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Renoir (página 2)




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8. La Flor Del Impresionismo

Los ideales del impresionismo se
hallan patentes en mayor o menor grado en gran parte de su
producción, quedando en la restante, si no
la evidencia, sí un leve soplo emanado de aquel torbellino
de frescura y color. Su huella
será indeleble, aunque en ciertos momentos de la vida de
Renoir se vea eclipsada por otras tendencias. No obstante,
persistirá, abriéndose paso por entre la
sensibilidad del pintor hasta el final de sus días. La
influencia del impresionismo
cobra un vigor inusitado en las creaciones logradas en el periodo
que va entre 1873 y 1883. Estos años marcan, de alguna
manera, la toma de conciencia de su
postura artística avanzada respecto del oficialismo
constrictor y la crisis
posterior a su extenuación pictórica por el
impresionismo.

El rechazo de la obra Jinetes en el Bois de Boulogne
(Hamburgo, Kunsthalle) por el Salón de 1873 se suma a las
decepciones que Renoir va experimentando en estos momentos. El
jurado nuevamente ha desestimado una de sus obras, en esta
ocasión, por considerarla, tal vez y como dijo Castagnary,
"vigorosa y audaz, aunque lograda a medias". Y es que las sombras
azules, la sensación de velocidad y la
composición a gran plano tienen virulencia, posiblemente
debida al trato de Cèzanne, entonces su vecino de estudio
en la rue Notre-Dame-des-Champs. Sin embargo, Duret piensa "que
el colorido ha desconcertado por su novedad", mientras que los
amigos alaban por doquier sus trabajos. El apoyo de sus camaradas
será en estos momentos decisivo, porque Renoir atraviesa
una de sus fases de depresión,
hasta el punto de que un día llegará a comentar:
"Habría renunciado si me falta Monet".

Pero saca fuerzas de flaqueza y decide no volver a
someterse al arbitrio de un jurado. Entonces, a modo de lo que
podría interpretarse como una reacción, una
venganza, lo cierto es que se produce una liberación cada
vez más precisa del toque y el color. Alcanza un
dominio
más hondo de los nuevos métodos
pictóricos, hasta ese momento sólo ensayados. La
virgulilla impresionista se adueña sobre todo de los
paisajes, asimilándose al estilo de Monet. En 1913,
éste no logra reconocer cuál de los dos
realizó el cuadro que le muestra
Durand-Ruel. A partir de este momento, los lienzos no
podrán reprimir la intensa alegría de
vivir.

En los paisajes es donde mejor se manifiesta el peso del
impresionismo, si bien tampoco aquí se aprecia una
uniformidad de factura. Ni
siquiera en estos años de estrecha y decisiva
colaboración con Monet, su adhesión a unos
planteamientos de escuela o
movimiento
será total. Renoir participa en y del impresionismo, pero,
como siempre, conservando por encima de todo sus peculiaridades.
De este modo, el oficio de Renoir en este periodo será de
una gran diversidad.

La pincelada dividida y espesa aparecerá claramente
en Monet pintando en su jardín, quedando confirmada en Los
grandes bulevares. Pero esta técnica se alternará
con el toque que disuelve los colores unos en
otros, por medio de capas delgadas. Las pinceladas se funden
entre sí, dejando transparentar el fondo. Renoir mezcla a
veces ambos procedimientos,
como en el Camino que sube entre la hierba de hacia 1874.
Aquí, solamente las plantas del
primer término están tratadas con toques
espejeantes y espesos, mientras que el segundo y tercer planos
muestran una factura
extendida y fundida. Podemos deducir que Renoir en ningún
caso es esclavo de los medios que
emplea, pues domina la técnica para ponerla al servicio de su
emoción.

Sin embargo, hasta 1876 no aplicará al retrato las
pequeñas pinceladas yuxtapuestas. De esta guisa pinta el
Monsieur Choquet, la Mademoiselle Charpentier y, sobre todo, La
lectora, donde el pincel baila realmente salpicando gruesas
manchas de pintura
aquí y finas allá. La luz convierte la
sombra del rostro en transparente, descubriendo una maravillosa
variedad de tonos frescos y sutiles. Quizá el retrato
más impresionista sea el de Jeanne Samary, sin ninguna
parte oscura, casi sin diferencia de valores y
ejecutado con pequeños toques de tonos luminosos y
tornasolados. No obstante, los retratos serán ejecutados
fuera de todo sistema, en
función
del efecto propuesto.

El encargo de uno de ellos permitirá el alquiler del
jardín que necesitaba para realizar El Moulin de la
Galette, un merendero popular donde los domingos se reunía
para bailar la juventud de
Montmartre. Este lienzo ha quedado como un símbolo de la
vida fácil y alegre que Renoir gustaba de recrear,
así como una de sus indiscutidas grandes obras. En el
mismo jardín pintará el Torso de Ana y El columpio.
Las tres, muy similares entre sí en cuanto a las luces y
sombras, son consideradas típicas de su período
impresionista y forman un verdadero tríptico en el Museo
del Louvre.

El Retorno A La Linea

En torno a 1874,
Renoir experimenta un hastío hacia los planteamientos
estéticos del impresionismo. Vuelve entonces la mirada de
nuevo hacia la tradición, porque no ha conseguido
desprenderse de su aspiración al logro perfecto de la
forma. Manifiesta, pues, su rechazo a la sumisión absoluta
y exclusiva de los impresionistas a la naturaleza, con
la sola excepción de Cèzanne que compartirá
en el futuro su apego a la figura humana. "Con la naturaleza uno se
expone a quedar aislado"; dijo, "yo quiero mantenerme en la
fila".

Sin atisbo de duda, la toma de contacto con los Rafael de
la Farnesina y del Vaticano y los frescos antiguos de Pompeya, le
aporta soluciones
renacentistas y griegas al problema de componer la figura. Se
ciñe entonces a la línea con rigor y sequedad,
haciendo gala de una reacción excesiva de la que no
tardará en percatarse para posteriormente
rectificar.

Argel, por su parte, le ha imbuido de un nuevo sentido de
la luz y el color
que terminará por fundirse con la mayor precisión
de los contornos. Aunque todavía habrá que esperar
unos años para que Renoir logre dar solución a la
dicotomía color-forma.

Pero además, volverán a situarse en primer
término los clásicos que estudiara en sus
años de formación. La influencia de Ingres se
evidencia en algunas cualidades de su dibujo, sin
que ello signifique que Renoir incurriera en la imitación
servil.

Con un talante renovado, el período vendrá
anunciado por Los paraguas. Considerada obra de
transición, el retorno a la línea se ve de un modo
más acusado en la parte superior, aunque algunos trazos se
mantengan todavía apegados al impresionismo. La sequedad
en la factura no llegará hasta las Grandes
bañistas, de 1883-1884 en la que inequívocamente
renuncia tanto a una estética como a una técnica. Es
notorio la reaparición del desnudo, casi ausente, como
hemos visto, en su etapa anterior. Y, en cuanto al estilo,
huelga decir
que ya varía por completo.

Ahora va a cubrir previamente la tela de un induido de
cerusa, extendido con espátula sobre la preparación
ordinaria del comercio. Con
ello obtiene un fondo muy liso que le permitirá trabajar
de un modo preciso. El dibujo lo
realizará a través de calcos, corrigiendo en
numerosas ocasiones al carboncillo, a la sanguina o a
lápiz, algo que no solía hacer anteriormente. El
color, extraído de una paleta muy pobre, será
extendido con minuciosidad y exento de empastes, plano y liso,
casi esmaltado. Todo lo cual contrasta vivamente con la factura
impresionista. La materia puede
variar, a veces espesa o rugosa, pero todas tienen en
común una pureza de líneas y de contorno,
así como una atmósfera
despojada.

Inicia la serie de desnudos con obras como Bañista
que se peina ante el mar, que no abandonará hasta el final
de sus días y a partir de las que realizará algunas
de sus más portentosas creaciones. En el cuadro titulado
Las bañistas se ha apuntado la inspiración en un
relieve de
finales del siglo XVII, obra de Girardon.

Renoir no va a pintar solo mujeres hermosas; siguiendo
fielmente el consejo que años atrás le
proporcionara su maestro en el taller, Gleyre, se detendrá
en los modelos
más jóvenes. De ahí que los niños y
adolescentes
comiencen a menudear en sus telas. La tarde de los niños
en Wargemont revela francamente el nuevo estilo seco y recortado,
pese a que en su concepción hubiera requerido ser visto y
tratado en su aspecto atmosférico. La transparencia de la
pintura va a
caracterizar el retrato de su mujer amamantando
a Pierre, su primer hijo, motivo que retomará en otras
tres ocasiones con algunas variantes en el decorado y una
materia
diferente.

El año 1887 marca el apogeo
del período agrio con La vaquera y las Jóvenes
jugando al volante, con las que culmina ese grado de sequedad y
frialdad ante la actitud
rígida y recortada de los personajes. La sensibilidad del
pintor hace que se percate del ofuscamiento en que se encontraba
y parece que sentará las bases de la superación de
la crisis.
Así, la curva se relaja en la Niña con un gato y en
la pequeña Bañista rubia, cuyo rostro está
muy estilizado, pero queda ya toda la parte inferior
únicamente bosquejada.

Son pocos los casos en que se permitió infringir su
excesivo rigor. Si acaso, la Bañista sentada y mejor, los
paisajes, que por su naturaleza apenas se prestan a una factura
despojada. En todo caso, no fueron muchos los que realizó
en estos años, algunos de los cuales quedaron inconclusos.
Los que se vieron terminados muestran ese contorno preciso de las
hojas trazadas una a una en tinta china. El
Puerto de La Rochelle se opone a la línea seguida por
Renoir, tal vez el eco de Corot se dejó sentir entre los
clamores de la reacción.

Acariciando El Nacar

Hacia 1890 se produce la renuncia a la manera agria y la
vuelta a un cieto tipo de impresionismo, si bien distinto del
anterior a la crisis. Abandona entonces el contorno lineal, que
no el cuidado de la forma. La Costa Azul francesa y el calor de su
hogar, junto a su mujer y sus
hijos, le devolverán la alegría que
transmitirá a sus obras y el carácter
apasionado de luz y esplendor, durante varios años
reprimido.

La Vendedora de manzanas puede emparentarse con las obras
ejecutadas en Guernesey en 1883, aunque no pinta con una factura
análoga más que algunas escenas campesinas
probablemente situadas en Essoyes. En otras telas el modelado
será mucho más evidente, con un alargamiento y
agilidad de toque que llegará a convertirse en una
pincelada larga y sinuosa. Sin llegar a ceñir la forma,
las pinceladas la modelan en su masa y en su luminosidad; se
aproximan y mezclan, fundiéndose en mayor o menor medida.
La carne no está tratada análogamente a los fondos
de paisaje o a las cabelleras. Supone una nueva forma de
ejecución, que se ha dado en llamar el período
nacarado.

Ilustran estos primeros momentos obras como la Joven
arreglando sus cabellos y la Bañista sentada delante del
mar, donde las figuras se encuentran bajo una luz soleada que
inunda todos los seres y todas las cosas.

En cuanto a los paisajes, se van a reconocer por su factura
blanda como el algodón, siendo cada vez más
trabajados en su suavidad de toque y vigor de colorido. Tales
podrían ser el Calvario de Tréboul o el Camino de
Versalles a Louveciennes y el Camino de Essoyes, pintados en una
factura muy envuelta.

La vibración de la pigmentación se irá
haciendo sin tregua cada vez más acuciante, también
en los retratos de la infancia y de
la feminidad. Se multiplican los cuadros de su familia, con los
modelos de
excepción de sus hijos. Pocas veces como en estas obras
íntimas, llega Renoir a tal grado de suavidad y de gracia,
de frescura radiante y de tornasolada untuosidad.

La Plenitud En Cagnes

Realmente no se advierte una ruptura entre la etapa
precedente y la que ahora se inicia. El único factor que
mueve a esta distinción no es sino el impulso fuertemente
marcado hacia la plástica escultórica que
abocará en el florecimiento de sus obras finales.
Todavía llegará más lejos, acometiendo
literal, y no sólo metafóricamente, la escultura.En
efecto, nos encontramos ante la solución definitiva al
dilema entre la forma y la luz, al tiempo que
asirá el medio de expresión más conveniente
a su personalidad.

Renoir está convencido de que necesita partir del
volumen para
proceder al desenvolvimiento del cuadro. Comienza por cubrir el
lienzo con un color ligero, que indica las masas, para luego
modelarlas a grandes rasgos. Aclara las partes iluminadas y
refuerza los colores de las
que quedan en sombra. Por último, coloca los acentos que
traducen el brillo, dan el tono y precisan el
significado.

Estos contrastes que podrían recordarnos a Manet,
son conseguidos merced a un procedimiento
distinto al utilizado por éste. Renoir va a cubrir
paulatinamente su primer fondo ligero con capas tenues y
transparentes, sucesivamente superpuestas. Cada una de ellas va a
velar la anterior sin hacerla desaparecer. Con lo que obtiene una
materia lisa, sedosa y tornasolada que actúa por
transparencia del fondo. Renoir reivindica hasta el extremo la
claridad total, piensa que nada debe permanecer oculto en un
lienzo.

Los cambios operados no afectan sólo a la
técnica; la paleta recuperará todo el espectro
perdido en el período agrio, incluyendo incluso el negro
marfil para el modelado de la carne. Gracias a este negro
consigue el estilo esfumado, que confiere una apariencia
plúmbea al tono, como en la Bañista
secándose una pierna o la Gran bañista
apartándose el cabello. Años después lo
abandonará, devolviendo a su colorido la luminosidad que
no perderá hasta el final.

Tales bañistas suponen la mayor parte de su obra
última. Lo mismo que las odaliscas o las lavanderas
aparecen perfectamente integradas en sus respectivos ambientes,
del que se destacan de una manera natural y sin transiciones
bruscas. Los decorados serán preferentemente paisajes, que
en estos años cobrarán importancia tanto si se
representan como el motivo principal como si son el fondo de un
retrato.

Los árboles, malezas, arbustos e hierbas
aparecen pintados en un derroche de lirismo mediante
armonías intensas de colores radiantes (El paisaje azul).
Pero también se volcará en las naturalezas muertas,
arrojando sus elementos de cualquier manera sobre el mantel. Las
rosas le van a
servir para analizar matices que luego aplicará a los
cuerpos femeninos.

Todo evidencia que ni en la vejez y
torturado por graves padecimientos físicos, perderá
Renoir el goce de pintar. Bien al contrario, el trabajo se
ha convertido en un bálsamo para sus angustias,
incrementadas con la guerra de
1914. Pintura o escultura, por medio de un ayudante que
irá dando obedientemente forma a las imaginaciones de
Renoir, pues sus manos abatidas por la artritis eran incapaces de
acometer la labor. La cualidad maciza en la pintura de Renoir ya
no puede llegar más lejos, sólo queda afrontar el
volumen en el
exterior del lienzo.

9. La Variedad Y La Unidad De La
Obra

Varios han sido los faros que tanto en el día como en
la noche han guiado la evolución de Renoir. Siguió el haz
de Díaz o el de Corot, bien en la línea de Courbet
o en la de Manet, desde la óptica
de Delacroix o la de Monet. Porque la carrera artística de
todo pintor está salpicada por influencias diversas,
haciéndose cada una de ellas más palpable en un
determinado momento o en una realización precisa. Las
varias etapas en que el estudio sistemático y
analítico tiende a dividirla, acentúan en
demasía la diversidad, bajo el consiguiente riesgo de hacer
perder los esquemas dentro de la globalidad al lector menos
familiarizado. No debe nunca olvidarse que el conjunto de cuadros
producidos a lo largo de una vida, son el resultado de los dones
de una mano, de un peculiar modo de mirar y del sentir de un
temperamento. Tanto es así, que aunque se presentasen ante
nosotros obras de facturas aparentemente irreconciliables, de
seguro, un
estudio más atento encontraría la impronta
exclusiva común a todas ellas. A pesar de los aspectos
cambiantes, de los distintos modos de ejecución, de las
variaciones de valor, ese
espíritu unitario terminaría aflorando y
reivindicando su presencia.

A través de sus idas y venidas, fijaciones y
preocupaciones momentáneas, Renoir no deja nunca de ser
él mismo. La única quiebra en su
continuidad viene en el denominado "periodo agrio". Y aún
así, se trata de un punto de inflexión que
tendrá como consecuencia un fortalecimiento del estilo
genuino para alcanzar en breve su auténtica plenitud. Tras
este paréntesis, nuestro pintor retoma el camino
inicialmente trazado con nuevos bríos. Esto es posible
gracias a su carácter abierto y exento de prejuicios, que
sabe extraer lo que le conviene y rechazar lo
supérfluo.

La crítica actual se debate entre
el dar preeminencia a los rasgos impresionistas sobre los
figurativos, o bien, establecer una nueva clasificación,
atendiendo a las virtudes clasicistas asimiladas y
particularizadas. Tradicionalmente, y no exento de lógica
y certeza, se le ha considerado un pintor de la impresión.
Pero esta técnica es sólo una de entre las diversas
influencias que operan en sus creaciones, con la única
salvedad de que el propio Renoir participó en su
gestación y desarrollo,
(aunque en menor medida que Monet, buque insignia del movimiento y
que persistió en su abundamiento hasta sus últimas
consecuencias). Con todo, el impresionismo constituye un mero
estadio en el conjunto de su obra, del que sabe entresacar las
lecciones que cree pertinentes. Un periodo que será
superado al encontrar la manera que le definirá con
características propias.

Multitud de "ismos" van a continuar la brecha abierta,
simbolismo, "fauvismo", cubismo,
expresionismo,
a algunos de los cuales saludará, aunque sin detenerse.
Renoir parece comprender su verdadera significación y
duración limitada y él opta por lo imperecedero. Su
obra, en cambio, se
incorpora a la pintura de todos los tiempos. Se ha
señalado que hubiera podido nacer en el siglo del Ticiano,
de Rubens o de Watteau y que nada habría variado
sustancialmente en sus realizaciones. Sin embargo, no hay que
infravalorar la aportación altamente valiosa del
impresionismo en su quehacer pictórico. Tal vez, no sea la
sustancia; pero tampoco, un mero accesorio, ya que se encuentra
en la base de las dos grandes coordenadas que definen su
estilo.

La Sintesis Entre
Los Aspectos Luminicos Y La Forma

La obra de Renoir es la de un pintor que intenta conciliar los
dos polos fundamentales de su ser: su amor innato
por la concepción escultórica de la forma, en
particular, la del cuerpo femenino, y la pasión por la luz
y el color intenso. Es el manufactor de retratos de su
generación por excelencia. Con la excepción de
Cèzane, el grupo
impresionista estaba más interesado en los
fenómenos atmosféricos y vaporosos que en la
figuración. Del maestro de Aix, le separaba el
propósito de aquél de reducir toda figura a una
esquematización a partir del cono, la esfera y el
cilindro. Por su parte, los objetivos de
tipo experimental de los impresionistas en poco casaban con la
captación de la intimidad del modelo y su
posterior transposición subjetiva.

La naturaleza se ofrecía como sustrato
empíricamente observable, aunque mudable a una rapidez
excesiva para la creación artística. En cambio, la
representación de la
personalidad humana exigía la mirada misma a la
subjetividad, a lo más hondo e intrincado del ser. Los
detalles, esenciales para hacer hablar a un rostro, para mostrar
una actitud, la
tensión o laxitud de un cuerpo, el movimiento, quedaban
difuminados por la técnica impresionista. En cuadros como
La lectora o Jeanne Samary, los rasgos físicos de las
protagonistas permanecen en un segundo término, fundidos
con la atmósfera
evanescente, como un pretexto para ejemplificar la magnificencia
y caprichosidad de la luz. Pero, como sabemos, el temperamento de
Renoir se resiste a renunciar a la solidez de los objetos. Tras
indagar en los aspectos fluidos de las representaciones, se
volcará en los volúmenes con espectaculares
resultados. Ahí es donde radica la huella inconfundible
del maestro; en el tratamiento de la figura humana como si de una
escultura se tratase.

Los retratos de Renoir pueden identificarse gracias a esa
combinación sutil y perfectamente integrada de solidez
escultural y evanescencia lumínica. Ya prime uno u otro
aspecto, ya se observe un equilibrio
cuasi ideal, las figuras de Renoir tendrán siempre vida y
naturalidad, serán representaciones corpóreas de
fidelidad inequívoca al modelo, pero
que, por contra, no niegan su naturaleza ficticia, producto de
una sensibilidad y una óptica
determinada, renegando de fingir que pertenecen al mismo mundo
que su creador.

La forma será en todo momento pródiga en
atenciones, y más aún durante sus años de
formación, sucumbiendo en la demasía en el
período agrio. En el primero, el joven pintor se halla
bajo la influencia directa de los maestros de la
tradición, de quienes extraía sus
enseñanzas. Aunque aquí, los aspectos
lumínicos quedan, por lo general, conseguidos de modo
incompleto. Miremos a la Diana cazadora, una obra de estudio en
la que la iluminación de la figura es forzada y la
escena artificial. Pese a la prosecución del realismo
descarnado, la integración del personaje en el entorno es,
desde una perspectiva impresionista, escasamente "objetiva", esto
es, irreal.

Subrayamos, que estas consideraciones son en términos
generales y nunca suficientes para subvalorar una obra
indudablemente excelsa. En cada una de las diferentes etapas de
su carrera artística, encontramos lienzos que manifiestan
su rebeldía y su grandiosidad. Por ejemplo, El Moulin de
la Galette, típico del período impresionista,
merece la calificación de obra maestra de todos los
tiempos.

Andando los años, la satisfacción de su anhelo
innovador se traduce en una ambientación que gana en sus
realizaciones, no obstante, el detrimento del modelaje de las
masas. La virgulilla impresionista implica una
fragmentación del cuerpo y la consiguiente
dispersión de la masa. Razón por la que en el
período agrio se empeñará en circunscribir
las figuras en férreos contornos impidiendo cualquier
expansión. El personaje emerge recortado del fondo,
manteniéndose ajeno a él, superpuesto.

Al fin, en los últimos años, durante esa
incierta división entre el período nacarado y el
período de Cagnes, de fronteras difusas, se lleva a cabo
la síntesis
que constituirá la nota diferencial de su madurez
artística. Los volúmenes se tornan cuasi tangibles,
como en las voluptuosas redondeces de la serie de desnudos y
bañistas, tanto en las precisas delimitaciones de los
contornos, que hacen sobresalir al personaje, como en los
dibujos y
perfiles simplificados para obtener una apariencia ondulada de
curvas elegantes que suprima la proyección excesiva de la
imagen
fluyente. Estas obras se encuentran bañadas en una luz
radiante que incide de forma natural sobre toda la
composición.

La Tecnica Y La
Estetica

La variedad de registros hace
ciertamente ardua la tarea de encontrar ese trazo unitario que,
de un simple vistazo, nos conduzca a la identificación de
una obra. Los procedimientos
que usó van desde los aprendidos de la tradición
hasta los que fueron la piedra de toque de las innovaciones de la
primera mitad del siglo XX.

En lo sustancial repasaremos los signos más distintivos
sin llegar al análisis exhaustivo de toda una obra. Es
inexcusable referirnos a la pincelada, la cual presenta dos
resoluciones opuestas con variaciones intermedias. De una parte,
tenemos la vírgula impresionista o toque separado (El Sena
en Asnieres, 1878), vertida en un derroche de luminosidad
conseguida mediante el color y con una cantidad de pigmento
oscilable, si bien, con preferencia de abundancia. Todo ello se
traduce en la consiguiente esquematización del dibujo, la
composición simple y la inevitable sensación de
evanescencia.

Más característica es la pincelada extensa, que
puede aparecer extendida en capas gruesas o delgadas de color,
yuxtapuestas o fundidas entre sí, resultando la peculiar
transparencia o veladura de Renoir. Este toque largo
servirá para la modelación de la figura,
adaptándose en su flexibilidad a los contornos, a las
curvas y a los volúmenes, como puede verse en los trazos
circulares sobre los cuerpos de las Tres bañistas, de
1895. Traerá consigo riqueza en el desarrollo de
las formas, que parecen traídas al lienzo por la suave
caricia del pincel, frente al arrebato y vigor de la
vírgula impresionista.

Esta diversidad de factura puede apreciarse incluso dentro de
una misma tela. En Desnudo al sol, de 1876, vemos una frescura y
una espontaneidad tales que nos hacen pensar en una obra
inacabada. Los toques vibrantes y separados del fondo contrastan
vivamente con los volúmenes suavemente trazados de las
caderas o el vientre de la muchacha.

En esta misma obra contemplamos las formas aperladas y el
brillo de la figura como constituyentes del motivo principal del
lienzo. Porque, asimismo, el fulgor, los espejeos del agua, los
brillos nacarados de la carne, son fundamentales a la hora de
reconocer a Renoir. La brillantez es la expresión de la
alegría, parece entender nuestro pintor, y a ella se
consagra en cada realización.

Entusiasta de las escenas diáfanas, la luminosidad es
la marca
impresionista que persistirá indeleble el paso de los
años. Recordemos que desde muy temprano abandona el uso
del betún, sustancia con la que tradicionalmente se
procuraban las sombras, impregnando de sobriedad al conjunto. El
maestro de Limoges sigue el consejo del pintor Díaz,
habida cuenta de su natural disposición a las escenas
alegres. Según los dictados impresionistas, el negro
quedará por un tiempo desterrado
de la paleta, por lo que el color constituirá el
único recurso para lograr las sombras, que se
volverán azuladas, violáceas, rojizas.

Porque, la práctica totalidad del espectro
cromático se encuentra reunida en la paleta de Renoir.
Aún en sus lienzos de factura más clasicista,
rehúsa constreñirse a los tonos discretos y
sosegados. Los colores puros aparecen salpicando los detalles y
confundidos en los fondos despojados. Siempre vital, tras el
período agrio se irá intensificando progresivamente
hasta el final, de suerte que la preeminencia del rojo que acaece
durante el período de Cagnes ha hecho pensar en las luces
rojas del ocaso (Gabrielle con una blusa roja, 1910).
Típicas también son las representaciones de los
tejidos
tornasolados y las iriscencias.

En cuanto a la materia, Renoir juega en sus telas con
distintas cantidades de pigmentación en sus pinceladas.
Así, el toque breve suele llevar parejo una mayor
abundancia frente a la pincelada larga, que extiende la sustancia
incluso hasta límites de
una densidad
mínima, casi transparente. La materia puede aparecer, por
tanto, prieta, condensada, aunque sin alcanzar un relieve
notoriamente tangible en la totalidad de la factura. Más
frecuente será encontrar las texturas lisas, untuosas,
aparentemente pulidas, en ocasiones, sobre todo en el
período agrio (Dos niñas junto al piano, de 1893),
cercanas a la cerámica.

La Tematica

Nos hemos referido, sobre todo, a los paisajes y a los
retratos, a través de los cuales Renoir se mostraba como
un artista consumado. La gracilidad de la infancia y la
feminidad constituyen el núcleo de su producción, gustoso como era de tomar los
modelos más jóvenes que encontrase. Estos son
representados en actitudes
desenfadadas, desprovistas de artificiosidad y afectación
en la pose. Interesaba a nuestro pintor subrayar las cualidades
ingenuas, la frescura, la vitalidad, la gracia de mujeres y
niños en todo su esplendor. Incluso en los desnudos, las
rotundas mujeres, con sus exhuberantes curvas y carnes que
incitan a la caricia, no adoptan matices que exalten la sexualidad.
Muy al contrario, sólo despiertan sentimientos fraternales
en su sensualidad descubierta.

Pero Renoir cultivó todo tipo de motivos. Las escenas
de género
y las naturalezas muertas también suponen una parte
importante en su producción. Como sus coetáneos,
reparó en las costumbres de la época, si bien, no
se perciben mensajes sociales o políticos subyacentes en
sus cuadros de género, como pudiera suceder en Degas o en
Cèzanne. Sólo hay lugar para lo gozoso y
placentero, en armonía con su espíritu imbuido por
la alegría de vivir. El Moulin de la Galette, ha llegado
hasta nosotros como un símbolo de aquellos despreocupados
años. El tiempo de ocio, invertido en la práctica
de deportes
náuticos, el patinaje sobre hielo, los bailes, tanto los
populares como los de sociedad, los
espectáculos en boga, el teatro, el circo,
etc. En Saltimbanquis del circo Fernando podría fraguarse
una analogía con Degas o Lautrec, tan aficionados al circo
como al ballet. Sin embargo, ellos persiguen un realismo
crudo, la captación de una actitud del cuerpo humano
en acción, creando una atmósfera particular.
Mientras que Renoir se atiene exclusivamente al candor y la
espontaneidad de los jóvenes modelos en un decorado
secundario.

Excusa decir que si en lo técnico, Renoir reclama
incesantemente su libertad sin
adherirse por entero a ningún sistema
pictórico, en lo temático se revela a todas luces
impresionista. Sus luces recaen sobre los mismos motivos que
llamaron la atención de sus compañeros de
oficio, resaltando unos aspectos y dejando en la sombra otros, y
con la sola salvedad de los retratos, cuyos requerimientos no se
adecuaban a los propósitos de los jóvenes
transgresores.

10. La Estela Del
Impresionismo

El éxito
conseguido por el impresionismo hacia el fin del siglo XIX puede
entenderse desde dos perspectivas diversas: por el eco que el
movimiento halló entre los pintores y por la
energía e impaciencia que infundió a los más
jóvenes, deseosos de lograr nuevas conquistas. En efecto,
una vez abierta la brecha, muchos son los que se incorporan a las
filas del impresionismo. Unos, movidos por el despropósito
de hacerse con pingües beneficios merced a un tipo de
arte al alza;
otros, más dignos, mostraban su desinteresada y buena
disposición hacia la estética impresionista.

Armand Guillaumin, condiscípulo de Pissarro y
Cèzanne en la Académie Suisse, se integró
desde el principio y participó en seis de las exposiciones
impresionistas, aunque siempre eclipsado por sus grandes colegas.
También, Gustave Caillebotte, más dedicado a la
promoción y compra de las obras de sus
amigos que a la realización de las suyas propias, aunque
poseedor de un talento que él menospreciaba con modestia
excesiva. Albert Lebourg que expuso dos veces con los
impresionistas, reveló una recia sensibilidad para la luz
y el color. Gustave Loiseau, Henry Moret y Maxime Maufra… .
Albert André, amigo de Monet y Renoir, que retrató
en repetidas ocasiones a un Renoir anciano y trabajando.

No se detiene aquí la lista de los que se encontraban a
igual distancia del Salón que de los paisajistas de la
impresión. Sin embargo, de mayor interés
resulta la herencia sobre
los nuevos caminos que allanaron, algunos de los que
parecían incluso opuestos a su naturaleza. En las
últimas dos décadas del siglo XIX, una
generación más joven comienza a mostrar su
hastío por la concepción objetiva y materialista
del arte. Se lanzan a
la especulación teológica o mística,
intentando una proyección, una implicación
más evidente en la obra a través de sus emociones.

El Sintetismo De Gauguin

La tendencia teológica y mística que se
despierta en estos años muestra una
amplia pluralidad de diversificaciones. Comúnmente se
tiene por el centro neurálgico al grupo que se
constituye en torno de Gauguin
en Bretaña y que da origen al grupo de "los nabis", a los
Salones de los Rosacruces. Estos estaban organizados por un
excéntrico personaje, Joseph Peladan, y tenían como
objetivo
"arruinar el realismo", boicotear el paisaje y la naturaleza
muerta y resucitar una escuela de arte
ideal. Finalmente, la irrupción en escena de Vincent van
Gogh traerá consigo nuevas y decisivas implicaciones en el
arte del siglo XX.

Gauguin, discípulo de Pissarro, parecía
pretender seguir los pasos del poeta Mallarmé y aplicar el
simbolismo a la pintura. Dio origen al denominado "movimiento
sintetista", cuya característica pictórica
preeminente pasaba por concentrar la forma en amplias manchas de
color puro, esto es, uniforme. Además, consiguió
extender el método del
"cloisonnisme", que consistía en encerrar, clausurar, esas
manchas mediante un grueso trazo negro delineando sus contornos.
La autoría del procedimiento ha
sido puesta en tela de juicio al reclamarla para sí Emile
Bernard, joven discípulo que le acompañó
durante un tiempo en sus quehaceres. Lo cierto, es que fue
Gauguin quien supo usarlo con maestría y creatividad
frente a la pléyade de artistas menores.

El que compartía con Renoir amistad y
preocupación por la forma, va a experimentar un cambio
espectacular tanto en su vida como en su obra. Convertido en un
hombre
adinerado tras la muerte de
su padre y establecido en Aix, comenzará a distanciarse
cada vez más del impresionismo de sus primeros
años. El halo de especulación transcendente y
mística que surca los aires parece alcanzar a un
Cèzanne ya anciano y sabio.

Aunque permanecerá pintando al aire libre, su
interés
se dirigirá ahora a la estructura
subyacente en todas las cosas. Las figuras van a ser resueltas
mediante esferas, conos y cilindros. Es el preludio a la
descomposición estructural de las formas que
alcanzará su apogeo con el cubismo.

El Postimpresionismo Y Van Gogh

El arte, entendía Gauguin, era una abstracción
para ser soñada en presencia de la naturaleza. A partir de
su estudio, habría de proyectarse necesariamente el
temperamento a través del cual era contemplada.

Si Seurat había incidido en la dimensión
científica del impresionismo, Vincent Van Gogh
aportará el aspecto emocional al neoimpresionismo. La
miríada de pequeñas piezas de color se verá
impregnada por el propio sentimiento del artista.

El color, que Renoir había amado desde el principio y
acentuado tremendamente al final de su carrera, adquiere con
Gauguin y Van Gogh una intensidad inaudita. La planicie de la
mancha cromática la aleja de la realidad, pero la recubre
de emoción contenida hasta el límite de la violencia.

La liberación absoluta del color se ha producido. A
partir de aquí las paletas van a variar en función
del arbitrio y el subjetivismo del pintor, desdeñando por
completo la percepción
visual. El "fauvismo" conducirá esta enseña a su
máxima expresión. Así, los rostros verdes de
Matisse causarán ya más pavor que sorpresa. El
impresionismo había preparado el camino y, por ello,
padecido el ostracismo y la repulsa inicial. Ahora les
tocará el turno a los "postimpresionistas", que
habrán de afrontar una resistencia a sus
teorías
aún mayor. La conexión entre unos y otros es
más que palmaria. No se da una ruptura brusca; sólo
se trata de un avance mirando al pasado, en este caso, inmediato.
Vienen a colación las palabras de Cèzanne: "no
debemos sustituir el pasado, sino tan sólo añadir
un nuevo eslabón".

El Impresionismo Americano

París se había convertido en lugar de
peregrinación de pintores procedentes no sólo de
toda Europa, sino
también de Norteamérica. La generación
posterior al realismo americano exigía pararse a mirar las
grandes obras de la tradición del viejo continente, de la
que carecían sus museos. Francia
ofrecía sus magníficas colecciones al punto que se
encontraba a la cabeza de las nuevas tendencias. No pocos
serán los que crucen el Atlántico para establecerse
ya sea temporal o definitivamente en la capital del
Sena y participar en la vorágine innovadora. La
asimilación de los métodos
impresionistas no tardará en producirse. Como los
franceses, los jóvenes artistas norteamericanos
tratarán de encontrar un lenguaje
propio a partir de la sintaxis tradicional.

De entre los tres expatriados más destacados, John
Singer Sargent, James McNeill y Mary Cassatt, ésta
última puede considerarse como la más
próxima a los impresionistas, tanto por el apoyo y la
influencia que ejerció para favorecerlos, como por su
propia obra. Amiga de Degas, se interesaba sobre todo por el
retrato de jóvenes, mujeres y niños, en franco
paralelismo con las inclinaciones de Renoir.

Whistler había pintado en compañía de
Courbet, aunque más tarde renunciaría a los
objetivos
realistas de este pintor, alcanzando su cenit paisajista con los
hermosos Nocturnos. Puras evocaciones crepusculares, pero
distantes del impresionismo, pues el artista eludía el
contacto directo con la naturaleza. Lo único que
destacaremos aquí es el hecho de pasar por el primero de
los pintores abstractos.

Más similar a los experimentos
impresionistas eran las obras de Sargent, por su
preocupación por los efectos de la luz. Formado en
París, se llevó consigo a Londres, donde se
asentaría, las enseñanzas adquiridas.

El impresionismo había logrado establecer una cabeza de
puente con el nuevo mundo. Otros nombres se unirían a la
avanzadilla norteamericana: John H. Twachtman y J. Alden Weir,
alma del grupo americano de los Diez que expusieron juntos por
primera vez en 1898; William Glackens, que siguió el
estilo de Renoir, y Maurice Prendergast, que hizo una
adaptación personal de las
lecciones aprendidas en París.

Mary Cassatt

Principal representante del triunvirato expatriado
norteamericano (junto a Whistler y a Sargent), un día de
1868 le dijo a su padre, un banquero de Pittsburgh, que
necesitaba marchar a París a estudiar. La respuesta fue
contundente: "Casi preferiría verte muerta". Pero Miss
Cassatt no se desconcertó. Al final de su vida, cuando
relataba esta anécdota, añadiría: "Cuando yo
era joven… nuestros museos no tenían grandes obras en
las que los estudiosos pudieran aprender". Y ella era consciente
de la necesidad de instruirse en las formas de expresión
tradicionales para poder
traducirlas a términos modernos.

Así, Miss Cassat estudió los maestros antiguos,
en los que encontraba inspiración para sus ejecuciones. La
pose del esclavo de Miguel Angel del Louvre fue tomada como
modelo para La toilette matutina. Mostró una
inclinación especial por los maestros españoles del
siglo XVII, en cuyos misterios había penetrado al cabo de
viajar infatigablemente por España. De
ahí, que sus primeros cuadros presentaran un oscuro
colorido y un fluido pincel. Luego de trabar contacto con los
impresionistas, su paleta se iluminó, aunque su arte
siguió basándose en los efectos de la textura y el
modelado.

Estas sucintas notas sobre las influencias de Miss Cassatt
manifiestan el paralelismo existente con el pintor de Limoges. En
un primer momento, la amistad estrecha
con Degas le descubre la afinidad entre ambos, pero luego, la
influencia del pintor cederá terreno en aras de Renoir,
con quien comparte la preocupación puramente
pictórica. Mientras Degas atendía minuciosamente a
los rasgos anatómicos en movimiento, la norteamericana los
dejaba en un segundo plano, incidiendo sobre la estructura del
cuadro.

En La niña del sillón azul, de 1878, se observa
una perfecta combinación de la sensibilidad de Degas en
cuanto a espacio y composición, el color de Renoir y las
categóricas formas de Manet. La pintura es firme
cromáticamente y su superficie vive por la variedad de
esquemas de textura, dos cualidades que nos recuerdan de modo
inequívoco a Renoir.

El clásico tema de la madre y el hijo empezó a
dominar su obra a partir de 1890, un tiempo en que nuestro pintor
ya llevaba dedicado a este motivo largos años, pero que
coincide con su proliferación. Recordemos que tras el
período agrio, Renoir avivado por los lazos familiares y
el calor de hogar
se lanzará a multiplicar los retratos de sus hijos, tanto
en solitario como en compañía de Gabrielle o Aline,
su mujer. En esta línea, Cassatt pinta El baño y La
excursión en barca.

No podemos dejar de mencionar la sintonía de
temperamento entre ambos artistas. Miss Cassatt demuestra
también un encendido y vitalista sentido de la vida, que
se vierte sobre sus telas lo mismo que en las de Renoir.
Así, la inclinación hacia los valores
intensos se halla patente en lienzos como la Joven cosiendo, a lo
que hay que unir el gusto por las poses informales desprovistas
de toda afectación en escenas cotidianas.

William Glackens

Miembro del llamado "Grupo de los Diez" (luego quedará
como "Grupo de los Ocho"), es otro artista sensible a los
desarrollos del arte europeo, particularmente en el campo del
color. Dotado de un innato sentido del color, produjo, al igual
que Prendergast, cuadros que son fuente de goce visual más
que transmisores de mensajes. Su temprano lienzo La terraza de
Hammerstein, pintado hacia 1901, posee una delicadeza propia de
Whistler. Las cualidades formales de la composición y el
color resultan más importantes que los propios personajes
o el acaecimiento representado. Vemos aquí una cierta
afinidad con Renoir, que no dejará lugar a dudas en Chez
Mouquin, de 1905. La analogía de Glackens con el
francés es tan pronunciada que a veces se desprecia su
obra como la de un mero imitador. Sin embargo, la crítica
ha sabido reconocerle con el tiempo méritos propios
indiscutibles, amén de ser el mejor dotado de todo el
círculo de artistas con los que se identificaba.

Como Renoir hizo con París, Glackens volvió su
mirada a las calles de la ciudad en que finalmente se
establecería, Nueva York.
Iniciado en el oficio periodístico, retrató la
realidad como la veía, sin comentarios añadidos o
subyacentes, tan característicos de sus camaradas de
grupo. Pintó el mundo de Washington Square como un gran
mosaico abierto a gentes de todos los lugares; la Quinta Avenida
con sus bulevares elegantes y de un verde intenso y los
contrastes de prosperidad y pobreza; el Lower
East Side y Central Park, que celebran la ciudad desde todos los
ángulos. Todo ello bañado en la luz intensa que
aprendió a amar con los impresionistas franceses.

Para Glackens, vivir al margen de la alegría y el
divertimento colectivo no es sino una forma de alienarse. Aunque
en cierto momento llegará a rebelarse contra la sociedad, no se
sentirá nunca por encima de la gente, sino que se aferra a
los lazos que los unen, considerándose miembro de pleno
derecho a la hora de gozar de su calor y humanidad. Su pintura
frecuentará el espectro de la felicidad, obsesionado con
su necesidad de disfrutar de la vida. En este sentido, no le
preocupa mantenerse alejado de las tendencias socializantes de
sus compañeros de grupo, pues piensa Glackens que lo
esencial no se encuentra nunca "outmoded". Los sueños se
visten de realidad en sus cuadros, tratando de transmitir
optimismo y vitalidad ya sea en los desnudos femeninos, en las
flores y frutas o en las escenas de género. Cualquier
recurso es válido para expresar el goce de existir en este
mundo.

11.Tematicas, analisis e
interpretacion

Diana cazadora

Tematica

Esta obra representa a una figura mitológica: la diosa
romana Diana que se identifica en la mitología
griega con Artemis, hermana gemela de Apolo e hija como
él, de Leto y Zeus. Esta diosa permaneció virgen,
eternamente joven, y era el prototipo de la doncella arisca, que
se complacía sólo en la caza. Se la representaba
siempre, al igual que a su hermano, armada de arco, del que se
servía contra los ciervos y también contra los
humanos. A ella se le atribuía ser la causante de la
muerte de
mujeres durante el parto, y
también se achacaba a sus flechas las muertes repentinas,
sobre todo las indoloras. Era considerada por tanto una divinidad
vengativa y fueron, según la mitología, numerosas las víctimas de
su cólera.

Analisis Tecnico Y Estilistico

Se puede tomar este lienzo como exponente muy representativo
del que se considera el primer periodo en la obra
artística de Renoir: su etapa de formación; que se
desarrolló entre los años 1854-1870. Por entonces
el pintor todavía no había definido su propio
estilo y era un momento en el que las influencias de pintores
admirados por él, se dejaban sentir. De esta manera Renoir
representa en este cuadro un hermoso desnudo de mujer, de porte
poco refinado y un tanto rudo, que sorprendió en su
momento por el efecto de frescura y autenticidad con el que
consiguió dotarle; al mismo tiempo que contrastaba
drásticamente con los desnudos que los pintores
academicistas hacían entonces; obras estas, que rozaban la
languidez y lo libidinoso.

Esta pintura acercó a Renoir al estilo realista de
Courbet, con cuya visión democrática y materialista
del mundo sentía mayor afinidad.

Interpretacion

En 1864, el que había venido siendo su maestro de
pintura, Charles Gleyre, dejó las clases a causa de la
edad. A partir de ese momento Renoir y sus compañeros de
taller, que no eran otros que Monet, Sisley y Bazille, siguieron
trabajando sin que nadie les dirigiera. Renoir encontró
como modelo a seguir a pintores del momento ya consagrados,
especialmente a Delacroix y a Courbet. Y fue precisamente tras
ver la exposición
de Courbet de 1867, y el cuadro Las señoritas del Sena,
cuando pintó la "Diana cazadora" a la espátula,
obra en la que la influencia del maestro de Ornans se hace
evidente. En un principio el cuadro era únicamente una
figura femenina desnuda, pero con el objeto de presentar esta
obra como candidata al Salón oficial, Renoir se vio
obligado a cubrirla con un delantal de cuero, un arco y un venado
muerto, transformándola en una diosa de la
antigüedad. Esta concesión a las preferencias
académicas por los cuadros mitológicos no lo
salvó de la exclusión.

En "la grenouillere"

Tematica

Este lienzo pertenece a una serie de obras del mismo tema e
igual título que Renoir realizó, en el verano de
1869, trabajando conjuntamente con Monet. Aquel verano Monet y
Renoir se dedicaron a pintar sin parar y a menudo ante el mismo
motivo en Bougival, un establecimiento de baños junto al
Sena conocido como "La Grenouillére", que significa
"charca de ranas". Por entonces Renoir que residía con sus
padres visitaba frecuentemente a Monet en Bougival donde
éste vivía miserablemente llevándole algo de
comida. Era un momento en el que estos pintores apenas
podían subsistir, pero a pesar de ésto su
ánimo no decaía y su principal preocupación
era la de no poder comprar
colores. Es. por tanto, muy significativo que aun estando
sometidos a unas condiciones de vida tan duras los temas de sus
cuadros nunca llegasen a reflejar un estado de
pesimismo o angustia vital sino justamente lo contrario. Tal es
el caso de obras como ésta, que representan un paisaje
veraniego y bullicioso del Sena en el cual están inmersos,
formando parte del mismo, los bañistas que acudían
a refrescarse a aquel lugar.

Analisis Tecnico Y Estilistico

De este lugar, La Grenouillére", Monet y Renoir
pintaron tres cuadros cada uno con una técnica tan similar
que se hace muy difícil distinguir la autoría. Pero
a pesar de ser estas obras tan similares, un estudio atento de
las mismas permite establecer algunas de las diferencias que
terminarían por separar a Renoir de la técnica
impresionista; técnica que Monet, por el contrario,
llevaría hasta sus últimas consecuencias. Aunque al
igual que éste, en esta obra Renoir pone de relieve un
marcado cuidado en captar el resplandor y los reflejos de la luz
en el agua no
descuida la representación de la figura y sus pinceladas
son menos sueltas y rotas, consiguiendo un paisaje más
humano, consecuencia de una visión más sensible e
idílica que siempre le caracterizaría y que se
contrapone a la mirada más óptica de Monet.

Interpretacion

Esta tela es un perfecto exponente del periodo impresionista
de Renoir. En ella representa un paisaje pintado al aire libre, en el
que la aparición de la figura humana es meramente
anecdótica y está ligada indisolublemente a
éste. La búsqueda de los impresionistas era la de
lograr representar la naturaleza y sus objetos no en su
corporeidad, sino en la disolución cromática que
provocan en ellos el sol, la luz y
el aire. Atendiendo por tanto a ésto y tratando de plasmar
su aspecto de continuo cambio y de centelleo constante. Era pues
el paisaje pintado al aire libre lo que mejor se adaptaba a este
propósito. Ese era el objetivo que
Renoir perseguía con esta obra: plasmar la
impresión de lo fugaz con colores cuyo poder luminoso
transmitiesen algo de ese día veraniego al espectador del
cuadro. Y es por esto por lo que este lienzo se puede considerar
una de sus obras más verdaderamente impresionistas.

La señora monet leyendo "le figaro"

Tematica

Renoir y Monet se conocieron en las clases de pintura que el
pintor Charles Gleyre impartía en su taller. Desde
entonces les unió un interés común e
innovador por la pintura y una íntima amistad y
admiración mutua que mantuvieron durante toda su vida.
Cuando Renoir llevó a cabo este retrato, el matrimonio Monet
residía en Argenteuil, una pequeña localidad
cercana a París junto al Sena. Los dos pintores realizaron
varias pinturas allí trabajando conjuntamente con las
cuales avanzaron en el desarrollo de las teorías
impresionistas. La estrecha relación y colaboración
que sostuvieron estos dos artistas queda patente tanto en las
series de cuadros que realizaron entonces como en este retrato
que Renoir hizo de Camille, la esposa de Monet.

En este lienzo, Renoir retrató a la señora Monet
tendida en un canapé tapizado en blanco con un vestido de
casa leyendo el periódico,
en una actitud que revela la confianza del pintor con el matrimonio.

Analisis Tecnico Y Estilistico

La técnica pictórica seguida por Renoir en esta
obra es propia y representativa de su etapa impresionista. Es
este un momento en el que se encuentra trabajando mano a mano con
Monet en Argenteuil, y en numerosas ocasiones también
junto a Edouar Manet que por entonces también
realizaría un retrato de la señora Monet con su
hijo y el propio Claude Monet en el fondo. Este fue un periodo en
el que Renoir estaba notablemente interesado por la pintura de
Manet, al cual admiraba por la concisa claridad con la que dotaba
a sus figuras y la total eliminación de sombras y tonos
intermedios que hizo desaparecer de sus cuadros. Estas
características tan innovadoras en la obra de Manet
influyeron en Renoir y pueden apreciarse en este lienzo en el que
el color se distribuye a modo de grandes planos coloreados sin
medios tonos,
dispuestos a base de largas pinceladas.

Interpretacion

Se puede afirmar que los mejores retratos que realizó
Renoir son aquellos que hizo de personas a las que le unía
una relación amistosa. En varias ocasiones pintó a
sus amigo pintores como él y a sus esposas, y en todos
ellos, al igual que en éste retrato, hay un rasgo
común el gusto por retratar a sus modelos en una
atmósfera privada e intimista, en una postura no buscada,
como si no estuvieran posando y el modelo no fuera consciente de
la presencia del pintor. Renoir parece haber elegido al azar,
como motivo en el que pintar a su modelo, una de las muchas y
variadas acciones
cotidianas a las que estaba acostumbrado a encontrar ocupada a
Camille Monet en las visitas a su casa. Abandona pues los
hábitos de la composición pictórica
clásica, bien equilibrada, acentuando con
asimetrías lo casual y lo momentáneo del instante
reflejado.

El palco

Tematica

Esta es una de las obras claves del período
impresionista de Renoir. En ella se representa una imagen de la vida
urbana parisina del momento; tema que le atrajo de especial
manera al igual que a otros pintores contemporáneos suyos
como Manet y Degas. Con esta obra Renoir nos transporta y nos
introduce de lleno en las diversiones, la moda y el
ambiente de la
sociedad burguesa del París de finales del XIX. Pero este
cuadro es además un retrato para el cual posaron Edmond
Renoir, el hermano de nuestro pintor, y la conocida modelo de
pintores impresionistas Niní López, apodada "cara
de raya" que aparecerá retratada en otras obras de Renoir.
Es por tanto esta obra, al mismo tiempo, un brillante retrato e
imagen de los espectáculos cosmopolitas, el boato mundano
y la elegancia y la coquetería femeninas. Este cuadro fue
uno de los cinco con los que Renoir participó en la
primera exposición impresionista.

Analisis Tecnico Y Estilistico

El palco es un cuadro que sorprende y gusta por lo atrevido e
innovador de su composición. Concebida como una escena de
visión oblicua en la que domina la figura semigirada de
Niní, es sin duda heredera de la fotografía, la cual introdujo nuevos e
insospechados puntos de vista a los pintores del momento,
así como la idea de poder lograr plasmar en una imagen una
visión instantánea. Renoir utiliza la
técnica de la mancha pictórica rehuyendo el estilo
dibujístico de líneas precisas. De esta forma
consigue con una pincelada fina y transparente fundir unos
contornos con otros logrando una apariencia evanescente. Lo mismo
ocurre con los colores que se mezclan armoniosamente en una
suntuosa imagen en la que los tonos irisados amortiguan el negro
dominante consiguiendo dotar a este de una textura aterciopelada
y suave. Pese al realismo del asunto tratado y la veracidad de
las figuras, Renoir logra crear una atmósfera de cierta
incandescencia, un ambiente
resplandeciente que parece captar todo el brillo de los ropajes y
las joyas de las mujeres que hay en el teatro,
obteniendo un cuadro de exquisita elegancia y refinamiento.

Interpretacion

Esta obra es exponente de los temas que más atrajeron a
Renoir en lo que se ha venido considerando como su época
más plenamente impresionista tanto por los temas escogidos
como por la técnica. El tema refleja el cambio que
introdujeron estos pintores al incluir como protagonistas de sus
cuadros a personajes contemporáneos y anónimos en
actividades y actitudes
nuevas hasta entonces. Son cronistas de su entorno más
inmediato, la vida urbana y cosmopolita, la alegría y la
diversión sin buscar una mayor trascendencia ni
misticismo. De la misma forma Renoir ya revela con esta obra su
especial interés y fascinación por la figura humana
que será el principal motivo y tema de su obra, así
como la amabilidad con la que de forma natural siempre
dotó a sus personajes. Esta actitud es reflejo de su
personalidad
que caracterizaría toda su producción
artística, pues siempre afirmó que para él
pintar era un placer, y que ya existían suficientes cosas
desagradables en la vida como para crear más.

Torso de mujer al sol

Tematica

Esta obra es uno de los pocos desnudos que Renoir
realizó en su etapa impresionista. Pero a pesar de ser en
cierto modo excepcional por su tema en este momento de su carrera
artística, ya manifiesta el interés y la capacidad
innata en este pintor para reflejar el encanto femenino. Renoir
empezó este lienzo en el jardín de su estudio de la
calle Cortot en 1875 y lo presentó al año siguiente
en la segunda exposición de los impresionistas. En el
cuadro representa la figura de una mujer joven semidesnuda, en
una postura muy ligeramente inclinada que recuerda a las
esculturas de la antigüedad clásica de Venus saliendo
del mar. La figura está además integrada de forma
tan perfecta en el paisaje natural que la rodea que causa el
mismo efecto que si se tratase de una figura mitológica,
una diosa de la naturaleza reflejada a partir de un lenguaje
visual y plástico
totalmente nuevo.

Analisis Tecnico Y Estilistico

El motivo que perseguía con esta obra Renoir, era una
vez más resolver uno de los principales problemas
pictóricos para los impresionistas: la figura humana en el
paisaje expuesta a la luz del día. Para encontrar su
particular respuesta a este asunto escogió el tema del
desnudo femenino bajo la luz del sol. De esta forma
presentó una figura inundada por los puntos de luz que
diluyen el color de su piel con el
del entorno que la rodea a base de pinceladas fuertes
rápidas y sueltas de color amarillo, azul y verde. Sin
embargo los detractores del Impresionismo recibieron el lienzo
con duras críticas aludiendo a que parecía un
cuerpo en estado de
descomposición con esas manchas verdes y violáceas.
A pesar de esas opiniones esta estupenda obra de Renoir,
exponente de las teorías impresionistas tuvo
rápidamente un comprador, Caillebote, amigo y admirador de
los pintores de Guerbois, y fue admitida en el Salón
oficial.

Interpretacion

El tema de la mujer y en
especial el del desnudo femenino poco a poco se iría
convirtiendo en el más recurrente de la obra de Renoir. En
esta obra, como en otras posteriores de asunto similar, Renoir
demuestra estar particularmente dotado para plasmar con una
maestría sin igual el hechizo sugerente que puede emanar
del cuerpo de una mujer, de forma serena y amable, consiguiendo
un efecto visual más allá de lo puramente
físico. En sus desnudos expresa la gracia de la belleza
femenina haciendo posible además, que el expectador sienta
una grata vivencia al contemplarlo. Y esa era en realidad su
intención pues en su obra artística no nos
encontramos con pinturas de mujeres en actitudes de disgusto o
hastío, ni con mujeres de aspecto desagradable o caduco.
Tampoco representó caracteres profundos o ambiguos y
problemáticos. En realidad Renoir redujo conscientemente
los motivos humanos de sus pinturas tanto para gozar el mismo
como para que también disfrutase con ellas el
observador.

La primera salida

Tematica

Dos años después de pintar El palco, Renoir
volvió a pintar en 1876 otro palco conocido como La
primera salida. En esta obra Renoir retrata a una jovencita que
va a la Opera por primera vez. En la expresión de su
rostro y en la postura está maravillosamente captada la
ansiosa curiosidad y excitación que siente la muchacha
ante el espectáculo de la multitud de asistentes que bulle
inquietamente en los palcos cercanos. Como hizo también su
colega Degas, Renoir se interesa por el mundo de las diversiones
burguesas de la metrópoli parisina, el teatro, el circo,
los bailes,… Pero a diferencia de éste, sus
observaciones se centran en los espectadores, en el
público que acude a estos espectáculos, esperando
hallar en estos una pequeña historia que contar surgida
de la vida cotidiana sin mayor transcendencia aunque llena de
verismo y encanto.

Analisis Tecnico Y Estilistico

La apariencia inicial de este cuadro es la de un esbozo por el
aspecto rápido y poco definido de su ejecución.
Pero es ese aspecto lo que hace especialmente cautivadora a esta
obra. Renoir traza una imagen en la cual consigue transmitirnos
todo el alboroto, la luminosidad centelleante y la
excitación que se respira en el teatro, de la misma forma
que si estuviésemos allí presentes, con una
técnica en la que el dibujo es totalmente inexistente y
las formas se perfilan a través del color, que se dispone
en el lienzo por medio de pinceladas curvas y nerviosas con
apariencia de manchas cromáticas aparentemente
anárquicas. Tanto el rostro de la jovencita, del que en
realidad no vemos más que un perfil evanescente, como el
tocado y el ramillete de flores nos remiten a uno de los pintores
más admirados por Renoir: Velázquez y la obra de
éste que más le sorprendió, Las meninas,
donde el maestro español
consiguió también a base de pequeños puntos
y manchas de color representar de manera inigualable y precisa
los brocados y encajes de los vestidos.

Interpretacion

A pesar de que Renoir limitó la temática de sus
pinturas a representar una parte restringida de la realidad
social no se le puede por esto dejar de denominar a sus obras
como realistas. Aunque se dedicó a ilustrar las
diversiones y hechos cotidianos del ocio de la pequeña
burguesía, su pintura surge de un encuentro honesto con la
realidad. Renoir pinta el entorno que conoce y que le rodea de
forma nueva, iluminando así rasgos importantes en la vida
de los hombres y que gracias a él llegaron a ser
estéticamente conocidos. Con pinturas como ésta
parece querer comunicarnos y recordarnos que es en las
pequeñas anécdotas de la vida diaria y cotidiana en
los que se encuentra el jugo y la belleza de la vida.

El moulin de la galette

Tematica

Esta obra pertenece al período impresionista de Renoir
y es perfectamente representativo de éste por la
temática elegida que es una vez más ese joven y
ocioso mundo de personajes parisienses reunidos en un baile.

Para elaborar este cuadro Renoir alquiló un
jardín en la calle Cortot y reunió a algunos de sus
amigos pintores para que posaran para los personajes masculinos.
En este mismo jardín elaboraría otras obras de
temática similar como El columpio.

Es una escena de ambiente popular en la que la luz del sol lo
inunda todo y casi podemos oír el bullicio de la música y la charla de
los personajes que allí se divierten y sentir el
movimiento. Renoir retrata perfectamente en un lienzo de grandes
dimensiones un acontecimiento de la vida cotidiana, algo que no
se había hecho hasta entonces.

Con esta obra Renoir logró aunar dos de sus principales
intereses artísticos de ese momento, representar a la luz
del sol y la atmósfera libre, y a las figuras vivamente
animadas en feliz movimiento.

Analisis Tecnico Y Estilistico

Se puede decir que en esta obra el verdadero protagonista es
la luz. Una luz que inunda todo el cuadro y que circula
revoloteando por toda la escena unificando el color y alterando
las formas y las figuras, de los que arranca una serie de
pequeños reflejos y matices tornasolados con los que logra
esa sensación vibrante de movimiento bullicioso y que el
pintor consigue plasmar a base de pinceladas finas y sueltas. El
dibujo y la línea no tienen cabida en esta pintura en la
que todos los cuerpos parecen estar definidos y delimitados
únicamente por manchas de color llenas de luminosidad que
lo invaden todo y se funden unas junto a otras. Renoir consigue
con esta cierta indefinición de contornos ese efecto de
instantaneidad que buscaba sin por ello perder la
caracterización de rasgos y actitudes de los personajes
que se observan sin dificultad hasta en los más alejados
de los primeros planos.

Interpretacion

El Moulin de la Galette es una de las obras más
conocidas y aplaudidas de Renoir. Y es además la que
seguramente mejor cumple las aspiraciones de este pintor, y de
sus compañeros y amigos impresionistas, en su intento por
aliar a la captación de lo momentáneo y lo fugaz
una riqueza de materia pictórica sustituyendo la
iluminación del estudio por la luz del sol con el fin de
lograr cuadros auténticos que reflejasen tanto la vida
cotidiana como su belleza y alegría.

Se puede considerar a esta obra como una auténtica
pintura de historia para nosotros, ya
que resulta crónica veraz del aspecto y diversiones de los
ciudadanos del París de aquel momento. Gracias a pinturas
como ésta, podemos participar del ambiente que se
respiraba, la moda que
predominaba y conocer a los personajes protagonistas de estas
escenas parisinas como si de una novela con
imágenes se tratase.

Retrato de la señora charpentier y sus hijos

Tematica

En este cuadro Renoir retrata a la señora Marguerite
Charpentier, esposa de uno de los primeros y más
fervientes admiradores y protectores del pintor: Georges
Charpentier, conocido editor de la época que fue defensor
acérrimo de los pintores impresionistas y en especial de
Renoir.Este y su esposa le compraron y encargaron varios cuadros
en un momento en el que la economía del pintor
no era en absoluto favorable, también le introdujeron en
los círculos artísticos de intelectuales y
aficionados al arte adinerados de París, a través
del Salón que la señora Charpentier tenía en
la calle Grenelle. Esta admiración evolucionó en
una fructífera amistad que llevó a que Renoir
pintase varios retratos a toda la familia,
les decorase los menús y la casa con pinturas murales y
que se titulase su pintor habitual. Renoir cobró por este
retrato mil francos y fue admitido en el Salón de 1879,
según él mismo dijo, debido "a la
personalidad de la modelo".

Analisis Tecnico Y Estilistico

Renoir ha sabido componer este cuadro con una gran elegancia
que se ve reforzada por el tratamiento de las ricas decoraciones
del propio salón de estilo japonés
en el que se sitúan las figuras. Las sedas antiguas, las
grandes lámparas, las flores, las frutas y lo bellos
vestidos, dotan a la composición de un colorido variado
brillante y de gran riqueza cromática con el que recorre
todos los objetos con una pincelada ágil y fina. No hay
rastro del convencionalismo típico de los retratos de
personajes distinguidos ni en la disposición ni en la
técnica. El pintor hace una observación libre y precisa, y la ejecuta
de forma espontánea con un estilo amable y delicado muy
propio y característico de todas sus obras.

Interpretacion

Debido al interés que Renoir siempre ha mostrado por la
figura humana y en especial por la femenina no es de
extrañar que el género del retrato le resultase
especialmente afín y que con el consiguiera resultados tan
buenos como con este retrato de conjunto de la señora
Charpentier y sus hijos. Renoir se muestra capaz en sus retratos
de expresar al tiempo que capta el parecido individual, las
particularidades pintorescas y singulares de la vida moderna y de
la moda del momento. En este caso el retrato posee una gran
penetración sicológica debido a la buena amistad y
trato que existía entre el pintor y la modelo de la cual a
través de la pintura obtenemos más datos. Debido a
ésto se puede reconocer a través de la mirada
sonriente, de las joyas y los encajes, a una mujer de porte
elegante, inteligente y despierta, pero no exenta de cierta
frivolidad, a la que se le adivina un profundo conocimiento
de la sociedad mundana, burguesa y liberal habituada al ambiente
de las tertulias, de las reuniones entre artistas, actrices e
intelectuales.

El sena en asnieres

Tematica

El tema de esta obra es un paisaje del Sena a su paso por la
localidad de Asnieres. Y es el Sena una vez más el
protagonista de este lienzo. En realidad gran parte de los
paisajes que Renoir pintó representan panorámicas
de las riberas de este río en su recorrido por las
distintas localidades cercanas a París. Eran estos lugares
donde los ciudadanos y la bohemia parisina acudían para
pasar sus domingos y días de ocio. Una vez cerrados los
teatros por el periodo estival, eran la excursiones al campo la
diversión favorita de la pequeña burguesía
urbana que disfrutaban al aire libre paseando, remando o
bañándose. Y esto es lo que el pintor refleja en
este cuadro una vista del río en la que abundan personas
navegando por éste en barcas y pequeños botes de
vela.

Analisis Tecnico Y Estilistico

El paisaje era el tema por excelencia de los impresionistas. Y
más especialmente el paisaje con agua ya que
debido a sus propiedades, absorbe y refleja la luz con mayor
intensidad, y era la plasmación de este fenómeno el
principal objetivo de estos pintores. Por este motivo no es
extraño encontrar en el Renoir del periodo impresionista
una mayor cantidad de paisajes en los que el motivo principal es
el río.

Este es un cuadro representativo del tipo de lienzos que
Renoir dedicó al paisaje en su paso por el estilo
impresionista, tanto por el asunto temático como por la
composición.

Renoir compone la obra de una manera sencilla, con una
construcción lineal muy simple que viene
reforzada por la barca con las dos señoritas, en la que
los efectos cromáticos y los reflejos de la luz que se
concentran en la superficie del río, juegan un papel de
primer orden.

Interpretacion

En cuadros anteriores dedicados al paisaje como los de La
Grenouillére, Renoir, quizá debido a la influencia
de Monet junto a quien pintaba entonces, había atendido
más a la impresión cromática del conjunto y
al juego de luz
con una visión más puramente óptica que la
mirada de corte más romántico que refleja en esta
obra. Esta percepción
menos científica, unida a su afición por la figura
y escenas humanas, era lo que en definitiva le separaba y
llegaría a apartarle del Impresionismo.

En esta obra a pesar de preocuparse por plasmar los efectos de
la luz sobre el agua, el
resto de la pintura aunque posee una apariencia abocetada, que
responde quizá a esa rapidez de ejecución que
requerían las pinturas al aire libre, no consigue esa
sensación de disolución cromática en el que
se funde todo el paisaje. Esta misma impresión se puede
observar en sus paisajes de esta época, los cuales
componía tejiendo en ellos una especie de tapiz multicolor
con los que reflejaba acertadamente una estampa del sol, el calor
y la exuberancia de los colores de la naturaleza.

El almuerzo de los remeros

Tematica

Con esta obra de 1881 Renoir continua con la temática
propia de su período impresionista, la
representación de personajes de la vida urbana de
París ocupados en actividades de ocio y diversión
relajados y tranquilos disfrutando de la vida al aire libre sin
ningún gesto o rasgo que denote problema o
preocupación alguna.

En esta obra aparece en primer plano Aline Charigot que poco
después se convertiría en la mujer del
artista.

Una vez más Renoir consigue plasmar una escena a modo
de imagen instantánea, de fotografía
en la que los personajes son ajenos al pintor, no posan para
él. Este se dedica a inmortalizar las diferentes actitudes
y movimientos de cada uno con tan perfecta resolución que
hasta nos parece que podemos adivinar sin equivocarnos los
pensamientos que pasan por sus cabezas, las conversaciones que
mantienen y las relaciones que existen entre ellos.

Analisis Tecnico Y Estilistico

A principios de la
década de 1880, Renoir pasa por una situación de
incertidumbre sobre su propia labor y capacidad artística.
Va llegando a la convicción de que la técnica
impresionista se ha agotado para él, deja de preocuparse
por la incidencia de la luz en la Naturaleza para tratar de
recuperar el dibujo. Sobre esto Renoir declaraba: "Se produjo
algo así como una fisura en mi obra. Había ido
hasta el fin del Impresionismo y llegaba a esta conclusión
que no sabía ni pintar ni dibujar."

Con este cuadro, Renoir inicia un cambio en su obra que en
poco tiempo le llevará a su etapa ingresca. Abandona la
disolución de las formas en la luz coloreada para
recuperar unos contornos delimitados y una línea
dibujística más precisa. La luz natural sigue
aquí presente pero ya no es la protagonista. Ahora los
objetos y las figuras poseen su propio color definido en unas
formas más claramente determinadas sin llegar a disolverse
bajo un tono predominante.

Interpretacion

Con esta obra Renoir toma ya definitivamente un camino
distinto del que seguirían pintores y amigos suyos como
Monet o Sisley. En realidad su adscripción al
Impresionismo se debía más a una afinidad
temática y estilística que puramente
técnica. Para los impresionistas concentrados en el
paisaje la figura era algo anecdótico y sin relevancia,
mientras que para Renoir casi siempre era el tema del cuadro. En
un principio gustó de estudiar el efecto de la luz en los
cuerpos en movimiento hasta que dicha fórmula se le
agotó. Como el mismo declaró: "Pintando
directamente de la naturaleza, el pintor llega a no buscar otra
cosa que el efecto de la luz, deja de componer y cae en la
monotonía". De esta forma Renoir se alejó del
Impresionismo para encaminarse hacia un estilo en el que primasen
el dibujo y la composición, se aleja del paisaje para dar
definitiva primacía a la figura, rasgos que ya se pueden
apreciar y distinguir en esta obra.

Baile en bougival

Tematica

Esta obra forma parte de una serie de tres cuadros de gran
formato, realizados en 1883 por Renoir, para decorar como paneles
decorativos una habitación de la casa de Durand-Ruel;
marchante de arte, amigo y representante de Renoir y de otros
muchos pintores impresionistas. En estos tres lienzos
representó a una pareja bailando el vals. En el "Baile en
Bougival", el hombre con
sombrero de paja y con una camisa sin cuello, voltea a su pareja
a la que abraza estrechamente de forma un tanto torpe, mientras
le dirige una larga mirada amorosa. La misma escena recoge el
"Baile en el campo", que representa al pintor Paul Lhote
conduciendo de manera más delicada y desenvuelta a la
misma joven, Aline Charigot, que después se
convertiría en la esposa de Renoir. El tercer lienzo,
Baile en la ciudad, refleja una escena muy similar. Pero tanto el
escenario como los atuendos de los bailarines, el pintor Pierrre
Lestringuez y la modelo Suzanne Valadon, son mucho más
elegantes y sofisticados.

Analisis Tecnico Y Estilistico

Esta obra pertenece al momento en que Renoir tras su visita a
Italia y una
serie de reflexiones críticas sobre su propia trayectoria
comienza a alejarse del movimiento impresionista. Este periodo
que comienza en torno a 1884 se ha denominado de varias formas:
agrio o ácido, ingresco y seco. Pero todas estos nombres
se usaron para clasificar una serie de obras que los
críticos juzgaron una equivocación. Para
éstos, Renoir había destruído el maravilloso
arte en el que había trabajado casi veinte años.
Pero el paso a la nueva forma de pintar se fue haciendo poco a
poco y es ya reconocible en obras como este "Baile en Bougival".
En este lienzo se puede observar que el pintor ha trabajado el
dibujo de forma más escrupulosa y cuidada, sus gamas
cromáticas se han hecho más frías y suaves.
También se advierte una mayor preocupación al
modelar las figuras y una singular atención a la
composición y ubicación de las mismas en el cuadro.
Sólo en el fondo quedan algunas zonas deudoras de la etapa
impresionista de la cual, ya con esta obra, se va
irremisiblememte distanciando.

Interpretacion

Con el cambio de estilo pictórico que supuso el
abandono del impresionismo, la temática de Renoir
también sufrió algunas modificaciones. A partir de
esta nueva fase dejó de pintar las que habían sido
hasta entonces el motivo de sus obras más celebradas: la
vida cotidiana de París. En sus obras ya no se
encontrarán los grandes grupos de
ciudadanos burgueses divirtiéndose en una imagen llena de
realismo y bullicio, sino que se convertirán en personajes
más individuales a los que coloca en un primer plano sin
ocuparse del fondo ni de sumergirlos en el entorno.

Este cambio ya se observa en la obra "Baile en Bougival", que
aunque todavía refleja una imagen de recreo y fiesta, el
espacio reservado a captar el ambiente y la concurrencia se ha
reducido en favor de prestar una atención mucho mayor a la
pareja que baila

Los paraguas

Tematica

Uno de los temas que interesó Renoir, al igual que a
otros pintores impresionistas, fue el ir y venir de la multitud
en las calles y plazas de la metrópoli parisina. Aunque no
fue un motivo que gozase de preeminencia en la carrera
artística del pintor, si realizó algunas bellas
muestras de los dos tipos fundamentales de las calles: tanto el
paisaje urbano como impresión de conjunto, tal y como
refleja en su cuadro Pont Neuf, como también la gente
vista de cerca en composiciones llenas de transeúntes que
caminan unos junto a otros de manera atropellada. Este
último es el motivo del lienzo de grandes dimensiones "Los
paraguas". En esta obra Renoir utiliza figuras de tamaño
natural con lo que logra que parezca que podemos entrar en esa
escena urbana. Efecto que se ve reforzado por las miradas
directas que la muchacha del primer plano y la niña del
aro dirigen a los observadores del cuadro.

Analisis Tecnico Y Estilistico

El interés principal de este cuadro reside en las
variaciones empleadas con las forma del paraguas y en la belleza
de los rostros, especialmente el de la muchacha. Pero en un
repaso más detenido encontramos algunas otras cosas que
resultan algo singulares. A pesar de representar un momento en el
que acaba de empezar a llover, falta algo del carácter
real de esta situación en la imagen: las prisas de la
gente, el ambiente de humedad en la atmósfera… La escena
posee una quietud que resulta un poco forzada y que se ve
acentuada por la dos miradas dirigidas al espectador. Otra de las
cosas que llama nuestra atención son la diferencias
plásticas que se observan. Tanto la muchacha, el caballero
que la pretende, los paraguas y los personajes del fondo,
están realizados con un dibujo riguroso y definido,
utilizando de manera elaborada sombras y medios tonos para el
modelado de cuerpo y vestimenta. Mientras que los niños y
la señora que los acompaña están pintados,
en una técnica todavía tributaria del
impresionismo, con pinceladas cortas y ágiles sin recurrir
a un dibujo tan elaborado para definir los contornos.

Interpretacion

Renoir pintó este lienzo en una época en la cual
comenzó a dudar sobre su capacidad para la pintura. Estas
dudas le llevarán a la búsqueda de un estilo
marcado por el amor al
dibujo y la elaborada y ordenada composición. Pero este
giro en su carrera se hizo de manera progresiva a través
de obras en las que poco a poco se iba vislumbrando este cambio
en su concepción artística. "Los paraguas" son
exponente perfecto de esta época de crisis e investigación ya que en él
representa figuras elaboradas en dos técnicas
diferentes y opuestas, demostrando que está en el
último paso del impresionismo y con un pie puesto ya en lo
que será su etapa seca o ingresca. Una de los puntos del
cuadro donde esta dicotomía se refleja más
llamativamente está en el paraguas que sujeta la
señora que acompaña a los niños; paraguas
cuyo mango cambia de apariencia plástica radicalmente
desde la empuñadura a la parte superior.

Las grandes bañistas

Tematica

Con este cuadro Renoir cambió el rumbo de la
temática de buena parte de su producción para
introducir un tema nuevo para él y que ya nunca más
abandonaría, sino que muy al contrario se acabaría
convirtiendo en uno de sus motivos más recurrentes que
caracterizarían a partir de entonces el resto de su obra
artística. Este tema de las bañistas es el
preferido por Renoir para acercarse al estudio del desnudo
femenino. Tema considerado clásico por excelencia y que
siempre ha sido el predilecto de gran cantidad de pintores que
buscaban poder llegar a un exhausto y preciso dominio de la
línea y el dibujo de elaborada composición. Y esto
era precisamente lo que nuestro pintor deseaba conseguir a
través de obras como ésta, recuperar el dibujo, en
definitiva, y como él mismo afirmó: aprender a
pintar.

Analisis Tecnico Y Estilistico

Las grandes bañistas señalan el inicio de una
nueva etapa pictórica para Renoir en la que se aparta
definitivamente de la técnica impresionista que
había seguido bastante de cerca desde 1870. Este nuevo
periodo, que comienza hacia 1883, es el que se ha venido
denominando ácido o ingresco; y se caracteriza por un
claro interés en la composición, el volumen, y
sobre todo, el dibujo. En esta pintura sólo el agua y el
paisaje del fondo evocan aún su reciente paso por el
Impresionismo. Ahora las formas que antes se contentaba con
sugerir de manera indefinida a través de vibraciones del
color y fusión de
los contornos, se encierran en líneas perfectamente
nítidas que consigue con un dibujo severo y ordenado.
Estos cambios también se observan en la paleta del pintor,
que reducirá sus bellos colores a unas gamas de tierras y
azules fríos de aspecto un tanto plomizo.

Interpretacion

Renoir ejecutó este lienzo poco después de su
primer viaje a Italia, viaje que
supuso para él una especie de revelación en su
propia concepción artística sobre la pintura. Se
sintió atraído por pintores como Rafael y
trató de forma inconsciente convertirse en un
clásico, para lo cual necesitaba abandonar el terreno del
"actualismo", luchar en contra de la amabilidad y la facilidad
para así poder llegar a un plano de permanencias
más eternas. En este momento llega a la conclusión
de que hace falta algo más que la contemplación
sincera de la naturaleza para pintar, y que es en los museos y en
las enseñanzas de los maestros clásicos donde
más se puede aprender.

Un ejemplo claro de esta inclinación nueva por los
maestros clásicos está en las fuentes de
inspiración que tomó para esta obra,
inspirándose en un bajorrelieve de Girardon de los
jardines de Versalles al propio tiempo que en el cuadro de
Boucher "Diana en el baño" y en la "Galatea" de
Rafael.

La trenza

Tematica

Para está obra posó la modelo Suzanne Valadon
que ya había aparecido en otras obras de Renoir.

En ella representa a una muchacha recogiéndose el
cabello en una trenza en una actitud de total ensimismamiento. Es
un cuadro de composición y modelado totalmente
clásico que nos remite a las obras de Ingres. Este artista
había sido para los pintores franceses de mediados del
siglo XIX, exponente del clasicismo más rígido,
porque se había opuesto enérgicamente en la
Academia a la expresión del temperamento personal, al
realismo y al colorismo que propugnaban sus contemporáneos
románticos como Delacroix. Ingres siguió
significando para los pintores impresionistas un obstáculo
para la evolución del arte como medio de
expresión libre e individual que se reafirmaba de mejor
manera a través del color, liberando a éste de las
ataduras y enclaustramientos del dibujo. Sin embargo Renoir
siempre disfrutó de las obras de Ingres y de su calidad
dibujística, de las cuales es deudora esta imagen de La
trenza.

Analisis Tecnico Y Estilistico

La muchacha protagonista del cuadro ya no es una joven real,
contemporánea y llena de vida. Tampoco nos transmite algo
de su propia personalidad y de su vida. En este momento de su
carrera Renoir ya no busca mostrarnos a una joven parisina
inmersa en alguna tarea habitual o en una experiencia nueva, ni
le interesa el carácter que la joven pueda poseer.
Unicamente se ocupa de la figura física que tiene
delante, de modelar sus volúmenes con una sintética
y depurada línea dibujística, utilizando un color
sobrio y suave que no expresa alteración ni pasión
alguna. No advertimos sentimiento alguno ni en el rostro de la
muchacha ni en el rastro del pincel. Rastro que además no
es fácil adivinar por donde pasó debido a la
escrupulosidad y limpieza con la que Renoir ejecutó la
obra.

Interpretacion

Esta obra pertenece de lleno al periodo ingresco o agrio de
Renoir. Periodo al que llegó cuando el modo impresionista
de concebir la pintura le comenzó a parecer insuficiente.
Sus intereses en este momento se centraron en el dibujo y la
representación plástica. Su deseo era volver a
hacer aprehensibles y sólidos los objetos y figuras que en
la etapa impresionista se habían ido disolviendo bajo la
luz y el color. Renoir se dedicó a acentuar las
redondeces, llegando a obras que como ésta de "La trenza"
o "Madre e hijo", manifiestan una pureza que le acerca a los
primitivos como Rafael. Pintor que tras su viaje a Italia se
convirtió en uno de sus más admirados.

Con obras como esta Renoir pretende redescubrir su arte y lo
hace de forma torpe y enternecedora, dejando un poco de lado el
convencionalismo de las proporciones exactas del cuerpo humano,
de la misma forma que Ingres las había sacrificado en
provecho de unas líneas con las que lograr unas formas
puras y suavemente onduladas con las que plasmar un ideal
idílicamente bello y eterno más allá de la
realidad.

Despues del baño

Tematica

El tema de esta cuadro es uno de los que serán
básicos y recurrentes en las obras tardías de
Renoir. Tema por otra parte que siempre le había
atraído de forma especial y que será sobre todo
ahora, a partir de 1888 cuando comenzará a tratarlo con
mayor dedicación. El desnudo femenino sobre un fondo de
naturaleza es lo que aquí representa. Una muchacha que se
seca tras el baño sumergida en un mar de flores llenas de
color, imagen en la cual lo importante no es la persona en si,
sino el cuerpo como recipiente de variados colores. Renoir
realizará obras como esta en las que la situación
de la mujer secándose, arreglándose, en escenas
íntimas del aseo las resuelve de forma sencilla sin
juegos de luz,
con un gesto universalizado, tranquilo y eterno. Abandona lo
realista del tema para representar a jóvenes que se mueven
en inocente desnudez al aire libre sin más motivo y
trascendencia que el del propio momento. Motivo éste que
ya no percibimos como un hábito cotidiano sino como
escenas llenas de plástica poesía.

Analisis Tecnico Y Estilistico

Con el periodo llamado seco o ingresco, Renoir
añadió a su mano una nota más fuerte de
seguridad lineal.
A ésta le unió a partir de 1888 un colorismo
floreciente de gran sensualidad y llenos de riqueza y apariencia
festivo-decorativa. Estas características marcan el
comienzo de su etapa denominada como nacarada.

Como se observa en esta obra, Renoir teje un tapiz de colores
por todo el lienzo a través de unas pinceladas relajadas
que siguen siempre un movimiento curvilíneo. El cuerpo de
la joven está libre de articulaciones y
huesos, su
anatomía
se resuelve a base de continuas redondeces, de formas suaves y
tersas que dotan a la composición de un ritmo
lírico que envuelve a la muchacha en el entorno y en su
propio movimiento.

Interpretacion

Los desnudos de muchachas se convirtieron en el motivo
preferido por Renoir en los años finales de su vida que
fue pareja a su carrera artística. Son figuras femeninas
en las que ya no hay una composición psíquica. Al
pintor sólo le interesa retratar sus cuerpos, carentes de
toda personalidad y alma, como si se tratase de un hermoso animal
o fruto en espléndida plenitud sin espíritu ni
intelecto. Estas muchachas están concentradas en sus
propios movimientos sin tener apenas la conciencia de
individuos actuantes, ajenas al observador. Como esta joven de
"Después del baño" los modelos preferidos por
Renoir para estas obras son siempre de un tipo determinado. Son
mujeres jóvenes de cuerpo relleno y anchas caderas con las
que no pretende revivir un ideal clásico de figuras
esbeltas de perfectas proporciones. Pero a pesar de ésto
enaltece los atractivos corporales del cuerpo femenino reflejando
una relación estética de la desnudez natural
similar a las obras de la antigüedad griega carentes de
cualquier expresión de erotismo.

Dos jovenes al
piano

Tematica

En este lienzo, Renoir representó a dos muchachas
tocando el piano. Tema, este, que volvería a retomar cinco
años después, con similar composición en
"Yvonne y Christine Lerolle al piano".

Esta es una época en la que el pintor trabajó
varias veces con Cézanne y con la mujer más dotada
de la pintura impresionista y que Renoir tanto admiraba, Berthe
Morisot.

El mismo año en el que pintó este cuadro,
viajó con su amigo el editor Gallimard a España,
quedando muy impresionado por los tesoros de sus museos. Y fue
también en 1892, cuando surgió el reconocimiento
público. Durand-Ruel organizó una exposición
especial con ciento diez cuadros suyos, y por primera vez
el Estado
francés compró un cuadro de Renoir para el museo de
Luxemburgo: "Dos jovenes al
piano". A partir de entonces su arte comenzó a triunfar,
lo que además supuso una estimación
económica que le otorgó una estabilidad y
tranquilidad en este aspecto.

Analisis Tecnico Y Estilistico

Esta obra se enmarca en el periodo denominado como nacarado.
Etapa en la que Renoir, sin abandonar ya el sentido del volumen y
las formas llenas evoluciona hasta dejar atrás el dibujo
preciso y lineal que había caracterizado su fase ingresca,
para acudir al reencuentro con lo pictórico. Ahora modela
las formas mediante unas pinceladas ligeras, largas y fluidas que
se mezclan suavemente. Con ello logra una composición
donde las figuras y objetos del cuadro se funden en el espacio.
Las muchachas son un motivo más dentro del cuadro, y su
presencia no es más relevante que el resto de los
componentes del cuadro. Sus rostros no dan prueba de su
carácter ni nos revelan nada acerca de si mismas. Es una
imagen amable en la que con unos colores suaves y poco
contrastados, a base de verdes, rojos, amarillos y azules, Renoir
consigue un efecto ornamental en el que no hay lugar para la
penetración psíquica.

Interpretacion

Las pinturas tardías de Renoir, de las cuales
está es representativa, se caracterizan por estar
concebidas con un inextricable esplendor decorativo. Renoir en
estos momentos pinta las figuras humanas asociándolas a su
entorno a través de una semejante textura de color. Los
motivos de sus obras los encuentra y recoge ahora de su entorno
más inmediato. Y en ellas trata de precisar en el espacio
la felicidad que su observación ha descubierto con una mirada
llena de simpatía y sinceridad. Renoir no busca pronunciar
un juicio definitivo sobre el alma de las cosas, su apariencia le
basta. Esto le convierte en uno de los pocos pintores que no ha
pintado nunca un cuadro triste.

La iglesia de
cagnes

Tematica

este paisaje pintado en 1095, representa la iglesia de
Cagnes, pequeño pueblo de la costa azul francesa, cercano
a Antibes. Este fue el lugar donde la familia
Renoir estableció definitivamente su residencia debido al
cálido clima de aquel
lugar. Clima que
necesitaba para combatir la grave artritis reumática que
padecía el artista y que le causaba terribles dolores.
Vivieron primero en el edificio de correos, antes de que el
pintor se hiciera construir la casa "Les Colletes" en un espeso
olivar que se convirtió en el estudio al aire libre de sus
últimos años. Los turistas que transitaban le
molestaban cuando pintaba, porque el portero del hotel recomendaba la "visita" al
célebre artista.

Ese mismo año expuso cincuenta y nueve cuadros en
Londres y participó como presidente de honor en el
Salón de Otoño de París. Por entonces el
número de sus admiradores aumentaba sin cesar y empezaban
a aparecer frecuentes falsificaciones de sus obras.

Analisis Tecnico Y Estilistico

Este es uno de los pocos paisajes que Renoir pintó en
su época tardía. Paisaje que sorprende por la
técnica tan distinta que utiliza y que apenas tiene
conexión alguna con otro paisaje realizado el mismo
año: "Terraza en Cagnes". En esta obra no se encuentra el
habitual tratamiento que se observa en sus pinturas de asunto
humano. Aquí ha desaparecido el tapiz de colores y formas
sin clara definición. En su lugar utiliza una línea
de dibujo clara y delimitada con el que resuelve el volumen de la
iglesia y el ciprés haciendo de estos dos motivos los
protagonistas de la composición. Por el contrario, las
pequeñas figuras humanas que aparecen apenas están
esbozadas. También se observa un cambio en la
utilización de los colores, dispuestos con un pincel
sereno y preciso con el que colorea las superficies por medio de
tonos planos que recuerda a la técnica de los pintores de
Pont Aven como Gauguin, que Renoir conoció en los veranos
que pasó en esta localidad.

Interpretacion

El paisaje fue un tema que nunca atrajo con igual
pasión a Renoir que la representación de la figura
humana. Durante su etapa impresionista se dedicó a
él con mayor interés del que lo haría el
resto de su carrera artística. Pero a pesar de ésto
consiguió en obras como ésta, y en otros paisajes
que realizó tanto en Cagnes como en otras comarcas del
midi francés, en las que pasó algunas temporadas,
unas imágenes
en las que plasmó con acierto el encanto de estos
pequeños pueblos costeros con esa luz y esos cielos de
azul intenso propios del mediterráneo. Sin duda esa
visión relajada y alegre que el pintor reflejó en
obras como esta debió de influir en los pintores fauvistas
del círculo de Matisse, que llevarían este tipo de
paisaje hasta sus últimas consecuencias y que sin duda
encontraron en Renoir un ejemplo a seguir.

Gabrielle con joyas

Tematica

La muchacha protagonista de este lienzo es Gabrielle Renard.
Esta joven, prima de la esposa del pintor, entró al
servicio del
matrimonio como criada cuando contaba con catorce años, en
1893, poco antes del nacimiento de Jean, segundo hijo de la
pareja; y permaneció con la familia hasta
aproximadamente 1919, año en que se casó con el
pintor americano Conrad Slade.

Gabrielle que fue en principio niñera de los
niños Renoir, muy pronto se hizo indispensable, tanto en
razón del cargo de ama de llaves que asumió en la
casa, como porque se convirtió en el modelo que el pintor
utilizó para esos cuerpos sensuales que reflejaba en sus
obras de desnudos de mujer hermosa, a la vez rústica e
ideal.

Renoir la pintó multitud de veces en diferentes
actitudes y momentos, unas veces cuidando de sus hijos Jean y
Claude, al que llamaban Coco. Otras, sóla con alhajas,
flores o vestidos vaporosos y abiertos y con una gracia de
movimientos que quizá la joven nunca tuvo.

Analisis Tecnico Y Estilistico

Hacia 1898, se empieza a observar una nueva tendencia
cromática en las obras de Renoir. El pintor comienza a
utilizar unas armonias en tonos dominantes rojos y dorados. Ha
llegado a la conclusión de que debe intentar dominar el
efecto que el paso del tiempo causará sobre los colores de
sus obras. De esta manera cuando alguien le preguntaba sobre el
por qué de ese uso de los rojos tan excesivo, él
mismo le advertía que con el tiempo la cuerda
bajaría sola de tono y la pátina de los años
haría el resto.

Sus pinceladas son sueltas y fluidas dibujando unas formas
imprecisas y diluidas que dotan a la composición de una
apariencia etérea. Gabrielle pese a su estructura corporal
robusta y voluminosa, llega a resultarnos grácil y
delicada. Con todo ello Renoir logra una obra de gran atractivo
llena de un genuino y espléndido sentido decorativo.

Interpretacion

La relación de Renoir con respecto a los individuos
sencilllos nunca se alteró e incluso en sus obras
más tardías se fijó con mayor
simpatía en ellos, exteriorizando dicha relación en
obras como ésta de "Gabrielle con joyas".

Aunque muchos de los retratos de Renoir fueron perdiendo parte
del atractivo psicológico, y algunos llegan a defraudar
por el vacío de sus rostros. En otros es evidente el
esfuerzo emprendido por una individualización conveniente.
Esto es particularmente visible en los que en este momento
realizó de sus hijos, a los cuales describió bajo
los cuidados de su criada Gabrielle y en los que hizo de ella
sola. Cuadros en los que la representó en su laboriosidad
sencilla y rigurosa con quietud, sobriedad y agradecimiento.

Estas obras de Gabrielle están llenas de ese ambiente
tranquilo, apacible y cálido que Renoir expresa por medio
de la figura femenina con un estilo propio e inigualable.

Autorretrato de renoir

Tematica

Renoir realizó este autorretrato en 1910, cuando
contaba con 69 años. Este es uno de los pocos
autorretratos al óleo que el pintor dejó, cuya
imagen física
es más conocida debido a las fotografías de las
cuales existe una mayor cantidad de éstas en esta
última época de su vida.

En estos años Renoir atravesaba la peor parte de su
enfermedad. La artritis reumática que padecía le
provocaba tremendos ataques de dolor y sólo un año
después le paralizaría las dos piernas quedando
atado a una silla de ruedas. Tenía las manos como garras
de pájaro y le era imposible mantener el pincel, por lo
que hacía que se lo sujetasen a los dedos rígidos
atándoselo con cintas. Pero seguía pintando
día tras día cuando los ataques que le dejaban
paralizado durante varios días no le obligaban a
permanecer en la cama.

Analisis Tecnico Y Estilistico

Este autorretrato es exponente de lo que se ha venido
denominando la etapa roja, debido al predominio de este color que
se hace especialmente patente en sus obras a partir de 1898 y que
estará presente en éstas cada vez con mayor
intensidad hasta el final de su vida.

Aunque en este lienzo sigue la técnica de pinceladas
dispuestas con soltura y fluidez, no refleja ese sentimiento
festivo-decorativo que aparece en sus pinturas de asunto femenino
o infantil.

El cuadro está dotado de una gran penetración
psicológica y realismo que se ve intensificado por el
fuerte contraste que produce el fondo de recio color rojo, en el
que destaca la expresión del rostro en el que se adivina a
un hombre
envejecido y debilitado por la enfermedad pero lleno de
serenidad, sencillez y respetabilidad.

Interpretacion

Con este autorretrato Renoir escapa por un instante de la
búsqueda de un paraíso lleno de alegría y
felicidad, que parecía hallar siempre y que lograba
reflejar en sus obras, para mirarse a si mismo en el final de su
vida y mostrarnos la imagen de su propia persona tal y
como él mismo se veía. No en vano esta obra
pasó a formar parte de la colección personal de su
hijo Pierre como muestra veraz y llena de sentimiento de la
personalidad del gran pintor que fue su padre.

En otras ocasiones Renoir se retrató en dibujos a
lápiz con enorme realismo, reflejándose mientras
pintaba y mostrando esas manos deformadas por la artritis
reumática que padecía y que hicieron exclamar al
marchante de arte Vollard al contemplar como aquellas encorvadas
zarpas llevaban el pincel: ¡No se necesitan manos para
pintar!

Pero en estos autorretratos no hay lugar para la angustia y la
desesperación, Renoir no expresa lo difícil de su
situación a modo de lamento sino como imagen realista y
carente de afectación que reflejan fielmente la
visión de si mismo.

Bañistas (ninfas; descanso despues del baño)

Tematica

Renoir comenzó este lienzo en 1918 y lo terminó
en medio de fuertes dolores en 1919, pocos meses antes de su
muerte. En el
vuelve a tratar por última vez su tema más
recurrente, el del desnudo femenino, que tanto gustó de
representar en cuadros protagonizados por jóvenes
bañistas.

Una vez más representa a dos jóvenes que
recostadas en un campo repleto de flores descansan tras el
baño, mientras al fondo tres muchachas se chapuzan en el
agua. Con esta obra, Renoir hace una especie de resumen y
compendio de todos las demás que había realizado
con este motivo. Las muchachas reflejan el mismo arquetipo del
ideal femenino del pintor, son jóvenes robustas y
voluminosas similares a las que siempre había pintado,
cuyas abundantes formas se integran perfectamente en la
exuberante naturaleza, conformando una imagen con la que logra
plenamente su aspiración de apresar la belleza femenina en
una Arcadia eterna, inundada de sol.

Analisis Tecnico Y Estilistico

Con esta obra Renoir llega a culminar un estilo en el que
había estado trabajando durante los últimos veinte
años. Este estilo se caracterizaba tanto por la
temática de sus cuadros como por su procedimiento
técnico. En lo referente al tratamiento de la figura
humana, una vez más plasmará a estas
bañistas de cuerpos pesados, pechos firmes, hombros
redondeados y diminutas cabecitas esféricas, con unas
poses completamente naturales y un carácter algo
ensoñador. Trazándolas a base de pinceladas
ágiles y diluidas, por medio de un movimiento vivaz y
sinuoso, en una composición donde la línea recta
jamás aparece porque, como el propio Renoir afirmó,
ésta no existe en la naturaleza. El cuadro se compone de
un desbordante recubrimiento de flores y vegetación en el
que se sitúan las figuras cuyas profusas y onduladas
formas se totalizan con éste. Renoir utiliza aquí
un colorismo en el que predominan los tonos rojos rosados a los
que une un torbellino de blancos, amarillos, verdes y azules que
esparce de manera imprecisa por todo el lienzo.

Interpretacion

Esta es sin duda una de las obras maestras de Renoir. En ella
se resume tanto la fascinación que sentía por el
desnudo femenino como su capacidad para crear unas obras llenas
de alegría de vivir representadas por la integración con la naturaleza. Una
naturaleza de primavera eterna llena de vida y color. Es justo al
final de su vida y especialmente en esta obra cuando Renoir
consigue la dignidad y la grandeza de los antiguos. La opulencia
de carnes de estas bañistas se nos aparece casi como una
visión delirante del artista invalido y consumido que las
pintaba. Estas muchachas poseen el brío natural y la
serena autenticidad de sus comedidos movimientos que las
convierten en diosas terrenales. Renoir buscaba nuevas y eternas
bellezas y para ello fue capaz de mirar y plasmar siempre una
sola parte de la realidad con un arte totalmente sincero. En un
momento de su vida en el que la enfermedad se hizo presa de
él resulta extraordinario que nunca dejase penetrar en sus
obras la más mínima sombra de desesperación
o angustia y que se dedicase todavía con mayor fuerza a crear
el paraíso de existencia feliz que había perseguido
toda su vida.

 

 

Autor:

Fernando Poziña

Estudios en el Instituto Parish Robertson.
Informacion extraida de: Pinacoteca Universal multimedia
Renoir

Partes: 1, 2
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