La radio en el reto de construir puentes entre las ciudadanías
- Abstract
- Los campos articuladores de
nuevos escenarios - Hacia la
formación de Ciudadanías Activas y
Participativas - Del Derecho
a la Información al Derecho a la
Comunicación - ¿Por
qué hablar de ciudadanía hoy? - La
ciudadanía comunicativa - El
eje de la ciudadanía comunicativa: La
información - El
Caso de la Radio en la Construcción de
Ciudadanía - A manera de
epílogo - Fuentes de
información
El derecho a la información como práctica de
formación y desarrollo de
la ciudadanía comunicativa
Amo la palabra Hermano
que hace que tu vida
y mi vida unan sus manos y,
como balanzas busquen el equilibrio,
para que cuando tú bajes yo te
alce
y cuando yo caiga tú me
levantes.
Anónimo
ABSTRACT
Se percibe en estas sociedades de
principios de
siglo que los medios de
comunicación masiva, especialmente la
televisión y la radio, y las
tecnologías de la información y la
comunicación (TICs) al igual que las instituciones
sociales aportan, de uno u otro modo, a la construcción de ciudadanía
comunicativa, la misma que puede ser activa y participativa o
vinculada exclusivamente al consumo, como
se percibe en la mayoría de los casos.
El consumo de la oferta
mediática y, especialmente, de la información
periodística de calidad, coadyuva
en la constitución y ejercicio activo y
responsable de las ciudadanías porque permite que las
personas se formen una opinión sobre algún hecho de
interés
común, la pongan a consideración pública y
deliberen sobre la misma en busca de consensos que influyan o
determinen acciones hacia
los sistemas de
poder. De este
modo, se participa en la toma de
decisiones que afectan, de forma directa o indirecta, la
propia vida y la de la comunidad.
En este proceso de
constitución de lo que se llamaría la
ciudadanía comunicativa, es nuclear la información
porque se basa en el principio de reducción de la
incertidumbre. Esta certeza se logra por medio del despliegue de
las facultades del derecho humano a la información
(recibir, investigar y difundir información y
opinión) que influyen sobre la persona en alguna
forma de conocimiento y
modifica o transforma su comportamiento
en un proceso de "maduración social", donde desarrolla las
virtualidades de la sociabilidad.
Los campos
articuladores de nuevos escenarios
En las últimas dos décadas valorizamos en
los países de América
Latina la democracia como régimen
institucional, pero se constata que aún falta mucho por
avanzar para que se constituya en evidentemente participativa y
no sólo representativa, y para que subsista como una forma
de vida cotidiana donde no exista una brecha tan profunda entre
la formalidad de la ley, por un lado,
y la conciencia y la
práctica de los derechos humanos
en el marco del ejercicio ciudadano, por el otro.
Esta grieta se debe, entre otras razones, a que muy poco
es lo que se avanzó en cuanto a construir una
gobernabilidad esencialmente democrática "que
concierne a la relación entre el sistema
político y la ciudadanía" por la falta de
adecuación de la política y del
Estado a las
transformaciones sociales y culturales en curso, producto de
acelerados procesos de
cambio en la
configuración de sociedades informacionales y del
conocimiento donde convive, en permanente conflicto y
complementariedad, la (pos)modernidad y la
tradición. Entre otras cosas, estas "deficiencias afectan
la viabilidad política de las estrategias de
desarrollo y pueden poner en peligro la legitimidad misma del
régimen democrático" (Calderón y Lechner,
1998: 12).
Estas configuraciones y procesos requieren la
conducción de una nueva acción
política que tome en cuenta la mayor y mejor
cooperación, participación e incidencia efectiva de
los ciudadanos, como sujetos actores. De hecho, resulta
paradójico que hoy en día asistamos a un auge de la
"cultura del
yo" (privatización de actitudes y
conductas) que contrae drásticamente y cambia de forma el
ámbito integrador "en tanto espacio compartido, de
encuentro" que representa lo público. Una interacción que en el omnipresente espacio
del mercado conforma
ciudadanos-consumidores o ciudadanos-espectadores;
en ambos casos, apartados en espacios privados e íntimos,
bien demarcados en sus intereses, pasivos en el juego
político del poder (pertenencia
democrática).
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