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El príncipe, de Maquiavelo (página 2)



Partes: 1, 2

 

De principatibus. Quot sint genera principatuum et
quibus modis acquirantur.

Todos los Estados, todos los dominios que han ejercido y
ejercen soberanía sobre los hombres, han sido y son
repúblicas o principados. Los principados son, o
hereditarios, cuando una familia ha
reinado en ellos largo tiempo, o
nuevos. Los nuevos, o son del todo, como lo fue Milán bajo
Francisco Sforza, o son como miembros agregados al
Estado
hereditario del príncipe de los que adquiere. Los dominios
así adquiridos están acostumbrados a vivir bajo un
príncipe o a ser libres; y se adquieren con las armas propias o
por las ajenas, gracias a la fortuna o por medio de la
virtud.

De los las formas de principados me inclino más
por "Los nuevos", se requiere de valentía e inteligencia
para tomar un país que ya estaba acostumbrado a otra forma
de gobernar, una planificación adecuada y tener en cuenta
que las complicaciones apenas empiezan. Sin embargo analizaremos
las diferencias del principado hereditario y del principado nuevo
con más profundidad.

De principatibus hereditariis.

Parece que es más fácil conservar un
Estado hereditario, acostumbrado a una dinastía, que uno
nuevo, ya que basta con alterar el orden establecido por los
príncipes anteriores, y a adaptarse con los
acontecimientos después con los cambios que puedan
producirse.

La costumbre es una arma fuerte, el humano le teme al
cambio, a la
incertidumbre, es por eso que se dice que "es mejor malo conocido
que malo por conocer", por regla general, la persona que acaba
de llegar trae cambios o modificaciones que beneficiara o
perjudicara a las personas.

El príncipe natural tiene motivos y menos
necesidad de causar agravios, es simple, el pueblo está
acostumbrado a su forma de gobierno,
mientras no le quiten atributos económicos o castigue de
forma severa a la ciudadanía, el Estado
seguirá conforme con el
príncipe.

De principatibus mixtis.

Las dificultades existen en los principados nuevos, y si
no es nuevo del todo, sino como agregado a un conjunto anterior,
origina un principado que podríamos llamar mixto. La
dificultad consiste en que los hombres cambian con gusto de
señor con la esperanza de mejorar, esta creencia los
impulsa a tomar las armas contra él. De modo que tienes
por enemigos a los que has ofendido al ocupar el principado, y no
puedes conservar como amigos a los que te han ayudado a
conquistarlo. Un ejemplo claro se encuentra con el Rey de
Francia, Luis
XII el cual perdió Milán con la misma rapidez con
que la había ocupado; y bastó la fuerza de
Ludovico la primera vez para arrebatárselo, porque el
pueblo al verse defraudado de esperanzas no pudieron soportar las
imposiciones de Luis XII.

Quomodo administrandae sunt civitates vel principatus,
qui an tequam occuparentur, suis legibus vivebant.

Hay tres modos de conservar un estado, primero destruir dichas
ciudades, el segundo, ir a vivir en él, y el tercero,
dejarlo regir por sus leyes, obligarlo
a pagar un atributo y establecer un gobierno compuesto por un
corto número de personas, que te las conserve fieles.

De estas tres formas para conservar el estado, la que yo
recomendaría sería la de ir a vivir al lugar, para
escuchar al pueblo y las acciones que
se requieren. Darse a conocer por su buen afán de ayudar
pero saber castigar a los que no cumplan con las normas
establecidas.

Capítulo 6, 7, 8 y 9.

Aquí resumiré estos capítulos porque se
trata de los diferentes principados que hay, y no es un tema del
que debamos tratar a profundidad.

De los principados que se adquieren con armas propias se dice
que son más o menos difíciles de conservar,
según lo virtuoso que sea el príncipe. Algunos de
los príncipes que no se convirtieron por el azar, sino por
sus virtudes fueron Moisés, Ciro, Rómulo y
Teseo.

De los principados que se adquieren como armas ajenas se dice
que si te hacen favores eventualmente se te cobrara con un
interés
alto, es por eso que en esa época se debía pensar
detenidamente si se aceptaba o se pedía ayuda a otro
Estado.

En el caso del principado que se adquiere mediante
crímenes o contrarias a la ley humana o
divina. Algunos gobernantes de esa época conservaron su
poder por la
crueldad, pero se debe hacer una diferencia entre el buen uso de
esta o el mal uso. Porque las injusticias se deben hacer de una
sola vez para que hagan menos daño.

Del principado civil se comenta que es aquel ciudadano, no por
crímenes ni violencia,
sino gracias al favor de sus compatriotas, se convierte en
príncipe de su patria, es decir, asciende con el favor del
pueblo o de los nobles.

Quomodo omnium principatuum vires perpendi
debeant.

La fuerza del principado se considera que es capaz de
sostenerse por sí mismos y en el caso contrario, si no
tiene la suficiente fuerza para tener que pedir ayuda de otros.
En el primer caso, se puede sostener por abundancia de hombres o
de dinero, pueden
levantar un ejército respetable y presentar batalla a
quienquiera que se atreva a atacarlos.

Se considera que los hombres son enemigos de las empresas
demasiado arriesgadas, y no puede reputarse por fácil la
invasión a alguien que tiene su ciudad bien fortificada y
no es odiado por el pueblo. Una de las obligaciones
que tiene el príncipe es no ser odiado por el pueblo,
porque en el caso de que lo sea se verá obligado a
retirarse sin gloria.

En el caso de los hombres, está en su naturaleza
adquirir obligaciones entre sí, tanto por los favores que
se hacen por los que se reciben.

De principatibus ecclesiasticis.

Para los principados eclesiásticos existen dificultades
antes de poseer al estado, ya que se adquieren con virtud o con
fortuna y se conservan sin la una o sin la otra. Estos
príncipes son los únicos que tienen que Estados y
no los defienden; súbditos y no los gobiernan; los
Estados, a pesar de hallarse indefensos, no les son arrebatados,
y los súbditos, a pesar de carecer de gobierno, no se
preocupan, ni piensan, ni podrán sustraerse a su dominio, por
consiguiente estos principados son los únicos seguros y
felices.

Esto se debe, en teoría,
a que están gobernados por leyes superiores, leyes no de
este planeta, es decir, por leyes de Dios y como desde
época antigua Dios ha estado presente y es una fuente
constante de poder.

Quot sint genera militia et de mercenariis
militibus.

Como todos sabemos el ejército es uno de los puntos
más importantes al momento de defender un país, y
han existido diversos personajes que se caracterizaron por ser
buenos estrategas, tenemos el caso de Alejandro
Magno, que conquistó Asia con un
ejército modesto, Napoleón
Bonaparte, uno de los mejores estrategas que ha tenido
Francia y el mundo.

Los cimientos principales y fundamentos de todos los estados,
nuevos, antiguos o mixtos, consisten en las buenas leyes y las
buenas tropas; las tropas.

Las tropas con que un príncipe defiende su Estado o le
son propias, o mercenarias, auxiliares o mixtas. Las mercenarias
y las auxiliares son inútiles y peligrosas, y el
príncipe cuyo gobierno descanse en soldados mercenarios no
estará nunca seguro ni
tranquilo, porque están desunidos, porque son ambiciosos,
si disciplina,
desleales; valientes entre los amigos, pero cobardes cuando se
encuentran frente a los enemigos; ni temerosas de Dios ni leales
con los hombres, con ellas sólo se retrasa la ruina en la
medida en que se retrasa el ataque y la razón recae en que
estas tropas no tienen otro incentivo ni otro motivo que las
lleve a la batalla que el sueldo.

O sea, quieren ser soldados del príncipe mientras
éste no haga la guerra, pero
en cuanto la guerra llega o huyen o se van, solo importa
cuánto les pagan y no tiene lealtad hacia el
representante, por eso muchas veces se dice que por más
dinero que tengas no vale si no cuidas el lado personal del
ejército.

Una de las ciudades que ha mantenido su prestigio es la ciudad
de Esparta, hombres fuertes, expertos en la guerra, se dice que
un hombre de
Esparta equivalía a 3 hombres de cualquier otro ejercito,
su fama los antepone y sería el ejercito que cualquier
país desearía, además de que eran leales a
su jefe y su patria, orgullosos y valientes.

Las tropas auxiliares son aquellas que se disponen cuando se
llama a un príncipe poderoso para que con sus tropas venga
a ayudarte y defenderte. Estas tropas pueden ser útiles y
buenas para sus amos, pero para quien las llama son casi siempre
perjudiciales; pues si pierden, queda derrotado, y si ganan, se
convierte en su prisionero.

Aquí se da un claro ejemplo de nuestra época,
Estados Unidos
penetró en Irak
intentando derrocar su tipo de gobierno pero al haber ganado se
adjudicó su recursos
naturales, tales como el
petróleo.

Se concluye de esto que todo el que no quiera vencer no tiene
más que servirse de esas tropas, porque son
muchísimo más peligrosas que las mercenarias, pues
están perfectamente unidas y obedecen ciegamente a sus
jefes, con lo cual la ruina es inmediata.

Todo príncipe prudente ha desechado estas tropas y se
ha refugiado en las propias, y ha preferido perder las suyas a
vencer con las otras, considerando que no es victoria verdadera
la que se obtiene con armas ajenas.

Para finalizar este tema de las tropas auxiliares, sucede que
las armas ajenas o se caen de los hombres del príncipe, o
le pesan, o le oprimen.

Una frase que describe con total claridad es la siguiente, que
la creo Tácito en el siglo XIII:

"Quod nihil sit tam infirmum aut instabile quam fama potentiae
non sua vi nixa"

Quod principem deceam circa militiam.

Un príncipe no debe, entonces, tener otro objeto, ni
pensamiento,
ni preocuparse de cosa alguna fuera de la guerra, y lo que a su
orden y disciplina corresponde, porque esté es un arte que
corresponde exclusivamente a quien manda. Pues la razón
principal de la pérdida de un Estado se halla siempre en
el descuido de este arte, en tanto que la condición
primera para adquirirlo es la de ser experto en el mismo.

Francesco Sforza, por medio de las armas, llegó a ser
duque de Milán.

En cuanto al adiestramiento de
la mente, el príncipe debe leer las obras de los
historiadores, examinar las acciones de los hombres ilustres, ver
cómo se han conducido en la guerra, estudiando las razones
de sus victorias y de sus derrotas a fin de que esté en
condiciones de evitar las últimas e imitar las primeras.
Y, sobre todo, hacer lo que han hecho en el pasado algunos
hombres eminentes: tomar como modelo a
alguien que con anterioridad haya sido alabado y celebrado,
conservando siempre ante sus ojos sus actitudes y
sus acciones. Se dice que Alejandro Magno imitaba a Aquiles y
César a Alejandro.


Capítulo 15 y 16.

Debe comportarse un príncipe en el trato con
súbditos y amigos, con la vara que midas serás
medido, uno debe de cultivar sus relaciones con los
súbditos y amigos para que en algún futuro puedas
pedir obediencia o favores sin que te sean negados.

Pasamos a otro tema que se debe de tener en
consideración, hablamos de la liberalidad, practicada de
manera en que se sepa que uno es tenido por tal, perjudica
porque, si se le practica virtuosamente y como es debido, no
será conocido y no te evitará ser tachado de la
cualidad opuesta.

Un príncipe no puede practicar públicamente esta
virtud sin que se perjudique, convendrá, si es prudente,
no preocuparse de ser tildado de tacaño; porque, con el
tiempo, será considerando más liberal al ver sus
súbditos que gracias sus rentas le bastan, y puede
defenderse de quien le hace la guerra y acometer nuevas empresas
sin gravar a sus pueblos.

No hay cosa que se consuma tanto a sí misma como la
liberalidad, pues cuanto más se le practica más se
pierde la facultad de practicarla. Y si hay algo que deba
evitarse, es el ser despreciado y odioso, pues ambas cosas
conduce a lo uno y a lo otro.

De crudelitate et clementia; et an sit melius amari
timeri, vel e contra.

Hablábamos antes de los súbditos y los amigos,
la duda queda entre si es mejor ser amado o temido, sin embargo
Maquiavelo
concluye que es mejor ser temido porque harán lo que
deseas por el temor de que si no lo hacen la carga del castigo
será magnánimo.

Maquiavelo comenta que todo príncipe debe desear ser
tenido por clemente y no por cruel. Y sin embargo, deben cuidarse
mal de esta clemencia, un príncipe no debe de preocuparse
porque lo acusen de cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por
objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos; porque
con pocos castigos ejemplares será más clemente que
aquellos que, por excesiva clemencia, deja multiplicar los
desórdenes, causa de matanzas y rapiñas que
perjudican a toda una población, mientras que las medidas
extremas adoptadas por el príncipe sólo perjudican
a un particular.

Surge de esto un cuestión: si es mejor ser amado que
temido o viceversa. Se responde que sería menester ser lo
uno y lo otro; pero puesto que es difícil reunirlas y que
siempre ha de faltar una, es mejor ser temido que amado. Porque,
en general, se puede decir de los hombres lo siguiente: que son
ingratos, volubles, y simulan lo que no son y disimulan lo que
son, huyen del peligro, están ávidos de ganancia, y
mientras les haces favores son completamente tuyos, te ofrecen su
sangre, sus
bienes, su
vida y sus hijos, pues ninguna necesidad tienes de ello; pero
cuando la necesidad se presenta se rebelan.

Capitulo 18 y 19.

Existen dos maneras de combatir, una con las leyes, otra con
la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la
bestia. Pero como a menudo la primera no basta, es forzoso
recurrir a la segunda. Y ya que se ve un príncipe obligado
a combatir como bestia, se debe elegir entre ser león o
zorro, el primero no sabe prevenir la trampas y el segundo no
sabe combatir a los lobos, así que se debe tener un
equilibrio
entre el zorro y el león para que cuando te llegue los
lobos los venzas y cuando llegue una trampa la puedas
superar.

El príncipe debe evitar todo aquello que lo pueda hacer
odioso o despreciable, y una vez logrado, habrá cumplido
con su deber y no tendrá nada que temer de los otros
vicios. Lo hace odioso el ser avaro y usurpador de los bienes y
de las mujeres de los súbditos, de lo que se deberá
abstenerse el príncipe para no ser odiado. Y lo hace
despreciable el ser considerado voluble, frívolo,
afeminado, asustadizo e irresoluto. Un príncipe debe temer
dos cosas: hacia dentro, que se le subleven los súbditos;
hacia fuera, que los ataquen los extranjeros poderosos.

Capítulos 20, 21, 22, 23 y 25.

Decidí poner estos capítulos en una sola
sección, esto no significa que sean de menor importancia,
el hecho es que son temas que más informativos son de
cultura
general, aquí está el desglose.

Algunos príncipes han desarmado su Estado; otros han
mantenido divididos los territorios conquistados; otros han
favorecido a sus mismos enemigos; otros se han esforzado por
atraerse a aquellos que les inspiraban recelos al comienzo de su
gobierno; otros que construyeron fortalezas y otros, en fin, que
las han demolido y destruido.

Nunca sucedió que un príncipe nuevo desarmase a
sus súbditos; por el contrario, los armó cada vez
que los encontró desarmados, porque al armarlos aquellas
armas se hacen suyas, los que te son sospechosos se vuelven
fieles y los que ya te eran fieles lo siguen siendo. Por el
contrario, si los desarmas, se empieza por ofenderlos, puesto que
se les demuestra que, por cobardía o desconfianza, se
tiene poca fe en su lealtad; y cualquiera de estas dos opiniones
engendra odio contra el príncipe.

Se estima al príncipe capaz de ser amigo o enemigo
franco, es decir, sin temores de ninguna índole, sabe
declararse abiertamente a favor de uno y en contra de otro. Esta
forma de actuar es siempre más útil que permanecer
neutral, porque si dos estados vecinos se declaran la guerra, el
príncipe puede encontrarse en uno de estos casos: que, por
ser los adversarios fuertes, tenga que temer a cualquiera de los
dos que gane la guerra.

Y siempre ocurrirá que aquél que no es tu amigo
buscará tu neutralidad, y aquél que es amigo tuyo
te exigirá que demuestres tus sentimientos con las armas,
se debe advertir que un príncipe nunca debe aliarse con
otro más poderoso para atacar a otros a no ser que las
circunstancias lo obliguen.

No es carente de importancia para un príncipe la
elección de los ministros. Estos son buenos o malos
según la prudencia del príncipe mismo. La primera
opinión que se tiene del juicio de un príncipe se
funda en los hombres que lo rodean.

Hay tres clases de inteligencia: la primera comprende las
cosas por sí mismas; la segunda entiende lo que otros
disciernen, y la tercera no comprende ni por sí misma ni
por medios de los
otros. La primera es superior, la segunda excelente y la tercera
inútil.

Los aduladores abundan en todas las cortes. Porque los hombres
se complacen tanto en lo que le es propio, y de tal modo se
engañan, que difícilmente se defienden de aquella
calamidad; y en el caso de que quieran hacerlo, se exponen al
peligro de hacerse despreciables.

Muchos creen y han creído que las cosas del mundo
están regidas por la fortuna y por Dios, de tal modo que
los hombres, a pesar de su prudencia, no pueden corregir su rumbo
ni ponerles remedio alguno.

Algunos se preguntan por qué un príncipe que
vivió en la prosperidad, después se encuentra en la
desgracia, sin que se haya operado ningún cambio en su
naturaleza o en sus cualidades. Esto se debe a que el
príncipe que confía ciegamente en la fortuna perece
en cuanto ella cambia.

CONCLUSIÓN.

Esta obra de tipo filosófica y política representa
una interesante disertación y realidad que ayuda a
comprender la evolución social y política del
mundo del renacimiento.

El Príncipe deja complejas y atrevidas
interpretaciones acerca del poder y los gobernantes. El realismo de
Nicolás Maquiavelo fue implacable, demostrando un sentido
de orden, fines políticos e ideológicos que pueden
ser convenientes para la comunidad
señalando métodos
sagaces, inteligentes, astutos, lógicos y eficaces para
lograrlos a partir de situaciones reales que predominaban en
aquel tiempo.

Este libro
está catalogado como un clásico de la historia, Maquiavelo se dio
a conocer por escribir temas políticos, es un tema que
desde tiempos antiguos fue complicado pero supo manejarlo de una
forma profesional.

El príncipe debería ser un libro
obligatorio para los políticos, un libro fundamental. Es
un clásico, y no por el hecho de que lo escribió
Maquiavelo, sino porque la historia no miente, un buen gobierno
es aquel que se maneja con inteligencia y paciencia, y nada mejor
que seguir los pasos que se muestran en este libro.

Este libro es un manual, el cual
es indispensable para todo aquel que quiera gobernar y no ser
odiado al mismo tiempo.

 

Autora:

Laura Daniela Fresnedo Machuca

Partes: 1, 2
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