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Historia social y económica de la República Dominicana (página 3)




Enviado por Yoldany



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EL HATO GANADERO

Terrenos Comuneros y Capellanías. El sistema de los
terrenos comuneros empezó a utilizarse en la segunda mitad
del siglo XVII, pero su generalización se produjo a lo
largo del siglo XVIII. El origen de este sistema radica en el
poco valor de
la tierra en
esa época y en las características de debilidad
económica del hato ganadero. Las tierras de crianza
estaban amparadas por títulos expedidos por el Rey de
España,
en teoría,
llamados Amparos Reales. Ahora bien, después de cierta
época, cuando el propietario de un Amparo
moría, sus herederos prefirieron no realizar la
partición de las tierras que abarcaba por dos razones. La
primera por los gastos que
ocasionaba la partición y, la más importante,
porque la ganadería
extensiva que se practicaba en la colonia requería enormes
extensiones de pastos y bosques y aguadas bien distribuidas De
haberse prolongado las particiones, los terrenos subdivididos
muchas veces hubiesen carecido de ríos, de la suficiente
extensión de pastos como para alimentar un determinado
número de reses, o de bosques necesarios.

Así pues, los herederos tendieron a no fraccionar
las propiedades y a permanecer como copropietarios de ellas
mediante un sistema de acciones que
se contaban en la unidad monetaria o peso de la época, por
lo que se las llamaba "pesos" La posesión de una
pequeña cantidad de "pesos" sobre una propiedad daba
iguales derechos de
utilización del conjunto de tierras de bosques y pastos,
así como de las aguas, que la de fuertes cantidades de
"pesos". La única tierra que se
consideraba propiedad privada dentro del sitio comunero era
aquella que cualquier copropietario cercaba con una buena
empalizada para evitar la entrada de animales y
poder
dedicarla a labores agrícolas y en algunos casos como
potreros. Con el tiempo se hizo
costumbre que los herederos copropietarios del sitio vendieran
parte de sus acciones a personas extrañas a la familia,
dándose lugar a una activa comercialización de esas
acciones.

Como se ofrecían en venta acciones
desde cantidades muy bajas, los liberffos y otras personas de
baja condición social podían hacerse normalmente
copropietarios de terrenos comuneros con idénticos
derechos sobre la utilización del conjunto de las tierras
indivisas para crianza de ganado. Es decir, se transformaban en
pequeños productores agrícolas y ganaderos
propietarios sin ninguna sujeción terrateniente. Por
supuesto que la mayoría de los que lograban esa
condición no sobrepasaban niveles modestos ya que el
problema no era tanto ser propietario o poseedor de tierra sino
de lo que efectivamente era la riqueza: cabezas de ganado. Estos
libertos combinaban la cría de pequeñas cantidades
de ganado vacuno y porcino con labores agrícolas a
pequeña y mediana escala,
mayormente para el autoconsumo pero también para los
mercados urbanos.
En la zona cibaeña parte de esos libertos se incorporaban
a los productores de tabaco, con un
nivel de comercialización de su producción agrícola mucho mayor que
en la banda sur.

El otro factor que incidía en las posibilidades
de movilidad social era la gran importancia que tenían las
propiedades de la iglesia en el
conjunto de la colonia. Estas riquezas, para la época
extremadamente importantes, se originaban en las frecuentes
donaciones a la iglesia antes de la muerte por
Darte de personas de todas las condiciones sociales. La
religiosidad era un elemento de la más alta importancia en
la ideología cíe la población en el siglo XVIII. Ahora bien,
las donaciones a la iglesia se hacían en la mayoría
de los casos mediante la imposición de capellanías
sobre propiedades del donante.

Por medio de estas capellanías se obtenían
los recursos
necesarios para que se cantara un número determinado de
misas al año dependiendo del valor total de la propiedad,
contando con un 5 % anual de interés
para el pago al cura oficiante, o sea de acuerdo al nivel de
usura normal en esos siglos. Una misa normalmente costaba 5 ps.
de plata, o sea que con la donación a la parroquia de
valores de 100
ps., se obtenía la celebración de una misa al
año a favor del alma del
difunto donante.

La mayor parte de las donaciones que recibía la
iglesia era en valores de tierra y en cabezas de ganado. Pero
como la puesta en producción de esa inmensa cantidad de
propiedades y recursos exigía una organización muy extensa y difícil
de lograr, la iglesia prefería arrendar a terceras
personas estos bienes, a
cambio de
recibir un interés anual de 5 o/o sobre el valor total de
las propiedades entregadas, con lo que se obtenía la suma
necesaria para la celebración de las misas, que era lo
importante para sostener económicamente a los
párrocos y a las órdenes religiosas.

Pero como la posesión de propiedades de
capellanías exigía el pago de un rédito
anual del 5 o/o de su valor en dinero, suma
para la época bastante alta si se toma en cuenta la baja
capacidad mercantil de los hatos y su baja productividad,
sólo recurrían a ese sistema las personas que o
bien no tenían propiedades o que deseaban ampliar las que
tenían por medio de un esfuerzo muy dinámico. En
este caso, ya los libertos no disponían solamente de la
tierra, como era tan fácil por la modalidad de los
terrenos comuneros, sino que disponían de las tierras
más el ganado que se encontraba en ellas y otros recursos
hasta cierto punto costosos necesarios para la ganadería
en una cierta escala. La iglesia incluso daba facilidades para
que los que tomaban propiedades a tributo de capellanías o
de otras propiedades corporativas pudiesen ir abonando el pago
del capital, es
decir, del valor de la propiedad, puesto que se prefería
tener el dinero
líquido que un interés anual bastante mediocre y a
menudo muy difícil de cobrar. Al abonar la totalidad del
capital de la propiedad que explotaban, la iglesia perdía
todo derecho sobre ella y estas personas se transformaban en
propietarios plenos de tierras y ganados. Así no era
extraño que personas que habían sido esclavos
pudieran llegar a posiciones sociales relativamente elevadas,
siendo propietarios de hatos de cientos de cabezas de ganado y de
algunos esclavos.

El sistema de donaciones a la iglesia y de tributos y
capellanías fue además un factor de movilidad
porque tendía a equiparar la distribución de las riquezas. Generalmente,
las donaciones importantes provenían, como es normal, de
grandes propietarios, con lo que dilapidaban en términos
económicos en beneficio de la búsqueda de la
salvación ultraterrena, gran parte de sus propiedades. Es
decir, los ricos paralizaban su capacidad de
multiplicación de sus riquezas y los pobres tendían
a aprovecharse de esta situación usufructuando esas
riquezas en tributos y capellanías.

Se tendía, pues, a determinadas nivelaciones de
los agrupamientos sociales en las que, sin embargo, lo
determinante era la pobreza
económica y la incapacidad de fortalecimiento de la
aristocracia colonial y los hateros. De haber habido una economía fuerte y una clase
dominante en rápida expansión, se puede asegurar
que no se hubiese manifestado una expresión
ideológica como la que tendía a la
dilapidación de las propiedades y se hubiesen creado
mecanismos institucionales que, mediante la valoración del
trabajo de los
esclavos y de las propiedades agrarias, no permitiesen el ascenso
social de las clases inferiores.

Capitulo XII

LA
REVOLUCIÓN HAITIANA

La Revolución
Francesa. Desde inicios del siglo XVIII la economía
francesa había entrado en un proceso de
crisis. El
fracaso del expansionismo de Luis XIV tuvo múltiples
consecuencias sobre toda la sociedad en
Francia. El
poder económico y político de los feudales
salió fortalecido. Así, el mercantilismo
de espíritu burgués, que había primado en el
reinado de Luis XIV, cedió a una política favorecedora
de la nobleza feudal, sobre todo de la cortesana. De este modo,
Francia fue quedando a la zaga en el desarrollo
industrial respecto a Inglaterra.

Las contradicciones sociales internas se fueron haciendo
cada vez más agudas. Por una parte estaba el problema
agrario, al seguir sufriendo la mayoría de los campesinos
franceses formas de explotación de tipo feudal. El
parasitismo de los feudales propietarios de tierras y la intensa
explotación campesina provocaron una seria crisis en la
agricultura
francesa que ocasionó frecuentes déficits en la
producción agrícola, con las secuelas de hambrunas
y disturbios sociales.

De otra parte, el sector capitalista se desarrollaba en
forma muy lenta. Las trabas que imponía el dominio de la
nobleza, como la existencia de aduanas
interiores o los impuestos
contrarios al desarrollo industrial, hacían entrar a la
burguesía, en forma cada vez más radical, en contra
del orden establecido.

Para dar justificación ideológica a las
aspiraciones de la burguesía surgió en el siglo
XVIII un brillante conjunto de pensadores opuestos al absolutismo,
cuyo núcleo más importante fue el de los
enciclopedistas (llamados así por haber redactado una obra
conjunta en varios tomos llamada La Enciclopedia). Los filósofos franceses iluministas
cuestionaron no sólo el absolutismo, sino también
la religión y
las visiones filosóficas dominantes hasta entonces. En el
plano social pugnaban por una sociedad democrática, lo que
equivalía a los deseos de la burguesía. Los
filósofos desataron una gran campaña intelectual
contra el Antiguo Régimen, creando las bases intelectuales
para una gran revolución.

La crisis de la economía francesa era tanto mayor
en la medida en que Inglaterra, desde mediados del siglo XVIII,
había iniciado un proceso tecnológico y social,
conocido como la Revolución
Industrial, mediante el cual se dio paso a la moderna
industria
fabril, lo cual le permitió ampliar su hegemonía
económica. Precisamente, una de las grandes consecuencias
para Francia de la Revolución fue que permitió la
asimilación de la Revolución Industrial, al
posibilitar el desarrollo armónico del capitalismo,
libre ya de los obstáculos del orden feudal hasta entonces
dominante.

En los años anteriores a 1789, que marca el inicio
del proceso revolucionario, en Francia la crisis económica
se había agudizado enormemente, reflejándose en una
crisis en las finanzas del
Estado. El Rey
Luis XVI intentó solucionarla mediante una serie de
reformas, pero todas fracasaron. Ante esta situación, no
tuvo otra alternativa que convocar a los Estados Generales, un
cuerpo que reuma representantes de los llamados tres estados
(nobleza, clero y estado llano o burguesía), y que no se
reunía desde el siglo XVII.

Conjuntamente se inició la ofensiva popular que a
la larga logró el derrocamiento de la monarquía absolutista y la
proclamación de la
República. La Revolución Francesa fue el
resultado de la confluencia, en una coyuntura de crisis del
Estado feudal, de las aspiraciones de la burguesía con las
del campesinado.

El conjunto de medidas tomadas por la Revolución
abolió los derechos feudales de la nobleza, abriendo la
plena propiedad de la tierra a los campesinos; eliminaba las
trabas político-jurídicas del absolutismo y
abría el camino para la modernización
económica de Francia con el desarrollo de relaciones
capitalistas y el paso del poder político a la
burguesía.

Este programa fue
realizado en una primera etapa por los revolucionarios
clásicos, girondinos y jacobinos, pero sus resultados se
obtuvieron en la institucionalización de la
Revolución bajo los regímenes del Directorio y de
Bonaparte, los cuales actuaron en todos los aspectos al servicio de la
burguesía, desechando el radicalismo pequeño
burgués de los jacobinos.

Las convulsiones que trajo la Revolución en las
relaciones de producción y en el poder político del
Estado tuvieron una gran repercusión en la política
colonial del Estado francés. Casi todos los intereses
coloniales de Francia se encontraban en Saint Do-mingue, y la
coyuntura dada por la Revolución Francesa, junto a la
agudización de las contradicciones internas del
régimen esclavista, generaron un proceso revolucionario en
la colonia. La Revolución Francesa tuvo su equivalente en
la Revolución Haitiana, aunque las causas y las
consecuencias de ambas fueron totalmente diferentes.

La Revolución Francesa despejó todos los
obstáculos para el desarrollo del capitalismo en Francia,
siendo el factor fundamental del predominio de este modo de
producción en ese país en lo adelante.
Además, la Revolución actuó a escala europea
y aun a escala mundial contra los restos del feudalismo en una
serie de países de Europa, por medio
de las invasiones de los ejércitos republicanos franceses
que exportaban de tal forma los postulados políticos e
ideológicos de la Revolución, coadyuvando
así a la superación parcial o total del viejo
orden. Además, la Revolución Francesa puso en
crisis el modelo de
dominación colonial existente hasta entonces puesto que
tuvo una influencia decisiva en la aparición de los
movimientos independentistas de la América
Latina, unida a la influencia que ya ejercía la
independencia
de los Estados
Unidos.

La Revolución Francesa marcó,
pues, una ruptura política netamente revolucionaria a
escala universal con el orden feudal.

La Revolución Haitiana en cambio, no
posibilitó el tránsito al modo de producción
capitalista. La abolición por vía revolucionaria
del modo de producción esclavista tuvo por resultado
fundamental su sustitución por relaciones feudales y de
pequeña propiedad mercantil.

Por otra parte, si bien Haití logró
convertirse en un Estado independiente, no pudo escapar a nuevas
formas de dominación de los países capitalistas
centrales, a través del intercambio principalmente, por lo
que a la larga pasó a la condición de país
neocolonial, tanto en el aspecto económico como en el
político.

Sin embargo, en el contexto histórico de la
época la Revolución Haitiana tuvo consecuencias
trascendentales sobre todo para el pueblo haitiano, al liberarlo
de la ignominiosa explotación esclavista y de la
sujeción colonial directa. Las condiciones de vida del
pueblo haitiano mejoraron extraordinariamente, a pesar de que
pasó a ser explotado por una nueva clase dominante local,
salida del proceso revolucionario. Pero además la
Revolución Haitiana tuvo consecuencias a escala de la zona
del Caribe, asestando un primer golpe al sistema esclavista
predominante en la región.

Hacia 1830 los ingleses abolieron la esclavitud en sus
colonias desde antes habían introducido cambios ante el
peligro de la extensión de la insurrección de los
esclavos de la zona, el país que recibió la mayor
influencia del proceso revolucionario haitiano, por razones
geográficas y no sociales, fue la colonia española
de Santo Domingo. Como veremos, los efectos de la
Revolución Haitiana provocaron un cambio general del curso
de la historia de
Santo Domingo al poner en crisis el régimen colonial
español.

Primeras Etapas del Proceso Revolucionario. Los esclavos
de la colonia francesa en múltiples ocasiones intentaron
organizar grandes levantamientos para liquidar el régimen
esclavista, lo cual siempre fracasó. El descontento social
de la masa de esclavos se manifestaba mediante huidas
individuales o de pequeños grupos a los
bosques, donde se organizaban en bandas de cimarrones o marrons.
Por algunas épocas los cimarrones llegaban a tener tal
número que obligaban a las autoridades coloniales a
disponer cuerpos armados y campañas de persecución
contra ellos. Muchos de ellos se refugiaban en las
montañas de la parte española que colindaban con la
colonia francesa, donde vivían por largos períodos
sin ser molestados por nadie.

Los cimarrones a pesar de su relativa importancia, no
representaron en ningún momento un peligro para la colonia
occidental de la isla y se mantuvieron con altas y bajas
habitando las montañas y con una táctica militar
primordialmente defensiva, durante cerca de un siglo.

La posibilidad para el levantamiento de los esclavos
vino dada por las consecuencias que tuvo en la colonia la
Revolución Francesa. Esto se manifestó en un
agravamiento de las contradicciones sociales inicial-mente de los
grupos dominantes. Desde hacía bastante tiempo importantes
sectores entre los grandes propietarios esclavistas eran
partidarios de la independencia de la colonia francesa respecto a
Francia, los cuales estaban imbuidos, al parecer, por el ejemplo
de los Estados Unidos respecto a Inglaterra.

Estos grupos expresaban el descontento de los
esclavistas frente a las discriminaciones que imponía la
autoridad
política del Estado francés, dadas las
circunstancias de que la colonia estaba concebida como un sector
auxiliar que debía simplemente servir como medio de
enriquecimiento de la burguesía francesa y en general de
las clases poderosas de la metrópoli. La discriminación se expresaba principalmente
en tasas excesivas de impuestos, diferencias abismales de los
precios de los
productos
manufacturados de Francia con respecto a los precios de los
artículos de exportación de la colonia, mecanismos
monopolistas que entorpecían el libre comercio de
los colonos esclavistas con otros países (notablemente con
los Estados Unidos), donde podían obtener mejores
beneficios, en la falta de representación formal de los
intereses coloniales en el Estado,
etc.

Las medidas de la Revolución que desde muy pronto
empezaron a lesionar las relaciones sociales y el viejo orden,
impulsaron la determinación de estos sectores a obtener la
independencia. Fundamentalmente los esclavistas blancos
temían que la declaración de derechos humanos
incluyera a los mulatos y les concediera derechos civiles y
políticos similares a los que ellos disfrutaban en la
condición de blancos, ya que las divisiones de los
grupos
sociales estaban matizadas por la división
étnica de blancos, mulatos y negros. La Asamblea
Provincial reunida por los esclavistas en la ciudad de San Marcos
se opuso a los intentos de las autoridades metropolitanas por
reformar las relaciones entre los grupos de libres en beneficio
de los mulatos. Hubo otro grupo de
esclavistas con posiciones más moderadas y que no llegaban
a plantearse la independencia de la metrópoli, grupo que
se organizó en torno al
gobernador francés y a la Asamblea de El Cabo. O sea que
la clase de los esclavistas estaba profundamente agitada y
dividida en la nueva situación
histórica.

En este contexto, es esencial el inicio de
movilizaciones de los mulatos ricos por sus reivindicaciones
sociales. El primer intento fue la fallida revuelta de Ogé
y Chavannes en 1790, pero al poco tiempo ya la
reivindicación de la igualdad de
derechos había ganado la simpatía de las masas de
mulatos que se incorporaron a un poderoso movimiento
insurreccional dirigido por figuras como Villate y Rigaud.
Así pues, la contradicción principal de las luchas
políticas, que en la primera etapa de las
conmociones de 1789 estaba entre diversas fracciones de los
esclavistas blancos, pasó a fines de 1790 a tener como
punto fundamental los intereses de los mulatos esclavistas contra
el exclusivismo de los blancos.

En esta etapa hubo sectores de blancos, sobre todo entre
grandes esclavistas, partidarios de llegar a acuerdos con los
mulatos dándoles participación en las asambleas
provinciales y aboliendo las restricciones a que eran sometidos,
tales como la de casarse con blancas. Otros grupos mayoritarios
de blancos, sin embargo, se opusieron a cualquier
concesión sin darse cuenta de las nuevas condiciones que
habían surgido tras la Revolución Francesa que
obligaban a ello. Particularmente es importante la actitud de los
petits blancs, quienes veían todas sus aspiraciones de
ascenso social frustradas si se les concedían derechos a
los mulatos, por lo que sirvieron de tropa de choque a los
intereses más exclusivistas de la oligarquía
esclavista blanca.

Rebelión de las Masas de Esclavos. La tercera
etapa de los acontecimientos revolucionarios en la colonia es la
más importante y está señalada por el paso a
la lucha activa de grandes masas de negros esclavos por la
libertad. La
rebelión de los negros tuvo por centro la zona Norte de la
colonia que era la más poblada y rica y donde las
relaciones de la esclavitud tenían un carácter más cruel.

La insurrección fue organizada por un esclavo
llamado Boukman a instancias de un grupo de blancos realistas,
quienes pensaron que con la anarquía en la colonia el
gobierno
republicano sufriría las consecuencias y pensaron utilizar
a la masa de los negros como tropa al servicio del regreso de la
monarquía a Francia. La rebelión de los esclavos
tuvo un carácter devastador, procediendo a incendiar y
destruir propiedades de los esclavistas y a liquidar
físicamente a muchos de ellos.

Era un movimiento espontáneo sin conciencia de
lograr una nueva sociedad, sino solamente destruir el viejo
orden. Por eso, quienes quedaron a la cabeza de los grupos
insurrectos (los principales de los cuales eran Biassou y Jean
François). En muchos aspectos servían a intereses
negativos, ya que estaban imbuidos de la idea, muy extendida en
las formaciones precapi-talistas, de que el monarca era un
defensor de las aspiraciones de los oprimidos. Por ende, pusieron
sus fuerzas al servicio del restablecimiento de la
monarquía en Francia pensando que obtendrían la
libertad junto con el hecho de haber producido grandes
daños al dominio de los esclavistas. Esta política
se expresó mayormente en el paso del ejército de
los esclavos insurrectos bajo las órdenes de la Corona
española cuando se abrieron las hostilidades entre las dos
colonias a raíz de la guerra en
Europa, resultante del ajusticiamiento de los reyes de Francia en
1793. El paso de los negros insurrectos a las filas
españolas fue gestionado por el sacerdote de
Dajabón José Vásquez, quien los
incitó a llevar una Guerra Santa contra los ateos y
revolucionarios.

Sin embargo, muchos otros grupos de esclavos en
rebelión, con una conciencia espontánea mucho
más acorde con sus intereses, en ningún momento se
plegaron bajo el control del
ejército español, que junto con tropas inglesas
trataba de liquidar a la colonia occidental. La mayor parte de
estos grupos permaneció en territorios interiores de la
colonia francesa en un tipo de lucha más bien guerrillera,
entrando por momentos en alianza con mulatos y hasta con
autoridades francesas que expresaban aspectos de la
política revolucionaria de la metrópoli.

La coalición de españoles, ingleses y
esclavos sublevados contra la colonia francesa llegó a un
momento crítico a fines de 1793. Estaba gobernando el
Departamento Norte, el más importante de la colonia, el
comisionado Sonthonax, quien representaba, junto con una fuerza militar
metropolitana, las posiciones de los gobernantes revolucionarios
de Francia, partidarios de cambios sustanciales en el orden
interno de las colonias y muchos de ellos hasta partidarios de la
abolición de la esclavitud, como Robespierre. Sin embargo,
los mismos jacobinos nunca se plantearon la abolición del
orden colonial y mantuvieron esperanzas de conciliar determinados
intereses de la burguesía francesa, de la clase dominante
de las colonias y de las masas explotadas.

Sonthonax intentó aplicar esta política a
trayéndose la oposición de los sectores más
importantes de los esclavistas blancos que pasaron a colaborar
con la coalición antirrepublicana. Su base estaba
principalmente en la mayoría de mulatos, en grupos de
negros sublevados y en las tropas que habían venido de
Francia.

Sin embargo, la situación se hizo insostenible y
todo presagiaba la caída de la colonia en manos de la
coalición anti-republicana. Para evitarlo, el comisionado
hizo uso de un decreto histórico de abolición de la
esclavitud, a fines de 1793. Inmediatamente ganó el apoyo
de las grandes masas de negros esclavos de la colonia que lo
aclamaron como un dios, lo que permitió evitar el triunfo
de los enemigos de Francia.

Esta nueva situación fue comprendida por uno de
los jefes del ejército de negros al servicio de
España, Toussaint Louverture, quien había ganado
una ascendencia casi igual a la de Jean François por sus
amplias dotes militares y por su habilidad política y que,
por ello, dirigía un destacamento muy importante de este
ejército. A los dos meses de la liberación de los
esclavos, Toussaint pasó con sus tropas al servicio de la
República Francesa, destacándose como el dirigente
máximo en lo adelante de las masas que acababan de salir
de la esclavitud.

La política de Toussaint L'Ourveture. En apoyo de
la política metropolitana quedaron dos grandes fuerzas en
la colonia francesa, una la de los mulatos revolucionarios de
todos los niveles sociales, mandada por Rigaud; y la otra, la de
los antiguos esclavos, mandada por Toussaint. Estos dos sectores
desde muy pronto se revelaron antagónicos por tener
aspiraciones sociales divergentes. Los mulatos querían
ocupar, bajo nuevas relaciones sociales, el puesto que
había sido dejado por los esclavistas blancos, que ya en
su mayoría habían huido o habían sido
muertos y sus propiedades destruidas.

En torno a los negros se fue formando una élite
de jefes militares que más bien eran partidarios de
mantener el trabajo
forzado de las grandes masas de ex-esclavos y ellos beneficiarse
por vía de arrendamientos y traspasos de las propiedades
de los emigrados que habían pasado al dominio
público.

Esta tendencia hacia la constitución de un sector de clase
dominante salido de los esclavos se explica fácilmente si
se tiene en cuenta que los esclavos no podían generar una
concepción de un nuevo orden y que su interés de
clase era esencialmente pasar a la condición de campesinos
libres de cualquier tutela o
sujeción; pero los esclavos no tenían medios de
hacer valer sus puntos de vista ya que surgieron intereses en la
élite dirigente sobre la que además pesaban
consideraciones de índole política.

Esto es perceptible en la concepción de Toussaint
acerca de la nueva situación. Para él lo más
importante era restablecer la economía que había
sido seriamente afectada por las guerras
civiles, y para eso creía necesario que los antiguos
esclavos siguieran trabajando en las propiedades de sus antiguos
amos y que esos antiguos amos, en su mayoría blancos,
siguieran jugando un papel fundamental en la vida social de la
colonia a través de un sistema de partición de las
ganancias de las plantaciones que les dejaba un cuarto del total
de beneficio, quedando otro cuarto a manos del conjunto de
cultivadores y el resto a manos del Estado. De esta forma
Toussaint quería estructurar un Estado poderoso capaz de
afrontar agresiones externas, de funcionar en forma
autónoma y, eventualmente, de acceder a la independencia.
Toussaint veía el futuro del bienestar de los hombres de
su raza a través de una política
social conciliadora y a través del engrandecimiento
nacional. O sea, el problema nacional adquirió mayor
importancia que el problema social en la práctica de
L'Ouverture.

Los mulatos se opusieron a este proyecto porque
los marginaba de ser el factor hegemónico en la nueva
situación. En la medida en que los puntos de vista de
Toussaint empezaron a ser los que regían la vida colonial,
ya que entroncaban con la legislación
socioeconómica implantada por Sonthonax y ya que Toussaint
era la primera figura militar de la colonia, tras haber sido el
factor determinante en la derrota completa de las tropas inglesas
que ocupaban puntos fuertes en las costas "haitianas, la
colisión con los mulatos se hizo inevitable.
Inmediatamente que la amenaza externa desapareció, tras
el
conocimiento del tratado de Basilea que desmovilizaba a la
colonia española en su guerra contra la francesa (y
cedía la colonia española a Francia), y la
posterior expulsión de las tropas inglesas así como
la reducción de la resistencia de
esclavistas blancos y mulatos, la coalición de los
sectores encabezados por Toussaint y Rigaud se fue deshaciendo y
se inició la guerra civil por la supremacía de uno
de los dos bandos, la cual empezó en 1798 al abandonar la
isla el gobernador francés Laveaux v acabó en
1800.

La guerra entre el partido de los negros de Toussaint
(apoyado por los antiguos esclavistas blancos) y el partido de
los mulatos de Rigaud se saldó con la plena victoria del
primero, quien por ende se erigió en factor
hegemónico de la vida colonial, poniendo en
práctica todo su programa socioeconómico y
colocando la colonia en virtual estado de autonomía
respecto a la metrópoli ya que Toussaint había
logrado expulsar a todas las autoridades francesas y retener
en«sus manos todo el poder de la colonia. Para consolidar
sus propósitos Toussaint se planteó dos objetivos
ulteriores': la ocupación de la parte oriental de la isla
(cedida a Francia en virtud del tratado de Basilea 5 años
antes) y la promulgación de una constitución que
sancionara el status existente y su autoridad personal.

La puesta en ejecución del Tratado de Basilea no
había' sido llevada a cabo porque las autoridades
francesas prefirieron esperar a que la situación en la
parte occidental se normalizara y que el poder de Toussaint fuera
neutralizado. Por eso, Toussaint puso en ejecución el
Tratado sin la autorización del gobierno francés,
lo que iba en consonancia con sus proyectos cada
vez más autonomistas. Tras una breve resistencia de las
autoridades francesas y españolas de la parte oriental,
Toussaint incorporó todo el territorio español a
inicios de 1801, introduciendo en él toda una serie de
cambios socioeconómicos.

Al poco tiempo hizo reunir una Asamblea constituyente en
la que quedaban representados delegados de diversos sectores
dominantes de la partes francesa y española, Constituyente
que aprobó un documento que sancionaba el mantenimiento
en la servidumbre de las masas salidas de la esclavitud, el poder
económico de los antiguos esclavistas blancos y de la
élite de los esclavos insurreccionados, así como el
poder omnímodo de Toussaint sobre todos los aspectos de la
vida política y social de la colonia. La
promulgación de tal constitución sin el
consentimiento del gobierno francés era sinónimo de
una autonomía que casi se aproximaba a una
situación de independencia de facto. Por supuesto,
Toussaint mantuvo el reconocimiento de que la isla seguía
siendo parte de la República Francesa y que, por ende,
acataría determinados aspectos de la legislación
francesa, lo cual, sin embargo, era bastante formal ya que los
aspectos que interesaban a la metrópoli como las medidas
proteccionistas sobre el comercio
colonial fueron desconocidas por Toussaint quien fomentó
un intenso libre comercio con Inglaterra y los Estados Unidos en
detrimento de los intereses de la burguesía
francesa.

Invasión de Leclerc. La evolución de la situación
política en Francia se había manifestado en los
últimos años del siglo XVIII y en los iniciales del
siglo XIX por una tendencia hacia la estabilización acorde
con los intereses de la burguesía francesa. Primero vino
el régimen del Directorio que acabó con el
extremismo jacobino y aplicó una política
pragmática y acorde con intereses inmediatos de la alta
burguesía francesa.

Esta tendencia fue profundizada por Napoleón
Bonaparte, quien incluso concilio con sectores de la nobleza
desplazada y retomó formas políticas del viejo
régimen proclamándose emperador, unos años
después de su ascensión al poder, en 1804. Napoleón se trazó un proyecto
imperial acorde con los intereses de la alta burguesía
francesa que quería desplazar el predominio inglés
en la economía
internacional, en la navegación y el comercio, y en el
dominio colonial. Para ello mantuvo la política de
extensión de la Revolución Francesa a otros
países de Europa pero con una óptica
diferente a la anterior ya que era exclusivamente en beneficio
del engrandecimiento imperial de Francia. Como parte de esa
política, Napoleón se propuso construir un gran
imperio colonial en América, cuyas partes más
importantes estarían en América del Norte, México y
el Caribe.

La colonia de Saint Domingue debía servir de
punto de partida a este proyecto imperial, teniendo en cuenta que
esta colonia había sido el centro de aprovisionamiento de
artículos tropicales para Francia y el eje principal de su
comercio
exterior. Napoleón se planteó como punto
fundamental a su intento el restablecimiento de la
situación existente en la colonia antes de 1789, sobre
todo en lo referente a la vuelta al régimen de la
esclavitud v al del control monopólico de la
metrópoli.

Para llevar a cabo la primera parte del proyecto,
Napoleón envió a su cuñado, el general
Leclerc, al mando de la mayor fuerza militar que hubiese
atravesado hasta esos momentos el Atlántico, con unos 30
mil hombres de combate. A las tropas francesas les fue muy
fácil apoderarse de la parte española por razones
que se verán en el próximo capítulo, sin
embargo, en la parte francesa chocaron con una tenaz resistencia
del ejército de los negros comandados por Toussaint. La
resistencia no fue mayor, sin embargo, porque grandes sectores de
las masas negras estaban descontentos con la política de
Toussaint de protección a la gran propiedad de la
plantación que incluía la sujeción servil de
estas masas trabajadoras.

Por otra parte, los invasores franceses fueron
hábiles en el sentido de no anunciar los propósitos
de restablecer la esclavitud. Leclerc capitalizó el
descontento de las masas y, ofreciendo prebendas a los jefes del
ejército de Toussaint, fue ganando su adhesión
gradualmente a medida que obtenía determinados triunfos
militares. Así, poco a poco, los principales
lugartenientes de Toussaint, como Christophe, Dessalines,
Laplume, Age, Clervaux y otros, capitularon y se pusieron al
servicio de las tropas francesas.

Toussaint probablemente capituló por haberse
quedado aislado del resto de los líderes y no haber
captado el inicio de la nueva situación, confiando en
cambio en que los compromisos contraídos por Leclerc de
mantenimiento de la libertad de los antiguos esclavos,
serían respetados. Como la estatura de su personalidad
representaba un peligro para el nuevo orden de cosas y su firmeza
en favor de los intereses más generales de su raza era
inquebrantable, Leclerc decidió apresarlo al poco tiempo
de capitular y enviarlo a Francia donde murió en una
cárcel años más tarde. Con el aislamiento de
Toussaint y la pacificación total de la colonia, Leclerc
se dedicó de lleno a restaurar el viejo orden colonial. El
primer paso fue dado por medio de un decreto de Napoleón
en donde se restablecía la esclavitud en todas las
colonias francesas que, aunque no mencionaba a Saint Domingue, en
los hechos la incluía.

Guerra de Independencia y Régimen de Dessalines.
El conocimiento
del restablecimiento de la esclavitud en las colonias francesas y
de los planes de Leclerc de hacerla efectiva en Saint Domingue
aceleró de nuevo el movimiento revolucionario de las masas
negras. Este movimiento fue totalmente espontáneo y en la
lucha por su represión participaron los principales
líderes de la élite de los negros, como Christophe
y Dessalines. Sin embargo, la rebelión de las masas por la
libertad fue en ascenso y algunos líderes, el primero de
los cuales fue Belair, empezaron a incorporarse al movimiento y a
darle una nueva magnitud más organizada. La crueldad
empleada por las fuerzas francesas contra el conjunto de la
población negra del país fue contraproducente y
estimuló la rebeldía popular. Así,
finalmente, todos los antiguos líderes negros pasaron a
las filas insurrectas con sus fuerzas y lo mismo hicieron los
líderes de los mulatos que habían apoyado
calurosamente la intervención de Leclerc ya que finalizaba
con el predominio de Toussaint.

En la última etapa de la guerra por la
independencia se creó una alianza histórica entre
negros y mulatos para dar base a la formación del Estado
Haitiano. Se reconoció la supremacía de los negros
en esta alianza a través de la jefatura indiscutida de
Dessalines, su principal representante.

Después de algunos meses de guerra en que los
franceses, dirigidos por el general Rochambeau hicieron uso de
los medios más atroces para quebrar la insurgencia del
pueblo haitiano, las tropas francesas capitularon ante los
ingleses a fines de 1803 y el 1ro. de enero de 1804 fue
proclamada el acta de fundación del Estado
Haitiano.

Los dirigentes haitianos, bajo la dirección de Dessalines, se propusieron
llevar una política radical tendente la
consolidación del nuevo Estado. En el plano de la lucha
militar, se procedió a una matanza ge-general de blancos
de la parte occidental a excepción de algunos polacos y de
otras nacionalidades que habían desertado de las tropas
napoleónicas. Una de las consignas principales de la nueva
Constitución haitiana era que ningún blanco
podía ser propietario en el nuevo Estado.

En el mismo sentido se planteó la
expulsión de les franceses comandados por Ferrand de la
parte oriental, ya que constituían una amenaza potencial
para Haití y se deseaba incorporar el territorio y los
habitantes de esa porción. Una gran invasión fue
ejecutada por varios ejércitos, principalmente un
ejército del sur dirigido por Pétion y el mismo
Dessalines v un ejército del norte dirigido por
Christhope. Esta invasión fracasó, después
de un sitio de más de 20 días a la ciudad de Santo
Domingo, y el hecho de que los dirigentes haitianos decidieran
levantarlo para regresar a lo que consideraban la parte esencial
del Estado, o sea, la antigua colonia francesa, es indicador de
que no había mucha conciencia de la necesidad de persistir
en el proyecto de unificación de la isla. Tras el fracaso
de la invasión, Dessalines se concentró en aspectos
administrativos interiores del Estado.

Concibió una política diferente a la de
Toassaint en el sentido de que consideraba la masa 'Je
cultivadores como la base sobre la que se debía asentar el
Estado Haitiano, favoreciendo en principio una política de
repartos de tierras que, sin embargo, no pudo ponerse en
practica.

Al mismo tiempo que favorecía la creación
de una élite dirigente en relación a las funciones
militares. Dessalines, sin embargo, se propuso defender, el
patrimonio del
Estado, formado en base a las confiscaciones universales a los
blancos. En el aspecto institucional quiso identificar las
conquistas revolucionarias a su persona,
proclamando un imperio por el que se atribuía poderes
absolutos que en definitiva vinieron a ser poderes
despóticos sumamente rigurosos.

La política social de Dessalines que actuaba a
través de la concentración de poderes en sus manos,
le suscitó una oposición sorda, principalmente
entre los mulatos que deseaban otros esquemas políticos y
económicos para afianzar su control de clase, cuya
proveniencia venía de la época anterior a 1789. Los
mulatos se dedicaron a falsificar títulos de propiedad de
los blancos muertos o emigrados con el fin de monopolizar la
riqueza del país, a lo cual Dessalines se opuso
vigorosamente mediante comisiones de estudio de la validez de los
títulos de propiedad y de otros documentos, como
herencias, actos de venta, etc.

No solamente estaban descontentos los mulatos, sino que
también la generalidad de los líderes del grupo de
los negros estaba profundamente descontenta con Dessalines dado
su despotismo que les hacía sentirse amenazados y
relegados, y su política social que no se
correspondía con sus aspiraciones de promoción para constituir un grupo bien
conformado de clase dominante terrateniente y burocrática.
En amplios sectores de pueblo, igualmente, el descontento se
manifestaba por la no ejecución de una política
social definida y por la incapacidad que mostraba Dessalines como
gobernante. Indiscutiblemente Dessalines fue un gran jefe militar
que condujo al pueblo haitiano a la independencia y al momento
más alto del proceso revolucionario haitiano, pero no fue
un estadista capaz de poner en práctica un programa de
transformaciones sociales que sentara las bases de existencia del
nuevo Estado.

Por eso su gestión
fracasó y una amplia conspiración, montada por los
principales jefes de los grupos negros y mulatos tuvo éxito
en derrocar su poder y acabar con su vida, en 1807.
División de Haití en Dos Estados.

El líder
de la conspiración fue el general Christophe, jefe militar
del Norte, quien fue proclamado jefe de Estado por una Asamblea
Nacional reunida rápidamente en Portau-Prince, donde
predominaba el grupo de mulatos del Sur y del Oeste que
había sido el ejecutor directo del asesinato de
Dessalines, grupo dirigido por los generales Pétion y
Gerin. Muy pronto los deseos de supremacía hicieron
enfrentar a ambos sectores de las élites de negros y
mulatos. El grupo de los negros tenía su base en el Norte
del país, donde, desde la época colonial,
había una gran población esclava y donde
parecía existencia de un sistema de gran
plantación, el proceso de mestizaje fue menor siendo la
importancia demográfica de los mulatos pequeña y su
importancia social menor, ya que no accedieron normalmente al
control sobre grandes propiedades.

En cambio en el Sur de Haití, desde la
época colonial, se creó una población mulata
significativa en términos demográficos, pero
también términos sociales, pues tenía un
poder económico muy superior al existente en el Norte por
el mismo sector. En la nueva situación tras la muerte de
Dessalines, los mulatos tomaron un control político
completo sobre los Departamentos del Sur y del Oeste, con el
apoyo de importantes sectores de negros que compartían su
programa ya que en su mayoría provenían de grupos
de libertos en la colonia y les fue fácil lograr un
ascenso social et, la nueva realidad histórica.

En el Norte siguió teniendo una gran importancia
la gran propiedad y el sometimiento feudal de las masas de
cultivadores, sistema que beneficiaba a una élite militar
de negros que se había adueñado por concesiones y
mayormente por arriendos. Las propiedades desalojadas a los
blancos. De todo esto se infiere que tras la muerte de
Dessalines, vino un proceso en que se enfrentaron fuerzas
contradictorias en el plano geográfico, en el plano racial
y en el plano del modelo socioeconómico a desarrollar. Los
exponentes de estas dos tendencias fueron Christophe y
Pétion.

El grupo mulato del Sur quiso limitar el poder el poder
de Crhistophe reduciendo, a través de la
Constitución, los poderes del jefe de Estado y delegando
todos los poderes en la Asamblea controlada por ellos. Christophe
se negó a aceptar esa Constitución y se inicio una
guerra civil que provocó la división del Estado
haitiano en dos sectores.

Por una parte, una República en el Sur, con un
sistema
político democrático, que pasó a ser
dirigida por Pétion; y en la otra parte un Estado
despótico que más tarde fue proclamado remo, cuyo
dirigente era Christophe. Esta situación se mantuvo desde
1808 hasta 1820 en que el sucesor de Pétion, Jean Pierre
Boyer unificó de nuevo el territorio haitiano tras una
sublevación en el Norte que había liquidado el
régimen de Christophe.

En esos años se mantuvo una guerra civil en forma
bastante crónica abarcando los territorios contrarios
(había tropas partidarias de los republicanos en el Norte,
en la zona de Port de Paix, e igualmente había guerrillas
campesinas sostenidas por Christophe en el Sur, en la zona de la
Grande Anse). Entre tanto, se configuraron dos regímenes
sociales diferentes en ambos sectores: en el Sur, Pétion
implemento una amplia reforma
agraria por la que hizo la tierra accesible a grandes
sectores de los antiguos esclavos. Este sistema se basaba en un
predominio de la pequeña propiedad pero no eliminaba el
latifundio feudal en manos de la élite política y
militar de mulatos y de algunos grupos negros.

Así, la república mulata logró el
apoyo de los más importantes sectores de las masas
campesinas negras, para contrarrestar la incitación por
motivos raciales que venía dada desde el Norte. Hay que
tener en cuenta que los mulatos no necesitaban en lo fundamental
el mantenimiento de la servidumbre del campesinado ya que
podían organizar una explotación feudal que no
implicara la sujeción extraeconómica y
militarizada, como en los esquemas de Toussaint y Christophe; los
mulatos eran dueños de grandes propiedades desde la
época de la colonia y bien podían ceder al pueblo
parte de los bienes confiscados a los blancos con tal de
reafirmar su preeminencia de clase; por otra parte, los mulatos
se distinguieron por su capacidad en coinvertirse en el sector
burgués comercial en la situación
postrevolucionaria, lo que les daba una base de clase dominante
tan importante como el control terrateniente sobre la tierra.
Otro elemento importante es que poseían los más
altos niveles de instrucción.

En el Norte, el sistema socioeconómico se
basó en el mantenimiento de las grandes propiedades
provenientes del período colonial y en la
transformación a siervos de los antiguos esclavos, quienes
debían permanecer adscritos a las propiedades a
través de una explotación feudal.

Se advierte que Christophe mantuvo el sistema agrario de
Toussaint y eso no es una casualidad, sino que era producto de
que tal sistema era el que mejor facilitaba el enriquecimiento y
la conformación como clase dominante del grupo dirigente
de los negros, en su inmensa mayoría militares salidos de
la revolución. Este sector social lograba sus
propósitos de clase en el reino de Christophe por medio de
un sistema de vasallaje feudal que hacía de los jefes
militares nobles de diversas jerarquías (príncipes,
duques, condes, etc.) que debían fidelidad al soberano y
que recibían de él feudos que venían a ser
las grandes propiedades de plantación confiscadas a los
blancos con sus campesinos adscritos siervos.

El sistema socioeconómico del Norte
permitía una explotación mucho más intensa
del campesinado que en el Sur y, por ende, un mayor nivel de
riquezas y una importancia todavía destacada del comercio
internacional. Este sistema, sin embargo, se fue agotando con
los años ya que la nobleza feudal no fue capaz de
reinvertir y de reproducir sobre bases económicas
más sólidas su dominio de clase. Hay otros dos
aspectos que incidieron en el debilitamiento del Estado de
Christophe que fueron los enormes gastos suntuarios de la corte y
de la nobleza del Estado, así como los enormes gastos
militares que tenían por causa el antagonismo con el Sur
y. principalmente, la amenaza, siempre tenida presente por
Christophe, de una nueva invasión francesa.

De ahí que llego una situación en que las
grandes masas campesinas no podían seguir resistiendo la
explotación a que eran sometidas y en que parte importante
de los nobles llegaron a la conclusión de que sus
intereses ya no coincidían con los del rey Christophe, y
así, a fines de 1820, una conspiración de nobles
preparó las condiciones para una revuelta popular que puso
fin al Estado del Norte y creó las condiciones para la
reunificación nacional haitiana.

El posterior desarrollo de la economía y de la
sociedad de Haití partió de los procesos que
se dieron en la República del Sur, ya que tras la
caída de Christophe el sistema del Sur fue en gran medida
extendido a la parte Norte. Al mismo tiempo, dicho sistema
influenció mucho a la parte española por el dominio
que ejerció la República de Haití bajo la
dirección del presidente Boyer sobre nuestro territorio
durante 22 años.

Capítulo XIII

CONSECUENCIAS DE
LA REVOLUCIÓN HAITIANA

Cambios a Fines del siglo XVIII. En el momento de
producirse el inicio de los acontecimientos revolucionarios en
Haití, en la parte española se estaba produciendo
débilmente algunos procesos que hacían ver una
nueva tendencia en el desarrollo socioeconómico. El
absolutismo ilustrado de Carlos III había creado ciertas
condiciones para un mayor desarrollo de la colonia.

Esta tendencia hacia cambios se manifestaba en la
búsqueda de fuentes de
riquezas más productivas, basadas en un sistema esclavista
más riguroso que, a diferencia del existente en torno al
hato ganadero, permitiese un mayor aprovechamiento de los
recursos
naturales, de la fuerza de trabajo humana de los esclavos y
una mayor incidencia en el mercado mundial.
En definitiva se pretendía ir un poco por la vía
esclavista clásica, cuyo punto más destacado en el
Caribe era la colonia francesa de Saint Domingue,
dirección que ya estaba tomando la isla de Cuba y que
tendría vigencia durante casi todo el siglo XIX en
ella.

Los grandes esclavistas de la parte española de
Santo Domingo, en unión a los funcionarios
burocráticos, forjaron un instrumento jurídico para
tal programa social y económico que fue el Carolino
Código
Negro, por el cual el sistema de propiedad de la tierra de los
hatos y el sistema de esclavitud feudal predominante en la parte
española quedarían seriamente lesionados en
beneficio de un sistema de plantación y de una esclavitud
evolucionada intensiva.

El Código Negro y otros mecanismos para el cambio
no fueron puestos en ejecución sin embargo, ya que
todavía las fuerzas generadoras de dichos cambios eran
bastante débiles y porque a partir de 1789 toda la
historia de Santo Domingo español sufrió las
profundas influencias de los acontecimientos de la parte
occidental, influencias debidas a que el sistema colonial del
siglo XVIII estaba basado en la subordinación hacia la
vecina colonia francesa.

En los últimos años del siglo, se
produjeron intentos de franceses emigrados de Saint Domingue por
reproducir plantaciones en la parte española. Sin embargo,
estos intentos no fueron lo suficientemente poderosos como para
contrarrestar las otras influencias contrarias al orden
esclavista. Hasta 1809 hubo un elevado número de franceses
en el país, muchos de los cuales instalaron
pequeñas plantaciones o se ocuparon en otras actividades,
como cortes de maderas, sin lograr cambiar la fisonomía
socioeconómica, en lo esencial.

En las últimas décadas del XVIII se
estaban produciendo otros cambios de importancia. Por encima del
intento de embestida contra el sistema del hato por parte de la
aristocracia burocrática, este sistema empezaba a dar las
primeras muestras de crisis.

Cierto que esta crisis era más bien potencial,
con manifestaciones todavía muy débiles, porque el
crecimiento vertiginoso de la colonia francesa seguía
dando vigencia al aumento de la producción
ganadera.

Sin embargo, además del desarrollo relativo del
sector de la plantación esclavista, en la colonia
española se desarrollaba con más fuerza otro
sector, que iba sentando las bases para la superación de
la ganadería y del modo de producción esclavista
feudal predominante. Entre esos cambios se encontraba la
constitución de una gran masa de libertos o descendientes,
junto a otros libres, en la situación de pequeños y
medianos productores agrícolas campesinos.

La formación del campesinado a fines del siglo
XVIII se vio acompañada por el inicio del nuevo desarrollo
de la pequeña burguesía urbana. Ambos sectores
sociales tenían en lo esencial ya una base de
sustentación diferente de la ganadería. Este nuevo
sector social de campesinos y pequeños burgueses agrarios
y urbanos se basaba además en relaciones de
producción nuevas generadas por la propia dinámica de la economía del hato,
relaciones de producción de pequeña propiedad
mercantil simple pre-capitalista. El estudio de sus
características lo haremos mas adelante, ya que estas
relaciones sociales se hicieron predominantes totalmente con el
régimen haitiano en 1822. Pero en general la
Revolución Haitiana, desde los anos finales del XVIII, al
provocar el colapso general del orden colonial tradicional,
causó el desarrollo a ritmos mayores de estas nuevas
relaciones de producción.

Un aspecto importante de los cambios fue el gran aumento
de la población acumulado a fines de) siglo, ya que estaba
llegando al punto de ser (al contrario de antes) un factor
adverso a la ganadería y favorable al desarrollo de la
agricultura en pequeña escala. El desarrollo
agrícola fue en pequeña escala por el escaso poder
de la clase esclavista y en general la poca capitalización
existente, situación que se agravó a inicios del
XIX.

Crisis del Régimen Colonial. Cuando la colonia
francesa entró en crisis también entró en
crisis la colonia española y su futuro destino
histórico estuvo marcado por la influencia de estos
cambios. La Revolución Haitiana impidió la
materialización de un proyecto esclavista que hubiese dado
mayor vigencia a la dominación colonial española,
como sucedió en Cuba y Puerto Rico. Por
otra parte, la Revolución Haitiana arruinó el
sistema de la ganadería extensiva del hato al desaparecer
el mercado natural de dicho renglón, que era el sistema de
plantación de la colonia vecina, barrido con los cambios
revolucionarios.

La influencia de los cambios en Haití fue
más profunda porque hubo un intento de extensión
del proceso revolucionario a la parte española, el cual
acentuó más todavía la decadencia del orden
colonial del siglo XVIII y particularmente de la relación
social que le servía de base, que era la
esclavitud.

Esta extensión de la Revolución Haitiana a
la parte española provocó la emigración de
sectores fundamentales de la clase esclavista en sus dos
componentes de la aristocracia burocrática colonial y de
los hateros, pero principalmente del primero. Con esto el sistema
colonial sufrió un golpe demoledor, puesto que los centros
productivos se desmontaron, se produjo una disminución
demográfica bastante importante, el comercio externo se
desorganizó y casi desapareció, y se produjo un
proceso de nivelación social por ausencia de muchos de los
esclavistas y por la liberación de los esclavos efectuada
primero por Toussaint y luego por Boyer.

La quiebra del orden
colonial tradicional significó un cambio de relaciones
sociales que estuvo acompañado por un proceso intenso de
luchas de clases y de luchas nacionales en que emergieron los
primeros destellos de la conciencia nacional. La ruina del orden
colonial se expresó directamente en un empobrecimiento del
país, pero, en realidad, esa situación
preparó la emergencia de nuevas relaciones de
producción que suponían un avance histórico
muy importante con respecto al período
colonial.

Más adelante veremos los rasgos fundamentales de
este nuevo modelo socioeconómico y sus consecuencias sobre
el desarrollo histórico del país. Los
acontecimientos revolucionarios desde finales del siglo XVIII y
sobre todo en los primeros años del siglo XIX fueron un
factor activo de primera importancia en la decadencia del orden
social colonial y en la emergencia de uno nuevo.

La Situación Después de los
Acontecimientos en Saint Domingue. El Tratado de Basi-lea. En los
primeros tiempos las hostilidades en Saint Domingue no afectaron
la situación vigente en la colonia española. Por un
lado, hasta el inicio de la gran sublevación de esclavos
en 1791. El comercio ganadero se mantuvo casi en la misma
situación que en años anteriores. Todavía
hasta años más tarde siguió existiendo
algún comercio ganadero a pesar del proceso
revolucionario, ya que como hemos visto, el dominio social de la
clase esclavista sólo fue totalmente erradicado con la
proclamación de la independencia por
Dessalines.

Sin embargo, la desorganización de la
economía de Saint Domingue a partir de 1791,
planteó una crisis fundamental a la economía
ganadera de la parte española. No obstante, la crisis no
fue excesivamente destructiva por el tipo de organización
económica del hato, que era esencialmente natural y
resistía la paralización de los intercambios. Otro
aspecto a destacar es que, a partir de 1789, la monarquía
española concedió libertad de comercio a sus
colonias americanas y de ahí partió el inicio de la
nueva orientación del comercio exterior del país a
través del puerto de Santo Domingo, aun cuando ese
comercio se mantuviera en dimensiones muy modestas en esos
años.

Las autoridades de la colonia española tomaron
medidas para evitar que el espíritu revolucionario de la
parte occidental se extendiera a la parte española. Para
ello incrementaron la vigilancia de la frontera y
reforzaron el potencial de las tropas. Sin embargo, la
situación se mantuvo en calma hasta 1793 cuando, en virtud
de la guerra en Europa, ambas colonias pasaron a combatir. En
general, los dos años de guerra entre las dos colonias,
donde junto con las tropas españolas combatieron tropas
inglesas y las tropas negras de Jean François, se
caracterizaron por intensas actividades en las zonas fronterizas,
principalmente en el centro y en el norte, donde los
españoles desplegaron una ofensiva para reconquistar los
territorios de la colonia francesa.

La guerra tuvo un efecto destructivo sobre la
ganadería de las porciones fronterizas que suplían
la mayor parte de la producción pecuaria de la colonia por
su proximidad a Saint Domingue. La matanza indiscriminada de
reses y la necesidad alimenticia de los ejércitos causaron
una disminución brusca de la riqueza pecuaria. En general
las guerras que conoció la colonia hasta 1809 causaron un
efecto muy negativo sobre su principal renglón
económico, a lo que hay que agregar el factor ya visto de
falta de estímulo a la reproducción ganadera por la pérdida
de su mercado tradicional.

Estas guerras, que tuvieron por eje las zonas
fronterizas, mayormente, así como la amenaza que se
consideraba la presencia de los insurrectos haitianos, provocaron
la migración
masiva de la población de dichas zonas, que como se ha
visto eran las que proporcionaban la mayor parte de la
producción ganadera. Ese proceso migratorio comenzó
con el tratado de Basilea en 1795 y llegó hasta la
fundación del Estado haitiano, posteriormente a 1804.
Inmensas zonas quedaron casi virtualmente desiertas, siendo
algunas ocupadas por los haitianos, principalmente en el
cul-de-sac de Las Cahobas, Hincha, San Rafael y San Miguel, donde
consecuentemente se produjo un proceso migratorio de haitianos
desde los primeros años de siglo, que definió que
dicho sector pasara a formar parte de Haití.

La guerra fue interrumpida en 1795 por la paz de Basilea
entre España y Francia, una de cuyas cláusulas
establecía la cesión de la parte española de
la isla de Santo Domingo a Francia. Los franceses nombraron
comisionados en Santo Domingo para irse entendiendo con las
autoridades españolas acerca de la evacuación de
la
administración colonial y la trasmisión del
mando. Sin embargo, los franceses decidieron no ejecutar el
acuerdo llegando a un entendido con las autoridades
españolas, quienes esperaban que a través de este
aplazamiento se pudiesen crear condiciones favorables para el
mantenimiento de la soberanía española.

Así surgió una situación que se
prolongó por más de 4 años en que la colonia
española siguió subsistiendo como tal tras haber
sido cedida a Francia. En esta época el gobernador
García trabajó en estrecha cooperación con
los comisionados franceses que residían en Santo
Domingo.

A pesar del aplazamiento sistemático de la puesta
en ejecución del tratado de Basilea, su anuncio fue
acompañado por una proclama del rey español
ofreciendo protección a los subditos que se quisiesen
mantener bajo la autoridad española y que, por ende,
decidieran abandonar la isla; se les ofrecía transporte
gratuito de sus personas y de sus bienes y la adjudicación
de propiedades en Cuba y Venezuela
similares a las que abandonaran en Santo Domingo. De tal forma,
ante la inminencia de la extensión de la autoridad
republicana francesa que había proclamado la
abolición de la esclavitud, un núcleo importante de
los esclavistas se ausentó tras el anuncio del tratado, y
otras personas, asimismo, abandonaron la isla, como el arzobispo,
los frailes y las monjas de los monasterios, algunas autoridades
coloniales, etc.

Sin embargo, otros grupos de esclavistas permanecieron
en el país con la esperanza de que el tratado no se
pusiera en ejecución y otros con la esperanza de que las
autoridades francesas mantuvieran su promesa de respetar sus
personas y sus propiedades. En lo adelante este grupo se
constituyó en un factor de presión
para evitar la puesta en vigencia del tratado y la subsiguiente
extensión del proceso revolucionario haitiano a la parte
española.

En esos años el proceso revolucionario haitiano
no provocó estímulo sensible a la lucha de clase de
los sectores sociales oprimidos de la parte española.
Indudablemente que los primeros gérmenes de
ideología liberal revolucionaria se propagaron entre
representantes de vanguardia de
las capas medias. Algunos dominicanos además se unieron a
los insurgentes haitianos.

El intento revolucionario más importante de esos
días fue el protagonizado por los más de 200
esclavos del ingenio Boca de Nigua, poco después del
tratado de Basilea. Este ingenio pertenecía a un noble
español y era la plantación esclavista más
importante de la colonia.

Después de muchos días de resistencia, los
esclavos fueron vencidos por tropas del presidio de Santo Domingo
con refuerzos de Puerto Rico, mediante el uso de
artillería pesada, pues los esclavos se atrincheraron
aprovechando las fortificaciones del ingenio contra los ataques
piratas.

Es significativo que, como en años posteriores,
fueran esclavos de plantaciones los que se rebelaran intentando
extender el proceso de Haití. Los esclavos de hatos y los
domésticos, la inmensa mayoría en la colonia, en su
generalidad como hemos señalado, no tenían una
actitud revolucionaria ante el régimen esclavista a causa
del patriarcalismo y a las relaciones de producción
esclavistas feudales.

Los esclavos de plantación tendían a
acciones revolucionarias porque eran explotados intensivamente y
no veían posibilidades de mejorar su condición bajo
el dominio colonial. Por otra parte, la presencia de ciertas
cantidades de esclavos en cada plantación aumentaba la
solidaridad de
clase y estimulaba los deseos de rebelión. A esto se suma
que los esclavos de plantación estaban casi todos en una
zona bastante pequeña, en los alrededores de la capital.
Pero aún así los insurrectos de Boca de
Nigua

 

Realizado por

Andrea Maria Beltre

Informática A

Politécnico de Azua, República
Dominicana.

Partes: 1, 2, 3
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