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Génesis, apogeo y disolución del Partido Laborista




Enviado por marcebor



Partes: 1, 2

    1-
    2- La Revolución de 1943.
    Expectativas en el movimiento sindical

    3- Reacción
    oligárquica

    4- Del 8 al 17 de octubre: la
    ineficacia opositora y el oportunismo sindical

    5- La formación del
    Partido Laborista: expresión de la autonomía
    obrera

    6- La
    organización del Partido Laborista

    7- 1946.
    Inmejorables condiciones y disolución del Partido
    Laborista

    8- Cipriano
    Reyes: el coraje de Reyes frente al poder de
    Perón

    9- Conclusiones

    1- Introducción

    El objetivo de
    este trabajo es describir cómo el movimiento
    sindical obrero pudo construir un partido político
    autónomo que representase los intereses de la propia clase
    trabajadora. Para eso haremos referencia a la relación que
    la llamada "vieja guardia sindical" fue tejiendo con el gobierno de la
    Revolución
    que se alzó con el poder el 4 de
    junio de 1943 derrocando al gobierno
    conservador de Ramón S.
    Castillo. Estos acercamientos fueron posibilitados por los
    movimientos tácticos de Juan Domingo Perón, que
    vio en la clase obrera, y en sus representantes, la baza para
    sacar de la inoperancia a un gobierno que se vio eclipsado por la
    falta de legitimidad popular.

    La importancia de recalcar esta tácita alianza es
    que es central para comprender los sucesos acontecidos en los
    días de octubre de 1945, que decidieron la suerte política de Perón,
    como también consolidó las intenciones del movimiento
    sindical obrero de llevar sus luchas y reivindicaciones al campo
    político. Desde esta perspectiva se podrá
    comprender el porqué del surgimiento del Partido Laborista
    como un organismo pensado desde el sindicalismo
    para resguardar los beneficios que desde la Secretaría de
    Trabajo y Previsión Perón supo
    otorgarle.

    Tomaremos de diversos autores la hipótesis de que fue esa vieja guardia
    sindical la principal promotora de un partido que respondiese a
    los intereses tradicionalmente obreros.

    Asimismo se hará hincapié en mostrar que
    la intención de los sindicalistas que llevaron adelante el
    Partido Laborista fue la de mantener la autonomía frente a
    la figura de Perón. Y fue justamente esa idea de independencia
    la que iba a entrar en colisión con los intereses del
    líder,
    quien para mantener su proyecto
    político debía asegurarse la adhesión
    incondicional de las fuerzas que lo apoyasen.

    Pese a que algunos de sus principales creadores, como
    Cipriano Reyes, Luis Gay, opusieron resistencia a los
    embates de Perón, el novel partido no tenía la
    fuerza y
    la
    organización suficiente como para sobrellevar las
    hábiles estrategias del
    coronel, en su objetivo de
    alinear a todo el sindicalismo
    detrás de su figura.

    Pero antes de adentrarnos de lleno en el proceso de
    robustecimiento del movimiento obrero desde fines del año
    1943, daremos un breve recorrido a la situación en que se
    encontraba el país desde la década del 30, para
    poder enmarcar
    debidamente los sucesos a describir. Asimismo incluiremos
    el estado en
    que se encontraba el movimiento sindical en dicha
    época.

    El hundimiento financiero de la bolsa de New York en
    octubre de 1929 marcó un punto de inflexión en la
    política
    mundial. En Argentina este
    quiebre se reflejó en el derrocamiento de Hipólito
    Hirigoyen a manos de los militares encabezados por José E.
    Uuriburu. A partir de este suceso se va desplegar un decenio
    manejado por las fuerzas conservadoras que manipularán a
    su antojo tanto al Estado como a
    los gobiernos que lo componían. El mecanismo estatal
    será caracterizado por la intervención en los
    asuntos del país a través de la negociación directa con los diferentes
    sectores que lo constituían. Aunque algunos, como el
    movimiento obrero, quedarán relegados a un papel
    secundario, sin voz ni voto.

    En el plano económico se dio comienzo,
    específicamente a partir de 1933, al período
    denominado como sustitución de importaciones.
    Este reflejaba la contracción que los mercados
    internacionales estaban sufriendo; por un lado las exportaciones
    argentinas no encontraban mercados para su
    recepción, y por el otro las importaciones que
    otrora entraban en el país ahora se habían reducido
    radicalmente. Pero esto no supuso una industrialización
    profunda, que cambiara los términos de la economía
    Argentina. Como señalan Murmis y
    Portantiero1, la clase terrateniente
    oligárquica que había hegemonizado el poder en la
    corta vida del país seguía
    ejerciéndólo, pero debido al cambio de la
    coyuntura vio con buenos ojos que se impulsara un limitado
    crecimiento industrial; basado principalmente en la
    expansión de las industrias
    preexistentes. Ya el Pacto Roca-Runciman le había
    asegurado el cuidado de la relación comercial con Gran
    Bretaña, que tan fundamental era para ese sector. De esa
    forma quedaba resguardado su caudal de influencia y dinero para
    seguir detentando el control del
    país.

    En lo que respecta a las relaciones exteriores, durante
    los años 30 se lubricó la relación
    triangular entre Argentina-Gran
    Bretaña-E.E.U.U.. Este último había
    comenzado a exportar hacia la Argentina grandes cantidades de
    bienes de
    consumo y
    maquinarias, lo que no podía ser compensado con la
    producción de alimentos del
    país ya que Norteamérica era autosuficiente en ese
    aspecto (como obviamente lo era en el industrial). A su vez
    Estados Unidos
    era también acreedor de Gran Bretaña, que
    perdía mercados frente a su competencia. Esto
    creó una relación trilateral que tendrá a la
    Argentina como su vértice más débil.
    Recién con los acontecimientos de la Segunda Guerra
    Mundial ese lugar cambiará y el país
    tendrá una posición más independiente frente
    a las dos potencias.

    El tibio giro dado hacia la industrialización
    marcaría una tendencia que con los años
    terminaría por acentuarse. Y este nuevo camino
    generó que a partir de mediados de los años
    30’ las industrias
    comenzaran a necesitar mayor cantidad de mano de obra. Esta
    formó una abigarrada masa, compuesta en gran forma por
    hombres y mujeres venidos desde el interior en búsqueda de
    una mayor prosperidad. Este desarrollo
    industrial se caracterizó por un proceso de
    acumulación sin distribución, lo que conllevó una
    gran explotación de la mano de obra.

    En la primera mitad de los años 30 este mecanismo
    de explotación fue sufrido por los obreros sin que
    éstos pudieran oponer resistencia. Se
    debía principalmente a que el sindicalismo se había
    quedado sin posibilidad de acción ante el daño
    causado por la desocupación y las medidas represivas que
    el empresariado utilizaba como medio para mantener su liderazgo. Sin
    embargo a partir de 1935 la situación empieza a cambiar
    gracias al ascenso del índice de ocupación, por lo
    cual la capacidad negociadora sindical se vigoriza. En ese mismo
    año un cisma en la cúpula dirigencial obrera
    desemboca en la división entre la CGT y la USA.
    Está última ira perdiendo importancia, y ya a
    principios de
    la década del 40 contará con 14.000 afiliados,
    frente a los 300.000 ceguetistas. El espectro será
    completado con la presencia de los sindicatos
    autónomos, cada vez más importantes.

    Con el comienzo en septiembre de 1939 de la segunda guerra
    mundial (de cuya injerencia nos ocuparemos más
    adelante) el proceso de sustitución de importaciones toma
    nuevo ímpetu. Y esto repercute en una mayor
    ocupación obrera, que sin embargo no se condice con
    mejoras salariales, lo cual generará un crecimiento de la
    combatividad de las clases bajas (que se venía dando ya
    desde 1936-37). El año 1942 marcará el punto
    más álgido en la lucha, con una gran cantidad de
    huelgas. Pese a este incremento, las reivindicaciones solicitadas
    serán desoídas o mitigadas con tratos que no
    contentarán a las masas proletarias. Finalmente, en 1943,
    la conducción sufre una nueva crisis: la
    escisión entre la CGT 1 (apolítica) y la CGT 2
    (política, manejada por comunistas y
    socialistas).

    De esta forma accedemos al año 1943 con un
    movimiento obrero que comienza a mostrar su disconformidad con
    toda una década de manipulación y
    marginación. Y estas expresiones empiezan a desbordar a
    los principales adalides conservadores que miran azorados
    cómo el propio monstruo creado se desbanda de su curso
    normal. Las reivindicaciones estaban planteadas y faltaba que
    apareciera alguien que se prestase a tomarlas en
    cuenta.

    2- La Revolución
    de 1943. Expectativas en el movimiento sindical

    La caída del gobierno de Castillo en manos de los
    militares, el 4 de junio de 1943, fue recibida por el
    sindicalismo con esperanzas de encontrar oídos a sus
    reclamos, que venían acumulándose desde principios de la
    década del 30’. Una vez producido el golpe de estado,
    las tres organizaciones
    representantes de los obreros, la CGT 1, la CGT 2 y la USA,
    deciden dar su apoyo a las metas oficiales.

    Pronto el régimen militar iba a demostrar que
    estas expectativas eran vanas: el 10 de julio decide disolver la
    CGT 2, lo que da comienzo a la persecución y
    represión de dirigentes sindicales, en su mayoría
    comunistas. Estos se convirtieron en el blanco político
    del régimen debido a que eran el sector sindical que
    denunció las prácticas autoritarias y fascistas de
    los militares con mayor encono. No así actuó el
    grueso de la dirigencia obrera, de corte socialista y
    sindicalista, que decidió silenciar sus disidencias y
    buscar la forma de entablar conversaciones con los representantes
    gubernamentales.

    La represión no llegó sólo a las
    filas sindicalistas sino que fueron disueltos los partidos
    políticos, como también la Acción
    Argentina, que nucleaba a los partidos que pujaban por romper
    relaciones con el eje. Además se intervinieron las
    universidades y se estableció la obligatoriedad de la
    enseñanza religiosa.

    Sin embargo, iba a ser Perón quien producto de su
    paso por el viejo continente antes de la guerra,
    tendría el antídoto para saciar los sentimientos
    aciagos de una clase poco tenida en cuenta en el panorama
    político-social argentino. Una vez a cargo de la Dirección Nacional del Trabajo, el 27 de
    octubre de 1943, luego bautizada Secretaria de Trabajo y
    Previsión, dedicó su tiempo a
    vincularse con los máximos dirigentes sindicales. Salvo
    los dirigentes comunistas, perseguidos y hostigados, todos los
    demás sindicalistas se reunieron en un clima
    propicio.

    En primera instancia los acercamientos que el gobierno
    de la revolución realizó con los dirigentes
    sindicales van a ser recibidos por estos con cautela. No
    hacía pocos meses habían sido vapuleados por
    medidas represivas. Por eso Perón, como representante del
    gobierno en estas conversaciones, va a tratar de seducir a los
    sindicalistas con promesas de próximas mejoras.

    La relación entablada entre los sindicatos y
    Perón no será bien vista por un importante grupo de
    militares que se identificarán con la línea
    más dura dentro del gobierno. Este cortocircuito se
    reflejará en los sucesos del 1 de mayo de 1944. En esta
    fecha las organizaciones
    obreras deciden festejar el Día del trabajo y aprovechar
    para manifestar sus quejas públicamente. Ante este hecho
    el gobierno se divide entre los que prohiben tal convocatoria y
    quienes, tras Perón y su segundo Domingo Mercante,
    intentan apaciguar los reclamos obreros. Aprovechando estas
    circunstancias, Perón va a dar un discurso en el
    cual declarará formalmente el tiempo de la
    justicia
    social anteriormente prometido a los sindicalistas.
    Específicamente anunciará una serie de medidas que
    coincidirán con reivindicaciones mantenidas por la CGT.
    Así quedará inaugurada una época de bonanza
    para el movimiento obrero, expresada por múltiples
    beneficios que se otorgarán a lo largo del año 1944
    y 1945. Una medida de este cambió lo dan las cifras: entre
    el año 1940 y 1943 se promovieron 7 leyes referidas
    al ámbito laboral; mientras
    que entre 1943 y 1946 la cifra se extiende a
    1112.

    El movimiento obrero obtendrá mejoras directas de
    este viraje en la política estatal, como ser la
    expansión de los servicios
    médicos del sindicato
    gracias a la ayuda financiera del gobierno y beneficios en las
    normas sobre
    accidentes de
    trabajo y jubilación. También se extendió el
    régimen de vacaciones pagas y accidentes de
    trabajo. Pero uno de los puntos esenciales de las reformas se
    centrará en las ventajas obtenidas en el ámbito de
    las negociaciones colectivas. En los 15 meses posteriores a mayo
    de 1944 se firmaron cerca de 700 contratos (que
    contrasta con los 400 firmados entre 1941 y 1943)3.
    Todos ellos supervisados por la atenta mirada de la secretaria de
    Trabajo y Previsión.

    En este sentido el Estatuto del Peón fue una de
    las leyes que
    tendió a resquebrajar la sólida posición del
    capital por
    sobre el trabajo en
    el ámbito rural, el cual, hasta ese momento, había
    permanecido exento a las luchas sindicales. Esta nueva
    legislación permitía la entrada del Estado y el
    sindicato en
    la regulación de las relaciones entre los trabajadores del
    campo y sus patronos; relación que tradicionalmente se
    había construido a través de las pautas
    establecidas por los segundos.

    ¿Cómo fue recibido por la dirigencia
    obrera este conglomerado de medidas?

    Siguiendo el análisis de Juan Carlos Torre4,
    que creemos pertinente para la línea de nuestra investigación, se desprende que las filas
    dirigenciales supieron aprovechar estos cambios con oportunismo.
    Esto significa que si bien debían mantener cierta
    dependencia ante el gobierno militar, y más
    específicamente frente a Perón, no estaban
    dispuestos a resignar la autonomía del movimiento. Esta
    idiosincrasia bebía de las fuentes de la
    vieja guardia sindical que veía en el mantenimiento
    de su postura apolítica el principal bastión para
    su integridad.

    El acto para conmemorar el primer aniversario de la
    Secretaría de Trabajo y Previsión, en noviembre de
    1944, ilustra los sentimientos de los dirigentes obreros hacia la
    política oficial. Allí, B. Celiz, secretario de los
    trabajadores del azúcar,
    sostuvo:

    "Es la primera vez que en la historia del movimiento
    obrero argentino se registra un homenaje de las organizaciones
    sindicales a una repartición del Estado
    ¿Cómo es posible- preguntarán algunos- que
    los sindicatos obreros, que tanto han luchado para mantener su
    independencia
    y que tan orgullosos están de ella, realicen hoy (este)
    homenaje? (…) Nunca como ahora los trabajadores han tenido
    tantas garantías del Estado para la acción sindical
    en defensa de sus intereses económicos y sociales. (…)
    Al influjo de las garantías del Estado (podemos)
    contemplar un resurgimiento de la organización obrera. Cuanto más
    poderosos sean los sindicatos, el proletariado disfrutará
    de mejores condiciones de vida, de salarios
    más elevados, viviendas más confortables. Todo ello
    será posible porque tendremos instituciones
    que nos defenderán de la voracidad
    capitalista."5

    3- Reacción oligárquica

    La nueva política del régimen antes
    señalada llevará a que las clases más
    acomodadas de la Argentina comiencen a mostrar su desacuerdo con
    el camino adoptado. Serán las asociaciones patronales las
    primeras voceras de tal oposición, debido a que se
    convertirán en las mayores perjudicadas con el avance
    obrero sobre posiciones que antes no le era posible ocupar. Lo
    importante para nuestro trabajo es señalar en qué
    medida esta reacción fue fundamental para que el
    sindicalismo dejara de lado sus vacilaciones políticas
    y se decidiera a darle su total apoyo a Perón, y junto con
    eso, primordialmente, llevar adelante el primer proyecto
    partidario sindical en la Argentina. Principalmente porque
    verán con temor esta nueva avanzada de las organizaciones
    patronales, lo que prometía volver a tiempos de
    infelicidad y explotación para el movimiento
    obrero.

    La primera gran demostración de oposición
    al régimen representado cada vez más en la figura
    de Perón, será el 16 de junio de 1945 cuando 319
    entidades patronales den a conocer un "manifiesto de las Fuerzas
    Vivas" en el cual se formalizará la protesta por la
    legislación
    laboral del gobierno. La proclama era encabezada por la Bolsa
    de Comercio,
    Cámara Argentina de Comercio, la
    Industria y la
    Producción, Bolsas de Cereales,
    Cámara de grandes tiendas y anexos y Cámara de
    Exportadores. El manifiesto patronal formula una severa condena a
    la Secretaría de Trabajo:

    "Las fuerzas vivas del país están
    profundamente preocupadas y alarmadas ante el ambiente de
    agitación social que daña la disciplina y
    el esfuerzo productivo de la colectividad. El clima de
    descontento se origina y es instigado desde las esferas oficiales
    (…) Contra lo que nos oponemos es contra la creación de
    un clima de sospecha, provocación y rebeldía, que
    estimula el resentimiento y genera reclamos
    permanentes"6

    Esta proclama contribuyó en la
    polarización de la sociedad,
    generando un clima de resentimiento entre dos grandes grupos que en los
    meses venideros iban a disputarse el poder en la Argentina,
    desembocando en los hechos de octubre. Por lo pronto, esta
    manifestación patronal provocó una rápida
    reacción sindical que redobló la jugada realizada
    por el capital.
    Cuatro días después comenzaron a oírse las
    voces sindicalistas, que culminaron en la concentración
    del 12 de julio con el lema "en defensa de las mejoras obtenidas
    por los trabajadores por intermedio de la Secretaría de
    Trabajo y Previsión". El orador central, Angel Borlenghi,
    mantuvo una actitud
    desafiante en su discurso e
    instigó al movimiento obrero a que "gravite en la
    solución de los problemas
    políticos, económicos e institucionales de la
    República" y que lo haga con "absoluta independencia". El
    camino hacia una solución política de los problemas
    obreros comenzaba paulatinamente a construirse (y será
    facilitada cuando en octubre el sindicalismo obtenga el derecho a
    ejercer actividades políticas
    a través de la ley
    23.852).

    A partir de estos sucesos de julio de 1945 comienza una
    avanzada de las clases más acomodadas en contra de la
    política del régimen militar. Esta
    cristalizará en la marcha de la Constitución y la Libertad que
    será encabezada por la oposición, en septiembre de
    1945. El principal slogan de tal muestra de
    descontento era el traspaso del poder gubernamental a la Corte
    Suprema de Justicia. Pero
    para comprender estos sucesos y los que se desarrollarán
    en los próximos meses hay que tener en cuenta los
    acontecimientos que se iban sucediendo en Europa– el fin de
    la Segunda Guerra Mundial– y
    cómo estos marcaron el desarrollo de
    la política vernácula. Será el embajador de
    los Estados Unidos en
    la Argentina, Spruille Braden quien apoyará y
    alentará toda causa que se identifique contra la figura de
    Perón, quien según la visión del
    Departamento de Estado norteamericano encarnaba los programas
    fascistas que habían hecho sucumbir al viejo
    continente.

    La guerra que
    venía asolando a Europa desde
    septiembre de 1939 caló hondo en la política de
    nuestro país. Siguiendo la tradición arraigada en
    la Primera Guerra
    Mundial, los mandatarios que estuvieron en el poder
    mantuvieron la neutralidad. Esa decisión no fue objetada
    por los Estados Unidos, que justamente llamó a tomar esa
    actitud frente
    a la confrontación. Pero esa postura cambió
    radicalmente en cuanto el país del norte se
    encontró dentro de la guerra por el ataque de Japón,
    a fines de 1941. A partir de allí Argentina fue
    constantemente presionada para que tomase partido por las
    potencias antifascistas. Tanto fue así que
    Norteamérica la excluyó del programa de
    rearme para sus aliados, y también apoyo a la
    oposición democrática al régimen conservador
    a través de su embajada.

    En el ámbito económico el cierre de los
    mercados europeos redujo las exportaciones
    agrícolas, sin embargo aumentaron mucho las ventas de
    carne congelada y enfriada a Gran Bretaña. Como a su vez
    disminuyeron las importaciones británicas, la Argentina
    comenzó a tener saldos favorables con el Reino Unido. Ya
    en 1939 se había convenido que las libras por los pagos
    ingleses quedarían bloqueadas en ese país, y que al
    fin de la guerra serían repatriadas. Esto significaba una
    oportunidad inigualable para que el país pudiera impulsar
    su desarrollo en el futuro. A su vez la industrialización
    sustitutiva gozaba de un nuevo impulso, ayudado por la
    aparición de países limítrofes necesitados
    de los productos
    industriales extranjeros. La industria
    empezaba a lucir mecanismos propios que la convertían en
    el pilar fundamental en donde apoyar los proyectos
    nacionales en la posguerra.

    Finalmente el gobierno militar conducido por Farrel
    accedió en marzo de 1945 a declararle la guerra al eje
    Berlín-Roma-Tokio (ya en
    1944 se había roto relaciones con esos países, lo
    cual generó el desplazamiento del general Pedro Ramírez,
    jefe máximo del régimen, de parte de los oficiales
    antinorteamericanos que lo sustituyeron por Farrel),
    condición necesaria para formar parte de la
    Organización de las Naciones Unidas
    que se estaba constituyendo.

    La liberación de París en agosto de 1944
    será el hecho que reflejará en la Argentina el
    rumbo que ya había tomado la conflagración.
    Producto de
    esto comienzan a revitalizarse los partidos
    políticos, ayudados por un despertar social que
    levanta las banderas del antifascismo.

    Un punto que nos interesa recalcar para nuestro trabajo
    es que la actitud frente al conflicto
    bélico dividió las aguas políticas del
    país entre los que abogaban por la ruptura de las
    relaciones con las potencias del eje y aquellos que simpatizaban
    con los ideales fascistas. Entre estos últimos se
    encontraba gran parte del gobierno de la revolución,
    dentro de los cuales hay que contar al coronel Perón. Y
    esto fue utilizado por la oposición partidaria y
    oligárquica como uno de los argumentos centrales en contra
    de la nueva política promovida desde la Secretaría
    de Trabajo y del Ministerio de la Posguerra, y por
    extensión contra el movimiento obrero.

    En este sentido es que cobra importancia la marcha de la
    Constitución y la Libertad como
    proceso que termina de sellar la alianza política en
    contra del gobierno de la revolución, alianza que
    excluía a los obreros. Este nivel de oposición
    estaba representado por amplios sectores sociales, entre los que
    se contaban todos los partidos políticos, las
    universidades y los medios. Estos
    reclamos pudieron salir a la luz, no
    sólo por los propios intereses de un sector de la sociedad que se
    contraponían a los encarnados por la política del
    régimen, sino por la acción de Braden que
    atizó los ánimos para que el presidente Farrell y
    el coronel Perón cayeran ante las fuerzas
    disidentes.

    Lo que demuestra esta intervención foránea
    en los asuntos internos del país es la
    globalización que sufrió la política en
    estos tiempos, que se movía al son de las noticias que
    llegaban desde Europa.

    La demostración contraria al régimen
    militar contribuyó a tensar más la deshilachada
    cuerda que pendía entre los sectores que iban polarizando
    el marco político de la época. División que
    se solidificó luego de los hechos de septiembre, debido a
    la actitud gubernamental que apuntaló los controles
    autoritarios ya característicos desde su asunción
    para tratar de conservar el poder que se le estaba diluyendo poco
    a poco. Entre ellos se cuentan la intervención de
    facultades, el restablecimiento del estado de sitio y la
    persecución de estudiantes que iba a exacerbar el odio de
    este grupo social,
    el cual tendría una función
    central en los próximos meses de lucha.

    La batalla contra el régimen estaba llegando a su
    punto más crítico, pero para poder concretarse una
    acción deliberada que horadase directamente sus fuerzas
    hubo que esperar a que un sector de las mismas Fuerzas Armadas se
    mostrase hostil a sus principales representantes,
    específicamente el coronel Perón.

    4- Del 8 al 17 de octubre:
    La ineficacia opositora y el oportunismo sindical

    La presión
    ejercida por el grupo de oficiales de Campo de Mayo para que
    Perón presente su renuncia hace efecto y el 8 de octubre,
    el mismo día de su cumpleaños, el coronel dimite
    ante el pedido del mismo presidente Farrel. Antes, las reuniones
    de éste con el representante de los insurrectos, el
    general Eduardo Avalos, jefe de la Guarnición militar
    Campo de Mayo, habían dejado en claro que la
    válvula de escape para que las tropas no marcharan sobre
    la Casa Rosada era la indeclinable separación de
    Perón de todo cargo público.

    A instancias de los dirigentes sindicalistas más
    cercanos a él (Luis Gay, sindicalista telefónico y
    Cipriano Reyes, frigorífico, lo motivaron para que pidiera
    permiso ante las autoridades para despedirse de los obreros),
    Perón dio un discurso en la puerta de la Secretaría
    de Trabajo en donde hizo un repaso de toda la obra que desde ese
    organismo se había realizado en favor de los obreros.
    Allí expresó palabras como "No se vence con
    violencia, se
    vence con inteligencia y
    organización", "Les voy a decir
    ‘hasta siempre’, porque desde hoy en adelante
    estaré con ustedes más cerca que
    nunca"7. Hasta sugirió que "me
    incorporaré a un sindicato y lucharé desde
    abajo"8 para demostrar que serviría al pueblo
    con todas sus energías. Creemos relevante este discurso en
    el sentido de que contenía una tácita señal
    hacia el movimiento sindicalista para que éste se
    organizara para defender los logros conseguidos a través
    de una lucha que ahora aparecía amenazada. Este mensaje
    será afianzado por las palabras del nuevo secretario de
    trabajo y previsión, Avalos, quien dejo claro que el Estado
    pasaría a ser neutral en los conflictos
    entre empleados y empleadores.

    Luego Perón será encarcelado en la isla
    Martín García, lo que mostraba que su carrera
    política estaba llegando a su final. Mientras tanto el
    gobierno se debatía en cómo iba a quedar conformado
    el nuevo gabinete.

    Paralelamente la inercia de la oposición va a ser
    un factor fundamental para que los dirigentes sindicales se
    encuentren con un as en la manga que posibilitará torcer
    la historia a su
    favor. Siguiendo el análisis de Félix Luna diremos que
    la férrea posición opositora de pedir que sea
    traspasado el gobierno a la corte, impedirá que pueda
    hacer uso de una irrepetible oportunidad de neutralizar
    políticamente al coronel Perón y a su base de apoyo
    obrera. Según las palabras del historiador: "Esos hombres
    formados en su mayoría en la dúctil escuela
    negociadora del conservadurismo se tornaron rígidos
    justamente cuando debían ser flexibles (…) desbordaron
    de odio y desconfianza cuando debían acortar distancias
    con el ejército (…)9". El estancamiento de
    las fuerzas políticas disidentes permitió que el
    movimiento sindical comenzará a tejer la red de contención
    para ayudar a su benefactor caído en desgracia. Sin
    embargo esto no se logrará sin desavenencias entre los
    mismos cuadros dirigenciales, expresión de la
    fragmentación que sufrían por esos
    momentos.

    Conocida la noticia del arresto de Perón la CGT
    debatirá sobre la conveniencia de llamar a una huelga
    general. El conflicto se
    generaba porque algunos sindicalistas creían que hacer una
    demostración de fuerza en
    contra del arresto de Perón estaba fuera del ámbito
    de interés
    propiamente sindical. A su vez el principal representante de los
    sindicatos autónomos, Cipriano Reyes, se reunió con
    el secretario general de la CGT, Silverio Pontieri, en donde
    quedaron marcadas sus diferencias. La conducción de la
    central obrera no le perdonaba al díscolo dirigente de la
    carne que en el pasado intentara mantener una posición
    independiente en las negociaciones con el gobierno. Finalmente,
    mientras en todo el país los sindicatos comenzaban a
    movilizarse, la CGT decide llamar a una huelga general
    para el jueves 18 de octubre. Salvo la Unión Ferroviaria
    que estaba dispuesta a mantener conversaciones con los sectores
    dominantes, el resto de los sindicatos, tanto los viejos gremios
    como los nuevos industriales, apoyan la huelga decretada. Esto es
    entendido por ellos como un contraataque a la ofensiva sufrida a
    partir de los hechos que se desencadenan el 8 de
    octubre.

    Sin embargo, será Cipriano Reyes el hombre que
    se ponga a la vanguardia del
    movimiento de apoyo a Perón. A través de su
    acción en los suburbios de Berisso y Ensenada
    comenzará a gestarse la multitudinaria movilización
    del 17 de octubre. El hecho de que la manifestación se
    adelante un día de lo previsto por la CGT hizo suponer a
    varios autores que ésta había sido
    espontánea, perdiendo de vista todo el trabajo
    organizativo que había montado el aparato sindical para
    que ésta fuese llevada a cabo.

    La importancia que para nosotros toma esta monumental
    muestra de
    fuerza de parte del movimiento obrero es que terminó de
    decidir a aquellos sindicalistas indecisos de volcarse a la
    política, quienes pensaban en la tradicional conciencia
    apolítica sindical como uno de los elementos esenciales
    para su supervivencia. Asimismo le insufló el aire suficiente
    como para organizar un partido de neto corte sindicalista que
    habría de defender los adelantos que se habían
    conseguido en el pasado.

    Los hechos acontecidos el miércoles 17 de octubre
    de 1945 sellaron la suerte del gobierno de la revolución
    que tuvo que acatar la solicitud de la multitud concentrada en la
    Plaza de Mayo para que Perón les dirigiese la palabra. La
    opción mantenida por el general Avalos de reprimir a las
    personas que iban juntándose frente a la Casa Rosada no
    fue escuchada por el presidente Farrel. Frente a la magnitud de
    la movilización esto se tornó imposible de
    realizar. La historia había dado un vuelco, y sería
    el coronel Perón, quien había escapado de un
    seguro
    ostracismo, el que se ubicaría en el centro de la
    política Argentina. A su vez el sindicalismo argentino
    dará comienzo a su proyecto partidario, que tomará
    forma el 24 de octubre con la fundación del Partido
    Laborista.

    5- La
    formación del Partido Laborista: Expresión de la
    autonomía obrera

    El rasgo fundamental que caracterizó a este
    proyecto sindical fue que intentó construir una
    organización política verdaderamente
    autónoma. Este paso fue casi obligado por las
    circunstancias históricas que lo llevaron a arremeter con
    ímpetu en las arenas políticas con el fin de
    proteger los dos años de beneficios conseguidos. A su vez
    la autonomía mantenida con respecto al Estado y la figura
    de Perón será la columna vertebral en sus
    años de vida. Para Susana Pont esto sería de gran
    relevancia ya que "el movimiento obrero tenía
    independencia frente al poder político y la tendría
    frente al gobierno que había apoyado, el cual no
    debería intervenir ni determinar la vida del movimiento
    sindical"10.

    Nadie mejor que el propio diario del partido, "El
    Laborista", para expresar el sentir del sindicalismo ante la
    opción que se le abría en el
    país:

    "Muchas personas se formulan la reflexión:
    ¿Para qué la creación de un nuevo partido
    obrero? Refiriéndose al laborista. La respuesta es
    sencilla: para que los mismos obreros puedan hallarse en
    condiciones de defender directamente las conquistas alcanzadas
    durante los dos años y medio de gobierno revolucionario y
    que correrían el riesgo de
    desaparecer si volviesen al poder los representantes de los
    viejos partidos electoralistas que nunca o poco se ocuparon de la
    suerte de los trabajadores"11.

    El nuevo partido que nacía tomó como
    ejemplo para su constitución al Partido Laborista
    Británico (Labour Party). Este había
    triunfado en las últimas elecciones celebradas en julio de
    1945, dejando atónito a todo el mundo, ya que se
    había vencido al prestigioso político conservador
    Winston Churchill. Clement Attle fue su sucesor, a quien le
    tocó ocupar la silla de Primer Ministro en la conferencia de
    Postdam, en julio de 1945; cuando la guerra ya estaba en su
    ocaso.

    El Labour Party había estado en el poder en los
    años 1924 y 1929 en los gobiernos de Mc Donalds, no
    pudiendo dejar huellas importantes debido a las dificultades
    económicas del momento. El programa
    político del partido recién llegado al gobierno
    sostenía un proceso de nacionalizaciones de las industrias
    y servicios, y
    un plan de reformas
    que incluía conceptos de servicio
    social garantizando al individuo una protección en todas
    sus edades ("desde la cuna a la tumba"). Estas premisas
    provenían de las ideas Keynesianas que comenzaban a estar
    en boga.

    La repercusión que está victoria laborista
    tuvo en el resto del mundo queda reflejada en las palabras del
    historiador Giuseppe Mammarella: "En el mundo la victoria
    laborista fue acogida con reacciones diversas: con
    satisfacción y esperanza por la izquierda europea y con
    preocupación en Estados Unidos, donde se temía que
    fuese el primer signo de una tendencia generalizada hacia la
    izquierda que habría llevado a comunistas y socialistas al
    poder también en los otros países de Europa
    continental"12. Por esto no sorprendió que el 8
    de mayo Estados Unidos cese con las ayudas económicas
    promovidas a Gran Bretaña, ayudas que eran vitales para
    llevar a cabo su plan quinquenal
    de gobierno y que habían sido el principal sostén
    del país europeo durante la guerra.

    El hecho de que el Partido Laborista argentino haya
    puesto la mirada en su par inglés,
    es una muestra más del peso que los hechos acontecidos en
    Europa tenían en estas tierras.

     

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