rostro particular,
desviado de Roant, despertó en ella una recordación
confusa: con extraña flexibilidad, el desconocido
pareció escurrirse antes que saltar para el aposento;
Roant quiso detenerlo, gritar; más, como que invadida por
súbito parálisis, quedó inmovilizada,
incapaz de abrir la boca y acompañó apenas con los
ojos al audaz intruso que sin ruido
atravesó el aposento, y llegando a la camita, se
dobló sobre las adormecidas criaturas. Un pensamiento
infernal, fulminante: –"es el chupador de sangre" –
atravesó en ese instante el cerebro de Roant,
desesperada en la lucha que trabó entre la voluntad y el
estupor que le neutralizaba los miembros; el pecho sofocado, como
sobre enorme peso; la cabeza parecía pronta a estallar,
más los labios continuaban mudos, por fin resbaló
de rodillas, levantó los desfallecidos brazos y un grito
ronco y destemplado salió de la garganta
contraída.

En el mismo instante, la sombra humana se erigió,
pasó junto de Roant, con vertiginosa rapidez, y
desapareció para fuera de la ventana como si se hubiese
fundido en la claridad de la luna. Atraídos por el grito
de la señora, muchos esclavos corrieron y de este modo la
nana de los niños trayendo una lámpara, levantaron
a Roant que incapaz de hablar, señalaba hacia la camita,
por encima de la cual el ama suspendía la lámpara.
Todo ese movimiento, y
el ruido despertara al pequeño Pentaur, empero Nitetis no
se movía, y a la primer mirada que la pobre madre
fijó sobre ella, comprendió que el crimen estaba
consumado. Sin una queja, cayó desanimada en los brazos de
las mujeres.

En pocos momentos, todos despertaron, y el viejo
intendente decidió informarle al señor
inmediatamente, y por otro lado, llamar a los parientes y amigos
íntimos para que acompañasen a Roant. Chunumhotep
no podía abandonar su puesto en el palacio, y por esto
envió un esclavo en busca de Roma y otro en la casa de
Isis cuya residencia estaba un poco cerca.

El joven sacerdote y Neith se alistaban para dormir,
cuando al palacio de Neith llegó el mensajero bastante
despavorido haciendo una narrativa medio enredada de lo
acontecido. Profundamente perturbado, el matrimonio hace
preparar una litera y en cuanto ocho vigorosos conductores la
transportaban a paso acelerado, a la casa del jefe de los
guardas, Neith apoyó la cabeza sobre el hombro del nuevo
marido, murmurando:

— puedes dudar de los designios del malhechor?, no te
dije que él no puede morir y que a éste le apetece
la sangre fresca de jóvenes… Oh! mi sangre se
hiela, al pesar que nos aguarda aún!

Roma estremeció, sin embargo, no dio respuesta,
pues no tenía palabras para explicar la mórbida
angustia que le apretaba el corazón.

Ya encontraran a Isis atareada, junto de Roant, que
había recuperado los sentidos, más pareciendo
enloquecer. Con gritos y gemidos, arrancaba los cabellos, se
golpeaba el pecho y maldecía la incomprensible debilidad
que le impidiera agarrar al miserable, para salvar a su
hija.

Solamente después de unas horas, los cuidados y
consolaciones de los allegados conseguirían calmarla
suficientemente, para que pudiese responder a las preguntas del
hermano y hacer una narrativa detallada del acontecimiento,
describiendo la talla y la apariencia del asesino, cuya
fisonomía no identificara, aunque la
personalidad le pareciese conocida.

Completamente agotada se aquietó, al final, se
acostó y adormeció en un sueño febril y
agitado. Las dos amigas se retiraran luego para una cámara
contigua, también necesitadas de un poco de reposo. Roma
siguió para el palacio, con el fin de hablar al
cuñado. Isis y Neith habían intentado dormir, sin
embargo el sueño les huía; Isis, principalmente,
parecía sobresaltada, y erigiéndose vino a sentarse
junto de la silla de Neith.

–Dígame – comenzó ella tomando la
mano de la amiga- ¿no tiene desconfianza en cuanto a la
persona del
misterioso asunto? Tuve una idea que me torna positivamente loca.
——Mira! Y fue a buscar sobre la mesa un tejido doblado. Este
velo que oculta el cadáver de Nitetis y con el cual la ama
cubría a ambas criaturas. Exhala un olor bastante
extraño! Lo aproximó al rostro de Neith, empero
esta retrocedió, con una exclamación de
espanto:

— el aroma fatal! Mi presentimiento no me
engañó.

— hoy adivinaste como yo, pues ningún otro
podía ser así de infame! Entonces es una desgracia
para nosotros!

— ¿acreditas que él deseara vengarse?
Preguntó Neith, acelerándose.

— ciertamente! Si el verdugo de Neftis aún posee
el poder de matar, no dejará de buscar a la audaz que lo
denunció, y a la mujer que lo
olvidó – murmuró Isis, con sombrío
afligimiento. La muerte de la pequeña Nitetis y la de una
cuidandera, que pereció en la noche siguiente provocan en
Tebas verdadero pánico:
ninguna moza, ninguna niña al acostarse estaba segura de
ver el sol al
día siguiente, y a pesar de todo el malhechor
seguía desaparecido. Las sospechas de Isis y Neith
habían sido discutidas por los maridos que las
consideraban verdadera imposibilidad, y no habían
transpirado para el público.

Todavía, el siniestro presentimiento de la esposa
de Keniamunt, no se realizaba; pues el vampiro no la asaltaba ni
a ella ni a Neith; se decía que hubiere desaparecido
completamente. Tres meses pasaran y ningún nuevo asesinato
acusara de nuevo su presencia. Todos, Neith, inclusive se
habían calmado poco a poco; la vida sobre sus diversos
intereses, desvaneciera la asustadora impresión. Solamente
Isis continuaba sombría, nerviosa e inquieta: perdiera el
sueño y el apetito y, a todas las persuasiones del marido
respondía:

— qué quieres tú? Me parece que una
desdicha posa sobre mí; a veces, de noche, despierto
bañada en sudor helado, o entonces, siento junto de
mí la presencia de un ser invisible; un halito frió
me fustiga el rostro y una ansia sin nombre me despierta el
corazón.

Cierta noche, la joven mujer se sentía más
oprimida aún de lo que habitualmente, estando Keniamunt en
servicio, ahora debiese regresar de un momento para otro. Triste
y fatigada, se recostó; más no queriendo adormecer
antes del retorno del esposo, ordenó a dos esclavas que se
quedasen junto de ella.

— estén pendientes a cualquier alarma y eviten
dormir hasta la llegada del señor.

Las dos mujeres se acomodaran cerca del lecho, y en esos
momentos fue acompañada de largo y monótono
cántico de lamentos. Isis las escuchaba
distraídamente, y bien de prisa se entró
completamente en pensamientos. El pasado la visitaba,
insensatamente, presentándole a la memoria el
palacio de Menfis, las orgías nocturnas, el descubrimiento
de su traición y en fin, la bella y salvaje figura del
hechicero. Perdido en su quimera, no percibió que el canto
cesara y que ambas mujeres dormitaban. De súbito se
estremeció y retorció: una bocarada de enervante
olor, bien conocido, le llegaba al rostro, haciéndole
palpitar el corazón y oprimiéndole el respirar,
quiso gritar, pero loco terror le anuló la voz y le
paralizó los miembros: junto del lecho iluminado en pleno
por un rayo de luna, estaba Horemseb. Los ojos habían
perdido la tierna fijación y la miraba con la salvaje
crueldad de un tigre; con los labios entreabiertos expresaba una
sonrisa de infernal maldad; el frío que se
desprendía del espectro pasaba sobre Isis cual velo de
humo.

Como que en sueño, vio la siniestra
aparición inclinarse para ella, sintió los dientes
enterrarse en sus carnes y después fluir la sangre por la
mordedura, con todo el horror y el miedo de la muerte eran
poderosos en la joven mujer, que por esfuerzo casi súper
humano, intentó luchar: torciéndose sobre el
monstruo que la enlazaba, dio un sordo gemido, al mismo tiempo
una voz gritó:

— Hola, que sucede aquí?

Era Keniamunt que regresaba, y al clarón de la
luna avistara un hombre curvado sobre el lecho. Furioso –
empuñó el hacha presa a la cintura y en cuanto las
esclavas despertadas por el doble grito despertaran alarmadas;
más en el momento en que el oficial pudiese blandir el
arma, el desconocido pasó junto de él como si fuese
un relámpago, y desapareció por la ventana.
Todavía, Keniamunt juzgó reconocer el perfil y la
estatura del nigromante, y movido por nuevo pensamiento,
corrió para junto de la mujer, la cual derribada con una
herida en la garganta, parecía expirante.

— Isis – exclamó
erigiéndola.

Inmediatamente, ella abrió los ojos
aferrándose con desfallecida mano al collar del marido, se
medio afirmó, lívida, mirada extinta, movió
los labios por segundos y después gritó con la voz
ronca e irreconocible:

— es él, Horemseb, el succionador de sangre!;
ese esfuerzo rompiera el verdadero helo. Isis estaba muerta. Las
últimas palabras de Isis fueron oídas por las dos
esclavas, y en cuanto a Keniamunt, profundamente consternado,
salía para tomar las indispensables providencias, las dos
mujeres esclavas corrieran para el interior con gritos y
lamentaciones, e instruyeran a los criados sobre lo
acontecido.

Propagada por los fámulos de Keniamunt y
esparcida con la velocidad de
una corriente
eléctrica, la noticia de que Horemseb era el
succionador de sangre, se expandió por toda Tebas.
Ampliada aún por el terror, esa novedad tomó
proporciones gigantescas, y el día en que se siguió
la muerte de Isis aún no finalizara y las tres cuartas
partes de la capital
estaban convencidas de que el
príncipe había, por cualquier acaso evadido de
la condenación, practicando aquella serie de
muertes.

El populacho súper excitado se reunió en
masa en el templo de Amón, expresando en altas voces sus
dudas en cuanto a la muerte del brujo. Y ahora exhortado por los
padres, se retiraron rezongando sobre el caso para aglomerarse de
nuevo delante de la residencia real.

Con la habitual resolución, Athasu
apareció en una ventana, y en cuanto las quejas de la
multitud, prometió convocar el consejo y adoptar
providencias para esclarecer el tenebroso asunto, agregando que
en el día siguiente, serían conocida sus
deliberaciones. En esa misma noche, se reunieron los sacerdotes,
más todos convencidos de que el hechicero estaba muerto,
tacharan de insania los boatos populares y Ranseneb
declaró, con incrédula sonrisa que los muertos no
vuelven para comerse a los vivos, y que un vivo no podía
pasar a través de las paredes.

— Tiene razón, profeta – observó la
reina, el hecho parece inverosímil; no en tanto, el relato
que me acabara de hacer Keniamunt y Chunumhotep consignan un
extraño detalle: los paños que tocaran los
cadáveres de Isis y de la hija de Roant, exaltaban el
aroma nefasto del veneno que se servía Horemseb. En
cualquier caso, el pueblo necesita ser convencido de que el
criminal fue ejecutado. Ordeno que el cuerpo sea exhumado, en
presencia de los delegados de todas las castas, de los cuales
fijaréis el número de funcionarios designados por
mí.

En cumplimento de la real orden, en la tarde del
día siguiente, numerosa asamblea se reunió en el
último patio del templo de Amón. Cada
agrupación de Tebas enviara diputados, pertenecientes a
todas las clases de la población. En los primeros lugares,
estaban algunos sacerdotes de alta jerarquía y los
delegados de la reina, Roma y el que modernamente se
denominaría jefe de la policía y era él
quien sería oído por
el Rey. Así llamado ese funcionario en los tiempos de
Athasu.

La pared, intacta, no conservaba ningún trazo de
nicho que allí hubiere sido abierto dieciocho meses antes,
más los cinceles de los albañiles hicieron en ella una abertura, al
fondo de la cual muy rápido aparecieran dos
pies.

— observan! Los píes están perfectos y
prueban la evidencia del absurdo de los rumores –
observó uno de los padres. – –los píes no
prueban cosa alguna, porque todos los píes se asemejan, y
el cuerpo puede haber sido cambiado – respondió un
rico mercader.

Algunas voces apoyaran esa opinión.
Silenciosamente, el descortinamiento continuó, y sin
demora apareció el cuerpo integral de Horemseb,
perfectamente reconocible: la apariencia cadavérica, los
ojos abiertos y vítreos no habían sufrido cualquier
alteración.

— miren! Es el cuerpo del criminal – dice
solemnemente Ranseneb: privado de las honras de sepultura,
aguarda aquí su destrucción, más el alma, en
lamentos, repelida por Osiris, deambula, sin duda, ávida
de crímenes, tal cual otrora. Si, pues, Horemseb es
culpable de las muertes que le acusa Tebas, es apenas a su alma
que podéis acusar de esto: el cuerpo aquí encerrado
no puede haber tenido parte en eso. Y ahora, aproxímense
todos, de dos en dos. Habéis conocido al príncipe:
para que certifiquen ustedes que es él mismo quien se
encuentra en esta bóveda. Terminado el lúgubre
desfile, la abertura fue nuevamente cerrada y los asistentes se
dispersaran tristes y preocupados. Roma también
regresó al hogar con el corazón
oprimido.

Al tener conocimiento del fin de Isis, Neith se sintiera
mal, y sus primeras palabras, fueron las siguientes: ahora
seré yo; después de ella a quien él
matará! Y a despecho de los protestos de su raciocinio, la
siniestra predicción habían transformado el alma
del joven sacerdote: la posibilidad de perder tan miserablemente
su esposa querida, al final reconquistada, le trasbordaba de
desesperada ira.

Dos noches después de la verificación de
la presencia del cuerpo de Horemseb. Dos nuevas muertes
emocionaron la capital. Esta vez, habían sido cometidas en
la residencia real: una niña de diez años de edad y
una artista de arpa favorita de la reina, habían perecido,
y por otro lado, tres personas afirmaban haber reconocido a
Horemseb en las galerías y corredores del palacio. En esta
ocasión, el pánico llegó al auge, inclusive
entre los sacerdotes. ¿qué significaba tan
insólito acaso?. Habitualmente, la muerte bastaba para
tornar inofensivo al más peligroso acelerado; en este
caso, el Amenti parecía cerrar sus puertas y repeler para
la tierra
aquella alma enlodada y nefasta. El vampirismo era casi
desconocido en el Egipto, una vez que la momificación de
los cuerpos impedía la posibilidad de tal
evento.

Ranseneb, llamado al palacio fue cubierto de censuras
por la reina, indignada, ella lo acusó y bien así a
los demás cofrades, de culpada negligencia, dejando en
torno de ellos
matar a tantos inocentes, sin encontrar eficiencia, para
resolver semejante calamidad.

En la tarde un consejo secreto se reunió en el
templo de Amon. Cinco sacerdotes, entre esos habían dos
muy sabios, entre ellos asistía Amenofis llegado de antes
de Menfis, y Roma, admitido, excepcionalmente, a pesar de lo
joven, no solo en vista de la importante acción
que tuviera dentro del asunto, más también en la
cualidad de esposo de la más amenazada víctima.
Después de los debates, muy animados, dice a
Amenofis:

— en vista de la gravedad del caso y de la necesidad de
actuar rápidamente para preservar de la destrucción
más seres inocentes e indefensos, propongo, a mis
hermanos, sumergir a una de las jóvenes del templo al
sueño sagrado; los ojos de su espíritu se
abrirán y ella podrá ver lo que para nosotros
está oculto; por su boca, la divinidad indicará
como deberemos actuar. Si adoptares mi arbitramiento, rogaremos a
Ranseneb designar a aquella de las vírgenes consagradas
más apta para el servicio.

Después de corto debate, todos
se declararon de acuerdo, y Ranseneb mandó a buscar a la
sacerdotisa escogida por él. Una frágil y delicada
joven, de grandes y brillantes ojos, apareció sin demora,
y, intimidada por la grande asamblea, se inclinó de manos
cruzadas. Vestida con larga túnica blanca, pesadas
argollas rodeaban sus brazos y muñecas, y una flor de
lotus estaba presa en la cabeza por una diadema
incrustada.

— la divinidad reclama tus servicios, Nekebet; ella nos
manifestará, por tu intermedio, su voluntad – dice
gravemente Ranseneb. Eleva tu alma, con la oración, y
agradece a los inmortales el favor con que te
honraran.

La joven se arrodilló un instante, y, con mirada
estática, irguió los ojos para el
cielo, después, se levantó y murmuró: estoy
lista.

Roma fue el indicado para inducir a la sensitiva al
sagrado sueño y obtener por su acción, las
preciosas indicaciones que los demás padres se preparaban
para escribir en sus tablitas. Aproximándose con
benevolencia, condujo la doncella para una silla,
pronunció corta invocación y, después,
fijó dominadora mirada elevando las dos manos por encima
de la cabeza de Nekebet.

Casi de inmediato estremecimiento agitó a la
moza, que empalideció y cerró los párpados.
Entonces Roma le apoyó los dedos en la frente, y al
término de rápido tiempo,
preguntó:

— duermes?

— sí

— y ves?

— si veo.

Roma se volteó para los sacerdotes:

Venerables padres, ella observa en sagrado sueño,
y la luz de Osiris le inunda y le ilumina el alma.
¿Qué ordenáis que yo le pregunte?

— Que ella busque el alma del succionador de sangre, la
encuentre, aún esté en el fondo de la Amenti
– respondió Ranseneb. Para guiarla, pónganle
en la mano este amuleto que perteneció a
Horemseb.

Roma tomó el escarabajo de madera y lo
recostó, primeramente, sobre la frente de la joven, y
enseguida lo dejó en una de las manos diciendo:

— ve y descubre el alma del príncipe.
Cálmate – agregó, notando que la adormecida
se agitaba y gemía – y sigue la corriente que se
desprende de ese objeto.

En un momento reinó el más absoluto
silencio; empero súbitamente, la sacerdotisa se
echó hacia atrás con todas las señales
de horror y de miedo.

— no puedo… dijo de manera sofocante. Oh! Cuanta
sangre!… hay, más allá de eso, mujeres
empuñando rastras, e impidiéndome pasar.

— ¿qué hacen esas mujeres y por
qué te rechazan?

Cercan a un hombre sentado e inmóvil en un nicho!
Solo sus ojos viven y su mirar es terrible; no me le puedo
aproximar.

Y se retorció en una convulsión. Las venas
se pronunciaban en la frente de Roma, y sus ojos se tornaban
llameantes.

Rechaza las mujeres, pasa e identifica el
hombre.

— es Horemseb y las mujeres las víctimas que
él sacrificó, el terrible veneno hinche aún
sus atormentadas almas, pues tienen celos de
mí.

— ¿el alma está separada del cuerpo del
criminal? -Indagó Ranseneb.

En una palabra, ¿está muerto o vivo?,
Agregó Amenofis

Roma transmitió las dos preguntas

— el alma está aún ligada al cuerpo
– murmuró la sonámbula.

Él vive una vida aparte. – porque su
cuerpo, muerto en apariencia, privado desde hace 18 lunas de
aire de alimento,
resiste a la descomposición, porque se nutre de sangre, y
su cuerpo…

La sacerdotisa paró de hablar; su
fisonomía denotaba pavor, y el cuerpo
estremecía:

— no puedo, él me prohíbe hablar, su
terrible mirada neutraliza mi lengua.

— habla yo te ordeno! Qué es necesario hacer
para destruir el cuerpo del brujo y lanzarle el alma para el
Amenti!

La sonámbula no respondió: dos voluntades
contrarias visiblemente, luchaban en ella casi quebrando su
débil organismo. El pecho de Nekebet se sofocaba, le
subía espuma a los labios y su frágil cuerpo se
retorcía en convulsiones de terror, más Roma
luchaba por la felicidad de su vivir, por la existencia de
innumerables inocentes, y su voluntad, descomplicada,
terminó por triunfar… Por breve tiempo la adormecida
pareció tranquilarse, para después echarse
hacía atrás como desfallecida.

— yo… yo no puedo – dice murmurando, en
tono casi ininteligible – más traiga del templo la
momia de Sargóm. Después de siete días de
oraciones y en presencia de Neith evocar su alma: él, el
enemigo moral de
Horemseb, indicará a usted la salvación…
Nueva crisis la
interrumpió. Roma se rehace, y limpiando el sudor que le
brotaba de la frente, repitió a los padres las palabras
susurrantes expresadas por Nekebet. Como si ese instante de
tregua hubiese liberado a la joven de la influencia contraria, un
ardiente rubor inundó inmediatamente al contraído
rostro; el sufrimiento cedió a una estática
felicidad, y cayendo de rodillas, extendió las manos para
invisible objeto.

— hay, qué suave aroma! – murmuró
olfateando ávidamente. No, no, Horemseb, nada temas, te
amo y no te traicionaré nunca, así esto me cueste
la vida!

— ved – dice Ranseneb – el terrible veneno
le hechiza el alma; despiértala Roma, pero antes de todo
hacerle rechazar a Horemseb. El mozo sacerdote concentró
toda su energía e imponiendo las manos sobre la cabeza de
la sacerdotisa, dice con fuerza: — te ordeno detestar y temer la
memoria de
Horemseb, olvidar el olor nefasto y calmarte
enseguida.

Bruta transformación se operó en el
semblante de la adormecida: expresó primero miedo y
horror, después calma profunda. Roma le dio a seguir,
muchos pases, y al final la despertó. La joven no se
recordaba de cosa alguna, y estaba visiblemente agotada. Los
padres le hicieron beber un poco de vino, la bendijeran y la
mandaron a que fuese a reposar.

A seguir, decidieron adoptar la recomendación
recibida. Y empezar esa misma noche, el ayuno y las oraciones,
después de las cuales sería invocado el
espíritu del príncipe Hiteno, para de él
obtener el medio de destruir al vampiro. Roma fue incumbido de
preparar a la esposa y de comprometerla a asistir a la
evocación.

Al saber lo que de ella se pretendía, Neith fue
presa de verdadero pavor: — el solo pensamiento de rever el alma
del infortunado esposo, cuyo amor por ella lo destruyera, la
hacía temblar; Roma, sin embargo, la persuadió de
que, si alguna cosa en este mundo podía ablandar el alma
de Sargón, era el llamamiento, a la oración de
aquella por quien sacrificara la vida. Por su propio futuro, por
la piedad por los inocentes cotidianamente amenazados, ella
debía ser fuerte, y, dominando todo el pueril miedo
femenino, ayudar a los sacerdotes en su misión.
Neith era de naturaleza viril y generosa, se dejó
convencer y, en esa misma tarde, se recogió al templo, con
la intención de prepararse durante los siete días
de ayuno, meditaciones y oraciones, para la terrible entrevista con
el finado ex – marido.

Fijando la noche para la evocación, los cinco
sacerdotes de Amon, Amenofis y Roma se reunían en una
cripta del templo. Siete lámparas, de diversos colores,
suspensas en lo alto del pequeño altar de piedra,
iluminaban vagamente la sala, reflejándose en
fantásticos efectos sobre los vasos de oro,
destinados a las libaciones, y sobre las esplendidas
incrustaciones de una caja de momia puesta de píe en un
nicho. En esa arca funeraria, pintada y dorada, estaba el cuerpo
previamente embalsamado de Sargón, traído desde la
víspera al templo, y junto del cual hubiera vigilia y
oración.

Ahora los padres, con las vestimentas blancas de
ceremonia, adornados con las insignias de su jerarquía,
ostentando la pluma de avestruz, señal de
iniciación superior, estaban colocados alrededor del
nicho, con brazos solemnemente levantados para la bóveda.
Acababan de pronunciar las conjuraciones, que llamaban por el
alma del muerto y la invitaban para que se manifestase a
ellos.

Terminada esa preliminar ceremonia, fue introducida
Neith, que, pálida y mejillas inundadas con
lágrimas, se arrodilló ante la momia. Estaba
vestida de blanco y con simplicidad, los largos cabellos sueltos
y una pequeña faja de oro le prendía en la frente
una flor de lotus.

— Sargón divino esposo tornado Osiris –
dice ella en tono simple -, perdona mi falta de amor por ti, el
mal que te hice, por imprudencia infantil! Ahora, que puedes
libremente leer en mi alma, debe ver mi verdadero arrepentimiento
las honras que presto a tu memoria. Ten piedad de mí, la
víctima designada por el succionador de sangre, ten
igualmente compasión de las madres y de los hijos
amenazados, e indica el medio de lanzar para el Amenti el alma
del nigromante, puesto que él no debe permanecer entre los
vivos.

Su voz fue ahogada por el llanto, más todo
continuó en silencio. Tomada de súbito desespero
suplicante, extendió los brazos para el nicho y
exclamó ardientemente:

— Sargón!, Sargón! Tu amor fue tan grande
que sacrificaste tu vida por mí: me dejaste de amar, para
que quedes sordo a mis lágrimas y a mis
oraciones?

En ese instante, muchos golpes sordos y secos se
hicieron oír, pareciendo vibrados contra la urna de la
momia; un extraño crepitar se sucedió, y luces
fosforescentes aparecieron en el nicho.

La voz de la mujer amada, había en verdad
alcanzado el alma del mozo hiteno, y él venía del
reino de las sombras a salvarla de Horemseb, por segunda vez
darle, del más allá de la sepultura, esa prueba
suprema de afección?

Todos cruzaron los brazos, en respetuosos silencio,
Neith continuó arrodillada, ojos vueltos para la momia,
que parecía velarse con un transparente vapor, que se
condensó, se amplió llenando al nicho cual nube
sintilante, surcada de relámpagos; enseguida, un rayo
eléctrico salió de la masa de neblina y
llenó el nicho de suave luz, azulada y tan intensa que
todo iluminó junto de ella y especialmente la cripta y a
los asistentes. Sobre ese fondo brillante, se
diseñó la forma esbelta de un hombre, de
píe, delante del nicho, a un paso de Neith petrificada.
Ninguna duda podía haber en cuanto a la personalidad
del visitante surgida del reino de las sombras. Era
indudablemente el rostro pálido y característico,
los ojos sombríos y soñadores del príncipe
hiteno, trayendo el atuendo y la túnica de lino, con las
piedras que le adornaban el collar y el brazalete
resplandecían como si estuviesen sobre la luz solar. El
materializado elevó la mano y pronunció estas
palabras, en voz distinta, sin embargo, como velada por la
distancia:

— voz me llamáis para ayudar a consumar la
liberación de Egipto: que así sea! La
súplica de Neith llegó a mi corazón, y vengo
a decir a vosotros que, aún esta noche antes que Ra se
eleve, es menester extraer al brujo del encierro, y uno de
vosotros debe sumergirle en la garganta el sagrado puñal
de los sacrificios. Hecho eso, Tebas estará libre del
succionador de sangre: nunca más atacará a persona
alguna. Y tú Neitn, tu no me amaste nunca! El espectro se
inclinó, con pálida sonrisa para la joven
posándole la mano sobre la cabeza. No importa! Vive y
sé feliz! A fin de que el sacrificio de mi vida no haya
sido en vano!

La luz se extinguió bruscamente,
desapareció, y de nuevo las lámparas irradiaban la
franca y vacilante claridad sobre el nicho misterioso, sumergido
en las sombras y sobre la blanca vestimenta de Neith, abatida sin
sentido posante sobre las lajas.

Llenos de emoción y de jubilo, los sacerdotes
convinieron y resolvieron poner en ejecución sin perdida
de tiempo, la instrucción que les surgiera por gracia de
los dioses.

Provistos de antorchas y herramientas
apropiadas, partieron para el funesto local, y para evitar
testimonios superfluos destaparon ellos mismos el
cubículo, en el cual en breve tiempo apareció
iluminado por las llamas de las antorchas el rostro
lívido, ojos tiernos del hechicero de Menfis cuyo cuerpo
se encontraba muy bien conservado, pues parecía una
estatua de basalto. Hubo un momento de siniestro silencio.
Después Ranseneb con ansiedad levanto el cuchillo de los
sacrificios, y con un movimiento seguro,
enterró la reluciente lámina en la garganta del
letárgico. En borbollones un torrente de sangre
salió de la herida provocando en todos una
exclamación de horror, y en ese instante, Ranseneb
retrocedió con un estremecimiento de terror pareció
que los ojos tiernos del ejecutado se habían iluminado con
un haz de vida volviéndose para el con indecible
expresión de angustia, de sufrimiento y de odio mortal.
Talvez no pasase de ilusión porque ya el terrible mirar se
extinguía y retomaba la tierna inmovilidad, Más la
sangre proseguía corriendo a lo largo del
cuerpo.

Lentamente fue retirada el arma de la herida, y los
ladrillos fueron colocados de nuevo para un cierre definitivo.
Después dice Ranseneb, limpiando la frente cubierta de
sudor:

— Mañana mis hermanos, volveremos para borrar
los vestigios de nuestro pasaje por aquí.

Ahora regresen para descansar; yo voy a dirigirme al
faraón para decirle de que manera el hiteno que ella
protegió vino a pagar su deuda de gratitud poniendo fin a
las calamidades que desolaban al pueblo Egipcio. Roma
encontró a Neith ensimismada y desanimada. Sin proferir
palabras, se dejó instalar en la barca y también en
silencio hicieran el recorrido, hasta cuando la
embarcación arribó junto a la rampa del palacio de
Sargón.. Auxiliada por Roma subió para la terraza y
en la entrada ambos se detuvieran El crepúsculo
desvanecía en el horizonte, torrentes de luz
púrpura inundaban el cielo, anunciando la aparición
del astro rey, que luego surgió abrazando la tierra con sus
vivificantes rayos.

Un suspiro de desahogo invadió el pecho de Neith:
Ahora la desgracia estaba vencida el brujo no reaparecería
más, decía Roma; la vida se extendía delante
de ella sin presagios y la aparición benéfica del
astro rey en el momento de ese regreso le pareció feliz
augurio. En un impulso de entusiasmo, levantó los brazos
para el sol:

— ves Roma después de las tinieblas de esta
terrible noche, Ra saluda nuestro regreso. Es la señal de
que las aflicciones terminaran y de que la vida será .en
adelante de luz y calor.

Será lo que los Dioses ordenen; nuestro amor, sin
embargo nos da la paz del alma—respondió él
emocionado.– Ahora mi querida, ven y agradezcamos a los
inmortales sus infinitas gracias.

Poco después, el matrimonio se arrodillaba
delante de las divinidades domiciliarias y su ardiente
acción de gracias se elevó rumbo a esas fuerzas del
bien, que en todos los siglos, sobre diversos nombres, protegen
las frágiles criaturas humanas que a ellas se dirigen con
fervorosas oraciones.

Quien verdaderamente sabe orar, posee la llave del
cielo.

Tan insensible como la luz del día desaparece en
las tinieblas de la noche, así el tiempo devora todo lo
que fue creado; gigante e insaciable, su lema es
destrucción; nada le es sagrado, ni monumentos
célebres, ni obras de arte, ni belleza,
ni poder: él pasa indiferente, inmutable, y todo se
aniquila. Todo, sin embargo, una cosa, también tenaz, tan
eterna cuanto el propio tiempo: el alma, el principio de la vida,
siempre renaciente de los escombros del pasado, creando a
través del tiempo una labor interminable.

Es de noche. A ejemplo de centenas de siglos anteriores,
la luna inunda con sus rayos plateados una planicie de la vieja
tierra egipcia, y se refleja en las aguas del Nilo. El río
sagrado no sufrió transformaciones, empero, sobre sus
márgenes pasó el gigante destructor y de ellas hace
un desierto. Por encima de los montículos de arena, dos
templos derribados, las estatuas mutiladas, tristes restos de
Tebas – la soberbia ciudad de las cien puertas,
fluctúa vacilante y emblanquecida nube, diseñando
por momentos, una silueta humana, vaporosa y casi
impalpable.

Esa nube era una inteligencia,
centella divina e indestructible que paraba, pensativa y triste,
sobre esos lugares donde había vivido, evocando, en las
reminiscencias la época distante en que esas ruinas eran
esplendidos monumentos, en que generaciones, desde hace mucho
tiempo extintas, animaban con su ruidosa vida, a la orgullosa
capital del viejo mundo.

Junto de la Metrópolis, el espíritu
estacionó para examinar, suspirando; inmensa y desbastada
construcción, medio sepultada por la
tierra. Él había visto de píe, en todo su
primitivo esplendor, ese sepulcro de la reina Athasu, con sus
patios inmensos, sus terrazas, sus columnetas sin fin y con sus
pinturas de sus gustosos colores. El tiempo destruyera el
esplendor del monumento; ningún trazo restaba de la
inmensa avenida de Esfinges por la cual marchaban en otros
tiempos las pomposas procesiones que iban a sacrificar a la
memorias de
los ancestros.

Las tumbas reales estaban vacías, las vicisitudes
de los siglos de allí exhortaran a los cuerpos
embalsamados de los belicosos Tutnés y de la orgullosa
mujer creadora del original monumento, tan diferente de todo lo
que se construía en Egipto; indestructible recuerdo de las
conquistas de su genitor en las márgenes del Eufrates y de
su propia victoria sobre los preconceptos de sus
contemporáneos.

Doloroso suspiro irrumpió del corazón
fluídico del espíritu, en vista de toda aquella
destrucción; le era penoso, y, a pesar de eso, las ruinas
de ese pasado lo atraían invenciblemente. Con la rapidez
del pensamiento, dejó los escombros de Tebas y
penetró, cual fugitivo rayo, en una construcción
cuyas alas estaban atravesadas con la presencia de los más
diferentes objetos. Todo cuanto allí se veía
provenía del Egipto antiguo, ¿y qué no se
encontraba en aquella miscelánea?. Estatuas y objetos
funerarios, joyas y utensilios de toda especie, desde las
monerías pertenecientes al palacio del faraón
inclusive los groseros pertrechos de los operarios, y
allá, en una de las salas, las largas cajas, numeradas,
sarcófagos de los faraones. Un rayo de luna
descendía sobre la madera ennegrecida, sobre las pinturas
delicadas, y sobre las fajas desenrolladas que mostraban los
rostros de algunos, de aquella misma luna, que iluminara con su
claridad a aquellos mismos hombres, que en otros tiempos vimos,
llenos de fuerza y orgullo.

Dolorosa agitación laceraban al invisible
visitante del museo Boulacq, en cuanto miraba, para satisfacer la
curiosidad, de aquellas amontonadas cosas. Pensaba en las manos
sacrílegas que habían violado todas aquellas
tumbas, arrancando del retiro, que suponían eterno, los
pacíficos adormecidos, cuyas cabezas estaban
ceñidas por los siglos con una nueva y venerable
corona.

Pobres faraones del Egipto, átomos presumidos,
que con inimaginable poder desafiaron al futuro en vuestros
refugios inaccesibles!. El tiempo hace justicia a
vuestro orgullo, no fuisteis despertados en vuestros sepulcros en
cuanto los extranjeros invadían la patria y devastaban
vuestras ciudades, destruían vuestros imperios, solo
dejando de píe los indestructibles escombros de los
templos, de las pirámides, que sin embargo la
hazaña de los bárbaros no pudo darle
fin!

Como que por irrisión de la suerte, el
frágil despojo humano sobreviviera a los monumentos de
granito, y ellos, a quienes eran rendidas honras divinas, a los
cuales se llegaban con la faz sobre el piso, no pasaban ahora de
objetos enumerados, expuestos a la banal curiosidad de la casta
visitante.

Allá reposaba ahora el altanero Ramsés II,
aún enrollado en paños tejidos por las
manos de sus súbditos; su rostro, ennegrecido por los
siglos, reflejaba aún el orgullo que lo animaba otrora, y
los visitantes examinaban curiosamente aquellas manos huesudas
que blandieran el hacha en las batallas contra el desaparecido
pueblo de los Hitenos, aquella boca, de labios cerrados, de la
cual una palabra decidía sobre la vida o la muerte de
millares de hombres.

Allá también se encontraba la momia de
Tutmés III, de manos bárbaras que quebraron el
cuerpo del gran conquistador que subyugó a Asia y
construyó los maravillosos templos que le inmortalizaran
el nombre.

También allá estaba uno de esos tipos de
los viejos soberanos del Nilo, tenaces y omnipotentes, primeros
no solamente en la victoria, más en la batalla,
consiguiendo triunfos, electrizando sus guerreros por el ejemplo,
persuadidos de que los dioses protegían sus sagradas
cabezas.

Tal generación de héroes murió, se
extinguió, los tiempos y el modernismo
todo cambiara; las bombas y la
dinamita sustituyeron la espada, el hacha y las flechas; la
matanza a distancia substituyó las luchas cuerpo a cuerpo;
los soberanos actuales, si van a la guerra, asisten desde lo alto
de una colina, rodeados del brillante estado mayor a la masacre
de los súbitos, no combaten, más, condecoran con
una cruz de metal a los héroes mejor recomendados a su
favor.

La cabeza fluídica del visitante se
inclinó pesadamente, a los recuerdos del glorioso pasado,
de aquella patria tan amada, por la cual mucho pecara y mucho
trabajara; también él tuviera la corona
mística de los soberanos del Nilo… y un invencible
deseo le vino por volver a ver, en todo su primitivo esplendor,
los lugares donde viviera. Sin duda, para el mirar humano, Tebas,
Menfis, Tanis, desaparecieron de la faz de la tierra: el
barbarismo de los hombres los dejaran apenas sobreexistir el
nombre; sin embargo, en las camadas luminosas del pasado, ellas
se conservan intactas y vivas; la mano piadosa del Hacedor de la
creación guarda en sus archivos
fluídicos y eternos, el reflejo fiel de todo cuanto
existió, desde los continentes sumergidos, las
civilizaciones desaparecidas, con sus monumentos y costumbres,
hasta las figuras, actos y pensamientos de esas razas extintas.
Allá, la destrucción no existe, y basta una potente
voluntad para hacer resurgir del más distante pasado los
dramas y escenarios de os inmemoriales tiempos idos.

Con tal impulso de voluntad se animaba la vaporosa y
pálida sombra, que planeaba en el aire y expelía de
sí misma como que un flujo de fuego, iluminando el
espacio, arrastrando al espíritu a través de las
camadas fluídicas de los siglos pasados. Muy pronto
surgió de todas partes en torno del ser espiritual,
maravillosa ciudad, llena de movimientos y vida, tal cual en la
remota época; templos y palacios se espejeaban en las
aguas del Nilo, colmado de embarcaciones, empero, todo
diáfano, ahogado en azulada claridad, suave, vacilante y
como que atravesado por esa luminosidad. Con una desvanecida
sonrisa, el viejo soberano del Nilo contempló la soberbia
ciudad evocada del abismo por su voluntad, porque, si el tiempo
domina en las ruinas del pasado, por encima de él reina el
pensamiento, para lo cual no existe ni tiempo, ni
destrucción.

Era Menfis del tiempo de Athasu que revivía a los
ojos del espíritu que la evocara y contemplara aquellos
lugares otrora tan conocidos. Nada cambiada: aquella alta y
espesa muralla que rodeaba, tal cual en el viejo tiempo, los
jardines y el misterioso palacio del nigromante. El transparente
visitante deslizó por los halares sombreados, para el
silencioso y espléndido edificio que parecía
envolver a una nube volatizada de aroma suave y sofocante.
Paró. A algunos pasos, apoyado a una columna, estaba un
ser, también perteneciente a la población del
pasado, no a la personalidad, y sí a las sombra o reflejo,
cuyos trazos recordaban los de Horemseb, más las insignias
reales que lo adornaban eran las de un Monarca
moderno.

–Príncipe malo de Egipto, triste rey de Babiera,
que malsanas quimeras, remotos y deletéreos olores del
pasado, te arrastraron al abismo – murmuró el
faraón.– Si, pues, en el reflejo del pasado buscas
olvidar los sufrimientos del presente, y no solito,
agregó,– prestando oído a las extrañas
armonías tan deprisa suaves, tan pronto discordantes y
salvajes, que hacían vibrar la atmósfera..
–¿El gran maestro que protegiste, vino a reencontrarse
aquí? –Para calmar el alma inquieta, mixtura sus
creaciones actuales con los sueños selváticos que
acompañaban los ritos sangrientos del sacerdote Tadar! Con
expresión de tristeza el visitante elevó la
transparente mano haciendo de ella chorrear acre y devorante
llama, que paralizó los sonidos de aquella música
pungente, la cual de pronto cesó.

–¿Por qué nos vienes a perturbar y a
reprender con las recordaciones del pasado, olvidando el
presente?

— decían, con ira Luís II y Richard
Wagner. ¿No hiciste tu lo mismo, átomo
impotente, despedido del cetro y de la corona?

–Tu mano no empuñó más el
látigo, no blandió más el "hacha de las
armas", no trabas más batallas,: tu gloria, y así
tu poderío, es polvadera.. — y, huyendo al triste
presente, no vienes, tal cual lo hacemos, a extasiarte en el
reflejo de tu sepultada grandeza?"

El espíritu se rehace y parece iluminarse
enteramente con fulgente y dulce luz.

— Os engañáis vosotros, pobres
compañeros del pasado, no evito el presente, ni me hacen
falta batallas más gloriosas que las de esos tiempos; no
más me adorno con la
corona de Egipto, empero traigo la del trabajo espiritual; manejo
la afilada "hacha" del pensamiento y la descargo sobre las
tinieblas que oscurecen a la inteligencia; mis prisioneros son
aquellos seres que arrastro para el progreso, para el
arrepentimiento, para la fe; en vez del cetro, traigo la luz que
ilumina el alma, el látigo que muestro a los hombres
– mira! Grande y luminosa cruz se le diseñó
en el pecho. Es el símbolo de la eternidad, a la cual
nadie huye, y que por inmutable ley, Pune a cada uno, conforme
haya pecado!

–La lucha entre Rá y Moloc prosigue igualmente,
y los que hacen culto a Moloc no murieron con
vosotros.

Es el espiritismo, mensajero de luz y de amor, que debe
combatir el moderno ocultismo, esta ciencia que se
envuelve de tinieblas y teme a la claridad, cuyos sacerdotes ya
no más beben la sangre de sus víctimas, sin
embargo, sobre un altar enlodado, devoran la vitalidad moral, y
matan el despertar del alma, el impulso al arrepentimiento y a la
renovación espiritual. Esos servidores del Ministerio,
desfiguran la verdad por un egoísmo inaudito, predican
ritos impuros, y a pesar de eso, prometen a los desmoralizados
adeptos la unión con la divinidad, sabiendo perfectamente
que tanta oscuridad no puede unirse a la fuente luminosa de todas
las cosas. No se puede, por medio de orgías, abrir las
puertas del invisible y evocar a la divinidad; no es dado a los
que tienen las manos impuras correr el velo de Isis, para afirmar
los ojos en sus sublimes trazos.

"Los sacerdotes y las sacerdotisas, ante el sacro altar,
deben ser puros de alma y cuerpo, y abandonar, en el atrio del
templo, todos los malos deseos; para invocar el
Invisible.

El hombre debe espiritualizarse, rehacer el alma por una
oración libre de todo interés
material. Si al encuentro del invisible enviare la luz, la luz a
a su vez responderá; su mensajero será puro cuanto
vuestra fe, vuestra oración, vuestro deseo; él a
voz traerá la salud del cuerpo y la paz del alma, sin vos
pedir cosa alguna – material – por precio de su
presencia. Más, si viciosos sacerdotes, enviaren tinieblas
como mensajeras a los habitantes del mundo invisible, un
espíritu de las sombras aparecerá y hará
pagar por su venida, un tributo doloroso..

"Torno a vosotros, mis hermanos: que buscáis en
ese pasado que solo vosotros vio sufrimiento. Quisiste gozo, sin
amor, y solo habéis recogido dolor y vacío del
alma: sacudid el error y el egoísmo, dominad a la materia, para
que ella a vosotros no arrastre al abismo de las tinieblas, en el
seno de las cuales no más veréis la claridad. A
vosotros y a todos aquellos cuya alma está oscurecida, yo
quisiera decir a gritos.

— Haced un esfuerzo para el bien, y todo se
tornará luminoso alrededor de vosotros, y no más
buscaréis el vicio para satisfacción de la
existencia, que a voz parece vacía sin
él!"

Una deslumbrante luz se había concentrado poco a
poco en torno del espíritu, el paisaje de la ciudad de los
faraones se desvaneciera y se fundiera sobre la bóveda
azulada y vaporosa que esta misma rasgara, descubriendo un
horizonte sin límites,
lleno de esplendidos luceros. Los pobres espíritus
sufridos acompañaran, con entristecido mirar, al audaz y
célebre vuelo de aquel que les había hablado, y que
no estaba solo, en ese océano de luminosidad.

Numerosas falanges de combatientes para el progreso y la
perfección descendían para esparcir las tinieblas
de la tierra, y a su encuentro surgía, de todos los
rincones, inteligencias, ávidas de reposo, de saber y de
fe, dispuestas a conducir la antorcha del progreso al ambiente
donde debían actuar. Y todas esas almas quebrantadas,
fatigadas de las tinieblas de la materia, murmuraban a
través de las esferas: Fiat Lux! Hágase la
Luz!

 

 

 

Autor:

"La envoltura semi-material del espíritu
¿Adopta formas determinadas? ¿Puede ser
perceptible? Si. Una forma que plazca al espíritu, y
así se os aparece en ocasiones, ya sea durante vuestros
sueños o cuando os halláis en estado de vigilia,
pudiendo también adoptar una forma visible e incluso
palpable".

(ALLAN KARDEC – El libro de
los

Espíritus" Pregunta No.
95)

Tan variada es la clase de entidades mistificadoras
desencarnadas, que se presenta confusión con las entidades
obsesoras, haciendo difícil, en determinados casos,
separar la una de la otra. Procuraremos tratar aquí una
modalidad de mistificadores que podrá también
considerarse dentro de la clase o especialidad de obsesores, ya
que participa de unos y de otros.

Mistificar es, según los diccionarios,
el acto de – engañar, estafar, apoderarse, abusar
de la credulidad de alguien, medrar –
, valiéndose de
la astucia y triquiñuelas, malicia y aún maldad.
Existen los mistificadores inofensivos, juguetones que
pasan el tiempo alegremente, livianamente, cuyas ociosidades y
futilidades solo a ellos mismos perjudiquen, y que todos
consideran irresponsables cuales niños traviesos, y que
ninguno toma en serio. Ellos proliferan, tanto en la Tierra como
en el Espacio, Existen los hipócritas, peligrosos por
tanto, que saben engañar porque se camuflan en una falsa
seriedad, la cual mantienen, apoyados por cierta firmeza y
lógica
y que solamente observadores muy acuciosos y prudentes
podrán descubrir. En la Tierra como en el Espacio
proliferan también, en la condición de encarnados,
como de desencarnados, causando en el seno de las sociedades
serios desequilibrios y significativos daños, desde luego
desorganizando la vida y las situaciones de los incautos que se
dejan embaucar por sus dudosas actitudes.
Dentro del espiritismo, estos desencarnados acostumbran causar
severos perjuicios a los médiums orgullosos e
insubordinados a la disciplina en
general, que la buena práctica de la doctrina recomienda,
y también entre directores de organizaciones
espiritas poco competentes, moral e intelectualmente, para este
importante menester. Sus actitudes mistificadoras, serán
fácilmente observadas y desenmascaradas por un adepto
prudente, buen conocedor del terreno práctico de la
Doctrina, como de su filosofía, y por encima de todo, por
alguien que, portador de elevadas cualidades morales se encuentra
bien asistido e inspirado por los planos superiores del Mundo
invisible, ya que de todo esto nos advierte la doctrina
espírita…

Existe además, una tercera clase, la más
impresionante que se nos ha deparado a lo largo del ejercicio de
nuestra mediumnidad, la más perturbadora, peligrosa y
difícil de ser combatida porque generalmente ignorada su
existencia por los propios adeptos del espiritismo, es la que
actúa preferentemente en los propios paisajes invisibles,
en torno de entidades desencarnadas no debidamente moralizadas,
las cuales pueden interferir en la vida de los encarnados,
perjudicándolos hasta llevarlos a estados alucinatorios o
aún en estado de obsesión, por el simple placer de
practicar el mal, divirtiéndose… obtienen estos
resultados que les causan mucha satisfacción, por la torpe
tarea que realizan persiguiendo y adulando a las personas, que
por excesiva confianza, no ejercen la oración y la
vigilancia mental de cada día, como defensa contra los
males psíquicos, actitudes que atraen a esos detestables
grupos
espirituales durante el sueño corporal, y también
contra espíritus desencarnados frágiles, rebeldes,
incrédulos y livianos, que con el pasar del tiempo no se
armonizan con el deber, lo que les evitaría tales
situaciones después del deceso corporal.

Generalmente, esos a quienes denominamos mistificadores
– obsesores no fueron enemigos de sus víctimas a
través de las existencias, ni aún las conocieron
con anterioridad en la mayoría de los casos. Se ejerce la
persecución y el asedio, alcanzando funestos éxitos
será porque encuentran el campo abierto para sus
operaciones en
los sentimientos bastardos de las mismas, afinidades morales y
mentales de mala categoría, en aquellos que aún se
aprisionan en estos estados enfermizos,
volviéndose
para estos tales acontecimientos, el premio – castigo- por
su negligencia en la práctica reformadora, o de la mala
voluntad que presentaron frente a los aspectos superiores de la
vida, a encarnados y desencarnados que les ofrecen sus
afinidades, esas desagradables criaturas invisibles
frecuentemente las hacen caer en desgracia estimulándolas
para la ejecución de desastrosas acciones,
hasta en los sectores de la decencia de las costumbres, cuyas
consecuencias son siempre lamentables, requerirán de
aquellos que se dejaron embaucar por sus artimañas, largos
períodos de sufrimiento o reparaciones forzosas, muchas
veces, a través de amargas reencarnaciones.

El lector que, atento, se ilustra en páginas de
obras doctrinarias, sobre todo las psicografiadas,
observará citas sobre legiones inferiores del mundo
invisible, que afligen a los recién desencarnados
desprevenidos, falanges cuyos integrantes se presentan como
deformes personajes, grotescos y extravagantes y cuyas acciones y
configuraciones parecerían ser fruto de pesadillas a
aquellos que no se afinan con las delicias de la espiritualidad.
Nos provocan, nos seducen, nos aterrorizan, creando mil
fantasmagorías que las pobres víctimas
percibirán como alucinaciones diabólicas, de las
cuales se servirán, como juguetes para
la realización de sus caprichos, maldades y hasta
obscenidades. Comúnmente se quejan los suicidas de tales
hordas, cuyo asedio los agravan en la inmensidad de los males
hacia donde el suicidio los
lanzó, a su ya insoportable suplicio… y en las
sesiones prácticas, o mediúmnicas, de la doctrina
espírita, cuando aquellas están bien organizadas y
dirigidas, no es raro escuchar quejas idénticas de parte
de los espíritus comunicantes muy inferiores, o aún
de suicidas.

¿Que aspecto mostraría esas entidades,
para ser consideradas tan feas y repulsivas, por todos cuantos a
ellas se refieren, revelándolas a los hombres?…
¿Qué especie de deformidades presentan, hasta el
punto de torturar y llevar a la locura a un recién
desencarnado o a un hombre, a este, persiguiéndolo de
preferencia en estado de sueño, hasta el extremo de llegar
a producir una obsesión?…

Confesamos que tales consideraciones jamás nos
preocuparon y, por eso, nuestra atención se dirigía hacia este
asunto sin nuestros Guías espirituales, no nos despertasen
el interés
sobre el particular, así tuviésemos noticias de su
existencia en el mundo invisible. Ahora, fue una de esas legiones
extrañas, sorprendentes, extravagantes, que nuestro
instructor espiritual Charles nos llevó a conocer y
examinar durante cierto desprendimiento bajo la acción
letárgica, constituyéndose en una memorable
lección, que aquí intentaremos describir por su
orden y bajo sus intuiciones
vigorosas, en la noche del 18 de marzo de 1958.

Una de nuestras parientes, pequeña niña de
10 años de edad, la menor de seis hermanos, presentaba
anomalías en su comportamiento como niña,
desajustes que bajo la óptica
de la doctrina espírita, se concluiría que su
procedencia era producto de la influencia de parte de seres
desencarnados inferiores. Sus gestos se caracterizaban por
movimientos cómicos, horribles carcajadas,
palabrerío ridículo, atrevido, desagradable y
desatinado, que a toda la familia irritaba y a los
extraños escandalizaba, siendo necesaria toda la paciencia
y buena voluntad que la Doctrina espírita recomienda, para
que se pudiese soportar tal estado de cosas, pues, además
de lo anterior, la niña se rebelaba contra cualquier
disciplina desobedeciendo todo, reacia, odiosa, causando la
impresión de encontrarse desequilibrada en sus facultades
mentales. Se intentó la aplicación de diversos
castigos, sin dejar de utilizar la clásica zurra con
chancleta. Tales eran los escándalos por ella provocados
en esas ocasiones, como las escenas que presentaba dentro del
hogar, que repercutían desfavorablemente en el vecindario,
siendo necesario sustituir la práctica de los castigos por
la de consejos, amabilidad, persuasión; así como se
resistía a los castigos, también rechazaba la
oración y los "pases" que le deseaban aplicar, continuando
con las mismas actitudes impertinentes. Pasadas las crisis, se
mostraba perfectamente normal: conversaba con inteligencia y
demostraba precocidad, era aplicada en los estudios, con buenas
notas en el curso primario que entonces concluía. Por esta
razón, se consultó a la espiritualidad como era
natural en familia espírita, el espíritu "Charles",
desvelado amigo e instructor espiritual de la familia,
después de prescribir medicamentos para el sistema nervioso,
afirmó con toda sinceridad:

– Ella entró en afinidad con entidades inferiores
durante su estancia en la herraticidad, antes de la
reencarnación. El arrepentimiento sincero, la condujo, a
tiempo, a apartarse de esa falange, con el deseo de encaminarse
hacia mejores planos. Es poseedora de facultades
mediúmnicas que en el futuro podrán fructificar
generosamente, en el servicio al prójimo si éstas
son bien cultivadas. Los antiguos compañeros de lo
invisible la asedian con el propósito de atraerla hacia
los viejos compromisos. Conocéis el remedio para tales
desarmonías. Aplícalo!".

Si! El único remedio sería el trabajo de
reeducación de la niña sobre la base del Evangelio,
oraciones, paciencia, vigilancia, amor, riguroso disciplina, sin
hacer concesiones que redundaren en complicidad con caprichos
perjudiciales, fraternidad y una actitud caritativa para con los
infelices seductores desencarnados. En la noche del 18 de Marzo
de 1958, encontrándonos durante una temporada en la
residencia de nuestros familiares, sucedió que, la figura
espiritual de Charles, envuelta en su luminoso y bello ropaje de
iniciado Hindú, se presentó a vuestra visión
y, adormeciéndonos por el proceso del sueño
magnético como habitualmente lo hace, nos arrebató
en espíritu, dejando nuestro cuerpo carnal en estado
letárgico. Superando el primer aturdimiento,
fenómeno invariable en ese género de
desprendimiento, nosotros nos reconocimos en el recinto de la
propia residencia de la paciente. Sin alcanzar el Espacio,
acompañada por el noble amigo, me vi rodeada de seres
disformes extravagantes, feos, grotescos, repulsivos.
Y
Charles los presentaba:

— Son estos los antiguos compañeros de la
niña B…, durante su estancia en lo invisible, antes
de la presente reencarnación. Pertenecen a una clase
especial de mistificadores, la cual se inclina para la de
obsesores… No son enemigos de ella, según la
terminología humana, no es venganza, porque ella
ningún mal cometió contra ellos… Tampoco son
amigos, ya que ellos no se hacen amigo de cualquiera, en
razón de que no han adquirido el sentido de fraternidad ni
a favor de sí mismos… Simplemente, la sedujeron en
el Espacio… y ella, inconsecuente, liviana, placentera,
sedienta de nuevas sensaciones y – por qué no
decirlo? – inferior, carente de ideas generosas que la
impulsasen para lo Alto, más no albergaba sentimientos de
maldad, se dejó embelesar y seducir por sus
mistificaciones y adulaciones y estableció afinidad con
ellos, con el simple interés de divertirse,
imaginándolos inofensivos, tal como el hombre
holgazán que se une a un bando de extravagantes, a fin de
distraerse de las preocupaciones fatigantes, sin medir cualquier
consecuencia. Con el transcurso del tiempo se percató del
error que cometiera y se retractó, refugiándose en
la oración, el auxilio que le faltó… Y se
refugió entre vosotros, reencarnada, como si lo hiciera en
el seno de un reformatorio para reeducarse, bajo el impulso para
nuevos progresos. Obsérvalos… Ellos no me ven,
solamente a ti… y, cuales niños travieso,
exhibirán su elegancia, la que ellos mismos juzgan
irresistible, con la intención de seducir y atraer hacia
su grupo…"

Charles No rebeló la identidad
espiritual de la niña, la que en este siglo viviera en
nuestro ambiente doméstico, pero si los lazos
consanguíneos, durante nuestra infancia,
prohibiéndonos rebelar su antiguo nombre y
condición a cualquiera que sea.

Mientras tanto, las entidades bajo nuestra observación iban y venían por la
casa, se ocultaban unas detrás de las puertas, por debajo
de las mesas y de las sillas, como si estuviesen jugando al
escondite; se golpeaban mutuamente con puñetazos y
puntapiés violentos, pavorosos, lo que los llevaba a
gritar y llorar, saltaban muy alto como si fuesen
acróbatas, hacían cabriolas y piruetas de todo
tipo, caminaban sobre las manos, como payasos en el picadero de
un circo de diversiones; se colgaban de las batientes de las
puertas riéndose a carcajadas en un bullicio ensordecedor,
lo que escuchábamos como si se tratase de rumores materiales, se
lanzaban injurias unos a otros, se halaban sus cabellos lanzaban
berridos, se escupían recíprocamente como criados
en pugna; lloraban de dolor, corrían detrás del
agresor, abofeteándose mutuamente. Se vestían
grotescamente con fantasías carnavalescas; vestidos
extravagantes con vivos colores, haciendo
repicar sonajeros como los bufones medievales, algunos con
vestimentas rayadas, otros presentaban blusas o camisones
extremadamente grandes para su cuerpo, mientras que otros
ostentaban pantalones cortos y muy apretados, mostrando sus
piernas duras, frías y resecas, verdaderas canillas;
otras, por el contrario mostraban piernas gruesas torcidas y
deformes cubiertas con medias chillonas, . Sus cabelleras
parecías postizas; excesivamente abundantes, cayendo hasta
los hombros y la espalda, semiocultando el rostro; otros con
cabelleras exageradamente cortas o rasuradas endurecidas o
almidonadas. Algunas rubias y erizadas hacia arriba o hacia los
lados con horrible apariencia. Las había negras,
amarillas, rojas, rosadas y hasta verdes, lo que junto a la
indumentaria extravagante los mostraba como verdaderos fantasmas.
¡Algunas de esas pobres entidades traían capas
escarlatas con escamas adornadas con vivos colores, píes
enormes calzados con botas o zapatos muy puntiagudos – cosa
rara de observarse en los espíritus desencarnados en
el estado de
trance – tocaban flautines muy primitivos y pequeñas
gaitas propias de los niños; danzaban desagradablemente,
notándose que lo hacían con aires de
provocación, a guisa de sonrisas. Uno de ellos trajeado
con un manto rosado, exhibía su cabellera y manos,
parodiando dis- placenteramente la imagen del Señor
caído observado en las procesiones del culto
católico y lo hacía usando zapatos demasiado
grandes, acompañado de un semblante grotescamente
compungido. Otras entidades se presentaban con gorros en forma de
embudos con borlas pendientes o fajas de cintas, sombreros de
tres picos con alas enormes o copas excesivamente altas,
exactamente como le gustaría ostentar a los carnavaleros
humanos. Damos crédito
que tales hordas durante los carnavales
influencian a los incautos que se dejan arrebatar por la
pasión e influencias del Momo, conduciéndonos a
lamentables excesos comunes en esos eventos del año, y a
través de estos carnavaleros se satisfacen en todos los
gozos y exceso materiales, valiéndose por lo tanto de las
vibraciones viciadas y contaminadas de impurezas por los mismos
adeptos de Momo, con las cuales tienen afinidad.

Algunas de esas feas criaturas presentaban un aspecto
aún más singular, completamente imposible para ser
apreciado por un cerebro humano, dado lo excesivamente confuso,
grotesco y cómico de su aspecto, además de la
dramatización que los caracteriza, siendo capaz de llevar
a la locura alucinatoria no solamente a los recién
desencarnados que caen en sus garras, como también a las
personas encarnadas que por ellos se dejan influenciar hasta la
posibilidad de descubrirlas con frecuencia por encontrarse ya
plenamente en afinidad con sus vibraciones. Una de ellas se
mostraba exageradamente alta, rolliza como un tronco de
árbol. A cierta altura aparecían los brazos que
más parecían mazos y que movía en giros como
los tentáculos de un pulpo, distribuyendo latigazos en su
entorno. De su corpulento cuerpo descendían las piernas
como finísimas varas, enormes zapatos negros que
parecían canoas. Los trazos fisonómicos se
diseñaban desde el comienzo del tronco de su
increíble cuerpo. No tenía cuello, ni hombros, ni
ropa, únicamente un sombrero para mostrarse más
monstruoso. Esa horrible entidad se hacía acompañar
de otra criatura que era su contraste, con propósito
caprichosos. Era considerablemente pequeña, con un rostro
de dimensiones desproporcionadas comparadas con el tamaño
del cuerpo, mejillas gordísimas y enrojecidas como si el
infeliz viviese eternamente soplando alguna cosa; sombrero con
alas enormes, botas, espuelas y látigo. Todo deforme e
impresionante por la fealdad y la desarmonía. Entre las
dos no se sabía cuál era la más desagradable
y chocante. Es cierto que tales arremedos, apariencias o
gustos causaban insoportable malestar y hasta horror, no
solamente por la forma grosera, sino también por las
influencias nocivas y contaminadas que sus mentes desajustadas de
la armonía de la Creación dejaban irradiar. De ese
modo, un médium desdoblado del cuerpo físico con
fines de observación y estudio en lo invisible, se
encuentra con pasmosas percepciones al no escapar a su
visión ningún detalle y que para su entendimiento
los Mentores lo auxilian con la orientación
respectiva.

Otra entidad del nuevo grupo que acabamos de descubrir,
medía aproximadamente metro y medio de altura, usaba
zapatos grotescos muy grandes y colocados de manera inversa,
vestía un saco demasiado grande y exagerado para el
volumen de su
cuerpo y estatura. Particularmente mostraba unos bigotes tan
extensos que se arrastraban por el piso, hasta una distancia
cercana a los tres metros de longitud, los exhibía de
manera provocante cual payaso, soplándolos de vez en
cuando y esos ridículos bigotes se levantaban por el aire
ondulantes para después enrollarse tomando la
posición natural de los bigotes humanos. No nos fue
posible contener la risa delante de ese infeliz mixtificador, que
se nos presentó más cómico y liviano que
malvado. Inmediatamente Charles nos reprendió con
vivacidad asegurando nuestras manos con fuerza, para decirnos en
susurro:

– "Reírse es aplaudir, alabar sus actos, por lo
tanto, es afinarse con ellos… Habría intercambio de
vibraciones… y de cualquier manera se establecerá
el contacto para producir el encantamiento… Es necesario
delante de estas manifestaciones guardar discreción y
evitar las impresiones y emociones, para mantener el equilibrio que
se traduce en la superioridad moral…"

Otros espíritus se exhibían
inválidos con brazos y piernas torcidos, bocas deformadas,
gestos ridículos y chocantes, miradas extraviadas,
vistiendo andrajos en vez de fantasías, gemían y
lloraban gritando por el socorro de alguien que los ayudase en su
recuperación, pues no conseguían reequilibrarse
para retornar a su estado que les era natural antes de las farsas
mistificadoras que creaban con el propósito de atormentar
al prójimo. Parecían sufrir enormemente,
aterrorizados, deprimidos, decepcionados. Charles nos
explicó:

– "Ese es el resultado de tantas liviandades e
inconsecuencias por ellos practicadas. No dudemos que el
periespiritu sea un cuerpo semimaterial, sutil e impresionable,
sensible, que registra en el campo de sus potencialidades
vertiginosas hasta las ondulaciones de los más suaves
pensamientos. Actuando sobre ese envoltorio tan delicado
como sublime, la mente o el pensamiento, la voluntad de los
individuos, harán de él lo que deseen, ya que la
mente – o el pensamiento-, la voluntad, la energía
psíquica, la esencia del ser—crean, producen,
edifican, realizan, conservan, aplican, modifican,
valiéndose de las poderosas fuerzas que le son
naturales
(el resaltado es nuestro).

Dedicados a las continuas y tantas acciones
desarmonizadas, acostumbrados a los tantos inconvenientes y
ligerezas irreflexivas, durante largas décadas, esas
entidades terminan por viciar, no solamente su propia mente, sino
también la propia esencia o materia sutil y maleable del
periespiritu, el cual se deforma ante los choques
magnéticos de las vibraciones emitidas para ejecutar esas
lamentables apariencias, se afean ante el dominio mental de
tantas gesticulaciones y desfiguraciones de la forma ideal
periespritual diseñada por la Creación. Mal
intencionadas y contrarias al Bien, tanto se hacen feas y
desagradables, que deforman voluntariamente el periespiritu, por
el solo propósito de perturbar el prójimo hasta
conducirlo a la obsesión a través del terror y la
alucinación que infunden, y cuando caen en cuenta de no
continuar, porque se perjudican a sí mismos, sus fuerzas
se encuentran agotadas para volver a rehacerse y regresar a su
estado natural.

No es en vano que se abusa de las leyes generales de la
Creación, en la Tierra como en el Espacio, y por eso
mismo, esos infelices así permanecerán, bajo su
entera responsabilidad y por libre y espontánea
voluntad; auto -agredidos mentalmente, heridos por los choques
desarmonizados de sus propias vibraciones dirigidas hacia
objetivos
contrarios a los establecidos por la Divinidad Suprema. Tal como
se encuentran, serán encaminados para la
reencarnación, como infractores del orden público,
único recurso de la actualidad – la
reencarnación – para que lentamente se reequilibren
dentro de la armonía general, ya que las figuras pesadas
de la materia carnal actuarán como formas
ortopédicas
necesarias para minimizar tales enfermedades vibratorias, de
origen moral y consciente. Fácilmente se
comprenderá que los pobres holgazanes, inconsecuentes y
malvados renacerán enfermos físicamente, ya que
como enfermos graves son como espíritus, arrastrando el
cuerpo intermedio o periespiritu, brutalizado como se puede
ver… Serán, por lo tanto, enfermizos,
raquíticos, retardados, víctimas de males
incomprensibles, que la Medicina
terrena diagnosticará como de origen
sifilítico; serán feos, tristes,
doloridos, torpes en sus movimientos y acciones, porque torpe son
sus vibraciones, dementes, tontos y mediocres… causando
muchas veces, repugnancia y compasión a quien los
distinga. La sentencia cristiana – a cada uno
según sus obras
es el escrito más
elástico que los hombres han conocido. Esos infelices que
ahí vemos, hiriendo, traicionando, mintiendo, persiguiendo
a sus hermanos de Humanidad, en la Tierra como en el invisible,
de igual modo serán heridos, traicionados,
engañados y perseguidos porque las malas acciones
engendradas por sus mentes desorganizadas los reducirá a
sufridores en tremendas luchas a través de
difíciles pruebas, como situaciones de convalecencia
psíquico-conscientes que demandarán siglos hasta
que alcancen el necesario equilibrio, esto es, la
regeneración y la reparación completa del mal
practicado.

Ante lo que se ha expuesto, percibirás las
responsabilidades que pesan sobre los hombros de los
espíritas, médiums o no. a través de ellos,
será necesario que las enseñanzas y revelaciones de
la espiritualidad sean conscientemente propagadas entre los
hombres, para ayudar en la reeducación de sí
mismos, para no más permitir que estos se dejen enredar en
las marañas obsesoras por parte de criaturas de tal
especie, que actúan preferencialmente a través del
sueño corporal de cada noche. Vuestras sociedades
están atestadas de lamentables casos originados por la
convivencia con las pasiones de unos y de otros. También
están repletas de reencarnaciones expiatorias por parte de
esos mistificadores terrible, que acaba de sorprender en
acción… Tanto laicos, religiosos como
espíritas que mediten a tiempo, sobre el peligro de los
desequilibrios en el mundo mental de cada uno, los que
fácilmente ofrecen acceso a invasiones de lo
invisible… Nos resta afirmar, que la niña, motivo
de la presente lección se corrigió de las
anormalidades presentadas. Y lo que más contribuyó
para este feliz desenlace fue el servicio de consejos y oraciones
a favor de las entidades que ejercían la influencia,
durante las fraternas y hermosas reuniones del Culto del
Evangelio en el Hogar
, que los espíritas desde
hace algún tiempo practican, recordando los tiempos
apostólicos…

Nos motivó a incluir este importante tema de
nuestra querida IVONNE, la necesidad de demostrar al lector, que
muchas de estas entidades causan confusión a quienes los
observan.

Para ser más explícitos tomamos como
ejemplo al personaje que imita al tronco de un árbol, pues
quien lo llegase a ver en la floresta o en cualquier lugar de la
manigua, podría asegurar que observó a la madre de
monte o a la patasola. Y si llegase a observar esa criatura tipo
botija con ese atuendo arriba descrito, sentado sobre una piedra
o un tronco a la orilla de un río o lago, estaría
acreditando haber descubierto al "duende, el poira o al
mohán, según el lenguaje de
los legendarios pescadores, leñadores o lavanderas, y
aquellas otras personas frecuentadoras de los ríos. y
lagunas.

La madre del
ganado

También hemos recogido buena información
sobre otro curioso fenómeno llamado "la madre del ganado",
esa graciosa vaquilla que suele pastar en algunas praderas junto
a los rebaños bovinos. Un tipo de vaca enana bonita,
graciosa que, cuando ha sido capturada por algunos vaqueros,
emprende fuga sin que nadie haya sido capaz de detenerla, pues su
fuerza es descomunal!

Personas muy conocidas, dignas de crédito en sus
narrativas, nos contaron sus experiencias personales.

Nos decía el viejo Efraín, antiguo
pescador y vaquero, de nuestra región, que en la
década del cincuenta, en compañía de otro
vaquero observaron una madre de ganado pasteando junto a un lote
de reses, a orillas de la laguna del Juncal, ubicada en el
municipio de Palermo Dpto. del Huila, muy cerca de la represa de
Betania.

–El compañero no aguantó la curiosidad;
armó el chipiado, y enlazó a la vaquilla; esta, tan
pronto se sintió atrapada, emprendió veloz carrera
rumbo al Río Magdalena llevando consigo el rejo, porque le
fue imposible detenerla.

José, otro viejo amigo, que también
ejerció la vaquería, nos comentó que en la
cordillera central sobre el Municipio de Santa Isabel en el Dto.
Del Tolima, al llegar a la casa de la Hacienda Totarito,
encontró una chipa de rejo de unas 32 brazadas, colgada en
la sala de manera muy cuidadosa, como si fuese un trofeo o pieza
valiosa de museo, y además por la forma adornada que se
exhibía, despertó interés por la
investigación.–¿A qué se debe esa soga tan
cuidadosamente conservada?. Y dijeron los moradores de la
Hacienda:

–Un día en la pradera a rededor de la laguna, se
encontraba pasteando un rebaño; dentro del pastoreo se
encontraba la madre del ganado, esa vaca enana, con las mismas
características de las ya vistas en tantas
ganaderías. Los vaqueros resolvieron enlazarla para
apreciarla muy de cerca. Al lograrlo, la pequeña criatura
emprendió estampida hacia la laguna donde sumergió
sin volverse a ver, apareciendo al día siguiente el rejo
cuidadosamente enchipado a orillas del lago de donde fue recogido
para luego colocarlo en el lugar de conservación, como una
pieza sagrada. Pues dicen los ganaderos que mientras la madre del
ganado no se moleste en sus momentos de aparición, trae
como consecuencia prosperidad, es decir fecundidad y salud en las
ganaderías. Y cuando se perturba su presencia, puede
ocurrir lo contrario. Sobre este fenómeno hay mucha
información, lo que pasamos a cree que no se trate de mito
o leyenda, y si, de un fenómeno real. ¿Será
este un elemental ficticio o natural? Mas luego lo
sabremos.

Parece que estos fenómenos se tornan cada
día más escasos, a medida que la
civilización se acerca vertiginosamente a los campos
llevando consigo la electrificación para esas
áreas, la que es totalmente negativa para la producción de eventos originados por los
elementales. Tiene incidencia en lo anterior, la inclemente y
acelerada deforestación producida por la
inconsciencia del hombre ignorante, que no alcanza a dimensionar
el cruel daño
que se le causa al ecosistema.

Siempre me lamentaré él haber cometido
estos mismos errores.

En una ocasión, en nuestra propiedad,
derribé dos hectáreas de bosque virgen para
sustituirlo por un plantío. Cuando los hacheros realizaban
el derrumbamiento de los frondosos árboles, la conciencia
me incitaba a la reflexión, sintiendo desespero y
remordimiento en lo más profundo de mi ser, por la
angustia que se podría estar produciendo en tanta criatura
viviente que clamaba por la sobrevivencia. Con esta demencial
actitud, la vida en cadena se destruía, ya que en
sólo dos mil metros cuadrados donde todo era
armonía y esperanza, la vida microscópica
fenecía y los monos ya no podrían gozar del
festín de los frutos silvestres que la generosa naturaleza
ofrece a todas las criaturas en vía de evolución. Al contemplar la
devastación, el panorama era desolador y triste, el
paisaje se tornó menos pintoresco y un poco
lúgubre; se había detenido o perdido el esfuerzo de
muchos especimenes vegetales que se desarrollaron durante siglos
para alcanzar tan maravilloso follaje, para brindar condiciones
de vida a especies menores, además de hospedaje a tantos
seres del reino animal.

Es brutal la agresión que recibe el planeta por
parte del hombre que obra irracionalmente; pues, mientras
éste deforesta el campo y diezma la fauna silvestre,
causa otros daños a su entorno como la
contaminación de las aguas, el aire y el
empobrecimiento de la corteza terrestre, por eso de alguna manera
interferimos en el orden natural de las cosas .diezmando la flora
y la fauna so- pretexto de la búsqueda de lucros
indispensables para sobrevivir. El hombre destruye lo que las
leyes divinas han venido construyendo durante tantos milenios
para enriquecer el suelo con sus elementos nutrientes. Esclavos
del egoísmo y de la ignorancia espiritual, cometemos
verdaderos sacrilegios al patrimonio
divino a nosotros otorgado. Provocando el fin de los bio –
reductores por falta de alimento.

El suelo desmantelado de todo tipo de floresta
dejará de producir humus que es la fuente de materia
orgánica para la nutrición vegetal. Si
no se lleva a efecto un desenvolvimiento biosustentable, buscando
el equilibrio, hay posibilidad de un riguroso desgaste
ecosistémico sin un suelo cubierto de nutrientes y
organismos responsables por el reciclaje
relativo a la fertilización de las camadas. Los bosques
praderas y pastizales no sobrevivirán. Las quemas, por
ejemplo, destruyen los laboratorios que procesan la camada
fértil de los suelos las cuales tornan más intenso
el efecto
invernadero, oriundo de la absorción y de la irradiación solar por la atmósfera que
transmite calor a la
superficie del planeta, elevando el nivel térmico.
Emisiones de gases .químicos de fábricas y
vehicular, han acidificado la atmósfera,
produciéndose las famosas lluvias ácidas,
destruyendo por otro lado la capa de ozono,
en un área del tamaño de Canadá y Estados
Unidos y su tendencia es crecer día a día, afirman
los científicos, el gas azul
pálido, oxidante y reactivo, variedad alotrópica
del oxigeno que
protege la tierra contra los rayos ultravioleta que influyen
tanto en las particularidades ecosistémicas como en la
atmosféricas ya viene dando señales
drásticas de cambios climáticos. Secuencias
repentinas de tornados, de huracanes que llegan a alcanzar 500
kilómetros por hora, los fuertes veranos y las terribles
inundaciones, el deshielo en los glaciares que aumenta
paulatinamente el volumen de las aguas oceánicas y
atmosféricas haciendo parte de la actual
situación..

En conclusión; la tierra desprotegida de la
fuerza vegetativa y de fauna, torna fácil el efecto de
erosión
por las lluvias y por los vientos

Desde hace varios años, se comprobó que
los rayos ultravioleta provenientes del sol al pasar por el hueco
dejado por la destrucción del ozono en la
atmósfera, afectan el crecimiento de los seres vivos,
genera molestias en la piel y causan
efectos adversos en el desarrollo de
cultivos de productos
comestibles, en razón por la que muchos místicos
afirman que Dios castigará al hombre en los últimos
tiempos. Sin embargo, Dios no castiga, somos nosotros quienes nos
castigamos al violar las sabias leyes que rigen el Universo por
el mal uso de nuestro libre albedrío.

Aún no sabemos hacer buen uso de todo cuanto nos
rodea y proporciona la naturaleza, por cuanto desde tiempos
inmemorables en las múltiples reencarnaciones hemos
atropellado al planeta que se nos brinda como escuela para
nuestro debido aprendizaje. El
hombre, con la invención del hacha, el machete y la
motosierra, ha logrado desbastar enormes áreas de bosque
natural, y aún más, cuando aparece el narcotráfico, aceleró esta brutal
actividad para dejarse venir luego la fumigación con
glisofato a los cultivos ilícitos, terminando por causar
los mayores desastres ecológicos.

Retomando el tema de los animales, en la actualidad,
cuando la civilización ha obtenido los mayores avances en
lo tecnológico, científico y lo intelectual, existe
una gran afición por la adquisición de mascotas. Se
observa un comercio
irresponsable además de ilegal, el de traficar con
animales capturados en el medio silvestre.

La vanidad del ser humano manifestada en la
afición hacia los canes, les modifica la genética.
Aparte de lo anterior, determinadas razas de perros se les amputa
la cola y se les recorta las orejas para aparentarlos más
típicos y atractivos. En una oportunidad, fui testigo de
los sutiles y modulados quejidos que manifestaba un cachorro de
raza pincher, al que le habían mutilado las orejas y
amputado la cola, el cual, alzado por su dueña,
salía de un consultorio veterinario.

Recuerdo el caso de otro ejemplar de la raza french
poodle, cuya dueña no le permitía que los huesos de pollo
fueran consumidos por el animalito bajo el argumento de que estos
le perforaban sus vísceras y les ocasionaban caries, tal
vez desconociendo que los perros por excelencia, son
carroñeros. El can era llevado frecuentemente a controles
médicos, al salón de peluquería,
además de someterlo al manicure y pedicure, y de vestirlo
con ropa especial.

Lamentablemente es la suerte futura de estos pobres
animales que bajo la manutención de seres ignorantes y
vanidosos, llegan a estos extremos que van en contravía
con la naturaleza, por cuanto estos animales se tornan
inhábiles al perder su destreza afectando también
su sistema inmunológico, genético y
estigmatizándolos para el proceso palenginésico.
Son personas que muchas veces niegan el buen trato y el amor a sus
hijos o a sus empleados, eximiéndose además de
servir en determinadas circunstancias al prójimo,
prefiriendo dedicar inoficiosamente tiempo y dinero a sus
mascotas. Y qué decir de algunos equinos, los cuales en
ciertas razas presentan dotes de belleza y habilidades, que pasan
a ser valiosos ejemplares que requieren de capital para
su manutención y adiestramiento.
Estos animales son atendidos en pesebreras como príncipes.
(Recordemos al caballo blanco de Calígula Instatus, al que
le colocaban la comida en una vasija de oro, y no por
ello dejó de ser un caballo), aperados con lujosas y finas
monturas para exhibirlos en plazas de ferias, carnavales o
coliseos, mientras el salario del
trabajador de la caballeriza es irrisorio.

Algunos perros son especializados para pelear, con
rígidos adiestramientos como el de negarles el alimento
por varios días antes de efectuar la disputa, para que se
porten más feroces. Así mismo, cierta variedad de
gallos viene siendo entrenadas para confrontar a otros en las
galleras con las consabidas apuestas, que no persiguen otro
propósito que el de deleitar el instinto cruel y
bárbaro de quienes se divierten con el dolor y el
infortunio de estas criaturas, que tienen que morir o salir mal
librados mediante esas bochornosas riñas.

Otro acontecimiento popularizado en América
y apadrinado por España, es la actividad de la
tauromaquia, que nos recuerda las faenas del circo romano, donde
el emperador de turno sentado en la tribuna de honor se
satisfacía con el macabro espectáculo. Desde su
posición privilegiada tomaba las decisiones de condena o
indulto a los gladiadores. Las corridas de toros en pleno siglo
XXI, como tantos otros actos que llegan a la crueldad, no son
más que la recordación de la época romana
pagana.

Hoy, en la tribuna de honor se ubican, el Presidente, el
rey, el Gobernador, o el alcalde, las reinas de belleza o del
folclore, con sus séquitos, amigos y miembros del gobierno,
acompañados de la aristocracia y los potentados.
¿Qué se puede esperar de un pueblo al que se le
estimula su instinto bárbaro con esta clase de
espectáculos taurinos, cuando quienes los organizan
carecen de sentimientos, al someter a la tortura a los toros de
casta como un ingrediente mayor en cualquier fiesta del pueblo?.
Lo insólito es que se cuenta con el aval de las
autoridades gubernamentales y hasta eclesiásticas, para la
realización de estos certámenes taurinos, que como
evento central en muchas fiestas patronales, constituyen a la
parte atractiva y carnavalesca. Lo anterior se acompaña
con otros actos de extrema crueldad, tales como la descabezadura
de gallos, carreras de burros encostalados y el coleo de
vacunos.

Como hermanos menores de la Creación, tal como
los llamaba Francisco de Asís, igualmente sienten y
padecen como el hombre, con la circunstancia agravante de que en
razón de la naturaleza de su psiquismo no pueden
manifestar su angustia su disgusto y su dolor.

Y, hasta dónde llega la ingratitud del hombre
para con los animales que, después de haber usufructuado
el trabajo físico de los mismos, cuando ya no rinden el
mínimo en las faenas del campo, sin ningún
sentimiento de gratitud llevan a estos animales a mataderos
clandestinos donde se sacrifican y sus carnes envejecidas se
convierten en la codiciada salsamentaría. Otros, son
vendidos por sus dueños a zoológicos y circos para
alimentar felinos en cautiverio.

Lo anterior nos conduce a la reflexión de
cómo pueden existir seres humanos tan insensibles y con
tan alta dosis de perversidad y deshonestidad, que llegan a
extremos de no valorar el servicio que los animales
domésticos prestan al hombre. No les dan una tregua en
compensación, pues según cuentas, come sin
retribuir, y ya deja de ser negocio

Otro asombroso y espeluznante procedimiento es el de
amputar las extremidades delanteras y traseras de los lechones,
para que estos no quemen calorías con el caminar y
así conseguir mayor rendimiento de carne en menos
tiempo.

Guardamos certeza que para el nuevo milenio el hombre
despierte consciencia comprendiendo los propósitos divinos
para los cuales fueron creados los seres vivos, entendiendo la
razón de ser de la obra de Dios, para que este despertar
nos conduzca a aceptar y respetar a nuestros hermanos menores de
la Creación que mucho sirven a la humanidad..
Entiéndase que los animales son también poseedores
de espíritu en estado rudimentario y los cobija el quinto
Mandamiento de la ley: NO
MATARÁS.

El elevado índice de materialidad del hombre
moderno lo lleva a desconocer la ley. Poco importa para
él, violarla asesinando su hermano menor o llegar a
extremos de depredación. Resta muy poco tiempo para que
ser racional caiga en la cuenta de que todos los seres vivos
forman parte del Plan Divino de la
creación y cualquier acción en contra atenta
directamente contra nosotros; posiblemente, algunos lectores se
extrañarán al afirmar que los animales poseen
espíritu. Este asombro obedece al desconocimiento sobre el
asunto, en razón de la posición que adoptan muchos
seres humanos acompañada de una elevada dosis de orgullo
intelectual narcisista como es llegar a negar aquello sin
previamente informarse sobre el particular. Para llevar a cabo
una discusión sensata, debe estar apoyada sobre argumentos
sustentables. Una posición, con estas condiciones,
dificulta entender muchas realidades, tales como la de aceptar
que somos inmortales y por lo tanto nuestro cuerpo no pasa de ser
un instrumento de trabajo que cumple una finalidad suprema, la de
brindarle al espíritu encarnado, la construcción de su propio y glorioso
destino; el que lleva a cabo a través de la ley
palenginesica, reencarnación, medios por el
cual el espíritu progresa moral e intelectualmente en
otros mundos del universo, y en la dimensión espiritual
con el apoyo y los subsidios que nos brinda el mensaje consolador
de la doctrina de Jesús, que nos eleva por encima de las
miserias humanas.

Nuestra doctrina espírita no comparte la teoría
de la transmigración de las almas o metempsicosis la cual
afirma que nuestras acciones humanas degradadas nos
condenarían a reencarnar en cuerpos de animales,
constituyéndose en castigo, tal como lo proclama y
enseña el Brahmanismo. "Esto sería retrogradar,
pues el espíritu no retrocede. El río no se remonta
hacia su fuente", – Respuesta a la pregunta 612 de EL LIBRO DE
LOS ESPIRITUS
. En esta misma obra encontramos la pregunta 118
¿Pueden los espíritus degenerar?. Respuesta: "No,
ya que conforme avanzan van comprendiendo lo que les alejaba de
la perfección. Cuando el espíritu ha superado una
prueba, adquiere el conocimiento de ella y no le echa al olvido.
Puede permanecer estacionario, más no retrocede".
Seguramente, la teoría de la metempsicosis se la
inventaron para asustar a sus creyentes, igualmente como lo han
hecho las demás religiones que
amenazan a sus fieles o seguidores con el fuego eterno del
infierno y la figura terrorífica del demonio.

Existen esferas o colonias espirituales que se ubican
desde la superficie hasta bien adentro de la corteza del planeta,
habitadas por espíritus maquiavélicos que por su
degradación moral y elevado grado de rebeldía
llegan a sufrir malformaciones en su anatomía
periespiritual, hasta el punto de presentar
características animalescas que da la sensación de
involución en algunos espíritus. A este proceso se
le denomina zoantropía. Cuando, como
consecuencia de una acción hipnótica transitoria se
causa a un espíritu en su cuerpo periespiritual
transformaciones, como figuras `parciales de animales se le
denomina licantropía.

Es posible que estos factores hayan determinado el
origen de tales teorías
expuestas por místicos videntes del Brahmanismo, la
religión
católica, el protestantismo, así como la
religión judaica.

Algunas experiencias mediúmnicas personales nos
han comprobado la existencia del espíritu en los animales.
Cuando niño, estuve al cuidado de mis abuelos paternos,
quienes igual que mis tías eran piadosos y
fanáticos en la fe católica. En la infancia me
comprometieron para cooperar en los oficios religiosos de la
parroquia del pueblo llamado Villavieja, portal del
desierto de la Tatacoa en el norte del Departamento del Huila.
Recuerdo que la primera misa de los domingos se empezaba a
oficiar a las 4 de la mañana y continuaban hasta el medio
día; la tarde se dedicaba a la catequesis. De 6 pm a 7 pm,
se cumplía con el Rosario en la iglesia.
Después de llevar a cabo esta jornada, me dirigía a
casa. Allí, debía soportar el desarrollo de otro
Rosario el que se acompañaba de largas y aburridoras
letanías. Todo esto me producía cansancio
hastió y apatías, y el resultado era finalmente un
estado de adormecimiento. Bajo este estado, veía cruzar
por la sala donde se encontraban los rezanderos, un ave de la
familia de las zancudas, parecía a un tente.

En el año 1981, dedicados aún a las faenas
del campo en una finca agrícola y ganadera,
teníamos un lote de ganado a mayor valor de
propiedad del Fondo Ganadero; en una de las visita que
solían hacer los funcionarios de dicha entidad,
determinaron que un toro cebú rojo de nombre "pacho" se
debía vender porque ya era demasiado viejo. Mi
compañera se sintió un poco consternada por la
decisión tomada contra el semental, cuyo destino final era
el matadero de la ciudad de Neiva; ella me preguntaba si el
animal tenía espíritu, dándole una respuesta
afirmativa, diciéndole que probablemente el
espíritu del semental regresaría a la manada por
apego y afinidad con la misma. Efectivamente, así
aconteció; dos días después, en las horas de
la madrugada, percibimos la llegada de "pacho" furioso y
desafiante, rondando la casa. En otra oportunidad, me
desplacé desde la casa de campo acompañado de un
lobo siberiano hacia un caserío cercano, para abastecernos
de artículos alimenticios; allí permanecimos hasta
el anochecer. Bajo la oscuridad, a la salida del poblado, un can
enorme y de color amarillo se
nos acercó, sin que los dos animales se olieran como es de
costumbre entre los perros, lo que para mí fue un hecho
curioso y extraño.

Nuestro perro seguía por el lado derecho y el
otro a mi izquierda, acompañándonos durante unos
cuarenta minutos aproximadamente, empero cuando llegamos al
desvío que conduce a la casa de campo, el
acompañante forastero desapareció misteriosamente.
Comprendí que se trataba de un fenómeno de otra
dimensión. Estas fueron mis experiencias en la vida
campestre, producto de haber estado siete años en el llano
y once en la cordillera central.

Vendimos el predio para incorporarnos de nuevo a la
ciudad que nos aguardaba para reencontrarnos con el estudio de la
doctrina de los espíritus. Abandonar la parcela nos
causó mucho tristeza; ya no volvería a disfrutar de
esos indescriptibles y soñadores amaneceres que
discurrían amenizados con el canto sinfónico de
mirlos, toches, arrendajos y otros bellos pájaros,
consentidos y protegidos por nosotros; tampoco
contemplaríamos las golondrinas que anidaban en los
halares de la cabaña, ni a los colibríes que
constantemente revoleteaban de flor en flor libando su
néctar de las plantas ornamentales recostadas sobre la
baranda posterior de la casa, no volveríamos a degustar
las apetitosas manzanas criollas del gran árbol cuyo
tronco se apoyaba en el tejado de la parte posterior del rancho;
no aspiraría más el rico aroma de los pinos
romerones, cipreses y eucaliptos que daban sombra e
inspiración al patio; no más paseos por las
alamedas curtidas de olor a poleo y a hierbabuena, la fragancia
del musgo, la tierra húmeda y el susurrar de incestos y de
las cascadas de aguas cristalinas que poco a poco formaban el
riachuelo que cruzaba el predio.

No más noches tranquilas de plenilunio llenas de
inspiración y poesía,
también las noches cuya oscuridad se violaba con la luz de
las velas y la lámpara a petróleo para estudiar el idioma
internacional Esperanto. De regreso, en la distancia,
aún divisábamos la antena del radio teléfono que se erguía impetuosa y
nos traía a la memoria el
recuerdo de los felices momentos, cuando modulábamos con
colegas de diferentes lugares del planeta, especialmente con mis
amigos del Brasil. En razón de mi afición por
la radio y el
Esperanto,
decidí viajar a este país hermano para visitar y
conocer a mis colegas de radio afición y doctrina, a la
vez que participaría en un Congreso de Esperanto en la
ciudad de Brasilia celebrado en 1981. De este maravilloso evento
conservo gratos y bellos recuerdos de los momentos compartidos
con hermanos vibrantes de amor y filantropía.

El readaptarnos a la ciudad cobró para nosotros
alguna dificultad. Salir de un medio apaciguado, solaz, y
silencioso no era fácil. Enfrentar nuevamente la ciudad
exigente, agitadora y ruidosa, era aceptar un escenario diferente
pero con oportunidades diversas de aprendizaje. Volvimos a
encontrarnos con nuestros viejos amigos quienes nos invitaron ala
reincorporación a la Doctrina Espirita. Nuestro amigo y
colega LUIS GUILLERMO CORTES A., muy generosamente nos
obsequió una buena cantidad de libros espiritas editados
en Portugués y Esperanto, y enviados años
atrás por el doctor FRANCISCO THIESEN del
Brasil.

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