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El maltrato por negligencia de los cuidadores (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

El grupo humano
integrado por miembros relacionados por vínculos de afecto
y sangre y en el
que se hace posible la maduración de la persona humana a
través de encuentros, contactos e interacciones
comunicativas que hacen posible la adquisición de una
estabilidad personal, una
cohesión interna y unas posibilidades de progreso
según las necesidades profundas de cada uno de sus
miembros (p. 290).

Se debe destacar en el concepto de
Ríos, que la familia a
través de la prestación de afecto y el
desenvolvimiento en las diversas relaciones, que le proporcionan
al infante o a otros miembros con los que conviven, influyen o
generan en el niño un ejemplo a seguir, que lo guía
en su desarrollo,
propiciándole una estabilidad personal y emocional
óptima para cada faceta de su vida.

Asimismo, el ICBF (2006) describe que la familia es
primordial, ya que es un escenario de socialización, el cual debe favorecer la
aplicación de los derechos del
niño. De igual manera, para Covadonga (1999) la
familia influye notablemente en el desarrollo (cognitivo,
personal, emocional y socio-afectivo) del niño,
desempeñando en sus primeros años de vida un papel
fundamental, ya que su finalidad se basa en que ésta
"… proporciona al niño todas las señales
iniciales de afecto, valoración, aceptación o
rechazo, éxito o
fracaso" (Burns, 1990 citado en Ruiz. p. 289).

Es de resaltar, después de las anteriores definiciones,
el papel primordial que tiene la familia en la vida del
pequeño a su cargo, puesto que se debe encargar no
sólo de promover y estimular su desarrollo, sino
también de hacer primar sus derechos como niño y
persona que hace parte de una sociedad.

Un ejemplo claro de la importancia que tiene la familia, lo
enuncia Fuillerat (2004) al referir que el niño al nacer
lo hace con algunos reflejos incondicionados, como es el de
succión, el cual a través de este no solo se
alimenta, sino que también involucra otros procesos como
el psicológico y sociológico; además
irá desarrollando los denominados reflejos condicionados
por medio de la ayuda y afecto brindado por las personas
responsables que le rodean y principalmente por la madre. De
igual manera el autor citando a González (1985), afirma
que la figura del adulto es necesaria para estimular el
desarrollo del niño durante sus primeros años de
vida.

Asimismo, autores como Amato (1987 citado en Covadonga, 1999)
a través de sus aportes a la
investigación de las familias, mencionan que
ésta tiene como uno de sus propósitos, promover el
desarrollo de la identidad,
socializándolo por medio de un contexto que le permita el
desenvolvimiento de sus habilidades y la obtención de
metas personales. Esto con la finalidad de que logre obtener
objetivos
socialmente valorados, a través de una adecuada
estimulación y de un modelo
propicio de conducta social.
Por consiguiente, se espera que la familia cubra las principales
necesidades, respetando por lo tanto, sus derechos como ser
humano y brindándole la adecuada estimulación para
su desarrollo.

Del mismo modo, Moreno (2001) proporciona por medio de sus
estudios sobre el abandono físico o negligencia infantil,
una definición importante de lo que se espera que cubra la
familia del niño que tienen a su cargo, refiriendo
que:

La familia debe ser un lugar convivencial estable, que
disponga de los recursos
mínimos (económicos, laborales,
higiénicos), donde el menor sea respetado como persona,
se cubran sus necesidades básicas, afectivas y
educativas, se le proteja contra las situaciones agresivas del
medio en el que se desarrolla, reciba cuidados adecuados ante
situaciones especiales de enfermedad o limitación, y un
largo etcétera (p.23).

No obstante, el autor reporta que la función
principal de la familia no es sólo las que se acaban de
mencionar, sino que además deben ayudar y aportar con los
procesos de desarrollo fisiológico y con las experiencias
cotidianas, para promover su adecuada evolución.

Hasta este momento, los investigadores mencionados describen
una forma adecuada de la relación de los padres o
cuidadores con el niño, es por esto, que la importancia de
la aceptación o rechazo que éste grupo tenga, puede
generar en el niño una motivación o una perturbación que se
hará notable más adelante, afectando el desarrollo
social, emocional, físico, motriz, entre otras
problemáticas que le pueden ocasionar.

En efecto, Repetti, Taylor y Seeman
(2002 citado en Gracia, Lila & Musitu, 2005) confirman lo
anterior, mencionando que se presentan dos dimensiones de la
conducta de los cuidadores, donde por una parte está la
aceptación que tienen hacia los hijos y por otro lado se
presenta el rechazo, teniendo en cuenta que las dos hacen parte
de todas las sociedades
humanas. Pero antes de comenzar a especificar ésta
última, se debe mencionar la definición dada por
Rohner (1986 citado en Gracia et al., 2005) sobre la conducta
parental, la cual es comprendida como algo permanente donde en un
lado se encontrarían los padres que manifiestan al hijo su
afecto de manera verbal y físicamente; y por el contrario,
en el otro extremo se encuentran los encargados del niño
que manifiestan a través de su conducta la
desaprobación hacia el niño, sintiendo
aversión por sus propios hijos, y empleando por lo tanto,
medios
más severos de castigo.

Se debe destacar que en la definición sobre la conducta
parental, se evidencian las dos dimensiones o extremos del
comportamiento
de los padres hacia sus hijos, mostrándose la
aceptación y el rechazo, así como las consecuencias
que la última tiene sobre él. Por lo anterior, es
importante definir el rechazo parental para tener una mejor
comprensión de la forma de comportamiento adquirido por
los cuidadores; siendo entendido como una "ausencia del calor, afecto
o amor de los
padres hacia sus hijos, o el privarlos de éstos de modo
significativo, actitud que
puede adoptar tres formas: a) hostilidad y agresividad; b)
indiferencia y negligencia y, c) rechazo indiferenciado" (Rohner,
1986 citado en Gracia et al., 2005. p. 75). Se observa en esta
definición el lado opuesto de los padres que aceptan
adecuadamente a sus hijos, evidenciándose una familia que
mantiene un comportamiento negligente hacia los niños a
cargo, donde son rechazados y por lo tanto se presenta una
desatención de las principales necesidades que se
requieren en una temprana edad.

Peña (2005) confirma lo citado, refiriendo a
través de su investigación sobre:

El fenómeno de rechazo a un miembro familiar puede
tener origen en circunstancias previas de natalidad no
planeada, padrastrazo, hijos extramatrimoniales o hijos en
familias superpuestas resultantes de la unión de
familias nucleares incompletas que combinan hijos de uniones
anteriores y/o actuales. En estos casos se encuentran
niños con carencias afectivas, sobre los cuales se suele
descargar, a manera de compensación, la tensión
generada por problemas y
frustraciones. También se presentan casos de
niños percibidos por el padre como sujetos indeseados o
representación de resentimientos pasados, de males
congénitos o de conductas indeseadas (p. 6).

Con lo anterior, se evidencian algunos de los factores que
conllevan al rechazo de los hijos por parte de los padres,
quienes destacan por medio de sus conductas, la irresponsabilidad
de la unión entre dos familias, la historia de aprendizaje de
los maltratantes, la planeación
inadecuada de los hijos y su aversión hacia estos. Es
así como Gracia, et al. (2005) proporcionan una mirada de
como pueden ser vistos los cuidadores, refiriendo que "los padres
indiferentes o negligentes pueden ser percibidos como
fríos, distantes y despreocupados, y tienden a ser
inaccesibles, física y
emocionalmente, y poco responsivos con sus hijos" (p.76).

Sin embargo, Kagan (1978 citado por Gracia, 2002) hace un
aporte donde refiere que "la definición de un padre como
hostil o afectivo no puede ser realizada únicamente
observando la conducta de los padres, puesto que ni el amor ni el
rechazo son cualidades fijas de la conducta" (p. 275). Es decir,
que las conductas parentales no son una acción
emitida por los padres a los hijos, sino que es una creencia que
mantiene el niño, por lo tanto su impacto no sólo
se debe analizar desde la conducta emitida por la familia, sino
de igual manera desde la perspectiva creada por el
niño.

Por lo anterior, varios autores a través de la
realización de estudios e investigaciones,
han tomado posturas que evalúan la conducta emitida tanto
por los padres como por el niño, con el objetivo de
alcanzar una mejor comprensión de las variables y
los factores de riesgo que
conllevan a la problemática vivida por la familia, para
así, generar un adecuado plan de
intervención que permita abarcar mejor la
problemática.

De tal manera, se evidencia a través de la
investigación realizada por Lila y Gracia (2005), algunas
variables que se deben tener en cuenta al momento de estudiar el
fenómeno, éstas son entendidas como eventos
estresantes que se presentan tanto a nivel individual, familiar y
social. Señalando en la parte individual, los problemas de
conducta del niño y la sintomatología
psicopatológica en los padres; desde lo familiar, se
menciona la conducta, el clima y el
estrés; y
en cuanto a lo social, hacen referencia a la integración y adaptación al medio o
comunidad,
donde conviven con otros grupos
familiares. En estos padres o cuidadores que viven ciertas
situaciones, se puede presentar por tal motivo, un mayor peligro
de maltrato negligente hacia sus hijos.

A continuación se tendrán en cuenta los factores
mencionados, así como las variables que hacen parte de
cada uno de estos, las cuales son comprendidas como eventos que
pueden generarse en niveles o factores individuales, familiares y
sociales o contextuales. Es de destacar que estos afectan
directamente a la familia y por lo tanto al niño que se
encuentra bajo su cargo y protección.

Factores Individuales

El factor individual abarca las características y
comportamientos de los padres, así como las conductas
emitidas por el niño para despertar el interés de
sus cuidadores; es por esto que, a través de diversos
investigadores se comprenden las diferentes variables que hacen
parte de esta.

Moreno (2001) cita a algunos autores como Polansky, De Saix y
Sharlin (1972), quienes enuncian cinco tipos de madres
negligentes que no se encuentran en las condiciones adecuadas
para cumplir su rol y satisfacer las necesidades básicas
de los niños, haciendo referencia a la madre
apática, la inmadura, con presencia de retraso mental, la
madre con depresión
reactiva y la madre psicótica. Por lo anterior, Moreno
analiza que las causas de esto, se debe a que:

Puede tratarse de factores caracteriológicos como el
miedo a la cercanía, sentimiento de inutilidad que
disuaden del acercamiento a los otros, infradesarrollo de las
habilidades sociales o rasgos de personalidad
que provocan rechazo. Puede tratarse de aspectos situacionales
como la movilidad geográfica, la apariencia externa
rechazante, la maternidad adolescente o sin pareja, la discriminación racial, etc. (p.55).

Las características que se acaban de mencionar sobre
las madres negligentes, permiten evidenciar los comportamientos
que mantienen las progenitoras, así como todos los
factores que se relacionan unos con otros; evidenciando que el
trato recibido por parte de la familia, por motivos o
problemáticas que no son conocidos y que difieren de un
caso a otro, es la misma relación que mantiene la madre
con sus hijos, presentando por tal motivo la negligencia, el
descuido y el rechazo hacia ellos.

Otro factor, se evidencia a través de los estudios
realizados por Lila y Gracia (2005), que citan algunos autores
entre los que se encuentran Day, Peterson y McCracken (1998),
quienes afirman que una de las variables que determina la
aceptación o el rechazo de la familia, es la conducta
emitida por el niño, señalando que ésta
influye en la relación con los padres llegando a ser en
algunos casos coactiva. Sin embargo ante la afirmación, se
cita también a Gershoff (2002) quien por medio de estudios
ha encontrado, que la conducta de los niños es generada
debido a la aplicación de malas técnicas
disciplinarias por parte de los padres; por lo tanto las dos van
dirigidas según el autor, hacia una relación mutua
y bidireccional.

Es por esto, que se puede comprender que la conducta asimilada
por el niño, es en cierto modo una consecuencia de la
conducta que mantiene el cuidador hacia él, de tal forma
que la relación que se presenta en estos casos, es
propiciada por una familia conflictiva que lo rechaza.
Además Moreno (2001), en sus estudios sobre el tema,
refiere que las madres negligentes presentan un "único
patrón de respuesta", puesto que se evidencian
distorsiones cognitivas que se enfocan en la apreciación,
atribución y comportamientos negativos del niño
(Larrance & Twentyman, 1983). Es decir que,
independientemente de la manera como se comporte el niño,
así sea provocada por la conducta del progenitor, este no
reaccionará a las señalas emitidas por
él.

Lila y Gracia (2005), citando varios autores (Paquette,
Bolté, Tucotte, Dubeau & Bouchard, 2000; Spieker,
Larson, Lewis, Keller & Gilchrist, 1999) comprenden que la
conducta de algunos padres, se debe a la presencia de trastornos
de personalidad, los cuales se relacionan notablemente con el
rechazo, destacando la ansiedad y los síntomas depresivos,
como los más sufridos por las madres. Ante esto, se
podría recalcar cómo las conductas emitidas por las
cuidadoras hacia sus hijos al momento de presentarse estos
trastornos, son usadas equívocamente generando en el
niño un comportamiento diferente y provocador para
ellas.

Otra variable a tener en cuenta es el coeficiente intelectual
de la madre, el cual, en la investigación realizadas por
Tymchuc y Andron (1990 citado por Moreno, 2001) se
encontró que no todas las progenitoras que presentan
retraso mental son negligentes, por lo tanto Moreno, considera
que "la negligencia podría atribuirse a la falta de
habilidades en el cuidado de los hijos, a un desconocimiento de
las etapas evolutivas, etc." (p.55). Los investigadores a
través de sus estudios, permiten tener una
aclaración de las madres que presentan un coeficiente
intelectual bajo, el cual no siempre es un factor de riesgo para
el niño por parte del cuidador negligente, sino va
más hacia la falta de atención y de capacitación de su cuidado.

Ahora bien, haciendo referencia en la compensación de
las necesidades afectivas, también se evidencian algunos
factores precipitantes, por los que se ven afectadas las madres.
Fernández (2005) menciona que esto se debe primero, a la
inestabilidad emocional y a la adquisición de actitudes
pasivas con sentimientos ansiosos y de culpabilidad,
los cuales no le permiten establecer relaciones adecuadas con los
hijos; el segundo factor que evidencia el autor, es debido a la
presencia de conflictos sin
resolver; y un tercero que son los problemas matrimoniales.

Con lo anterior, se puede comprender que el comportamiento de
estas madres, se ve afectado por las relaciones establecidas con
los otros, las cuales han sido marcadas por situaciones
inestables, que no le permiten generar vínculos seguros y por lo
tanto, genera una disminución en el contacto que establece
con su hijo.

Además, Pérez (1997) menciona unos factores
precipitantes que pueden generar en los cuidadores conductas
negligentes hacia sus hijos, entre los que se encuentran:

Embarazo no planeado ni deseado; madre soltera o padre solo;
padres jóvenes; padres que hayan sido niños
maltratados; escaso intervalo en el nacimiento de los hijos;
padres estresados; con pobre conocimiento
de la crianza y el desarrollo del niño; enfermedad aguda
o crónica; disturbios emocionales; falta de
vínculo con el niño; falta de autocontrol
(p.153).

Estos factores que son estresantes para el progenitor, generan
en ellos acciones que
van en contra de los niños que se encuentran bajo su
protección. Pues como lo menciona Perry (1999), los padres
que critican y rechazan, tienden a afectar las relaciones con los
hijos, generando en ellos la evitación de la intimidad
emocional. Además refiere que debido a la
depresión, el abuso de sustancias, los problemas
personales u otras variables vivenciadas por las madres, son
menos sensibles a él, interfiriendo por lo tanto en la
estabilidad para proporcionar las necesidades adecuadas.

Es de resaltar que estas variables se presentan de manera
continua en la familia y a demás en la mayoría de
los casos, son varios los factores que perturban a los
cuidadores. Pues como lo menciona Lila y Gracia (2005), la
acumulación de estos eventos, que son estresantes para la
familia, son un gran indicador de rechazo parental. Por lo tanto
es de afirmar que la presencia de una o varias variables son
factores de riesgo que precipitan la conducta de rechazo y por lo
tanto, la negligencia de los cuidadores.

Desde las posturas destacadas por Moreno (2001) quien cita a
otros autores, hace referencia a los diferentes modelos que
intentan explicar las causas del abandono físico o
negligencia infantil. Donde el modelo cognitivo, considera la
problemática como una consecuencia de distorsiones
cognitivas, expectativas y malas percepciones de los cuidadores
(Larrance & Twentyman, 1983); el modelo psiquiátrico,
menciona que se presenta esta forma de maltrato debido a la
presencia de psicopatología parental (Polansky, 1985;
Factor & Wolfe, 1990); el modelo del procesamiento de la
información, expresa la presencia de una
manera particular de este procesamiento en las familias, donde
los progenitores no perciben las señales emitidas por el
pequeño (Crittenden, 1993); y el modelo de afrontamiento
del estrés, el cual refiere, que esta problemática
se debe a la manera como los progenitores evalúan y
aprecian las situaciones estresantes que se les presentan
(Hillson & Kuiper, 1994). Además se plantea que la
poca implicación conductual y psicológica,
así como la búsqueda de apoyo de manera inadecuada
y la eliminación de actividades, son las estrategias
utilizadas por las personas que llegan a ser negligentes para dar
solución a los problemas.

Es de enfatizar en las perspectivas mencionadas por los
diferentes modelos, que las principales causas por las que se
presenta el maltrato negligente de los cuidadores con los
niños que tienen bajo su cuidado, son debido a:
problemáticas cognitivas, percepciones inadecuadas,
psicopatología parental, métodos
inadecuados del procesamiento de información, las
situaciones estresantes por las que pasan los padres y su
inapropiada solución a los problemas.

Sin embargo, después de mencionar algunas de las
características que pueden presentar los padres
negligentes, es de resaltar que no siempre las manifestaciones
que se encuentran al lado negativo, son las únicas, ya que
el extremo positivo también desempeña un papel
negligente por parte del cuidador hacia su hijo. Pues como lo
refiere Sires (s.f.):

Este concepto abarca también a aquellos padres que
producen excesos por encima de sus posibilidades que hacen a un
niño diferente de otro, siendo un fenómeno social
que comienza en el hogar, continúa en las salas de la
maternidad y puede extenderse más allá de la
adolescencia, si no se le presta debida
atención, es además un problema progresivo que
afecta ha niños procedentes a menudo de familias
disfuncionales, con múltiples problemas
económicos, maritales, con limitaciones intelectuales y pobre relación padres e
hijos (p.10).

Las causas o variables que incitan la conducta de algunos
padres hacia el rechazo del niño, o por el contrario el
exceso de sobreprotección, son las que se han venido
mencionando en el transcurso del capítulo por diferentes
autores a través de la aplicación y desarrollo de
investigaciones. Las cuales permiten destacar que los extremos de
las conductas de los padres/cuidadores son perjudiciales para los
niños que se encuentran bajo su protección.

Factores Familiares

Este factor implica las relaciones familiares, maritales, con
la pareja, así como la historia de aprendizaje y
desarrollo de los padres. Es por esto, que una de las variables
comprendidas son las relaciones conflictivas en las familias,
siendo generadores de un ambiente
inseguro que acompañado además de castigo y
rechazo, estimulan la ansiedad y agresividad (Scott, Scott &
McCabe, 1991 citado por Covadonga, 1999).

También se evidencian constantes altibajos en la
relación de pareja, presentando momentos positivos y
negativos; así como inestabilidad en el manejo del
poder de la
relación (Moreno, 2002). Este conflicto que
se forma generalmente entre los padres, quienes son el ejemplo de
una relación afectiva para el infante, se presenta de
manera permanente, siendo una influencia constantemente negativa
para el niño y por lo tanto afectando su desarrollo de
autonomía y confianza (Covadonga, 1999). Se debe
señalar que la conducta que mantienen los padres al
mostrarse agresivos en su presencia, es una forma de negligencia,
como se había mencionado anteriormente, el cual tiene un
impacto en el área emocional del niño.

Los dos aspectos indicados (relaciones conflictivas en la
familia y altibajos en la relación de pareja) conforman el
clima familiar, otra variable que puede provocar un maltrato
negligente en el infante, el cual es mencionado en la
investigación realizada por Lila y Gracia (2005), quienes
han comprobado que ésta determina la aceptación y
el rechazo de la familia, la cual se compone de ciertos
comportamientos como "la cohesión familiar, la
expresión de sentimientos, el nivel de conflicto familiar,
el grado de autonomía de los miembros de la familia, la
participación en actividades conjuntas, compartir
inquietudes culturales o intelectuales" (p. 110).

Por lo anterior, Darling y Steinberg (1993 citado por Lila
& Gracia, 2005), afirman que el clima familiar cumple un
papel significativo, puesto que permite la interpretación de conductas, así
como las mismas interacciones que se generan en el ambiente
familiar. Cabe resaltar que esta variable es uno de los factores
más importantes, el cual abarca varios comportamientos que
influyen en las conductas e interacciones de los cuidadores hacia
el niño a su cargo.

Acerca de las experiencias que viven los padres, se debe
mencionar los hallazgos obtenidos a lo largo de los años,
donde Gómez y De Paúl (2003) en su
investigación, aluden que en la historia de infancia de
los cuidadores es característico, que la mayoría de
ellos hayan sido rechazados y maltratados por sus padres,
convirtiéndose probablemente en maltratadores de sus
hijos; es así como la hipótesis mencionada fue aceptada en la
década de los 70 por la mayoría de los casos que se
encontraron, presentándose una discriminación en ciertas situaciones hacia
los padres y madres que habían sufrido de malos tratos.
Sin embargo, hacia los años 80 y 90, se debaten las
investigaciones realizadas encontrando diversos problemas que no
permiten la verificación de la información. Aun
así, en la actualidad se sigue presentando lo que Garmezy
(1983 citado por Gómez y De Paúl), denominó
"‘error etiológico’, error que consiste en
que, mientras que retrospectivamente la historia de maltrato
conduce de forma aparentemente inevitable a maltratar,
prospectivamente haber sido maltratado no lleva necesariamente al
maltrato" (p. 452).

Las experiencias que viven los padres negligentes en su
temprana edad, les enseña la manera de tratar a las
personas con las que se relacionan, principalmente con sus seres
queridos. Debido a esto, los investigadores han referido de las
personas que vivencian maltrato de niños, que la
mayoría de ellos son de adultos padres maltratantes. Perry
(1999), reafirma lo mencionado diciendo que "en las familias
maltratantes, es común que este rechazo y abuso sean
transgeneracionales. El padre negligente, fue un niño que
sufrió negligencia. Crían como fueron criados"
(p.6).

De la misma manera, Moreno (2002) verifica por medio de su
investigación, lo mencionado, refiriendo que los
cuidadores negligentes repiten con sus hijos el modelo de crianza
que tuvieron de pequeños, verificando que esto se debe a
un ejemplo parental inapropiado, del cual, se muestran evasivos
al momento de tener que referirse a su niñez.
Además, el autor para afirmar la concordancia de los
datos
obtenidos, cita a Belsky (1993); Kaufman y Zigler (1989); Browne
y Linch (1995), quienes consideran que la historia de aprendizaje
de los cuidadores condiciona las relaciones entre padres e hijos,
así como su método
disciplinario, el cuidado y atención que deben
recibir.

Por lo anterior, se podría enfatizar en cuanto a los
padres negligentes, que la mayoría de ellos tienden a
repetir su historia de aprendizaje con sus hijos, debido
principalmente a que su enseñanza se basa en el comportamiento de
los padres cuyo afecto, atención y relaciones con los
demás, se presentó de una manera fría,
rechazante y negligente, siendo por lo tanto, un caso de maltrato
que generó un impacto en el desarrollo del niño que
ahora pasa a ser padre.

Factores Sociales y Contextuales

Con los factores sociales se pretenden abarcar las relaciones
con otros grupos de personas como la familia extensa, los
profesores del niño, vecinos, compañeros de
trabajo y
otros, con los que se tienen que comunicar y que pueden ser
una red de apoyo
de los cuidadores. Respecto a los factores contextuales, se
comprenden las variables socioeconómicas, el ambiente
laboral,
problemas judiciales, entre otros, que es a lo que están
expuestos los padres, siendo el medio donde se desenvuelven.

En cuanto a las relaciones de los padres negligentes con la
familia extensa, Moreno (2002) describe una comunicación conflictiva, entre los cuales,
el apoyo no es brindado debidamente, generando en algunos casos
la desatención de las necesidades básicas cuando se
espera la ayuda necesaria, como por ejemplo "para la supervisión del menor durante un corto
periodo de tiempo"
(p.145). Ante esto, se podría decir que las familias no se
proporcionan entre ellos la colaboración pertinente,
presentándose una rivalidad o despreocupación entre
los mismos, llegando a damnificar a los hijos por las decisiones
y relaciones que mantienen.

Respecto a la educación, los
padres y maestros tienen el deber de esforzarse por proporcionar
de manera adecuada el aprendizaje
del niño, es por esto que Cavadonga (1999), citando
autores como Moreno y Cubero (1990), refieren que la escuela
deberá ser un lugar que coincida con los valores
familiares, puesto que es el contexto en el que se integra y
desarrolla el niño. Por consiguiente, la familia junto con
la escuela, cumplen un papel importante en el desarrollo
infantil, sin embargo cuando esta relación se ve afectada
por el desinterés del cuidador, dejando de proporcionar el
ambiente optimizante, por lo cual se convierte en una
problemática más, que afecta tanto al niño
como al grupo familiar.

Por otro lado, en los estudios realizados por Lila y Gracia
(2005), se consideraron algunas variables que afectan la conducta
de los padres, tales como el estatus socioeconómico, la
integración y adaptación a la comunidad, así
como la participación y la asociación. Se enfatiza
respecto a esto, que al tener una mejor participación y
adaptación al sistema social,
se generan mejores relaciones con los hijos, presentándose
de una manera más cálida y afectuosa;
además, esta integración con el contexto les
proporcionan a los cuidadores relaciones de apoyo, que les sirve
para afrontar problemas emocionales o necesidades en cuanto a la
protección y cuidado del pequeño (Cochran &
Niego, 1995; Gracia & Musitu, 2003 citados por Lila &
Gracia).

Sin embargo, es de mencionar, que las familias negligentes no
mantienen la adaptación mencionada, por lo tanto estos
factores, pasarían a ser eventos estresantes que se
producen fuera de la familia pero que los afecta como tal;
abarcando las dificultades económicas, los problemas
legales, el ambiente laboral y social, entre otros.

Es así como Pérez (1997), hace referencia a los
factores sociales y culturales a los que se ven expuestas las
familias, mencionando los siguientes: "Aceptación de
patrones de violencia en
la educación
de los niños; escasos recursos económicos;
problemas laborales; bajo nivel cultural; alta movilidad social;
emigración; marginación; hacinamiento; prostitución y/o delincuencia
de los padres; falta de apoyo social" (p.153).

Moreno (2001), confirma lo anterior, diciendo que los
cuidadores no responden socialmente a las situaciones
ambientales, por lo tanto para explicar los factores sociales y
contextuales que propician el abandono físico o
negligencia infantil, se remite al modelo sociológico de
Wolock y Horowitz (1984), quienes consideran que esto se produce
debido a la insuficiencia económica o las situaciones de
aislamiento social.

En las dos citas mencionadas por Moreno y Pérez, se
evidencia la importancia que tiene la sociedad y el contexto con
el que se relaciona y desenvuelve la familia. A su vez, se
demuestran las dificultades que se les pueden presentar a los
padres al no adaptarse de manera adecuada al medio que les
rodea.

Una de las variables que más se han mencionado en los
diferentes estudios es a la que hace referencia Pino, Herruzo
& Moya (2000), quien revisando algunas investigaciones (p.e.,
Arruabarrena & De Paúl, 1994; Cazenave & Straus,
1979; Garbarino & Kostelny, 1992; Guterman, 1997; Hampton,
1987; Kruttschnitt, McLeod, & Dornfeld, 1994; Martínez
& De Paúl, 1993; Pelton, 1978; Shameroff &
Chandler, 1975; Wolfe & Pierre, 1993), concuerdan en
señalar que la pobreza, es un
factor muy ligado al maltrato por abandono de los cuidadores. Por
lo tanto, el autor citando otros autores, menciona que es
difícil aislar los factores socioeconómicos de esta
forma de maltrato, ya que la mayoría de los casos se
presentan principalmente en la clase
socioeconómica baja (Wolfe & Pierre, 1993;
López, 1995). En una investigación más
reciente, Moreno (2002) evidencia que estas situaciones de las
familias negligentes, son inestables, presentando dificultades
para pagar las deudas y por lo tanto planificando de manera
inadecuada sus gastos.

Sin embargo Torralva et al. (1999), refieren que el factor
económico puede perjudicar a los padres en cuanto a la
satisfacción de las necesidades básicas requeridas
por los hijos, pero aún así, no es suficiente esta
razón para rotular a los cuidadores como negligentes. Los
autores indican que la falta de los padres para cumplir con las
necesidades básicas, así como la de la incapacidad
de la sociedad para ayudarlos, puede generar daños
severos. Es de resaltar la aclaración dada por los
investigadores, respecto al estado
socioeconómico de la familia, el cual por ser bajo, no
necesariamente genera un comportamiento negligente por parte del
cuidador, además, como se ha mencionado anteriormente,
ante esta falta de los padres, es deber de la sociedad y del
gobierno,
colaborar y ayudar en el desarrollo y formación del
niño.

Otra variable a tener en cuenta, son las relaciones sociales
de los cuidadores, las cuales según Moreno (2002), son
pocas e incluso en algunos casos son nulas, es decir no mantiene
un trato con otras personas; esto se debe de pronto a la poca
disponibilidad por parte de las familias cercanas, así
como a la conducta evasiva de los cuidadores para solicitar
ayuda. Ante la variable de las relaciones sociales, se evidencia
como el comportamiento de los padres negligentes, perjudican las
relaciones con los demás, dificultando su
adaptación al medio y por lo tanto no satisfaciendo
algunas necesidades del niño, al necesitar el apoyo de
otros.

De la misma manera, Moreno (2002) a través de estudios
e investigaciones sobre los cuidadores negligentes, aporta otros
factores a tener en cuenta, que hacen referencia a la parte
social y contextual; se menciona la inestabilidad que tienen los
progenitores en cuanto a: condiciones de vivienda, siendo
inadecuada respecto al espacio, seguridad e
higiene; la situación laboral, donde ninguno de los
padres mantienen un trabajo estable, sino que usualmente se
dedican a realizar acciones ilegales y/o marginales. Es
así como el autor deja ver la importancia del contexto en
el desarrollo y convivencia de la familia, la cual se puede ver
afectada debido a la inestabilidad que tienen los padres a nivel
económico y por las diversas acciones riesgosas,
realizadas por estos mismos.

Es importante aclarar, que en los anteriores factores
mencionados, las variables se relacionan unas con otras, es
decir, las características de los cuidadores negligentes a
nivel individual, podrían generar repercusiones en la
conducta que mantienen con otros seres humanos, afectando las
interacciones a nivel general. Por lo tanto se presentarán
de igual manera, problemas familiares, sociales y contextuales
que afectarán al individuo.

Después de haber citado a diversos autores, quienes por
medio de investigaciones proporcionan una información
pertinente de los padres maltratantes, es importante
señalar las dificultades por las que estos mantienen una
conducta de rechazo y desatención de las necesidades
básicas de los infantes a su cargo; por lo tanto, se
establecen como características de los cuidadores
negligentes, tres principales factores de riesgo (ver figura 6),
los cuales son: los individuales, familiares y sociales/
contextuales. Se debe resaltar que es difícil establecer
cuales son las variables que determinan la conducta negligente,
puesto que se debe tener en cuenta la cultura, el
país, las problemáticas sociales y particulares a
las que están expuestas las familias; de igual forma, se
debe destacar que son varias las causas por las que los
progenitores, mantienen una conducta indiferente con los
niños, convirtiéndose en estresores que afectan a
los padres y por lo tanto a la familia como tal. Finalmente, se
debe mencionar que la presencia de factores de riesgo, no siempre
implica que los padres o cuidadores sean negligentes con sus
hijos, ya que esto se relaciona y depende de las estrategias de
afrontamiento que ellos apliquen para la solución de los
problemas.

Figura 6. Características de
los cuidadores negligentes.

Impacto de la
Negligencia Sobre el Desarrollo de los Niños

La infancia es un momento evolutivo que incluye gran variedad
de cambios fisiológicos y psicológicos. "Es un
proceso
multidimensional que incluye cambios en el plano físico o
motor (su
capacidad para dominar movimientos), intelectual (su capacidad
para pensar), emocional (su capacidad para sentir) y social (su
capacidad para relacionarse)" (Torralva et al. 1999. p. 306).

Estos cambios constituyen un proceso, mediante el cual el
niño adquiere las habilidades que le permiten adaptarse
gradualmente a su medio. Estas transiciones evolutivas no ocurren
como hechos aislados, sino que se encuentran altamente
correlacionadas con las condiciones ambientales ofrecidas por los
padres o adultos responsables de su cuidado. Ante esto, parece
lógico pensar en la familia como derecho fundamental de un
niño. Moreno, Rabazo y García (2006) confirman este
principio:

Uno de los derechos primordiales de los menores, es el de
tener una familia que se responsabilice de sus necesidades, que
le de afecto y apoyo social. No obstante, si sucede alguna
anomalía o se produce alguna alteración en la
interacción del niño con el medio
durante la primera infancia, pueden aparecer en el menor una
serie de trastornos de naturaleza e
intensidad diferentes (p.56).

Como puede observarse, la ausencia de estas figuras puede
traer consecuencias considerables en las diferentes áreas
de desarrollo evolutivo. En este punto, es importante resaltar
que no solo basta con que los cuidadores estén presentes,
sino que es de vital importancia que estos se relacionen
constantemente con el niño, de tal forma que se promueva
la formación de vínculos fuertes, que permitan la
construcción de un espacio seguro y
motivante. Los autores que se han abocado al tema, afirman que el
desarrollo del infante está directamente relacionado con
los niveles de contacto que se establezcan entre él y su
cuidador, respondiendo física y emocionalmente a los
llamados del niño, así como de forma consistente y
clara. Lo que en últimas le proporcionará diversas
aplicaciones de comportamientos apropiados (Soler, Rivera,
Figueroa, Sánchez & Sánchez 2007; Moreno et
al., 2006).

La negligencia infantil, es precisamente esta
disminución de los vínculos afectivos con el
niño. López (1995) citado por Pino et al. (2000),
plantea que la interacción niño-cuidador en el caso
del abandono, se caracteriza por una comunicación y
estimulación infantil, un estilo educativo despreocupado y
no exigente; y por un rechazo a los hijos o falta de respuesta a
sus necesidades. De esta manera los requerimientos
biológicos, físicos y psicológicos son
desplazados a un segundo plano. Este desplazamiento conlleva una
serie de solicitudes acumuladas, que al no ser atendidas por el
adulto, forman en el infante una percepción
de un ambiente pasivo y poco motivador, que no le permite
desarrollarse por lo que se ve afectado y disminuido su
crecimiento global.

Fernández (2005) explica que el síndrome de
carencia afectiva, es una entidad nosológica que
actualmente incluye una serie de trastornos que afectan
fundamentalmente al crecimiento, desarrollo y comportamiento
infantil. Este problema recibe varios nombres como
síndrome de carencia afectiva, deprivación
emocional, deprivación materna, fracaso de crecimiento
ambiental, nanismo por deprivación, hiposomatotropismo
reversible, hipopituitarismo transitorio, nanismo
psicosomático, nanismo por abuso, retraso de crecimiento
de origen psicosocial, hospitalismo y más recientemente
síndrome de Kaspar Hauser.

En definitiva y sin trascender en las denominaciones de esta
problemática, es primordial considerar aquellas
repercusiones en el crecimiento y desarrollo del niño, que
puede generar problemas crónicos sino se intervienen
adecuadamente y a tiempo. Asimismo, hay que resaltar que el
daño
depende de la etapa en la que se presenten estas carencias, ya
que existen etapas del desarrollo en donde la vulnerabilidad es
mayor. Ante esto, la teoría
establece que el primer año de vida tiene especial
importancia, ya que el sistema nervioso
central se encuentra en una fase de crecimiento
rápido, y es aún muy vulnerable a las influencias
del medio (Dobbing, 1968 citado por Andraca, Pino, De la Parra
& Rivera, 1998).

Por otra parte, existen diferencias individuales que
determinan el impacto o no, que puedan ocasionar las relaciones
negativas del medio ambiente
sobre el desarrollo y comportamiento del niño, es decir
que no todas las personas responden de la misma manera a los
estímulos del ambiente. Van der Kolk (2004 citado por
Ramírez,
2006) resalta que:

El impacto hace referencia básicamente a la
experiencia de trauma psicológico, a las consecuencias
que tiene en las distintas dimensiones del desarrollo de los
niños/as y a los términos de tiempo en que se
muestran dichas consecuencias. Lo anterior depende de varios
elementos: en primer término, de la capacidad de
resiliencia del niño/a, de la clase de maltrato, de la
percepción del trauma y de la intensidad del evento
vivido. Adicionalmente, se consideran otros factores como son:
la vulnerabilidad, el temperamento y la capacidad de ajuste que
también inciden en la forma como se elabore el trauma
(p.293).

Uno de los factores mencionados por este autor es la
resiliencia, mediante la cual una persona es capaz de superar las
adversidades, adaptándose al medio que le rodea de una
manera saludable. Es por esto, que no en todas las situaciones de
maltrato por negligencia se dan las mismas consecuencias
negativas. De acuerdo con Ruther (1992 citado por Kotliarenco,
Cáceres y Fontecilla, 1997), la resiliencia hace
referencia a un conjunto de procesos sociales e
intrapsíquicos que determinan la posibilidad de tener una
vida sana, aún cuando se crezca dentro de un medio insano.
Por esta razón, es importante que los estudios sobre el
impacto de la negligencia o las otras tipologías de
maltrato, amplíen sus visiones de tal forma que tanto
autores como lectores no sesguen sus conocimientos al tener en
cuenta únicamente las consecuencias negativas en
situaciones de alto riesgo, sino que se establezcan explicaciones
que abarquen ambos puntos de vista. Esto resulta positivo, ya que
este fenómeno como se verá más adelante
constituye una variable que influye en la manera como se
evalúa este impacto. Lo anterior plantea uno objetivo
válido e importante para futuras investigaciones.

Otro aspecto relacionado con el apartado preliminar, es el
error que se comete al situar al niño como
"víctima". Mejía (1996) afirma que al niño
maltratado se le ubica en el lugar de la víctima, lo cual
equivale a considerarlo incapaz, sin perder de vista la
indefensión que opera en ellos. La protección del
niño implica también enseñarle a protegerse,
defenderse y desenvolverse en un medio hostil. Esto es importante
si se tienen en cuenta que durante el desarrollo de la infancia,
se construye el autoconcepto por medio de las apreciaciones que
hacen los demás. Si este niño abandonado, es
etiquetado por las gran mayoría de personas que lo rodean
como un niño indefenso, desprotegido y débil, lo
más probable es que su autoconcepto se construya con estas
bases. De esta manera, vale la pena considerar programas
preventivos que eduquen a los padres sobre estos procesos
evolutivos.

Luego de este preámbulo y antes de pasar a describir el
impacto en cada una de las áreas, es primordial explorar
los procesos de evaluación
establecidos para su detección.

Evaluación

Para autores como Antequera (2006), el evaluar una
problemática o variable psicológica es una
posibilidad que "… se encuentra
profundamente determinada por los conocimientos que existan sobre
su génesis, desarrollo y consecuencias, así como
por el grado en que se haya alcanzado una definición
consensuada y operativa" (p.44). Como lo evidencia el autor los
procesos de evaluación que actualmente se llevan a cabo
frente a esta problemática, se ven afectados en gran
medida por varias dificultades. Las primeras han sido explicadas
en el capitulo uno (contexto y profesión); y las segundas,
plantean el estudio del comportamiento del adulto frente al
daño que causa. De esta manera, las diferentes posiciones
traen con sí conflictos a la hora de operacionalizar las
dimensiones a evaluar.

Frente a la primera dificultad, contexto y
profesión
, no se profundizará pues ya ha sido
explicada con detenimiento en capítulos anteriores.
Así, es claro que lo que se define como inapropiado en una
sociedad, pueda que no lo sea en otra. Y en cuanto a la
profesión, el instrumento que se utilice para su
evaluación depende en gran medida de las necesidades y
formación del que lo estudia.

En segundo lugar, se encuentra el comportamiento del
adulto frente al daño en el niño
, dentro de la
cual se establecen dos variables: la primera es planteada por
Gómez (2006) de la siguiente manera:

Debería establecerse claramente si es la
conducta del abusador o el daño que se inflige al menor
es lo que constituye la prueba relevante. Si el requisito es el
daño sufrido, si es esto lo que ha de justificar la
acción, es probable que no conlleve finalmente
intervención alguna, ya que este daño puede no
ser evidente hasta años después de que se cometa
el abuso. Por el contrario, si se depende únicamente de
la conducta del abusador, puede ocurrir que se realicen
acciones en las que el niño no haya sufrido daño
alguno. (p.43)

Esta dificultad es importante, en el momento de
establecer medidas de protección que permitan juzgar este
tipo de maltrato de forma legal. Así, el autor enfatiza
que no esta claro desde que parámetro establecer el
proceso de evaluación, ya que si se tiene en cuenta solo
el comportamiento de los padres, puede que éstas sean
sólo costumbres que no buscan causar daño. Si por
el contrario, se centra en el niño, está demostrado
que la negligencia es una forma de maltrato que no evidencia
marcas
observables y medibles, hasta el paso de algunos años,
cuando estas ya se han visto cronificadas.

La segunda variable está altamente relacionada
con la capacidad de resiliencia. Pues como se ha venido
explicando, un mismo comportamiento causa diferentes reacciones
dependiendo de las características del niño
agredido. Así, "…un mismo comportamiento parental
puede no causar daño en un niño sano, pero ser
considerado negligente si el niño padece algún tipo
de handicap o discapacidad."
(Antequerra, 2006 p. 43). Es por esto, que al momento de
establecer una evaluación, se deben elegir cuidadosamente
todas aquellas variables que se interrelacionan para dar origen a
la problemática.

De todas formas, es importante rescatar todas aquellas
aproximaciones realizadas en busca de disminuir la influencia de
las dificultades indicadas, optimizando los resultados de
procesos evaluativos y diagnósticos. La teoría
establece algunos sistemas de
clasificación, dentro de los cuales el más
destacado es Maltreatment Classification Scheme propuesto por
Barnett y cols en 1993. Este instrumento mide los siguientes
aspectos: el tipo de maltrato, la gravedad, la frecuencia, el
periodo evolutivo, la separación de los cuidadores y la
naturaleza de la relación con el maltratador. (Antequerra
2006). Todas estas variables determinarán el nivel de
impacto en el desarrollo evolutivo.

Entrando en detalles más específicos y de
acuerdo al objeto de estudio del presente trabajo, es de alta
relevancia analizar la evaluación y diagnóstico del maltrato por negligencia,
cuyo proceso se ve afectado por ser un fenómeno pasivo que
no presenta evidencias
físicas. Los estudios de Antequerra (2006) destacan
que:

… para la valoración de la negligencia
la mayoría de los instrumentos disponibles consisten en
escalas complementadas por el evaluador a partir de la
información obtenida durante la
entrevista u observación de la familia. En lo que se
refiere a los cuestionarios existentes, varían en las
áreas de la negligencia que contemplan. Así
algunos valoran solo un componente como el Childhood Trauma
Inventory (Fink, Bernstein, Handelsman, Foote & Lovejoy,
1995) mientras que otros incluyen un amplio rango de conductas
negligentes (p. 44).

Estos instrumentos mencionados por la autora, son de
gran utilidad porque
contemplan tanto los daños como las conductas negligentes
de los padres, con lo cual se disminuirían las
dificultades evaluativas. Adicionalmente, se considera que dentro
de estos procesos es crucial tener en cuenta instrumentos, que
permitan la medición de la percepción de padres
e hijos frente a la dinámica de la familia, las cuales pueden
influir en la cronicidad o no del daño. Antequerra (2006)
afirma en cuanto a esta valoración que puede resultar
interesante estimar el grado en que el niño, de manera
subjetiva, considera negligente o no la conducta realizada por
sus cuidadores. Esta percepción subjetiva puede determinar
el tipo y la intensidad de las consecuencias que la negligencia
ejerce sobre los niños.

De esta manera, la medición del impacto que tiene
la negligencia sobre el comportamiento infantil, así como
todas las variables involucradas, han sido analizadas por
diversos investigadores, generando gran variedad de instrumentos
que permiten correlacionar la cantidad de datos, los cuales no
solo se adaptan a esta tipo de maltrato sino que son utilizados
para medir e indagar, de igual manera en otras tipologías
(ver apéndice B).

Finalmente, es bien conocido que las diferentes
tipologías de maltrato, no se presentan de forma aislada,
sino que se mezclan entre si. Por tal motivo se dificulta
establecer las consecuencias de cada subtipo, por lo que la
medición del impacto específico de la negligencia
se complica, sin embargo hay que reconocer los esfuerzos, aunque
reducidos, que han logrado aproximarse a las explicaciones de
cada categoría. A continuación se
describirán estos avances en cada una de las áreas
mencionadas.

Impacto en el Desarrollo Físico del
Niño

El desarrollo físico de los niños en el
primer año de vida, presentan mayores avances que en los
otros años a seguir. A nivel general, en esta área
del desarrollo, se espera un adecuado crecimiento de las partes
del cuerpo y el cerebro,
así como en las habilidades motrices, las capacidades
sensoriales, y en el fortalecimiento de la salud; más adelante,
en la etapa de la pubertad, se
presentan constantes cambios a nivel fisiológico y
hormonal que dificultan la comprensión sobre su desarrollo
físico (Papalia, Olds & Feldman, 2001). Así
sucesivamente, va cambiando el infante hasta que lograra con el
paso de los años su adecuado desarrollo. Sin embargo,
cuando esta evolución se ve afectada por la negligencia de
sus padres o cuidadores (ver apéndice C), debido a que no
se atiende apropiadamente las necesidades básicas
requeridas. Se genera por lo tanto, unas consecuencias que se
presentan de manera temporal o a largo plazo, las cuales dependen
de la duración a la que esté expuesto ante esta
forma de maltrato.

Con el propósito de lograr uno de los objetivos
establecidos en el presente trabajo, se ha organizado la
información en tres de las principales categorías
que tienen consecuencias en el desarrollo físico,
evidenciando las repercusiones y el impacto de los cuidadores
negligentes. Las categorías mencionadas, son de acuerdo a
la falta de atención en el cubrimiento de: alimentación,
protección y seguridad, y la
higiene del
niño.

La Alimentación: En esta categoría
es de destacar, que la nutrición en el
niño es primordial en toda la vida del ser humano, pues
como lo señalan Bozhovich (1989) y Petrosky (1989),
citados por Fuillerat (2004), la alimentación y
nutrición, son determinantes para la formación del
feto, pasando
por la experiencia de la lactancia
materna, así como para la edad escolar y
la adolescencia; siendo fundamental en la formación de
la
personalidad y del comportamiento
humano.

Es tal la importancia que tiene la alimentación
para el desarrollo del infante, que es uno de sus principales
derechos, donde el primer alimento del bebé cuando
aún se encuentra dentro del vientre de la madre, es la
sangre de ella, la cual le ayuda a nutrirse, a desarrollar sus
órganos y cuerpo; al nacer y durante su crecimiento,
recibe otros alimentos
más sólidos, adecuados para la etapa de desarrollo
en la que se encuentra y necesarios para mantener su cuerpo
(Alcaldía Mayor de Bogotá, 1998).

Además, se debe tener en cuenta su importancia
para el adecuado desenvolvimiento del niño en el contexto
escolar; pues como lo refiere Hernán (1997), "… se
puede asumir que la función cognoscitiva del escolar
está influida por su estado nutricional previo y el
ambiente psicosocial que enmarcan su crecimiento y desarrollo"
(p.92). Sin embargo, cuando los cuidadores no suplen esta
necesidad del niño, debido a una falta de
proporción de los alimentos o el suministro inadecuado, se
generan grandes consecuencias, las cuales puede tener efectos que
producen baja talla, desnutrición, bajo peso y a demás,
afectar el desarrollo neurológico. Es por esto, que Moreno
(2001) a través de sus estudios, menciona que la
alimentación propiciada por los progenitores/cuidadores
puede ser escasa, en mal estado, con pocos nutrientes o
inapropiada para la edad en que se encuentra el
niño.

En consecuencia de lo anterior, se pueden presentar las
siguientes repercusiones en el niño:

Diarreas agudas debidas al consumo de
alimentos en mal estado o de alimentos inadecuados para el
momento evolutivo que atraviesa… Vitaminopatías.
Carencias vitamínicas, atribuibles a déficits
nutricionales, que suelen darse fundamentalmente en población con pocos recursos (pudiendo
llevar al raquitismo). Caries en un número abundante de
dientes por una alimentación inadecuada pudiendo
dificultar a la vez la masticación de determinados
alimentos (Moreno, 2001. p.96).

Se debe resaltar hasta el momento, la importancia que
tiene una adecuada alimentación y sus beneficios para el
desarrollo físico y cognoscitivo del niño;
así como es de destacar que ante la mala
alimentación o la falta de ésta, se generan graves
consecuencias que afectan tanto el organismo del infante como su
adecuado desenvolvimiento ante la sociedad.

Otras consecuencias de la malnutrición, se
evidencia a los seis meses, cuando las madres aunque lactan a sus
hijos, prolongan ésta alimentación sin la introducción oportuna de nutrientes
sólidos a la dieta del niño. Generando un riesgo de
desnutrición, debido a que "… se establece en la
díada un patrón repetido en el que la madre ofrece
un alimento sólido, el niño rechaza este tipo de
alimento y la madre no alienta al niño a consumirlo de
manera consistente" (O´Connor & Szekely, 2001 citados
por Cortés, Romero, Hernández &
Hernández, 2004. p.58). Es de resaltar, que a pesar de que
la madre se preocupa por lactar al niño, se presenta un
descuido por parte de ella, al no tener presente las etapas
adecuadas para proporcionar otros tipos de alimentos,
generándole daños nutricionales desde muy temprana
edad al infante.

Hasta el momento, se ha evidenciado que la
desnutrición es una de las más comunes
consecuencias que se presentan por una alimentación
inadecuada o por la falta de esta. Los pequeños que
están continuamente mal alimentados y que presentan
desnutrición, evidencian disminución en: la talla,
la velocidad del
crecimiento, en los niveles de hierro, en la
grasa subcutánea, los pliegues cutáneos, el
perímetro braquial, entre otros (Di’Iorio, Urrutia
& Rodrigo, 2000; Fernández, 2005; Hernán,
1997).

Como se ha señalado, estos factores al igual que
la negligencia, no sólo generan una consecuencia sino que
producen varias; ya que, ante la presencia de una de estas, se
desarrollan otras más. Un ejemplo claro es la
insuficiencia de hierro, donde varios autores (Hernán,
1997; Olivares & Walter, 2004) refieren, que ésta se
relaciona con perturbaciones en la maduración del sistema nervioso
central, en el desarrollo cognoscitivo y neurointegrativo de los
niños.

Respecto a la talla y peso, Moreno (2001) señala
las repercusiones en el crecimiento que tiene la negligencia o
abandono físico de los cuidadores, haciendo referencia
a:

Niños que nacen con una talla y peso normal
pero que en un determinado momento – entre el primer y segundo
año de vida – se estancan, o crecen muy lentamente para
su edad. Es uno de los primeros signos de
negligencia parental. (p.95).

Fernández (2005) alude a lo mismo, refiriendo que
la talla a pesar de que la evidencia es más tardía
que en el peso, se retrasa aproximadamente entre uno o dos
años de la edad normal, a lo que llama "retraso
pondoestatural". Ante esto, es de mencionar que tanto la talla
como la pérdida de peso, son evidencias físicas
claras de la negligencia por la que pasan los
niños.

Asimismo, Leiva et al. (2001) mencionan que la mala
nutrición a diferencia de los efectos que tiene en el
crecimiento, el cual puede ser reparado con la ingesta adecuada
de los alimentos, presenta una excepción en cuanto al
cerebro y el sistema nervioso. Por esto, los autores refieren que
el niño puede verse perjudicado en el crecimiento del
cerebro y del desarrollo intelectual, presentando en el caso de
niños escolares un bajo rendimiento, con circunferencia
craneana subóptima, así como disminución en
el volumen
encefálico, peso cerebral, concentración de
proteínas, contenido de ADN y ARN. Sin
embargo Hernán (1997) objeta lo anterior, aclarando que
"… los cambios en el crecimiento de las estructuras
cerebrales eventualmente se recuperan en alguna medida, aunque
perduran las alteraciones en el hipocampo y el cerebelo"
(p.95)

Es de resaltar la importancia que tiene la negligencia
en la estructura
cerebral, el cual ante la presencia de éstas, genera
consecuencias que dependiendo del grado de severidad pueden
llegar a ser irreparables.

En cuanto al sistema nervioso, Kanarek y Marke-Kaufman
(1991 citados por Cortés et al., 2004) afirman que
"provoca cambios estructurales y bioquímicos en el sistema
nervioso central que pueden alterar su funcionamiento y limitar
las capacidades de aprendizaje" (p.58). Los autores evidencian
respecto al funcionamiento del sistema nervioso, que puede verse
muy afectado por la experiencia que vive con su familia, donde es
probable que no pueda posteriormente arreglar los daños
causados.

De igual forma, algunos investigadores (Alvear, Vial
& Artaza, 1991; Giménez, et al., 2007) refieren, que
también se ve afectado en el cuerpo, su maduración
ósea y en el organismo, las hormonas como
el cortisol o la norepinefrina, así como el número
de receptores intracelulares; los cuales, estos últimos
tienen repercusiones debido a la permanencia en el estado de
hiperexcitabilidad en el que se mantiene el niño,
generándole condiciones crónicas de
estrés.

Se debe mencionar, la importancia de la
alimentación para el desarrollo tanto interno como externo
del niño, pues como han reportado varios autores, se
presentan deterioros que pueden llegar a ser severos, donde
algunos tienen solución pero otros son irreversibles;
así mismo, también se hallan casos, donde el
daño en el niño le lleva a muerte por
desnutrición.

Higiene del niño: En esta
característica se abarca lo referente a la higiene
corporal o poca limpieza en la apariencia del niño. Un
ejemplo claro lo menciona Moreno (2001) explicando que "El
niño va constantemente sucio, siendo su apariencia la de
no haberse lavado en varios días (pelo sucio y
enmarañado, piel y dientes
sucios) y llevando frecuentemente la ropa sucia y/o rota" (p.97).
Asimismo el autor, menciona que esta constante falta de higiene
le puede ocasionar al niño problemas de irritación
en las zonas genitales, caries, deformaciones e infecciones en la
boca; además se manifiesta en el organismo una "coraza
hidrosoluble" que cubre el manto cutáneo, persistiendo por
un largo tiempo.

La ropa del niño, es otra característica
que permite observar la falta de higiene, así como la
desatención de los padres, puesto que su vestuario es
inapropiado al clima en el que se encuentra (Fernández y
Perea, 2004), presentándose las complicaciones en las
épocas de mucho frío o exceso de calor, las cuales
pueden generar graves lesiones (Moreno, 2001). El vestido en los
niños y sobre todo en una temprana edad, es de gran
importancia debido a su vulnerabilidad ante el medio, asimismo,
como se mencionó es primordial para las épocas de
extremo frío.

De igual manera, Oliván (1999) menciona algunas
anomalías que se presentan ante la falta de higiene en el
niño, refiriendo que en cuanto a lo odontológico,
se desarrollan caries, periodontitis, gingivoestomatitis; a nivel
dermatológico, pediculosis, eccemas, micosis,
impétigo; a nivel oftalmológico, se presentan
errores de refracción y conjuntivitis; en el sistema
respiratorio puede presentar bronquitis, asma, neumonía; y en cuanto al sistema locomotor
se generan escoliosis, pies planos valgos, disimetría de
extremidades inferiores.

Es de resaltar, que aunque algunas veces es normal ver a
niños de estratos bajos con mala higiene y
presentación, asociándolo por consiguiente a la
situación económica de la familia, no es adecuado
hacer caso omiso a esta situación negligente por la que
pasan los niños, ya que en ellos es frecuente que se
presenten las anteriores dificultades referentes a la higiene.
Estas consecuencias se dan en conjunto, es decir, varias
anomalías al mismo tiempo, afectando por lo tanto el
desarrollo físico del niño, así como otras
áreas más.

La Protección y seguridad del niño:
esta es una de las principales características que se han
mencionado, debido a que identifica notablemente a los cuidadores
negligentes. En esta se hace alusión a los descuidos de
los padres por la exposición
del niño a ambientes fríos o calurosos durante
tiempos prolongados, a las sustancias tóxicas cerca de su
alcance, así como objetos pequeños, cortopunzantes,
entre otros que le generan accidentes
domésticos; también se encuentran las necesidades
médicas que no son atendidas oportunamente.

Asimismo, Moreno (2001) menciona algunos de los
accidentes que le pueden ocurrir a un infante de corta edad, por
el descuido de los padres/cuidadores como quemaduras, intoxicaciones
reiteradas, asfixias, descargas eléctricas, aplanamiento
del occipucio por la constante posición decúbito
supino sin movilización, deshidrataciones agudas, entre
otras.

En cuanto a los cuidados médicos, sobresale la
conducta de los padres negligentes respecto a la poca
preocupación por el niño ante la presencia de
enfermedades,
incumpliendo los tratamientos para su recuperación,
generándole como lo menciona Becedóniz (2003), el
empeoramiento de los problemas por la ausencia de cuidados
adecuados.

La protección y seguridad que brindan los padres
a los niños, es uno de los principales factores que
proporcionan bienestar, sin embargo la falta de atención
para brindar adecuadamente esta necesidad, genera en ellos
diversas problemáticas como las que se han mencionado.
Estas, a demás de atentar y perjudicar el desarrollo del
niño pueden generarle un gran daño
físico.

Finalmente, se puede decir respecto al impacto que tiene
la negligencia de los cuidadores en el desarrollo físico,
que este permite evidenciar el maltrato al que está
expuesto en su familia, el cual puede tener soluciones
dependiendo de su grado de severidad, es decir del tiempo al que
ha estado sometido y al tipo o tipos de negligencia que presenta
su cuidador.

Impacto en el Desarrollo del Lenguaje del
Niño

El lenguaje es una herramienta primordial en el
desarrollo global del ser humano, el cual constituye la base para
el establecimiento de relaciones con el mundo exterior, con lo
cual se facilita la adquisición de las habilidades
necesarias para sobrevivir. Este desarrollo se gesta en gran
medida en las edades que van desde 0 a 6 años, siendo este
un período en el que se forman y se desarrollan las bases
de la
comunicación. A partir de esta edad, la
comunicación y el lenguaje
oral crecen en complejidad, calidad y
destreza. (Pérez & Salmeron, 2006).

Lo anterior, muestra como los
niños que crecen en presencia de negligencia, tienen un
alto riesgo de no desarrollar estas habilidades y por tanto
generar un retraso en su 0evolución. Antes de pasar a
estudiar estas consecuencias con detenimiento, se considera
apropiado hacer una breve descripción de los componentes del lenguaje
y su adecuado desarrollo.

El lenguaje se encuentra constituido por cuatro
componentes: semántica, pragmática, sintaxis y
morfológico. Moreno (2005) y Pérez y Salmeron
(2006) las describen de la siguiente manera:

La Semántica: Evalúa el
conocimiento que tiene el niño de la función
significativa de ciertos elementos de la oración: agente,
paciente, instrumental, nociones cualitativas y de cantidad.
Asimismo, se ocupa del significado de las palabras en la mente de
los hablantes y de su combinación cuando aparecen
integrando una oración, de la expresión de
significados a lo largo de una secuencia de acontecimientos, de
cómo se organiza y se relaciona la información y de
la adquisición y el uso de categorías
abstractas

La Pragmática: Estudia el uso del lenguaje
en diferentes situaciones comunicativas. Así como las
reglas que dirigen el uso del lenguaje, los efectos esperados y
buscados sobre el receptor y los medios específicos
utilizados para tal fin

La Sintaxis: Explora la estructura de la
oración, el sintagma nominal, verbal, adjetivo, objeto
directo e indirecto.

La morfológica: Evalúa los usos
plurales, las formas verbales e irregulares, así como los
aspectos reflexivos y posesivos

A partir de estas funciones del
lenguaje, es que las diferentes investigaciones evalúan el
desarrollo en los niños. A continuación se
encuentra las diferentes etapas por la que atraviesa un infante
en el proceso de adquisición del lenguaje (ver tabla
2)

Tabla 2

Etapas del desarrollo de la comunicación y
el lenguaje. Tomado de Pérez & Salmeronn
(2006).

A partir de estos parámetros que describen el
desarrollo evolutivo normal, se puede pasar a la
descripción de las diferentes repercusiones presentadas
por los autores, acerca de los niños sometidos a
negligencia familiar o de los cuidadores.

Una de las características de esta
problemática, es que conlleva un aislamiento social. Es
decir que el niño se desenvuelve en un ambiente poco
estimulable, pasando largos lapsos de tiempo sólo y por
tanto aumentando la probabilidades de sobrellevar retrasos en
esta área, pues no cuentan con modelos que estimulen
constantemente la adquisición de esta competencia.
Pérez y Salmeron (2006) constatan lo anterior al describir
el lenguaje como un instrumento de comunicación exclusivo
del ser humano, el cual cumple múltiples funciones tales
como obtener y trasladar información, ordenar, dirigir el
pensamiento y
la propia acción, permite imaginar, planificar y
regular.

Teniendo en cuenta las premisas anteriores, se puede
comprender por qué esta área es la más
afectada por este tipo de maltrato, pues es el lenguaje un
comportamiento que para su efectivo perfeccionamiento, requiere
de una exposición temprana a figuras y modelos que le
muestren las diferentes vocalizaciones y usos del
mismo.

Pérez y Salmeron (2006) describen algunos
factores extrínsecos que generan este tipo de impacto. En
primer lugar se encuentra la hipoestimulación ambiental,
que comprende aspectos como: un ambiente cultural pobre,
frecuentes hospitalizaciones, conflictos familiares que
entorpecen el intercambio comunicativo y afectivo, por lo que se
ve perjudicado el involucramiento del niño en situaciones
comunicativas con hablantes más competentes. En segundo
lugar, se hace referencia a la sobreprotección, en la cual
se sustituye continuamente al niño, no se le posibilita el
contacto con elementos que generen experiencias de aprendizaje.
De esta manera el adulto se anticipa a sus necesidades,
envolviendo al niño en un ambiente que no le deja
interaccionar activamente. En este caso se encuentran dos tipos
de negligencia, revisadas a lo largo del texto, como lo
son las negligencias por omisión, como es el caso de la
primera, y la negligencia por acción referente a la
sobreprotección.

El estudio llevado a cabo por Manso (2005) en donde se
estudiaron a nueve niños, cuyas edades comprendían
de los cinco a los nueve años de edad, y quienes
habían experimentado una situación de abandono. Se
evidenció que los niños con ésta
problemática presentaban graves inconvenientes en el
componente oral, en donde la mayor repercusión estaba en
la función pragmática, seguida de la sintaxis
obteniendo índices por debajo de su edad
cronológica. El autor describe específicamente los
datos obtenidos para cada componente del lenguaje, por
consiguiente se proporcionará los resultados para cada
componente.

En morfología, presentan dificultades para
utilizar las formas verbales irregulares y futuras y el uso de
los pronombres personales. En sintáxis, se observa una
complicación para el uso de la voz pasiva y
construcción de oraciones complejas que involucren
diferencias temporales. "La capacidad para realizar una
determinada estructura lingüística a partir de un enunciado
no es la adecuada, los niños manifiestan dificultades para
utilizar la voz pasiva, oraciones más complejas como las
subordinadas causales, temporales, adversativas y de relativo."
(Moreno, et al., 2006, p. 63).

En Pragmática, en cuanto a esta función,
los niños no logran dar a entender sus necesidades de una
manera adecuada así como unas dificultades y
confusión a la hora de responder preguntas con enunciados
largos, por lo tanto, para este niño es complicado
mantener su atención por largos períodos de tiempo.
Según Clemente (2000 citado por Moreno et al., 2006)
menciona que estas dificultades en la competencia
pragmática se encuentran significativamente asociadas al
escaso dominio de la
morfología. Así, algunas construcciones
sintácticas organizan el valor
pragmático de los enunciados, como en el caso de las
formas imperativas y las oraciones condicionales y la posibilidad
pragmática. Es decir que la dificultad en una
función que dificulta necesariamente las
demás.

En semántica, en este aspecto los resultados no
se presentan tan bajos, aunque existen complicaciones para
utilizar el dativo, los locativos y las nociones de cantidad con
adverbios cuantificadores. González et al. (2001) plantean
que existen bajos niveles en el desarrollo
léxico-semántica (pobreza
léxica, conocimiento deficitario del significado del
lenguaje y escaso dominio de relaciones sémicas
taxonómicas).

Como se observa, cada componente del lenguaje se
relaciona con el otro, por lo que los resultados de los estudios
muestran retrasos a nivel global. Al analizar estas afirmaciones,
se puede plantear que el desarrollo del lenguaje se presenta como
un proceso multivariable, que correlaciona cada uno de los
aspectos mencionados con anterioridad, de tal forma que al
estimular una determinada función, se contribuye con el
desarrollo de las otras. De acuerdo con Canales (2006) las
limitaciones en el lenguaje parecen lógicas si se tienen
en cuenta que este, se define y transmite culturalmente, las
carencias sociales y escolares no han propiciado ni
explícita (instrucción directa), ni
implícitamente (interacción social) el desarrollo
de una estructura conceptual que incorpore ciertas relaciones del
lenguaje.

Pero no solo los componentes del lenguaje se relacionan
entre sí. Las deficiencias en esta área, determinan
en gran medida tanto el funcionamiento social como el cognitivo.
Moreno et al. (2006) lo describen de la siguiente
manera:

Cuando un niño no tiene habilidades verbales
apropiadas para relacionarse y expresar lo que desea, no puede
interaccionar socialmente, como lo hacen los demás. Lo
que a su vez puede derivar hacia conductas disfuncionales tales
como: frustración, impulsividad, oposicionismo, resistencia al
control del
adulto, ansiedad, inseguridad,
sentimientos de inferioridad, baja autoestima,
reducción de las interacciones sociales, dificultades en
la interacción con las personas de su entorno y mala
adaptación, pudiendo inducir a su vez un desarrollo
afectivo anómalo, con alteraciones emocionales y
comportamentales (p. 62).

Es decir que los niños al no contar con formas
adecuadas de comunicación, no pueden establecer un
contacto positivo con su grupo de pares, por lo que se generan
otro tipo de estrategias que les permiten establecer mecanismos
de ayuda comunicativa. Así lo comprueban diferentes
autores, quienes han coincidido en afirmar que aquellos
niños que han sufrido algún tipo de
deprivación ambiental desarrollan un código
lingüístico restringido, un lenguaje limitado
esencialmente a la comunicación concreta e inmediata,
insuficiente de todo punto en el medio escolar. (Moreno et al.,
2006; Pérez & Salmeron 2006). Por otro lado Stevenson
(1996) citado por Moreno (2001) afirma que estos niños
presentan una impulsividad que se asocia con mayor frecuencia con
los déficit comunicativos, y la cual dificulta la
capacidad para reflexionar antes de actuar y prever los errores
antes de cometerlos. Este aspecto conlleva en gran medida al
rechazo social, lo que a su vez refuerza el retraimiento gracias
a una serie de frustraciones seguidas, que disminuyen el
acercamiento del niño con su medio social.

Luego de hacer esta revisión se puede concluir
que el lenguaje es influenciado por el ambiente de manera
significativa, siendo el área de desarrollo que mayores
repercusiones evidencia dentro de una situación de
negligencia. Asimismo, se observa con preocupación como
esta área, influye sobre el desarrollo de las
demás, especialmente el área socio afectiva,
alejando al niño del resto de personas que lo
rodean.

Impacto en el Desarrollo Socioafectivo del
Niño

El desarrollo social de una persona es un proceso
fundamental para la supervivencia. Lo seres humanos por
naturaleza son sujetos sociales que necesitan de los demás
para progresar evolutivamente. Este tipo de relación se
observa desde la infancia, en donde se constituyen las bases para
el futuro como adulto.

Este aprendizaje desde la infancia temprana, es descrito
por la teoría del aprendizaje social o modelo cognitivo de
aprendizaje social planteada por Bandura (1977, citado por
Mangrulkar, Whitman y Posner 2001), la cual afirma que los
niños aprenden a comportarse por medio de la
instrucción, es decir todas aquellas indicaciones que
reciben de las personas que se encuentran a su alrededor;
así como por medio de observación, por la cual los
niños imitan lo que ven de los modelos.

Esta teoría demuestra como el
acompañamiento de los padres o cuidadores es indispensable
para adquirir patrones de conducta, ya sea emocional o con
respecto al resto de áreas de desarrollo. Así lo
afirma Jadue (2002), refiriendo que los procesos emocionales
están profundamente involucrados en la dirección de los procesos cognitivos: la
atención, todos los actos perceptivos, el aprendizaje y
la
memoria.

Por tal razón y al igual que las demás
categorías de desarrollo, desde lo socioafectivo se
establecen una serie de parámetros que definen el curso
normal de desarrollo de esta área. Los cuales son
descritos en la tabla 3.

Tabla 3.

Etapas de desarrollo de la infancia y la
adolescencia. Tomado de Mangrulkar, Whitman y Posner,
2001

Los diferentes estadios de la evolución
psicosocial evidencian en gran medida la importancia de las
relaciones afectivas durante los primeros años de vida. En
el caso de la negligencia, Soler, et al. (2007) plantean que la
falta de estimulación generalmente se acompaña de
un déficit en la relación afectiva. Cuando en esta
relación se ponen de manifiesto actitudes de rechazo,
descuido, negligencia, pobreza del medio, tanto y en cuanto a
estimulación como a posibilidades de actividades, el
desarrollo físico y psíquico del niño se ve
afectado. Es así como se inician en el niño las
secuelas de este flagelo, promoviendo los respectivos retrasos de
los que se han venido estudiando hasta aquí.

En cuanto a las manifestaciones específicas a
nivel socio afectivo encontradas por diversos autores, se han
hallado problemas en cuanto a expresión de emociones,
autoconcepto, autoestima, control de impulsos y tolerancia a la
frustración.

De acuerdo con Camras, Ribordy, Spaccarelli y Stefani
(1986 citados por Pino et al., 2000), esta población se
caracteriza por presentar complicaciones a la hora de expresar y
reconocer afectos, careciendo de habilidades para animarse unos a
otros a tratar de vencer las dificultades que se presentan en una
tarea. Esto es lógico si se retoma la teoría del
aprendizaje social, en donde los niños aprenden por
observación las diferentes formas de comportamiento. De
esta manera, niños que han sido educados con niveles bajos
de contacto y poca estimulación afectiva, lo más
probable es que evidencien este tipo de comportamientos y
dificultades al involucrarse en otro tipo de escenarios
sociales.

Coster et al., (1989) citados por Pino et al. (2000)
describen otra de las manifestaciones comportamentales, al
referir sobre las características de este tipo de
población como menos hábiles para describir su
propia actividad, estados internos y sobre todo para hablar de
hechos pasados y futuros. Dentro de esta apreciación es
importante resaltar la dificultad al describir sus propias
emociones, lo que demuestra a su vez una falta de reconocimiento
de su propia personalidad, que no les permite reconocerse como
seres que sienten y expresan cada una de sus emociones. A partir
de esto se demuestra que son niños ansiosos (Ericsson et
al., 1989 citados por Ruiz & Gallardo 2002), que al no poder
expresar lo que sienten, pueden llegar a presentar
sintomatología depresiva.

Por último se rescata la postura de Perry (1999)
como forma de compilación de estas repercusiones socio
afectivas:

Estos niños presentan una gama de problemas
emocionales, incluyendo síntomas de depresión y
ansiedad. Una de estas conductas comunes es el apego
"indiscriminado". Los niños pueden buscar apego —
cualquier apego para su seguridad, por lo que son considerados
en algunos casos "amorosos" que abrazan personas que les son
prácticamente extraños. Los niños no
desarrollan un vínculo emocional profundo con personas
que apenas conocen; más bien estas conductas
"afectuosas" son realmente comportamientos que buscan
seguridad. Estas conductas contribuyen a la confusión
del niño respecto a la intimidad. La habilidad de poder
emocionalmente "entender" el impacto de nuestra conducta en
otros, no funciona en estos niños. Ellos realmente no
entienden o perciben lo que otros sienten cuando ellos hacen o
dicen cosas hirientes. (p.7)

Estas repercusiones explicadas por los autores,
demuestran en definitiva una ausencia notable de habilidades
sociales, por lo que es de gran importancia construir programas
de intervención y prevención que contemplen estos
aspectos, con el fin de reducir este impacto, logrando que estos
niños puedan exteriorizar de una manera saludable cada una
de sus emociones.

Otro aspecto afectado es la llamada autoeficiencia, la
cual permite mediante la apreciación de las personas que
rodean a un individuo, crear su propia percepción. Newman
y Newman (1998 citados por Mangrulkar et al., 2001) afirman que
aprender a evaluarse a sí mismo y sus habilidades en forma
realista es otro proceso importante durante la niñez. Sin
embargo es importante resaltar que durante la primera infancia,
los niños atraviesan por una etapa de egocentrismo, en
donde se consideran el centro del mundo. Ante estos procesos,
estos autores explican que conforme los niños comienzan a
poner atención al trabajo de los demás como medio
de evaluar sus propias habilidades, el proceso de auto
evaluación se complica debido a las presiones a las que se
ven expuestos con respecto al conformismo, la competencia y la
necesidad de aprobación.

Estas exposiciones aunque complicadas, resultan
funcionales para el niño en crecimiento, pues le permiten
construir una visión realista del mundo que le rodea,
así como sus capacidades y habilidades, que su vez aumenta
los niveles de autoconocimiento, lo cual genera mayor
aprendizaje. A partir de este proceso se comienza a construir la
autoeficiencia. Esta última, es otra dimensión del
desarrollo del concepto de sí mismo, la cual describe "el
grado en que los individuos se ven a sí mismos como
valiosos, como gente causalmente importante y como personas
efectivas para dar forma a los eventos y resultados de sus
vidas." (Mangrulkar et al., 2001 p. 40).

Las afirmaciones anteriores demuestran la
relación que existe entre estos procesos de desarrollo y
la ausencia del vínculo. Esta situación aumenta
considerablemente la probabilidad
de presentar autoestima baja, pues estos niños construyen
algunas interpretaciones a partir de lo que observan,
sintiéndose seres no valiosos y sin el apoyo de su
cuidador. Asimismo y pasado el tiempo es posible que se
evidencien síntomas depresivos. Desde el punto de vista de
Compas y Oppendisano (2000, citado por Jadue 2002) la prevalencia
de los síntomas de ansiedad y de depresión aumenta
durante el desarrollo. Estos síntomas están
asociados con dificultades en el rendimiento escolar y en las
relaciones
interpersonales. Del mismo modo, cuando estos problemas se
presentan en etapas tempranas de desarrollo, son predictores de
problemas similares en la adultez.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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