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Centroamérica en la Política Exterior Norteamericana en el período de 1980 a
1988




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    Indice
    1.
    Introducción

    2. Antecedentes
    3. Reagan y su campo de
    batalla.

    4. Conclusiones
    5.
    Bibliografía

    1. Introducción

    Las sociedades
    centroamericanas están vinculadas a los Estados Unidos
    desde la firma del tratado Clayton-Bulwer (Aguilera, 1991) Este
    país ha sido la mayor fuerza externa
    en la historia de
    aquellas naciones. Hacia su mercado se dirige
    más del 60% del intercambio comercial de la región;
    el turismo regional
    se regodea en Orlando y las clases medias, cuyo éxito
    se mide por el monto de lo que consumen, agotan sus ahorros en
    Miami. El inglés
    es el segundo idioma y el 95% de las películas de cine y
    televisión que se ven en la región
    son norteamericanas. Se viste y se actúa conforme modelos que
    reflejan otros mundos; se canta y se baila lo que quieren
    artistas de ese país, y la influencia crece, no para
    revitalizar la cultura
    popular sino para mediocrizarla (Benavides, 1997)

    Ningún análisis de las relaciones entre los
    Estados Unidos
    y América
    Latina puede prescindir del reconocimiento de que aquel
    país constituye "Una fuerza
    decisiva en el desarrollo de
    la región" y que su influencia ha sido
    permanente.

    Benavides (Benavides, 1997) propone que dicha influencia
    ha estado movida
    por dos principios
    ordenadores de su política exterior, a
    saber:

    • Una poderosa conciencia
      de misión
      histórica; es decir, la de ser una nación portadora de un destino
      manifiesto.
    • La creencia profunda de que los intereses vitales
      de la nación también se defienden en el
      exterior, más allá de sus
      fronteras.

    El primer aspecto apunta a la política de una
    gran potencia que
    define su vocación misionera, de civilización. El
    segundo alude a los límites y
    contenidos de la seguridad
    nacional. Ambos principios apenas
    experimentan variaciones en el tiempo (Aguilera,
    1991)

    2.
    Antecedentes

    A menudo, el carácter
    de las relaciones entre Estados Unidos y Centroamérica
    estuvo fundado en la existencia de regímenes
    políticos autoritarios y dictatoriales vinculados desde su
    gestación a los intereses económicos de las grandes
    transnacionales fruteras y a las necesidades políticas
    estadounidenses de seguridad
    nacional, como lo indicamos anteriormente. De hecho, la era de
    las dictaduras en Centroamérica, que solo permitió
    un leve respiro durante la década de los 80, fue el
    resultado y la condición de una relación de
    armonía entre Estados Unidos y Centroamérica
    (D´Estéfano, 1987)

    Después de la segunda posguerra, con la
    consolidación de la (Hoy extinta) Unión
    Soviética como potencia militar
    y foco de penetración ideológica, el descontento
    popular y las luchas democráticas en Centroamérica
    determinaron una redefinición en la consideración
    de las relaciones por parte de los Estados Unidos (Aguilera,
    1991)

    La estrategia
    política norteamericana, para mantener lejos cualquier
    influencia de la Unión Soviética y aliados, genera
    la constitución de una serie de organismos
    intermediarios entre los países subdesarrollados y cambios
    en la configuración política, económica y
    social en pro de garantizar la seguridad nacional
    norteamericana.

    En 1944, da paso a la creación de dos organismos
    financieros, el Fondo Monetario
    Internacional y el Banco
    Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco
    Mundial), los cuales fuera de ser más que una obra
    social y solidaria para con los países subdesarrollados en
    busca de una alternativa para alcanzar el desarrollo, se
    constituyó en una manera indirecta de sumergir a los
    países subdesarrollados dentro del vicio de la dependencia
    y dominación económica.

    Nace el Tratado Interamericano de Asistencia
    Recíproca (TIAR, 1947) en Río de Janeiro, el cual
    promovía la seguridad colectiva del continente americano,
    es decir, se adquiría el compromiso a la protección
    mutua ante cualquier asunto que atentara con la seguridad
    interamericana.

    Así mismo, el afán por defender la
    seguridad del continente, fue fielmente promovida por el gobierno
    norteamericano, dándose la creación de la
    Organización de Estados Americanos (OEA) como
    evidencia de tal objetivo. Esta
    organización respondía a la
    necesidad de crear un organismo que velara por la paz y seguridad
    del continente, previniendo cualquier causa de conflicto
    sugiriendo la búsqueda de soluciones en
    forma pacifica, conjunta y organizadamente.

    A partir de la revolución
    cubana, el castrismo cambió el tamaño de la
    óptica
    norteamericana al magnificar aspectos relacionados directamente
    con su seguridad. Por primera vez, ésta fue realmente
    amenazada (Aguilera, 1991) se debe recordar no sólo el
    fracaso de bahía Cochinos, la crisis de los
    Misiles, sino la ola revolucionaria que sacudió el
    espinazo en América
    Latina.

    Estados Unidos empezó a considerar la posibilidad
    de interpretar el significado del desafío revolucionario
    examinando los orígenes del descontento. Se
    interesó por los aspectos del desarrollo de la
    región, más allá de lo que habían
    sido "sus viejos hábitos" (Benavides, 1997)

    Al tener totalmente dominada la región
    centroamericana, Estados Unidos y considerándola como una
    zona a la cual podría encauzar bajo sus intereses en
    cualquier momento, éstos se lanzan a fortalecer las
    economías y los sistemas
    políticos del resto de los países centroamericanos,
    en donde la ola revolucionaria podría hacer algún
    daño sino se tomaban las medidas necesarias para emancipar
    dicha tendencia.

    Pocas sociedades
    revisten tan poca significación
    económico-financiera como Centroamérica. Las
    inversiones
    directas comenzaron a decrecer en la década de los
    sesenta, la década del venturoso Mercado
    Común continuaron disminuyendo en la década
    siguiente y en 1980 alcanzaron apenas 800 millones de
    dólares, es decir, cerca del 2,5% de la inversión norteamericana directa en
    América
    Latina, 0 10% de lo que se tiene en el Caribe, y solo un 0.3%
    de la inversión mundial. Los vínculos
    financieros con bancos
    centroamericanos son aún más débiles y solo
    alcanzaron un 2.3% del total de los créditos otorgados por bancos
    norteamericanos a toda Latinoamérica (Aguilera, 1991)

    La importancia de Centroamérica es geopolítica. Centroamérica y el
    Caribe es entendido por ellos como el traspatio, de ahí en
    adelante poco importaba levantar o no económicamente la
    región, si al fin y al cabo, la dominación era
    absoluta.

    Los años setenta fueron una especie de
    paréntesis en la relación entre Estados Unidos y
    Centroamérica que de alguna forma contribuyó a
    gestar las condiciones para lo que a la vuelta de un decenio se
    habría de convertir en el mayor derramamiento de sangre en la vida
    centroamericana(D´Estéfano, 1987) Empeñado en
    el esfuerzo bélico del Sudeste Asiático, Estados
    Unidos no renovó su compromiso material con las
    economías centroamericanas y el sostenimiento de los
    regímenes políticos se desarrolló por la
    vía de la asistencia militar para una desconcertante
    carrera armamentista, en la que todas las partes buscaban
    acrecentar sus aparatos militares.

    Con el relevo de la gestión
    republicana, la era de Carter en 1976 significó en cierto
    sentido la pausa que precisa todo nuevo aliento (Aguilera, 1991)
    Panamá
    se abocó con firmeza a la negociación de un acuerdo en
    relación con la soberanía del Canal de Panamá y
    su destino futuro.

    Para esa década se encuentra en su apogeo la
    crisis
    política en Nicaragua, el Salvador y Guatemala,
    así como la precipitación de los desequilibrios
    económicos provocados por la crisis
    internacional.

    El gobierno de
    Somoza era menos aliado seguro que amigo
    confiable con los otros de la región. Durante cuatro
    décadas, los gobiernos de la familia
    Somoza recibieron ayuda, protección y tolerancia, ya
    fuesen demócratas o republicanos los que dispensaban
    favores. Los recursos de
    poder militar
    y político, diplomático y personal,
    estuvieron siempre alimentados por la simpatía y la
    tolerancia
    norteamericana. Más de cuatro mil oficiales y miembros de
    la Guardia Nacional fueron entrenados en academias o instituciones
    norteamericanas (D´Estéfano, 1987) El embajador
    norteamericano en Managua propuso, en julio de 1978, la
    realización de elecciones bajo supervisión extranjera, que Somoza no
    aceptó. Ahí comenzó el principio del fin,
    que se aceleró con el asesinato de Chamorro.

    La toma del poder de los
    sandinistas se convirtió en el hecho que habría de
    expresar las esperanzas de un nuevo orden de la sociedad
    política y de la
    organización económica sobre nuevas relaciones
    de equidad y justicia.

    Contradictoriamente, la revolución
    sandinista también habría de constituirse en la
    chispa que desencadenaría una de las más tenaces y
    severas intervenciones de Estados Unidos en la región. En
    los años ochenta, Estados Unidos convirtió
    Centroamérica en un campo de batalla ideológico de
    aventuras militares y ofensivas económicas que
    habrán de traer estancamiento, injusticia social, dolor y
    muerte en la
    región.

    3. Reagan y su campo de
    batalla.

    Una redefinición conservadora del sentido
    más profundo del llamado Destino Manifiesto alcanzó
    forma política con la Presidencia de Ronald Reagan
    (1980-1988) factores internos e internacionales favorecieron una
    obsesión casi personal contra
    el sandinismo y Nicaragua (Aguilera, 1991)

    La administración Reagan tuvo el cuestionable
    mérito de acrecentar de forma artificial la importancia de
    los procesos
    políticos y militares centroamericanos. Dicha administración está indisolublemente
    ligada a una multitud de acontecimientos regionales que no
    sólo comprenden la guerra y
    secuelas en El Salvador y Nicaragua, sino que guardan
    relación con lo que podría denominarse "La
    más reciente mutación de los estados
    centroamericanos" (D´Estéfano, 1987)

    La administración Reagan sostuvo a lo largo de
    ocho años el enfrentamiento armado como instrumento para
    la solución de los conflictos en
    Centroamérica. Tres dimensiones permiten resumir la
    naturaleza de
    la intervención de Estados Unidos en Centroamérica
    en los ochenta:

    Dimensión contrarrevolucionaria
    Acción contrainsurgente
    Acción preventiva.
    Dimensión Contrarrevolucionaria.

    Ésta dimensión gozó del
    beneplácito especial del presidente Reagan y
    caracterizó la retórica dominante del Poder
    Ejecutivo.

    Justificada por aquello que percibía como el
    amenazante avance de las fuerzas del enemigo en los valles y
    montañas de Centroamérica, la dimensión
    contrarrevolucionaria le permitía a ésta
    administración ganancias tanto militares como políticas;
    su valía estaba en las victorias militares y en el efecto
    de demostración, su "Capacidad disuasiva" (Aguilera, 1991)
    Había que demostrar que toda empresa de
    transformación social en su área de influencia
    sería interpretada como acercamiento a la potencia
    enemiga, y en consecuencia habría de ser desestabilizada
    con fuerzas locales amparadas en el público respaldo de
    los Estados Unidos, significaba la recuperación de
    espacios perdidos en el tablero de la confrontación
    bipolar (Benavides, 1997) El escenario de la confrontación
    fue Nicaragua y los actores principales de la trama, en
    Washington, los remanentes del ejército somocista. Sin
    embargo, una guerra que la
    ideología dominante se empeño en
    mostrar como el movimiento de
    gestación de un nuevo orden democrático para
    Nicaragua, no logró ningún resultado significativo,
    más allá de la infraestructura y la producción económica del país
    y servir de justificación para el establecimiento de un
    enorme aparato militar sandinista, que parecía insaciable
    frente a las escuálidas arcas gubernamentales (Aguilera,
    1991)

    Dimensión Contrainsurgente.

    Se desarrollo sin los éxitos esperados en El
    Salvador, y en menor medida, después del ascenso del
    gobierno civil de Vinicio Cerezo en Guatemala.

    Mientras con la dimensión contrarrevolucionaria
    se buscaba la reconquista de los territorios aliados en el
    pasado, la acción contrainsurgente buscaba evitar, a toda
    costa, la pérdida de otros espacios. El Salvador fue el
    laboratorio
    donde los modernos experimentos de
    la lucha contrainsurgente serían desarrollados con mayor
    amplitud (Aguilera, 1991

    Estados Unidos no estaba en disposición de
    tolerar más " Cesiones de territorio a la esfera
    soviética" (D´Estéfano, 1987) aún
    cuando esto significara costosas aventuras militares y
    complicadas operaciones
    económicas, sociales y psicológicas dirigidas a
    ganar "los corazones y las mentes de los pueblos
    centroamericanos"

    Las aventuras en el caso de Centroamérica,
    resultaron infructuosas para la derrota de las fuerzas
    insurreccionales pero provocaron una disputa política
    sobre el respeto a los
    derechos
    elementales de las personas, lesionados por las prácticas
    de fuerzas militares y el silencio cómplice de los
    grupos
    gobernantes. Los procedimientos de
    lucha en el campo económico e ideológico resultaron
    más efectivos, aunque, como bien lo apunta Benavides " El
    empeño de los organismos castrenses de la región en
    una estrategia
    más ortodoxa de enfrentamiento armado, se convirtió
    en uno de los principales escollos del enfoque integral de los
    gestores de la doctrina de Conflictos de
    baja intensidad".

    Acción Preventiva.

    La prevención habría de resumir todas las
    demás iniciativas de Estados Unidos hacia la
    región. Se trataba de construir y preservar espacios para
    evitar el establecimiento de condiciones para la
    profundización o el lanzamiento, donde no lo hubiere, de
    movimientos contestatarios de carácter popular.

    Las propuestas económicas jugaron un papel central
    en la política de prevención de nuevos desajustes
    sociales en Centroamérica (Aguilera, 1991) Estados Unidos
    se preocupó por generar flujos de financiamiento
    externo, a bajo costo o en
    donación, que le permitieran a los países
    centroamericanos que no habían sido objeto de movimientos
    de oposición político-militar (Costa Rica por
    ejemplo) al orden establecido, garantizando dicha ayuda, niveles
    mínimos de estabilidad económica y
    compensación social.

    Otra faceta de interés
    norteamericano se manifestó en la política de
    consolidación de un sector empresarial, unificado y
    moderno, en cada uno de los países de la región
    (D´Estéfano, 1987) la ideología neoliberal,
    apologiza el mercado y necesita empresarios, hombres de negocios; La
    Iniciativa para la Cuenca del Caribe se constituyó
    finalmente en el premio a la disciplina del
    empresario centroamericano que supo hacer frente al reto de
    modernización de sus actividades productivas.

    En el ámbito cultural Estados Unidos
    desarrolló nuevos y profundos esfuerzos para introducir en
    el pensamiento
    ciudadano su propia versión sobre la libertad y la
    vida democrática.

    Las becas para la juventud y los
    programas de
    desarrollo y entrenamiento
    para estudiantes universitarios y profesionales constituyeron un
    componente importante de este proceso. La
    creación de simpatías por Estados Unidos y su
    sistema de vida
    fue una especie de presencia constante en la vida cotidiana de
    los centroamericanos.

    Otro factor importante de analizar es la
    instalación de bases paramilitares y de entrenamiento en
    países de la región. Tal es el caso de Honduras y
    Costa Rica,
    donde el gobierno estadounidense, valiéndose de las buenas
    relaciones con los gobernantes de dichos países montan
    bases cerca de las fronteras de Nicaragua, tanto del lado
    costarricense (Murciélago) como en Honduras (Palmerola,
    Cucuyagua, la Ceiba, etc.)

    Benavides, en la II jornada de Continental por el
    respeto del
    Derecho Nacional, celebrado en Cuba en 1987
    es tajante al afirmar que: "…De todo el actuar de Estados
    Unidos en Centroamérica, se desprende que ha violado y
    viola todos los principios que constituyen los fundamentos, la
    propia razón sobre los cuales existe y se desarrolla el
    derecho
    Internacional"

    La administración Reagan saturó de
    alucinaciones conflictivas un ya de por sí fragmentado y
    conflictivo territorio centroamericano, hundiéndolo, como
    se apuntó anteriormente en un abismo más profundo
    del que pudo haber estado alguna
    vez en su estructuración política y
    económica.

    4.
    Conclusiones

    Con el ascenso al poder de George Bush se levantan
    nuevas esperanzas sobre la aplicación de opciones
    remozadas en la política exterior norteamericana, que no
    necesariamente tenían que significar el fin de la
    estrategia anterior.

    5.
    Bibliografía

    Benavides Santos, Tatiana ¿La Fuerza o la
    Razón? La influencia de los pequeños países
    centroamericanos sobre la toma de
    decisiones en la política exterior norteamericana /
    Tatiana Benavides Santos.—Heredia, Costa Rica.: Escuela de
    Relaciones
    Internacionales, 1997
    Aguilera, Gabriel. Centroamérica: de Reagan a Bush/
    Gabriel Aguilera, Abelardo, Carlos Sojo. – 1 ed. –
    San José: FLACSO, 1991.
    D´Estéfano, Miguel. La Política del Gobierno
    de Estados Unidos hacia Norteamérica. Ponencia ante la
    Segunda Jornada Continental por el Respeto al Derecho
    Internacional. Cuba,
    1987.

     

     

    Autor:

    Jhonny Vargas Navarro.

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