Introducción
Si concebimos el aprendizaje
como un proceso, con
sus progresos y dificultades e incluso retrocesos,
resultaría lógico concebir la enseñanza como un proceso de ayuda a los
alumnos. La evaluación
de la enseñanza, por tanto, no puede ni debe concebirse al
margen de la evaluación del aprendizaje.
Ignorar este principio equivale, por una parte, a condenar la
evaluación de la enseñanza a una práctica
más o menos formal y, por otra, a limitar el interés de
la evaluación de los aprendizajes a su potencial utilidad para
tomar decisiones de promoción, acreditación o
titulación.
Cuando evaluamos los aprendizajes que han realizado los
alumnos, estamos también evaluando, se quiera o no, la
enseñanza que hemos llevado a cabo. La evaluación
nunca lo es, en sentido riguroso, de la enseñanza o del
aprendizaje, sino más bien de los procesos de
enseñanza y aprendizaje. (G. Pérez 2006).
En tal sentido con este trabajo nos
proponemos exponer algunas reflexiones sobre la evaluación
de la enseñanza.
La
Evaluación de la
enseñanza
Los procesos de evaluación tienen por objeto tanto los
aprendizajes de los alumnos como los procesos mismos de
enseñanza. La información que proporciona la
evaluación sirve para que el equipo de profesores disponga
de información relevante con el fin de analizar
críticamente su propia intervención educativa y
tomar decisiones al respecto. Por lo que se hace necesario tener
en cuenta qué evaluar.
Para ello, será necesario contrastar la
información suministrada por la evaluación continua
de los alumnos con las intenciones educativas que se pretenden y
con el plan de acción
para llevarlas a cabo. Se evalúa por tanto, la programación del proceso de
enseñanza y la intervención del profesor como
animador de este proceso, los recursos
utilizados, los espacios, los tiempos previstos, la
agrupación de alumnos, los criterios e instrumentos de
evaluación, la coordinación… Es decir, se evalúa
todo aquello que se circunscribe al ámbito del proceso de
enseñanza-aprendizaje. (Nieto, 1994)
La evaluación del proceso de enseñanza permite
también detectar necesidades de recursos
humanos y materiales, de
formación, infraestructura, etc. y racionalizar tanto el
uso interno de estos recursos como las demandas dirigidas a
la
Administración para que los facilite en función de
las necesidades.
Es importante resaltar que la evaluación de la propia
práctica docente, bien sea de forma individual o del
conjunto del equipo, se muestra como una
de las estrategias de
formación más potentes para mejorar la calidad del
proceso de enseñanza-aprendizaje. Por otra parte, la
evaluación del equipo docente en su conjunto permite
detectar factores relacionados con el funcionamiento de la
coordinación, las relaciones personales, el ambiente de
trabajo, aspectos organizativos, entre otros que son elementos
muy significativos en el funcionamiento de los centros.
(Lafourcade 1977)
Esta evaluación de la intervención educativa
debe hacerse en dos niveles distintos o
ámbitos:
a) El contexto del aula
b) el conjunto del centro
En el primer caso el responsable es cada profesor, mientras
que en el ámbito del centro lo es el conjunto del
profesorado.
Veamos uno a uno:
1) La Práctica docente en el contexto del
Aula:
* El diseño
y desarrollo de
Temas y la adecuación de las adaptaciones realizadas para
grupos de
alumnos concretos.
* El ambiente del aula y todo aquello que favorezca el proceso
de enseñanza y aprendizaje: organización, espacios y agrupamientos.
* La actuación personal de
atención a los alumnos.
* La coordinación con otros profesores que intervienen
en el mismo grupo de
alumnos.
2) La Práctica docente en el contexto del
Centro:
A) En el año de estudio
* Eficacia del
sistema e
instrumentos de coordinación establecidos.
* Adecuación de los criterios de evaluación y
promoción
* Coherencia interna del año
B) En la Etapa:
* Los elementos de la Programación y su coherencia.
La coordinación interaños y coherencia vertical
entre cada área.
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