Resumen
En el trabajo se
analizan las concepciones de E. V. Ilienkov sobre lo ideal,
así como el punto de vista del idealismo
objetivo y el
marxismo sobre
lo mismo. El autor comparte el punto de vista del materialismo
dialéctico de que lo ideal, además de ser
subjetividad, es objetividad. Y declara al valor (de las
mercancías) como ideal también, descubriendo la
naturaleza de
lo ideal.
Desarrollo
Eval Vasiliev Ilienkov (1924-1979) es uno de los
filósofos soviéticos más
eminentes (1). A él pertenece el desarrollo
consecuente de las ideas de Hegel y Marx sobre la
teoría
de lo ideal. Por eso, no se puede entender a fondo el problema de
lo ideal sin entender primero los puntos de vista de Hegel, de
Marx y de Ilienkov.
En su análisis de lo ideal, Marx parte entre
otras cosas de los puntos de vista del idealismo objetivo,
preferentemente en la persona de Hegel.
El problema estriba en que, antes de la aparición del
materialismo dialéctico, fue preferentemente el idealismo
objetivo el que desarrolló de forma más consecuente
la comprensión cabal de lo ideal. La tradición
arranca desde Platón, e
incluso el término "lo ideal" se toma en el sentido que le
dio Platón.
Lo ideal o la idealidad se refieren al mundo de las ideas, a esa
realidad que se encuentra opuesta a la materialidad y que el
idealismo objetivo declara como primaria. El materialismo vulgar,
el materialismo ingenuo e, incluso, el materialismo
antidialéctico (o metafísico, como lo llamó
Hegel) no logran comprender lo ideal más profundamente que
lo que en su momento hizo el idealismo objetivo. Sólo el
materialismo dialéctico pudo superar a la interpretación que hizo de lo ideal
aquél.
Para el materialismo vulgar lo ideal existe solamente en
la cabeza del hombre. Y
cuando decimos "la cabeza" nos referimos, en este caso, a la
conciencia
individual, que existe en el hombre
individual alojada preferentemente en el cerebro (aunque
también existe somatizada en el resto del cuerpo). En las
manos del materialismo vulgar, las ideas no son otra cosa que
"estados neurofisiológicos", "diferencias de potenciales",
"complejos de sinapsis", etc., es decir, estados materiales del
cerebro humano. El materialismo vulgar reduce lo ideal a una
forma de la materialidad del cerebro del hombre. Por eso es
vulgar, porque borra toda diferencia entre lo material y lo
ideal, identificando lo ideal con una forma de lo material. No
importa que este ideal, en las manos del materialismo vulgar, se
entienda como estado del
cerebro todo lo desarrollado que se quiera, siempre será
algo material y nunca como lo ideal, opuesto por naturaleza a lo
material. Lo ideal, por eso, no se atrapa en la
comprensión que puede hacer el materialismo vulgar. Lo
ideal (la idealidad) se encuentra, preferentemente, fuera de la
cabeza del hombre, es decir, es una realidad que existe fuera de
la conciencia individual.
Este punto de vista (el anterior) puede hacer retroceder
a las personas no duchas en teoría de lo ideal,
precisamente porque el punto de vista del materialismo vulgar es
el más compartido entre el público no entrenado en
filosofía y entre los científicos
del cerebro. Pero esta concepción (la de que lo ideal se
encuentra preferentemente fuera de la conciencia individual) es
el punto de vista del materialismo dialéctico y del
idealismo objetivo. También se hace difícil de
entender porque el materialismo ingenuo, compartido por otros
muchos, malinterpreta lo ideal.
Para el materialismo ingenuo, lo ideal (o la idealidad),
que existe fuera de la conciencia individual, es asumido como una
realidad "física"
más, que tiene el estatus de materialidad. La idea,
objetivada como cultura o como
conciencia social, es, en las manos del materialismo ingenuo, una
cosa que tiene ser efectivo, realidad material. Por eso es
ingenuo, porque toma lo ideal como material al identificar la
realidad objetiva con la materialidad. Así, por ejemplo,
la norma moral o la
normativa social moral, siendo ideal (2), en las manos del
materialismo ingenuo es tomada como algo material, como realidad
social material, que tiene, desde este punto de vista, ser
efectivo. El materialismo ingenuo identifica la idealidad,
objetivamente existente en forma de conciencia social, con la
realidad material. Por eso pierde de vista la diferencia entre lo
ideal y lo material, y no puede entender a fondo el problema de
lo ideal, una vez que declara ingenuamente lo ideal,
objetivamente existente, como una materialidad más.
Recordemos que la materialidad además de la objetividad,
posee la propiedad de
la sensibilidad, mientras que la idealidad, siendo objetiva, es
espiritual, inmaterial.
Tampoco el materialismo antidialéctico (o
metafísico, como lo llamó Hegel) puede entender a
fondo el problema de lo ideal. Para Feuerbach, punto culminante
del materialismo metafísico (antidialéctico), el
hombre sólo piensa en unión con la naturaleza y en
identidad con
ella. Esto es cierto, pero aquí se detiene Feuerbach. No
logra entender que la unidad con la naturaleza no basta para
producir lo ideal, que para que el hombre piense y produzca lo
ideal debe existir, además, en unidad con otros hombres,
en el sistema de las
relaciones sociales, pues sólo así cobra sentido
hablar de la conciencia social, lo que es en esencia la
idealidad. La idealidad es siempre el fruto del choque de muchas
conciencias individuales, es el resultado o la forma de la
actividad social de muchos hombres, y existe plasmado en el
sistema de las relaciones sociales, precisamente como sistema de
estas relaciones sociales. Sin entender socialmente al hombre, no
es posible entender a fondo el problema de lo ideal, pues la
idealidad es un producto
social.
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