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Cerro Corá: "La Epopeya de un Pueblo" (página 2)



Partes: 1, 2

Más allá de los títulos de "La
Nación
" de Mitre, "El Orden" de
Domínguez, "Tribuna" de los Varela, "El
Nacional
" de Sarmiento, que llamaba "gobiernos
semi-salvajes
", los europeos -que Mitre idolatraba-,
publicaban conceptos muy distintos sobre Paraguay:

"De todos los países de la América
del Sud que desde hace cincuenta años buscan el verdadero
camino que conduce a los pueblos a ser grandes naciones, el
Paraguay es, sin contradicción, el que ha hecho más
esfuerzos para desembarazarse de las ligaduras de la
barbarie…
".

Pero para Inglaterra,
Paraguay era un mal ejemplo que no podía permitir, y arma
la intriga del Brasil de Pedro
II, la Confederación de Mire, y el Uruguay de
Flores, para acabar con López, y hasta con el pueblo
paraguayo. Aunque Inglaterra no participó directamente en
la horrorosa hazaña, fueron sus mercaderes, sus banqueros
y sus industriales quienes resultaron beneficiados con el crimen
de Paraguay. La invasión fue financiada, de principio a
fin, por el Banco de Londres,
la casa Baring Brothers y la banca Rothschild,
en empréstitos con, intereses leoninos que hipotecaron la
suerte de los países vencedores.

En síntesis,
sectores sociales de distintos países confluyen en una
alianza ofensiva –colorados orientales, liberales
mitristas, clase
dominante brasileña y burguesía inglesa
-, en
perjuicio de los sectores nacionales expresados por los blancos
orientales, los federales argentinos y el frente social
paraguayo.

El Gral. Mitre le escribe al General Justo de
Urquiza:

"Nos toca combatir de nuevo bajo la misma bandera que
reunió en Caseros a todos los Argentinos
".

Se refería a la bandera imperial, y de este modo
le agradecía que no ayudase a López ni permitiera
el paso del ejército Paraguayo en auxilio a Uruguay
agredido por Brasil. El Gral. Urquiza ya había vendido a
buen precio toda la
caballada de su ejército a los brasileños,
enriqueciéndose durante la contienda.

Asimismo tenía problemas para
juntar los contingentes, las divisiones de Victoria y Gualeguay
se negaron a marchar, y López Jordán le
escribe:

"Usted nos llama para combatir el Paraguay. Nunca,
general; ese es nuestro amigo. Llámenos para pelear a los
porteños y brasileros; estaremos prontos; ésos son
nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones
de Paysandú."

La oposición federal es unánime, y hasta
los unitarios se manifiestan en contra de la política mitrista:
José Hernández (El Argentino) y Evaristo Carriego
(El Litoral) apoyan la actitud del
Supremo y se preguntan si no deban ayudarlo los argentinos.
Parecido opinan Francisco Fernández y Víctor
Olegario Andrade (Concepción del Uruguay), Navarro Viola y
Carlos Guido y Spano (Buenos Aires – El
americano), el gobernador liberal de Corrientes, Manuel
Lagraña y su correligionario Patricio Cullen que gobierna
Santa Fe.

El paisanaje de las provincias, que intervino tantas
veces voluntariamente en las luchas ante la sola convocatoria de
los caudillos, se negó a participar en una guerra que no
sentía suya. Sintiéndose más cercanos a la
provincia hermana del Paraguay que a los porteños y a los
"macacos" brasileros, se negaban a enrolarse, lo que motivo la
deserción y levantamiento de muchos batallones del
interior; ni el ofrecimiento de paga varió la negativa a
incorporarse y la incorporación debió hacerse
forzosa, "engrillados" y atados "codo con
codo
".

"….el reclutamiento
de los contingentes no fue fácil. (…) Para llenar
las cuotas provinciales se autorizó reclutarlos mediante
paga, pero pocos lo hicieron. Entonces los gobernadores,
mitristas en su totalidad, y los comandantes de frontera se
dedicaron a la caza de "voluntarios". Emilio Mitre , encargado
del contingente cordobés, escribe el 12 de julio que manda
los "voluntarios atados codo con codo"; Julio Campos,
porteño impuesto como
gobernador de La Rioja, informa el 12 de mayo:"Es muy
difícil sacar los hombres de la provincia en contingentes
para el litoral…a la sola noticia que iba a sacarse, se
han ganado
la sierra" Los "voluntarios" de
Córdoba y Salta se sublevan en Rosario apenas les quitan
las maneas; el gobernador Maubecin, de Catamarca, encarga 200
pares de grillos para el contingente de la
provincia".

Al percibir la impopularidad el Cnl. Varela de la guerra
del Paraguay, se fue a Chile. Cuando leyó el
texto del
tratado secreto de la Triple Alianza, indignado, vendió su
estancia, compró armas,
equipó unos cuantos exiliados argentinos y atravesó
los Andes con dos batallones formados por chilenos y algunos
emigrados argentinos dispuestos a enfrentar al gobierno de
Mitre. Llevaba una bandera con las consignas
"¡Federación o Muerte!
¡Viva la Unión Americana! ¡Viva el ilustre
Capitán General Urquiza! ¡Abajo los negreros
traidores a la Patria!".
Llegó a Jáchal y desde
allí lanzó su proclama revolucionaria, fechada el 6
de diciembre de 1866:

"PROCLAMA

¡ARGENTINOS! El hermoso y brillante
pabellón que San
Martín, Alvear y Urquiza llevaron altivamente en cien
combates, haciéndolo tremolar con toda gloria en las tres
más grandes epopeyas que nuestra patria atravesó
incólume, ha sido vilmente enlodado por el General Mitre
gobernador de Buenos Aires.

La más bella y perfecta Carta
Constitucional democrática republicana federal, que los
valientes entrerrianos dieron a costa de su sangre preciosa,
venciendo en Caseros al centralismo
odioso de los espurios hijos de la culta Buenos Aires, ha sido
violada y mutilada desde el año sesenta y uno hasta hoy,
por Mitre y su círculo de
esbirros.

El Pabellón de Mayo que radiante de
gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y
que en la desgraciada jornada de Pavón cayó
fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre
-orgullosa autonomía política del partido rebelde-
ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero
Bellaco, Tuyuti, Curuzú y
Curupaití.

Nuestra Nación,
tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan
rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada
como una esclava, quedando empeñada en mas de cien
millones de fuertes, y comprometido su alto nombre a la vez que
sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel
mismo porteño, que después de la derrota de Cepeda,
lacrimando juró respetarla.

COMPATRIOTAS: desde que Aquél,
usurpó el gobierno de la Nación,
el monopolio de
los tesoros públicos y la absorción de las rentas
provinciales vinieron a ser el patrimonio de
los porteños, condenando al provinciano a cederles hasta
el pan que reservara para sus hijos. Ser porteño, es ser
ciudadano exclusivista; y ser provinciano, es ser mendigo sin
patria, sin libertad, sin
derechos. Esta es
la política del Gobierno Mitre.

Tal es el odio que aquellos fratricidas
tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han
sido desolados, saqueados y guillotinados por los aleves
puñales de los degolladores de oficio, Sarmiento, Sandez,
Paunero, Campos, Irrazábal y otros varios oficiales dignos
de Mitre.

Empero, basta de víctimas inmoladas al
capricho de mandones sin ley, sin corazón y
sin conciencia.
Cincuenta mil víctimas hermanas, sacrificadas sin causa
justificable, dan testimonio flagrante de la triste o
insoportable situación que atravesamos, y que es tiempo ya de
contener.

¡VALIENTES ENTRERRIANOS! Vuestros
hermanos de causa en las demás provincias, os saludan en
marcha al campo de la gloria, donde os esperan. Vuestro ilustre
jefe y compañero de armas el magnánimo
Capitán General Urquiza, os acompañará y
bajo sus órdenes venceremos todos una vez más a los
enemigos de la causa nacional.

A EL, y a vosotros obliga concluir la grande
obra que principiasteis en Caseros, de cuya memorable jornada
surgió nuestra redención política,
consignada en las páginas de nuestra hermosa Constitución que en aquel campo de honor
escribísteis con vuestra sangre.

¡ARGENTINOS TODOS! ¡Llegó
el día de mejor porvenir para la Patria! A vosotros cumple
ahora el noble esfuerzo de levantar del suelo
ensangrentado el Pabellón de Belgrano, para enarbolarlo
gloriosamente sobre las cabezas de nuestros liberticidas
enemigos!

COMPATRIOTAS: ¡A LAS ARMAS!…
¡es el grito que se arranca del corazón de todos los
buenos argentinos!

¡ABAJO los infractores de la ley! Abajo
los traidores a la Patria! Abajo los mercaderes de Cruces en la
Uruguayana, a precio de oro, de
lágrimas y de sangre Argentina y
Oriental!

¡ATRAS los usurpadores de las rentas y
derechos de las provincias en beneficio de un pueblo vano,
déspota e indolente!

¡SOLDADOS FEDERALES! nuestro programa es la
práctica estricta de la Constitución jurada, el
orden común, la paz y la amistad con el
Paraguay, y la unión con las demás
Repúblicas Americanas. ¡¡Ay de aquél
que infrinja este programa!!

¡COMPATRIOTAS NACIONALISTAS! el campo
de la lid nos mostrará al enemigo; allá os invita a
recoger los laureles del triunfo o la muerte,
vuestro jefe y amigo.

FELIPE VARELA

Campamento en marcha, Diciembre 6 de
1866.

Vale citar, asimismo, la óptica
que refuerza sus conceptos de la guerra del Paraguay, explicitada
en un manifiesto proclamado por él mismo el 1º de
enero de 1868, en el que afirmaba lo siguiente:

"En efecto, la guerra con el Paraguay era un
acontecimiento ya calculado, premeditado por el general
Mitre".

El Cnl. Varela señalaba que la
"política injustificable" del Gral. Mitre
había sido conocida en el Parlamento británico por
la correspondencia del ministro inglés
en Buenos Aires y citaba textualmente las expresiones de
éste:

"El Ministro Elizalde, que cuenta como cuarenta
años de edad, me ha dicho que espera vivir lo bastante
para ver a Bolivia,
Paraguay y la
República Argentina, unidos formando una
República en el continente".

Según él, éstas habían sido
las aspiraciones reales del Gral. Mitre y los objetivos de
su política, desde que había entregado al dominio del
Imperio la vecina República del Uruguay.

Párrafos más adelante, hacía
declaraciones que parecen confirmar la tesis de
McLynn respecto de los orígenes de la guerra de la Triple
Alianza, cuyas causas primarias estarían más
ligadas a la política mitrista que a la imperial.
Sostenía el jefe montonero en su citada
proclama:

"No he hecho esta ligera reseña con el
ánimo de hacer cargo de ninguna naturaleza al
Emperador del Brasil, pues en mi conciencia él no ha hecho
más que aprovechar la circunstancia que le ha presentado
el poder de Mitre, para engrandecer su imperio, y dar riquezas a
su Gobierno".

"No es el Emperador el responsable ante el mundo de
los grandes crímenes políticos del actual
Presidente de la Argentina".

La impopularidad de la Guerra de la Triple sumada a los
tradicionales conflictos
generados por la hegemonía porteña, provocaron
levantamientos en Mendoza, San Juan, La Rioja y San
Luis

El Gral. Mitre trataba de explicar las dificultades de
la guerra echándole la culpa a la creciente
oposición interna:

"¿Quién no sabe que los traidores
alentaron al Paraguay a declararnos la guerra? Si la mitad de la
prensa no
hubiera traicionado la causa nacional armándose a favor
del enemigo, si Entre Ríos no se hubiese sublevado dos
veces, si casi todos los contingentes de las provincias no se
hubieran sublevado al venir a cumplir con su deber, si una
opinión simpática al enemigo extraño no
hubiese alentado a la traición ¿quién duda
que la guerra estaría terminada ya?"

No obstante, había hecho un pronóstico
inicial demasiado optimista sobre la guerra, propio de su
arrogancia y soberbia:

"En 24 horas en los cuarteles, en 15 días en
campaña, en 3 meses en la Asunción".

Pero lo cierto es que la guerra duró casi cinco
años, le costó al país más de 500
millones de pesos y 50.000 muertos. Sin embargo, benefició
a comerciantes y ganaderos porteños y entrerrianos
cercanos al poder, que hicieron grandes negocios
abasteciendo a las tropas aliadas.

Un año antes de Cerro-Corá, viejo y pobre
en su destierro de Southampton, el Brigadier General D Juan
Manuel de Rosas, que por
sostener lo mismo que López había sido traicionado
y vencido en Caseros por los mismos que ahora traicionaban y
atacaban al mariscal paraguayo, se conmovió ante la
heroica epopeya americana. El Restaurador miró el sable
que el Libertador, General D José de San Martín, le
había legado por su defensa de la Confederación
contra las agresiones de Inglaterra y Francia;
ordenó que se cambie su testamento. Así, el 17 de
febrero de 1869, mientras el Mariscal y el heroico pueblo
guaraní
se debatían en las últimas como jaguares decididos
que se niegan a la derrota, Rosas testó el
destino del sable de la soberanía en nombre de D Francisco Solano
López:

"Su excelencia el general D. José de San
Martín me honró con la siguiente manda: "La espada
que me acompañó en toda la guerra de la Independencia
será entregada al general Rosas por la firmeza y
sabiduría con que ha sostenido los derechos de la
Patria".

"Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo
que mi albacea entregue a S. E. el señor mariscal
Presidente de la República paraguaya y generalísimo
de sus ejércitos la espada diplomática y militar
que me acompañó durante me fue posible sostener
esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha
sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su
Patria….".

Finalmente, no dejando dudas de las causas reales de la
guerra, el Gral. Mitre declaró:

"En la guerra del Paraguay ha triunfado no
sólo la República Argentina sino también los
grandes principios del
libre cambio (…)
Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña,
podrá el comercio ver
inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que
los apóstoles del libre cambio han
proclamado".

En contraposición, el Dr. Alberdi
señaló:

"La América no conoce la historia del Paraguay sino
contada por sus rivales. El silencio del aislamiento ha dejado a
la calumnia victoriosa".

Y profundiza aún más:

"A las ofertas de una libertad interior de que el
Paraguay no sospechaba de estar privado, su pueblo ha respondido
sosteniendo a su gobierno, con mas ardor y constancia a medida
que le veía más debilitado y más desarmado
de los medios de
oprimir, y a medida que veía a su enemigo más
internado en el país y más capaz de proteger la
impunidad de
toda insurrección. El Paraguay ha probado de este modo al
Brasil que su obediencia no es la del esclavo, sino la del pueblo
que quieres ser libre del extranjero.

El Dr. Mariano Varela, ministro de Relaciones Exteriores
de Sarmiento, percibía que la guerra había
demostrado claramente la solidaridad de
las repúblicas hispanoamericanas con Paraguay a pesar de
la propaganda
mitrista; por ello sostenía que había que demostrar
solidaridad con el caído, renunciando a las pretensiones
territoriales que concedería la victoria, si bien faltaban
todavía algunos meses para el combate final de
Cerro Corá.

Afirmó en un memorando del 9 de marzo de
1869:

"Si con Paraguay aniquilado somos hoy exigentes, no
esperemos simpatías cuando ese pueblo renazca.
Esperémoslas si lo contemplamos en sus desgracias, a pesar
de los enormes sacrificios y de la sangre derramada

(…)".

El 8 de mayo el Dr. Varela reafirmaba su pensamiento
diciendo:

"Casi todas las naciones de la tierra han
mostrado horror a la guerra de Paraguay, por desconfianza de
nuestras intenciones. No debemos, por tanto, dar pretexto de que
tales recelos se confirmen
".

En su mensaje del 21 de diciembre, enunció
finalmente la famosa frase:

"…la victoria no da derechos a las naciones
aliadas para declarar por sí, límites
suyos los que el tratado señaló
".

El principal fundamento de la llamada Doctrina Varela
sostenía que si el gobierno argentino había
intervenido en la guerra contra el régimen de Francisco
Solano López, lo había hecho por haber sido
agredido por el dictador paraguayo y no por reclamos
territoriales.

El Gral. Mitre criticó abiertamente esta
posición, diciendo que:

"…el gobierno argentino no podía
sostener que la victoria no daba derechos, cuando precisamente
había comprometido al país en una guerra para
afirmarlo por las armas. Que si la victoria no daba derechos, la
guerra no había tenido razón de ser… Que sostener
tal doctrina era asumir ante el país una tremenda responsabilidad, declarándole que su sangre
derramada, sus tesoros gastados, todos sus sacrificios hechos, no
habían tenido objeto… Que el tratado de alianza no
tendría razón de ser, y se rompía la
solidaridad con los aliados… Esto sólo nos hace perder
las ventajas adquiridas a costa de grandes esfuerzos, y
además condenábamos la guerra misma, por el hecho
de declarar que se había derramado la sangre y los tesoros
del pueblo argentino para restablecer las cosas al estado
anterior
".

Finalmente el presidente Sarmiento –que
había sostenido la continuación de la guerra contra
los que llamara "perros", y a su presidente "idiota,
borracho y feroz
", abandonó la política
exterior del Dr. Varela y lo reemplazó por Carlos Tejedor;
dio así el golpe de gracia a la soberanía argentina
y al futuro de las relaciones americanas.

No obstante el Dr. Varela se atrevió a
predecir:

"…los tratados
podrán ser favorables a la alianza, pero los resultados
futuros le serían dañosos… habríamos
dejado en Paraguay un germen de odios… los pueblos jamás
olvidan los ultrajes a sus derechos y las humillaciones al decoro
nacional".

Pero volvamos a Cerro Corá…

El 28 de febrero de 1870, algunos
indios caygús traen
alimentos a
los paraguayos y le advierten a López la proximidad de los
brasileños; le ofrecen esconderlo en sus tolderías,
en el fondo de los bosques, donde no podrían encontrarlos:
Jaha caraí, ndétopái chéne repe
los camba ore apytepe
"Vamos, señor; no
darán con usted los negros adonde pensamos llevarle"
-.
López agradece y declina el ofrecimiento, pues le comunica
luego a sus oficiales, algunos de éstos sobrevivientes,
que su destino ya estaba marcado y que no estaban hechos para
huir, que era preferible morir que dejar que el ejército
invasor regara esos terrenos de sangre sin oponer resistencia.

Una tropa brasileña de aproximadamente unos 4500
soldados bien pertrechados persiguió y arrinconó a
la desfalleciente y mal armada hueste de unos quinientos
combatientes paraguayos (exactamente 409: entre ellos
inválidos, ancianos, mujeres y niños).
Eran 10.000 siete meses atrás, cuando comenzaron la
travesía al norte conocida como el Vía crucis de la
Nación.

Los brasileños siguen al último
puñado de paraguayos rebeldes. Aquéllos tienen un
jefe: el Mariscal de Caxías, que
escribe a su emperador, Pedro
II:

"…Su disciplina
proverbial de morir antes que rendirse y de morir antes de
hacerse prisioneros porque no tenía orden de su jefe ha
aumentado por la moral
adquirida, sensible es decirlo pero es la verdad, en las
victorias, lo que viene a formar un conjunto que constituye a
estos soldados, en soldados
extraordinarios
invencibles, sobrehumanos. López tiene también el
don sobrenatural de magnetizar a sus soldados,
infundiéndoles un espíritu que no puede apreciarse
bastantemente con la palabra; el caso es que se vuelven
extraordinarios; lejos de temer el peligro lo acometen con un
arrojo sorprendente; lejos de economizar su vida, parece que
buscan con frenético interés la
ocasión de sacrificarla heroicamente, y de venderla por
otra vida o por muchas vidas de sus enemigos (…)Vuestra
Majestad, tuvo por bien encargarme muy especialmente el empleo del
oro, para acompañado del sitio allanar la campaña
del Paraguay, que venía haciéndose demasiadamente
larga y plagada de sacrificios, y aparentemente imposible por la
acción
de las armas; pero el oro, Majestad, es materia inerte
contra el fanatismo patrio de los Paraguayos desde que
están bajo la mirada fascinadora, y el espíritu
magnetizador de López…soldados, o simples, ciudadanos,
mujeres y niños, el Paraguay todo cuando es él son
una misma cosa, una sola cosas, un sólo ser moral
indisoluble… ¿cuánto tiempo, cuántos
hombres, cuántas vidas y cuántos elementos y
recursos
precisaremos para terminar la guerra, es decir para convertir en
humo y polvo toda la población paraguaya, para matar hasta el
feto del
vientre de la
mujer…?".

La tropa paraguaya estaba comandada por el presidente
paraguayo el Mariscal López; el
coronel Panchito Solano, de quince años, jefe de
su Estado Mayor. Derribaron a
López a orillas del Arroyo Aquidabán
Niguí.

Su uniforme casi intacto, era como un blanco a lo lejos
que resaltaba entre la soldadesca, se le tiran unos soldados
cambá y lo bajan de su caballo bayo hecho ya un jamelgo,
lo hieren de un sablazo en el bajo vientre y recibe un fuerte
golpe en la cabeza, sin embargo logra escapar. Un par de sus
oficiales lo rescatan y lo intentan sacar del lugar
llevándolo hacia el Niguí, a unos treinta metros de
donde lo hirieron.

Algunos soldados imperiales los alcanzan, la cabeza de
López tenía precio, lo arrinconan estando casi
inconsciente semi sumergido en agua y lodo
ensangrentado, donde le exigen la rendición:

"Cámara se le acerca y le formula la propuesta
de rigor: "Ríndase, Mariscal, le garantizo la vida",
López lo mira con ojos serenos y responde con una frase
que entra en la historia: "¡Muero con mi Patria!" al tiempo
de amargarle con el espadín. "Desarmen a ese hombre",
ordena Cámara desde respetable distancia. Ocurre una
escena tremenda: un trompudo servidor de la
libertad se arroja sobre el moribundo eludiendo las estocadas del
espadín para soltarle la mano de la empuñadura; el
mariscal, anegada en sangre el agua que
los circunda, medio ahogado, entre los estertores de la muerte,
ofrece todavía resistencia; el cambá lo ase del
pelo y lo saca del agua. Ante esa resistencia, Cámara
cambia la orden: "Maten a ese hombre". Un tiro de Manlicher
atraviesa el corazón del mariscal que queda muerto de
espaldas, con ojos abiertos y la mano crispada en la
empuñadura del espadín. "¡Oh! ¡diavo do
López!" ("¡Oh! diablo de López!"), comenta el
soldado dando con el pie en el cadáver".

Algunos afirman que intentó tragarse un retazo de
la bandera antes de que lo encontraran, para evitar que fuera
mancillada. Así caía heroicamente un soldado con
mayúsculas, quien había expresado antes de la
contienda:

"Prefiero abrir una ancha tumba en mi patria entes de
verla ni siquiera humillada. Cada gota de sangre que cae en la
tierra es una
nueva obligación para los sobrevivientes
".

En el Parque Nacional Cerro
Corá, se hallan los bustos y los nombres
-además del Mariscal López-, de otros oficiales
caídos: Coronel D Dionisio Lirios, Coronel D Luis Caminos,
Presbítero D José de la Cruz Aguilar,
Capitán D Benigno Ocampos, Capitán D Francisco
Argüello, Alférez D José Ortigoza, Teniente
Coronel D Vicente Ignacio Ortigoza, Subteniente D Agustín
Sebbato, Presbítero D B. Adorno,
Sargento Mayor D José Miguel Gauto, Coronel D Gaspar
Estigarribia, Teniente Agustín Estigarribia,
Presbítero D Francisco Espinoza, Coronel D Juan De La Cruz
Ávalos, Sargento Mayor Ascención López,
General D Francisco Vaz, Vice Presidente D Francisco
Sánchez, Coronel D Juan Francisco Solano López
(Panchito).

Respecto a sus últimos hombres, este es el
ejemplo de entrega que han dejado:

"El exterminio de los últimos paraguayos es
atroz. El general Roa, sorprendido en el arroyo Tacuaras,
había sido intimado. "¡Rendite, paraguayo danado!"
(¡Rendite, paraguayo condenado!); "¡Jamás!", y
se deja degollar. El vicepresidente Sánchez, moribundo en
su coche, es amenazado. "¡Ríndase, fio da put…!"
("¡Ríndase, hijo de…!"); el viejo octogenario abre
los ojos asombrado; "¿Rendirme yo, yo?", y descarga su
débil bastón sobre el insolente: un tiro de pistola
lo deja muerto. Panchito acompaña a su madre y sus
hermanos pequeños que han conseguido refugiarse en su
coche; hace guardia junto a la puerta. Llegan los
brasileños y preguntan si esa mujer es "la
querida de López, y esos niños, "sus bastardos";
Panchito arremete contra los canallas, que sujetan al
niño: "¡Ríndete!" "¡Un coronel
paraguayo no se rinde!". Lo matan".

Pergeñado por el imperio inglés para
terminar con la progresista Paraguay y todo su pueblo, y llevado
a cabo por sus agentes "masones" y "liberales" en Brasil, Pedro
II, en la Argentina, Gral. Mitre y en Uruguay, Venancio Flores,
las cifras del genocidio son difíciles de digerir, ya que
exterminaron al 99 % de la población masculina mayor de 10
años:

Población de Paraguay al comenzar la guerra:
800.000 100,00 %.

Población muerta durante la guerra: 606.000
75.75 %.

Población del Paraguay después de la
guerra: 194.000 24.25 %.

Hombres Sobrevivientes: 14.000 1,75 %.

Mujeres sobrevivientes: 180.000 22.50
%.

Hombres sobrevivientes menores de 10 años:
9.800 1,22 %.

Hombres sobrevivientes hasta 20 años: 2.100
0,26 %.

Hombres sobrevivientes mayores de 20 años: 2.100
0,26 %.

En tal sentido, vayan las siguientes expresiones
ilustrativas:

"La guerra con el Paraguay marca en la
historia de la pasión argentina, el capítulo del
reniego al destino heroico que le habían señalado
las luchas por la independencia exterior, y el levantamiento de
los caudillos contra los prepotentes y mandones porteños
que, sobre toda consideración pietista y seudocultural,
testimoniaron la presencia de una casta de hombres capaces de
argüir sus ideales con el insobornable argumento de la
muerte".

"…las guerras
exteriores de la

Argentina no son mas que
expedientes suscitados a propósitos, ya por la Una (Bs.
As.), ya por la otra (las provincias) fracciones para encontrar
la solución interior que cada una desea. Son guerras
civiles en el fondo…como la presente (contra el Paraguay). La
Triple Alianza es la liga de tres enemigos natos, cada uno de los
cuales desconfía mas de su aliado que del
enemigo…encierra tres

políticas, siendo
cada

política,
domestica en sus miras, para cada aliado…Flores no tiene otro
enemigo que los blancos, Mitre no tiene mas adversario en vista
que las provincias y Don Pedro II no tiene mas enemigo que la ex
republica de Rió Grande".

"El heroísmo indescriptible y la pasión
fanática con que el pueblo paraguayo siguió a su
conductor y resistió a los embates de los invasores, casi
sin medios defensivos, rodeado de esteros y extenuado por las
largas fatigas, es uno de los hechos más impresionantes de
la Historia
Universal, aún comparado con los ejemplos más
sublime y conmovedores".

"Fue el heroísmo integral de todo un pueblo,
pues no hubo distinción de sexo, clase, o
edades. Las mujeres y los niños dieron ejemplos de
valor y de
grandeza; los ancianos se entregaban desfallecidos a las tareas
más pesadas y viriles. El pueblo paraguayo murió
cantando las glorias de su estirpe y ratificando su
vínculo con la tierra tradicional y materna. Lo mismo
defendiendo los terrones jugosos del solar nativo que afrontando
los fusilamientos con que los aliados castigaban la altivos de
los prisioneros".

''Solo el esfuerzo del Paraguay se puede calificar de
grandioso y sublime. Toda la raza paraguaya, casi sin
excepción, hizo de la guerra el problema capital de su
existencia, sobreponiéndola a todo otro

interés… fue el sacrificio deliberado de todo
su ser, de todo aquello que cada ciudadano estimaba en algo;
vida, riqueza, bienestar, afectos, familia.
Semejante sentimiento, tan absoluto e imperioso, antojase
sobrehumano".

El "liberalismo" es una filosofía de odio que no se sacia ni
siquiera con la muerte; los liberales argentinos no han hecho
hasta el presente otra cosa que exponer graves doctrinas, ajenas
en absoluto a las convicciones y necesidades de nuestro pueblo y
sus tradiciones:

"Todas sus aberraciones advienen de esta falsa
cosmovisión, de una concepción que prescinde de la
idea de Dios y pervierte la noción de justicia y del
derecho emergentes de la ley natural y divina. No extrañe,
pues, que el liberalismo
haya cubierto entre nosotros tan larga etapa de crímenes y
perversiones, y que esté dispuesto a recorrerla de nuevo
si las circunstancias fueran propicias a su restablecimiento en
el poder"
.

Y en el caso puntual del pueblo paraguayo y su caudillo,
el Mcal. López, caben las siguientes palabras sobre el
obrar del liberalismo:

"Pero aún más grave que el delito mismo es
la tentativa de aligerar el peso de sus crímenes arrojando
sobre los hombros de los opositores el pesado bulto de sus
iniquidades
".

El Mcal. López había cometido un solo
"error" para los intereses ingleses: crear un país
próspero y de vanguardia
para la época, y jugarse en defensa de los intereses
supremos de su Nación, que es la ley suprema de todo
gobierno genuinamente nacional. Bien lo señalaba
José María Rosa:

"Cinco años antes, al comenzar la guerra de la
Triple Alianza, el Paraguay de los López era un
escándalo en América. El país era rico,
ordenado y próspero, se bastaba a sí mismo y no
traía nada de Inglaterra… Abastecía de yerba y
tabaco a toda la
región y su madera en
Europa cotizaba
alto
".

Así, poco después de marzo de 1870 no
había más gobierno paraguayo que el impuesto por el
Imperio del Brasil; la República Argentina así,
aliada al Brasil, había ganado la guerra contra el
Paraguay, contribuyendo a la aniquilación,
destrucción y devastación de una nación
independiente, de su territorio y de sus habitantes. No obstante,
el Gral. Mitre, desde su tribuna en el diario La Nación
Argentina, afirmaba:

"Los soldados argentinos no han ido al Paraguay a
derribar una tiranía, aunque por accidente sea uno de los
fecundos resultados de su victoria. Han ido a vengar una afrenta
gratuita asegurar su paz interna y externa, a reivindicar la
libre navegación de los ríos y a reconquistar sus
fronteras de hecho y derecho"
.

La síntesis más clara de la esencia de ese
liberalismo-masónico-laico la expresa el Dr. Sarmiento,
"el Satírico sanjuanino de talla grotesca y de
espíritu dañino
", en carta al Gral. Mitre, en
1872:

EL PUEBLO PARAGUAYO: "Estamos por dudar de que exista
el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que
obran por instinto a falta de razón. En ellos se
perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos
perros
ignorantes de los cuales ya han muerto ciento cincuenta mil. Su
avance, capitaneados por descendientes degenerados de
españoles, traería la detención de todo
progreso y un retroceso a la barbarie… Al frenético,
idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo
acompañan miles de animales que le
obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya
hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era preciso purgar
la tierra de toda esa excrescencia humana: raza perdida de cuyo
contagio hay que librarse".

En 1879, el Dr. Alberdi, en conversación en Paris
con el Dr. Ernesto Quesada, le decía en relación a
la Guerra de la Triple Alianza:

"Para consolidar tal ´Redención´ y
uniformar el país en ese sentido, los hombres de Buenos
Aires se enfeudaron a la política brasilera, y fomentaron
la revolución Oriental de Flores, el
escándalo de Paysandú y terminaron con el tratado
de la triple alianza para arrasar al Paraguay y obligar a las
provincias, so capa de la guerra internacional y merced al estad
de sitio, a someterse a la política porteña.
Consideré tal guerra como el más funesto error
histórico y la mayor calamidad para nuestra nacionalidad:
por eso la combatí desde el extranjero, como lo hicieron
Guido Spano y la mismo Navarro Viola, que como verdadero
patriota, debía mostrar a nuestras provincias el abismo
que conducía tan monstruosa guerra, contraria a los
intereses verdaderos de Plata y que solo serviría al
Brasil para debilitar a sus linderos del Sud, consolidar su
influencia agresivamente imperialista y legalizar sus
usurpaciones territoriales…".

Dejando de lado las funestas consecuencias de este
conflicto,
señaló el entonces presidente de la Nación,
Gral. Perón, en
su visita a Asunción el 16 de agosto de 1954:

"Cada argentino debe saber que el pueblo paraguayo y
el pueblo argentino, conservando la plenitud de sus
soberanías nacionales, son real y efectivamente pueblos
hermanos y, en consecuencia, todos los argentinos debemos
trabajar por la grandeza del Paraguay y por la felicidad de su
pueblo, con la misma fe y el mismo amor con que
trabajamos por nuestra propia grandeza y por nuestra propia
felicidad".

Y en esta línea marcada hace cincuenta
años, la senadora Cristina de Kirchner –entonces
presidenta electa
-, expresó el 29 de noviembre de 2007
en su visita a la hermana República del
Paraguay:

"Muchas gracias querido Presidente; hermanos del
Paraguay: quiero decirles que es para mí un gran honor
estar en esta tierra; recién lo escuchaba atentamente a
Nicanor, yo le comentaba, cuando pasaba entre los lanceros, que
no sabía eran los lanceros del mariscal Francisco Solano
López, ese gran patriota latinoamericano, humillado por lo
que yo llamo la alianza de la triple traición a Latinoamérica, a sus hombres y a sus
mujeres".

Por ello, concluyo adhiriendo a las proféticas
palabras de Atilio García Mellid:

"…algún día tendremos que hacer
acto de constricción ante el mausoleo en que reposan los
héroes paraguayos, por una traición que no
cometimos pero que mancha el honor de todos los
argentinos"
.

Lic. Gustavo Carrère
Cadirant

Ciudad de la Santísima Trinidad,
y Puerto de Santa María de los Buenos
Ayres,

a los un días del mes de marzo
del año dos mil ocho de nuestro
Señor.

138º Aniversario de la Muerte en
combate,

por su Patria y su
Pueblo,

del Mariscal D Francisco Solano
López.

 

 

 

 

Autor:

Lic. Gustavo Carrère Cadirant

Partes: 1, 2
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