1.
Introducción
2. El
genoma humano
3.
Cartografía y secuenciación
5. Genoma humano –
etica
6. ¿Derechos de propiedad
comunitarios?
1.
Introducción
Proyecto Genoma
Humano: es un programa
internacional de colaboración científica cuyo
objetivo es
obtener un conocimiento
básico de la dotación genética
humana completa. Esta información genética
se encuentra en todas las células
del cuerpo, codificada en el ácido desoxirribonucleico
(ADN). El programa pretende
identificar todos los genes del núcleo de la célula
humana, establecer el lugar que los genes ocupan en los cromosomas del
núcleo y determinar mediante secuenciación la
información genética codificada por
el orden de las subunidades químicas de ADN.
El objetivo
último de la representación y secuenciación
del genoma es asociar rasgos humanos específicos y
enfermedades
heredadas con genes situados en lugares precisos de los cromosomas.
Cuando se termine, el Proyecto Genoma
Humano proporcionará un conocimiento
sin precedentes de la
organización esencial de los genes y cromosomas
humanos. Promete revolucionar el tratamiento y la
prevención de numerosas enfermedades humanas, ya que
penetrará en los fenómenos bioquímicos
básicos que las sustentan.
La idea de iniciar un estudio coordinado del genoma
humano surgió de una serie de conferencias
científicas celebradas entre 1985 y 1987. El Proyecto Genoma
Humano ganó impulso en Estados Unidos en
1990 con la ampliación de la financiación de los
Institutos Nacionales de Salud (NIH) y del
Departamento de Energía (DOE). Uno de los primeros
directores del programa en Estados Unidos
fue el bioquímico James Watson, que en 1962
compartió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina con los
biofísicos británicos Francis Crick y Maurice
Wilkins por el descubrimiento de la estructura del
ADN. Muchos países tienen en marcha programas
oficiales de investigación sobre el genoma humano como
parte de esta colaboración informal, entre ellos Francia,
Alemania,
Japón,
Reino Unido y otros miembros de la Unión
Europea. El coste de la parte del programa que se realiza en
Estados Unidos es de 3.000 millones de dólares a lo largo
de 15 años, hasta el 2005.
Estructura del ADN
El elemento más importante del cromosoma es la
molécula continua de ADN. Esta molécula de doble
cadena con forma de escalera retorcida está formada por
compuestos químicos enlazados llamados nucleótidos.
Cada nucleótido consta de tres partes: un azúcar
llamado desoxirribosa, un compuesto de fósforo y una de
cuatro posibles bases: adenina, timina, guanina o citosina. Estos
componentes están enlazados de manera que el azúcar
y el fosfato forman los lados paralelos de la escalera de ADN;
las bases de ambos lados se unen por parejas para formar los
travesaños; la adenina se enlaza siempre con la timina, y
la guanina siempre con la citosina.
El código
genético viene determinado por el orden que ocupan las
bases adenina, timina, guanina y citosina en la escalera de ADN.
Por lo general, cada sección de esta escalera tiene una
secuencia única de pares de bases. Como un gen no es
más que una de estas secciones, posee también una
secuencia única, que puede utilizarse para diferenciar
unos genes de otros y fijar su posición en el
cromosoma.
Se llama genoma a la totalidad del material
genético de un organismo. El genoma humano tiene entre
50.000 y 100.000 genes distribuidos entre los 23 pares de
cromosomas de la célula.
Cada cromosoma puede contener más de 250 millones de pares
de bases de ADN y se estima que la totalidad del genoma tiene
aproximadamente 3.000 millones de pares de bases.
El ADN analizado en el Proyecto genoma humano procede
por lo general de pequeñas muestras de sangre o de
tejidos
obtenidas de personas diferentes. Aunque los genes del genoma de
cada individuo están formados por secuencias de ADN
exclusivas, se estima que la variación media de los
genomas de dos personas distintas es muy inferior al 1%. Por
tanto, las muestras de ADN humano de distintas fuentes
presentan muchas más similitudes que
diferencias.
3. Cartografía y
secuenciación
Hay dos categorías principales de técnicas
de cartografía genética: ligamiento o
cartografía genética, que identifica sólo el
orden relativo a los genes a lo largo del cromosoma; y
cartografía física, un conjunto
de métodos
más precisos que permite determinar las distancias entre
genes dentro del cromosoma. Ambos tipos de cartografía
utilizan marcadores genéticos, que son características físicas o
moleculares detectables que se diferencian entre los individuos y
se transmiten por herencia.
La cartografía mediante ligamiento se
desarrolló a principios de la
década de 1900 gracias al trabajo del biólogo y
genetista estadounidense Thomas Hunt Morgan. Al observar la
frecuencia con que determinadas características se heredaban unidas en
numerosas generaciones de moscas de la fruta, llegó a la
conclusión de que estos rasgos que con frecuencia se
heredan juntos debían estar asociados con genes
próximos en el cromosoma. Basándose en sus investigaciones,
Morgan logró elaborar un mapa aproximado que
recogía el orden relativo de estos genes asociados en los
cromosomas, y en 1933 recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por su
obra.
Los mapas de
ligamiento humanos se han elaborado sobre todo siguiendo las
pautas de herencia de
familias extensas a lo largo de muchas generaciones.
Inicialmente, estos estudios se limitaban a los rasgos
físicos heredados, fácilmente observables en todos
los miembros de la familia.
Pero actualmente hay técnicas de laboratorio
muy refinadas que permiten a los investigadores crear mapas de
ligamiento más detallados comparando la posición de
los genes diana en relación con el orden de marcadores
genéticos o de segmentos específicos y conocidos
del ADN.
La cartografía física determina la
distancia real entre puntos diferenciados de los cromosomas. Las
técnicas más precisas combinan robótica,
uso de láser e
informática para medir la distancia entre
marcadores genéticos. Para realizar estos mapas se extrae
ADN de los cromosomas humanos y se rompe aleatoriamente en
numerosos fragmentos. A continuación, éstos se
duplican muchas veces en el laboratorio
para analizar en las copias idénticas así
obtenidas, llamadas clones, la presencia o ausencia de marcas
genéticas específicas distintivas. Los clones que
comparten varias marcas proceden
por lo general de segmentos solapados del cromosoma. Las regiones
de solapamiento de los clones pueden a continuación
compararse para determinar el orden global de las marcas a lo
largo del cromosoma y la secuencia exacta que ocupan inicialmente
los segmentos de ADN clonados.
Para determinar la secuencia real de nucleótidos
hacen falta mapas físicos muy detallados que recojan el
orden exacto de las piezas clonadas del cromosoma. En el Proyecto
Genoma Humano se utiliza primordialmente un método de
secuenciación desarrollado por el bioquímico
británico y dos veces premio Nobel, Frederick Sanger. Este
método
consiste en replicar piezas específicas de ADN y
modificarlas de modo que terminen en una forma fluorescente de
uno de los cuatro nucleótidos. En los modernos
secuenciadores automáticos de ADN, el nucleótido
modificado situado al extremo de una de estas cadenas se detecta
con un haz de láser y se determina el número exacto
de nucleótidos de la cadena. A continuación se
combina esta información en un ordenador para reconstruir
la secuencia de pares de bases de la molécula original de
ADN.
Duplicar el ADN con precisión y
rápidamente tiene una importancia crítica, tanto
para la cartografía como para la secuenciación.
Inicialmente los fragmentos de ADN humano se replicaban mediante
clonación en organismos unicelulares que se
dividen rápidamente, como bacterias o
levaduras. Esta técnica exige mucho tiempo y mucho
trabajo. A finales de la década de 1980 se
generalizó el uso de un método revolucionario de
reproducción de ADN llamado reacción
en cadena de polimerasa (RCP). Esta técnica es
fácil de automatizar y puede copiar una sola
molécula de ADN varios millones de veces en unas pocas
horas. En 1993, el bioquímico estadounidense Kary Mullis
recibió el Premio Nobel de Química por idear
esta técnica.
Bioinformática
Cuando esté terminado, el Proyecto Genoma Humano
habrá generado un catálogo con la descripción de 50.000 a 100.000 genes
humanos con cierto grado de detalle, mapas de alta
resolución de los cromosomas, incluidos cientos de miles
de puntos significativos, y miles de millones de
información sobre secuencias de pares de bases. Para
ayudar a los investigadores del genoma a determinar el sentido de
este aluvión de datos hacen falta
muchos instrumentos informáticos, como sistemas de
información y gestión
de laboratorios, robots, sistemas de
gestión
de bases de datos e
interfaces de usuario gráficas.
Se ha desarrollado un nuevo campo de investigación llamado bioinformática
para satisfacer las exigencias planteadas por el programa. Los
investigadores de bioinformática han creado bases de datos
públicas conectadas a Internet para poner los
datos del
genoma a disposición de los científicos de todo el
mundo. Así, los resultados de la cartografía de los
genes humanos se encuentran en la Genome Database, y la
información de secuenciación del ADN en varias
bases de datos, entre ellas GenBank del NIH, Base de Datos de
Secuencias de Nucleóticos del Laboratorio Europeo de
Biología
Molecular, DNA Databank de Japón y Genome Sequence
Database del DOE.
Situación del proyecto
A principios de
1996, el Proyecto Genoma Humano iba ya por delante del calendario
y por detrás del presupuesto. Se
han cartografiado más de 4.000 genes al menos en un
cromosoma específico, se han clonado 1.600 genes de
función
conocida, se han asociado 1.000 enfermedades genéticas con
algún defecto de un gen cartografiado y se han secuenciado
más de 150 millones de pares de bases de ADN humano. Se
han publicado mapas de todo el genoma humano con marcas separadas
por término medio cerca de 200.000 pares de bases. El
objeto final del Proyecto Genoma Humano es estrechar la
separación entre marcas hasta aproximadamente 100.000
pares de bases y secuenciar al menos 3.000 millones de pares de
bases para el año 2005.
En años recientes se han identificado los genes
asociados con enfermedades hereditarias, como la fibrosis
quística, la distrofia muscular o la enfermedad de
Huntington. Éste es el primer paso en el desarrollo de
mejores pruebas de
selección genética, nuevos
medicamentos y tratamientos genéticos para combatir estas
patologías. La capacidad para corregir defectos mortales
de la herencia genética humana puede alterar
espectacularmente la forma de enfocar la enfermedad.
El mayor conocimiento del genoma humano puede tener
también consecuencias éticas, jurídicas y
sociales muy controvertidas. Los primeros resultados ya han
estimulado un debate
internacional sobre la conveniencia o no de patentar para uso
comercial secuencias de genes humanos y de poner la
información sobre genética humana a
disposición de empresas de
seguros y
empleadores, así como de corregir los defectos
genéticos de forma que podrían transmitirse de
generación en generación.
Articulo que salio el Domingo en el Diario
Clarín
Domingo 19 de marzo de 2000
La Guerra De Los
Genes: Polemica En Los Estados Unidos
Los intereses que hay detrás del proyecto Genoma
Humano
Algunos científicos se oponen a que las empresas privadas
patenten los genes. Sin embargo, éstos ya se cotizan en
Wall Street. El primer borrador del mapa genético humano
se conocerá en setiembre.
ROBOT GENETICO. Lo usan para descubrir
genes en la Universidad de
Wisconsin.
Paula Andalo
La guerra de los
genes" tuvo un nuevo capítulo esta semana cuando el
presidente estadounidense Bill Clinton y el primer ministro
británico Tony Blair aseguraron que la información
sobre el proyecto Genoma Humano debe ser de dominio
público. Pero ambos mandatarios obviaron una parte
importante del debate,
más cercana a Wall Street que a un laboratorio: si es
ético patentar genes.
El proyecto Genoma Humano, que ya lleva diez
años, se propone "dibujar" el conjunto de genes que posee
un individuo y que determina todas las características que
conforman su herencia, desde sus rasgos físicos hasta su
predisposición a padecer algunas enfermedades.
Quien posea esta información tendrá mucho
poder en el
futuro. Porque sabrá qué gen está vinculado
a determinada enfermedad y podrá desarrollar
fármacos precisos para combatirla. Además, quien
sea dueño de un gen podrá cobrar derechos a quien quiera
utilizar esa información. En pocas palabras, los genes ya
comenzaron a cotizar en bolsa.
En sus orígenes, el proyecto era exclusivamente
estatal, financiado por el Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos
y por el Welcome Trust de Londres. Pero en 1995 entraron en
carrera empresas privadas como Celera Genomics, que ya
patentó cientos de genes. Ambos sectores invierten por
año 600 millones de dólares en esta
investigación.
Mientras los logros eran pequeños, la convivencia
fue tranquila. Pero a medida en que el mapa genético fue
tomando forma, todos mostraron las garras. Y el debate
explotó cuando se anunció que el primer borrador
estará listo esta primavera.
Ahora, los científicos del organismo estatal
quieren difundir los resultados del proyecto por Internet y los empresarios
pretenden que sea de acceso más restringido. Los primeros
están en contra de "patentar el
conocimiento" y aseguran que hay que evitar el monopolio de
los genes. Los segundos creen, sin embargo, que invirtieron
muchos años y mucho dinero y que
las reglas del mercado son
otras.
El experto argentino Víctor Penchaszadeh es jefe
de la División de Genética Médica del Betch
Israel Medical
Center en Nueva York y
es miembro del comité asesor sobre pruebas
genéticas de la Secretaría de Salud
Pública de los Estados Unidos. En una charla
telefónica con Clarín, explicó la
complejidad de este debate.
"Las palabras de Clinton y Blair respondieron a una
presión
de la comunidad
científica que se opone al patentamiento", explicó.
A partir de estas investigaciones
nació HUGO (Human Genome Organization), una organización formada por expertos que
"luchan porque la ciencia se
limpie de tanto negocio".
Penchaszadeh contó que el patentamiento de genes
no es algo nuevo en los Estados Unidos. "Pero puede ser muy
peligroso. Pongo el caso del cáncer de
mama. Una empresa
descubrió un gen que predispone a la mujer a
padecer este mal. Lo patentaron y ahora tienen el monopolio
exclusivo del análisis que detecta la mutación del
gen que provoca la enfermedad".
"Además, -contó-, muchas veces se da que
dos empresas patentan fragmentos de un mismo gen y la pelea por
quién es dueño de ese gen llega a los tribunales."
¿Es lícito este tironeo genético? La cosa no
es nada fácil. Y concentra intereses cruzados. Por un lado
están las empresas biotecnológicas (como Celera)
que secuencian y patentan los genes. Su objetivo es patentar el
máximo de conocimiento para "venderlo" después a
posibles usuarios como, por ejemplo, los laboratorios interesados
en desarrollar medicamentos o métodos de
detección a partir de esa información. Y
también están los médicos, que son los que
prescriben análisis y remedios y que consideran que la
patente traba y encarece el sistema de
salud.
Algo lejos quedó el paciente. Y la naturaleza de las
cosas. Porque, como bien dicen algunos, patentar un gen es como
patentar la Luna y después pretender cobrarle al que
quiera mirarla.
"El acerbo genético de una especie no puede ser
patentado porque es algo propio de la naturaleza",
reflexionó Penchaszadeh. Además se está
sobrevalorando la información. No podemos volver a un
peligroso determinismo genético. El 90% de las
enfermedades como el cáncer
o los males cardiovasculares depende de interacciones mucho
más complejas que la sola presencia de un gen
defectuoso."
4. La guerra por
patentar genes
La batalla por patentar o privatizar el genoma humano
-el mapa de la vida- y la cura de las enfermedades
genéticas son una cuestión moral y
cultural y el negocio del siglo XXI, de miles de millones de
dólares, tan incalculable como si se cobrara el aire.
Quiénes son los contrincantes de esta pelea.
ANA BARON. Corresponsal de Clarín en
Washington
En el terreno de la genética no podemos perder tiempo. El
descubrimiento de un solo gen puede salvar la vida de miles de
personas. Cada minuto que perdemos es de vida o muerte", le
dijo a Clarín el doctor Craig Venter, un biólogo
que se ha propuesto derrotar a los científicos apoyados
por el gobierno de
Estados Unidos y de Gran Bretaña en la carrera que existe
actualmente por anunciar primero el genoma humano, el mapa de la
vida o genético de la especie humana.
A primera vista el apuro de Venter parece muy altruista. De
acuerdo a las estadísticas uno de cada 1.000 chicos nace
con algún defecto genético. Es verdad que una gran
cantidad de enfermedades fatales son de origen genético y
que el descubrimiento del gen que las provoca no sólo
permitirá producir drogas para
tratarlas, sino que también vacunas para
prevenirlas. Sin embargo, detrás de las buenas
intenciones, hay tantos millones y millones de dólares en
juego que en
Wall Street llaman a Venter el "Bill Gates" de
la genética y a su empresa Celera,
la Microsofot de la industria de
la biotecnología. Tantos, que es incalculable
su monto hacia el siglo XXI. Según los corredores de la
Bolsa en la llamada "nueva economía" las
empresas biotecnológicas que logren apropiarse legalmente
de nuestros genes patentándolos atraerán inversiones
muy superiores a las que están obteniendo actualmente la
empresas de la informática y de Internet.
El negocio de los genes y las enormes ganancias que pueden llegar
a generar ha desencadenado una verdadera guerra
socioeconómica y ética. Hay
un grupo de
científicos norteamericanos y británicos que,
apoyados financieramente por los gobiernos de Clinton y Blair,
están trabajando basados en el principio altruista que
nadie debe apoderarse del genoma humano. Según ellos, todo
el mundo tiene que poder acceder
al mapa genético de la vida, porque es un bien que le
pertenece a la humanidad. En ese sentido, a medida que avanzan en
sus investigaciones sobre el genoma humano, van publicando los
resultados de sus investigaciones. En EE.UU. estos
científicos están trabajando en el Instituto
Nacional de la Salud bajo la dirección de Francis Collins en el Proyecto
Público de Genoma Humano (HGP).
En la vereda de enfrente hay un grupo muy
pequeño de empresas de biotecnología que también
están investigando el genoma humano pero se niegan a hacer
público el resultado de sus investigaciones, porque la
intención es ir vendiendo la información que vayan
obteniendo. La empresa
más conocida en este terreno es Celera Genomics, la empresa de
Venter, que tiene su sede principal en Rockville, muy cerca de
Washington.
Pero Celera no es la única. También esta Incyte
Phamaceutical, el Human Genome Sciences, SmithKline Beechman, y
otras. Craig Venter no tiene ningún problema en decir que
su empresa "no es una empresa sin
fines de lucro". De hecho, Celera cotiza en Wall Street bajo el
logo CLR. Esta semana sus acciones
cotizaron a un promedio de 104 dólares la acción.
Lideradas por Venter, la ofensiva de estas empresas ha sido tan
feroz en el último año que el presidente Clinton y
Blair decidieron hace diez días establecer las reglas del
juego de lo
que hoy se conoce como la "guerra de los genes".
En la declaración conjunta que hicieron el 15 de marzo,
Clinton y Blair pidieron a los científicos de todo el
mundo que publiquen toda la información que tengan
relativa al genoma humano. "Los datos fundamentales sobre el
genoma humano, incluyendo la secuencia de todo el genoma del ADN
humano y sus variaciones, tendrían que ser de libre acceso
para los científicos del mundo entero", dijeron. La
identidad
genética humana tendría que permitir "reducir la
incidencia de las enfermedades, mejorar la salud en el mundo y la
calidad de
vida de toda la humanidad", agregaron.
Sin analizar bien lo que decía el resto del texto firmado
por Clinton y Blair, Wall Street reaccionó con la furia de
un rayo: todas las acciones de
las empresas de biotecnología bajaron vertiginosamente.
Según The New York
Times, las empresas como Celera, ligadas al estudio del mapa
genético, es decir al genoma, fueron las más
afectadas. Sus acciones perdieron hasta un 20 por ciento de su
valor. Pero
eso no fue todo, el Nasdaq, es decir el indice de las empresas de
tecnología
de punta, cayó más 200 puntos en un día.
El pánico que todo eso creó, obligó al
vocero de la Casa Blanca Joe Lockhart a explicar que Blair y
Clinton no estaban en contra de la industria de
la biotecnología ni de la posibilidad de que registren
patentes de tipo biotecnológico. Una lectura
detenida de la declaración conjunta indica que Clinton y
Blair hacen una distinción entre el descubrimiento de un
gen y un invento genético. Esto abriría las puertas
a la privatización de las curas genéticas
y al verdadero negocio multimillonario.
El descubrimiento de un gen no es más que el
descubrimiento de algo que se encuentra en la naturaleza y por
eso, de acuerdo a la declaración no debe ser patentado.
Pero una vez conocido el gen, si un científico logra
descubrir una enferme dad (o mutación de uno o más
genes) para poder fabricar ya sea una droga para
tratarla o una vacuna para prevenirla, eso sí
podría ser patentado.
"La protección intelectual de las invenciones a partir de
los genes desempeña un papel
importante en el desarrollo de
nuevos productos para
salud", dicen Blair y Clinton. No es posible pensar,
ingenuamente, que los secretos del genoma no serán
aprovechados por las empresas farmacéuticas y de
biotecnología para el desarrollo de medica mentos.
También es cierto que empresas como Celera y Incyte han
hecho inversiones
enormes para poder avanzar en el
conocimiento del mapa genético del ser humano. "A
pesar de la retórica altruista de los principales
científicos universitarios involucrados en el Proyecto
Genoma Humano muchos de ellos han invertido en empresas que si
bien no se dedican a trazar el mapa genético esperan sacar
provecho a largo plazo de la información obtenida por las
investigaciones públicas y privadas", escribió el
profesor de Biología Molecular de
la Universidad de
Princeton Lee Silver en el The New York Times. Y agregó:
"Pero el problema son los límites.
La falta de legislación en el terreno de la
biotecnología es un buen indicador de las rapidez con que
se están produciendo los cambios. Estamos viviendo en un
momento donde todo está siendo redefinido, desde
cómo definir el principio y el final de la vida hasta si
la humanidad debería permitir que un ser humano sea
clonado".
Esta corresponsal entrevistó a Venter por primera vez en
1994, cuando ya había abandonado el Proyecto
Público del Genoma Humano del Instituto Nacional de la
Salud donde trabajó durante 10 años y se
había instalado por su cuenta en una ex fábrica de
cerámica en las afueras de Washington con
un objetivo bien preciso: derrotar a sus ex compañeros, y
ser el primero en publicar el mapa genético del ser
humano. El objetivo parecía en aquel momento demasiado
ambicioso, pero actualmente Venter está por lograrlo. En
menos de seis años, se mudó de la fábrica de
cerámica a un edificio nuevo donde fundó Celera, la
compañía que ahora preside. Recientemente Venter
invitó a la impresionante masión que tiene en Miami
en South Beach a 1.800 líderes mundiales en
investigación genética con todo pago. Se calcula
que ya tiene una fortuna personal de
más de 300 millones de dólares.
Más allá de su aire de playboy
científico, el éxito
de Venter se debe a que descubrió un método para
rastrear los genes en nuestro organismo 1.000 veces más
rápido del que usan sus colegas. "Nuestro objetivo fue
desde un principio descubrir la mayor cantidad de genes humanos
en el menor tiempo posible. Necesitamos esa información
por dos razones: una, para poder combatir eficazmente las
enfermedades fatales de tipo genético, y la segunda, para
poder comprender quiénes somos y de dónde venimos.
Nuestra historia
está en los genes", explicó Venter.
Justamente porque nuestra historia está en
nuestro mapa genético, cuesta comprender que haya
científicos dispuestos a patentar nuestros genes para
poder lucrar con ellos. Venter insiste, sin embargo, con que
ése no es el objetivo de su compañía. Venter
quiere en realidad que Celera se transforme en lo que Bloomberg
es para la comunidad
financiera. Es decir, el objetivo es que Celera venda
información sobre cómo interpretar el mapa
genético humano, pero no el mapa en sí. De todas
maneras, los problemas de
tipo ético que plantea biotecnología hoy no
terminan allí. Como todo descubrimiento científico,
el mapa genético podrá ser utilizado de una manera
positiva como también de una manera negativa: se teme que
el conocimiento genético sea utilizado para la discriminación laboral, como
arma contra una etnia o para elegir el color de pelo y
de ojos de nuestros hijos. El tema es tan importante que el 11 de
noviembre de 1997 se estableció en las Naciones Unidas
la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los
derechos
humanos que pone límites a cualquier tipo de discriminación o manipulación del
genoma humano.
Lo cierto es que la sutil diferencia entre descubrimiento e
invento que surge de la declaración conjunta de Clinton y
Blair pone en tensión la relación entre ciencia y
ética y
entre ciencia y
sociedad. Y
entre lo público y lo privado. Los gobiernos creen que
dejar las claves únicas de la especie humana y de su cura
libradas a una guerra del mercado es, por
lo menos, un riesgo y puede
ser un peligro extremo. La guerra, sin embargo, ya
comenzó.
Un cientifico carismatico
Se lo considera el científico más
mediático que dio la comunidad y decodifica genes con la
velocidad de
un rayo. Hace poco demostró su poder ofreciendo una gran
fiesta en su mansión de South Beach, en Mia mi, adonde
invitó a 1.800 líderes mundiales en
investigación genética, con todo pago. Craig
Venter, presidente de Celera Genomics, a los 53 años
quizá sea el Bill Gates de
la ciencia: su
empresa puede llegar a concentrar las patentes de gran parte de
los genes que conforman el genoma de un individuo.
Muchos se sienten traicionados por este hombre calvo,
muy americano, que antes trabajaba en el Instituto Nacional de
Salud y que después formó su propia empresa. Casado
con Claire Frase, famosa bióloga molecular, Venter asegura
que la información sobre el genoma debe ser pública
pero, en la práctica, la Oficina de
Patentes de los Estados Unidos tiene una lista de por lo menos
cien secuencias de genes que Celera quiere patentar.
Como muchos genios, Venter tuvo serios problemas en
la escuela y un buen
día dejó todo para dedicarse al surf en el sur de
California. Mientras su único objetivo en la vida era
barrenar, lo alistaron para luchar en Vietnam. "La guerra me
cambió", dijo, simplemente. Y decidió ser el
protagonista de la tercera guerra mundial:
la guerra de los genes. "El tiempo es oro, cada minuto cuenta,
por eso ahora estoy en mi laboratorio muchas horas, para
descubrir finalmente el misterio del ADN." Venter anunció
que en la primavera tendrá listo su mapa genético.
Y ahora todos corren a su ritmo.
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