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Conquista de México (página 2)




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6. La Sociedad y las
reveliones

Panorama general de una sociedad de la
Nueva España en
el Siglo XVI.

El panorama general de una sociedad en el Siglo XVI era muy
extensa. Había desde indios, negros y esclavos hasta
virreyes, nobleza y sacerdotes. La sociedad mas pobre en esas
épocas eran los negros que fueron traidos como esclavos
desde Africa o bien a
través de Estados Unidos;
estos hacían el trabajo
agotador, especialmente el del campo relacionado a la agricultura y
eran muchas veces explotados. Los indigenas, se
podría decir que eran la segunda clase después de
los negros; estos también hacían labor muy pesada
en el campo pero no eran esclavos ni maltratados. Luego
venía la clase media que era compuesta por mestizos y por
alguna parte de los criollos, esta era la que mandaba a los
esclavos e indigenas,
también era a veces dueña de tierras y industrias
pequeñas. Los españoles, criollos ricos, los
sacerdotes y la nobleza encabezaban la sociedad alta. Eran los
dueños de las tierras y los que gobernaban al pais ya sea
militarmente o civilmente. La nobleza estaba constituída
basicamente de españoles y criollos ricos, casi siempre
tenan parentesco con el Rey o Virrey de la Nueva España.
Los sacerdotes, en esa época tenían mucha
influencia sobre la sociedad pues tenian mucho dinero y
poder para
gobernar.

Castas.

Se daba el nombre genérico de castas a las clases
formadas por personas de sangre mezclada.
No eran grupos cabalmente
cerrados como los de la India, ya que,
por ejemplo un aborigen podia casar con una persona de
sangre
española. Los grupos mas
importantes de dichas castas fueron: los mestizos, con sangre de
indios y de españoles, que fueron lo mas numerosos, y
cuyos descendientes, andando el tiempo, han
llegado a ser los componentes que en mayor numero habitan el
suelo
mexicano, si bien entonces fueron vistos con menos aprecio por
algunos; los mulatos, con sangre de españoles y negros, y
los zambos con sangre de indios y de negros.

Grupos Dominantes.

Los españoles formaron el grupo mas
numeroso de los pobladores de sangre mezclada después de
los indios. A América
llegaron miles de ellos. Eran individuos de casi todas las
clases
sociales y su condición cultural y moral fue de
todas indoles, como sucede con un pueblo en general como se pone
en marcha. Hubo picaros y santos; analfabetas y universitarios;
aventureros y hombres de gobierno. Entre
los conquistadores y colonos de las primeras épocas
predominaron los subditos de la Corona de Castilla, de las
provincias siguientes: Andalucia, las dos Castillas, Extremadura,
Asturias y Leon, aunque posteriormente fueron numerosos los
Vascos y los de Santanderinos. De Aragon casi no llegaron.
Españoles los había en casi todas las clases
sociales de Nueva España desde funcionarios
encumbrados, hasta simples labradores y artesanos pero, como era
natural, los puestos mas importantes de la
administracion pública estaban en sus manos, aunque
había excepciones en muchos sentidos.

Los criollos eran los descendientes de los españoles
nacido en América. Con el correr del tiempo fueron mas
numerosos que los españoles y psicologica y socialmente
llegaron a diferenciarse de estos. Los Criollos también
desarrollaron un papel muy
importante en la alta sociedad de la Nueva España y
llegaron a ocupar puestos muy altos en el gobierno.

Familias Preminentes.

Las familias mas importantes de esa época eran los
nobles que fundamentalmente se consistía de
españoles y algunos criollos ricos. Los virreyes
acostumbraban tener grandes familias en las cuales ocupaban altos
puestos los familiares. En total fueron 61 Vierreyes.
También hubo otros personajes destacados en la religión como Fray
Bartolome de las Casas, que ayudo mucho a los indigenas, Pedro
Moya de Contreras y Fray Juan de Zumarraga. Entre otros
personajes estaban Fray Alonso de la Vera Cruz como teologo y
filósofo; Padre Juan Diaz como historiador; en literatura estaba Franciso
Cervantes de Salazar y hombres de medicina como el
doctor Alonso Lopez Hinojosa.

Indigenas.

Hasta antes de la Conquista española, alguanas zonas
del territorio mexicano, sobre todo en el centro y otras del Sur
y Sureste estuvieron muy pobladas. Su número es impreciso,
y aún a sido exagerado notoriamente por algunos. A este
proposito conviene decir que los acontecimientos que provocaron
un disminución demografica fueron las siguientes: las
guerras y
opresiones criminales, el mestizaje y de modo muy destacado los
padecimientos que se difundieron y que nadie podría
prever, llegados del Viejo Mundo contra los cuales los nativos no
tenían defensa natural alguna, hablar de un genocidio
deliberado o semiconsiente es falso por antihistorico. Los
indigenas en la Nueva España basicamente hacían
el trabajo
pesado de la sociedad pero no eran los escalvos de una
sociedad.

7. La Guerra de
Independencia

El período histórico que se conoce como Independencia
empieza, estrictamente hablando, el 16 de septiembre de 1810
cuando Miguel Hidalgo
da el llamado "Grito de Dolores" y termina el 27 de septiembre de
1821 con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de
México. La
idea detrás de este movimiento
revolucionario era liberarse del gobierno español y
dejar de ser un virreinato. Esta etapa da fin a la llamada
época colonial mexicana.

Como es lógico, antes de 1810 hubo ya antecedentes
importantes de la nueva ansia libertaria que operaba,
principalmente, en los criollos. Se dice que, antes de estallar
la lucha, el ideólogo del movimiento fue
el fraile Melchor de Talamantes, que hacía circular
escritos subversivos en los que afirmaba que el territorio
mexicano, por tener "todos los recursos y
facultades para el sustento, conservación y felicidad de
sus habitantes", podía hacerse independiente y que,
además de posible, la independencia
era deseable porque el gobierno español no se ocupaba del
bien general de la Nueva España, como se ocuparía
un gobierno libre, constituido por mexicanos.

Puede intentarse una división del movimiento
independentista en cuatro etapas:

Durante la primera etapa de la guerra (16 de
septiembre de 1810 al 21 de marzo de 1811), las fuerzas
insurgentes, comandadas por Hidalgo y Allende, fueron
engrosándose, a partir de Dolores, en Atotonilco, San
Miguel, Celaya, Salamanca, Irapuato y Silao; libraron batalla por
la toma de Guanajuato (28 de septiembre), tomaron sin resistencia
Valladolid (17 de octubre), derrotaron a los realistas en el
monte de las Cruces (30 de octubre), desistieron de acercarse
aún más a la ciudad de México,
regresando hacia el Bajío, y en Aculco fueron derrotadas y
diezmadas (7 de noviembre) por el ejército virreinal.
Hidalgo huyó a Valladolid y Allende a Guanajuato. Este
descalabro se compensó en cierto modo con la acción
de otros jefes insurgentes en distintos lugares del país:
Rafael Iriarte, en León, Aguascalientes y Zacatecas; los
legos juaninos Luis de Herrera y Juan de Villerías, en San
Luis Potosí; Tomás Ortiz y Benedicto López,
en Toluca y Zitácuaro; Ávila y Ruvalcaba, en
Cuernavaca; Miguel Sánchez y Julián
Villagrán, en el extenso valle del Mezquital; José
María Morelos, en la Tierra
Caliente de Michoacán y Guerrero; Gómez Portugal,
Godínez, Alatorre y Huidobro, en el valle alto de La
Barca; y José Antonio Torres, en territorio de Colima y en
el sur de Jalisco, hasta que al fin tomó Guadalajara (11
de noviembre), abriendo el camino para que Hidalgo entrase a la
antigua capital
novogalaica el 26 de noviembre. Poco tiempo tuvo el caudillo para
disponer y legislar: entre esa fecha y el 13 de diciembre,
nombró jefes de las fuerzas insurgentes de San Blas, al
cura JoséMaría Mercado; de
Tepic, a Rafael Híjar; de Chihuahua, a Simón de
Herrera, y de las Provincias Internas de Occidente, a José
María González Hermosillo; publicó el
decreto de abolición de la esclavitud,
derogación de tributos,
prohibición del uso del papel sellado
y extinción de estancos; ordenó que las tierras se
entregaran a los naturales, sin que pudieran volver a arrendarse
(5 de diciembre); señaló un plazo de 10 días
para que los amos pusieran en libertad a los
esclavos (6 de diciembre); nombró ministro de Estado y del
Despacho a Ignacio López Rayón, y de Gracia y
Justicia a
José María Chico; designó cuatro oidores;
expidió credenciales como representante diplomático
en Estados Unidos
a Pascasio Ortiz de Letona, y confió a Francisco Severo
Maldonado la edición de El Despertador Americano. Estas
acciones
respondían al doble carácter
—libertario y agrario— del movimiento de
Independencia. A estos hechos siguieron la desastrosa batalla de
Puente de Calderón (17 de enero), la huida hacia el norte,
con la esperanza de hallar auxilio en Estados Unidos, y el
prendimiento y muerte de
Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, principalmente. El
nuevo virrey, Francisco Javier Venegas, quien sustituyó a
la Audiencia, había llegado a Veracruz el 25 de agosto y a
la ciudad de México el 13 de septiembre, tres días
antes de la sublevación. Al organizar la contraofensiva se
sirvió del general Félix María Calleja del
Rey, quien después de Aculco, recuperó Guanajuato
(25 de noviembre), derrotó a Hidalgo y a Allende en Puente
de Calderón y recobró Guadalajara (21 de enero de
1811) y San Luis Potosí (5 de marzo); el también
brigadier José de la Cruz, que reintegró a la
Corona Valladolid (28 de diciembre de 1810); Alejo García
Conde, gobernador de Sonora, que venció a Hermosillo en
San Ignacio Piaxtla (8 de febrero de 1811); Manuel Ochoa, que
retomó Zacatecas (17 de febrero); y otros jefes que
derrotaron a los insurgentes en San Blas (31 de enero), San
Antonio de Béjar (1° de marzo) y Monclova (17 de
marzo). En estas acciones
murieron el cura José María Mercado, Ignacio
Aldama, el padre Salazar, Villerías y Herrera. Iriarte, a
su vez, fue fusilado por los mismos insurgentes. Del grueso de la
fuerza
inicial, sólo sobrevivió el cuerpo de 6 mil hombres
cuyo mando confió Allende en Saltillo a Ignacio
López Rayón, antes de partir rumbo a Estados
Unidos. Éste realizó una brillante retirada hacia
el sur, internándose en Michoacán.

La segunda etapa (abril de 1811 a 22 de diciembre de 1815) se
caracterizó por el recrudecimiento de la guerra en el
centro del país y por la expresión, mucho
más clara, de los principios
ideológicos del movimiento, en los cuales estuvieron
inspirados los intentos de organización gubernamental. Gracias a las
victorias que tuvieron en Zitácuaro Juan B. de la Torre
(20 de marzo de 1811) y López Rayón (22 de junio),
pudo éste, el 19 de agosto, establecer en esa ciudad la
Junta Nacional, que conservaría —al igual que en
España— los derechos de Fernando VII,
organizaría los ejércitos y procuraría
libertar a la patria de la opresión. Por elección
de 10 jefes regionales —Ignacio Martínez,
Tomás Ortiz, Benedicto López, José Vargas,
Juan Albarrán, José Ignacio Ponce de León,
Manuel Manso, José Miguel Serrano, Remigio Yarza y
José Ignacio Ezaguirre— fueron electos vocales
López Rayón —que sería
presidente—, José María Liceaga y José
Sixto Berduzco, cura éste de Tusantla. El cuerpo
tomó el nombre de Suprema Junta Nacional Americana o
Congreso Nacional Gubernativo. A José María Morelos
se le expidió nombramiento de teniente general y
más tarde se le nombró cuarto vocal. El 1° de
enero de 1812 la Junta abandonó Zitácuaro ante el
ataque de las fuerzas de Calleja, que incendiaron "la infiel y
criminal villa" y despojaron de todos sus derechos a los pueblos
indígenas comarcanos. Los vocales huyeron a Tlalchapa y
luego a Sultepec, donde el doctor José María Cos,
cura del burgo de San Cosme (hoy Villa Cos, Zac.), publicó
un manifiesto, sus Planes de paz y guerra (16 de marzo) y los
periódicos El Ilustrador Nacional (11 de abril al 30 de
mayo) y El Ilustrador Americano (a partir del 27 de mayo).
Sostenía Cos "la residencia de la soberanía en la masa de la nación", que los españoles no
podían atribuirse la potestad de representar al monarca y
que los americanos no debían obedecer a los peninsulares;
si éstos aceptaban la formación en México de
un Congreso que defiendese los derechos del rey prisionero,
renunciando a sus empleos y a las armas,
América contribuiría a los gastos de la
lucha contra Napoleón; de otro modo, se trataría
de suavizar los extremos de la guerra, pues ambos bandos
reconocían a Fernando VII. Casi simultáneamente (20
de abril), Rayón envió a Morelos su proyecto de
Constitución —Elementos
Constitucionales—, que establecía la religión
católica sin tolerancia de
otra; sostenía que el pueblo era el origen de la soberanía, la cual residía en
Fernando VII, y sería ejercida por tres organismos
—una Junta, un Consejo de Estado y un
Congreso de representantes nombrados por los
ayuntamientos—, aun cuando la iniciación de las
leyes se
reservaba a un "protector nacional"; preveía un
generalísimo, nombrado por el Consejo y con poderes
dictatoriales, para tiempos de guerra; declaraba la libertad de
comercio y la
de imprenta en materias científicas y políticas;
adoptaba el Habeas corpus
para la seguridad
personal, y
suprimía la esclavitud, las
castas, el tormento y los exámenes a los artesanos.

Mientras tanto, la Constitución de Cádiz —10
títulos con 384 artículos— fue jurada por las
Cortes de España el 19 de marzo de 1812, y promulgada en
México el 30 de septiembre siguiente, al pie de la estatua
ecuestre de Carlos IV, al centro de la plaza Mayor, que en ese
acto cambió su nombre por el de la Constitución.
Redactada para normar la monarquía, implantó la
soberanía nacional y acabó con el poder
absolutista: el Título III atribuyó amplias
facultades a las Cortes e impuso severas restricciones al
monarca, al punto de que las oficinas públicas, que
añadían a su denominación el adjetivo real,
usaron a partir de ese momento el de nacional. Las novedades
jurídicas que más interesaron en Nueva
España, sin embargo, fueron la libertad de imprenta y el
derecho electoral para el nombramiento de ayuntamientos. Como
consecuencia de lo primero, se publicaron multitud de impresos,
entre otros los periódicos El Juguetillo, de Carlos
María de Bustamante, y El Pensador Mexicano, de
Joaquín Fernández de Lizardi; y, a resultas de lo
segundo, el 29 de noviembre, en medio de un gran regocijo, el
pueblo eligió a los electores, todos mexicanos, que a su
vez deberían nombrar a los miembros del nuevo Ayuntamiento
de la capital. El
mismo resultado tuvieron los comicios en Puebla, Toluca y otras
ciudades. Estos primeros ensayos de
democracia
fueron reprimidos por el virrey, de acuerdo con la Audiencia: el
5 de diciembre suspendió la vigencia del Artículo
371 y a fines del mes dispuso que continuasen ejerciendo las
antiguas corporaciones municipales y que quedasen sin efecto
todas las demás prescripciones de la Constitución.
Estos hechos provocaron el recrudecimiento de la revolución
de Independencia. En julio del año siguiente, 31 diputados
americanos, encabezados por Miguel Ramos Arizpe, pidieron que la
Regencia de España diera cuenta a las Cortes de estos
irregulares acontecimientos, pero el Consejo de Estado
confirmó que en México, mientras durase la
insurrección, debía existir un régimen
militar.

En estas circunstancias, el 2 de noviembre de 1812 Morelos
propuso a López Rayón, desde Tehuacán, "que
se le quite la máscara a la independencia", y el
día 7, en una comunicación más explícita,
insistió en evitar toda mención a Fernando VII en
los planes revolucionarios de gobierno. Pero si de este modo se
dirigía al presidente de la Junta Suprema en lo privado,
en lo público conservaba su aparente adhesión al
monarca, a quien mandó jurar reconocimiento y obediencia
el 5 de diciembre siguiente, una vez que tomó la ciudad de
Oaxaca. Allí mismo, el día 23 dirigió un
manifiesto aclarando algunas ideas: "Las cortes de Cádiz
han asentado más de una vez —decía— que
los americanos eran iguales a los europeos, y para halagarnos
más nos han tratado de hermanos; pero si ellos hubieran
procedido con sinceridad y buena fe, era consiguiente, que al
mismo tiempo, que declararon su Independencia, hubieran declarado
la nuestra, y nos hubieran dejado en libertad de establecer
nuestro gobierno, así como ellos establecieron el suyo…
Si ellos tienen por heroísmo
—añadía— rechazar el yugo de
Napoleón, nosotros no somos tan viles y degradados que
suframos el suyo".

José María Morelos había recibido de
Hidalgo, el 20 de octubre de 1810 en Indaparapeo, la misión de
insurreccionar el sur. En su recorrido inicial por la Tierra
Caliente de Michoacán y la costa y la sierra de Guerrero,
se le unieron los hermanos Galeana, Vicente Guerrero, Juan
Álvarez y los miembros de la familia
Bravo. En su primera campaña derrotó a los
realistas en Tres Palos, frente a Acapulco (5 de
enero de 1811), pero en febrero no pudo tomar la fortaleza de ese
puerto; se apoderó de Chilpancingo (24 de mayo) y Tixtla
(26 de mayo), batió al realista Fuentes (16 de
agosto) y se posesionó de Chilapa y Tlapa (principios de
noviembre). En su segunda campaña se extendió al
norte del actual Guerrero, al sur de Puebla y al territorio de la
entidad que llevaría su nombre: tomó Chiautla
(diciembre), dividió su ejército en tres cuerpos
—Bravo hacia Oaxaca, Galeana hacia Tasco y él mismo
contra Izúcar—, entró a Cuautla (25 de
diciembre), a Tenango y a Tenanancingo (22 de enero de 1812) y
regresó a Cuautla, para resistir el sitio que le puso
Calleja durante 58 días y que al fin rompió el 2 de
mayo. En el curso de estas acciones se le unieron José
Manuel Herrera, Mariano de Tapia, Mariano Matamoros, Juan
Nepomuceno Rosáinz y Antonio Sesma y sus hijos. La tercera
campaña (junio de 1812 a agosto de 1813) tuvo como puntos
sobresalientes el combate de Huajuapan (13 de julio), la
reorganización de sus tropas en Tehuacán (10 de
agosto a 7 de noviembre) —tomada desde el 6 de mayo por el
padre Sánchez—, la entrada a Orizaba para destruir
el tabaco almacenado
por los realistas (29 de octubre) y las tomas de Oaxaca (25 de
noviembre) y de Acapulco (20 de agosto de 1813).

Simultáneamente a estos acontecimientos, operaban en
Michoacán los jefes Muñiz, Navarrete, Anaya y
José Antonio Torres, que incomunicaron Valladolid durante
ocho meses. Torres fue al fin sorprendido, ahorcado y
descuartizado (23 de mayo de 1812). En Guanajuato se hicieron
famosos los guerrilleros Albino García (fusilado el 8 de
junio de 1812), Bernardo Gómez de Lara (fusilado el 17 de
noviembre de 1811), Vicente Gómez y otros; en Huichapan y
el Mezquital, los Villagrán; y en el norte de Puebla y los
llanos de Apan, Francisco Osorno. Después de Cuautla,
fueron significativas las acciones de los sacerdotes
Alarcón y Moctezuma contra Orizaba (28 de mayo de 1812) y
Córdoba (3 de junio siguiente) y la de Valerio Trujano en
Yanhuitlán. Así, a fines de 1812, la capital del
virreinato estaba rodeada, aunque a distancia, por un
círculo de fuerzas insurgentes, ninguna de cuyas facciones
estaba sometida a la autoridad de
la Suprema Junta Nacional Americana. El 17 de junio de 1812 los
vocales habían salido de Sultepec, acosados por los
realistas: Rayón huyó a Tlalpujahua, Berduzco a
Huetamo y Liceaga a Yuriria. Cada uno libró por su cuenta
combates infructuosos, que suscitaron recriminaciones
recíprocas, hasta que Rayón declaró
suspensos en su representación a sus colegas (abril de
1813). Morelos, deseando superar las diferencias de la Junta,
convocó en mayo de 1813 al Congreso de Chilpancingo, cuyo
reglamento formuló el 13 de septiembre.

El Congreso Nacional Constituyente se instaló en el
templo parroquial de Chilpancingo el 14 de septiembre de 1813,
previa la reunión preparatoria del día 13, en que
se atribuyó a la asamblea el nombre de Primer Congreso de
Anáhuac. Morelos había nombrado seis diputados para
representar a las provincias dominadas por los españoles:
Rayón (Guadalajara), Berduzco (Michoacán), Liceaga
(Guanajuato), Carlos María de Bustamante (México),
José María Cos (Veracruz) y Andrés Quintana
Roo (Puebla); y las provincias de Tecpan y Oaxaca, en poder de
los insurgentes, a José Manuel Herrera y José
María Murguía, respectivamente. A la
instalación sólo concurrieron estos dos
últimos, Quintana Roo y Berduzco. Más tarde
llegaron Bustamante (fines de octubre), Rayón (2 de
noviembre) y Liceaga (día 6 siguiente). Fueron secretarios
Cornelio Ortiz de Zárate y Carlos Enríquez del
Castillo. En la primera sesión formal, Morelos
presentó, por conducto de Juan Nepomuceno Rosáinz,
su secretario, los Sentimientos de la Nación (v. texto
completo), según los cuales debía declararse la
Independencia, ser la católica la única
religión, crear los poderes legislativo, ejecutivo y
judicial, dar los empleos a los americanos, respetar la propiedad pero
confiscar sus bienes a los
españoles, y abolir la esclavitud, las castas, los
estancos y los tributos. El
día 15 se nombró generalísimo a Morelos con
el tratamiento de alteza serenísima, que declinó el
caudillo para adoptar el de Siervo de la Nación, y el 18
cesó la antigua Junta; pero cuando Rayón se
incorporó a la asamblea, varias veces requerido por
Morelos, todavía sostuvo la idea de que el Congreso
gobernase a nombre de Fernando VII, lo cual fue rechazado por la
mayoría de diputados. Salvado este último
obstáculo, el 6 de noviembre se firmó el Acta
solemne de la Declaración de la Independencia de
América Septentrional (v. texto
completo), inspirada "en las presentes circunstancias de la
Europa".

Morelos salió de Chilpancingo el 7 de noviembre a
iniciar su cuarta campaña militar, cuyo primer objetivo era
la toma de Valladolid, apoyado por las fuerzas de Matamoros y
Nicolás Bravo, que hizo moverse desde Veracruz y Puebla.
Aunque trató de disimular estos movimientos, los
conoció muy a tiempo Félix María Calleja,
que era ya virrey desde el 4 de marzo, quien movilizó
hacia aquella plaza las divisiones de Toluca y Guanajuato, al
mando de Llano y Agustín de Iturbide. El 23 de diciembre,
los soldados de éstos y los de la guarnición
tomaron a dos fuegos a los hombres de Galeana y Bravo en El
Zapote, dispersándolos; el 24, una audaz incursión
nocturna de Iturbide provocó un combate entre los propios
insurgentes, que fue desastroso; y el 5 de enero de 1814, en
Puruarán, los realistas acabaron con el resto del
ejército independiente e hicieron prisionero a Matamoros.
Una columna realista, al mando de Armijo, avanzó luego al
sur y en las márgenes del Mezcala derrotó a la
tropa de Víctor Bravo, que protegía Chilpancingo.
En cuanto los miembros del Congreso se enteraron de estos
sucesos, se trasladaron a Tlacotepec, donde se les unió
Morelos, al que despojaron del mando como generalísimo
para asumir ellos el poder
ejecutivo. Armijo entró a Tixtla, Chilapa y
Chilpancingo, derrotó a Rosáinz en Chichihualco, a
Guerrero, Galeana y los Bravo (19 de febrero) y puso en fuga a
Morelos y al Congreso.

Mientras tanto, el Congreso hacía un penoso recorrido
por Ajuchitlán, Tlalchapa, Uruapan, las haciendas de Santa
Efigenia y Tiripitío, Ario y Apatzingán, en cuyo
trayecto los diputados —algunos de los anteriores y otros
recién nombrados— fueron redactando los puntos de la
Constitución. Ésta, con el nombre de Decreto
Constitucional para la libertad de la América Mexicana,
fue sancionada en Apatzingán el 22 de octubre de 1814.
Consta de 242 artículos, divididos en Principios o
Elementos Constitucionales (seis capítulos), dedicados a
la religión, la soberanía, la ley y los
derechos y obligaciones
de los ciudadanos; y Forma de Gobierno, estableciendo el
Congreso, el Supremo Gobierno —formado por un
triunvirato— y el Supremo Tribunal de Justicia.
Firmaron el documento los diputados José María
Liceaga, presidente (Guanajuato), José Sixto Berduzco
(Michoacán), José María Morelos (Nuevo Reino
de León), José Manuel de Herrera (Tecpan),
José María Cos (Zacatecas), José Sotero de
Castañeda (Durango), Cornelio Ortiz de Zárate
(Tlaxcala), Manuel de Aldrete y Soria (Querétaro), Antonio
José Moctezuma (Coahuila), José María Ponce
de León (Sonora) y Francisco de Argándar (San Luis
Potosí), y los secretarios Remigio de Yarza y Pedro
José Bermeo. Lo promulgaron, como miembros del Supremo
Gobierno, Liceaga —presidente—, Morelos y Cos.
López Rayón, Sabino Crespo, Quintana Roo,
Bustamante y Sesma, aunque contribuyeron a su redacción, no pudieron firmarlo por estar
ausentes. El Decreto Constitucional —redactado,
según Morelos, por Herrera, Quintana Roo, Sotero
Castañeda, Berduzco y Argándar— estuvo
inspirado en la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 1789 y parcialmente en la Constitución de
Cádiz. Aparte de que este documento era ineficaz en
tiempos de guerra, por lo complicado de los mecanismos de
gobierno, entrañaba un absolutismo
del Congreso, cuya víctima principal habría de ser
el propio Morelos.

Después del desastre de Puruarán, que de hecho
puso término a su carrera militar, Morelos pasó a
la hacienda de Santa Lucía, a Coyuca, desde donde
pidió al virrey canjear a Matamoros por 200 prisioneros, y
luego al puerto de Acapulco, donde mandó degollar a
éstos e incendiar la ciudad, una vez que se rechazó
su oferta y
Matamoros fue fusilado. El 14 de abril Armijo recuperó
Acapulco y uno de sus hombres, el comandante Avilés,
liquidó a Galeana el 22 de junio, en tanto las milicias
españolas de Guatemala
tomaban Tehuantepec. Otra vez unido al Congreso, en Ario, con
sólo los hombres de su escolta, Morelos marchó con
los diputados a Uruapan y más tarde decidieron cambiar su
sede a Tehuacán. La custodia del grupo se
confió a Morelos, muy a pesar de que el Artículo
168 de la Constitución prohibía a los miembros del
poder
ejecutivo tener mando de fuerza armada,
salvo circunstancias extraordinarias. El 29 de septiembre
salió la caravana, por caminos inusuales, tratando de
esquivar el encuentro con los realistas. El virrey, por su parte,
cubrió con tropas todas las posibles rutas, desde
Temascalcingo hasta Cuautla. El 3 de noviembre los representantes
de los poderes nacionales vadearon el río Mezcala en
Tenango y el 5, estando ya en Tezmalaca, fueron alcanzados por
las fuerzas del teniente coronel Manuel de la Concha. A poco de
iniciado el combate, los insurgentes se dispersaron y fueron
perseguidos. Morelos, a pie y sin armas, fue
detenido por Matías Carranco, un antiguo soldado suyo que
se pasó a las filas realistas. Conducido a México,
bajo la vigilancia de Concha, murió fusilado en San
Cristóbal Ecatepec, el 22 de diciembre de 1815. (V.
MORELOS Y PAVÓN, JOSÉ MARÍA). En los meses
anteriores, López Rayón se refugió en las
montañas del norte de Puebla, e igual hizo Rosáinz,
uno y otro nombrados por el Congreso para hacer la guerra en las
mismas áreas, lo cual provocó entre ellos serias
desavenencias. Cuando Zacatlán cayó en manos de los
realistas (25 de septiembre), Rayón huyó hasta
Cóporo, y Rosáinz fue detenido por los propios
insurgentes, de quienes huyó en Chalco para indultarse e
informar al virrey del estado de la revolución.

La tercera etapa de la guerra (1816-1819) se
caracterizó por la actividad de caudillos secundarios y la
fugaz campaña de Francisco Javier Mina. En el curso de
1816 los insurgentes sufrieron importantes derrotas: Osorno fue
batido por Concha en Venta de Cruz y
San Felipe (21 y 23 de abril); Mariano Guerrero y Rafael
Villagrán se acogieron al indulto (agosto); los realistas
recuperaron la isla de Janitzio, en el lago de Pátzcuaro
(13 de septiembre), el fuerte de Monte Blanco, junto a
Córdoba (7 de noviembre), la isla de Mezcala, en la laguna
de Chapala (25 de noviembre), y el fuerte de Cuiristarán
(10 de diciembre), motivo por el cual depusieron las armas
Herrera, Cos, Gordiano, Guzmán, Vicente Gómez, el
padre Castellanos, Encarnación Rosas,
José María Vargas y Melchor Múzquiz. En 1817
capitularon Ramón
Rayón en el fuerte de Cóporo, frente a Jungapeo (7
de enero), y Manuel de Mier y Terán en el cerro Colorado,
cerca de Tehuacán (20 de enero); en Veracruz los
españoles recobraron San Juan Coscomatepec (9 de febrero),
Huatusco (17 de febrero), los puentes de Atoyac y Chiquihuite y
los fuertes de La Fortuna, Quimistlán y Palmillas; en
Guanajuato, el punto fortificado de la mesa de los Caballos (10
de marzo), cerca de San Felipe, y en Querétaro el de La
Faja (diciembre). En diciembre, Nicolás Bravo fue
desalojado del fuerte de Cóporo.

En mayo de 1816 había salido de Londres Francisco
Javier Mina, patriota español que combatió a los
franceses en la Península y deseaba continuar batallando
en América contra el absolutismo de
Fernando VII. Lo acompañaban 32 oficiales
españoles, italianos e ingleses y el dominico mexicano
fray Servando Teresa de Mier. En Norfolk y Nueva Orleans, E.U.A.,
aumentó su hueste y sus pertrechos, y el 15 de abril de
1815 desembarcó en Soto la Marina con 300 hombres.
Ahí perdió sus barcos, atacados por una escuadrilla
procedente de Veracruz; construyó un fuerte, cuyo mando
confió al mayor Sardá, y el 24 de mayo
emprendió la marcha hacia el fuerte del Sombrero, al
noroeste de Guanajuato, para unirse al insurgente Pedro Moreno. A
pesar de su escasa fuerza, derrotó en el camino a los
realistas Villaseñor, en Valle del Maíz (8 de
junio), y a Armiñan, en Peotillos (día 15
siguiente), y después de que llegó a su destino
(día 24), a Ordóñez (día 29), en la
hacienda de San Juan de los Llanos. El 1° de agosto
Liñán puso sitio al fuerte y lo tomó el 19
sin que Mina pudiera auxiliar a sus defensores. El 27 de octubre,
en la acción del rancho del Venadito, fue muerto Moreno y
capturado Mina, más tarde fusilado (11 de noviembre)
frente al fuerte de Los Remedios cercano a Pénjamo. El 16
de junio anterior cayó en manos del realista Arredondo el
fuerte de Soto la Marina; en el curso del año se acogieron
al indulto Osorno, Sotero Castañeda, Carlos María
de Bustamante, Muñiz y otros; y a fines, fueron hechos
prisioneros Berduzco, López Rayón y Nicolás
Bravo.

En 1818 se rindió a los españoles el fuerte del
Jaujilla en un islote de la laguna de Zacapu (6 de marzo),
logrando escapar los miembros de una junta que nombró el
Congreso antes de su salida a Tehuacán, algunos de cuyos
vocales fueron más tarde aprehendidos (febrero) y otros
fusilados en Huetamo (9 de junio). Fueron asesinados el padre
Torres, defensor de Los Remedios, y José María
Liceaga; fusilados en Pátzcuaro, Nicholson y Yortis,
oficiales sobrevivientes de Mina (junio), e indultados otros
jefes insurgentes, como Amaya, Mariano Tercero, Huerta y los
padres Navarrete y Carvajal. En 1819 se acogieron al
perdón realista Arago, Erdozáin y Ramsey, que
operaban en Guanajuato, y José Antonio Magos, que lo
hacía en Querétaro. Vicente Guerrero fue derrotado
en el fuerte de Barrabás, en Coahuayutla (mayo), y en
Agua Zarca (5
de noviembre), al que después de estos hechos se
unió Pedro Asencio, a su vez desalojado del fuerte de San
Gaspar. Eran éstos los dos únicos jefes insurgentes
que continuaban combatiendo a principios de 1820.

La ofensiva de Wellington en 1813 y la constante actividad de
las guerrillas a retaguardia de los franceses, hicieron posible
recobrar Madrid; José
Bonaparte abandonó Valladolid y perdió las batallas
de Vitoria y San Marcial; y el 11 de diciembre se firmó el
Tratado de Valençay, por el cual cesó la guerra
entre España y Francia y
Napoleón reconoció a Fernando VII como rey; pero
las Cortes y la Regencia no quisieron considerar libre al rey, ni
prestarle obediencia, hasta que prestase el juramento previsto
por la Constitución. El 22 de marzo de 1814 Fernando
entró nuevamente a España; el 6 de abril
abdicó Napoleón; a fines de ese mes 69 diputados se
declararon absolutistas y el 4 de mayo el rey firmó un
manifiesto anulando la Constitución de 1812 y todo cuanto
habían hecho las Cortes "como si no hubieran pasado
jamás tales actos y se quitasen de enmedio del tiempo";
restableció la Inquisición, que había sido
abolida por los diputados; persiguió a los liberales y
casi no prestó atención a las sublevaciones en
América.

El 1° de enero de 1820, en la villa de Cabezas de San
Juan, de la provincia de Sevilla, se sublevó el coronel
Rafael del Riego con el segundo batallón del Regimiento de
Asturias. En lugar de embarcarse rumbo a América, a luchar
contra los insurgentes, proclamó la Constitución de
1812. El apoyo que el pueblo brindó a este movimiento
obligó a Fernando VII, el 9 de marzo, a jurar la
Constitución. La noticia del triunfo de los liberales en
España se recibió en Veracruz el 26 de abril y en
México el 29. Durante ese mes y los primeros días
de mayo, el virrey Apodaca, el regente de la Audiencia Bataller y
los felipenses Tirado y Matías Monteagudo conspiraron
(Plan de la
Profesa) para impedir el restablecimiento de la
Constitución en México. Postulaban que el rey
estaba oprimido por los revolucionarios y que la Nueva
España debía gobernarse por el virrey, con apoyo en
las Leyes de Indias,
y con independencia de la metrópoli. La ejecución
de estas ideas obligaba a contar con un jefe militar que
mereciera su confianza, el cual creyeron encontrar en
Agustín de Iturbide.

Los comerciantes de Veracruz, en su mayor parte afiliados a la
masonería, o controlados por ella, temerosos de que el
virrey fuera a negarse a jurar la Constitución liberal,
tomaron las armas el 24 de mayo, constituidos en el
Batallón de Voluntarios Fernando VII, y fueron a pedir a
José Dávila, comandante general e intendente de la
provincia, que proclamara el código.
Éste lo hizo bajo presión,
pero advirtió a los amotinados que ese era un acto
precursor de la Independencia. En Jalapa ocurrieron sucesos
semejantes, y en México, el virrey, para evitar que los
oficiales de las tropas españolas, casi todos masones, lo
obligaran en el mismo sentido, convocó al Real Acuerdo el
día 31, en cuya sesión él y los oidores
hicieron el juramento. El arzobispo, los tribunales, los
empleados y los colegios hicieron lo propio del 1° al 8 de
junio, y el 9 el Ayuntamiento hizo su proclamación.

Los efectos de la restaurada Constitución de
Cádiz consistieron en suscitar la discusión
pública y la expresión de los resentimientos, los
temores y las esperanzas de todas las clases de la sociedad,
estimuladas por una conciencia
generalizada en el sentido de la necesidad de un cambio. El
fiscal de la
Audiencia, José Hipólito Odoardo, trasmitió
en un informe al
ministro de Gracia y Justicia, a fines de octubre de 1820,
el estado de
la opinión en Nueva España. Indicaba que desde
principios de 1819 la situación había venido
normalizándose, no quedando sino los grupos insurgentes en
el partido de Chilapa, protegidos "por el clima
mortífero y las tierras montuosas" y que la
insurrección de 1810 se había dominado no por las
concesiones que se hubieren hecho en favor de los americanos, ni
por las providencias de las Cortes, que cesaron en 1814, "sino
por haberse unido cordialmente al gobierno las tropas veteranas y
las milicias, los eclesiásticos, los empleados, los
propietarios y las demás clases influyentes". Pero
advertía que el espíritu público
había ya cambiado enteramente: los militares se quejaban
del agravio que se les hizo al suspenderles después de
jurada la Constitución, el aumento de paga de que
disfrutaban; el clero temía por sus rentas e inmunidades y
por la existencia de algunos establecimientos religiosos; los
españoles residentes, por lo común propietarios, no
parecían dispuestos a volver a consumir sus fortunas en
apoyo del gobierno, si ocurría una nueva revolución
y por ello se ocupaban de ir de una a otra tertulia "para
explorar los planes de independencia que en ellas se
discutían con más o menos embozo", y los abogados y
los oficinistas veían en la eventualidad de un cambio la
perspectiva de mejorar en sus empleos.

El 22 de agosto se publicó en México la real
orden del 8 de marzo anterior, por la cual fueron puestos en
libertad todos los insurgentes que se hallaban presos
—Nicolás Bravo, Ignacio López Rayón y
Sixto Berduzco, entre otros— y pudieron volver al pais los
exiliados —el marqués de Rayas, Carlos María
de Bustamante, Fagoaga, Adalid y muchos más—. Una
consecuencia lateral de la nueva política fue que
quienes se habían indultado con anterioridad empezaron a
obtener grados —hasta de teniente coronel— en el
ejército virreinal. Había entonces en México
85 036 soldados, de los cuales 25 mil eran de caballería:
8 448 expedicionarios enviados desde España de 1812 a
1817, 10 620 hombres de tropas veteranas del país; 21 968
miembros de las milicias provinciales, y 44 mil elementos urbanos
encargados de la defensa de las poblaciones. A los antiguos
insurgentes que ya no podían pelear contra estas fuerzas
en los campos de batalla, la Constitución les
permitía luchar por las diputaciones provinciales y por
los ayuntamientos.

En noviembre de 1820, el virrey Apodaca, pensando que Iturbide
sostendría con las armas el Plan de la
Profesa, le confió la comandancia general del sur, a la
que estaban adscritos los fieles de Potosí, los
escuadrones de Isabel y los batallones de Tres Villas y de
Murcia, jefaturados por españoles, los infantes de la
Corona, el Batallón del Sur, las milicias de Acapulco y
los realistas de Tixtla, Chilapa y otros pueblos. Iturbide
salió a la campaña contra Guerrero el 16 de
noviembre —"para pacificar en breve tiempo todo el reino",
según comunicó al virrey— y a principios de
diciembre, a solicitud suya, se le unió en Teloloapan el
Regimiento de Celaya, que él mismo comandaba y cuya
oficialidad le era enteramente adicta. En diciembre
consiguió de Apodaca que le enviase el cuerpo de
caballería de la frontera —que el propio Iturbide
había tenido bajo su mando en el Bajío—, que
se le remitieran más abundantes pertrechos y municiones, y
se le destinasen fuertes sumas en efectivo, tanto para cubrir la
paga de la tropa cuanto para invertir en compra de voluntades, y
en espías, pues de todos los recursos posibles
"los más eficaces —decía— son
distribuir la moneda con prudente liberalidad, pues por ella
aventuran los hombres sus vidas, y hacen esfuerzos que no
practicarían por ningún otro estímulo".

El 2 de enero de 1821 Guerrero derrotó a una partida
realista en Zapotepec y el 5 Asencio desbandó a otra en
Tlatlaya. Estos hechos persuadieron a Iturbide de que la
campaña contra los insurgentes sería larga, y al
parecer advirtió entonces la conveniencia de contar con
ellos en los planes de Independencia, en lugar de
empeñarse en una nueva y sangrienta contienda. El
día 10 escribió a Guerrero instándolo a
someterse y haciendo votos por la emancipación;
éste contestó el 20 rechazando el indulto, pero
ofreciéndole colaborar si en efecto buscaba la
separación de España. Antonio de Mier,
representante de Iturbide, y José Figueroa, de Guerrero,
dieron cima a las negociaciones.

Simultáneamente, Iturbide escribió al arzobispo
de México, a los obispos de Guadalajara y Puebla y al
gobernador de la mitra de Valladolid, anunciándoles sus
planes, y movilizó agentes que fueran a persuadir a los
comandantes militares acantonados en Michoacán y en el
Bajío. Una vez obtenido el acuerdo de tan importantes
sectores del clero y del ejército, proclamó el 24
de febrero el Plan de Iguala (v. texto completo), cuyos
artículos principales establecían la
religión católica, sin tolerancia de
otra alguna; la absoluta independencia; un gobierno
monárquico constitucional, reservado a Fernando VII o a
otro miembro de casa reinante; la formación de una junta
gubernativa, previa a la constitución del Imperio
Mexicano; y la creación del Ejército de las Tres
Garantías. Se indicaba, además, que todos los
habitantes eran ciudadanos idóneos para optar empleos y
garantizaba a las personas y al clero el respeto a sus
propiedades y fueros.

Este periodo terminaría hasta febrero de 1821 cuando se
firma el Plan de Iguala.

La cuarta, la que transcurre del 24 de feberero de 1821 hasta
el 27 de septiembre de ese mismo año cuando el
Ejército Trigarante, al mando de Agustín de
Iturbide, entra triunfante a la Ciudad de México,
compuesto principalmente por la totalidad del ejército
realista, ya convertido, y los últimos insurgentes, todos
ellos formarían el ejército mexicano.

 

 

Autor:

Jose de Jesus González Valle

La Salle de Veracruz A.C.
Historia I
Trabajo unidad IV
No. 9 3ero. "A"
Maestra: Perla

Partes: 1, 2
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