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Los principios para la dirección del proceso pedagógico




Enviado por eortiz



    Indice
    1.
    Introducción.

    2. Los principios para la
    educación de la personalidad.

    3. La organización
    jerárquica de los principios.

    4. Conclusiones
    5.
    Bibliografía

    1.
    Introducción
    .

    La precisa delimitación de los principios para
    la educación
    de la
    personalidad dentro del proceso
    pedagógico constituye un problema que adquiere cada
    día mayor relevancia dentro de la psicología y la
    pedagogía contemporáneas, como parte
    de los esfuerzos que se realizan en todas las sociedades
    modernas por perfeccionar el proceso pedagógico en la
    formación de las nuevas generaciones.

    A pesar de que diferentes autores se refieren a los
    principios que, según sus consideraciones, son los
    más importantes para conformar un tipo ideal de personalidad,
    no se ha logrado todavía la unanimidad mínima
    necesaria que facilite una labor educativa más coherente
    sobre los educandos.

    El objetivo de
    este trabajo es proponer una serie de principios para educar
    la
    personalidad y las recomendaciones prácticas para su
    aplicación en la escuela. Sin
    pretender normar todo el trabajo del
    maestro, el cual, por su esencia, debe ser creador en la
    búsqueda constante de lo novedoso y original.

    Al valorar la literatura que aborda este
    controvertido aspecto, se constata que no existe consenso ni en
    la forma de nombrarlos ni en su explicación; algunos se
    refieren explícitamente al término `principios de
    educación'
    (F.Koroliov,1977; G.Labarrere y G.Valdivia,1988; N.Savin,1976;
    J.Piaget,1981 y
    N.Boldiriev,1982), otros a `principios pedagógicos'
    (G.Neuner y otros,1981), también aparecen como `exigencias
    para una educación efectiva' (F.González y
    A.Mitjans,1989), `esencia del proceso educativo' (Colectivo de
    Autores,1981; S.Baranov, L.Bolotina y V.Slastioni,1989),
    `fundamentos psicológicos del proceso educativo'
    (V.Krutetsky,1989), `fundamentos generales'
    (T.Kónnikova,1975), `principios para la dirección del proceso pedagógico'
    (Z.Alvarez y G.Torres,1993), o `principios pedagógicos
    orientadores' (A.Rocío y G.Alfaro, 1992).

    En realidad no se trata solo de un problema
    terminológico, sino semántico también porque
    se detectan diferencias en los enfoques y la valoración de
    su papel en el
    proceso educativo de la personalidad.
    Si bien los términos antes mencionados se acercan de una
    forma u otra al concepto de
    principio, no logran la obligada precisión
    científica al quedar diluidas, a veces, las explicaciones
    en cuestiones muy abstractas con carácter
    filosófico-sociológicas y poco aplicables a las
    situaciones concretas de la educación en la
    actualidad.

    Otra definición extendida es concebir de forma
    dicotomizada los principios de la educación y de la
    enseñanza como esencias paralelas
    (Colectivo de Autores, 1981; S.Baranov, L.Bolotina y
    V.Slastioni,1989; V.Krutetsky,1989; G.Labarrere y G.Valdivia,1988
    y G.Schúkina,1978).

    Los principios para la educación de la
    personalidad, desde el momento en que se intentan diferenciar en
    principios instructivos y principios educativos, de hecho quedan
    resentidos en su generalidad y rigor
    científico.

    La definición más vulgar y dañina
    sería enfocar el proceso pedagógico como carente de
    principios, o sea, como algo espontáneo que depende de
    muchas variables y la
    propia situación educativa es la que condiciona qué
    estrategia
    adoptar de forma totalmente empírica.

    De acuerdo con nuestros criterios, lo primero en la
    formulación científicamente argumentada de los
    principios para la educación de la personalidad es la
    determinación exhaustiva de lo que se entiende por ellos.
    Desde el punto de vista filosófico los autores coinciden
    en que su raíz latina principium significa
    comienzo, el que es primero, el que manda
    (P.Foulquié,1967), así como también punto de
    partida, idea rectora, regla fundamental, o el fundamento de un
    proceso cualquiera (N.Abbagnano,1972).

    Desde el punto de vista lógico es concebido como
    un concepto central
    en un sistema,
    constituye una generalización aplicable a los
    fenómenos que ocurren en la esfera de la realidad de donde
    han sido extraídos (N.Rosental y P.Iudin,1981).

    Con una óptica
    pedagógica es considerado una norma general de la
    acción o el pensamiento
    (P.Foulquié,1976), así como lo que se descubre como
    primer término en el análisis y que se pone como punto de
    partida de la síntesis,
    lo que constituye la razón suficiente de algo, su causa o
    motivo, como una hipótesis que explica satisfactoriamente un
    gran número de casos definitivamente verificados
    (A.Merani,1983).

    Con un enfoque psicológico, es considerado una
    ley que
    orienta la conducta o regla
    para un procedimiento
    científico (H.Warren,1964), una máxima
    básica general, una verdad fundamental, una regla
    generalmente aceptada, particular de un procedimiento
    científico (A.Reber, 1985).

    De manera que los principios para la educación
    del hombre son las
    tesis
    fundamentales de la teoría
    psicopedagógica sobre la personalidad, las ideas
    principales, las reglas fundamentales desde el punto de vista
    teórico-práctico, que devienen en normas y procedimientos de
    acción para que los educadores puedan y tengan que
    trabajar científicamente con sus educandos. Su
    desconocimiento o violación consciente no exonera a los
    maestros de su existencia, por el contrario, los compromete con
    los resultados de su labor.

    Por el carácter de ley que tienen
    los principios expresan los nexos y relaciones causales
    necesarias, reiteradas y suficientes en el proceso
    pedagógico. Y al reflejar los requisitos fundamentales que
    se le plantean al contenido, la
    organización y los métodos de
    la labor educativa, adquieren valor
    metodológico al facilitar no solo el qué sino el
    cómo.

    Los principios para la educación de la
    personalidad son generales porque se manifiestan y verifican a
    través de las situaciones pedagógicas particulares
    y cotidianas, como por ejemplo en el campo de la didáctica, de lo contrario no
    podrían ser considerados como tales. Lo cual no quiere
    decir que ellos, por sí mismos, agoten la realidad al
    abarcarla en su totalidad, por el contrario, la realidad de la
    escuela es
    imposible de abarcar en todas sus aristas y facetas, debido a su
    propia complejidad, pero los principios sí manifiestan
    cuestiones esenciales que siempre ocurrirán dentro del
    proceso educativo, como todo en la vida, sometida a leyes, de
    carácter psicopedagógicas en este caso.

    De manera que estos principios poseen las características de ser regulares,
    fundamentales, necesarios, generales, sistémicos,
    obligatorios e integradores.

    Nos han sido muy útiles los criterios aportados
    por las profesoras Z.Alvarez y G.Torres (1993), de los cuales
    hemos tenido en cuenta muchos de sus aportes.

    2. Los principios
    para la educación de la personalidad
    .

    A continuación proponemos los principios que, en
    nuestro criterio, son los más importantes y
    abarcadores:

    I – Principio de la personalidad.

    Constituye un principio aportado por la psicología de gran
    valor para el
    proceso pedagógico. Parte de conferirle un enfoque
    personológico a la educación, es decir, centrar el
    proceso educativo en la personalidad de los educandos y en su
    carácter activo, al considerar al alumno como sujeto de la
    actividad pedagógica, con todas sus características personales concretas,
    irrepetibles y en un nivel sintético-unitario.

    La personalidad constituye una categoría
    integradora y sistémica de las características y
    cualidades personales del hombre. La
    esencia del principio radica en que todo proceso o elemento
    psíquico está necesariamente implicado en
    síntesis psicológicas más complejas, en las
    cuales se expresa de manera completa el potencial en la
    regulación de la conducta
    (F.González,1985,1989).

    Coincidimos con F.González e H.Valdés
    (1994) cuando plantean que la personalidad constituye el nivel
    regulador más elevado del comportamiento. Y con F.González y
    A.Mitjáns (1989) al enfatizar la necesidad de personalizar
    el proceso de enseñanza, de evitar los procedimientos
    generales dentro del proceso, tratando de diferenciar la
    acción del maestro sobre la base de las
    características del niño, así como
    desarrollar la interacción comunicativa, sana y
    personalizada entre alumnos y maestros, enfatizando el desarrollo de
    motivaciones hacia la autonomía, la
    autorrealización y la creatividad de
    los alumnos.

    El proceso pedagógico está dirigido a
    personas en diferentes etapas de su ontogenia, a personalidades
    en desarrollo,
    por tanto, hay que partir de ellas para educar, y a la vez, el
    resultado de este proceso es contribuir a su conformación.
    O sea, que la personalidad es el punto de partida y el fin de la
    educación, por lo que es atinado aceptar este principio
    como fundamental en la educación del hombre.

    Este principio posee un fuerte carácter
    metodológico (I. Dhzidarián) porque permite
    explicar y formar la personalidad a partir de la influencia del
    micromedio y macromedio sociales, decisivos en el ser individual
    y social del hombre.

    Recomendaciones prácticas para su
    aplicación a la escuela.

    – Conocer primero la personalidad de los alumnos antes
    de plantearse influir sobre ella. Partir siempre de un diagnóstico o caracterización al
    inicio.

    – Estimular la aparición y el desarrollo de
    diferentes cualidades de la personalidad en sus relaciones y
    condicionamiento mutuos.

    – Desarrollar una orientación activa y
    transformadora en los educandos.

    – Respetar la personalidad de los alumnos.

    – Planificar el trabajo
    educativo en función de
    obtener como resultado mediato el incremento en la
    autorregulación de la personalidad del educando, al
    adquirir las cualidades la connotación de convicciones
    personales.

    – Buscar, a través de la integración de cualidades personales, la
    conformación de síntesis reguladoras más
    complejas en la personalidad, tales como la
    autovaloración, los ideales, las intenciones
    profesionales, etc.

    II – Principio de la unidad de lo cognitivo y lo
    afectivo.

    También constituye un principio aportado por las
    ciencias
    psicológicas con reflejo en la labor educativa. El hombre no
    permanece impasible ante los hechos y fenómenos del mundo
    que le rodea, adopta una posición concreta ante ellos. Por
    la propia esencia humana todos los elementos que se integran en
    la personalidad tienen una naturaleza
    cognitiva y afectiva, es imposible delimitar un hecho o
    fenómeno psicológico puramente afectivo o puramente
    cognitivo en el funcionamiento normal del hombre
    (F.González y A.Mitjans,1989).

    Los conocimientos, habilidades y hábitos que para
    los alumnos posean un sentido personal,
    provocan una efectiva regulación de la conducta y
    viceversa, aquellos motivos proclives a la escuela y al aprendizaje,
    facilitan la asimilación de los contenidos de las
    asignaturas y la adquisición de determinadas normas de
    conducta.

    Este principio también permite dilucidar el hecho
    de que la obtención simple del conocimiento
    no implica automáticamente su manifestación
    conductual, sino solo cuando resulta relevante para la
    personalidad en su reflejo afectivo-volitivo. Por eso las
    operaciones
    cognitivas en la escuela tienen que ser portadoras de un
    contenido emocional favorable para poder cumplir
    los objetivos
    educativos.

    Recomendaciones prácticas para su
    aplicación en la escuela.

    – Crear en las actividades docentes, extradocentes,
    escolares y extraescolares un clima
    socio-psicológico favorable y participativo con los
    alumnos, proclive al aprendizaje y a
    la interacción.

    – Ser capaz el maestro de diagnosticar de forma acertada
    el nivel motivacional de los alumnos para las actividades del
    proceso de enseñanza-aprendizaje.

    – Constatar cómo los conocimientos trasmitidos a
    los alumnos se van personalizando progresivamente e influyen en
    la regulación de su conducta.

    – Todas las actividades docentes deben despertar
    emociones y
    sentimientos positivos en los alumnos.

    – Tener en cuenta los gustos, intereses, motivos y
    necesidades de los educandos al planificarse diferentes
    actividades.

    – Favorecer y estimular los éxitos individuales y
    colectivos de los estudiantes.

    – Incentivar a los alumnos para que apliquen sus
    conocimientos en la solución de problemas, en
    función de desarrollar la creatividad.

    III – Principio de la unidad de la actividad y la
    comunicación.

    También procede de la psicología y es
    aplicable a la educación. Debido a la estrecha
    relación que existe entre las categorías actividad
    y comunicación se establece como una
    regularidad del hombre la unidad entre ambos.

    Son dos fenómenos psicológicos no
    identificables, pero muy vinculados en el desarrollo de la
    personalidad. La realización de actividades conjuntas
    condiciona, obligatoriamente, la necesidad de la
    comunicación entre las personas, en la medida que sea
    mayor y más eficiente esa comunicación, mejor se cumplen los objetivos de
    la actividad.

    El desarrollo de la personalidad exige de una adecuada y
    armónica unidad entre las actividades que realiza y la
    comunicación que establece con los demás. Una de
    las condiciones para el éxito
    de la labor pedagógica radica en la calidad de las
    actividades que realizan los alumnos junto con el maestro y la
    fluida comunicación que establezcan ambos como
    también los alumnos entre sí.

    Recomendaciones prácticas para su
    aplicación en la escuela.

    – Planificar y ejecutar actividades docentes,
    extradocentes, escolares y extraescolares que propicien la
    comunicación interpersonal entre los alumnos y con los
    maestros.

    – Garantizar que los alumnos y maestros ocupen siempre
    la doble posición de emisores y receptores de la
    comunicación.

    – Lograr una comunicación ininterrumpida con los
    estudiantes dentro y fuera del aula en temas de
    conversación disímiles.

    – Explotar, de forma integrada, las funciones
    informativa, reguladora y afectiva de la
    comunicación.

    – Diagnosticar las posibles barreras de la
    comunicación que pueden estar limitando el proceso
    pedagógico y superarlas.

    – No evadir ningún tema de conversación y
    conferirle el enfoque educativo necesario.

    – Propiciar la polémica, a partir de la
    confrontación de diferentes puntos de vista en la
    búsqueda de soluciones a
    los problemas.

    – Utilizar métodos
    pedagógicos que estimulen la interacción grupal, su
    dinámica y el cambio de
    roles en los educandos.

    – Detectar las imágenes
    que tienen los alumnos de sus maestros y de sí mismos y
    actuar en consecuencia.

    – No utilizar frases o palabras que lesionen la
    personalidad de los alumnos.

    – Estar siempre abierto al diálogo
    con los alumnos.

    – No prejuiciarse con ningún alumno.

    – No perder el control emocional
    con los estudiantes.

    – Mantener la sinceridad y la cortesía con los
    educandos.

    – Planificar las actividades especificando las
    responsabilidades individuales y colectivas.

    – Orientar con un lenguaje claro
    y preciso la actividad concreta por ejecutar.

    – Precisar qué tipo de acciones
    incluye la actividad en cuestión.

    – Aclarar con qué medios los
    alumnos cuentan para desarrollar la actividad.

    – Analizar con los alumnos las actividades
    desarrolladas, destacando los éxitos y dificultades
    individuales y colectivos.

    – Rotar a los estudiantes en la planificación, organización, ejecución y
    dirección de las actividades.

    IV – Principio de la unidad de las influencias
    educativas.

    El proceso pedagógico no es privativo de la
    escuela, aunque ella ocupe el papel rector
    en el mismo. En dicho proceso interviene la familia y
    la comunidad donde
    desarrolla su vida el educando, por lo que debe existir una
    relación complementaria entre todos estos factores de la
    educación para que las influencias se correspondan con las
    funciones de
    cada uno. En este sentido la unidad es sinónima de
    integración, de unión, conformidad y
    unanimidad.

    Con frecuencia se hace alusión solo a la unidad
    de exigencias, lo cual es cierto, pero insuficiente. Es necesario
    que se reclame por igual, pero que se tenga plena conciencia de la
    función de cada elemento del proceso y cómo se
    corresponde su actuación con las otras
    funciones.

    Dentro de la escuela esta situación se hace
    crítica cuando no existe la suficiente claridad en el
    papel que le toca a cada uno como maestro, como dirigentes o como
    personal de
    apoyo a la docencia, lo cual provoca diferentes niveles de
    exigencias y, por consiguiente, la violación del
    principio.

    Si no existe la suficiente claridad en la responsabilidad y el compromiso de cada cual en el
    proceso pedagógico, se compromete seriamente la
    educación de la personalidad.

    Recomendaciones prácticas para su
    aplicación en la escuela.

    – Implicar a todos los que tienen que ver con la
    educación del alumno desde el inicio y con tareas
    específicas de valor educativo.

    – Dirigir la búsqueda de dicha unidad, a
    través del esclarecimiento del rol de cada cual y de la
    persuasión.

    – Cohesionar al colectivo pedagógico en su labor.
    Los maestros deberán ser los de mayor conciencia y
    exigencia sobre el alumno, la familia y la
    comunidad.

    – Reorganizar las acciones
    educativas para compensar el funcionamiento deficiente de algunas
    de las influencias.

    – Integrar las exigencias educativas de cada uno de los
    elementos que participan en el proceso.

    V – Principio de la unidad de lo instructivo y lo
    educativo.

    Aunque existe un gran consenso entre los pedagogos en
    aceptarlo como principio educativo, constituye uno de los
    más violados conscientemente por la dicotomía
    constatada entre los instructivo y lo educativo en la
    escuela.

    A veces se ha producido una confusión al
    identificarlos o reducir lo educativo a la enseñanza, o
    sea, limitar el proceso pedagógico a la transmisión
    de los conocimientos, a la asimilación y a la reproducción de estos (F.González y
    A.Mitjans,1989). La unicidad del proceso educativo es una
    realidad inobjetable (A.Bernal, 1992).

    Es evidente que lo instructivo es un componente esencial
    dentro de la formación de la personalidad, pero no es el
    único porque junto con los conocimientos deben ir
    ocurriendo cambios estables dentro de la persona con la
    aparición de nuevas cualidades cada vez más
    complejas. Está demostrado que el
    conocimiento de algo no implica obligatoriamente una
    influencia efectiva en la conducta si no llega a adquirir un
    valor subjetivo para el educando, un ejemplo fehaciente de ello
    son las normas de educación formal y las morales, las
    cuales son conocidas por casi todos los estudiantes, pero no
    siempre son respetadas.

    Lo instructivo debe repercutir en la personalidad, de
    acuerdo con los objetivos de la educación, pero si se es
    consciente de esa unidad y se es consecuente con ella, en todo el
    proceder del maestro y de la escuela debe existir unidad entre
    ambos, de lo contrario quedan los conocimientos y las habilidades
    como algo externo al complejo mundo motivacional de los
    estudiantes, lo que no estimula el desarrollo de la personalidad
    ni en la formación de convicciones que regulen su
    conducta.

    Recomendaciones prácticas para su
    aplicación en la escuela.

    – Trascender en la impartición y evaluación
    de los contenidos de las asignaturas aquellas cuestiones
    meramente reproductivas que solo ejercitan la memoria
    mecánica y lógica.

    – Iniciar la labor pedagógica con un diagnóstico integral del estudiante y del
    grupo, para
    así poder conocer
    el estado
    inicial del proceso educativo y trazar estrategias
    educativas.

    – Buscar la mayor integración posible de los
    contenidos impartidos y hacer explícito su valor
    práctico para la vida futura de los alumnos.

    – Explotar la experiencia individual de los alumnos en
    la clase y fuera de ella.

    – El maestro debe demostrar en su actuación que
    los contenidos que imparte son personalmente significativos para
    él y ser fiel ejemplo de todo lo que trata de educar a sus
    alumnos.

    – Iniciar cualquier estrategia
    educativa desde la asignatura hacia las actividades extradocentes
    y extraescolares.

    – Incrementar paulatinamente la actividad y el estudio
    independiente de los estudiantes en función del
    aprendizaje y el autocontrol.

    VI Principio de la unidad del carácter
    científico e ideológico de la
    educación.

    En cualquier sociedad
    contemporánea las reformas para perfeccionar los sistemas
    educativos vigentes parten de la elevación constante del
    carácter científico de los contenidos, a partir del
    desarrollo vertiginoso de la ciencia y
    la técnica en la actualidad, y al mismo tiempo, de la
    conformación de un modelo de
    personalidad sobre la base de determinados ideales que se
    correspondan con el tipo de régimen socioeconómico
    y la ideología subyacente.

    Todo cambio en las
    políticas educativas y en los planes de
    estudio y programas tienen
    el propósito de mejorarlas, de hacerlos corresponder con
    los nuevos tiempos y las exigencias de la época, y a la
    vez, fomentar determinadas cualidades personales relevantes para
    vivir y actuar en el complejo mundo de hoy. Y estas son
    cuestiones que se plantean y se discuten explícita y
    conscientemente por parte de los responsabilizados con proponer y
    realizar dichas reformas, de ningún modo constituyen
    resultados inesperados ni consideraciones implícitas o no
    intencionales.

    Siempre la educación ha tenido un carácter
    clasista por obedecer a los criterios e ideología del tipo
    de sociedad y de la
    clase social predominante, por lo que las concepciones
    científicas y las ideológicas han estado en
    estrecha relación.

    Educar la personalidad no es solo trasmitirle los
    adelantos de la ciencia y la
    técnica, sino desarrollar una concepción del mundo
    sobre la sociedad, sobre la naturaleza, sobre
    los demás hombres y sobre sí mismo que se convierta
    en convicciones personales, en una palabra: fomentar una
    ideología.

    Recomendaciones prácticas para su
    aplicación en la escuela.

    – Trasmitir los contenidos del proceso pedagógico
    de forma comprometida, clasista, haciéndole a los
    estudiantes explícita la connotación
    ideológica, política y social de
    ellos en el mundo actual, sin olvidar que no puede ser forzado,
    vulgarizado o esquematizado y tener en cuenta la edad de los
    estudiantes.

    – La politización excesiva es tan dañina
    como la falta de ella.

    – De acuerdo con el nivel de enseñanza con que se
    trabaje, llevar a las aulas los métodos de las ciencias para
    que, con una adecuación pedagógica, sean asimilados
    y utilizados por los estudiantes.

    – Estimular el debate y la
    polémica con los estudiantes sobre problemas
    contemporáneos que afectan a la sociedad y al mundo de
    hoy, así como su repercusión futura.

    – Trasmitirle a los estudiantes el valor de algunas
    cualidades de la personalidad que determinan la posición
    ética
    del hombre, tales como la honestidad, el
    altruismo, la confianza en el mejoramiento humano, el humanismo, etc.
    las cuales constituyen la base para una futura definición
    política e
    ideológica.

    – Fomentar en los alumnos sentimientos proclives a la
    nacionalidad, que estimulen el patriotismo y para ellos basarse
    en la historia y en
    las mejores ideas de los pensadores y patriotas nacionales.
    Asimismo, desarrollar sentimientos hacia las demás
    personas y hacia la humanidad en general, que ningún hecho
    humano les sea ajeno.

    -Incorporar a las asignaturas y actividades
    extraescolares los datos y hechos
    más actualizados de las ciencias afines y la
    repercusión social de estos hechos.

    VII – Principio del carácter colectivo e
    individual de la educación.

    En el proceso educativo se produce cierta
    contradicción entre su influencia individual y su
    ejecución en forma grupal. Por una parte se brinda
    docencia y se ejecutan actividades en grupos
    estudiantiles (hacerlo individualmente sería
    prácticamente imposible), y por otro lado se aspira a que
    la incidencia sea particular en cada uno.

    Pero el grupo escolar
    constituye algo más que un agregado de personas, es una
    entidad viva con la cual el maestro interactúa y que le
    sirve de fuente para llegar a cada uno de sus miembros. Siempre
    la educación exigirá una atención grupal (el individuo como miembro
    de distintas agrupaciones al mismo tiempo) y una
    atención individual (como personalidad), pues lo colectivo
    y lo individual se complementan.

    Recomendaciones prácticas para su
    aplicación en la escuela.

    – Realizar un diagnóstico de los grupos donde
    desarrollan su vida los educandos, junto con su
    caracterización personal.

    – Implicar al grupo en cualquier estrategia educativa
    dirigida a resolver problemas individuales.

    – Reconocer y utilizar al grupo como elemento importante
    en el proceso pedagógico.

    – Estimular y promover la interacción de los
    miembros del grupo entre sí y con el maestro en las
    actividades educativas.

    – Plantearse estrategias
    educativas grupales e individuales de forma integrada.

    – Incidir en la progresiva aceptación
    empática y racional entre los miembros del
    grupo.

    – Detectar de inmediato los aislados y rechazados en los
    grupos para integrarlos lo más rápido
    posible.

    – Utilizar los líderes espontáneos en
    función del cumplimiento de las actividades educativas de
    carácter grupal.

    – Concientizar a todos los miembros del grupo del valor
    social de este y de sus posibilidades reales de actuar unidos en
    la consecución de diferentes metas.

    VIII – Principio de la vinculación de la
    educación con la vida y del estudio con el
    trabajo.

    Los contenidos del proceso pedagógico no pueden
    verse constreñidos a los marcos de las propias
    asignaturas, programas y
    planes de estudio porque se convierten en aspectos abstractos,
    muy teóricos y desarticulados con la vida.

    Las materias objeto de conocimiento
    escolar no constituyen un fin en sí mismas sino un medio
    para lograr la inserción creciente del educando en la
    sociedad como ente activo y transformador, por lo que la
    vinculación con la vida cotidiana de los niños y
    jóvenes y con la vida laboral
    deberá ser línea de acción, objetivo y
    estrategia de trabajo en la escuela.

    Sin resentir su carácter científico, los
    conocimientos deben relacionarse de forma constante y
    sistemática con los hechos y fenómenos de la
    naturaleza y de la sociedad, con las cuales los estudiantes se
    enfrentan cotidianamente.

    La preparación para la vida laboral
    constituye otro elemento que complementa la función
    politécnica del proceso educativo, o sea, la
    preparación para la futura profesión.

    La ausencia de este principio ha provocado que los
    conocimientos sean asimilados de forma externa, formal, que no
    les permite explicarse y entender mejor el mundo que les rodea,
    ni los prepara para ser laboriosos e independientes. De esta
    forma no se fomentan cualidades de la personalidad que facilitan
    una adaptación y transformación del entorno social
    como adultos desde una postura profesional y desarrollar, por
    ejemplo, sólidas intenciones profesionales
    (M.Gómez, 1993).

    La escuela no solo propiciará que los
    conocimientos permitan que los alumnos se expliquen el mundo,
    sino también las vías para su
    transformación.

    Recomendaciones prácticas para su
    aplicación en la escuela.

    – Buscar el vínculo con la vida y con lo laboral
    en actividades docentes y extradocentes.

    – Precisar en el trabajo metodológico las mejores
    vías para lograrlo de forma que no sea una labor
    espontánea, sino planificada.

    – Explotar las posibilidades de la escuela, de la
    comunidad donde se encuentra enclavada la misma y de la familia
    (las profesiones de los padres).

    – Partir de ejemplos prácticos y de la
    experiencia individual de los alumnos.

    – Brindarle la oportunidad a los estudiantes de aplicar
    constantemente los conocimientos a la vida práctica,
    aprovechando lo que ella ofrece como punto de partida y fin del
    conocimiento.

    – Utilizar las posibilidades educativas que brindan las
    actividades productivas y socialmente útiles en la
    formación de los educandos.

    – Realizar actividades de formación vocacional y
    orientación profesional dentro del propio proceso
    docente-educativo, buscando la aparición de motivos e
    intenciones profesionales en la personalidad de los
    alumnos.

    3. La
    organización jerárquica de los
    principios.

    Es evidente la estrecha relación interna que existe
    entre todos estos principios, pues el cumplimiento de uno
    favorece y coadyuva la aplicación de otros, por el
    contrario, la violación de alguno condiciona e influye en
    el incumplimiento de otro. En la realidad educativa todos giran
    alrededor de la personalidad del alumno y se concentran
    integralmente en él, de ahí su interdependencia y
    unidad.

    Aunque no son identificables por su contenido en el análisis de su esencia, en la
    educación de la personalidad hay que concebirlos
    estrechamente enlazados, como un sistema, por lo
    que se infiere la necesidad de valorar cómo se cumplen las
    condiciones del enfoque sistémico, donde la parte (cada
    principio) juega un papel importante dentro del todo (la
    personalidad) y a la vez interactúan entre sí.

    También es un problema importante determinar
    cuál es el que juega el papel rector, determinante, que
    subordina a los demás y la jerarquía que se
    establece entre ellos. Según nuestro criterio, el papel
    rector lo juega el principio de la personalidad por las razones
    siguientes:

    – Es el que posee mayor nivel de generalidad al ser una
    regularidad psicológica del hombre de amplio destaque. La
    personalidad es a la vez un principio y una categoría
    psicológica (F.González, 1989).

    – Si profundizamos lo suficiente en los demás,
    encontramos varias relaciones lógicas con él, al
    estar todos en función de la educación de una
    personalidad.

    – El resto de los principios constituyen una
    manifestación del principio de la personalidad en
    diferentes aspectos del proceso educativo y a partir de enfoques
    más concretos.

    En el Anexo #
    1 exponemos cómo concebimos,
    esquemáticamente, la jerarquía entre ellos, de lo
    general a lo particular, de lo psicológico a lo
    sociológico.

    Todas estas consideraciones parten del supuesto de
    considerar como elemento esencial del proceso pedagógico
    al sujeto de la educación, es decir, que estos principios
    para el desarrollo de la personalidad están en
    función de ella como el componente más importante e
    integrador. Otra consideración sería enfocar este
    fenómeno desde otra óptica
    y a otra estructuración de los principios, como por
    ejemplo, centrar el análisis en el proceso y no en la
    persona.

    A nuestro juicio, es la persona lo decisivo en la
    educación, por lo que deberá ser punto de partida y
    de llegada en cualquier consideración, de lo contrario
    sería una vulneración de las posiciones esenciales
    del humanismo en
    el aprendizaje
    y en la educación (W.Darós,1991).

    Después del principio de la personalidad le
    siguen en orden los otros dos que constituyen regularidades
    subjetivas del hombre a un mismo nivel jerárquico porque
    abordan categorías psicológicas generales: lo
    cognitivo, lo afectivo, la actividad y la comunicación.
    Muy cerca de ellos está el principio de la unidad de lo
    instructivo y lo educativo, por constituir una
    manifestación en lo pedagógico de la unidad de lo
    cognitivo y lo afectivo.

    A un mismo nivel que el anterior está el de la
    unidad de las influencias educativas. Aparecen emparejados los
    que le continúan por ser más concretos que los
    anteriores y la salida futura del proceso pedagógico al
    vincular con la vida y el trabajo. Finalmente, aparece el de la
    unidad del carácter científico e ideológico
    de la educación que posee una connotación
    sociológica, por eso aparece en último lugar, pero
    permea e influye en los demás, pues esta propuesta
    jerárquica se construye sobre la base de una
    concepción científica e ideológica de dichos
    principios.

    4.
    Conclusiones

    No obstante, la definitiva validación de dichos
    principios requiere de su aplicación consecuente y
    reiterada en la práctica educacional y su posterior
    enriquecimiento, perfeccionamiento o modificación parcial
    o total. De la seriedad y el rigor con que sean considerados y
    utilizados por los pedagogos de las escuelas, dependerá su
    existencia y su utilidad
    teórica y metodológica.

    5.
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    Económica, México,D.F

    Resumen:

    El trabajo propone una serie de principios de valor
    teórico y metodológico para educar la personalidad
    y las recomendaciones prácticas para su aplicación
    en cualquier nivel de enseñanza, sin pretender lastrar el
    elemento creativo esencial en la labor pedagógica del
    maestro.

    Trabajo enviado y realizado por:
    Dr. C. Emilio Ortiz Torres

    Licenciado en Psicología y Doctor en Ciencias
    Psicológicas. Profesor de la Universidad de Holguín
    "Oscar Lucero Moya",
    Holguín, CUBA. Es
    Coordinador del Área de Estudios sobre Ciencias de la
    Educación
    Superior en dicha Universidad
    M. Sc. María de los Angeles Mariño
    Sánchez
    Licenciada en Educación en las especialidades de Biología y
    Pedagogía-Psicología y Máster en Ciencias de
    la Educación. Es profesora de la Universidad
    Pedagógica "José de la Luz y Caballero"
    de Holguín, CUBA.

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