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El amor a la salud impone la higiene




Enviado por Pedro Sandrea



Partes: 1, 2

    Se ha sentado: "Mens sana in corpore sano". Pero hoy se
    puede decir que, si el espíritu está enfermo, no
    puede estar la mente sana. Sin embargo, hay que aclarar, que la
    mente no está, ni es el espíritu, que puede
    enfermar porque es vida, energía; pero siendo el alma la
    envoltura o cuerpo astral del espíritu si puede
    éste trasmitir al cuerpo físico enfermedades que él
    lleva en su alma; como también, problemas
    psicológicos como la llamada locura; que como enfermedad
    no existe, ni la medicina
    alopática puede curar porque su curación
    está en el "espiritismo racionalista".

    Ni aun la Teología, que tiene un absurdo en cada
    juicio cuando no en cada palabra, ha podido prescindir
    que:"Salud es un
    estado de
    gracia espiritual y salvación". ¿Se
    vé?

    Aquí mismo, para asentar una verdad moral, se ha
    cometido el absurdo al decir gracia. No, no es una gracia dada;
    esa salud está representada por la tranquilidad de la
    conciencia que es
    capaz de tener el espíritu por su conducta, por su
    progreso, por su sabiduría, que a nadie se la
    deberá sino a él mismo, a su esfuerzo y a su
    trabajo.

    Según la ciencia,
    mucho más racional que la Teología y de valor
    matemático, "Salud es un estado normal del ser
    orgánico", y según la sociología, "Salud es la libertad y el
    bien público y particular". Pero todo esto, no se puede
    obtener ni retener sin la salud del espíritu con su
    alma-archivo.

    La salud del espíritu, la adquiere en la
    sabiduría que conquista al cumplir los mandatos que la
    inflexible ley de la vida,
    en cuyos trabajos desarrolla su poder
    Psíquico, que lo demuestra en sus actos de
    atracción magnética, atrayéndose cada vez
    mayor número de amistades y más grandes
    conocimientos experimentales de las cosas que dañaron sus
    organismos y que para poner remedio se ve en la imperiosa
    necesidad de elegir todo aquello que le proporcionar contento y
    bienestar.

    Mientras que el espíritu no es capaz de intuir y
    dominar los instintos de que se compone el alma y cuerpo,
    podrá gozar el cuerpo de exuberancia y fuerza animal;
    pero ese individuo no
    se verá capaz de idearse por sí propio la higiene que le
    proporcione la salud corporal. Y si la educación es
    descuidada, será tanto más bruto en sus actos,
    cuanto mayor sea su fuerza animal que al fin acabará
    vencido por su misma fuerza, en cualquier de los casi
    innumerables modos que en la historia médica se
    pueden controlar.

    Hay constituciones de hombres que parecen una belleza en
    sus formas y robustez y sin embargo son hediondos: su sudor
    fétido y agrio o corrompido envenena el ambiente a su
    alrededor, hasta notarse un malestar que enferma. En cambio vemos
    otras constituciones, al parecer más enclenques,
    descoloridos y de un parecer más enfermizo y no despiertan
    miasmas pútridas, aunque cuiden menos de la higiene
    corporal.

    Si se hace la anatomía
    analítica de estos casos generales, se descubre que el
    segundo tiene la materia
    más pura, o porque la purificó su espíritu,
    o porque se cuidó, desde el instante de su
    concepción, debe escoger las moléculas más
    purificadas para formar sus organismos; pero en ambos modos, ese
    espíritu demuestra mayor sabiduría que el del
    primer caso.

    Todo esto tiene una aprobación experimentada en
    todos los tiempos y basta la suma de los hombres sabios que anota
    la historia y se verá que el 95% de los sabios son
    delgados, pero de energías superiores a los corpulentos y
    barrigones; y moles de carne, que a poco esfuerzo se sofocan,
    sudan y su respiración es entrecortada; bufan como el
    rinoceronte. Estos son perezosos y tardos, aquéllos
    dirigentes y siempre dispuestos a la labor fecunda y no se
    agobian, aunque se cansen. Es que llevan la higiene en su
    espíritu y fluidifican su alma y su cuerpo
    continuamente.

    Estos ven, por eso mismo, el peligro que les amenazan
    por causa del retraso de los otros y se ven en la necesidad de
    imponer la higiene externa a los miasmáticos, para lo cual
    han extraído las esencias de la naturaleza que
    con el agua,
    esencia, se neutralice y se anule el peligro de las emanaciones
    de los cuerpos todos, de los que el humano es el más
    delicado.

    Aquí es donde se echa de ver en primer
    término, las ventajas y beneficios del amor
    ciudadano, que con un pequeño sacrificio de parte de cada
    individuo, se constituye aquello que sería imposible a una
    sola familia.

    Aquí sólo se trata de la ética de
    la higiene y dicho la razón suprema de esa moral, que es
    el progreso espiritual. Es efectivamente la sabiduría del
    espíritu el que señala la norma de conducta del
    individuo; que es verdad que la educación modula en
    general la moral
    social, por el contagio Magnético-ambiente, que deja en
    los educando un remanente, que ya no podrá echar de
    sí, sino que se lo hará habito; éste es el
    sacrificio que se impone la sociedad que
    forma la ciudad.

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