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Argentina en la época de rosas (1829-1852)




Enviado por hpr1974



Partes: 1, 2


    1.
    Introducción

    2. Marco
    Cronológico

    3. Rosas Y Los
    Historiadores

    4. Las Bases Económicas Del
    Régimen Rosista

    5. Las Ideas
    Políticas De Rosas

    6. Las Intervenciones
    Extranjeras

    8.
    Conclusión

    1.
    Introducción

    Este trabajo persigue la finalidad de conocer uno de los
    períodos más controvertidos de la historia
    argentina: aquel que se extiende desde la asunción del
    gobierno
    bonaerense por Juan Manuel de Rosas hasta su
    caída.

    Cuando Rosas asume el poder, la
    provincia había perdido su hegemonía por la
    caída del régimen unitario rivadaviano. Cuando
    Rosas cae, Buenos Aires
    vuelve a perder momentáneamente la hegemonía sobre
    el país. Entre ambos sucesos, se consolidó en el
    país el orden social heredado de la colonia: de las
    premisas de mayo de 1810 sólo había quedado en pie
    la independencia
    del poder colonial
    español.
    En un período en el cual se consolidaba el capitalismo en
    Europa y
    tendía sus redes a todo el mundo, estas
    tierras se debatían entre revolucionarios, reformadores y
    reaccionarios. Aquí se intentarán dar algunas
    pautas para conocer por qué no pudo la patria evolucionar
    al capitalismo
    desde sus propias entrañas. Conocer el porqué del
    fracaso de unitarios y federales en constituir una nación
    desarrollada y unificada. Y cómo, desde el seno de esta
    sociedad puede
    nacer un personaje como Don Juan Manuel, símbolo de un
    momento particular de nuestra historia.

    2. Marco Cronológico

    Antecedentes de Juan Manuel de
    Rosas

    Juan Manuel de Rosas nació en Buenos Aires el
    30 de marzo de 1793, de padres pertenecientes a familias de ricos
    y poderosos terratenientes. Permaneció en su estancia de
    Rincón de López durante los sucesos de la revolución
    de mayo. En 1820 se casó con Encarnación Ezcurra,
    con quien formaría luego un compacto equipo
    político. Se asoció con Juan Terrero para
    establecer un saladero (Las Higueritas) cerca de Quilmes; cuando
    el gobierno lo
    clausuró, compraron una estancia y comenzaron uno nuevo.
    Luego fundaron Los Cerrillos sobre el Río Salado. Se
    unió al ejército de Martín Rodríguez
    en Buenos Aires para luchar en la campaña contra
    José Miguel Carrera, Carlos de Alvear y Estanislao
    López. En noviembre de 1820 se estableció la paz
    entre Buenos Aires y Santa Fe con una donación de 25.000
    cabezas de ganado que Rosas aportó (Tratado de Benegas).
    En 1821 renunció al ejército, regresó a Los
    Cerrillos, instaló fuertes a lo largo de la frontera e
    hizo acuerdos con los indios.

    Se convirtió en enemigo de Rivadavia y
    pasó a ser comandante de la milicia (los "Colorados del
    Monte"). En 1828, cuando Lavalle, instigado por los unitarios,
    destituyó y fusiló a Dorrego, gobernador de Buenos
    Aires, Rosas dirigió sus hombres contra aquel, lo
    venció en Puente de Márquez el 26 de abril de 1829
    y en junio negoció una tregua con su vencido, en
    Cañuelas, por el que ambos rivales se comprometían
    a concurrir a las elecciones bonaerenses con una lista conjunta
    conciliadora. Sin embargo, los unitarios presentaron una lista
    propia y vencieron en unas elecciones violentas. Lavalle las
    anuló y pactó en Barracas la designación de
    Viamonte como gobernador provisorio. El 1ro. de diciembre de 1829
    se reunió la Legislatura y eligió gobernador a Juan
    Manuel de Rosas.

    Rosas gobernador de Buenos Aires
    (1829-1852)

    El primer gobierno de Rosas (1829-32) se
    caracterizó por el orden administrativo, la
    exaltación del partido federal porteño y la
    represión a los unitarios golpistas (aunque no a Lavalle,
    con quien Rosas había acordado). En líneas
    generales, respondió bien a los intereses de
    terratenientes y comerciantes bonaerenses, que integraron su
    gabinete. Por este desenvolvimiento se lo declaró
    "Restaurador de las leyes" (que
    habían sido quebradas por el golpe unitario).

    En otro aspecto, el gobierno bonaerense debió
    luchar contra el poder creciente que se había constituido
    en el Interior al mando de José María Paz, que
    había combatido, como Lavalle, en la guerra contra
    el Imperio brasileño y había retornado al
    país con su división veterana, enarbolando las
    banderas del unitarismo, aunque con talante provinciano. En 1829
    Paz ocupó Córdoba y venció a Bustos, su
    gobernador, en San Roque. Luego se enfrentó con Facundo
    Quiroga, caudillo federal-localista de La Rioja y lo
    venció en La Tablada y Oncativo (1830). Paz tenía
    dominado el Interior del país: los unitarios ocuparon
    Catamarca y Santiago del Estero (J. López); San Juan y La
    Rioja (Lamadrid); Mendoza y San Luis (Videla). El 5 de julio se
    conformó la Liga del Interior y el 31 de agosto todas las
    provincias excepto las del Litoral le concedieron a Paz el
    Supremo Poder Militar, con plenas facultades para dirigir la
    guerra.

    En respuesta a la amenaza del interior, Rosas
    negoció con las provincias litorales y finalmente
    acordó con Santa Fe y Entre Ríos un tratado
    ofensivo-defensivo el 4 de enero de 1831 (Pacto Federal). Ese
    mismo año se reanudaron las hostilidades. El rosista
    Pacheco venció a Pedernera en Fraile Muerto; Quiroga
    tomó Río Cuarto y luego avanzó sobre Mendoza
    derrotando a Videla (su gobernador) en Rodeo del Chacón.
    Las victorias de los federales (apoyados por los gobernadores
    depuestos del Interior) complicaron a Paz, quien fue apresado en
    el campo de El Tío por una partida federal. Pronto la Liga
    del Interior se disolvió y los caudillos triunfantes
    volvieron a tomar las riendas de las administraciones
    provinciales. López, Rosas y Quiroga quedarían como
    los tres más importantes señores del
    país.

    En 1832, Rosas renunció al cargo de gobernador
    debido a que no se le renovarían las facultades
    extraordinarias que había disfrutado en sus tres
    años de gobierno. Balcarce ocupó el cargo.
    Inmediatamente, Rosas organizó una campaña contra
    los indios de la frontera sur, nombrando a Quiroga comandante
    supremo. Partieron tres columnas desde Cuyo, Córdoba y
    Buenos Aires, llegando esta última hasta el Río
    Negro, sometiendo a los indígenas y obteniendo tierras
    para los ganaderos bonaerenses.

    Mientras tanto, en Buenos Aires estalló el
    conflicto
    entre los partidarios de Rosas o "Apostólicos" y los
    federales doctrinarios o "Cismáticos", acaudillados por
    Balcarce y Martínez. En 1833, instigada y preparada por
    la mujer de
    Rosas, Encarnación, se produce una sublevación de
    tono popular conocida como "Revolución
    de los Restauradores", después de la cual Viamonte, un
    moderado, es elegido gobernador.

    Finalmente, el 30 de junio de 1834 la Legislatura
    eligió a Rosas, quien se negó a ocupar el cargo.
    Maza fue designado provisoriamente. En ese momento (febrero de
    1835), Quiroga, quien había mediado en un conflicto
    entre caudillos federales del interior, era asesinado en Barranca
    Yaco. Se adjudicó el crimen a los hermanos Reinafé
    y a López, a tal punto que los primeros fueron condenados
    y ejecutados por orden del gobernador porteño. Frente a la
    incertidumbre política, Rosas
    resultará elegido gobernador porteño con poderes
    prácticamente discrecionales: la sume del poder
    público. El conjunto de la población de la provincia iba a ratificar
    la elección casi por unanimidad.

    En 1835 se dictó la Ley de Aduanas que
    aumentó las tasas de algunos productos de
    importación. En 1836 se disolvió el
    Banco
    Nacional. Ese mismo año se alzó el gobernador de
    San Juan e intentó apoderarse del gobierno riojano, pero
    fue derrotado junto con Ángel Vicente Peñaloza y
    emigraron a Chile. Desde
    Salta, F. J. López invadió Tucumán, fue
    derrotado en Famaillá y fusilado. El rosista Heredia
    ocupó el norte.

    Mientras tanto, en Uruguay, el
    caudillo Fructuoso Rivera, aliado de los unitarios, se enfrentaba
    con Oribe, futuro protegido de Rosas. Al enterarse de las
    conexiones entre Rivera, los franceses, los unitarios y el
    gobierno de Andrés de Santa Cruz de Bolivia, el
    gobernador bonaerense se unió con Chile y
    declaró la guerra a los bolivianos en 1837. No obstante,
    la victoria chilena fue rápida y la intervención
    rosista poco significativa.

    Ese mismo año se publica el primer número
    de "La Moda",
    periódico literario redactado por
    jóvenes intelectuales que luego se recordarán como
    la "Generación del 37" (Juan Bautista Alberdi, José
    María Gutiérrez, Vicente Fidel López,
    Esteban Echeverría) y que con el tiempo se
    convertirían en acérrimos opositores al
    régimen rosista.

    A principios de
    1838, los franceses, comandados por el Almirante Le Blanc,
    establecen el bloqueo de Buenos Aires, que duraría casi
    tres años. López enviará a su ministro
    Cullen a interceder ante Rosas para acabar con el conflicto, mas
    al poco tiempo
    López falleció y Rosas destituyó a Cullen de
    su flamante puesto de gobernador (colocando en su lugar a un
    adicto, "Mascarilla" López) y lo fusiló en Buenos
    Aires.

    En 1839 las posiciones de Rosas sufrieron una merma: en
    Salta, en donde Heredia fue asesinado; en Corrientes, donde el
    gobernador Berón de Astrada se sublevó; en la
    propia Buenos Aires, donde se urdió una
    conspiración en su contra y entre los hacendados del sur
    de la provincia. Esta gran "confabulación general" no
    estaba totalmente desconectada de la presencia francesa en el
    Plata, con ambiciones colonialistas.

    La disidencia correntina fue aplastada en Pago Largo el
    31 de marzo, la conspiración fue desbaratada con el
    fusilamiento de Ramón Maza
    y la rebelión del sur fue destruida en Chascomús el
    7 de noviembre. Entretanto, Lavalle iniciaría una
    campaña apoyado por los franceses. Se dirigió a la
    Mesopotamia y fue
    derrotado por Echagüe en Sauce Grande, en 1840. Luego
    pasó a San Pedro y se disponía avanzar sobre Buenos
    Aires cuando los franceses pactaron con el gobierno de Rosas,
    dejándolo a la deriva. Rápidamente se reunió
    en Córdoba con Lamadrid.

    En el norte los gobernadores de Tucumán, La
    Rioja, Catamarca y Salta habían formado la "Liga del
    Norte". Los enfrentamientos entre los rosistas Oribe, Pacheco y
    Benavídez y los coligados Lavalle, Lamadrid y Acha fueron
    favorables a los primeros (Quebracho Herrado, Rodeo del Medio). A
    fines de 1841 sólo quedaban en pie dos enemigos para
    Rosas: los correntinos y los uruguayos de Rivera. En Corrientes,
    Ferré le encomendó a Paz la
    organización del Ejército.

    Paz comenzó venciendo a Echagüe en
    Caaguazú (28/11/1841). Pero las diferencias entre
    "Mascarilla" López (pasado al bando opositor a Rosas),
    Paz, Ferré y Rivera terminaron favoreciendo a las tropas
    rosistas que vencieron ampliamente a los disidentes en Arroyo
    Grande (1842).

    Con esta victoria, Oribe inició el sitio a
    Montevideo, que duraría más de ocho años. A
    su vez, el rosista Urquiza persiguió y venció a
    Rivera en India Muerta
    en 1845. El unitario se refugió entonces en Brasil. Sin
    embargo, la "pacificación" de la Mesopotamia no
    había sido aún lograda. En Corrientes, los hermanos
    Madariaga nombraron a Paz "Director de la guerra en nombre de la
    provincia de Corrientes y de la revolución argentina".

    El 23 de setiembre de 1845, Francia e
    Inglaterra,
    conjuntamente, declaran el bloqueo de todos los puertos
    argentinos y uruguayos. En noviembre, la flota anglo-francesa
    remontó el Paraná y tras un largo combate en la
    Vuelta de Obligado, lograron forzar el paso y adentrarse
    río arriba, para regresar con innumerables dificultades
    debido a la resistencia.

    El 4 de diciembre el gobierno de Paraguay, en
    alianza con el de Corrientes, declaró la guerra a Rosas,
    nombrándose a Paz jefe de las fuerzas conjuntas. En enero
    de 1846 Urquiza invadió Corrientes y logró apresar
    al hermano del gobernador Madariaga. Pero, perseguido por Paz,
    regresó a Entre Ríos e intentó negociar con
    los correntinos, firmando los pactos de Alcaraz, por los que
    Corrientes se comprometía a reintegrarse al Pacto Federal
    de 1831.

    Finalmente Rosas negoció con Inglaterra y
    Francia en
    1849 y 1850 respectivamente, y consiguió la paz interna y
    externa. Sin embargo, el dominio exclusivo
    de los ríos despertó la oposición de las
    provincias del Litoral, especialmente de Urquiza, que en 1851
    lanzaría su pronunciamiento y el 3 de febrero de 1852 lo
    vencería definitivamente en Caseros. Rosas se
    exilió en Inglaterra hasta su muerte en
    Southampton en 1877.

    3. Rosas Y Los Historiadores

    Concepciones historiográficas
    argentinas.

    Hay que destacar tres tendencias diferentes en cuanto al
    tema del período rosista y de la historia
    argentina en general.

    La primera, conocida como liberal, ha sido la más
    difundida incluso hasta hoy. Nace en el momento de la
    conformación del Estado
    oligárquico liberal-conservador a fines del siglo XIX y
    destaca la labor organizativa y modernizadora del nuevo estado,
    execrando a Rosas como tirano, dictador, ultracentralista y
    déspota, enemigo de la patria y derrocado con justicia para
    dar origen a una nueva nación federal y
    democrática, que contrastaría con el absolutismo
    rosista. Es por lo general una historia de las instituciones,
    que desembocan brillantemente en la organización constitucional de 1853.
    También se la suele conocer como defensora de la
    línea Mayo-Caseros, haciendo alusión a los dos
    grandes movimientos que esta línea pondera y defiende
    desde una perspectiva aristocratizante.

    La segunda, llamada revisionista, que comienza ya antes
    de la muerte de
    Rosas y que va cobrando vigor recién promediando el siglo
    XX. (Hará eclosión con la llegada al poder por el
    peronismo, y
    cristalizará en la línea San
    Martín-Rosas-Perón).
    Esta corriente insiste en que la historiografía liberal ha
    falsificado la verdadera historia y presenta a Rosas como un
    adalid de la causa nacional y popular, destacando la
    acción contra las potencias colonialistas como
    antiimperialista, su apego a la tierra y su
    respeto por las
    costumbres autóctonas y por las instituciones
    hispánicas y católicas que han forjado durante el
    período español a la "nación" argentina.

    Y finalmente, el materialismo
    histórico ha aportado una interpretación basada en
    los intereses de clase que se mueven detrás de las
    opiniones políticas
    en pugna, que identifican a Rosas como líder
    indiscutido de la clase terrateniente porteña, que se
    opondrá a las ambiciones de las oligarquías del
    interior, a los "doctores" unitarios, no menos
    aristocráticos, y a las potencias capitalistas europeas,
    en lo que constituye su mayor mérito
    histórico.

    Cabe destacar las diferencias que presentan internamente
    estas corrientes, a veces muy dispares, pero en líneas
    generales este es el debate sobre
    la cuestión.

    4. Las Bases Económicas Del Régimen
    Rosista

    El circuito económico:
    latifundio-saladero-
    comercio de
    exportación

    "¿Quién era Rosas? Un propietario de
    tierras.

    ¿Qué acumuló? Tierras.

    ¿Qué dio a sus sostenedores?
    Tierras.

    ¿Qué quitó a confiscó a sus
    adversarios? Tierras."

    Con estas frases podemos comenzar con el análisis de la sustentación
    económica del gobierno de Rosas. Don Juan Manuel, como
    afirma Paso, está emparentado "con el más
    aristocrático abolengo español", beneficiario de
    los repartos de tierras en la conquista y base de la clase de
    ganaderos latifundistas que ya era fuerte en 1810. Además,
    habrá que tener en cuenta que le fue siempre fiel a su
    clase, y esta actitud
    marca todo su
    accionar en el campo de la política externa y
    externa mientras duró su dominio en Buenos
    Aires.

    El circuito principal que se desarrolló en Buenos
    Aires, fomentado por terratenientes y comerciantes nativos e
    ingleses, fue el que tenía como unidad de producción a la estancia, gran propiedad
    territorial, en donde se criaba el ganado vacuno. Este circuito
    se completaba con los saladeros (grandes establecimientos en
    donde se mataba a las bestias, se extraía el sebo, se
    salaba y secaba la carne y se preparaban los cueros crudos para
    la exportación) y finalmente con la
    conexión de los grandes comerciantes, intermediarios de la
    demanda
    inglesa devoradora de materias primas y exportadora de productos
    manufacturados (principalmente telas). Además, el negocio
    se completaba con el dominio total de los ingresos de la
    Aduana de
    Buenos Aires, que monopolizaba el comercio exterior
    y cuyos dividendos formaron el grueso de las ganancias de la
    provincia porteña.

    De esta manera estaba planteada la situación de
    los hacendados latifundistas de la campaña bonaerense, que
    crecieron no sólo en su poder sobre el resto de la
    población sino también hegemonizando
    la economía
    del país, que solo podía conectarse con el exterior
    por medio de Buenos Aires y dependía de sus decisiones en
    materia
    económica. Como afirma Gastiazoro:

    "El accionar de los terratenientes y comerciantes
    bonaerenses, asegurándose por la fuerza la
    exclusividad de su puerto y el manejo de las rentas nacionales,
    fue modelando todo el desarrollo del
    país de acuerdo con sus intereses particulares"

    Entre los nombres más salientes y poderosos de
    esta clase destacan los Anchorena, los Álzaga,
    García Zúñiga, Unzué, Martínez
    de Hoz, Vela, Arana, Díaz Vélez, Rojas Aguirre y
    Miller como terratenientes, y fuertes comerciantes extranjeros,
    como Dickson, Grogan y Morgan, Lumb , Growland, Thompson,
    etc.

    Durante su acción pública, Rosas dio
    muestras evidentes de la importancia de las tierras:

    En 1833, la expedición que dirigió contra
    los indígenas y que logró conseguir dos mil
    novecientas leguas cuadradas tenía por finalidad principal
    la consecución de tierras explotables por los ganaderos
    que necesitan expandirse y fomentar la base económica de
    su negocio.

    En 1836, Rosas dicta una ley que permite
    vender las tierras hasta entonces arrendadas en enfiteusis, y que
    ya acaparaban grandes latifundistas. Así, la
    acumulación de tierras que acentuó la enfiteusis de
    Rivadavia se vio confirmada con las medidas del Restaurador, que
    colocó en el mercado vastas
    extensiones de tierras a precios bajos,
    fácilmente accesibles a la oligarquía ganadera,
    contra quien no se podía competir.

    Y finalmente, como premio por servicios
    prestados frente a unitarios y otros opositores, Rosas
    emprendió un sistema de
    reparto de certificados de tierras por cuestiones militares,
    vieja costumbre feudal, que ponía de manifiesto el
    carácter de la tierra como
    prácticamente único bien económico de
    categoría. De cualquier manera, no serían los
    soldados los beneficiarios finales de estas concesiones, debido a
    la imposibilidad de acercarse a la capital para
    reclamar los títulos o al propio servicio
    militar que cumplían. Al final, los certificados
    terminaban o acumulados o vendidos a bajo precio. John
    Lynch afirma:

    "La tierra se
    convirtió casi en moneda o en fondo de salarios y
    pensiones"

    El segundo elemento a tener en cuenta es el saladero. Y
    bien vale la descripción de Alcides
    D’Orbigny:

    "De una cuchillada le abren la piel a todo el
    largo del vientre, (…) desuellan al animal y, sobre la misma
    piel,
    comienzan a carnearlo. Los cuatro cuartos son sacados con una
    asombrosa destreza y transportados al tinglado, donde son
    colgados en ganchos destinados a recibirlos. (…) Una vez que
    todos los animales muertos
    son así carneados, los peones llevan los cueros al
    tinglado y sacan la carne de arriba de los cuartos, siempre con
    la misma destreza, arrojando, a medida que lo hacen, las carnes
    de un lado sobre los cueros y los huesos del otro
    (…) Una vez terminada dicha operación, se extienden los
    cueros en tierra y se
    los cubre con una gruesa capa de sal (…) se expone diariamente
    la carne al aire, sobre las
    cuerdas, hasta que quede seca del todo, lo que la hace menos
    pesada y fácil de transportar."

    Podemos observar cuál es el grado de
    "industrialización" que tenían nuestras pampas en
    este momento. El predominio aplastante y absoluto de la actividad
    ganadera frenaría incluso a todas las producciones que
    pudiesen diversificar en algo el sistema
    económico: la agricultura
    era el hombre
    olvidado de la historia, ya que los labradores debieron sufrir la
    intromisión omnipotente de los grandes
    latifundistas.

    Y el último eslabón, el comercio de
    exportación, fue favorecido en todo momento
    por Rosas apoyado por la oligarquía terrateniente, y se
    mantuvo incluso en grandes picos hasta en 1849, incluso durante
    los bloqueos. Veremos que las medidas "proteccionistas" de Juan
    Manuel no contradirían sus estrechas relaciones con el
    comercio inglés
    ni sus prerrogativas de gran señor feudal.

    Finalmente, la política financiera de Rosas tuvo
    como principal aporte las divisas de la Aduana, pero en
    esos momentos de bloqueo llegó a recurrir a contribuciones
    directas a los propietarios (por cierto ínfimas); o
    simplemente a la emisión desenfrenada de bonos y de
    papel moneda
    (lo que provocó una desvalorización del papel y una
    redistribución de los ingresos
    desfavorable a los sectores pobres), o al recorte de gastos en
    materia de
    educación
    y obras públicas.

    La ley de Aduana: más que
    proteccionismo, "librecambismo mitigado"

    En 1835, el gobierno provincial de Rosas dicta una ley
    de Aduana que marcará un cambio en la
    ultraliberal política comercial exterior de esta
    región del globo.

    Esta ley dispondrá de un considerable aumento en
    los derechos de
    importación o la prohibición de introducirlos para
    variados artículos que entraran por el puerto de Buenos
    Aires: manufacturas de hierro y
    hojalata, coches y ruedas para los mismos, zapatos, ponchos,
    ceñidores, fajas, ropas hechas, frazadas, velas, peines,
    sillas de montar, legumbres, maíz,
    papas, harina y trigo, azúcar,
    alcoholes,
    sidra, cerveza… (los
    aforos van del 25 al 50%). Evidentemente, estas medidas
    serían bien recibidas por algunas provincias del interior,
    que veían languidecer sus incipientes artesanías
    bajo la arremetida de la producción masiva de ingleses y franceses.
    José María Rosa interpretaría esto como una
    prueba más de la voluntad de Rosas de constituir la unidad
    nacional y de promover a la industria en
    su conjunto para construir una nación independiente,
    golpeando al "imperialismo"
    dominante. Sin embargo, la aplicación de esta ley no
    tendrá los efectos que algunos imaginaron por las
    siguientes causas:

    • Permite a los extranjeros (fundamentalmente ingleses)
      mantener sus posiciones en el mercado
      interior y exterior del país, lo que no facilita la
      independencia.
    • Mantiene el exclusivismo del puerto y de la Aduana en
      manos de Buenos Aires, generando un reparto desigual entre las
      provincias de la Confederación y cerrándole el
      paso a las provincias litoraleñas.
    • No aplica ningún plan de fomento
      industrial interno, manteniendo a las artesanías en un
      nivel primitivo.
    • Como ley provincial, también demuestra
      estrechez de miras cuando impone aforos a la producción
      de yerba mate de Corrientes.
    • Su aplicación sería errática, y
      con el tiempo el mismo gobierno rosista iría mitigando
      sus estipulaciones, hasta que en 1847 el comercio
      exterior estaría funcionando casi como en
      1835.

    En definitiva, si bien esta ley pudo haber dado el
    puntapié inicial a la industrialización, el
    mantenimiento
    del aislacionismo provincial, el predominio de los terratenientes
    y la estrechez localista de sus miras impedirían un
    verdadero salto cualitativo que pudiera haber creado, en un
    proceso, una
    industria
    nacional fuerte, punto clave para la independencia
    económica de la nación.

    Economías
    regionales

    Como vimos, la economía bonaerense
    crece al ritmo de la expansión y explotación de
    tierras dedicadas a la cría y comercialización del ganado
    vacuno.

    Las actividades económicas del Interior, ya sin
    conexión con el mercado de mulas altoperuano, pasan a
    estar conectadas con el renacer minero y agrícola chileno,
    motivado por el descubrimiento de un nuevo yacimiento de plata y
    por la creciente demanda del
    mercado surgido en derredor del ciclo californiano. Así
    crecen producciones ganaderas y agrícolas (alfalfares
    especialmente) que tienen como destino abastecer al mercado
    chileno y llegan incluso a despojar a pobladores
    rurales.

    Hemos visto que las artesanías del interior solo
    recibieron un muy leve impulso, con las leyes aduaneras
    de Rosas, pero siguieron el rumbo que habían comenzado con
    la apertura comercial con la Europa
    industrial. La economía retrogradaría desde
    incipientes industrias
    domésticas a una producción agrícola y
    ganadera más primitiva como hinterland chileno.

    La economía del Litoral crecería en la
    misma producción que Buenos Aires: la hacienda y el
    saladero comienzan a producir cuero, sebo y tasajo, que se
    trasladan, por ejemplo, desde los puertos entrerrianos hasta
    Montevideo por el río Uruguay (menos
    controlado por Rosas). Será Entre Ríos el
    más beneficiado por la falta de control previa a
    los acuerdos con Inglaterra y Francia, y la vuelta a "tomar las
    riendas" con el cierre de los ríos por parte del gobierno
    porteño motivaría la ruptura con el entrerriano
    Urquiza, que se pronunciaría contra Rosas en
    1852.

    En definitiva, las economías regionales se
    vinculan con economías limítrofes extranjeras,
    manteniendo en todo el país el atraso de la
    producción, basada tan solo en la tierra y el
    ganado.

    Las relaciones sociales en la
    época de Rosas

    Relaciones feudales de
    producción y paternalismo

    En principio, quiero recordar lo que entiendo por
    relaciones de producción feudales, siguiendo la famosa
    definición de Maurice Dobb: "…una obligación
    impuesta al productor por la fuerza, e
    independientemente de su voluntad, de cumplir ciertas exigencias
    de un señor, ya cobren estas la forma de servicios a
    prestar o de obligaciones a
    pagar en dinero o en
    especie (…) Esta fuerza coercitiva puede ser el poder militar
    del superior feudal, la costumbre respaldada en algún tipo
    de procedimiento
    jurídico o la fuerza de la ley." De esta manera, el
    feudalismo es una
    formación económico-social dominada por el modo de
    producción feudal, de la misma manera que el esclavismo es una
    formación dominada por la esclavitud, tal
    como existió en Grecia y
    Roma.

    Entendemos por feudales a aquellas sociedades en
    las que la clase dominante extrae el plustrabajo de los
    productores directos mediante una coacción
    extraeconómica, porque los trabajadores tienen
    algún grado de control
    (posesión) de los medios de
    producción necesarios para su tarea. De esta manera, la
    explotación se materializa fundamentalmente, en estas
    sociedades
    agrarias, en una renta (en especie, trabajo o dinero,
    según el caso).

    En estas sociedades, los productores directos tienen, en
    general, el control sobre sus instrumentos de trabajo,
    algún derecho práctico sobre el pedazo de tierra
    que cultiva (como miembro de la aldea, de la antigua comunidad, como
    pequeño propietario o arrendatario), etc. Y, al mismo
    tiempo, deben pagar al jefe de estado o al propietario de la
    tierra un fuerte tributo (que podrá variar entre sacos de
    grano y trabajos "públicos" obligatorios)
    reconociéndole el carácter de "propietario
    eminente" de la tierra.

    Para introducirnos en el mundo de las relaciones de
    producción y sociales en nuestras tierras en los tiempos
    del rosismo, es ilustrativo el relato que presenta Lucio
    Mansilla, que narra un suceso visto por el señor Mariano
    Miró. Un día, en la estancia "del Pino", Rosas
    conversaba con Miró cuando descubrió a un cuatrero,
    lo capturó, lo estaqueó y lo mandó azotar.
    En la cena lo invitó a la mesa y le ofreció ser
    padrino de su primer hijo, y darle unas vacas y unas ovejas y un
    pequeño lugar en su campo, para que su "nuevo socio"
    estableciera un rancho. El gaucho asiente y Juan Manuel agrega:
    "Pero aquí hay que andar derecho, ¿no?". Y Mansilla
    añade:

    "Y don Mariano Miró, encontrando aquella escena
    del terruño propia de los fueros de un señor feudal
    de horca y cuchillo, muy natural, muy argentina, muy americana,
    nada vio…"

    Aquí tenemos un claro ejemplo que nos demuestra
    que las relaciones entre los propietarios y los productores
    directos eran de carácter feudal, basadas en la
    coerción extraeconómica y en el paternalismo como
    suavizante para mantener al peón sujeto a la estancia.
    Allí es donde aparece el "populismo" de
    Rosas, similar al de otros caudillos federales del interior y del
    litoral: él tuvo que "hacerse gaucho como ellos" para
    conseguir "una influencia grande sobre esa gente para contenerla
    o para dirigirla" siempre en interés de
    los terratenientes latifundistas. Rosas utiliza una
    identificación cultural entre el peón campesino y
    el patrón "rural", que comparten ciertas tradiciones,
    formas de vestirse y de hablar, oponiéndolas a las
    costumbres y a la cultura del
    otro sector de la élite: los unitarios, los "doctores" de
    galera y de ciudad, que siempre habían despreciado al
    pueblo campesino.

    El peonaje rural como relación de
    producción es muy controvertido, debido a su complejidad y
    contradicciones internas. Ha llegado a ser definido como
    "esclavitud por
    deudas de jornaleros rurales", expresando así toda la
    riqueza conceptual del término "peón". La gran
    discusión aparece centrada en su caracterización
    como relación feudal o capitalista. Así que
    decidimos pesar aquellas características propias de la
    producción feudal y aquellas propias del régimen
    burgués. Entre las primeras aparecen: a) la dependencia
    personal, es
    decir, la dependencia de un hombre atado a
    otro por vínculos sociales, afectivos, militares, etc. y
    b) la sujeción a la tierra, que ata al productor a un
    lugar, una estancia, una parcela de la que se alimenta, etc.
    Entre las segundas, sólo descubrimos la existencia de
    pagos o jornales.

    Respecto de la dependencia personal y la
    sujeción a la tierra, las hallamos en forma muy
    clara:

    • Aplicación sistemática de penas y
      torturas (cepo, estaqueamiento, castigos corporales, etc.) a
      los gauchos que hubiesen cometido "faltas" a juicio del
      patrón.
    • Derechos medievales, como el de pernada: "Era la
      servidumbre, ¡y qué servidumbre! El patrón
      o sus representantes podían cohabitar con las hijas y
      hasta con la mujer del
      desdichado…"
    • Compulsión legal, teniendo en cuenta que la
      ley que promulga Oliden, gobernador porteño, en 1815, es
      confirmada por el gobierno rosista. Esta establecía el
      control riguroso de la mano de obra rural, exigiendo la
      "papeleta de conchabo" (o contrato) a
      todo gaucho. Este sistema preveía penas severas (como el
      traslado a la frontera a servir en los fortines) a todo aquel
      que fuera de "la clase de sirviente" y que no estuviera bajo la
      dependencia "contractual" con ningún estanciero. El
      capítulo IV del reglamento de Rosas para el gremio de
      los abastecedores se refiere al peón de la siguiente
      manera: "el peón vendedor no tendrá derecho a
      dejar a su patrón sin un justo motivo, del cual
      entenderá exclusivamente el juez nombrado". De
      más está decir que los juzgados de paz, creados
      en 1821 en reemplazo del viejo aparato estatal colonial, eran
      cómplices o instrumentos de los estancieros. A esta
      particular relación de peonaje Eduardo Azcuy Ameghino la
      ha denominado peonaje obligatorio.
    • Es muy frecuente el endeudamiento, típico en
      la hacienda latinoamericana, por el cual e peón compra
      en la pulpería o almacén
      de la estancia a cuenta, y luego las deudas se van sumando.
      Así, el patrón tiene un poderoso mecanismo
      usurario para mantener al peón por la fuerza en su
      estancia. Es lo que se llama peonaje por deudas.
    • La presencia psicológica del paternalismo
      creaba entre el "padre-patrón" y la peonada un
      vínculo muy fuerte y duradero, que ataba a los
      dependientes, incluso bajo la relación de padrinazgo,
      común en la época entre patrones y
      primogénitos. El vínculo de fidelidad entre
      señor y vasallo se asienta tanto en la
      "dominación tradicional" (porque siempre había
      sido así) como en la "dominación
      carismática" (por admiración al
      "caudillo-héroe").
    • La inseguridad
      propia de la frontera y la precariedad de la vida movieron a
      muchos a subordinarse o "encomendarse" a un vecino poderoso.
      Como afirma John Lynch:

    "Por lo tanto, el estanciero era un protector,
    dueño de suficiente poder como para defender a sus
    dependientes de las bandas merodeadoras, sargentos reclutadores y
    hordas rivales. Era también un proveedor, que desarrollaba
    y defendía los recursos locales,
    y podía dar empleo, comida
    y abrigo. De esta manera, el patrón reclutaba una peonada.
    Y estas alianzas individuales se extendían para formar una
    pirámide social ya que, a su vez, los patrones se
    convertían en clientes de
    hombres más poderosos, hasta que alcanzaba la cumbre del
    poder, y todos pasaban a ser clientes de un
    superpatrón, el caudillo."

    Además, si a esta relación
    patrón/cliente le
    sumamos la entrega de tierras por acciones
    militares, podemos ver claramente conformada una relación
    muy similar a la "feudo-vasallática" europea
    medieval.

    Otra atadura básica es la fuerza de la costumbre,
    el "derecho consuetudinario", que crea en el peón un
    sentimiento de arraigo a esa tierra que lo vio nacer y crecer y
    que le ofrece "todo", ya que el abastecimiento lo consigue dentro
    de la hacienda que, aunque "abierta" al mercado mundial,
    está "cerrada" para la peonada.

    Hay también, en muchos casos, un acceso estable a
    medios de
    producción (pequeñas parcelas, algún ganado)
    y a medios de subsistencia (carne, yerba) dentro de la estancia.
    Así, puede interpretarse a la jornada del gaucho como una
    renta en trabajo, que realiza además del trabajo en su
    pequeña actividad "propia".

    Todas estas características hacen del pago del jornal o
    "salario" un dato
    totalmente subordinado a la coacción
    extraeconómica: el peón no va a trabajar por el
    salario, sino que
    es forzado a trabajar y a mantenerse bajo la égida de un
    patrón. Frente a esta situación, la influencia de
    la ley de la oferta y la
    demanda en la fijación del precio de la
    fuerza de trabajo es irrisoria, porque si el gaucho no quiere
    trabajar por un salario bajo, es forzado a hacerlo, haya mucha o
    poca gente dispuesta a trabajar. Recién los terratenientes
    podrán transformar al gaucho-peón en asalariado
    común cuando hubieren podido apropiarse de toda la tierra,
    someter a los aborígenes y terminar con la frontera que
    permitía al viejo gauchaje apropiarse de ganado libre o
    "cimarrón" o cazar por su cuenta.

    Se observará que detrás del paternalismo
    no existió ningún sentido "democrático", ya
    que no hay ningún reparto de tierras entre los peones ni
    ningún intento de concederles mayores libertades
    cívicas: el dudoso derecho al voto oral controlado por los
    patrones es la máxima libertad
    otorgada. No debemos olvidar que la rebelión campesina e
    indígena de 1829 fue utilizada por Rosas para acceder al
    poder, transformarse en heredero político del dorreguismo
    y luego eliminarla para restaurar la "disciplina del
    trabajo".

    También merece un párrafo
    la esclavitud, que siguió manteniéndose, aunque
    crecieron en cantidad los esclavos libertos, que
    permanecían en la mayoría de los casos
    también sometidos a la dependencia personal con aquellos
    que habían sido sus amos. Frente a ellos también
    Rosas desplegará la misma estrategia que
    con sus peones, al identificarse con sus bailes y sus fiestas,
    dándole a la ciudad porteña un tinte popular al que
    no se habrían atrevido los doctores unitarios.

    La política
    indígena

    "La campaña de 1833 constituye el primer
    eslabón del proceso de
    exterminio de las comunidades indígenas libres de la
    llanura, cuya culminación, la llamada "conquista del
    desierto", no fue más que el mazazo definitivo sobre
    culturas agotadas y diezmadas después de más de
    medio siglo de permanentes conflictos
    armados. Fue una campaña que hizo escuela: ‘A
    mi juicio, el mejor sistema para concluir con los indios, ya sea
    extinguiéndolos o arrojándolos al otro lado del
    Río Negro, es el de la guerra ofensiva que fue seguida por
    Rosas, que casi concluyó con ellos.’."

    Este comentario sintetiza la acción de Rosas en
    la campaña de 1833, que tenía como fin la
    obtención de tierras para alimentar las necesidades de la
    oligarquía ganadera.

    Aun así, autores como José María
    Rosa reivindican la política de "acuerdos" que
    realizó el Restaurador, con una gran visión
    política, entre los indígenas, para garantizar,
    aunque fuera en forma momentánea, a la "tranquilidad" en
    las fronteras. En este contexto se explica la oposición
    entre Rosas y Martín Rodríguez en la anterior
    campaña de la década del veinte. Mientras que
    Rodríguez propugnaba la conquista lisa y llana, Rosas
    alentaba los "tratados" para
    pacificar la frontera y tal vez poder incorporar a los
    indígenas como mano de obra en las crecientes estancias de
    la campaña. Sin embargo, la imposibilidad de la
    sumisión pronto alentó en Rosas el deseo de una
    campaña militar, y en 1833 la llevó a cabo. Los
    objetivos de
    Don Juan Manuel eran claros:

    "Pasan de mil los [indios] que han fallecido en
    sólo el año de 1836, según consta de las
    partes y hechos públicos, un esfuerzo más y se
    acabarán de llenar los grandes objetos e inapreciables
    bienes de esa
    campaña feliz".

    Es decir, lo principal era ampliar y "limpiar" su fuente
    de riqueza, la tierra, de cualquier "intruso", pero a la vez
    intentar mantener en las tierras todavía no conquistadas
    una tranquilidad que permita el afianzamiento de la riqueza
    pecuaria. Lynch aprecia esta situación:

    "Era imposible expandir las tierras desplazando la
    frontera y mantenerse en paz con los indios. ¿Cómo
    se podía ocupar sus territorios y esperar que ellos
    quedaran satisfechos parlamentando?"

    La famosa paz entre Rosas y Calfucurá de 1835 fue
    tensa y muchas veces rota. Incluso en 1836 Rosas cae con sus
    fuerzas sobre las comunidades ranqueles que no querían
    "negociar" con el gobernador, a cuyo frente estaba el cacique
    Yanquetruz.

    Además, cabe tener en cuenta el rol disociador de
    Buenos Aires dentro de las comunidades aborígenes y la
    influencia de las luchas políticas
    nacionales en la política indígena interna; vemos
    que en 1835 Rosas apoya la creación de la
    Confederación de Salineros contra los ranqueles; que logra
    una alianza con los tehuelches contra los vorogas y araucanos; o
    que los propios ranqueles atacan las ciudades gobernadas por
    federales en alianza con los unitarios.

    En definitiva, el indígena pasaba a ser un
    engranaje más en las luchas políticas y en las
    ambiciones económicas, tanto de unitarios como de
    "federales". Este comportamiento
    dejaría a las comunidades indígenas en una
    situación de subordinación, marginación e
    indefensión cuando fueran "incorporadas" al Estado
    centralizado en la última parte del siglo XIX.

    Partes: 1, 2

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