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Luján (Buenos Aires – Argentina) (página 2)



Partes: 1, 2

La razón por la cual debieron transcurrir más de
50 años, desde el primer reparto de tierras, hasta que en
el paraje llamado "El Árbol Solo" se estableciera el
primer español,
puede hallarse al comprender que ni la gran extensión de
tierras asignadas, ni la riqueza natural que ellas
ofrecían, ni la abundancia del ganado vacuno y caballar,
resultaron elementos suficientes para que los conquistadores
vieran sus sueños realizados. Porque la soledad de estas
tierras, más el constante acecho de los malones, en la
mayoría de los casos, hacía que los improvisados
estancieros decidieran cambiar sus extensas tierras por un poco
de tranquilidad, que encontraban en Buenos Aires.

Y por este motivo las tierras volvían a ser asignadas y
nuevamente abandonadas.

No obstante, en cada nuevo intento, cada estancia se
transformaba en un puesto de avanzada, en un puesto de frontera; y al
organizar su propia defensa, se convertía virtualmente en
un fortín.

La Basílica Nacional Nuestra Señora de
Luján
, se encuentra ubicada frente a la plaza
Belgrano, en la manzana circundada por las calles San
Martín (frente), Padre Salvaire (lateral derecho),
Bartolomé Mitre (contrafrente) y 9 de julio (lateral
izquierdo).

A continuación podemos ver la ubicación de la
Basílica en el plano.

La Ciudad de
Luján. Historia

A mediados de 1536, desbaratando indiada hostil, tropas de don
Pedro de Mendoza unos 300 hombres- se trabaron en combate con
pampas a orillas de un río. No se sabe muy bien, acaso
llevado por la correntada, o a lanzazos, muere un tal Diego
Luján, de acuerdo a ciertas crónicas. Sin embargo
el hombre no
figura en los registros. Hay,
sí, un capitán Pedro de Luján.

Dicen que el apelativo de ese cristiano dio nombre al sitio,
donde la muerte se
llevó, esto sin duda, al jefe de la partida, Diego de
Mendoza, hermano del Adelantado.

En un mapa que se atribuye a Ruy Díaz de Guzmán,
aquel soldado paraguayo que escribiera la primera historia de la Argentina,
desde el descubrimiento al siglo XVI, aparece dicho río
con el nombre de Sehuyán. Y cuando en 1580 Juan de Garay
reparte indios y tierras en el Valle de Corpus Christi, "por otro
nombre río de Luján", apunta, figuran naciones
indígenas barajando similitudes eufónicas como
suyán, delaján, luyán.

Por tanto, acaso un apellido preciso o derivación de
tribus naturales, dándole nombre al paraje.

Lo cierto es que en esa soledad de llanura y cielo,
Luján será posta necesaria en el Camino Real, ruta
hacia Chile y Perú por 1663.

Recostada sobre el río es también antemural de
pampas, serranos y tehuelches, que asolarán en malones,
matando a los hombres y llevándose cautivos a chicos y
mujeres. Una larga lucha por la civilización que se
adentrará hasta bien cumplido el siglo XIX.

El afincamiento fue un milagro sucedido hacia 1630. Por ese
tiempo, un
convoy de carretas chapotea el río Luján por el
vado de Árbol Solo y hace noche a orillas de la
Cañada de la Cruz, cinco leguas al noroeste de la actual
ciudad de Luján. Traían dos imágenes
de la Virgen, de la Consolación y de la Pura y Limpia
Concepción, hechas en humilde arcilla cocida. Iban rumbo a
Sumampa, Santiago del Estero, traídas desde el Brasil por
encargo de un portugués que deseaba entronizar a Nuestra
Señora en aquellos sitios.

En el amanecer siguiente reemprendieron viaje. Menos el
carretón de las Vírgenes, como empantanado y ajeno
al cinchaje de los bueyes. Descargadas las imágenes,
sólo quiso continuar una de ellas. El intento se
repitió varias veces con idéntico suceso. Puesta
nomás, caballeros. Ahí se quedó Nuestra
Señora de la Pura y Limpia Concepción, enamorada de
la tierra.

Puro pajonal y desierto en derredor, don Rosendo de Oramas,
patrón de la zona, le erige un oratorio. A poco, en
tierras pertenecientes al sargento mayor Marcos de Siqueyra, se
construirá en adobe y leña un nuevo templete, ya no
tan solo, pues lo acompañan ahora algunos ranchos
diseminados sin premura. Año 1670.

Crecida en la oración y el silencio, sobre la boca de
las arnas, la ya Villa de Luján tiene Cabildo propio hacia
1756. Será el primero en reconocer a la Junta de Mayo y
tendrá partida de defunción a fines de 1821, por
mano de don Bernardino Rivadavia, ministro de Martín
Rodríguez, gobernador de Buenos Aires.

Precisamente un cabildante lugareño, Juan de Lezica y
Torrezuri, curado de mal grave por gracia de la Virgen, levanta
un Santuario en agradecimiento. Será el primero. A cal y
canto. Un 8 de diciembre de 1763 lo inaugura el pueblo que
ayudó a levantarlo.

Trece años más tarde -1776- se crea el
último virreinato de América, el del Río de la Plata, a
cuyo frente la corona designa al teniente general Pedro de
Ceballos, buen soldado y caballero de Santiago. La "última
llamarada de España en
América". Viene con 100 barcos y 9000 hombres de tropa
para ordenar una estrategia
geopolítica frente al avance
portugués que pilotea Inglaterra.

Al año siguiente Luján tiene su primera escuela, con
maestros que antes de luchar contra el analfabetismo
deben hacerlo con los padres, que se niegan a enviarle sus hijos,
al punto que uno de ellos lo golpea fieramente,
"estropeándole la máquina humana", según
grafica un acta del Cabildo.

Tiene escuela y primer médico rentado. Y en poco dos
abogados iniciales. Ambos recibidos en Charcas. Y americanos. Uno
es José Francisco de Ugarteche, paraguayo, futuro diputado
en las asambleas de 1813 y 1825. El otro, Julián de Leiva,
vecino de Luján, quien como síndico del
Ayuntamiento de Buenos Aires, el 25 de Mayo de 1810 tendrá
una pregunta famosa y no menos evidente: "Dónde
está el pueblo?". Santuario, posta, villa, paradero de
Blandengues, defensa contra el salvaje, "poblao"en mitad del
campo, Luján ve pasar de tanto en tanto las carretas
salitreras, que vienen de las Salinas Grandes, proximidades de
Bahía, rumbo a Buenos Aires.

En 1806, con rumbo diferente, esta vez de Buenos Aires el
norte, otras carretas traerán los caudales del Fuerte para
salvarlos de la primera invasión inglesa. Quedan
depositados en el Cabildo de la Villa. En casa contigua se
alberga Sobremonte, al parecer con intención de establecer
la capital del
Virreinato en Luján. El invasor llegó primero que
las intenciones. El virrey se fue para Córdoba y el tesoro
para Londres.

Cuentan que un español afincado en Luján,
Andrés de Migoya, alcanzó a manotear un
cajón de metálico. Y agregan que con ese dinero
levantó una casona, en la que ocho años luego se
hospedará el general Belgrano al cabo de sus derrotas en
Vilcapugio y Ayohuma.

La Reconquista tuvo inicio y epílogo en Luján.
De aquí salieron tropas de voluntarios juntados por Juan
Martín de Pueyrredón para pelear a los ingleses en
Perdriel. Y aquí recalaron vencidos el general Carr
Beresford y varios de sus oficiales, entre ellos el coronel Pack,
jefe del 71 Regimiento de rifleros escoceses. Confinados en los
altos del Cabildo, en 1807 ambos son remitidos a Catamarca ante
la inminencia de una segunda invasión británica.
Cerca de Pergamino llegan Saturnino Rodríguez Peña
y Aniceto Padilla, quienes arguyen órdenes verbales de
Liniers para que les sean entregados los prisioneros. Así
se hizo. Y todos huyeron. Rodríguez Peña y Padilla
se radicarán en Río de Janeiro con pensión
vitalicia de 300 libras anuales, giradas por la corona
inglesa.

Vino después la guerra por la
Independencia
y voluble la suerte de las armas. Camino del
Paraguay el
general Belgrano atraviesa Luján y pone su tropa bajo el
amparo de la
Vírgen en 1810. Los designios de Dios son otros. Pero en
tres años será una fiesta de repiques y victorias.
El general -desafiando órdenes del Triunvirato en
contrario- triunfa en Salta y Tucumán. Las banderas
tomadas al enemigo son ofrecidas en el templo de Nuestra
Señora, Las reciben los vecinos y el párroco
Francisco Javier de Argerich, maestro primario de Rosas.

En 1820, olfateando la muerte,
Belgrano regresa a la Villa para despedirse de su hermano,
titular del Cabildo, mayor del ejército y comandante
militar de Luján.

Por aquí pasan también las disenciones civiles.
Vísperas de Cepeda. Cruzan las montoneras de Estanislao
López y Pancho Ramírez.
Una suerte de boleadoras lo tumba al general Paz y en 1835
vendrá prisionero a Luján. Todo el pueblo por
destino y dormirá cuatro años en su Cabildo. El 8
de septiembre de 1840 Juan Lavalle desanda sus calles en retirada
hacia el norte. Lo habían atravesado desde Martín
García barcos franceses en guerra contra la
Confederación. Lo acompañan

lanceros lujanenses que también pelearon -con distinta
suerte y designio en Ituzaingó y Navarro. Sobre el
silencio de la estancia Los Talas, Esteban Echeverría
escribe algunos poemas y
noticia la Insurrección del sur, acaecida en Dolores por
octubre de 1839.

A principios de
1852, en la mañana del 29 de enero, las vanguardias de la
coalición argentino -oriental – brasileña de
Urquiza, desde Chivilcoy y en pos de Caseros, atraviesan
pausadamente la callada hostilidad del vecindario. Ahí
nomás, campos de Alvarez, la Guardia de Luján a
órdenes del coronel Hilario Lagos enfrenta al enemigo que
lo dobla en número. La caballería federal contiene
a los de Urquiza y se retira en orden hacia Puente
Márquez.

Por abajo de las luchas que van constituyendo al país,
el suelo alimenta
otros hechos que lo identifican.

En pagos de Luján, Francisco Javier Muñiz
-médico y soldado- obtiene con vacas de la zona el cow pox
antivariólico, que su descubridor Eduardo Jenner aseveraba
sólo era posible lograr con animales de
Glowcester. En 1844 envía a Rosas un valioso informe sobre la
escarlatina, fechado en Luján, donde se desempeñaba
entonces como médico policial. Sus excavaciones realizadas
desde 1825 descubrieron restos de gliptodonte y otros
fósiles, una importante colección que ocupaba 11
cajones.

Precursor de estos trabajos paleontológicos fue el
dominico Manuel Torres, lujanense, que halló partes de un
megatherium, a orillas del río Luján por 1788,
actualmente exhibido en el Museo de Historia Natural de Madrid.

Y un clásico de América, Florentino Ameghino,
según documentos "nato"
en Moneglia, Italia, pero
según propia voluntad y palabra nacido en la villa de
Luján. Como naturalista, paleontólogo, filogenista
y antropólogo sus obras abarcan 24 libros, 179
títulos de trabajo.
Reunió la mayor colección de fósiles del
continente y sostuvo la teoría
del origen terciario del hombre americano. Hizo estudios sobre el
comportamiento
hídrico de la llanura bonaerense, que todavía
aguardan quien los considere.

La Virgen aquerenciada en Luján, chiquita, morena,
apenas tierra cocida,
se levanta en un monumento que congrega piedades que no cesan, y
a más de un millón de peregrinos en ciertas fechas
precisas. Caso único en el mundo. La causa segunda de esta
construcción, que dirían los
antiguos, fue un lazarista francés, Jorge María
Salvaire, llegado a Luján en 1874. Andaba en la pampa
evangelizando indios, y salvando el pellejo en la misión,
consagra su gratitud a la Madre de Dios. El agradecimiento
será en piedra y cemento.
Participa toda la comunidad y la
Basílica va trepando al cielo durante casi medio siglo. De
1890 a 1935.

Antes que nada, como Reina cabal, Nuestra Señora de
Luján tuvo coronación legítima: 8 de mayo de
1887. Para resguardar su fragilidad mate-rial, en 1917 se la
recubrió con una malla de plata.

La Primera Escuela

La primera escuela de la provincia de Buenos Aires fue creada
por acuerdo del 13 de febrero de 1773 y se denominada Escuela del
Cabildo de Luján. Don Miguel Benítez fue el maestro
de primeras letras. En 1795 se ubicó en la planta baja del
Cabildo donde funcionó hasta 1823. Fue la única
escuela de la campaña durante muchos años. El
edifico propio lo logró en 1862. En 1875 se abrió
el Consejo Escolar de Luján. La Escuela Nro 1 José
Manuel de Estrada se establece en la calle Lavalle 241, donde
funciona en la actualidad, en 1931, y fue bautizada con el nombre
del gran docente y escritor cuya familia se
afincó en Luján en 1871.

El Primer Templo

La primera capilla que se construyó en Luján, en
1685, fue denominada Capilla de Montalbo. Se construyó con
ladrillos cocidos (una novedad para aquella época) y
estaba emplazada al este de la actual Basílica, a
aproximadamente 50 metros.

La Imagen de la
Virgen

La imagen de la Vírgen de Luján quedó en
el rancho de don Rosendo, donde ocurrió el milagro en
1630. Luego fue instalada en una ermita a pocos metros de aquel
primer altar. En 1671 se llevó a una habitación de
la casa de Doña Ana de Matos. Cerca de su casa se
construyó un oratorio donde volvió a emplazarse la
imagen hasta ser trasladada a la Capilla de Montalbo.
Posteriormente fue construida la iglesia sobre
la calle Lezica y Torrezuri a la que siguió la maravillosa
obra de nuestra Basílica Nacional donde se encuentra
entronizada en la actualidad.

Camino Real

En 1663 pasó el camino real que conducía desde
Buenos Aires hasta Chile y Perú. Luján era un punto
estratégico en la ruta hacia el norte. Desde esos
años ha comenzado su crecimiento siendo una de las
ciudades en la actualidad con un patrimonio
histórico/cultural formidable, que su comunidad, se
empeña en proteger y difundir.

Una Casa de Todos Asociación Cultural
Ameghino

La Casa de la Asociación Cultural Ameghino es muy cara
a la historia de Luján. Allí nacieron las escuelas
secundarios de nuestro partido, la Universidad
Nacional de Luján, el primer jardín de Infantes y
un sinnúmero de entidades de bien público que
enorgullecen a la ciudad.

En sus instalaciones funciona una estupenda biblioteca y se
realizan variadísimas actividades culturales. La entidad
nace el 18 de marzo de 1913 y en 1915 funcionaba su biblioteca.
El edificio donde puede ser visitada en la actualidad (San
Martín 485, casi esquina Colón) fue inaugurado el
30 de junio de 1931. Fue su primer presidente Juan Bautista
Barnech (1913/1923)

El Primer Colectivo

El primer colectivo del país se vió en
Luján. El invento argentino nació en esta villa en
1922, y transportaba peregrinos desde la Estación
Basílica hasta el Santuario. La línea fue
inaugurada el 25 de mayo de ese año. El primer chofer fue
Juan Brezani.

Ese recorrido, a partir de la llegada de La Porteña
inaugurando el ramal del ferrocarril, se cubría con coches
a caballo, luego llegó el tranvía con
tracción a sangre,
sucediéndose las taxis hasta la irrupción del
colectivo.

Este primer colectivo (según cuenta la Revista
Nosotros) estaba pintado de verde oscuro, una inscripción
que lo presentaba como Servicio de
Omnibus, fileteado, y con un pescante posterior para el ascenso
de pasajeros. Tenía 16 asientos y 8 ventanillas sin
vidrios (con cortinas enrollables de cotín). El
histórico emprendedor se llamó José Ventura
Acuña.

El Hospital Municipal

Fue inaugurado el 31 de diciembre de 1901 sobre los terrenos
que ocupa en la actualidad. Su primer director fue el Dr.
José Franchi, y en 1905 se lo designa oficialmente al Dr.
Enrique Merlo.

La Municipalidad

El Palacio Municipal, que se encuentra en San Martín,
entre Mariano Moreno y Colón, frente a la Plaza
Colón, fue inaugurado en 1910

Palmeras Africanas en Luján

Las palmeras que hermosean el boulevard Humberto I fueron
plantadas entre 1911 y 1912, siendo importadas desde Africa por
Fermín Cigordia. Hermanitas de las que pueden encontrarse
en el barrio capitalino de Palermo le dieron su imagen
característica a una de las avenidas más hermosas
de Luján.

Pertenecen al género
Phoenix, especie Canariensis y originariamente se plantaron
simétricamente trece palmeras por cuadra.

Los Cimientos de la Basílica Nacional

El 6 de mayo de 1890 fueron abiertos los cimientos de la
Basílica. Los miembros del Círculo de Obreros
católicos dieron las primeras paladas de tierra, cuya obra
estaba a cargo del arquitecto Ulrico Courtois y el ingeniero
Antonio Flammand.

El Primer Tren

El maquinista italiano que condujo la máquina La
Porteña, que inauguró el servicio ferroviario en
nuestro país, Don Alfonso Corazzi, se radicó en
Luján. El primer tren en su viaje inaugural a Luján
llegó el 23 de mayo de 1864.

Una Escuela de 1826

Fundada por Rivadavia como Escuela para Niñas, el
propio Juan Manuel de Rosas tomó examen a 74 alumnas en
1831. La escuela Nro 2 Bernardino Rivadavia, actualmente
está ubicada en Constitución y San Martín, frente al
tanque de agua.

La Ciudad de
Luján. Escudo Heráldico

Luján, posee su escudo heráldico por iniciativa
del diputado don Juan G. Káiser, aprobado por el Concejo
Deliberante a principios de 1939.

El autor dijo al fundamentar su proyecto: "La
tradición, la honrosa tradición histórica de
nuestro pueblo, un pasado glorioso lleno de hechos y
acontecimientos, su cabildo, único en la provincia; su
participación en la Reconquista, sus huéspedes
gloriosos, verdadero héroes y mártires de nuestra
patria: esto es el orden social, político e
histórico; su Virgen, la Primera Fundadora de esta Villa
gloriosa en su maravillosa tradición de tres centurias,
llena de vida exterior e interior dentro del pueblo todo de
la
República, venerada por todos los grandes de la
Nacionalidad,
invocada y jurada por los Padres de la Patria: San Martín
y Belgrano; sus Santuario Nacional, su cultura
pasado, justifican ampliamente la iniciativa que viene a dotar a
Luján de su escudo". "Será colocado en todos los
documentos oficiales locales, frente al de ayer y de hoy, todas
sus glorias, todo su palacio Municipal y frente al viejo e
histórico Cabildo de la Real Villa ".

Significado

La Elipse del Escudo: simboliza la unidad material y política con la
Nación
y la Provincia.

La Filiera Roja: representa la sangre del Capitán
Luján y los esfuerzos y victorias de los conquistadores
del lugar, por mucho tiempo primer puesto de avanzada hacia el
interior.

El Jefe en Plata: representado por el color Blanco,
indica la dependencia y acatamiento a la Reina de los Cielos en
su deseo de permanecer en el lugar.

La Taja Azul Ondulada: reproduce el Río Luján en
su hermosura.

El Cuartel inferior en Oro: que
figura en Amarillo, simboliza la riqueza de la Región
Pampeana a cuyo borde se asoma la ciudad.

El Cabildo Rosado: se ideó por ser
característico de la edificación colonial.

La Torre: simboliza el poder del
cabildo, único en la campaña, y el almenado es por
las luchas que sostuvo. Su puerta y ventana cerradas indican que
terminó su misión en la historia en azul por la
justicia
impartida.

Los Muros Laterales con tejas rojas representan la
tradición colonial y Argentina de los héroes y
mártires que allí actuaron.

La Cinta en Plata: 1630 LUJÁN 1756, el año del
Milagro y el de la Fundación del Cabildo y entre las dos
fechas, el Nombre LUJÁN da la idea del origen milagroso y
humano de la ciudad en azul, símbolo de la verdad que
afirma.

Complejo
Museográfico "Enrique Udaondo"

El Complejo Museográfico está dividido en cuatro
áreas, donde encontraremos distintas expresiones del
pasado de la Villa de Luján, de los aborígenes,
gauchos y
personalidades importantes de nuestro país. En todas las
dependencias del complejo existen testimonios de las etapas
fundamentales de nuestro pasado. En sus patios estuvieron
detenidos el Capitán Carr Beresford y el Coronel Pack,
ambos jefes británicos durante las Invasiones Inglesas.
Como también, pero en los calabozos de la antigua
cárcel del Cabildo, que podremos observar en su estado
original, estuvieron detenidos Cornelio Saavedra,
Bartolomé Mitre y el General Paz. También
estuvieron detenidos los hermanos Reynafé y Santos
Pérez, acusados del asesinato de Facundo Quiroga.

La arquitectura de
cabildo es de estilo colonial, tiene cinco arcos en la parte
inferior, que forman una galería, y cinco en la parte
superior.

Cuenta la historia, que en el arco principal eran colgados los
ladrones y asesinos, para que toda la población los viese y no imitasen sus actos
delictivos.

Tiene una campana que servia para anuncios importantes o en
caso de peligro.

La casa-cabildo y la cárcel comenzaron a construirse en
1770. En 1821, por decreto de Bernardino Rivadavia (quien
había pasado parte se su infancia en
Luján), los Cabildos cesaron sus funciones, desde
esa época, el edificio paso a ser sede del juzgado de paz,
de la comisaría y mas tarde de la
administración municipal, hasta 1910.

A punto de ser demolido en 1917, el entonces comisionado
municipal Domingo Fernández Beschtedt, logro qué el
gobernador Cantilo destinara el edificio para crear allí
el Museo Colonial Histórico.

Don Enrique Udaondo, fue su director "ad honorem"desde el 12
de octubre de 1923, año en el que el museo fue fundado,
hasta su muerte en 1962.

Don Enrique Udaondo, fue autor de importantes libros, consagro
su vida a los museos, bibliotecas
populares y a difundir el valor de la
historia.

Vendió una de sus estancias para construir un
pabellón de este complejo y muchas de las "donaciones" que
lograba, en realidad habían sido compradas con su propio
dinero.

Investigar el pasado y conservar sus testimonios lo llevaron a
ocupar los cargos mas altos. Fue pionero de la museologia
Argentina.

La casa del
Virrey

Actualmente forma parte del complejo museográfico
anteriormente mencionado. Fue construida en 1772 siendo una de
las edificaciones mas antiguas de este territorio.

Recibe este nombre en el año 1806 cuando el Virrey
Sobremonte se aloja en ella, cuando en su huida hacia
Córdoba con los tesoros del Fuerte debido a las invasiones
inglesas, debió detenerse en esta villa por el mal
estado de los caminos.

Esta propiedad fue
sede del Real Estanco de Tabacos, Oficina de
Recaudación de Impuestos y mas
tarde pulpería. Desde 1829 paso muchos años de su
vida un gran sabio de la historia nacional, Don Francisco Javier
Muñiz, docente, pionero de la medicina
Argentina, Diputado, Senador y Soldado de la Patria. Fue conocido
mundialmente ya que sus investigaciones
ayudaron a descubrir la vacuna antivariólica.

Hoy declarado Monumento Histórico Nacional, tuvo varios
dueños hasta fines del siglo XIX. Por aquellos años
se creía que en las casas antiguas, que habitan habitado
personas de fortuna, en iglesias o conventos, que se consideraban
construcciones o sitios seguros,
habría dinero u otros objetos de valor enterrados en
lugares secretos, especialmente en tiempos de guerra o
revoluciones. Por esta teoría se afirmaba que los
dueños de grandes riquezas escondían sus
pertenencias de valor en el piso o en los muros del edificio, por
miedo a los posibles saqueos.

Basados en esta teoría muchos se enriquecieron
encontrando verdaderos tesoros ocultos en antiguas
construcciones, no siendo el caso de los que adquirieron, en
1889, "La Casa del Virrey" suponiendo que en ella
hallarían enterrado el tesoro que el Virrey podría
haber escondido en su huída a Córdoba.

En 1894 se convirtió en imprenta, que
fue llamada "La Justicia", más tarde fue sede del Circulo
Católico de Obreros, y finalmente pasó a formar
parte del museo.

Plaza Manuel
Belgrano

Esta se encuentra circundada por las calles San Martín,
9 de Julio, Lavalle y Lezica y Torrezuri. Ubicada frente a la
Basílica Nacional, sitio de descanso para los
peregrinos.

La tierra que ocupa actualmente la plaza, era propiedad de
Doña Ana de Matos. Su primer nombre fue Plaza Real, por
que antiguamente pasaba el Camino Real, por lo que hoy es la
calle San Martín.

En esta plaza se realizaban corridas de toros y se jugaba al
pato.

Mas tarde se la llamo Plaza de La Justicia, por que
allí se azotaban a los delincuentes o se les dictaba la
pena de
muerte.

En 1856 tras sancionarse la primera Constitución, el
antiguo Camino Real comienza a llamarse Constitución, como
también lo que era hasta ese momento la Plaza de La
Justicia. Fue en esta misma plaza donde dos años mas tarde
se erigió el primer monumento al General Manuel
Belgrano.

En la Plaza se encuentra el Hito Nro. 0 de la argentinidad.
Este monumento fue inaugurado el 15 de agosto de 1974, en
homenaje a los primeros hombres que defendieron la libertad.

Se encuentra también la Fuente de los Deseos,
inaugurada el 23 de Marzo por los amigos de Plaza Belgrano, que
actualmente se encuentra enrejada para evitar saqueos.

En frente de la Basílica se encuentra un mástil,
donde todos los domingos a las diez de la mañana se iza la
Bandera Argentina.

En el centro de la Plaza se encuentra la estatua ecuestre,
realizada en bronce, la cual muestra al
General Belgrano portando, con su brazo derecho en alto, la
bandera de su creación. Posee un basamento de cuatro
metros de altura, el que es un prisma de granito de
Bélgica. Al frente presenta una alegoría tallada en
piedras, en relieve,
compuesta por el escudo, laureles, espadas cruzadas y la leyenda
"Dios y Patria". Además se lee "Al General Belgrano el
Pueblo de la Villa de Luján. MCMXXX".

Dos excelentes bajorrelieves hechos en fundiciones francesas,
muestran en el lateral derecho, la muerte del creador de la
bandera, y en el lateral izquierdo, al General conduciendo a su
ejercito a la batalla.

El 25 de mayo de 1910 se había colocado la Piedra
Fundamental del monumento. No obstante, mediante
suscripción popular, el mismo se concretó un
año mas tarde.

Al comenzar el año 1930, se prevé la
inauguración para el día 7 de septiembre. La
revolución
del 6 de septiembre impidió la concretación del
acto, que se llevó a cabo el 16 de noviembre de 1930,
previa noche de gala en la municipalidad.

En la ocasión estuvo presente el nieto del
prócer, Sr. Mario Belgrano.

En aquellos años, se contaba con dos caminos para
dirigirse hacia las Provincias del Norte; uno era el antiguo, que
seguía poco mas o menos el recorrido de la actual Ruta
Nacional N° 8; y el otro era el
nuevo que marcaba su recorrido de manera casi idéntica que
nuestra actual Ruta Nacional N° 7.
En 1663, el camino nuevo fue oficializado al mismo tiempo que se
declaraba en desuso el antiguo camino, por el cual
transitó la carreta del milagro con rumbo a la casa de un
estanciero sumampeño, en donde comenzó a gestarse
el prodigio que dio origen a nuestra ciudad de Luján.

Y es en un nombre, el de Antonio Farías de Sáa,
hasta donde llega las raíces mas remotas de esta historia;
llegan hasta el mismo momento cuando este caballero
portugués decidió construir una capilla en su
propiedad, para dedicarlo al culto de María.

Debió haber llegado a América en los albores de
los años 1500, y por lo que después se verá,
debemos suponer que Farías lo hizo arribando a las costas
norteñas del Brasil.

Según pudo confirmarse, al poco tiempo se radicó
en la ciudad de Córdoba, en donde sus progresos
económicos le permitieron reunir la suma necesaria como
para convertirse en propietario de una extensa fracción de
tierras en Sumampa, jurisdicción de Córdoba de
Tucumán, hoy provincia de Córdoba. Fue entonces,
cuando el portugués, soñó con tener una
capilla propia para dedicársela a la Imagen de la Pura y
Limpia Concepción de la Santísima Virgen
María.

En consecuencia, con tal propósito, es casi seguro que a
mediados del mes de julio de 1629, encontrándose en el
puerto de Buenos Aires, Farías le entregó una
carta a un
capitán de navío, persona de su
amistad, para que
éste la pusiera en manos de otro amigo suyo, un
portugués del cual nunca se supo el nombre, pero que se da
por seguro que residía en Pernambuco, en las costas
norteñas del Brasil, zona en la cual, seguramente
Farías habría vivido por algún tiempo.

En aquel legendario mensaje, el estanciero sumampeño le
pedía a su amigo de Brasil, que le enviara una imagen de
María, sabiendo que aquella zona de Brasil era famosa por
la fabricación de las mejores imágenes religiosas
construidas en terracota.

En virtud de dicho encargo, nunca se supo porque razón
pero lo cierto fue que el paisano del Brasil, en lugar de una, le
mandó dos imágenes a su amigo de Sumampa. Una,
conforme lo había solicitado Farías, era la de la
Pura y Limpia Concepción de la Santísima Virgen
María, y la otra, era una réplica de la Madre de
Dios con el Niño Jesús en sus brazos, que fue la
que realmente si llegó a destino, es decir, a Sumampa.

Y finalmente, llegó aquel 21 de marzo de 1630,
día en que el navío "San Andrés" arribo al
puerto de Buenos Aires, transportando a las dos Sagradas
Imágenes cuidadosamente embaladas, cada una en su
respectivo cajón, para que, no sufrieran rotura alguna en
tan largo viaje. Pero los problemas no
se hicieron esperar demasiado, ya que todas las mercancías
del navío fueron decomisadas en la Aduana, y tanto
Andrea Juan como todos sus acompañantes fueron detenidos,
posiblemente por tratarse de un asunto de contrabando.
Pero la oportuna intervención de Bernabé
González Filiano, de gran poderío económico
en aquellos tiempos, hizo posible que todos fueran liberados y
que pudieran proseguir con el itinerario preestablecido. Y es
probable que fuera en ese momento, cuando el africano de nombre
Manuel que vino en aquella embarcación en condición
de esclavo adquirido en el Brasil, se halla venido con Filiano a
cumplir servicio en la estancia que éste poseía a
orillas del río Luján.

Por lógica,
debieron haber tomado por el camino nuevo, es decir, el que
pasaba por donde hoy es nuestra ciudad, pero seguramente que,
razones de amistad, o de tratos comerciales con Filiano, hicieron
posible que las carretas se condujeran por el antiguo camino. Fue
así que, al anochecer del primer día, la caravana
se detuvo junto al río de las Conchas, en un lugar llamado
años más tarde Paso Morales (hoy partido de
Morón) y una vez reanudado el camino y vadeado el
río, llegaron al atardecer del segundo día, a
orillas del río Luján, haciendo noche en la
propiedad que estaba a cargo de Bernabé González
Filiano, pero que se conocía como la estancia de Rosendo,
y cuya casa se hallaba un poco al norte de donde se encuentra la
ciudad de Pilar, en un lugar hoy llamado Villa Rosa, y en donde
actualmente se alza una ermita evocativa de aquel milagroso
suceso.

Cuando las primeras luces del nuevo día comenzaron a
asomar, inician los preparativos para continuar con el recorrido.
El conductor de las Sagradas Imágenes, unció sus
bueyes al yugo; y cuando atados ya al carretón intentaba
seguir, es aquí que sucedió, que el vehículo
se negaba completamente a seguir; el carrero atribuyó que
los bueyes estarían cansados y que el camino estaba
pesado. Y así dispuso que se atasen otras yuntas de bueyes
que los ayudasen a arrancar el carretón del sitio en el
que estaba detenido, aunque se puso todo el esfuerzo para excitar
los animales todo fue en vano.

No comprendiendo todavía los circunstantes, aconsejaron
al dueño descargar del carretón los bultos que
llevaba. Y así se hizo, y al punto le movieron los bueyes
con mayor facilidad. Admirados todos los testigos de tan singular
novedad, le preguntaron al conductor, que era lo que llevaba
allí que pudiese servir de impedimento a su viaje; y le
respondió que iban dos Imágenes de la
Santísima Virgen.

Le dijeron que embarcara nuevamente los dos cajoncitos en el
carretón, para cerciorarse sí el estorbo venia de
ellos. Los subieron a la carreta y luego trataron de hacer
caminar los bueyes; pero volvieron a hallarse con el impedimento
primero.

Ante tan inexplicable suceso, algún individuo de
los presentes, le dijo al conductor que saque uno de los cajones
de la carreta, así se hizo pero en vano; porque por
más que tiraban los bueyes, y a pesar del menor peso y de
no estar atascadas las ruedas, el carretón
permaneció inmóvil. Entonces se procedió a
trucar los cajones, y sin más estimulo tiraron los bueyes
cómodamente y sin ninguna dificultad moviéndose el
carretón.

Insinúo entonces alguno de los asistentes, que este
portento no podía significar otra cosa sino el adorable
designio de la Divina Providencia, por el cual manifestaba su
voluntad de que se quedase en aquel mismo paraje, la Imagen de la
Santísima Virgen encerrada en aquel cajón.

Uno de los asistentes, no sin profunda emoción,
sí, con muy legitimo estremecimiento procedió a la
apertura del cajón; y todos fueron testigos de que el
tesoro que contenía era bien en efecto, como lo
había declarado el portugués conductor del
carretón, un bello simulacro de bulto de la
Purísima Concepción de la Virgen.

Estuvieron algún tiempo suspensos, llenos de
alegría ante la Sagrada Imagen y resolvieron llevarla
todos juntos y con el mayor respeto a la
propia morada de Don Rosendo. Formaron, con este fin, todos los
asistentes una procesión sencilla y acompañaron
así formados a la Santa Imagen.

Llegados a la humilde morada de Don Rosendo, depositaron la
imagen en el aposento más decente de ella, y
habiéndola colocado en el rústico trono que, en
medio de sus alcances, le improvisaron, de nuevo se postraron
unánimes a rendirle homenaje.

Después prosiguieron camino hacia su destino,
llevándose consigo aquella otra imagen destinada a la
ermita de Sumampa.

La estancia de "Don
Rosendo"

Precisar el lugar exacto y el año en que se produjo el
milagro no fue tarea para nada sencilla, sino todo lo
contrario.

Y un dato que por mucho tiempo se manejó
incorrectamente, fue el nombre de Rosendo de Oramas, el
cual, en realidad, nunca existió, aunque haya algo de
verdad en todo esto, ya que de esta historia tomaron parte dos
personas: un tal Rosendo y un tal Oramas.

No caben dudas de que el milagro sucedió en la estancia
de Rosendo, como siempre la llamó la gente, y que la misma
estaba a unas cinco leguas de nuestra actual Basílica
Nacional, pero no en la Cañada de la Cruz, en las
inmediaciones del actual pueblo de Villa Ruiz, sino que estaba
ubicada en un paraje hoy denominado Villa Rosa en el partido de
Pilar. Y si bien siempre se la llamó la estancia de
Rosendo, se debe de tener muy presente que la misma fue
administrada por Filiano y más tarde por Oramas, porque
aquí nació la tradición oral nos trajo un
nombre inexistente: el del legendario Don Rosendo de Oramas.

Tomas Rosendo era natural de Valladolid de España e
hijo también de padres Vallisoletanos. Llego Tomas a estas
regiones del Plata en 1616, después de haber estado en
Potosí y aquí se caso en 1617 con doña
Francisca de Trigueros Enciso hija de Diego Trigueros y Caro.

Tomas Rosendo ejerció el cargo de regidor de nuestra
Ciudad hasta el año 1621, en el que fallecía
atacado por una terrible peste que atacó a Buenos Aires.
Tuvo un único hijo: Diego Rosendo Trigueros.

Doña Francisca de Trigueros Enciso al enviudar, se caso
por segunda vez con Bernabé González Filiano, de
origen canario. Este hizo gran fortuna con el comercio de
contrabando y sus bienes, unidos
a los de su mujer,
constituyeron la tercera fortuna de la Ciudad con 9 estancias y
24 esclavos. De este segundo matrimonio
vinieron al mundo cuatro hijos: tres mujeres y un varón,
llamados Juan, Isabel, Basilia, Magdalena. Esta ultima
moriría infante.

Falleció Bernabé González en 1645 y su
mujer lo siguió 4 años más tarde,
extendiendo su poder testamentario en favor de su hijo Diego
Rosendo.

Dicha estancia era un bien patrimonial y Diego Rosendo entro a
ejercer las responsabilidades de propietario cuando llego a la
mayoría de edad. Diego Rosendo fue licenciado en
cánones y teología y lo ordeno de prebisterio el
obispo Cristóbal de la Mancha en 1648. Estuvo varios
años de cura en la Catedral de Buenos Aires y paso luego a
Corrientes y Santa Fe, con el mismo cargo. Murió en esta
ultima ciudad declarando por herederos a sus hermanos los
Oramas.

Los tres restantes heredaron al morir Diego Rosendo su
fortuna; pero desde muchos años antes de la muerte de
Diego, acaecida en 1680, ya Juan de Oramas administraba los
bienes de su hermanastro a voluntad y beneplácito, por un
amplio poder que aquel le otorgara.

Juan de Oramas fue, como su hermanastro, cura de la Catedral
de Buenos Aires por espacio de muchísimos años y en
dicho puesto lo halla la muerte en 1706.

Diego Rosendo en su minoridad quedó al cuidado de su
padrastro Bernabé González Filiano y fue este quien
cuidó de su estancia de Luján y quien
atendía en la fecha del milagro.

A partir del momento del milagro, los fieles comenzaron a
llegarse hasta la casa de Filiano para visitar a la Sagrada
Imagen e implorar ente ella el amparo de la Madre de Dios. Fue
así que en consecuencia, el dueño de casa
consideró necesario construir un oratorio a un costado de
la casa, el cual no era más que un modesto ranchito de
barro y paja, con una cruz en lo alto que lo distinguía en
aquellos despoblados lugares.

La Santa imagen, estaba colocada en un nicho que descansaba
sobre el rústico altarcito, y si bien estaba blanqueado el
interior, la luz que penetraba
era escasa y sólo brindaba una semipenumbra que
predisponía para el recogimiento y la oración.

El Oratorio de Rosendo, como lo llamaba la gente, en 1663
comenzó a los peregrinos al tiempo que el nombre de la
Virgen del Río de Luján, se divulgaba cada vez
más.

El Primer Propagador
del Culto

En aquel pequeño y humilde oratorio transcurrieron unos
40 años, durante los cuales, el primer y principal
propagador del culto fue un esclavo africano de nombre Manuel,
quien al momento del milagro de 1630, no tenía 8
años de edad como siempre se dijo, sino que era un
muchacho de 26 años.

Desde el momento del milagro, el negro Manuel fue consagrado
por completo al cuidado de la Santa Imagen, reconociéndose
él mismo como el verdadero y exclusivo esclavo de la
Virgen del Río de la Plata. Atender a los enfermos,
enseñar el camino de Dios y consolar a los afligidos eran
algunas de las tareas a las que se encontraba abocado.

En su venerable ancianidad, vestido de tosco sayal, con una
larga barba blanca a manera de ermitaño, y con un profundo
aspecto místico, supuestamente en 1686, a los 82
años de edad, y cuando el esclavo de la Virgen
había alcanzado una gran influencia sobre todos los
creyentes, llegando a ser amigo y consejero de todos ellos.

"En su muerte se le hallaron un depósito de 14 mil
pesos de las limosnas que los devotos y peregrinos habían
ofrecido para el culto de la Santa Imagen, y con esta plata se
fundaron después las haciendas de ganados que hoy posee el
Santuario". Esto indicaría que además de la
administración que ejercían tanto el
mayordomo como el capellán del Santuario, los peregrinos,
por confianza o por tradición, ofrecían algunas
limosnas a Manuel.

"Hallándose el negro Manuel en la última
enfermedad dijo un día que su ama le había
anunciado que moriría el viernes, y que el sábado
siguiente lo llevaría a la gloria. Esto aconteció
según lo expresado por la Virgen.

Es tradición que por sus insuperables méritos,
su cuerpo haya sido sepultado detrás del altar mayor a los
pies de su amada Madre, aunque toda búsqueda al respecto
haya resultado infructuosa.

Culto
Moribundo

Alrededor de cuarenta años habían pasado ya
desde aquel día en que se produjo el milagroso suceso a
orillas del Río Luján, y el futuro de aquel culto a
María, parecía orientarse hacia un panorama cada
vez más sombrío. Todo parecía indicar que su
extinción se avecinaba y que resultaba irremediable.

Mientras Diego Rosendo estuvo en Bs. As. La vida en la
estancia y en capilla se desarrollaba normalmente, pero una vez
que partió hacia Corrientes en 1666 hasta 1680 en el
año en el cual muere, todo cambio en la
estancia. Un virtual estado de abandono se apoderó
entonces de aquel lugar, cuando Juan de Oramas, su hermanastro, y
también clérigo, quedo a cargo de la Catedral
Porteña, y además se convirtió en administrador de
todos los bienes de Diego Rosendo.

La estancia y por lo tanto la capilla, estaban abandonadas por
completo, no ofreciendo siquiera a los peregrinos un lugar en
donde pasar la noche; el camino que por allí pasaba
había sido definitivamente clausurado en 1663; el Negro
Manuel, el único que mantenía en vida al culto,
había sido reclamado por los Oramas para cumplir servicios en
Bs. As., y seguramente, lo más importante: tanto Rosendo,
como Oramas, en ningún momento se sintieron parte de la
causa Mariana Lujanense, basándonos en que estos
clérigos, jamás pugnaron por oficializar el culto
que se desarrollaba en su estancia.

Todo parecía atentar contra aquel culto de
María… Pero no era la voluntad de Dios que éste
desapareciera… Porque allí quedó por espacio de 5
largos años, en aquella desolación tan doliente, el
estoico Negro de la Virgen, que faltó de todo recurso
material, con su sola inspiración Divina, supo mantener
viva la llama de aquel perdido culto de María, en medio de
la majestuosa nada de la pampa.

Pero la intervención oportuna de Doña Ana de
Matos, vendría a revertir esta triste
situación…

La compra de la
Sagrada Imagen

Doña Ana de Matos se presentó entonces ante el
rector de la Catedral de Bs. As. para adquirir los derechos sobre la Sagrada
Imagen. Juan de Oramas, hombre absolutamente práctico como
administrador, y que además atribuía a los
peregrinos gran parte de desaparición del ganado de su
estancia, no dudó en acceder al deseo de la dama mediante
el pago de $200.

Una vez cumplimentada la correspondiente tramitación,
la señora acudió presurosa a la desolada ermita, y
se trajo consigo a la Santa Imagen, dejando allí al Negro
Manuel.

Una vieja tradición afirma, a esa misma noche, la
Sagrada Imagen volvió por sus propios medios
(traslocación) a la Ermita de Rosendo, junto a su esclavo
africano. Colmada de asombro, Ana de Matos dio la orden para que
el traslado se efectuara nuevamente hacia su estancia, y
volvió a colocar la Efigie en el mismo lugar del
día anterior. Y para mayor seguridad dispuso
de una guardia especial en torno a la
habitación. Pero no obstante, a ello, sin que nadie
pudiera explicarse cómo, la Sagrada Imagen volvió a
desaparecer, siendo hallada al día sig., nuevamente junto
a su devoto esclavo.

Entonces, ahora sí, seriamente afligida por la doble
desaparición, Doña Ana de Matos comenzó a
presentir que todo aquello que estaba ocurriendo era algo
sobrenatural, algo de origen Divino, razón por la cual, no
se atrevió a efectuar un tercer traslado, sin antes
exponer debidamente es misterio ante el Obispo Fray
Cristóbal de Mancha y Velazco, y ante el Gobernador don
José Martínez de Salazar.

Luego de un exhaustivo y concienzudo examen de la singular
situación, ambas autoridades coincidieron en la necesidad
de tomar una imperiosa decisión: efectuar ellos mismos el
traslado. Conformándose una gran comitiva integrada por lo
más representativo de Bs. As. y una considerable cantidad
de público que se unió a ella.

Una vez e la estancia de Rosendo, el Obispo procedió a
informarse minuciosamente de todo lo sucedido, inspeccionando el
lugar, examinado uno a uno a todos los testigos de las
misteriosas desapariciones, y luego de esto reconoció
ahora sí, la indivisible intervención de Dios,
antes de autorizar la histórica traslación.

Fue así entonces que, la Sagrada Imagen fue levantada
en andas y en procesión comenzó de a pié
aquel traslado encabezado por un Obispo y un Gobernador,
también iba entre el público, un esclavo, el
preferido de la Virgen, el Negro Manuel.

Según el examen serio y detenido de extensa documentación, dicho traslado debió
ocurrir a finales del año 1671, y quizás en una
fecha muy cercana al 8 de Diciembre, como preparativo de una
nueva fiesta de la Pura y Limpia Concepción.

Las cinco leguas (20 Km.) fueron cubiertas en dos jornadas
sucesivas de peregrinar rezando a través del campo, hasta
llegar a la casa-fortín de Ana de Matos, en donde por
espacio de tres días se celebraron misas, se rezó
el Santo Rosario se cantaron las letanías y los himnos a
María Inmaculada. Finalmente, el Prelado dejó
autorizado oficialmente el culto a la Pura y Limpia
Concepción del Río de Luján, quedando
así, luego de 40 años del Milagro, canonizada la
devoción de un pueblo y proclamada por siempre, el nombre
de Nuestra Señora de Luján.

La Virgen en un
fortín

Ahora sí, la Imagen de María se quedaría
para siempre por estos lugares. Vendría el oratorio junto
a la casa de Doña Ana, y más tarde las distintas
capillas antecesoras de su octavo lugar de culto, el actual
Santuario Nacional; pero todos ellos a pocos pasos del casco de
la estancia, ubicado junto al río paterno, a la altura de
la actual Av. Dr. Muñiz.

Antes de que Doña Ana donara las tierras para la
construcción del primer gran templo en torno del cual
comenzó a formarse el desordenado caserío que se
convertiría luego en el Pago de Luján.

Doña Ana de
Matos

Doña Ana de Matos y Encinas, tal como era su nombre
completo, era oriunda de la Ciudad de Córdoba, y sus
padres fueron el Capitán Don Lázaro de Matos y
Doña Francisca de Encinas. Hija mayor de ese matrimonio,
sus tres hermanos se llamaron: María, Pedro y Diego.

En 1630, Doña Francisca de Encinas, gravemente enferma,
ya viuda, y a punto de expirar, queriendo ver asegurado el
porvenir de su hija, logró que en su presencia la Autoridad
Eclesiástica bendijera el proyectado enlace conyugal entre
su hija y el Sargento Mayor Don Marcos de Sequeyras, quien se
convertiría en tutor de sus tres pequeños hijos, al
quedar huérfanos de padre y madre.

Don Marcos, era mucho más que su prometida, pero era
uno de los vecinos más poderosos de la Ciudad de Bs. As.
Había nacido en España, y luego recorrer toda
América del Sur, llegó al Río de la Plata en
1626. Poco tiempo después ya encabezaba la lista de
vecinos mas acaudalados, este requisito indispensable para
aspirar a cargos de gobierno. Y fue
en 1630 en que se convirtió alcalde del Cabildo
porteño, en 1635 en alférez real de aquella ciudad,
y dos años después, recibió grandes
extensiones de tierras junto a los ríos Arrecifes y
Luján, como retribución a los buenos servicios
prestados a la corona española.

La muerte lo sorprendió en 1643, convirtiéndose
su esposa, en heredera universal de todos sus bienes. Ana de
Matos, muy joven, muy agraciada y de mucha fortuna, luego de
algunos años de viudez, entre los años 1650 y 1660,
dio a luz a tres hijos, con apellido materno, llevaron como
nombres Bautista, Gregorio y María, siendo el padre de
estos un poderoso estanciero de la zona llamado Don Tomás
de Rojas y Acevedo.

Doña Ana de Matos, dejó de existir ya muy
anciana, luego de transponer la barrera de los ochenta
años de edad; y en la Ciudad de Trinidad, puerto de Bs.
As., a los 25 días del mes de Enero de 1698, fue extendido
el correspondiente certificado de defunción; y
según su expresa voluntad obrante en su testamento, sus
restos fueron enterrados junto a los de Sequeyras, en la Iglesia
del Seráfico Patriarca San Francisco.

El litigio de
Manuel

En 1670, los Oramas, desconociendo la condición de
esclavo y sacristán de la Virgen, quisieron que el Negro
Manuel se trasladara a Buenos Aires a cumplir servicios en las
propiedades que esta familia poseía en dicha ciudad
portuaria. Manuel, decidió quedarse junto a la Sagrada
Imagen en la Ermita de Rosendo, respondiendo que no tenía
más amo que a la Virgen.

La suerte de Manuel parecía estar echada en su contra,
si a esto le agregamos que cuando Doña Ana de Matos
compró la Sagrada Imagen, no realizó trámite
por la compra del esclavo, el que por su propia cuenta
decidió venirse al Oratorio de Matos,
considerándose esclavo de la Virgen, y no de los Orama,
quienes decidieron entablar juicio sobre tal cuestión.

Asistió entonces el Negro a la Justicia, y con
tenacidad se defendió diciendo: ´´Soy de la
Virgen de Luján, de nadie más, he sido donado a
Ella por el Capitán, mi amo, que Dios haya en su gloria;
desde muchacho me he consagrado al servicio de la Virgen. Ni el
heredero ni nadie puede demostrar lo contrario“.

Entre marchas y contramarchas el tiempo siguió pasando,
y cuando el juicio ya se definía a favor de los Orama, en
1674 Doña Ana pagó $100 por los gastos del
juicio, y el pueblo creyente, mediante una colecta pública
organizada por el Sargento Juan Cebrian de Velazco, compró
al negro en $250.

 

 

 

Autor:

Jorge Antonio Caiella

Partes: 1, 2
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