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La Guerra con Chile: Primera etapa de la campaña marítima (página 2)



Partes: 1, 2

 

A partir de las 11 de la mañana Grau embiste tres
veces con el espolón; en uno de los embates, Arturo Prat,
comandante de la Esmeralda, cae sobre la cubierta del monitor, y
sucumbe de un hachazo en la cabeza. El último espolonazo
parte y hunde casi instantáneamente a la nave chilena.
Momento terrible, dice Carvajal, terrible para los hombres de la
Esmeralda, como para los del Huáscar, quienes, siguiendo
la orden de su comandante, arrían de inmediato los botes
para salvar a los náufragos. A bordo, los chilenos
rescatados, gritan: "¡Bravo Comandante Grau! Vivan los
valientes e hidalgos peruanos!" A lo que contestan la oficialidad
y tripulantes: "¡Bravo valientes chilenos de la Esmeralda,
solo cumplimos con nuestro deber!". Allí nació la
leyenda de Grau, el Caballero de los Mares. Otra fue la suerte de
la Independencia,
que se perdió en el intento de espolonear a la Covadonga;
quedó varada a la altura de punta Grueso, en un bajo de
roca no marcado en las cartas. La
conducta de
Condell, comandante de la Covadonga, fue diametralmente opuesta:
cuando el buque se hundía, mantuvo el fuego contra la
tripulación inerme. Se dijo que la falta de disciplina y
de ejercicios de artillería habrían causado la
pérdida de la Independencia, aunque Carvajal concluye que
fue una combinación del azar y de una táctica
equivocada de More, y que, como es usanza en la mar, la responsabilidad recae sobre el comandante. No hubo
un juicio contra More, pero la carga moral lo
llevó a inmolarse el 7 de junio de 1880 como jefe de la
batería del Morro de Arica.. Se perdió el mejor
buque de la escuadra peruana. La Independencia, con iguales
condiciones marineras que el Huáscar, tenía sin
embargo mayor capacidad combativa: con más poder de fuego
por andanada podía causar averías de mayor
consideración en un enfrentamiento con los blindados. El
pequeño monitor quedó solo para hacer la lucha en
el mar. Y esa campaña del pequeño gigante
será materia del
próximo volumen de la
Historia
Marítima del Perú.

Contenido y
antecedentes de la obra

La guerra entre
Perú y Chile el año 1879, infausto acontecimiento
en la América
del Sur, marcó los
destinos de dos países hermanos. Las circunstancias en que
se dieron los hechos que desembocaron en la declaratoria de
guerra el 5 de abril de 1879, así como los preparativos y
el desarrollo de
la primera fase, que comprendió la campaña
marítima, no habían sido hasta ahora estudiadas a
profundidad, especialmente por parte del Perú, al que el
tema resultaba especialmente doloroso después de la
derrota que acarreó la ocupación del territorio
patrio, y, la firma del tratado de paz llamado de Ancón,
la pérdida de la provincia de Tarapacá y la
posesión por diez años de las provincias de Tacna y
Arica. Recuperarse moralmente del sentimiento de derrota fue muy
difícil y a los peruanos les tomó posiblemente todo
el siglo XX lograrlo. En el tomo XI, v. 1 de la Historia
Marítima del Perú, publicado el año 2004 por
el Instituto de Estudios Histórico Marítimos del
Perú, con una concepción moderna de la estrategia, se
analizan las circunstancias políticas,
las decisiones sobre las operaciones
navales, el desarrollo de la campaña marítima,
así como el balance de fuerzas y poderío naval de
los países contendores. Presenta la dramática
situación política ante la
inminencia de la guerra y las provisiones de urgencia, como
examinar los buques de guerra a fin de apreciar su fuerza en
relación con la escuadra chilena. Comprende la
campaña naval, hasta los primeros días de junio,
cuando Grau, de regreso al Callao, se apresta para una nueva
campaña en el sur.

La campaña
marítima: La disputa por el control del
mar

En esta primera etapa la disputa es por el control del
mar. La determinación de la concepción
estratégica naval surge a partir de un objetivo
político, que en este caso fue de emergencia: Expulsar a
Chile del territorio invadido y eliminar la amenaza de
invasión territorial al Perú, con el fin de
asegurar la soberanía e integridad territorial de los
aliados. Así, se define el plan de
operaciones navales. El objetivo naval de Chile, como lo
manifiesta el almirante Williams Rebolledo, es bloquear Iquique y
destruir todos los elementos de carguío de guano y salitre
en Tarapacá afectando la generación de recursos fiscales
necesarios en el esfuerzo de la guerra, e impedir su
fortificación, con el fin de conquistar el control del mar
mediante la destrucción, neutralización o captura
de la escuadra peruana, y apoyar la invasión de
Tarapacá.

La disputa iba a ser por el control del mar: quien
dominara el escenario marítimo tendría ganada la
guerra. Así lo registra el contralmirante Melitón
Carvajal Pareja en su libro, cuyo
primer volumen de los tres que lo conforman, se publicó en
el 2004. La épica campaña naval, hasta el combate
de Iquique el 21 de mayo de 1879, es analizada a la luz de los
modernos conceptos estratégicos, y se apoya en la documentación de fuentes
inéditas, como el Diario de Bitácora del
Huáscar. A fines de 1878 el Perú desconocía
que tenía una guerra ad portas. Basadre en su Historia de
la
República, relata que Manuel Pardo, ex presidente del
Perú, recién llegado de Valparaíso, puso en
alerta al Gobierno sobre la
guerra que se venía. Estimaba que la grave
situación solo tenía dos caminos, evitarla o
prepararse para ella. Nada se hizo. El 14 de febrero de 1879, se
confirmaron los presagios cuando Chile ocupó Antofagasta y
entró en guerra con Bolivia. El
pueblo peruano, encendido por los medios de
opinión, reclamaba la guerra después del ataque
alevoso. Como manifiesta Basadre, se desconocía el
verdadero poder de Chile y las espantosas consecuencias de un
conflicto
armado; el aliado del Perú, Bolivia, no contaba, pues no
tenía, ni jamás tuvo poder naval. Hubo que
organizarse apuradamente. El Perú había entrado en
una contienda que no había deseado ni provocado y para la
cual no estaba preparado. Su objetivo político era de
emergencia: expulsar a Chile del territorio invadido y eliminar
la amenaza de invasión territorial al Perú. El
destino de la guerra dependía del control del mar.
Iquique, primer puerto mayor peruano viniendo del sur, y centro
principal de depósito para embarque de guano y salitre,
era una zona estratégica a disputarse. La escuadra chilena
llevaba 30 días incursionando contra los puertos del sur y
la opinión
pública demandaba que se rompiese el bloqueo de
Iquique. El gobierno peruano ordenó el zarpe de la
escuadra.

El combate de
Iquique

El punto focal del drama es el combate de Iquique, con
su carga de luz y de sombra, de triunfo y de fracaso. La saga
empieza cuando la escuadra zarpa del Callao la noche del 15 de
mayo con destino a Arica. El 20 de mayo la 1ª
división al mando del capitán de navío
Miguel Grau, zarpó de ese puerto para amanecer el 21 en
Iquique. Grau, va al comando del monitor Huáscar,
Guillermo More al de la fragata Independencia. Sus instrucciones:
batir a la corbeta Esmeralda y a la cañonera Covadonga que
sostenían el bloqueo. A las 6.30 a.m., al avistar las
naves chilenas el doble humo de las peruanas, maniobraron en el
interior del puerto para situarse mejor. El Huáscar y la
Independencia se acercan velozmente, estrechando distancias. Grau
ordena zafarrancho de combate. A las 8.30 se libra el combate. El
autor sostiene que el encuentro fue desigual, pues como dice Grau
en su informe, los
disparos de los buques chilenos eran certeros, no así los
del Huáscar. Grau decide atacar a la Esmeralda con el
espolón. A partir de las 11 de la mañana Grau
embiste tres veces con el espolón; en uno de los embates,
Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, cae sobre la cubierta
del monitor, y sucumbe de un hachazo en la cabeza. El
último espolonazo parte y hunde casi
instantáneamente a la nave chilena.

Momento terrible, dice Carvajal, terrible para los
hombres de la Esmeralda, como para los del Huáscar,
quienes, siguiendo la orden de su comandante, arrían de
inmediato los botes para salvar a los náufragos. A bordo,
los chilenos rescatados, gritan: "¡Bravo Comandante Grau!
Vivan los valientes e hidalgos peruanos!" A lo que contestan la
oficialidad y tripulantes: "¡Bravo valientes chilenos de la
Esmeralda, solo cumplimos con nuestro deber!". Allí
nació la leyenda de Grau, el Caballero de los
Mares.

Otra fue la suerte de la Independencia, que se
perdió en el intento de espolonear a la Covadonga;
quedó varada a la altura de punta Grueso, en un bajo de
roca no marcado en las cartas. La conducta de Condell, comandante
de la Covadonga, fue diametralmente opuesta: cuando el buque se
hundía, mantuvo el fuego contra la tripulación
inerme.

Se dijo que la falta de disciplina y de ejercicios de
artillería habrían causado la pérdida de la
Independencia, aunque Carvajal concluye que fue una
combinación del azar y de una táctica equivocada de
More, y que, como es usanza en la mar, la responsabilidad recae
sobre el comandante. No hubo un juicio contra More, pero la carga
moral lo llevó a inmolarse el 7 de junio de 1880 como jefe
de la batería del Morro de Arica.. Se perdió el
mejor buque de la escuadra peruana.

La Independencia, con iguales condiciones marineras que
el Huáscar, tenía sin embargo mayor capacidad
combativa: con más poder de fuego por andanada
podía causar averías de mayor consideración
en un enfrentamiento con los blindados. El pequeño monitor
quedó solo para hacer la lucha en el mar. Y esa
campaña del pequeño gigante será materia del
próximo volumen de la Historia Marítima del
Perú.

Situación de
la guerra hasta el combate de
Iquique

Hace 127 años se
inició una de las más importantes conflagraciones
de la segunda mitad del siglo XIX –la guerra entre la
alianza peruana-boliviana y la República de Chile. Este
episodio de nuestra historia siempre tendrá marcada
importancia para los peruanos, por cuanto la trayectoria del
conflicto armado y sus consecuencias guardan en el fondo varias
enseñanzas para el presente y envían un mensaje
para el futuro.
En efecto, el contralmirante Carvajal, nos recuerda que, desde el
inicio de la guerra la estrategia chilena era la invasión
del Perú por tierra, pero
las persecuciones del Huáscar y la victoria de Miguel Grau
en Iquique estorbaron magistralmente estos planes, lo que
causó un dilema en la estabilidad interna de Chile.
Entonces Chile se dio cuenta de que el plan de desplazarse en el
terreno con tranquilidad, solo lo conseguiría si
rompía aquella "muralla movible" en que se había
convertido el monitor Huáscar. Asimismo, el autor de este
volumen de la saga de la Historia Marítima del Perú
descubre un acta del Consejo de Ministros chileno del 10 de junio
de 1879, que prácticamente decide el futuro de los
aliados: dejar a Bolivia "sin salida alguna para el
Pacífico" y apoderarse de Arica y encerrar para siempre a
los bolivianos, "con un candado cuya combinación solo
conocería Chile", a decir del autor.
Esto le permite al contralmirante Carvajal desterrar la idea de
que "la guerra era únicamente un problema de guano y
salitre". Por ello, la segunda etapa de la campaña naval
de la Guerra del Pacífico, con sus cinco expediciones
expuestas en este libro, descubre el marcado contraste entre un
país militarmente disminuido como el Perú, con la
única opción del heroísmo y un rival
conscientemente armado para la guerra.

Segunda etapa de la
campaña marítima: Continúa la disputa por el
control del mar

No poder alcanzar el predominio marítimo,
arrebatarle al pequeño monitor "Huáscar" este
privilegio es la causa del desvelo de Juan Williams Rebolledo,
comandante general de la escuadra chilena; su desempeño hasta ahora ha estado marcado
por el fracaso, incapaz de domeñar al intrépido
monitor. Al otro lado del tablero, la escuadra peruana y su
comandante se aprestan para emprender la segunda fase de la
campaña marítima. Hasta ahora ha sido una gesta
bizarra del pequeño monitor y su indomable
tripulación; pero su comandante es sereno en sus juicios y
con fatalismo que nace de la objetividad, sabe que en esta
campaña marchan al encuentro con su destino. Como
él lo manifiesta, la suerte está echada. Los dos
únicos buques de combate, el "Huáscar" y la
"Unión", se encuentran en el puerto del Callao,en
vísperas de terminar sus reparaciones. La escuadra chilena
que había abandonado la plaza del Callao,
aliviándola del bloqueo, regresaba, empero a restablecer
el bloqueo del puerto de Iquique el 31 de mayo de
1879.

El plan inicial del gobierno chileno había sido
atacar a la escuadra peruana que se encontraba en reparaciones en
el Callao. Williams Rebolledo, demostrando poca claridad
táctica, se opuso tenazmente por los peligros de enviar la
escuadra tan lejos y las dificultades para la
comunicación. Más bien, propuso el bloqueo del
puerto de Iquique, dejando a cargo de esta tarea a dos de los
buques menos costosos de la escuadra, la corbeta "Esmeralda" y la
cañonera "Covadonga".

El plan fracasó cuando se produjo el combate de
Iquique y se perdió la corbeta "Esmeralda"; la
inmolación del comandante Prat y la pérdida de la
fragata peruana Independencia frente a Punta Gruesa disimularon
ante la opinión pública sus fallas tácticas.
Sin embargo, Williams Rebolledo estaba a punto de dejar el mando,
con el pretexto de su mala salud, pero en verdad
agobiado por las críticas de la opinión
pública, entre ellas por su fracaso en el bloqueo del
Callao, y las frustradas persecuciones del "Huáscar", con
la pérdida de la "Esmeralda" de por medio. Presenta su
renuncia, el 4 de junio, al fondear en Iquique de regreso de la
segunda persecución al Huáscar. El gobierno no
acepta su retiro.

El 15 de junio, absolviendo tres requerimientos que le
planteaba el ministro de Guerra y Marina, general Urrutia
ratifica su oposición a reanudar el bloqueo al Callao y
reconoce la desventaja de la escuadra chilena en velocidad
respecto de la peruana; explicaba que por ello no se había
llegado al ansiado combate decisivo, que se podía lograr
si se le dejaba al jefe de la escuadra toda la amplitud de
acción.
Coincide en la necesidad de organizar la escuadra en dos
divisiones, una para el bloqueo de Iquique, y la otra para
controlar la costa para interceptar el tráfico de los
transportes enemigos y convoyar los transportes que
conducían al ejército chileno. A fines de junio se
adoptaron estas medidas.

Finalmente, Williams Rebolledo deja el cargo el 12 de
agosto. Su empecinada pugna con Rafael Sotomayor Baeza y con el
general Justo Arteaga, comandante de las fuerzas terrestres,
así como el profundo descontento de la ciudadanía ante su incapacidad para detener
las acciones del
"Huáscar", lo llevan a apartarse. El golpe de gracia para
su desafortunada gestión
sobreviene cuando el comandante Grau a bordo del monitor
Huáscar captura el transporte
"Rímac", repleto de tropas y pertrechos. La gloria le fue
esquiva a Williams Rebolledo; a su drama personal se
aunaba una grave enfermedad bronquial. Es reemplazado por el
capitán de navío Galvarino Riveros Cárdenas.
Galvarino Riveros, finalmente logra su cometido el 8 de octubre
en el combate de Angamos donde cae el monitor "Huáscar" y
su comandante Miguel Grau.

El
Combate de Angamos

El miércoles 8 de octubre, a las 3.30, a la
altura de la península de Mejillones el comandante Grau
avistó los tres humos de la división de Riveros, al
vez que los mismos se percataban de la presencia de las naves
peruanas e iniciaban la persecución. La aparición
más tarde de los tres buques de la división de
Latorre, que cerraba el paso por el noroeste a las fuerzas
peruanas, con la de Galvarino Riveros a la zaga por el sur, solo
le dejaba a Grau forzar la marcha por el noroeste, pues el paso
por el este estaba cerrado por la costa. Entre las 8 y las 8.30
estaba prácticamente acorralado a la altura de punta
Angamos.

La persecución de los blindados estaba centrada
en el "Huáscar", en tanto que el "Loa" y "O''Higgins", por
orden de Latorre, marchaban sobre la "Unión", la
cual  tenía orden de evadir el combate. Las
instrucciones del presidente Prado indicaban que "En
ningún caso comprometerá el almirante Grau alguno
de los buques de su mando; y si encontrase buques enemigos…
solo se batirá con fuerzas inferiores, salvo encontrarse
en la imposibilidad de retirarse ante fuerzas superiores, en
cuyas circunstancias cumplirá con su deber." Estas eran
ahora las circunstancias y Grau cumplió con su
deber.  

Finalmente, se impuso la fuerza sobre la audacia y
valentía. El drama se había cerrado. De esto trata
el volumen 2 de la obra del almirante Carvajal: Historia
Marítima del Perú: La República, 1879 a
1883. 

El autor:

El contralmirante Melitón Carvajal Pareja ha
dedicado quince años a la
investigación y preparación de esta obra. Su
visión de marino y estratega, aunada a sus singulares
dotes de historiador y lúcido analista han producido una
obra madura, en la que se despejan interrogantes que durante
más de un siglo no han dejado de perturbar a los peruanos,
perdedores de esa aciaga guerra. Quedan aún pendientes de
aparecer los 2 volúmenes siguientes. El presente, consta
de 996 páginas, profusamente ilustradas con mapas, planos,
retratos, facsímiles, etc. .

Fuentes:

el autor ha examinado exhaustivamente la bibliografía peruana y
chilena y ha consultado repositorios documentales peruanos y
extranjeros como el Public record Office de Gran
Bretaña y el archivo de la
Biblioteca del
Congreso de Estados Unidos, y
principalmente, el Archivo Histórico de
Marina.

 

 

Autor:

Melitón Carvajal Pareja

Perú – 2008

Partes: 1, 2
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