1. Estado
actual de los estudios, introducción.
2. Las órdenes
mendicantes
3. Las órdenes mendicantes,
algunas consideraciones
4. La
Fundación
5. El
fundador.
7.
Conclusiones
8. Bibliografía
Consultada
1. Estado actual
de los estudios, introducción.
Resulta, sin duda, apasionante la búsqueda de
conocimiento
sobre el tema que nos ocupa. Aunque poseemos herramientas
muy potentes de acceso a grandes bases de información sobre historia medieval, he echado
en falta un buen manual sobre
historia de las
órdenes mendicantes. Aunque tenemos trabajos
interesantísimos como el José María Miura
Andrades pero este sólo se circunscribe a la comunidad de
Andalucía. El manual de Jose
María Moliner también resulta de gran utilidad pero
tiene el problema de que ya es bastante antiguo (1974). Hay
muchos trabajos que resumen la labor de los mendicantes pero
tienen ese inconveniente son resúmenes. Lo que si que
funciona es la búsqueda aislada de cada una de las
órdenes hay muchísima bibliografía sobre
franciscanos o dominicos. Pero si encontrar un manual sobre
órdenes mendicantes resultaba un poco complicado mucho
más lo era, sobre su labor en la Edad Media y
sobre lo que hay muy poco publicado es sobre su desarrollo,
expansión y asentamiento en la Península
Ibérica. Quizá sea por la mi propia falta de
experiencia como historiador pero es bien cierto que he tenido
muchos problemas para
encontrar información de rigor sobre este
trabajo.
Las enciclopedias de Historia de la Iglesia
están más por la labor apostólica y
evangelizadora que por el rigor histórico. Sin el
ánimo de ser irreverente diré que las lecturas
sobre órdenes mendicantes me han desarrollado la fuerte
intuición de que aunque estas ordenes pertenecían
al seno y a las jerarquías de la Iglesia
tradicional, poco querían saber de esta, máxime si
tenemos en cuenta que algunas de ellas nacieron y en respuesta a
movimientos heréticos. La verdad es que aunque Gente como
H. C. Lawrence ha publicado algo, nos vemos limitados como
siempre al contexto europeo. Una Europa medieval
que entendía poco de las naciones y con una Iglesia que
aspiraba a la universalidad, a la unión sin fronteras de
todos sus cristianos. Era un espacio donde valga recordar que
pugnaban dos corrientes de pensamiento
sobre el poder: El
temporal, y el espiritual. En este contexto las órdenes
mendicantes desarrollaron su labor con un día a día
muy local pero basado en unas premisas, en una regla, que sin
duda alguna era de vigencia universal entre todos los miembros de
cada orden. Quiero decir con esto que los principios de
crecimiento y de desarrollo de
todas las órdenes mendicantes seguían unos
parámetros muy similares. Un convento franciscano de
Lombardia en poco se diferenciaba de otro de la misma orden
situado en Sevilla. Es bien cierto, que probablemente los
problemas con
los que se enfrentaría día a día cada
convento serían siempre distintos pero sus alternativas
para solucionarlos serían más o menos
iguales.
Un hecho que resulta muy curioso a la hora de buscar
fuentes sobre
órdenes mendicantes, es que encontraremos caudales de
documentación amplísimos sobre otro
tipo de instituciones
monacales. Es impresionante la cantidad de libros y
artículos publicados sobre la orden Cluny o los
cistercienses o la cantidad de páginas que podemos
encontrar en la red de redes sobre la orden de
Calatrava o sobre los templarios. Las ordenes mendicantes me ha
resultado en este contexto una especie de patito feo en
comparación con otro tipo formas regulares de vida
eclesiástica. La causa de este abandono probablemente
esté en la propia génesis de pensamiento de
estas órdenes. Nacen con el ideal de pobreza
más absoluto, con el desinterés de las riquezas,
con la búsqueda de una buena cultura para
un buen apostolado; por lo que se puede pensar que cualquier
historiador que se acerque a fuentes
primarias sobre órdenes mendicantes lo va atener un poco
complicado porque nada poseían y por lo tanto
difícilmente esa nada podía ser registrado en
fuentes como por ejemplo las notariales.
Otra cuestión es que la mayoría de estas
órdenes tuvieron su época de "esplendor" durante la
Edad Moderna.
Hay muchos documentos
referentes a la conquista espiritual de Iberoamérica o a
la labor pastoral desarrollada en esos sitios. De hecho no es de
extrañar que en la actualidad las órdenes
mendicantes que sobreviven (casi todas) tengan casi más
edificaciones en Latinoamérica que en la vieja Europa.
En este trabajo he intentado resumir dos ideas; por un
lado distinguir las órdenes mendicantes del resto de
órdenes monásticas y por el otro lado, averiguar
cuales fueron algunas claves para su conocimiento
histórico.
Definición: órdenes religiosas cuya regla
impone la pobreza no
sólo de los individuos, sino también de los
conventos, y que obtienen lo necesario para su mantenimiento
de la limosna de los fieles. Nacieron en el S. XIII como
expresión del ideal evangélico. Las primeras fueron
las de los carmelitas, franciscanos, dominicos y agustinos.
Posteriormente se le añadieron los mercedarios, los
trinitarios, los servitas, los jerónimos, los hermanos de
San Juan de Dios y los mínimos. El concilio de Trento
permitió a las órdenes mendicantes la
posesión de rentas, pero les prohibió la
posesión de beneficios eclesiásticos.
En otras palabras, en el S.XII nace un nuevo tipo de
orden religiosa, deferente de las monacales; estas nuevas
órdenes respondían a las necesidades de la Iglesia
y de la sociedad del
momento por lo cual se alejan de alguna de las concepciones
propias de la vida monástica tradicional.
En primer lugar, la vida monástica buscaba
aislamiento. Por el contrario, los mendicantes se
establecían en el corazón de
las ciudades para atender espiritualmente a una población urbana en constante
crecimiento.
En segundo lugar, les caracteriza la adopción
de la pobreza
absoluta, tanto individual como colectiva, respondiendo a la
aspiración del momento de volver a una Iglesia pobre,
cómo la de los primeros tiempos, cómo la de los
evangelios. Al negarse a poseer bienes,
recurrían a la mendicidad para obtener lo imprescindible
para poder vivir.
De ahí viene el nombre. Aunque con el tiempo, y por la
necesidad de asegurar la permanencia espiritual se mitigo esta
pobreza
aceptando lo pobreza colectiva y el uso de rentas.
Por último, respondían a la urgente
necesidad de predicar como medio de contrarrestar la influencia
de los herejes. Y para que la predicación estuviese
siempre dentro de la ortodoxia y poder contestar eficazmente a
estos se consideró que los mendicantes debían de
tener una buena formación religiosa e intelectual. Este
será uno de sus grandes rasgos definidores: la
preocupación por la cultura y la
enseñanza.
Para Miguel Angel Ladero el origen y nacimiento de la
órdenes mendicantes va ligado al modo de vida de
Franciscano y Dominicos. Ambos grupos surgen en
respuesta a un nuevo tipo de sociedad
más urbana,… Haremos un acercamiento un poco
más profundo a sus fundadores.
Origen del movimiento
mendicante: San Francisco de Asis y Domingo
Guzmán
San Francisco de Asis (1182 – 1226) comienza a
escribir en torno al 1206,
cuando abandono su forma anterior de vida, destinada a tener una
educación
y situación social dentro del ordo caballeresco. Se
convirtió al ideal evangélico del a pobreza
absoluta. Tras una temporada de ermitaño, formó una
pequeña comunidad de
hermanos, sin residencia fija, entregados a la
predicación. Esta era mucho más moral que
teológica. Los franciscanos pretendían la
reconquista evangélica de los medios
urbanos, y no se consideraron nunca como movimiento de
protesta contra el orden eclesiástico establecido.
Francisco de Asis no pretendía crear una orden al modo
tradicional; su mensaje aspiraba alcanzar la religiosidad laica.
Es decir aquella que resida extramuros del monasterio y que es
propia de la mayoría de los habitantes de la Edad Media.
Sus ideales eran: aspiraciones de la religiosidad laica de su
tiempo:
evangelismo y misión
pacífica entre propios y extraños por medio de la
predicación, forma de vida individual y colectiva
radicalmente pobre, pura itinerante basada en la limosna y en
trabajo retribuido a voluntad, y nunca con dinero,
sentimiento de hermandad y de amor con toda
la naturaleza,
como obra de Dios, que expreso el mismo fundador en algunas obras
como "Cántico al Sol".
Inocencio III en 1210 les otorga el Ordo Fratrum Minorum
que autoriza su particular forma de predicar.
En la actualidad se habla de un naturalismo en sus
textos que ralla el pensamiento ecologista..
San Francisco se plantó al poco de crear la orden
con un problema: la necesidad de una jerarquización. No
hay que olvidar que en torno a 1215 en
algunos lugares de Alemania se
les comparó con movimientos heréticos, tal era su
nivel de pobreza y de desarraigo en una sociedad cada vez
más burguesa. Acuciado por la nueva situación
redacta una primero regla llamada "Regula Prima"(1221), un poco
más tarde redacta una segunda llamada "Bullata" .
Así se aproximaba a otras ódenes mas regulares como
la de los dominicos. Cuando fallece San Francisco, su testamento
sigue haciendo hincapié en las ideas originarias de la
congregación pero que a la larga iban a chocar sin duda
con el impresionante crecimiento de la orden.
No obstante, las medidas en torno a la pobreza
provocaron una dura polémica en el interior de la orden, a
partir del 1245. Mientras la mayoría los conventuales,
aceptaban las disposiciones pontificias, los grupos más
rigurosos los Zelanti, se negaban a reconocer su validez. Para
ellos San Francisco sería el jefe evangélico
anunciado por Joaquin de Fiore, y ellos mismos los hombres
espirituales de la nueva edad. Las tensiones entre ambos grupos
crecieron mucho y sólo el acceso al generalato de una
persona tan
prestigiosa como San Buenaventura evitó que continuase la
querella y un posible cisma.
No obstante, la construcción de una historia franciscana no
es posible en forma aislada, aunque exista una "autonomía
relativa" social y política. El
movimiento franciscano se inició en el cristianismo
latino-germano. Es una entre muchas corrientes espirituales con
una gran misión
profética. Con la creciente institucionalización en
el seno de la Orden, el movimiento, en constante auge, se aleja
de su intuición primitiva. El "descubrimiento", por parte
de Colón, del "Mundo Nuevo", ofrece a los franciscanos
reformados de España la
estupenda posibilidad de comenzar en América
Latina, lejos de Europa burguesa, la construcción de una Iglesia
apostólica y pobre, como la de los primeros tiempos, cuyo
ideal coincide con las metas originales de la Orden de San
Francisco. En este sentido, habla Toribio de Mogrovejo, primer
arzobispo de Lima, cuando señala el "Nuevo Cristianismo
de los países de la India
Occidental".
Al mismo tiempo, Domingo de Guzmán (1170 –
1221), Domingo de Guzmán (Caleruela, Burgos, 1170-Bolonia
1221). Descendiente de la antigua familia
castellana de los Guzmán, fue Canónico regular de
Osma, y el año 1203 tuvo que acompañar a su obispo,
Diego de Acevedo, en una embajada por el norte de Europa. El
año 1206, y cuando regresaban del viaje – después
de haberse desviado para visitar el Vaticano -, se encontraron en
Montpellier, con los legados del papa Inocencio III: Pedro de
Castelnau y Raúl de Fontfreda, desanimados per no haber
podido detener el avance de la herejía. Los intentó
convencer, para que adoptaran una forma más directa de
vivir la predicación contra los herejes, más como
hombres de Evangelio que como representantes de un poder, aunque
éste fuese espiritual:
"Se presentan humildemente, con los pies descalzos, sin oro y sin
plata …En cierta manera, imitan en todo el modelo de los
apóstoles…"
Obtuvo escasos resultados, a pesar de que durante el invierno del
1206-1207, fundó el monasterio de Prouille, cerca de
Fanjaus. Una casa destinada a las mujeres cátaras que iban
convirtiéndose al escuchar su prédica. En 1209, no
quiso asociarse a la cruzada decidida por Inocencio III, sino que
insistió en su predicación pacífica frente a
los herejes.
El año 1215, se reunió en Tolosa con algunos
compañeros, que bajo su dirección, se habían iniciado en la
vida religiosa, esperando ser predicadores como él.
Después de una primera gestión
realizada en Roma, durante el
III concilio de Letrán en 1215, obtuvo de Honorio III, la
confirmación de la fundación de la orden de los
hermanos predicadores.
Desde ese momento y hasta su muerte, se
dedicará en cuerpo y alma a la predicación y a
la
organización de su orden por Francia y
España.
Fue canonizado, en 1234, por Gregorio IX, y su cuerpo descansa en
Bolonia.
Establece un nuevo tipo de predicación y crea
comunidades que se adapten a ella. Radicados en conventos donde
se formaban novicios y pasaban épocas de estudio los
frailes, por itinerantes y pobres al modo apostólico, para
asegurar su santificación personal y
mostrar un ejemplo comparable al de los perfectos cátaros
que eran su principal rival. En 1215, Inocencio III
reconoció aquella ordo predicatorum y, al año
siguiente adoptaban la regla de San
Agustín. Su organización se perfiló en los
años venideros.
Al igual que los franciscanos los dominicos se pusieron
inmediatamente bajo la dependencia del papa, definiendo
así claramente su absoluto acatamiento de la
jerarquía eclesiástica. Sus ideales eran la
creación de un cuerpo de seguidores de Cristo sujetos a
una regla y a la disciplina
monástica. Dándole especial importancia a la
formación teológica y a la capacidad de desarrollo
moral. Por
eso, la
organización de la orden y el desarrollo del principio
de la autoridad se
consiguieron desde el primer momento, partiendo de la
combinación entre tres niveles: el capítulo de cada
convento, el de la provincia y el general de la orden. Los
superiores eran colectivos y temporales, salvo el maestro
general, elegido por el capítulo general, que era cargo
vitalicio. Cada capítulo delegaba la administración ordinaria en un
comité reducido dotado de plenos poderes y algo similar
ocurría entre los miembros del capítulo general que
eran electos cada dos años. Impartían el "trivium"
y filosofía. A causa de sus intereses pedagógicos y
de búsqueda de conocimiento entraran en conflicto con
la Universidad de
París.
El desarrollo de estas dos órdenes fue
espectacular siendo muy superior el de los dominicos que
alcanzaban cerca de 600 casas a mediados del S. XIV.
Paralelamente sobre el modelo de las
órdenes mendicantes se reorganizaron comunidades de
ermitaños nacidas, a veces, con anterioridad. Así
sucedió con los Carmelitas, establecidos desde 1185, con
conventos en Italia,
España y, más numerosos, en Inglaterra. Su
gran siglo sería el XIV, a cuyo término se
organizó una rama femenina de la orden. Similar es el caso
de los ermitaños agustinos, organizados como orden
mendicante por Inocencio IV y Alejandro IV, en 1256. La
influencia de la orden mendicante se dejo sentir, igualmente en
el ámbito de las órdenes especializadas en la
redención de cautivos. Este es el caso de los mercedarios
y trinitarios, y en otros grupos de menor importancia en la
historia eclesiástica general, como fueron ya los servitas
en ocaso de la Edad Media (S. XV).
3. Las órdenes
mendicantes, algunas consideraciones
María Egipciaca: Un Paradigma Para
La Vida Mendicante
En la historia de las órdenes mendicantes como en
casi todos los ejemplos de vida eremítica, están
plagada de historias de salvación para quienes profesan la
negación de todo tipo de bien material. Sirva la vida de
María la egipciaca como ejemplo de la visión sobre
la pobreza voluntaria que existía en la Edad
Media.
Trasladado del francés ("La Vie de Sainte Marie
l´Egyptienne"), María la Egipciaca representa a
María Magdalena la pecadora por excelencia. En el poema
medieval, abandona su casa y parte a Alejandría donde
lleva una vida de público escándalo e inmoralidad.
Posteriormente intenta llegar a Tierra Santa
por el camino se tropieza con los peregrinos que sin poder
evitarlo sucumben ante sus encantos. Cuando se halla a escasa
distancia de Jerusalén unos ángeles le vetan la
entrada al templo. Entonces, María se convierte. Le
remuerde la conciencia y se
encamina hacia el desierto, donde seguirá hasta su
muerte una
vida de penitencia y de absoluta soledad; sólo
llevará allí tres panes, de los que se
alimentará mientras duren. Su comida será
después la misma que la de los animales: las
yerbas del campo. Lo mismo ocurrirá con su vestido, que,
destrozado con el paso del tiempo; será sustituido por una
ya larga y sucia cabellera blanca. Ni siquiera los peregrinos que
se encontró por el camino conseguirán reconocerla.
Así es que cuando muere, María va directamente al
paraíso, marcando de este modo el camino a seguir por
quienes desean igual recompensa.
No se recompensa la pobreza en si misma puesto que
María ya era pobre antes de partir hacia Jerusalén
sino que la pobreza es elegida como vía de
salvación como guía hacía Dios.
Aunque habría que considerar cual es el origen
real de todas las personas eremitas que optan por este tipo de
vida. Lo que a nosotros nos interesa, en calidad de
aprendices de historiador, es saber hasta qué punto estas
negaciones teóricas de lo material se correspondían
con la vida de los mendicantes.
Monasterio Y Convento
Para empezar a desgranar las características fundamentales de las
órdenes mendicantes me ha parecido oportuno distinguir
entre estos dos términos que habitualmente se usan de
forma incorrecta. Monasterio y convento. Ambos, en un uso normal,
e incluso científico, se suelen emplear con un mismo
sentido como sinónimos. Sin embargo, su significado es
claramente diferente. Jurídicamente un convento
sería una comunidad con un número superior a doce
miembros. Todas aquellas comunidades que se encuentren por debajo
de dicho número, salvo excepciones a la norma en
algún caso autorizada por las jerarquías
religiosas, no son convento, sino que reciben el nombre de domus,
eremitorio, casa, vicaha… Pero llamamos la atención hacia el hecho de que el convento
es la comunidad, no el edificio. El edificio donde reside la
comunidad conventual es el monasterio. Y este punto no es, como
pudiera pensarse, un cuestión nominalista, sino
representativa de la valoración del profundo sentido de la
vida mendicante. En primer lugar, los mendicantes forman
conventos y no monasterios puesto que lo importante, lo esencial,
no es el bien inmueble sino el humano, lo importante es la
comunidad y no el edificio, puesto que las labores a realizar no
se llevan a término dentro de un recinto sino fuera del
mismo. En segundo lugar, los mendicantes no pertenecen a un
espacio o a una institución física presente en el
territorio e incardinada en el paisaje, social, urbano o
rural…, sino que su característica es el desarraigo, la no
pertenencia. Por tanto, el monasterio no puede definir, por ser
lo estable y permanente, a los miembros mendicantes. Queda el
término monástico destinado a las comunidades
mendicantes segundas, aquéllas que ni realizan funciones, o al
menos no de forma evidente, fuera del marco físico de la
construcción ni se vinculan con la orden más que
por la residencia en determinado ámbito físico, que
se eleva a categoría jurídica. en el momento en que
decreta su clausura.
El Pensamiento
La Propiedad
Las órdenes mendicantes hacen de la falta de
propiedad la
piedra que fundamenta toda su manera de vida. Para analizar en
que consiste dicha renuncia acudiremos a las Partidas de Alfonso
X "El Sabio":
"Ni deben haber propio, et si non lo dexare desque fuere
amonestado segunt su regla, si gelo fallaren despues
debéngelo toller et meterlo en pro del monasterio, et
echar a él de fueram et nol deben recibir más,
fueran ende si feciese penitencia segunt manda su
regla"
Esta prohibición de poseer bienes no
debió de ser muy respetada dentro de las comunidades de
monjes puesto que seguidamente, se relata lo que le
ocurriría a aquellos monjes que no cumpliesen con la regla
prescrita para su evangelio.
De todos modos este es un buen punto para hacer
hincapié entre las diferencias de los movimientos
monásticos de la Alta Edad Media y este nuevo
ejército de seguidores de Cristo. Los mendicantes surgen
en respuesta a una nueva sociedad cada vez más urbana. Por
lo tanto tienen distinta clientela. Buscán unas metas
distintas. Mientras los primeros pretenden aislarse del un mundo
contaminante, estos segundos pretenden introducirse dentro de
él para cambiarlo. Quieren atajar los movimientos
heréticos y construir un nuevo tipo de relación
tanto con la sociedad cómo con los seglares.
El Trabajo
En relación, a las órdenes mendicantes
encontramos en Berceo una visión meridiana sobre las
órdenes mendicantes y el trabajo.
Narra como Santo Domingo empezó a trabajar para dejar de
pedir pues era algo que no podía sufrir. Los mendicantes
toman el relevo de las órdenes monásticas
anteriores, pero no van a ser tanto los defensores del trabajo
como cuando se visten de un tipo de pobreza que se acerca mucho
aquella que se produce de forma involuntaria.
El clásico ora et labora se transforma tomando un
nuevo sentido. El trabajo ya
no será en su sentido originario de trabajo de las tierras
propias del monasterio sino que se acercará más a
un trabajo de índole espiritual, cerebral. En un trabajo
mucho más acorde con el sino de los tiempos, un trabajo
encarnado en el seno de una sociedad que camina lentamente y
revolucionariamente hacia una sociedad más urbana,
más moderna.
La labor de los mendicantes será
apostólica, evangelizadora. Aunque las pruebas
más palpables de esto acaecerán en la Edad Moderna y
enmarcadas dentro de la colonización de
Latinoamérica.
El Vestido
En esto coincidirán con el resto de
órdenes monásticas.
Siempre ha sido, aún en la actualidad, el
más claro signo que permite identificar al pobre. En el
caso del mendicante le define mucho más que cualquier
dogma pues lo iguala al pobre. Si entrar en un monasterio
significaba para un miembro de la clase caballeresca, una
aceptación de la pobreza que había de manifestar
mediante el abandono de todos los signos de poder, uno de estos
era, indudablemente el vestido. Veremos así como los
eremitas no se diferenciaban apenas de los vagabundos y mendigos
en su forma de vestir, y esto es válido tanto para
Castilla como para el resto de la zona europea.
En prácticamente todas las descripciones de la
pobreza en la que se encuentran sumidos, se puede leer que
están "bien pobres de sayas e de mantos", como los de
Silos, sin olvidar que todos estos vienen obligados a vestir
camisas de tela basta y en ningún caso de lino, cosa que
las Partidas remachan insistiendo en lo dispuesto en las reglas
monásticas; tampoco el calzado era bueno, y, aparte esos "
pañizuelos muy viles y muy rotos" como los romeros pobres
que piden por los puertas que describió a don Juan Manuel,
llevarán los zapatos rotos "e bien ferrados".
También son importantes los colores: las
sayas llevadas por los pobres voluntarios son de tejido basto y
color pardo,
iguales, insisto, que las que en la misma época lleva el
pueblo bajo: un sayo pardo, camisa hasta las rodillas, un manto
sobre los hombros y abarcas o zapatones.
"Comeran Pan De Ordio, Pues No Tiene De
Trigo"
Dentro de la dieta mendicante hemos de encontrar el
punto intermedio entre las yerbas de María la Egipciaca y
una alimentación moderna rica en carne y
pescado. No hay que olvidar que el ayuno es una figura
omnipresente en el día a día conventual. El pan y
el vino son los componentes básicos en la alimentación de la
mayoría de la sociedad feudal. Será el Arcipreste
de Hita quién haga una descripción muy aproximada:
Comedes en convento sardinas, camarones,
Verzuelas, e laseria, e los duros cazones;
Dexades del amigo perdises, et capones,
Perdedesvos coytadas mugeres sin varones.
Con la mala vianda, con las saladas sardinas,
Con sayas de estamenna comedes vos mesquinas
Dexades del amigo las truchas, las gallinas
Las camiças froncidas, los pannos de Malinnas.
Alimentación que coincide básicamente con
la consumida por el pueblo bajo. Los mendicantes han de tomar
esta comida con mesura, siendo ejemplar el comportamiento
de los monjes. Sin olvidar en ningún momento la
importancia que el ayuno tiene no únicamente como ascesis,
sino también como expresión simbólica del
despojo material de dichas gentes.
Entramos ahora en los aspectos jurídicos de las
órdenes mendicantes relatando sus características
más importantes.
Probablemente dentro del desarrollo vital de una
comunidad mendicante resulta historigráficamente de
especial interés el
resaltar el fenómeno de la fundación puesto que
este acto jurídico y social nos aporta una visión
extramuros del devenir de la vida mendicante.
Las dificultades para definir la fecha de
fundación de un convento parten, por un lado, del valor que la
misma adquiere, al dotar de una veteranía, que se ha de
transformar en ventajas jurídicas y jerárquicas, a
la institución. Por tanto, los autores tienden, por
definición, a retrotraer en el tiempo lo más
posible dichas fundaciones en un intento de obtener, por dicha
vía, un mejor lugar en el capítulo provincial, en
las procesiones, en los actos públicos… Pero, junto a
este enmascaramiento historiográfico, hay que dejar
constancia que el mismo es posible por lo complejo que se nos
presentan los procesos
fundacionales. Por ello, es difícil reducir a cifras
exactas lo que se nos presenta como una sucesión de
acontecimientos, como un proceso
complejo que recorre y nos lleva desde el deseo de fundar a la
erección jurídica del instituto. Con objeto de
clarificar lo que nosotros vamos a considerar fundación
intentaremos analizar y descomponer el proceso.
El proceso.
Definiciones jurídicas.
H. Vicaire ha estudiado este proceso para el caso de las
fundaciones dominicanas en Provenza durante el siglo XIII. El
análisis que el mismo nos hace es
jurídico, referido a una sola orden y acotado a un
ámbito espacial y cronológico concreto. No
se puede establecer como genérico pero sí nos puede
servir como marco de referencia para situar y catalogar los
acontecimientos. Para Vicaire existen tres grandes etapas en todo
proceso fundacional:
– la "inceptio", que son intervenciones varias,
interiores o exteriores a la orden, oficiales o privadas, para
originar el proceso.
– tras ella vendría la "receptio loci", cuando la orden
recibe a las intervenciones y las hace suya, acción que
suele ir acompañada de la "promotio loci", es decir, al
envío de los religiosos y la elevación del
instituto a "domus" , con un vicario a su frente.
– por último, se procede a la "emissio, positio,
assignatio conventus" , quedando constituido un convento, que se
hace presente en el capitulo provincial en el lugar
jerárquico que le corresponde.
Nosotros mismos hemos tratado en alguna ocasión
de realizar matizaciones y completar las fases del proceso
paradigmático descrito por Vicaire, llegando a establecer
las siguientes subdivisiones en el proceso:
La "inceptio" aparecería así subdividida
en: "voluntad de fundar", difícilmente apreciable en las
fuentes por tratarse de un deseo; y "plasmación de la
voluntad de fundar", que seria la primera actuación
conducente a que el deseo se convierta en realidad (lo más
frecuente es que se trate de una donación material que
sirva como soporte de la vida religiosa), y normalmente suele
confundirse, documentalmente, con la información que
poseemos sobre la voluntad de fundar. También es frecuente
que hasta el momento de la "receptio", se lleven a cabo nuevas
donaciones que no hacen sino complicar el proceso.
La "receptio" , acompañada de la "promotio" ,
debe seguir casi inmediatamente a la plasmaci6n de la voluntad de
fundar. La información de la misma nos la debía de
proporcionar las Actas de los Capítulos Provinciales
respectivos, pero ello nos resulta sumamente difícil de
conocer, al haberse perdido la mayoría de las citadas
Actas.
la "assignatio", la elevación a la
categoría de convento del establecimiento, necesita de
algunos requisitos previos:
a. A partir del pontificado de Bonifacio VIII de la bula
autorizando la fundación del mismo.
b. Del número competente de religiosos para que se
establezca un priorato, con derecho a voz y voto en los
capítulos provinciales, lo que no sólo valía
de unas órdenes a otras sino, incluso, dentro de la misma
orden en el transcurso del tiempo y de lo que quedan exentos los
institutos femeninos, que nunca adquieren tal rango.
c. En ocasiones, también de la autorización de la
institución que ejerza la jurisdicción
eclesiástica sobre el lugar.
Conclusiónes .
Así las cosas, podríamos establecer los
siguientes momentos para confeccionar un listado, sometible a
análisis cuantitativo, resultado de la
reducción del proceso, que sabemos que no es de una
longitud temporal estable sino antes al contrario tremendamente
variable, a un único dato:
- Voluntad de fundar, aún con la dificultad de
concretarla temporalmente, recurriendo normalmente a una fecha
"antes de". - Dotación del ,convento. Sobre todo la inicial
dotación o la suficiente como para que se establezca una
embrionaria comunidad conventual. - Aceptación de la fundación por el
Capítulo Provincial. - Emisión de la bula fundacional por el
pontífice (para los conventos posteriores al siglo
XIII).
Elevación a priorato (para los institutos
masculinos).
Y, todo ello, suponiendo que los procesos
fundacionales a los que nos enfrentamos sean canónicos y
sigan el desarrollo paradigmático. En numerosas ocasiones,
lo normal no siempre coincide con lo legal y mucho menos en las
etapas temporales en las cuales lo espontáneo se convierte
en lo característico del movimiento fundacional, tanto
masculino como femenino.
De estos cinco momentos nos va a interesar
fundamentalmente el primero, la voluntad de fundar. Lo que nos
interesa son las repercusiones que el hecho fundacional tiene en
la religiosidad colectiva o lo que de la propia religiosidad del
momento nos revela, aunque jurídicamente quede plasmada
decenios más tarde. Además, en cualquier caso, aun
cuando existan inversiones en
los pasos jurídicos de los procesos fundacionales
(existencia de la autorización papal previa a la propia
captación de la orden, dotación material, o su
plasmación documental al menos, con posterioridad a la
presencia de religiosos, etc.), lo cierto es que el primer paso,
imprescindible y necesario, en toda fundación es: el deseo
de fundar, aun cuando la plasmación del mismo se encuentre
enturbiada por otras causas y procesos.
En ese sentido, también nos interesa la
aceptación del instituto, puesto que lleva aparejado el
establecimiento de religiosos en la localidad, y nos habla de su
presencia, con la posibilidad de actuar sobre las conductas,
incluso cuando jurídicamente ello no sea
"posible".
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