Se ha sentado: "Mens sana in corpore sano". Pero hoy se
puede decir que, si el espíritu está enfermo, no
puede estar la mente sana. Sin embargo, hay que aclarar, que la
mente no está, ni es el espíritu, que puede
enfermar porque es vida, energía; pero siendo el alma la
envoltura o cuerpo astral del espíritu si puede
éste trasmitir al cuerpo físico enfermedades que él
lleva en su alma; como también, problemas
psicológicos como la llamada locura; que como enfermedad
no existe, ni la medicina
alopática puede curar porque su curación
está en el "espiritismo racionalista".
Ni aun la Teología, que tiene un absurdo en cada
juicio cuando no en cada palabra, ha podido prescindir
que:"Salud es un
estado de
gracia espiritual y salvación". ¿Se
vé?
Aquí mismo, para asentar una verdad moral, se ha
cometido el absurdo al decir gracia. No, no es una gracia dada;
esa salud está representada por la tranquilidad de la
conciencia que es
capaz de tener el espíritu por su conducta, por su
progreso, por su sabiduría, que a nadie se la
deberá sino a él mismo, a su esfuerzo y a su
trabajo.
Según la ciencia,
mucho más racional que la Teología y de valor
matemático, "Salud es un estado normal del ser
orgánico", y según la sociología, "Salud es la libertad y el
bien público y particular". Pero todo esto, no se puede
obtener ni retener sin la salud del espíritu con su
alma-archivo.
La salud del espíritu, la adquiere en la
sabiduría que conquista al cumplir los mandatos que la
inflexible ley de la vida,
en cuyos trabajos desarrolla su poder
Psíquico, que lo demuestra en sus actos de
atracción magnética, atrayéndose cada vez
mayor número de amistades y más grandes
conocimientos experimentales de las cosas que dañaron sus
organismos y que para poner remedio se ve en la imperiosa
necesidad de elegir todo aquello que le proporcionar contento y
bienestar.
Mientras que el espíritu no es capaz de intuir y
dominar los instintos de que se compone el alma y cuerpo,
podrá gozar el cuerpo de exuberancia y fuerza animal;
pero ese individuo no
se verá capaz de idearse por sí propio la higiene que le
proporcione la salud corporal. Y si la educación es
descuidada, será tanto más bruto en sus actos,
cuanto mayor sea su fuerza animal que al fin acabará
vencido por su misma fuerza, en cualquier de los casi
innumerables modos que en la historia médica se
pueden controlar.
Hay constituciones de hombres que parecen una belleza en
sus formas y robustez y sin embargo son hediondos: su sudor
fétido y agrio o corrompido envenena el ambiente a su
alrededor, hasta notarse un malestar que enferma. En cambio vemos
otras constituciones, al parecer más enclenques,
descoloridos y de un parecer más enfermizo y no despiertan
miasmas pútridas, aunque cuiden menos de la higiene
corporal.
Si se hace la anatomía
analítica de estos casos generales, se descubre que el
segundo tiene la materia
más pura, o porque la purificó su espíritu,
o porque se cuidó, desde el instante de su
concepción, debe escoger las moléculas más
purificadas para formar sus organismos; pero en ambos modos, ese
espíritu demuestra mayor sabiduría que el del
primer caso.
Todo esto tiene una aprobación experimentada en
todos los tiempos y basta la suma de los hombres sabios que anota
la historia y se verá que el 95% de los sabios son
delgados, pero de energías superiores a los corpulentos y
barrigones; y moles de carne, que a poco esfuerzo se sofocan,
sudan y su respiración es entrecortada; bufan como el
rinoceronte. Estos son perezosos y tardos, aquéllos
dirigentes y siempre dispuestos a la labor fecunda y no se
agobian, aunque se cansen. Es que llevan la higiene en su
espíritu y fluidifican su alma y su cuerpo
continuamente.
Estos ven, por eso mismo, el peligro que les amenazan
por causa del retraso de los otros y se ven en la necesidad de
imponer la higiene externa a los miasmáticos, para lo cual
han extraído las esencias de la naturaleza que
con el agua,
esencia, se neutralice y se anule el peligro de las emanaciones
de los cuerpos todos, de los que el humano es el más
delicado.
Aquí es donde se echa de ver en primer
término, las ventajas y beneficios del amor
ciudadano, que con un pequeño sacrificio de parte de cada
individuo, se constituye aquello que sería imposible a una
sola familia.
Aquí sólo se trata de la ética de
la higiene y dicho la razón suprema de esa moral, que es
el progreso espiritual. Es efectivamente la sabiduría del
espíritu el que señala la norma de conducta del
individuo; que es verdad que la educación modula en
general la moral
social, por el contagio Magnético-ambiente, que deja en
los educando un remanente, que ya no podrá echar de
sí, sino que se lo hará habito; éste es el
sacrificio que se impone la sociedad que
forma la ciudad.
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