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Fundamentos filosóficos de la estética (página 2)



Partes: 1, 2

 

El problema fundamental de la estética, cono disciplina
filosófica, es el de establecer la relación entre
la conciencia
estética del individuo y lo
estético objetivamente existente. Según M. S. Kagan
el problema fundamental –o como él le llama
"central"- de la estética es el de la relación
entre el arte y la
realidad (es especial con la de la vida) (2). Esto no es del todo
exacto. El arte, como quiera que se entienda (ya bien sea en el
sentido estrecho de la palabra -como el fruto de la actividad
artística de los artistas, es decir las obras de arte- o
ya bien sea en el sentido amplio de la palabra -como el sistema de
relaciones "artista – obra de arte – público"-
es siempre el fruto de un grupo reducido
de personas y no de la sociedad en
general. El hombre
común, el hombre que
incluso puede no tener una relación directa con el arte
tiene, también, una conciencia estética. Esta
conciencia estética es objeto, a su vez, de la
estética como ciencia. La
estética estudia no solo el mundo del arte, sino el universo de la
sociedad en general. El arte es, a lo sumo, la expresión
concentrada de lo estético o su potencialización,
en particular de la conciencia estética.

Desarrollo

El arte es una esfera relativamente independiente de la
producción espiritual. Está asociado
a la división social del trabajo y
pertenece a un grupo reducido de personas. El hombre común
consume el arte como consume una mercancía. Por eso, la
conciencia estética del conjunto de individuos que
conviven en una sociedad es más general que el "mundillo"
del arte. De aquí que la forma más general de esta
relación es entre la conciencia estética del hombre
individual (y del conjunto de los hombres individuales que viven
en una sociedad) y lo estético objetivamente existente (y
no del arte con la realidad).

El problema estriba en que fuera del hombre individual
(y del conjunto de los hombres individuales que viven en una
sociedad) existe lo estético como algo objetivamente
existente. Este estético, como algo objetivamente
existente, no se puede reducir a la suma de las conciencias
individuales (lo que sería considerarlo, en última
instancia, subjetivo), sino que existe fuera de la conciencia
individual, tanto del hombre individual como del conjunto de
hombre individuales que viven en una sociedad. Existe objetivado
como concepto hecho
sociedad, como un sistema de conceptos objetivados, plasmados,
cosificados, solidificados, petrificados y sedimentados en forma
de relaciones sociales.

¿Cómo es que existe lo estético
objetivado socialmente?, como relación social. Lo bello,
lo feo, lo trágico, lo cómico, lo sublime, lo
ridículo, lo heroico, lo vil y todas las categorías
estéticas existen como relación social, en el
comportarse del individuo de unos con otros, en las posiciones
que asumen en su relacionarse. Es una actitud que
relaciona a los hombres unos con otros, Claro que este
comportarse, relacionarse, etc., es una idea más, pero una
idea objetivada. Existen (estas categorías), por tanto,
como concepto hecho sociedad.

La acción
independiente del hombre individual siempre es, como norma,
consciente. Al menos interesa socialmente en tanto que es
consciente. La conducta animal
del hombre no interesa a los efectos históricos. Ahora
bien, al actuar (estos hombres) chocan las distintas voluntades,
de modo que se forma un paralelogramo de fuerzas del que surge
una resultante, resultante que es, como norma, algo que nadie
quería. La resultante del choque de estas distintas
voluntades no es consciente. Es, por ello, algo objetivo. Es
un hecho histórico que se petrifica y plasma como sistema
de relaciones sociales. Los conceptos estéticos (lo bello
y lo feo, lo trágico y lo cómico, lo sublime y lo
ridículo, lo heroico y lo vil, etc.) se proyectan en el
accionar de los hombres individuales, pero chocan y se
entrecruzan de modo que se obtiene una resultante en forma de
concepto estético objetivado.

El problema estriba en que el hombre proyecta, en su
accionar, lo estético en la misma medida en que lo
estético, objetivamente existente, se proyecta en la
cabeza del hombre. Al venir al mundo, el hombre asimila
espiritualmente, incorpora lo estético a su conciencia de
múltiples maneras, fundamentalmente descodificando el
sistema de las relaciones sociales, en las cuales se encuentra
plasmado y objetivado lo estético. Por eso, el hombre
individual hace lo estético en la misma medida en que lo
estético, objetivamente existente, hace la conciencia del
hombre.

Este concepto estético objetivado es tal que
existe en tres esferas distintas. Existe en la esfera del ser
como ser social (esfera ontológica). Existe como debe ser
de la realidad social (como esfera deontológica). Y existe
como el quiere ser (a lo que nosotros dimos en llamar esfera
teleológica).

Notemos algo. En el mundo estético la esfera del
quiere ser (o esfera teleológica) tiene significativa
importancia. En la relación estética con el mundo,
el hombre se proyecta fundamentalmente en esta tercera
dimensión. Lo bello, lo sublime, lo heroico y todos los
conceptos del sistema de valores
estéticos buscan la perfección del ser y del debe
ser, la completitud del ser y del debe ser. La función
social fundamental del arte y de lo estético es la de
completamiento de la realidad. El mundo de lo estético y
del arte (y de la relación estética del hombre con
la realidad) busca, fundamentalmente, completar el ser y el debe
ser, hacerlos más plenos, es decir hacer de estas
realidades algo no como es o como debe ser, sino como se quiere
que sea. El hombre hace un mundo a su medida, en función
de sus fines y aspiraciones. Este mundo hecho
teleológicamente es esencialmente lo estético. Por
eso no se conforma con lo que el mundo es, ni con lo que debe
ser; sino que lo complementa. Esta complementación de la
realidad es lo estético.

La idea es no sólo conocimiento,
sino también deseo, aspiración (3). El hombre crea
una segunda naturaleza y
se enreda en un sistema de relaciones sociales no sólo a
imagen y
semejanza de la primera naturaleza (en la primera naturaleza
también encontramos sistemas de
relaciones), sino superándola (se trata de la
superación de la primera naturaleza en lo estético
conforme a los fines y aspiraciones humanas). Según
Aristóteles la misión del
arte –más exactamente: del poeta- no consiste en
hablar de lo realmente sucedido, sino de lo que hubiera podido
suceder, de lo posible (4). En lo estético (y en el arte
en especial), el hombre actúa conforme a ideales,
recreando la naturaleza. El hombre con su conciencia no
sólo refleja el mundo objetivo, sino que lo crea (5). Esta
creación es esencialmente conforme a ideales. El ideal, es
decir la representación social sobre lo más
perfecto que constituye el fin último de la actividad
humana, es la dimensión fundamental de lo estético.
La relación estética del hombre con la realidad es
esencialmente conforme a ideales.

Según Kagan el ideal es el cuadro de lo deseado,
la imagen viva de lo que soñamos, y según él
el ideal tiene un acceso a la esfera estética más
directo y abierto que a ninguna otra esfera de la vida espiritual
(6). Los demás ideales (político, moral, etc.)
se realizan, fundamentalmente, por la vía de lo
estético. En la práctica, el hombre tiene un solo
ideal (el ideal es único, aunque puede ser internamente
contradictorio) y lo que podemos hacer es hablar de sus
dimensiones en los distintos planos (moral, político,
etc.). Por otra parte, el ideal es, esencialmente, concreto. En
la dialéctica de lo abstracto y lo concreto en torno al ideal,
la dimensión abstracta se subordina a lo concreto. Este
carácter concreto del ideal humano se pone
de manifiesto esencialmente por medio de lo estético. Lo
estético como imagen refleja de la realidad es concreto
(figurativo, singular, individual, etc.), es una forma en que lo
general se da a través de lo particular, y lo universal a
través de lo singular. De aquí que la imagen
artística y estética de la realidad sea concreta
(figurativo, etc). Por ello, la dimensión estética
del ideal humano es esencial.

El cerebro del
hombre puede apropiarse del mundo de dos maneras: ya en forma de
conocimiento teórico, adquirido por medio de operaciones
abstracto-lógicas, ya en forma de conocimiento
práctico, adquirido por vía
artístico-religiosa (7). Claro que esto hay entenderlo en
unidad: la una complementando la otra. En un inicio -a la altura
de la conciencia sincrética del hombre primitivo-
venían unidas. Notemos algo, la forma artística (o,
más exactamente, –como él llama-
artístico-religiosa), es la que da el contenido concreto
al ideal, es la que se manifiesta fundamentalmente como lo
concreto en el ideal. El ideal que se desprende de las formas
abstracto-lógicas no puede aportar lo concreto como lo
aporta las formas artístico-religiosas. En particular, lo
concreto en el ideal humano lo aporta lo artístico (o
estético). Lo religioso es sólo un complemento de
lo estético. Lo estético es más viejo que lo
religioso. La conciencia religiosa, aún bajo la forma
sincrética en el hombre primitivo, presupone la conciencia
estética. La magia, el tótem, el fetiche, el
mito, etc.
presuponen la forma figurativa de lo estético. Sin lo
figurativo aportado por lo estético no es posible ninguna
construcción intelectual
religiosa.

Un ideal abstracto no es un ideal en el pleno sentido de
la palabra. El ideal requiere ser concreto. Por eso, las formas
abstracto-lógicas no pueden ser el soporte fundamental del
ideal humano. Aunque el ideal presupone el complemento abstracto,
lógico. Sin grados elementales de abstracción no es
posible ninguna función intelectual. Pero esta
abstracción no pasa de ser en el ideal humano inicial
(allá en las profundidades del salvajismo) una forma
primigenia, elemental, rudimentaria, etc., comparada con el peso
de lo figurativo aportado por lo estético. Lo
estético y la conciencia estética es lo que da
"carne" en general al ideal humano, pues es lo que lo hace ser
esencialmente concreto.

La conciencia estética y lo estético,
objetivamente existente, son una fuerza
productiva más, son la forma esencial del ideal del hombre
(y de la sociedad). Lo estético es el núcleo de la
primera forma de conciencia. Por medio de él (de lo
estético), desde un inicio, el hombre realiza sus fines y
aspiraciones. Es cierto que en un inicio todas las formas de
conciencia venían mezcladas. La conciencia del hombre
primitivo era sincrética. Pero dentro de este sincretismo,
lo primero que se destaca como una forma relativamente
autónoma es lo estético (y lo artístico). El
ideal estético es la forma fundamental de creación
y de recreación
de la realidad. Es la forma por excelencia que permite completar
el ser y el debe ser en función del quiere ser. Por medio
de lo estítico (y del arte) el hombre (y la sociedad
primigenia) crean un ideal que es auto perfeccionamiento de la
vida social, auto superación de la limitación de la
vida social. El ideal estético es una dominación de
la naturaleza y de la propia sociedad. Es el primer acto de
dominio del
hombre, su forma esencial. Sin el ideal estético el hombre
no podría elevarse sobre la naturaleza y dominarla. Lo
estético es la fuerza que propulsa al hombre a esta
elevación y es el primer acto de libertad. Es
la forma fundamental de creación y de recreación de
la segunda naturaleza y -lo que es más importante- de
creación y recreación de la madeja de relaciones
sociales. En lo estético (objetivamente existente) y en la
conciencia estética individual el hombre perfecciona la
realidad, la supera, es decir crea una realidad conforme al
hombre, en otras palabras conforme a sus metas y aspiraciones.
Por eso es una fuerza productiva más.

Lo estético es la forma exterior que toma la
actuación humana. Toda actuación humana, cuando se
trata de un acto de libertad (lo que desde un inicio en mayor o
menor grado está presente en el comportamiento
del hombre), es un acto conforme a lo estético y bajo la
forma de lo estético. Se es libre en el acto
estético. Y como la libertad se va adquiriendo por la
sociedad paulatinamente desde un inicio prácticamente,
entonces este acto estética es primigenio. No se trata
aquí de que lo estético surgiera con el hombre (lo
estético no surge con el hombre), sino de que la primera
forma de conciencia acusada como una esfera relativamente
independiente es lo estético.

Este móvil (lo estético) se supeditada en
última instancia a la economía y la familia, es
decir a los factores determinantes en última instancia del
desarrollo
social. Lo estético no es más que una forma de
hacer consciente los motivos económicos y familiares. El
ideal estético (en particular, el de la belleza) se puede
reducir, en última instancia, a razones económicas.
Es bello lo que económicamente es bello. El hombre crea
según las leyes de la
belleza (8). O lo que es lo mismo, la forma de realización
de la creación humana es la forma de lo bello (y de lo
estético en general, una vez que lo estético no
puede ser reducido a lo bello). De modo que la economía se
impone por medio del acto de la creación como
economía creada o como creación
económica.

Notemos algo. Comúnmente lo estético se
interpreta como si fuera algo "inútil", algo puramente
"altruista" o "totalmente desinteresada". Al respecto I. Kant nos dice que
cada cual debe confesar que el juicio sobre belleza en el que se
mezcla el menor interés es
muy parcial y no es un juicio puro de gusto, y afirma que cada
cual tiene conciencia de que la satisfacción en lo bello
se da en él sin interés alguno (9). Esto hasta
cierto grado es cierto, pero de aquí no se puede sacar la
conclusión de que el arte (y lo estético) no sea un
motivo de la economía. Los que así piensan no ven
el entronque de lo estético con las fuerzas productivas de
la humanidad, de modo que ven en lo estético algo "que
está por demás entre los hombres" (como la
apéndice en el ser humano), algo que "el hombre hace por
gusto o improductivamente" (pero nunca por una razón
práctica). Lo estético es tan práctico como
la economía. El primero es expresión del segundo. Y
no es que el hombre guarde una relación puramente
utilitaria con lo estético, pero lo estético es tan
útil como cualquiera otra fuerza productiva. Es una de las
primeras fuerzas productivas creadas no por la naturaleza, sino
por el propio hombre.

Lo bello (como categoría fundamental de lo
estético) no es otra cosa que la correspondencia de lo
real (ya bien sea de la realidad natural o ya bien sea de la
realidad artificial, de la creada por el hombre, en particular
como obra de arte) con el ideal estético, objetivamente
existente. Y el objeto nos resulta bello individualmente cuando
se corresponde con el ideal subjetivado que tenemos de lo
estético en nuestra conciencia individual. Claro que el
ideal de lo bello, objetivamente existente, es histórico y
clasista, y claro que el ideal subjetivado que tenemos de lo
bello es personalizado. Pero así y todo lo bello tiene una
dimensión universal, razón por la cual es una
fuerza productiva más. El hombre está dispuesto a
renunciar a un ideal de belleza una vez que ha elaborado otro
superior. Y será superior aquel ideal de belleza que
encarne el ideal de la clase social
que sea la fuerza social más progresista de la
sociedad.

El artista en el fondo lo que hace es interpretar,
aprehender, asimilar lo estético (objetivamente existente)
y plasmarlo en su obra de arte de formas pura, condensada, etc.
(incluso superando la propia realidad), de modo que plasme lo que
los hombres aspiran que sea (realizando el ideal de forma
concreta en la obra de arte), es decir perfeccionando el ser y el
debe ser. El artista se apropia del ideal estético de una
sociedad, de un grupo social, de una clase, etc., ideal
estético que existe objetivamente, y lo plasma de forma
pura en su obra de arte. Hasta dónde la obra de arte
encarna lo estético (en particular lo bello) es una cosa
que depende del grado de maestría del artista y de su
genialidad para captar lo estético (o en su lugar, lo
bello).

El primer intento por analizar teóricamente lo
bello fue hecho por los pitagóricos. Estos afirmaban que
lo bello es una ley objetiva de
la naturaleza (la belleza como propiedad
natural). Esta concepción resurgió después
muchas veces y hoy algunos hablan de la belleza como la
simetría, el ritmo, la medida, la armonía, la
forma, etc., en las cosas. El punto de vista de los
pitagóricos fue sometido a crítica
por Platón.
Éste se vio forzado a buscar la belleza en la
relación entre lo material y lo ideal, como afinidad del
objeto a su previa imagen ideal, entendiendo lo ideal como
principio espiritual del mundo. El punto de vista
platónico se mantiene hoy día en muchos autores.
Este punto de vista –el de Platón
fue criticado, a su vez, por Hume y Kant, según los cuales
la belleza es una determinación subjetiva, como juego de
fuerzas espirituales, etc. Los neokantianos desarrollaron el
punto de vista anterior. Hoy día, muchos teóricos
tratan de encontrar la belleza en la relación de lo
objetivo con lo subjetivo, tratando de hacer renacer los
elementos racionales del punto de vista subjetivista y del punto
de vista objetivista. Claro que hay una determinación
subjetiva de la belleza (la belleza como contenido de la
conciencia individual). Pero la belleza sale de lo subjetivo a lo
objetivo, como determinación de la conciencia social, como
la belleza plasmada, objetivada y solidificada en el sistema de
relaciones sociales. Platón descubre la naturaleza
objetiva de la belleza, pero malinterpreta esta
determinación, al considerar el mundo de las ideas (de las
cuales las cosas reales son copias) como primario. La belleza es
de naturaleza objetiva e ideal (en lo fundamental), pero
también de naturaleza social (es decir, secundaria a la
naturaleza).

El problema de la relación entre la conciencia
estética individual del hombre (y de la humanidad) con lo
estético (objetivamente existente) es el problema
fundamental, como vimos, de la estética como disciplina.
Este problema tiene varios subproblemas a tratar. En primer
lugar, se trata de saber si fuera de la conciencia del hombre
individual o de la conciencia del conjunto de hombres
individuales existe lo estético, como algo objetivamente
existente. Este problema ya lo resolvimos anteriormente. En
segundo lugar, una vez que declaremos lo estético
(además de subjetivo) objetivo, entonces hay que responder
a la cuestión de saber quién determina a
quién: la conciencia estética individual a lo
estético objetivamente existente o, por el contrario, lo
estético objetivamente existen a la conciencia
estética individual. Y en tercer lugar, responder a la
pregunta de si estos dos estéticos (el subjetivo y el
objetivo) son coincidentes, idénticos.

Es evidente que lo estético objetivamente
existente determina en última instancia a la conciencia
estética individual. Se trata de la relación entre
la conciencia individual y la conciencia social. Aquí hay
que presumir que la conciencia social determina en última
instancia la conciencia individual.

El ideal estético (el de belleza
fundamentalmente), objetivamente existente, se forma en el choque
de las distintas voluntades, surge como un concepto más
objetivado y plasmado como sociedad. No es que el hombre
individual parta, en un inicio (allá en las profundidades
de la sociedad primitiva), de conceptos estéticos
subjetivos, para después proyectar esta subjetividad en
objetividad. El punto de partida de lo estético es su
estado
objetivo y no su estado subjetivo. Esto se explica perfectamente
por el hecho de que el concepto, que se hace sociedad, surge como
algo totalmente nuevo, en general, del choque de las voluntades.
Chocan las voluntades, partiendo de determinados conceptos, y
surge una resultante, que es a su vez un concepto totalmente
nueva.

La acción inicial (la del hombre primitivo) era
aestética. Lo estético no surgió con el
surgimiento del hombre. Hubo un tiempo en que
existió la sociedad y no existía lo
estético. Lo estético surgió después.
Cuando la división del trabajo (latente en el seno de la
sociedad salvaje) se desarrolló al grado tal en que
el trabajo
físico concreto del hombre individual no coincidía
con la actividad del grupo (al cual pertenecía). La
actividad espiritual (de este hombre individual) al desarrollarse
la división del trabajo no coincide con la actividad
física (de
este propio hombre individual). El individuo, aquí (a la
altura de este estado primitivo), tiene que representarse
íntegramente la actividad del grupo (al cual pertenece),
pero ejecutar sólo una operación aislada (como
parte de la actividad integral del grupo). Con ello se da la
premisa esencial para que la actividad intelectual se separe de
la actividad física, no sólo a escala del grupo
sino también a escala del propio individuo. Ahora lo que
el hombre individual hace físicamente no coincide con lo
que el hombre individual hace intelectualmente.

Surge entonces la idea de cómo hacer las cosas de
forma socialmente organizada, la idea de la división del
trabajo, inicialmente bajo las formas naturales, es decir por el
sexo, la edad,
etc. Esta idea de la división del trabajo no coincide con
el trabajo propio del individuo. Por tanto, idea del trabajo y
trabajo físico son distintos. Pero si esto es así,
entonces el individuo tiene ahora un proyecto de esta
actividad. No se trata aún de un ideal estético,
sino de una idea-proyecto inicial. Mientras el grupo era reducido
y esta división del trabajo era muy simple, esto no
acarreaba consecuencias secundarias. Pero cuando se desarrollo la
división del trabajo, al grado tal en que chocan las
distintas voluntades formándose un paralelogramo de
fuerzas, entonces surge una resultante, que es en el fondo lo que
nadie quería. Surge así un nuevo hecho
histórico: un ideal social, el ideal de actividad humana
de este grupo social. Este ideal, como vimos, tiene por
núcleo esencial lo estético.

Antes de este momento, el hombre primitivo veía
la naturaleza como un cuerpo no orgánico que le
pertenecía (10), de modo que este hombre instintivo no se
destaca a sí mismo de la naturaleza (11). Pero cuando ya
el hombre diferencia su actividad intelectual de su actividad
física y se forma un ideal social, como algo objetivo, que
se encuentra fuera de los hombres individuales, entonces el
hombre deja de ser un ser instintivo (deja de comportarse
según los instintos) y empieza a comportarse según
ideales.

El ideal mediatiza la conducta humana.
El animal (y el hombre instintivo) se comporta según un
programa muy
simple. Ante un estímulo se obtiene una respuesta muy
determinada. Su psiquismo lo hace moverse en el sistema
"estímulo-respuesta". El hombre que idealiza su actividad
mediatiza su conducta. El esquema en este caso es
"estímulo-ideal-respuesta", de modo que a un
estímulo dado no se obtiene una respuesta predeterminada
de antemano. El ideal determina la respuesta (y no el
instinto).

En un inicio este ideal social era muy rudimentario.
Pero así y todo contenía los elementos esenciales
de lo estético, aunque con un sincretismo de los otros
elementos de conciencia, los elementos que más tarde
devinieron en formas de la conciencia social. El ideal es,
esencialmente, un fenómeno estético, o es lo
estético (objetivamente existente) el componente
fundamental de este ideal. El desarrollo ulterior de este ideal
es el desarrollo, entre otras cosas, de lo
estético.

Las categorías de lo estético (no
sólo lo bello y lo feo, sino también lo sublime, lo
ridículo, lo trágico, lo cómico, lo heroico,
lo vil, etc.) son el fruto de un largo desarrollo social. No es
que estas categorías se encuentren instaladas
únicamente en la conciencia individual (como muchos
creen), sino que existen objetivamente plasmadas en el sistema de
las relaciones sociales. Ellas son las formas en que existe
plasmado el ideal social (fundamentalmente el ideal
estético) en la sociedad. Estas categorías
estéticas existen plasmadas y objetivadas como relaciones
sociales, son conceptos hechos sociedad.

De aquí lo difícil que es definir estas
categorías (darles una determinación racional).
Estas categorías existen plasmadas como valores en el
sistema de relaciones sociales, y sólo se pueden
aprehender (en lo fundamental) en la interacción social con ellas, al
descodificar el sistema de las relaciones sociales. Esto es lo
que hace el artista con su obra de arte: apropiarse el concepto y
plasmarlo en su obra. La vía gnoseológica para
apropiárselas (aunque funciona) no es determinante. Es el
artista el que es el especialista en descosificar estos conceptos
(y no el científico o el filósofo), aunque el
científico y el filósofo pueden, también,
acceder a ellas. El análisis científico
filosófico de estas categorías no interesa
aquí.

El tercer aspecto de este problema fundamental (el de la
relación de la conciencia estética individual y
colectiva con lo estético, objetivamente existente) es el
de la identidad o el
problema de saber si entre la determinación subjetiva de
lo estético y la determinación objetiva existe
identidad, es decir saber si estas dos determinaciones son
equivalentes, iguales, coincidentes o
idénticos.

Muchos autores niegan esta identidad de múltiples
maneras. Algunos declaran lo estético como incognoscible o
no asequible a la razón. Si lo estético se declara
irracional, entonces no es posible la identidad entre la forma
subjetivo-consciente y lo estéticamente objetivo, pues la
forma racional (conceptual) es imprescindible para la toma de
conciencia (de forma subjetiva) en términos de identidad
de lo estético. Pudiera pensarse, por ejemplo, que el
placer estético se deriva del inconciente, que
aquél (el placer estético) es una función de
los "instintos" irracionales del hombre, ocultos en el
inconciente. Si ahora identificamos el placer estético (la
forma subjetiva individual en que toma cuerpo la "percepción" de lo estético
objetivamente existente) con la toma de conciencia de lo
estético, entonces se hace evidente que no es posible la
identidad entre lo estético objetivamente existente con la
expresión subjetivo de lo estético. Según S.
Freud la
aceptación conciente de los defectuosos procedimientos de
lo inconciente es un medio para la producción del placer
estético, más exactamente del placer de lo
cómico (13). Para Freud no es posible la identidad en la
medida en que lo estético es irracional. Según
él buscamos extraer placer de la actividad del aparato
anímico, lo que constituye –según él-
la actividad estética (14). Quiere esto decir, que el
hombre –según él- no puede formar una imagen
racional de lo estético. De lo que se trata es de saber si
el hombre puede, en su conciente, formar una imagen exacta,
idéntica de lo estético objetivamente existente.
Evidentemente la forma subjetiva de lo estético y la forma
objetiva son coincidentes.

En la circulación espiritual de lo
estético lo que se hace es objetivar y subjetivar en un
sistema de dobles metamorfosis lo estético, que en esencia
es uno. Aquí no interesa, por ahora, el acto de
producción de lo estético. Lo que interesa es su
proceso de
circulación. Al apropiarse de lo estético
objetivamente existente, el hombre lo que hace es descodificar,
por medio de su actividad (y no necesariamente como acto
puramente gnoseológico), este estético, de modo que
la imagen subjetiva coincide con el concepto objetivo. El proceso
inverso, el proceso de cosificación de lo estético
por el hombre, por medio de su actividad, es, a su vez, el
proceso de desubjetivación del concepto. Al objetivar el
concepto y al subjetivarlo, al descodificarlo y cosificarlo,
etc., el hombre no añade más ideal (concepto) del
que hay en un inicio ni quita un ápice de lo ideal
(concepto) en cuestión. Lo ideal (concepto) no brota de la
circulación espiritual ni se consume en ella. Por eso, la
identidad entre concepto objetivo y concepto subjetivo se
desprende de la comprensión cabal de lo naturaleza de la
circulación espiritual de lo estético.

Claro que esta identidad es sólo potencial, y es
real sólo como proceso social, es decir entendido a escala
social. A escala individual, cada individuo personifica un
concepto muy limitado de lo estético (objetivamente
existente). Cada cual se apropia el concepto de lo
estético a su manera, es su subsistema de relaciones
sociales, como concepto de clase social, de grupo social, de
identidad cultural, etc. Además, esta apropiación
es histórica, propia de una época, de un momento de
existencia social. Pero así y todo, la identidad a escala
social se da sin discusión. Lo estético,
objetivamente existente, no es otra cosa (una vez que se instaura
el sistema de dobles metamorfosis de la circulación
espiritual) que la proyección de lo estético
subjetivamente existente. La conciencia individual hace lo
estético objetivamente existente, en la misma medida en
que lo estético objetivamente existente hace la conciencia
individual (se trata de este efecto en la circulación
espiritual). Por tanto, lo estético objetivo y lo
estético subjetivo son coincidentes.

Hay que señalar que en esta identidad se da la
dialéctica de lo relativo y lo absoluto. Por una parte, lo
estético subjetivamente existente es muy relativo. Es
relativo al hombre, relativo al lugar social de este hombre. Es
relativo a la época histórica que este hombre le
toca vivir, etc. Pero, por la otra, en cada concreción a
escala individual de lo estético hay un elemento absoluto.
Lo estético, desde que surgió hasta nuestros
días, es una continuidad histórica. En su
desarrollo hay, como en toda la historia humana, una
conexión histórica. Un nuevo concepto
estético sólo puede erigirse sobre la cabeza muerta
del anterior, de modo que contiene como momento suyo (entre otras
cosas) el concepto anterior. Así, por ejemplo, el concepto
moderno de lo bello, aún bajo la forma abigarrada de las
diferencias individuales, es la continuación del concepto
anterior (clásico, romántico, etc.), de modo que
contiene un elemento absoluto.

Esta continuidad histórica de lo estético
está condicionada por la continuidad histórica de
la economía. La historia es, en última instancia,
la historia de la economía. Pero la economía
substantiva lo estético, de modo que lo estético
tiene historia, aunque derivada de la economía. Es decir,
tiene continuidad histórica. Esta historia hay que
buscarla, fundamentalmente, en la dialéctica de lo
relativo y lo absoluto.

Notemos algo. La historia de lo estético arranca
del acto mismo de su producción. Es decir, en el acto de
su producción (al chocar las distintas voluntades y
formarse el concepto estético como algo objetivamente
existente) el hombre parte (no ya en su inicio, sino
después) de sus conceptos estéticos subjetivos,
previamente formados. De modo que lo que viene después (lo
estético objetivamente existente) es la
continuación de lo que había antes. Pero lo que
había antes (el concepto subjetivo) es el fruto de la
descosificación del concepto objetivamente existente. Y
así sucesivamente. El punto de partida hay que buscarlo,
entonces, en el primer concepto estético formado (lo que
ya vimos). Y como lo estético es una fuerza productiva
más, entonces hay una historia de esta fuerza productiva
(que es lo estético).

Ahora bien, en el hacer del hombre individual se crea
también lo estético. Cada hombre individual (y en
especial, el artista) crea, a su modo, lo estético, como
estético objetivamente existente. Al proyectar su concepto
subjetivo de lo estético, el hombre modifica el ideal
estético (objetivamente existente). El hombre, con su
conciencia individual, produce, también, lo
estético, es decir modifica al cosificar su concepto
subjetivo el ideal estético. La conciencia individual hace
lo estético (objetivamente existente) en la misma medida
en que lo estético hace la conciencia estética
individual, lo que en esta dialéctica lo que determina en
última instancia es lo estético objetivamente
existente.

La conciencia individual tiene la peregrina cualidad de
producir más ideal (se trata de lo ideal y no de "el
ideal") del que se invirtió en su producción. Por
eso, está en condiciones de producir lo estético
(lo estético es de naturaleza ideal). El artista, en el
fondo, se encarga de esto. El arte (lo que contiene al artista)
existe en virtud de la división social del trabajo. Es una
rama destacada de la producción espiritual (como la ciencia o
la filosofía), que tiene por finalidad
producir lo estético (en particular, lo bello).
Según Kagan, el objetivo del arte consiste en ampliar,
profundizar y organizar la experiencia estética de la
humanidad (15). Esto es cierto, pero no del toda exacto. El arte
no sólo metaboliza lo estético, sino que en cierta
medida lo crea. La conciencia del hombre no sólo refleja
el mundo, sino que también lo crea. El artista es el
destacado por la división social del trabajo para la
producción especializada de lo estético.

Claro que esta producción es tomando en cuenta lo
estético objetivamente existente. El artista no vive un
mundo independiente (como a veces se cree) de la experiencia
social. Sea cual sea este arte (hasta el abstraccionismo o el
formalismo), es siempre expresión de lo estético
objetivamente existente. Es su continuidad. Recordemos que la
conciencia estética del artista se forma en la
descosificación de lo estético objetivamente
existente. El artista, al plasmar su obra de arte, lo que hace es
objetivar su conciencia. La obra de arte es una
objetivación del contenido de conciencia. La obra de arte,
aunque está plasmada (objetivada) en un soporte material
no es nunca materialidad. Ella es obra de arte en virtud de que
es la cosificación de una idea. Como obra de arte,
interesa en cuanto es idea y no interesa en tanto que
materialidad. Desde este punto de vista, la producción del
artista es producción social.

El ciclo de la circulación espiritual, relativa a
la circulación espiritual de la obra de arte, es el mismo
que todo ciclo de la circulación espiritual; de su estado
subjetivo (en la conciencia del artista) a su estado objetivo
(plasmado en la obra de arte), y de éste a su estado
subjetivo (descosificado por la conciencia del público).
Comúnmente se piensa que la conciencia artística de
los hombres individuales es esencialmente el reflejo del arte.
Esta tesis olvida
de que el arte, a su vez, es reflejo ideal, secundario a su vez a
lo estético objetivamente existente. El arte no existe
independientemente de lo estético, como lo estético
objetivado en el sistema de relaciones sociales. Este
estético es el verdadero soporte ideal de todo lo otro
estéticamente existente.

El arte, por el contrario, es la verdadera conciencia
individual de lo estético, lo verdaderamente subjetivo. La
obra de arte no es más que la objetivación de lo
subjetivo, que no es lo mismo que lo estético
objetivamente existente. La obra de arte es una tercera realidad,
que se levanta sobre la segunda, es decir el sistema de
relaciones sociales. Junto a la conciencia individual
estética del hombre individual (que puede no guardar
relación con el arte, pero nunca no guardar
relación con lo estético objetivamente existente
como sistema de relaciones sociales) existe el reflejo
artístico (es decir, el arte) de los artistas. El hombre
común lo que hace es referirse a la producción de
los artistas como si se tratara de su propia conciencia. El
arista es el que se encarga, por la división social del
trabajo, de producir la conciencia individual estética. O
es su conciencia estética individual la forma más
completa, armoniosa y acabada de la conciencia estética
individual.

Por eso es que el hombre individual se relaciona con la
producción del artista (con la obra de arte) como el que
se relaciona con una mercancía, como algo que satisface
una necesidad, ya no material pero sí espiritual. El
hombre individual se dirige al arte porque es la forma más
fácil (el camino más corto) de dirigirse a lo
estético.

Notemos algo. Desde este punto de vista, el arte
entronca con la realidad no sólo por su productor (es
decir, por el vínculo de la conciencia individual del
arista con la realidad), sino también por su
público. El artista tiene que producir para un
público, y es este público el que tiene
necesidades, de modo que hay que producir para satisfacer las
necesidades del público (y no por auto complacencia u otra
razón). El artista puede auto engañarse y pensar
que se complace a sí mismo en su acto de
producción. Pero es el público el que avala la
producción del artista, el que la hace social, sustantiva,
etc.

El hombre común puede dirigirse (relacionarse)
con lo estético (en tanto que concepto hecho sociedad)
directamente (y de hecho continuamente lo hace), pero sede esta
papel al artista. Es la razón de la división social
del trabajo, de destacar un destacamento de hombres
especializados en reflejar lo estético. Sin este
destacamento, el hombre tendría que empezar de nuevo todos
los días el acto reflejo (descosificativo). El artista
suple (satisface) esta necesidad. El hombre común se
relaciona con el artista como con el que produce una
mercancía, como el especializado por la división
social del trabajo. La relación que guarda con el arte es
la misma que guarda con la filosofía o con la
ciencia.

Notemos algo más. El hecho de que el arte sea
ahora (en el mundo actual) una mercancía no quiere decir
que siempre lo fuera ni que toda producción
artística revista la
forma de mercancía. El carácter mercantil de la
producción artística se inserta en el desarrollo de
la producción mercantil. El arte, la ciencia, la
filosofía y todas las producciones espirituales son
mercancías sólo en el contexto de una sociedad que
ha desarrollado la producción mercantil hasta el punto de
que la mercancía sea la célula
económica de la sociedad. Antes de esto y fuera de esto,
la producción espiritual no reviste la forma de
mercancía. Pero una vez que existe la división
social del trabajo, el hombre común se relaciona con la
producción espiritual como con el producto del
trabajo de hombres que se han especializado en dicha
producción.

Es evidente que la imagen estética del hombre
individual, ahora personificado en la imagen estética del
artista (una vez que éste ha sustantivado o personificado
en la división social del trabajo esta función), es
coincidente con el concepto estético hecho sociedad. El
uno agota el otro, aunque para ello tengan que subdividirse
internamente. El problema estriba en que, en lo fundamental, cada
clase social, cada grupo social, etc., tiene sus artistas (es
decir, tiene su arte). Estos artistas, en calidad de
sistema, encarnan el ideal estético de la sociedad, de
modo que la forma más acabada de este ideal se encuentra
en el ideal del grupo de artistas que sustantiva el progreso
social. Pero no debemos confundirnos, cada grupo social,
personificado en sus artistas, encarna un cuerpo relativamente
independiente del ideal estético social, aunque se trate
de grupos
sociales que no sustantivan el progreso social (en lo
fundamental). El ideal estético es de la sociedad, por eso
tiene como momento suyo el cuerpo reaccionario (no sólo el
progresista).

Este elemento se pierde de vista en ocasiones. El arte
no es sólo el arte progresista, es también arte
reaccionario. El cuerpo del arte es uno, aunque pueda ser
internamente contradictorio. La función social esencial
del arte es la de complementación de la realidad (cada
forma de la conciencia social tiene una función
fundamental que es exclusiva suya, y que las demás formas
de la conciencia social sólo cumplen a medias), y la
realidad se complementa para toda la sociedad (y no para un grupo
social determinado). El arte es de la sociedad, aunque el ideal
del grupo social de vanguardia es
la punta más visible de este ideal (es su cuerpo
fundamental). En esta unidad plural se da la identidad entre la
conciencia estética y el ideal estético objetivo de
la sociedad.

También el ideal estético de la sociedad
es una unidad plural. Los distintos grupos sociales
proyectan su conciencia individual (personificada en sus
artistas), de modo que se obtiene una resultante, resultante que
es algo distinta para cada grupo social, pero que entroncan
(estas resultantes) las unas con las otras en una resultante
total, que es en suma el ideal estético de la
sociedad.

Se puede invertir la relación anterior. Es decir,
se puede afirmar que por cuanto el ideal estético de la
sociedad es una unidad plural, entonces la conciencia
estética individualizada es, a su vez, una unidad plural.
Es que los distintos grupos sociales ocupan posiciones distintas
en la división del trabajo, de modo que proyectan su ideal
social (no ya el estético en particular, sino el ideal en
general) desde múltiples posiciones, obteniéndose
la diversidad en el concepto hecho sociedad en cuestión.
En esta dialéctica (en la dialéctica de la unidad y
la diversidad) se da la identidad entre la conciencia
estética individual y el ideal estético de la
sociedad, ideal estético que es en lo fundamental
objetivo, pues existe como concepto hecho sociedad (es decir,
como conciencia social).

El segundo problema, o problema secundario de la
estética (o problema central), es el de la propuesta
estética que hace una u otra filosofía. Parece ser
que los filósofos, los estetas, los
teóricos, lo críticos de arte, los artistas, etc.,
no pueden permanecer indiferentes ante los distintos conceptos de
lo bello, de lo feo, de lo trágico, de lo cómico,
de lo sublime, etc., que encontramos en la sociedad, ya bien sea
objetivado como conciencia social (como concepto hecho sociedad)
o ya bien sea subjetivado como arte o conciencia individual.
Cualquiera que sea la función (social, etc.) que se le
atribuye al arte (y a lo estético) por uno u otro
pensador, siempre nos encontramos con que hay una propuesta
estética.

El arte es entendido de múltiples maneras por los
distintos pensadores. Es entendido como aquello que debe causar
placer estético, agradar, distraer, etc.; como lo que
está llamado a educar al hombre, a ser el manual de la
vida, etc.; como aquello que está encaminado a eliminar en
las personas las impurezas de la vida humana real, a purificar
las almas, etc.; como aquello que está encaminado al
conocimiento más completo de la realidad, el
conocimiento de las leyes de la vida humana, etc.; como
aquello que su objetivo supremo consiste en crear modelos de la
vida, prototipos según no lo que es la vida sino de
cómo debe ser, etc.; como una condena de la realidad
trivial, un desenmascaramiento severo e implacable de la vida,
etc.; como un medio de comunicación, una especie de lenguaje,
etc.; como aquello que sirve de auto expresión del
individuo, como la expresión de lo inaccesible a la
comprensión de otros, etc.; como una descarga de
energía espontánea e impulsiva, como un juego del
aparato anímico del individuo, como una expresión
de lo lívido, etc.; como un sueño, una
ilusión, una realización ilusoria de deseos
irrealizables, etc.; como una depuración religiosa de las
almas en su camino hacia el más allá, hacia la otra
vida, etc.; como algo poli funcional, como aquello que no tiene
función específicamente propia; etc. Pero
cualquiera que sea su comprensión, siempre será
(esta comprensión) una propuesta acerca de qué
valores, conceptos, etc., debemos reafirmar y cuales debemos
combatir, rechazar, etc. Surge la cuestión a saber:
¿el arte siempre necesariamente ha de ser una propuesta
estética o puede pasar por alto esta propuesta?

Conclusiones

Parece ser que el individuo puede, dentro de sus
posibilidades, acceder a los distintos conceptos estéticos
de los distintos grupos sociales, si no en todos los casos al
menos en la mayoría. El hombre puede cultivar su gusto
estético, su facultad de apreciación
estética, etc., de modo que puede desarrollar la capacidad
de poder
aquilatar los distintos conceptos de lo bello, de lo feo, de lo
trágico, de lo cómico, de lo sublime, etc.
Según C Marx, si quieres
disfrutar del arte, debes ser una persona
artísticamente instruida (16). Pero esto no quiere decir
que no exista un perfil clasista en estos conceptos, que no haya
una dimensión clasista o de grupo social en estos
distintos conceptos. El proletario comunista difícilmente
podrá identificarse con el burgués capitalista en
su apreciación de lo heroico (y viceversa). Lo mismo se
puede decir de lo sublime, etc. Las apreciaciones de lo heroico,
de lo sublime, etc., de estos grupos sociales en ocasiones son
antagónicas. Es lógico que así sea. Son
grupos sociales (los burgueses y proletarios) que tienen
intereses contrapuestos. Por tanto, reflejarán el mundo en
oposición entre sí y las resultantes de sus
voluntades (de la que nace el concepto estético
objetivado) serán contrapuestas también entre
sí. No puede existir armonía plena y
identificación completa de lo estético en las
sociedades
antagónicas. El arte y lo estético es clasista. Por
eso cada artista, cada filósofo, cada teórico,
etc., tiene una propuesta estética. Pero, ¿cobra
sentido proponer a los demás (en una especie de
prédica social) lo que supuestamente debe
gustarle?

Evidentemente que no.

Cada individuo sabe lo que le gusta. El gusto
estético (la capacidad de aquilatar lo estético) es
a posteriori en relación al ideal estético. Primero
el hombre se apropia el ideal y después se pregunta si
este o aquel objeto encaja o no en el ideal en cuestión.
Por tanto, no hay que inculcarle nada a nadie, al menos por
principio. El individuo parte siempre de sí mismo a la
hora de adherirse a un concepto estético. Esto bien lo
sabe el artista que se relaciona con el público como aquel
que vende una mercancía. El artista Tiene (busca) su
público y el público tiene (busca) su artista. La
producción produce no sólo el objeto para el
sujeto, sino también el sujeto para el objeto (17). La
prédica estética ignora este hecho, el hecho de que
no se crea un gusto estético por medio de la
apreciación estética.

Claro que hay una dialéctica entre la
apreciación y la formación del gusto. C. Marx
señalaba que sólo la música despierta el
sentido musical del hombre (18). Es decir, sin apreciar no puede
existir gusto. Un gusto sin apreciación es abstracto. Pero
si aquello es cierto (que el gusto presupone la
apreciación) más cierto es lo contrario: que la
apreciación presupone el gusto. Para apreciar se requiere
del gusto, mucho más que la relación inversa. El
ideal estético se hace objetivo. Después el
individuo lo incorpora a su persona, en forma de conciencia
individual. Sólo ahora está en condiciones de
aquilatar lo estético, es decir desarrollar su gusto. Una
vez instalado el gusto, puede apreciar lo estético
(desarrollar el acto de constatar la adecuación o no
adecuación del objeto en cuestión al ideal).
Entonces ahora la apreciación repercute sobre el gusto:
¿de qué modo?, desarrollándolo. Lo que es
efecto se trueca, a su vez, en causa. Es un sistema de acciones y
reacciones. Pero la primera causa (el punto de partida) hay que
buscarla en lo objetivo: en el ideal estético. Claro que
de la misma manera que la sociedad produce al hombre, este
produce la sociedad (19). Pero la sociedad en última
instancia no es un producto del hombre (como en el contrato social
de Russeau), sino que el hombre es un producto social.

Desde este punto de vista, el artista (y también
el esteta, el filósofo, el teórico, el
crítico de arte, etc.) lo que puede hacer es sugerir un
concepto de lo bello, de lo heroico, etc. Pero bajo ningún
concepto desarrollar una prédica al estilo de la
prédica moral o de otra índole. No cobra sentido
una conducta así. Es banal, inconsistente, sin sentido,
superflua, etc. Claro que el artista se adhiere a un concepto muy
específico de lo estético (como se adhiere el
filósofo a su sistema). Pero esto sólo vale para el
artista. El público es indiferente a esta postura del
artista. Él (el público) se relaciona con la obra
de arte como el que se relaciona con una mercancía. La
propuesta del artista no puede pasar de una simple sugerencia
(oferta, etc.).
Y lo que vale para el artista, vale para el filósofo,
teórico, crítico de arte, etc.

Vista así, la estética en su propuesta de
lo estético no puede pasar más allá de esta
supuesta sugerencia (aunque el esteta crea que puede lograr fines
superiores). Vale aquí señalar, también, que
el teórico (esteta, crítico de arte, etc.) tiene
esta imagen invertida de las relaciones sociales porque desde su
posición social refleja así las circunstancias.
Él (el esteta, el teórico, etc.) cree poder manejar
el concepto de lo estético, cree que éste se le
subordina (como cree el jurista que se le subordinan los principios
jurídicos), sin darse cuenta que el proceso
estético (y de lo bello en especial) es objetivo. Desde la
perspectiva de productor, el artista (esteta, teórico,
etc.) cree manejar el proceso. Pero sólo lo logra en la
medida en que, en el fondo, el proceso lo controla a él.
El artista hace el arte, pero no de espaldas a la realidad; sino
de frente a ella, en consonancia con ella. La historia hace al
artista, y con éste su arte, y no el artista a la
historia.

¿Qué importa entonces que el artista,
filósofo, teórico, crítico de arte, etc., se
adhiera o se adscriba a un concepto muy específico de lo
estético, como se adhiere o adscribe el productor a su
mercancía? El proceso real es otro, no ligado directamente
a lo que quiere el productor. El proceso estético
transcurre, como todo proceso de producción social, a
espaldas de los productores, es decir como un proceso
ideal-objetivo, cuasi natural. No cobra sentido, entonces, una
propuesta estética más allá de lo que puede
ser una sugerencia estética, al estilo de cómo se
oferta una mercancía.

Bibliografía

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  • 15.- Kagan M. S. Lecciones de estética
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  • 18.- C. Marx. De sus primeras obras. Carlos Marx y F.
    Engels. Edición rusa. Moscú. 1956. Página
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  • 19.- C. Marx. Manuscritos económicos y
    filosóficos de 1844. Editorial Progreso. Moscú.
    Sin año. Página 86.

 

 

 

Autor:

Evelio Pérez Fardalez

BREVE BIOGRAFÍA DEL AUTOR: Mi nombre es Evelio A.
Pérez Fardalez. Nací en Sancti spíritus,
Cuba. Mis
estudios iniciales fueron de economía industrial, los que
desarrollé en la Universidad
Central de Las Villas. Más tarde me ocupé de la
filosofía, de la que me gradué en 1984 en la
Universidad Estatal de Moscú. Soy, actualmente, profesor de
filosofía del Instituto de Medicina de
Sancti spíritus, Cuba.

Sancti Spíritus, Cuba. "8 de mayo de
2008

Partes: 1, 2
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