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Los Evangelios Apócrifos y el Gnosticismo




Enviado por eprendas




    1.
    Introducción.

    2. El hallazgo en Nag
    Hammadi

    3. Evangelios
    Apócrifos

    4. Gnosticismo
    5. Los Evangelios Apócrifos y el
    Gnosticismo

    6. Anexo
    7.
    Bibliografía

    1. Introducción.

    El presente trabajo trata de establecer las eventuales
    relaciones entre los evangelios llamados "apócrifos" y la
    tendencia filosófico – religiosa conocida como
    gnosticismo. En la medida de lo posible, el objetivo es
    conservar la correspondencia entre ambos temas, para lo cual es
    necesario primero aclarar sus significados. Sin embargo, antes de
    hacerlo, no se puede obviar la importancia del descubrimiento en
    Nag Hammadi de textos gnósticos apócrifos,
    especialmente los Evangelios de Felipe y Tomás, aunque no
    se dejan de lado otros documentos de
    gran valor, como
    los apócrifos perdidos o los fragmentos papiráceos.
    La principal fuente de información y referencia es la
    edición de Los Evangelios Apócrifos preparada por
    Aurelio de Santos Otero e impresa por la Biblioteca de
    Autores Cristianos.

    Al final, se presenta un anexo con el texto
    correspondiente a la IV Sesión del Concilio de Trento,
    celebrada el 8 de abril de 1546, donde se establece la lista
    definitiva de los evangelios canónicos.

    2. El hallazgo en Nag
    Hammadi

    En diciembre de 1945, en un pueblo egipcio llamado Nag
    Hammadi (en árabe "Pueblo de Alabanza") unos campesinos
    hallaron cerca de mil páginas en papiro: 53 textos
    divididos en códices, cuya antigüedad se remonta
    probablemente hacia el Siglo IV d.C. Estaban enterrados junto al
    acantilado oriental en el alto valle del Río Nilo. Se
    tratan de traducciones originales del griego al copto, que
    contienen evangelios (de Tomás y Felipe), apocalipsis,
    tratados
    teológicos y palabras atribuidas a Jesús, de franca
    orientación gnóstica y considerados por la Iglesia
    Católica como apócrifos.

    Lo que ahora se conoce como Nag Hammadi, se llamaba
    antes Xhnobockeion, donde en 320 d.C. San Pacomio había
    fundado el primer monasterio Cristiano. En 367 d.C., el obispo
    Atanasios de Alejandría emitió un decreto
    prohibiendo las escrituras no aprobadas por la Iglesia
    central. Esto motivó a que algunos monjes locales copiaran
    unas 45 de esas escrituras, incluyendo las de Tomás,
    Felipe y Valentín, en 13 volúmenes encuadernados en
    cuero. Esta biblioteca entera
    fue sellada en una urna y escondida entre las piedras, por casi
    1600 años.

    Sin embargo, no se consideran "evangelios" (los de
    Felipe y Tomás) por varias razones. Por ejemplo, se dice
    que no fueron inspirados por Dios ni nacieron en comunidades
    cristianas, que no hablaban la lengua en que
    están escritos (copta sahídica). Tampoco esas
    comunidades cristianas tuvieron consenso en considerarlos
    inspirados. Su origen, a juzgar por su contenido, se da en
    círculos gnósticos.

    En la actualidad, los escritos de Nag Hammadi tienen una
    gran vigencia que se extiende a varias ramas. No sería
    extraño que todavía se estén haciendo
    traducciones o actualizando las ya hechas, pues la importancia de
    tal descubrimiento lo hace digno de un cuidadoso rigor
    científico. Por otra parte, ha sido fuente para el
    desarrollo de
    numerosas investigaciones y
    la producción de cantidad de artículos,
    libros y hasta
    películas.

    3. Evangelios
    Apócrifos

    La Biblia Católica se divide en Nuevo y Antiguo
    Testamento, el cual a su vez se divide en Libros
    Protocanónicos (39 libros en lengua hebrea,
    canonizados primero) y Libros Deuterocanónicos (siete
    libros en lengua griega, literalmente significa "segundo canon").
    El Antiguo Testamento tiene como base el texto
    masorético, autorizado por eruditos
    judíos.

    Podría decirse que el principal criterio para
    calificar a un libro de
    apócrifo es considerar que carece de inspiración
    divina. El primero en usar ese término fue San
    Jerónimo, para referirse a los libros que llegaron a ser
    los deuterocanónicos, cuando tradujo la Vulgata latina. Su
    origen es griego, generalmente traducido por "escondido" o
    "secreto".

    Cuando algunos apócrifos se incorporaron a la
    Septuaginta, los israelitas convocaron a un Concilio en Jamnia
    para analizarlos. Acordaron aceptar los que reunieran ciertas
    condiciones: concordancia con la ley mosaica,
    haberse escrito en Palestina y en hebreo, y antes de la muerte de
    Esdras, quien según los hebreos fijó bajo mandato
    divino la lista de libros canónicos del Antiguo
    Testamento. Debido a que esos libros, probablemente escritos
    entre 150 a.C. y 100 d.C. (por lo menos dos siglos después
    de que murió Esdras), no reunían las condiciones
    establecidas, fueron separados de los otros.

    Del Nuevo Testamento, el primer intento de agrupar los
    libros dignos de ser integrados se da a finales del s. II y se
    conoce como fragmento de Muratori. Data aproximadamente de 170 –
    180 d. C. y contenía los cuatro Evangelios, el Apocalipsis
    de Juan, trece cartas de Pablo y
    Sabiduría. Faltaba la Epístola a los Hebreos y las
    Epístolas de Pedro.

    Son numerosas las listas de libros considerados como
    revelados: de Melitón de Sardis (177 d.C.),
    Orígenes (230 d.C.), Atanasio (326 d.C.), Cirilo (348
    d.C.), Hilario de Pointiers (358 d.C.), Concilio de Laodicea (363
    d.C., que prohibió leer los libros apócrifos en las
    iglesias), Epifanio (368 d.C.), Gregorio Nacianceno (370 d.C.),
    Anfiloquio (380 d.C.), Rufino (395 d.C.) y Jerónimo (395
    d.C.). hay quienes dicen que en el Concilio de Hipona, en 393
    d.C., convocado por el Papa Dámaso, es la primera
    afirmación de la lista canónica.

    Pero es hasta el año 1546, cuando tuvo lugar el
    Concilio de Trento, que en su cuarta sesión del 8 de abril
    de ese año se fijaron definitivamente los libros
    canónicos y los apócrifos. Se excluyeron de la
    vulgata tres de los diez que había agregado: el tercero y
    el cuarto de Esdras y la Oración de
    Manasés.

    Los llamados Libros Canónicos son, por lo tanto,
    los que la Iglesia acepta como revelados por Dios. Benedicto P.
    XV, en su encíclica Spiritus Paraclitus, dice: "Los Libros
    de la Sagrada Escritura
    (…) fueron compuestos bajo la inspiración, o la
    sugestión, o la insinuación, y aún el
    dictado del Espíritu Santo, más todavía, el
    mismo Espíritu fue quien los redactó y
    publicó." Esta misma encíclica, se dice que
    Jesús afirma la iluminación divina en el escritor, donde
    Dios mueve su voluntad a escribir lo que ha de transmitirse a la
    humanidad.

    En el Segundo Concilio del Vaticano, en la Constitución Dogmática "Dei Verbum"
    sobre la Divina Revelación, la Iglesia dice que por un
    acto de bondad y amor a la
    humanidad Dios ha decidido revelarse a sí mismo y a su
    voluntad. Dios se ha manifestado a los Padres de la Iglesia para
    prometer la salvación. Refiriéndose
    explícitamente al Nuevo testamento, la Constitución sostiene que sus libros
    principales son los Cuatro Evangelios y que si origen es
    indudablemente apostólico, predicado por mandato de
    Cristo, inspirado por el Espíritu Santo y trasmitido por
    escrito por los cuatro apóstoles. Acepta la historicidad
    de los evangelios, pero afirma que son fieles a la vida de Cristo
    y que obedecen a una tradición oral. Lo reitera la
    encíclica Divino Afflante Spiritu, de Pío P. XII en
    1943.

    La Iglesia Católica reitera su condena a los
    libros apócrifos. Pío P. IX , en la
    Encíclica Noscitis et nobiscum de 1849 ataca lo que
    denomina "lecturas emponzoñadas" y privilegia la
    difusión de libros escritos por "hombres de sana y
    reconocida doctrina".

    4.
    Gnosticismo

    Las raíces del gnosticismo podrían
    remontarse a la inversión que del sistema
    platónico hace Filón de Alejandría en
    función
    del judaísmo. En su planteamiento, Dios estaría por
    encima del Logos y del mundo de las ideas. A esto habría
    de unirse el platonismo medio y la difusión de religiones
    mistéricas, cuyo resultado sería un movimiento
    aristocrático (explicable por darse en medios
    intelectuales) cuyo contenido estaría plagado de
    imaginería cosmológica y
    filosofía.

    Sus principales líneas son:

    • La trascendencia indudable de Dios, esto es, separado
      de toda forma de materia.
    • La explicación del mundo sensible por una
      complicada genealogía de seres que se encuentran entre
      la materia y el
      Dios del cual han emanado en decadencia. Los eones corresponden
      al mundo de las ideas platónicas, y se encuentran en un
      nivel inferior a Dios.
    • La negatividad al respecto de la materia, que ocupa
      el menor grado en la sucesión de los seres. Introduce el
      mal y por eso no es creación divina, al contrario, su
      origen está en el pecado de algún ser intermedio
      que viene a ser el Yavé del Antiguo Testamento, el Dios
      semita. Para esto, el Dios verdadero envió a su hijo
      Jesús para liberar a quienes creyeran en Él y
      destruir el mal. Para Basílides, el cuerpo de
      Jesús fue solamente aparente para manifestarse a los
      hombres, hubiera sido indigno para su naturaleza un
      cuerpo material. Basílides, por ejemplo, sostiene que
      Cristo no sufrió la pasión, el crucificado fue
      Simón Cireneo (quien le ayudó a llevar la cruz) y
      luego Jesús tomó su forma y ascendió al
      cielo. En los apócrifos, por ejemplo en el
      Protoevangelio de Santiago y en general en los apócrifos
      de la natividad, se reitera la inmaterialidad de Cristo y
      abundan las imágenes
      de un Cristo vengativo y hostil con respecto a lo creado. La
      posición de la Iglesia es muy clara. En el decreto Ad
      Gentes Divinus se dice: "…el hijo de Dios siguió los
      caminos de una verdadera encarnación, para hacer a los
      hombres partícipes de la naturaleza
      divina (…) Él tomó la naturaleza humana
      íntegra, cual se encuentra en nosotros"
    • La concepción antropológica dualista,
      es decir, la idea de que el hombre
      está compuesto de un principio malo, que es la materia,
      su cuerpo, y otro bueno, que es su espíritu aprisionado
      en este mundo y que puede regresar a la región superior
      de donde procede. La salvación consiste en asimilar un
      conocimiento
      supuestamente oculto y que es revelado a ciertos
      ‘escogidos’. Esto es posible, no por Dios, sino por
      uno de los eones intermedios, es decir, Jesús o
      Logos.

    San Justino, San Ireneo y San Hipólito consideran
    que el gnosticismo aparece en Samaria con Simón de Gitton
    (h 40). En Hechos de los Apóstoles aparece: Pero
    había allí un hombre llamado
    Simón, que antes había practicado la
    brujería y que había engañado a la gente de
    Samaria haciéndose pasar por una persona
    importante (Hechos, 8, 9). Los versículos del 9 al 24
    relatan que lo llamaban "el gran poder de
    Dios". Se convirtió y quiso comprar la facultad de hacer
    milagros a San Juan y a San Pedro, este último lo
    condenó. A Simón se le atribuyen tendencias
    gnósticas, era considerado como una encarnación
    divina y a su esposa Elena como la de su pensamiento.
    Hubo sectas consagradas a Elena, donde se despreciaba el
    judaísmo y se privilegiaba la magia. Según la
    explicación de Fraile, tales ideas no pueden ser
    atribuidas con propiedad a
    Simón, más bien, se quiso hacer de su figura una
    justificación de los orígenes del gnosticismo. Tuvo
    por discípulo a Menandro de Capparetta (h 60 –
    80).

    El auge del gnosticismo ocurre en el Siglo II. Aparecen
    en Siria Satornilo (h 98 – 160), Cerdón (s. II),
    discípulo de Valentín, y Marción,
    discípulo de Cerdón. En Alejandría,
    Basílides (h 120 – 161), su hijo Isidoro y
    Carpócrates (h 130 – 160). En la región
    itálica, aparece Valentín (s. II) y su pensamiento se
    difunde por su región y por la oriental, a finales del
    Siglo II y principios del
    III. Probablemente, haya sido el gnóstico más
    influyente. Su pensamiento fue ampliamente difundido, por
    ejemplo, por Tolomeo (h 140) considerado como el autor de la
    principal composición gnóstica: Epístola a
    Flora, y Heracleón (h 145 – 180) quien le dio una
    exégesis de orientación gnóstica al
    Evangelio de San Juan.

    Tiene un marcado sentido elitista. Por ejemplo, se dice
    que hasta inventaron un lenguaje
    propio, resultado de una combinación entre caracteres
    egipcios y griegos.

    En los Evangelios Apócrifos aparece con
    frecuencia la teoría
    gnóstica del docetismo, según la cual el cuerpo de
    Cristo es puramente aparencial. La divinidad de Cristo no le
    permitiría, por definición, hacerse carne, su
    cuerpo no pasa de ser aparente. Su principal exponente es
    Marción, contra quien Melitón, Obispo de Sardes,
    escribió Sobre la Encarnación de Cristo.

    5. Los Evangelios
    Apócrifos y el Gnosticismo

    Durante el surgimiento de las primeras comunidades
    cristianas, hubo un interés
    popular por conocer detalles sobre la vida de Jesús, esto
    motivó la aparición de diversos relatos que no
    sólo se limitaron a leyendas, sino
    a la difusión de tendencias gnósticas o maniqueas.
    Ejemplo de estos relatos son Pistis Sophia y el Libro de Juan.
    A su vez, escritores ortodoxos emplearon medios
    similares para defender el dogma.

    Fraile menciona a varios libros de carácter
    gnóstico: Pistis Sophía, de origen copto que relata
    el esparcimiento de los apóstoles por el mundo; Evangelios
    de Eva, María, Judas Iscariote, Tomás,
    Matías, Felipe, Basílides, de los egipcios y de los
    doce apóstoles (podría agregarse el de
    Marción y el de Bartolomé); Apocalipsis de
    Adán, Abraham, Moisés y Nicotea. El Fragmento de
    Muratori habla de un documento marcionita perdido llamado
    La carta a los
    alejandrinos.

    Apócrifos perdidos:

    Ente los perdidos, el más antiguo que se conoce
    es el Evangelio de los Egipcios. Data del año 150 y debe
    el nombre a sus lectores. Revela una concepción
    gnóstica del alma y condena el matrimonio, en
    particular la lascivia que despierta la mujer.
    Clemente Alejandrino, Orígenes y San Epifanio lo
    consideran herético. Aunque parece no tener
    relación con este, se sabe de un Evangelio de los Egipcios
    que forma parte de los 13 volúmenes de Nag
    Hammadi.

    El Evangelio de los Doce es considerado por
    especialistas como idéntico al Evangelio de los ebionitas,
    grupo
    gnóstico que en dicho evangelio manipulan a su
    conveniencia el Evangelio de San Mateo, así como el relato
    de la vida de San Pedro. Algo similar ocurre con el Evangelio de
    Matías, que los seguidores de Basílides (y Clemente
    agrega a Valentín y Marción), emplearon para
    respaldar su pensamiento. Por ejemplo, Matías aparece
    condenando duramente la carne. Según Hipólito,
    Basílides decía haber escuchado de Matías
    discursos
    revelados por Dios.

    Epifanio menciona en Adversus haeres el libro
    gnóstico apócrifo Preguntas de María, y al
    igual que Filastrio se refiere al Evangelio de la
    Perfección, quien resalta su carácter
    fantasioso.

    Otros evangelios pertenecientes a grupos menores
    son el Evangelio de los Cuatro Rincones (gnósticos
    simonistas, herejes que practicaban la magia); Evangelio de Judas
    Iscariote (gnósticos "cayanitas", condenados por San
    Ireneo); Evangelio de Eva (personaje destacado en el pensamiento
    ofita); Tres clases de frutos de la Vida Cristiana; Nacimiento de
    María.

    Por su parte, Basílides y Marción tienen
    evangelios propios. El primero, trata principalmente de un
    compendio de ideas gnósticas del autor. Marción,
    por su parte, lo que hizo fue eliminar cuanto elemento
    judío pudo del Nuevo Testamento. Se dice que este
    evangelio es recreado en el Evangelio de Apeles, su
    discípulo. Además, Marción influyó en
    el Evangelio de los Adversarios de la Ley y de los
    Profetas, que San
    Agustín lo censura.

    Estos son los Evangelios Apócrifos Perdidos de
    carácter gnóstico.

    Fragmentos Papiráceos:

    De los fragmentos papiráceos, cabe mencionar
    especialmente el Fragmento Gnóstico de Oxyrhynchus.
    Consiste en una supuesta conversación de corte
    gnóstico de Jesús con sus
    discípulos.

    "el Señor de todo no es el Padre, sino el
    progenitor. Pues el Padre es principio solamente de las cosas
    futuras; mas el padre de él es Dios, el progenitor de
    todas las cosas desde su origen en adelante"

    Otro fragmento es el de la Logia de Oxyrhynchus, donde
    aparece en boca de Jesús la teoría
    gnóstica de la ubicuidad. También los Fragmentos
    Evangélicos Coptos tienen relación, por ejemplo con
    el himno gnóstico de los Hechos de Juan. Entre estos, los
    Papiros Coptos de Berlín contienen tres evangelios de
    carácter gnóstico: el Evangelio de María
    Magdalena, que confirma la tesis de que
    los textos coptos relacionada con el gnosticismo tiene un origen
    helénico; el Apócrifo de Juan, que contiene
    supuestas revelaciones celestiales hacia Juan para que él
    las haga llegar a sus discípulos; y la Sabiduría de
    Jesucristo, de relatos cosmológicos cuya posible
    influencia es de Valentín. Luego, en el Agrapha, libro que
    contiene diversas sentencias atribuidas a Jesús y no
    incluidas en los cuatro evangelios, Jesús dice en el
    Agrapha de origen Musulmán:

    "Dijo Jesús (a quien Dios salude):
    ¿Cómo va a ser contado entre los sabios el que,
    (después de estar) andando por la senda que conduce a la
    vida futura, dirige sus pasos hacia la vida de este
    mundo?"

    Apócrifos de la Natividad:

    A diferencia de los anteriores, estos evangelios han
    llegado enteros a nosotros. Su finalidad común es defender
    el honor de María. Entre ellos cabe destacar el
    Protoevangelio de Santiago y el Evangelio del Pseudo Mateo, este
    último se supone que es una reelaboración latina
    del otro. Tuvieron posteriormente una fuerte influencia. Se
    caracterizan por un uso de la imaginación que por momentos
    pareciera excesivo.

    Es posible ubicar presencia del gnosticismo ofita,
    cuando María llega al sexto mes de embarazo y
    José lo ignora. En este momento, José, angustiado,
    piensa que al igual que Eva, María fue engañada y
    seducida por la serpiente.

    En el Protoevangelio, hay quienes sostienen influencia
    docética, considerando el parto de
    María como medio para la manifestación aparencial
    del cuerpo de Cristo. En todo caso, el norte de esta clase de
    libros relativos a la natividad es reiterar el carácter
    virginal de María, aún después del
    alumbramiento. Es particularmente dramático el episodio de
    la partera y Salomé, donde esta última examina la
    virginidad de María:

    "Por vida el Señor, mi Dios, que no creeré
    tal cosa si no me es dado introducir mi dedo y examinar su
    naturaleza (…) ¡Ay de mí! ¡Mi maldad y mi
    incredulidad tienen la culpa! Por tentar al Dios vivo se
    desprende de mi cuerpo mi mano carbonizada!"

    La idea del parto virginal
    de María está más presente en el Evangelio
    del Pseudo Mateo, empleado por maniqueos y priscilianistas. Se
    reitera en III, 3 y IX, 4 de dicho evangelio, y en Liber de
    Infantia Salvatoris, en los versículos 69, 75 y 76 .
    Además, se le agrega la fecundación, por intervención
    divina, de Ana, esposa de Joaquín y madre de María,
    a pesar de su esterilidad. El Ángel enviado por Dios le
    dice a Joaquín:

    "Sábete, pues, que Ana, tu mujer, va a darte
    a luz una hija, a
    quien tú impondrás el nombre de María (…)
    y ya desde el vientre de su madre se verá llena del
    Espíritu Santo. No comerá ni beberá cosa
    alguna impura ni pasará su vida entre el bullicio de la
    plebe…"

    Este párrafo
    particularmente muestra
    además la condición austera y aristocrática
    del gnosticismo.

    Evangelio de Tomás:

    El segundo de los trece códices hallados en Nag
    Hammadi contenía en los folios 33 al 51 el Evangelio
    según Tomás, en lengua copta sahídica. Su
    origen probablemente se remonta al s. II. Actualmente, se
    encuentra en el Museo Copto del Antiguo Cairo. Otras partes de la
    biblioteca descubierta se encuentran en el Instituto Jung de
    Zürich. Más que evangelio, se trata de una
    compilación de enseñanzas atribuidas a Cristo y
    reveladas a Dídimo Judas Tomás, quien las
    escribió dirigidas, a juzgar por su introducción, a
    un sector docto capaz de darles la correcta interpretación
    (esto es, a un sector gnóstico). San
    Agustín afirma, en Contra epistulam quam vocant
    Fundamenti, que este escrito fue conocido por el gnóstico
    Mani y posteriormente empleado por la secta maniquea,
    según los relatos de Timoteo de Constantinopla (De
    receptione haereticorum) y Teodoro de Raithu (De Sectis), que
    también mencionan el Evangelio de Felipe. Se considera a
    Tomás como autor de otros dos escritos gnósticos:
    Pistis Sophia y Actas Apócrifas de
    Tomás.

    El sentido gnóstico de este evangelio se ubica en
    la ambivalencia de ciertas expresiones, como las parábolas
    e imágenes:

    Dijo Jesús: "Los fariseos y los escribas
    recibieron las llaves del conocimiento y
    las han escondido: ni ellos entraron, ni dejaron entrar a los que
    querían. Pero vosotros sed cautos como las serpientes y
    sencillos como las palomas. (Tomás, 39)

    Evangelio de Felipe:

    Es un evangelio que la complejidad de su contenido lo
    hace ver dirigido a medios gnósticos capaces de
    interpretarlo. Su orientación es valentiniana , pues
    reproduce la teoría de la unión de principios a
    nivel cósmico y cuyos resultados van degradando. Se
    distingue, además, entre hombres poseedores y carentes de
    gnosis. Hay una curiosa aprobación a ciertos tipos de
    sacramentos, por ejemplo, el de la redención y el bautismo
    tienen un claro trasfondo gnóstico.

    Sirven de base para este evangelio los libros
    canónicos de Mateo y Juan y sus epístolas. En
    línea con el gnosticismo, afirma su subordinación
    con respecto a Dios y niega la corporeidad de Cristo.

    Jesús los llevó a todos a escondidas, pues
    no se manifestó como era (de verdad), sino de manera que
    pudiera ser visto (…) por ello su Logos se mantuvo oculto a
    todos. (Felipe, 26)

    Evangelios de la Pasión y la
    Resurrección:

    El Evangelio Apócrifo de Bartolomé
    contiene relatos fantásticos y misteriosos, de influencia
    egipcio, y se preocupa de temas comunes a los gnósticos:
    descenso al infierno, encarnación, etc.

    Los Evangelios Apócrifos han inspirado
    tradiciones e iconografías alrededor del tema de la
    Natividad. Por ejemplo, fue la base de La Roldana para "El
    descanso en la huida a Egipto" de
    1691, que muestra la huida
    de la Sagrada Familia a
    Egipto. Pero
    atendiendo a la tradición, la celebración de la
    Navidad en
    diciembre se dice que los canónicos tomaron gran parte de
    información de los apócrifos.
    Detallan hechos específicos acerca del nacimiento de
    Cristo y factores que lo rodean. Por ejemplo, la llegada de los
    Tres Reyes Magos. Para esto, es fuente principal el
    Protoevangelio de Santiago.

    Actualmente, en Valencia, España, se
    celebra La Festa o Misteri d'Elx, un drama cantado en valenciano,
    excepto algunos versos en latín, único en el mundo
    y celebrado en la Basílica de Santa María y basado
    en los Evangelios Apócrifos. Tratan sobre la muerte,
    asunción y coronación de la Virgen María, y
    defiende su virginidad. Se compone de piezas medievales,
    renacentistas y barrocas. Surgió en el área
    mediterránea de Europa.
    Después del Concilio de Trento las representaciones
    teatrales realizadas dentro de templos fueron prohibidas. El
    Misteri fue lo único que quedó gracias a una Bula
    emitida en la primera mitad del s. XVII. Tiene lugar los
    días 14 y 15 de agosto de cada año, y al finalizar
    se reparten entre los asistentes hojas de palma
    bendita.

    6. Anexo

    Concilio de trento
    Las sagradas escrituras
    Celebrada en 8 de abril de 1546
    Decreto sobre las escrituras canónicas

    El sacrosanto, ecuménico y general Concilio de
    Trento, congregado legítimamente en el Espíritu
    Santo y presidido de los mismos tres Legados de la Sede
    Apostólica, proponiéndose siempre por objeto, que
    exterminados los errores, se conserve en la Iglesia la misma
    pureza del Evangelio, que prometido antes en la divina Escritura por
    los Profetas, promulgó primeramente por su propia boca.
    Jesucristo, hijo de Dios, y Señor nuestro, y mandó
    después a sus Apóstoles que lo predicasen a toda
    criatura, como fuente de toda verdad conducente a nuestra
    salvación, y regla de costumbres; considerando que esta
    verdad y disciplina
    están contenidas en los libros escritos, y en las
    tradiciones no escritas, que recibidas de boca del mismo Cristo
    por los Apóstoles, o enseñadas por los mismos
    Apóstoles inspirados por el Espíritu Santo, han
    llegado como de mano en mano hasta nosotros; siguiendo los
    ejemplos de los Padres católicos, recibe y venera con
    igual afecto de piedad y reverencia, todos los libros del viejo y
    nuevo Testamento, pues Dios es el único autor de ambos,
    así como las mencionadas tradiciones pertenecientes a la
    fe y a las costumbres, como que fueron dictadas verbalmente por
    Jesucristo, o por el Espíritu Santo, y conservadas
    perpetuamente sin interrupción en la Iglesia
    católica. Resolvió además unir a este
    decreto el índice de los libros Canónicos, para que
    nadie pueda dudar cuales son los que reconoce este sagrado
    Concilio. Son pues los siguientes. Del antiguo Testamento, cinco
    de Moisés: es a saber, el Génesis, el Exodo, el
    Levítico, los Números, y el Deuteronomio; el de
    Josué; el de los Jueces; el de Ruth; los cuatro de los
    Reyes; dos del Paralipómenon; el primero de Esdras, y el
    segundo que llaman Nehemías; el de Tobías; Judith;
    Esther; Job; el Salterio de David de 150 salmos; los Proverbios;
    el Eclesiastés; el Cántico de los cánticos;
    el de la Sabiduría; el Eclesiástico; Isaías;
    Jeremías con Baruch; Ezequiel; Daniel; los doce Profetas
    menores, que son; Oseas; Joel; Amos; Abdías; Jonás;
    Micheas; Nahum; Habacuc; Sofonías; Aggeo;
    Zacharías, y Malachías, y los dos de los Macabeos,
    que son primero y segundo. Del Testamento nuevo, los cuatro
    Evangelios; es a saber, según san Mateo, san Marcos, san
    Lucas y san Juan; los hechos de los Apóstoles, escritos
    por san Lucas Evangelista; catorce Epístolas escritas por
    san Pablo Apóstol; a los Romanos; dos a los Corintios; a
    los Gálatas; a los Efesios; a los Filipenses; a los
    Colosenses; dos a los de Tesalónica; dos a Timoteo; a
    Tito; a Philemon, y a los Hebreos; dos de san Pedro
    Apóstol; tres de san Juan Apóstol; una del
    Apóstol Santiago; una del Apóstol san Judas; y el
    Apocalipsis del Apóstol san Juan. Si alguno, pues, no
    reconociere por sagrados y canónicos estos libros,
    enteros, con todas sus partes, como ha sido costumbre leerlos en
    la Iglesia católica, y se hallan en la antigua
    versión latina llamada Vulgata; y despreciare a sabiendas
    y con ánimo deliberado las mencionadas tradiciones, sea
    excomulgado. Queden, pues, todos entendidos del orden y método con
    que después de haber establecido la confesión de
    fe, ha de proceder el sagrado Concilio, y de que testimonios y
    auxilios se ha de servir principalmente para comprobar los dogmas
    y restablecer las costumbres en la Iglesia.

    Decreto sobre la edición y uso de la sagrada
    escritura

    Considerando además de esto el mismo sacrosanto
    Concilio, que se podrá seguir mucha utilidad a la
    Iglesia de Dios, si se declara qué edición de la
    sagrada Escritura se ha de tener por auténtica entre todas
    las ediciones latinas que corren; establece y declara, que se
    tenga por tal en las lecciones públicas, disputas,
    sermones y exposiciones, esta misma antigua edición
    Vulgata, aprobada en la Iglesia por el largo uso de tantos
    siglos; y que ninguno, por ningún pretexto, se atreva o
    presuma desecharla. Decreta además, con el fin de contener
    los ingenios insolentes, que ninguno fiado en su propia
    sabiduría, se atreva a interpretar la misma sagrada
    Escritura en cosas pertenecientes a la fe, y a las costumbres que
    miran a la propagación de la doctrina cristiana,
    violentando la sagrada Escritura para apoyar sus
    dictámenes, contra el sentido que le ha dado y da la santa
    madre Iglesia, a la que privativamente toca determinar el
    verdadero sentido, e interpretación de las sagradas
    letras; ni tampoco contra el unánime consentimiento de los
    santos Padres, aunque en ningún tiempo se hayan
    de dar a luz estas
    interpretaciones. Los Ordinarios declaren los contraventores, y
    castíguenlos con las pensas establecidas por el derecho. Y
    queriendo también, como es justo, poner freno en esta
    parte a los impresores, que ya sin moderación alguna, y
    persuadidos a que les es permitido cuanto se les antoja, imprimen
    sin licencia de los superiores eclesiásticos la sagrada
    Escritura, notas sobre ella, y exposiciones indiferentemente de
    cualquiera autor, omitiendo muchas veces el lugar de la
    impresión, muchas fingiéndolo, y lo que es de mayor
    consecuencia, sin nombre de autor; y además de esto,
    tienen de venta sin
    discernimiento y temerariamente semejantes libros impresos en
    otras partes; decreta y establece, que en adelante se imprima con
    la mayor enmienda que sea posible la sagrada Escritura,
    principalmente esta misma antigua edición Vulgata; y que a
    nadie sea lícito imprimir ni procurar se imprima libro
    alguno de cosas sagradas, o pertenecientes a la religión, sin nombre
    de autor; ni venderlos en adelante, ni aun retenerlos en su casa,
    si primero no los examina y aprueba el Ordinario; so pena de
    excomunión, y de la multa establecida en el canon del
    último concilio de Letran. Si los autores fueren
    Regulares, deberán además del examen y
    aprobación mencionada, obtener licencia de sus superiores,
    después que estos hayan revisto sus libros según
    los estatutos prescritos en sus constituciones. Los que los
    comunican, o los publican manuscritos, sin que antes sean
    examinados y aprobados, queden sujetos a las mismas penas que los
    impresores. Y los que los tuvieren o leyeren, sean tenidos por
    autores, si no declaran los que lo hayan sido. Dese
    también por escrito la aprobación de semejantes
    libros, y parezca esta autorizada al principio de ellos, sean
    manuscritos o sean impresos; y todo esto, es a saber, el examen y
    aprobación se ha de hacer de gracia, para que así
    se apruebe lo que sea digno de aprobación, y se repruebe
    lo que no la merezca. Además de esto, queriendo el sagrado
    Concilio reprimir la temeridad con que se aplican y tuercen a
    cualquier asunto profano las palabras y sentencias de la sagrada
    Escritura; es a saber, a bufonadas, fábulas,
    vanidades, adulaciones, murmuraciones, supersticiones,
    impíos y diabólicos encantos, adivinaciones,
    suertes y libelos infamatorios; ordena y manda para extirpar esta
    irreverencia y menosprecio, que ninguno en adelante se atreva a
    valerse de modo alguno de palabras de la sagrada Escritura, para
    estos, ni semejantes abusos; que todas las personas que profanen
    y violenten de este modo la palabra divina, sean reprimidas por
    los Obispos con las penas de derecho, y a su arbitrio.

    Asignación de la sesión
    siguiente

    Item establece y decreta este sacrosanto Concilio, que
    la próxima futura Sesión se ha de tener y celebrar
    en la feria quinta después de la próxima
    sacratísima solemnidad de Pentecostés.

    7.
    Bibliografía

    Altaner, Berthold. Patrología. Espasa –
    Calpe, Madrid, 1962.
    La Biblia. Sociedades
    Bíblicas Unidas, 1979.
    Colección completa de Encíclicas Pontificias 1830
    – 1950. Preparada por las Facultades de Filosofía y
    Teología de San Miguel, República Argentina.
    Editorial Guadalupe, Buenos Aires,
    1952.
    Documentos
    Completos del Vaticano II. Editorial Mensajero, Bilbao, 1974.
    Fraile, Guillermo. Historia de la
    Filosofía II. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid,
    1960.
    Puech, Henri – Charles. En Torno a la
    Gnosis. Taurus Ediciones, Madrid, 1982.
    De Santos Otero, Aurelio. Los Evangelios Apócrifos.
    Décima Edición. Biblioteca de Autores Cristianos,
    Madrid, 1999.
    Zernov, Nicolas. Cristianismo
    Oriental. Ediciones Guadarrama, Madrid, 1962.

     

     

    Autor:

    Roger Prendas

    Estudiante de Filosofía
    Universidad de
    Costa Rica.
    (1978).

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