Las semillas son la unidad de reproducción sexual de las plantas y tienen
la función
de multiplicar y perpetuar la especie a la que pertenecen. Todo
ello comprende una serie de procesos
metabólicos y morfogenéticos cuyo resultado final
es la germinación de las semillas.
Las semillas maduran en el interior del fruto. El
letargo se debe a la formación en la semilla de
inhibidores químicos, a la carencia de las sustancias
estimulantes necesarias (que más tarde
suministrarán el embrión) o la resistencia
mecánica de la testa de la semilla a la
entrada del agua y del
oxígeno.
El letargo se rompe luego de que la semilla se sujeta a
varias condiciones ambientales que pueden incluir un prolongado
periodo de frío intenso, exposición
prolongada a condiciones de fresco, condiciones de humedad en
presencia de oxígeno (estratificación), calor intenso
(incluso fuego), paso a través del intestino de aves o
mamíferos, abrasión física
(escarificación) o ataque por hongos.
Todos estos requerimientos aseguran que la semilla
sobreviva a través de varios periodos en condiciones bajo
las cuales no podría crecer la plántula y aseguran
que no germine hasta que halla buenas condiciones para el
crecimiento.
Cuando ocurren las condiciones requeridas para romper el
letargo, el embrión empieza a producir las giberelinas y
las citocininas necesarias para contrarrestar la acción
de los inhibidores del crecimiento e iniciar este proceso. En
esta etapa, si sé le agrega agua, la semilla
germinará.
La germinación no ocurre sino hasta que las
condiciones sean las correctas. Los factores principales son
agua, oxígeno, temperatura y
luz es decir
que este proceso por ende consiste en la recuperación la
recuperación de la actividad biológica por parte de
la semilla, tenga lugar, es necesario que se den una serie de
condiciones ambientales favorables como son: un sustrato
húmedo, suficiente disponibilidad de oxígeno que
permita la respiración aerobia y, una temperatura
adecuada para los distintos procesos metabólicos y para el
desarrollo de
la plántula.
El agua es primordial pues las semillas están
extremadamente deshidratadas. Hay indicaciones de que no hay
crecimiento sino hasta que se alcanza un cierto nivel
crítico de agua (diferente para los diversos tipos de
semillas). Si se deseca la semilla después de pasado este
punto y de haberse iniciado el metabolismo
muere. Después de la imbibición la absorción
de agua decrece, la germinación, prosigue y empiezan los
procesos irreversibles que llevan al crecimiento y desarrollo. El
oxígeno es necesario para la germinación de la
semilla.
Una temperatura correcta es importante para la
germinación; generalmente las semillas no germinan por
debajo de una cierta temperatura diferente según la
especie.
La luz también es importante para la
germinación de algunas semillas. Las semillas muy
pequeñas tienen tan solo mínimas cantidades de
alimento almacenado para los principios del
crecimiento del embrión, por lo que les es necesario
volverse autótrofas cuanto antes. La germinación de
otras semillas es inhibida por la luz. La longevidad de las
semillas es un factor de importancia en la
germinación.
Contrariamente a la creencia popular, pocas son las que
pueden sobrevivir durante muy largo tiempo. Ha
habido muchos intentos de estudiar el metabolismo de semillas en
estado de
inactividad o en dormición (es decir, que no germinan
porque las condiciones no son buenas. El letargo implica
incapacidad de germinar aun en condiciones ideales). Sin embargo,
parece que la bajísima absorción de oxígeno
de tales semillas probablemente es el resultado de procesos no
metabólicos, destructores, de lenta
autooxidación.
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