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La filosofía y la historia como constitutivos del sistema Hegeliano (página 14)



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Lo que Freud y los
primeros analistas descubren es el campo de las síntesis
libres en las que todo es posible, las conexiones sin fin, las
disyunciones sin exclusividad, las conjunciones sin
especificidad, los objetos parciales y los flujos. Las máquinas
deseantes gruñen, zumban en el fondo del inconsciente, la
inyección de Irma, el tic-tac del
Hombre de los
lobos, la máquina de toser de Anna, y también todos
los aparatos explicativos montados por Freud, todas esas
máquinas neurobiológicas-deseantes. Este
descubrimiento del inconsciente productivo implica dos
correlaciones: por una parte, la confrontación directa
entre esta producción deseante y la producción
social, entre las formaciones sintomatológicas y las
formaciones colectivas, a la vez que su identidad de
naturaleza y
su diferencia de régimen; por otra parte, la
represión general que la máquina social ejerce
sobre las máquinas deseantes, y la relación de la
represión con esa represión general. Todo esto se
perderá, al menos se verá singularmente
comprometido, con la instauración del Edipo soberano. La
asociación libre, en vez de abrirse sobre las conexiones
polívocas, se encierra en un callejón sin salida de
univocidad. Todas las cadenas del inconsciente dependen
bi-unívocamente, están linealizadas, colgadas de un
significante despótico. Toda LA PRODUCCIÓN DESEANTE
ESTÁ APLASTADA, SOMETIDA A LAS EXIGENCIAS DE LA
REPRESENTACIÓN, A LOS LIMITADOS JUEGOS DEL
REPRESENTANTE Y DEL REPRESENTADO EN LA REPRESENTACIÓN. Y
ahí radica lo esencial: la reproducción del deseo da lugar a una
simple representación, en el proceso de la
cura tanto como en la teoría.
El inconsciente productivo da lugar a un inconsciente que
sólo sabe expresarse -expresarse en el mito, en la
tragedia, en el sueño. Pero, ¿quién nos dice
que el sueño, la tragedia, el mito, están adecuados
a las formaciones del inconsciente, incluso teniendo en cuenta
el trabajo de
transformación? Groddeck, más que Freud,
permanecía fiel a una autoproducción del
inconsciente en la coextensión del hombre y la naturaleza.
Como si Freud hubiese hecho marcha atrás ante este mundo
de producción salvaje y de deseo explosivo, y a cualquier
precio
quisiese poner en él un poco de orden, un orden ya
clásico, del viejo teatro griego.
Pues, ¿qué significa: Freud descubre a Edipo en su
autoanálisis? ¿En su análisis o en su cultura
clásica goethiana? En su autoanálisis descubre algo
sobre lo que se dice: ¡toma, esto se parece a Edipo! Y este
algo, en primer lugar lo considera como una variante de la
«novela
familiar», registro
paranoico mediante el cual el deseo hace estallar, precisamente,
las determinaciones de familia. Por el
contrario, sólo poco a poco convierte la novela
familiar en una simple dependencia de Edipo y lo neurotiza todo
en el inconsciente al mismo tiempo que
edipiza, que cierra el triángulo familiar sobre todo el
inconsciente. El esquizo, he ahí al enemigo. La
producción deseante es personalizada, o más bien
personologizada, imaginarizada, estructuralizada (hemos visto que
la verdadera diferencia o frontera no
pasaba por entre estos términos, que tal vez son
complementarios). La producción ya no es más que
producción de fantasma, producción de
expresión. El inconsciente deja de ser lo que es, una
fábrica, un taller, para convertirse en un teatro, escena
y puesta en escena. Y no en un teatro de vanguardia,
que ya lo había en tiempos de Freud (Wedekind), sino en el
teatro clásico, el orden clásico de la
representación. El psicoanalista se convierte en el
director de escena para un teatro privado -en lugar de ser el
ingeniero o el mecánico que monta unidades de
producción, que se enfrenta con agentes colectivos de
producción y de antiproducción.El psicoanálisis es como la revolución
rusa, nunca sabemos cuando empezó a andar mal. Siempre
es preciso remontarse más arriba. ¿Con los
americanos? ¿con la primera Internacional? ¿con el
Comité secreto? ¿con las primeras rupturas que
señalan tanto renuncias de Freud como traiciones de los
que rompen con él? ¿con el propio Freud, desde el
descubrimiento de Edipo? Edipo es el viraje idealista. No
obstante, no podemos decir que el psicoanálisis haya
ignorado la producción deseante. Las nociones
fundamentales de la economía del deseo, trabajo y
catexis, mantienen su importancia, pero subordinadas a las formas
de un inconsciente expresivo y no a las formaciones del
inconsciente productivo. La naturaleza anedípica de la
producción de deseo sigue presente, pero colocada en las
coordenadas de Edipo que la traducen en
«preedípica»,
«paraedípica»,
«cuasi-edípica», etc. Las máquinas
deseantes siempre están ahí, pero no funcionan
más que detrás del muro del gabinete. Detrás
del muro o entre bastidores, éste es el lugar que el
fantasma originario concede a las máquinas deseantes,
cuando lo vuelca todo sobre la escena edípica.  Sin
embargo, no dejan de hacer un estrépito infernal. El
propio psicoanalista no puede ignorarlo. De este modo su actitud
más bien es de negación: todo eso es cierto, pero a
pesar de todo está el papá-mamá. En el
frontón del gabinete está escrito: deja tus
máquinas deseantes en la puerta, abandona tus
máquinas huérfanas y célibes, tu
magnetofón y tu bici, entra y déjate edipizar. Todo
surge ahí, empezando por el carácter inenarrable de la cura, su
carácter interminable altamente contractual, flujo de
palabras contra flujo de dinero.
Entonces basta con lo que se llama un episodio psicótico:
una chispa esquizofrénica, un día llevamos nuestro
magnetófono al gabinete del analista, stop,
intrusión de una máquina deseante, todo está
invertido, hemos roto el contrato, no
hemos sido fieles al gran principio de la exclusión del
tercero, hemos introducido el tercero, la máquina deseante
en persona.  No
obstante, cada psicoanalista debería saber que, bajo
Edipo, a través de Edipo, detrás de Edipo, tiene
que enfrentarse con las máquinas deseantes. Al principio
los psicoanalistas no podían no tener conciencia del
forcing realizado para introducir Edipo, para inyectarlo en todo
el inconsciente. Luego Edipo se apropió de la
producción deseante como si todas las fuerzas productivas
del deseo emanasen de él. El psicoanálisis se
convierte así en el perchero de Edipo, el gran agente de
la antiproducción en el deseo. La misma historia que la del Capital y de
su mundo encantado, milagroso (al principio también,
decía Marx, los
primeros capitalistas no podían no tener conciencia…)."
(Gilles Deleuze y Felix Guattari: El antiedipo: capitalismo y
esquizofrenia,
Barral, Barcelona 1973, p.57-62)

[262]           
¿Qué es, entonces, la esencia del hombre, de la
que éste es consciente, o qué es lo que
constituye en el hombre el
género de la humanidad propiamente dicha?
La razón, la voluntad, el corazón.
El hombre perfecto debe poseer la facultad del pensamiento,
la facultad de la voluntad, la facultad del corazón. La
facultad del pensamiento es la luz del
conocimiento, la facultad de la voluntad es la
energía del carácter y la facultad del
corazón es el amor.
Razón, amor y
voluntad son perfecciones, son facultades supremas, constituyen
la esencia absoluta del hombre en cuanto hombre y el fin de su
existencia. El hombre existe para conocer, para amar, para
querer. Pero, ¿cuál es el fin de la razón?
La razón misma. ¿Y del amor? El amor. ¿Y
el de la voluntad? La libertad de
querer. Conocemos para conocer, amamos para amar, queremos para
querer, es decir, para ser libres. El verdadero ser es el ser
que piensa, ama, quiere. Verdadero, perfecto, divino es
solamente lo que existe para sí mismo. Pero así
es el amor, así la razón, así la voluntad.
La trinidad divina en el hombre, por encima del hombre
individual, es la unidad de razón, amor y voluntad.
Razón (imaginación, fantasía, ideas,
opinión), voluntad, amor o corazón no son
facultades que el hombre tiene -pues él es nada sin
ellas; el hombre es lo que es solamente por ellas-; son los
elementos que fundamentan su ser, ser que él ni tiene ni
hace, fuerzas que lo animan, determinan y dominan, fuerzas
absolutas, divinas, a las que no puede oponer resistencia
alguna.(Ludwig Feuerbach: diferencia entre el hombre y el
animal,La esencia del cristianismo. Traducción de J. L. Iglesias.
Sígueme, Salamanca p. 51-52).

[263]           
" Ser, puro ser -sin ninguna otra determinación. En su
inmediación indeterminada es igual sólo a
sí mismo, y tampoco es desigual frente a otro; no tiene
ninguna diferencia, ni en su interior ni hacia lo exterior. Por
vía de alguna determinación o contenido, que se
diferenciara en él, o por cuyo medio fuese puesto como
diferente de otro, no sería conservado en su pureza. Es
la pura indeterminación y el puro vacío-. No hay
nada en él que uno pueda pensar o intuir, si puede
aquí hablarse de intuir; o bien es él sólo
este puro, vacío intuir en sí mismo. Tampoco hay
nada en él que uno pueda pensar, o bien éste es
un igualmente sólo un pensar vacío. El ser, lo
inmediato, lo indeterminado, es en realidad la nada, ni
más ni menos que la nada.La nada

               
Nada, la pura nada; es la simple igualdad
consigo misma, el vacío perfecto, la ausencia de
determinación y contenido; la indistinción en
sí misma. -En cuanto puede hablarse aquí de un
intuir o pensar, vale como una diferencia el que pueda ser
intuido o pensado algo o nada. Intuir o pensar la nada tiene,
pues, un significado; los dos son distintos, y así la
nada está (existe) en nuestro intuir o pensar; o
más bien es el intuir o pensar vacíos mismos, y
el mismo vacío intuir o pensar que es el puro ser.- La
nada es, por lo tanto, la misma determinación o
más bien ausencia de determinación, y con esto es
en general la misma cosa que es el puro ser.El devenir: unidad
del ser y la nada

               
El puro ser y la pura nada son por tanto la misma cosa. Lo que
constituye la verdad no es el ser ni la nada, sino aquello que
no traspasa sino que ha traspasado, vale decir el ser
(traspasado) en la nada y la nada (traspasada) en el ser. Pero
al mismo tiempo la verdad no es su indistinción, sino el
que ellos no son lo mismo, sino que son absolutamente
diferentes, pero son a la vez inseparados e inseparables e
inmediatamente cada uno desaparece en su opuesto. Su verdad
consiste, pues, en este movimiento
del inmediato desaparecer de uno en otro: el devenir; un
movimiento donde los dos son diferentes, pero por vía de
una diferencia que al mismo tiempo se ha resuelto
inmediatamente." (Georg W. F. Hegel: ser,
nada, devenir,La ciencia
de la lógica, Solar / Hachette, Buenos Aires
1968, p.77-78)

[264]           
" Indudablemente en nosotros hallamos una imagen de Dios,
de la Trinidad, que, aunque no es igual, sino muy distante de
ella, y no coeterna con ella, y, para decirlo en pocas
palabras, de la misma sustancia que él es, con todo, es
la más cercana a Dios, por naturaleza, de todas las
criaturas. Es además perfeccionable por
reformación para ser próxima también por
semejanza. Somos, conocemos que somos y amamos este ser y este
conocer. Y en las tres verdades apuntadas no nos turba falsedad
ni verosimilitud alguna. No tocamos esto, como las cosas
externas, con los sentidos
del cuerpo, como sentimos los colores viendo,
los sonidos oyendo, los olores oliendo, los sabores gustando,
lo duro y lo blando palpando, ni como damos vueltas en la
imaginación a las imágenes
de cosas sensibles, tan semejantes a ellos, pero no
corpóreas, y las retenemos en la memoria,
y gracias a ella nacen en nosotros los deseos, sino que sin
ninguna imagen engañosa de fantasías o fantasmas,
estamos certísimos de que somos, de que conocemos y de
que amamos nuestro ser. En estas verdades me dan de lado todos
los argumentos de los académicos, que dicen:
¿Qué? ¿Y si te engañas? Pues, si me
engaño, existo. El que no existe, no puede
engañarse, y por eso, si me engaño, existo.
Luego, si existo, si me engaño, ¿cómo me
engaño de que existo, cuando es cierto que existo si me
engaño? Aunque me engañe, soy yo el que me
engaño, y, por tanto, en cuanto conozco que existo, no
me engaño. Síguese también que, en cuanto
conozco que me conozco, no me engaño. Como conozco que
existo, así conozco que conozco. Y cuando amo estas dos
cosas, les añado el amor mismo, algo que no es de menor
valía. Porque no me engaño de que amo, no
engañándome en lo que amo, pues aunque el objeto
fuera falso, sería verdadero que amaba cosas falsas.
¿Qué razón habría para reprender y
prohibirme amar como falsas, si fuera falso que amo cosas
tales? Siendo esas cosas ciertas y verdaderas,
¿quién duda que, cuando son amadas, ese amor es
cierto y verdadero? Tan verdad es, que no hay nadie que no
quiera existir, como que no hay nadie que no quiera ser feliz.
Y ¿cómo puede ser feliz, si no existe?(Agustín
de Hipona: " Si me engaño, existo" ,La ciudad de
Dios, libro XI,
cap. 26, en C. Fernández, Los filósofos medievales, 2 vols., BAC,
Madrid 1964,
vol. 1, p. 465-466).

[265]           
" La religión es la escisión del hombre
consigo mismo; considera a Dios como un ser que le es opuesto.
Dios no es lo que es el hombre, el hombre no es lo que es Dios.
Dios es el ser infinito, el hombre el ser finito; Dios es
perfecto, el hombre imperfecto; Dios es eterno, el hombre
temporal; Dios es omnipotente, el hombre impotente; Dios es
santo, el hombre pecaminoso. Dios y el hombre son extremos;
Dios es lo absolutamente positivo, la suma de todas las
realidades, el hombre es lo absolutamente negativo, la suma de
todas las negaciones.El hombre objetiva en la religión
su esencia secreta. Es, por lo tanto, necesario demostrar que
esta oposición, esta escisión entre Dios y el
hombre con la que comienza la religión, es una
escisión entre el hombre y su propia esencia. La
necesidad intrínseca de esta demostración resulta
del hecho de que si realmente el ser divino, que es el objeto
de la religión, fuera una cosa diferente a la esencia
del hombre, no podría originarse de ninguna manera
desunión, escisión alguna.

               
Este ser no es otra cosa que la inteligencia, la razón o el
entendimiento. Dios concebido como lo opuesto del hombre, como
ser no humano, es decir, como ser personal, es la
esencia objetivada del entendimiento. La esencia divina pura,
perfecta, omniperfecta, es la autoconciencia del entendimiento,
la conciencia del entendimiento respecto de su propia
perfección. El entendimiento no sabe nada de los
sufrimientos del corazón, no sufre concupiscencias,
pasiones ni necesidades, y por eso no tiene defectos ni
debilidades como el corazón.Un Dios que sólo
expresa la esencia del entendimiento, no satisface la
religión, no es el Dios de la religión. […]

               
La característica más importante de la
religión, particularmente de la religión
cristiana, en lo referente al entendimiento o la razón
de Dios, consiste en la perfección moral. Dios
como ser moralmente perfecto, no es más que la idea
realizada, la ley
personificada de la moralidad,
el ser moral del hombre -el ser propio del hombre- puesto como
ser absoluto." (Ludwig Feuerbach: la alienación
religiosa,La esencia del cristianismo, Sígueme,
Salamanca 1975, p.81-82, p. 93)

[266]           
" La nueva filosofía, la única
filosofía positiva, es la negación de toda
filosofía de escuela, y
pese a contener en sí misma la verdad de la misma, es la
negación de la filosofía como cualidad abstracta,
especial, es decir, escolástica. ella no tiene ni
contraseña, ni lenguaje
especial, ni nombre especial, ni principio especial; ella es el
hombre pensante mismo, el hombre que es y se sabe como la
esencia autoconsciente de la naturaleza, la esencia de la
historia, la esencia de los estados, la esencia de la
religión; el hombre que es y se sabe como la identidad
real (no imaginaria) absoluta de todos los principios y
contradicciones, de todas las cualidades activas y pasivas,
espirituales y sensibles, políticas y sociales; el hombre que sabe
que el ser panteísta, que los filósofos
especulativos o más bien los teólogos separaban
del hombre y objetivaban como un ser abstracto, no es
más que su propia esencia indeterminada, pero
susceptible de infinitas determinaciones. […]La
filosofía tiene que unirse nuevamente con las ciencias
naturales y las ciencias
naturales con la filosofía. Esta unión fundada en
una necesidad mutua, en una necesidad interna, será
más duradera, más afortunada y fecunda que el
maridaje que hasta ahora ha reinado entre la filosofía y
la teología.[…]

               
La religión cristiana ha unido el nombre del hombre y el
nombre de Dios en el nombre del hombre-Dios, y, por
consiguiente, ha elevado el nombre del hombre a atributo del
ser supremo. La nueva filosofía ha convertido, de
acuerdo con la verdad, este atributo en substancia y el
predicado en sujeto -la nueva filosofía es la idea
realizada- la verdad del cristianismo. Más justamente,
al contener en sí la esencia del cristianismo renuncia
al nombre del cristianismo. El cristianismo ha enunciado la
verdad sólo en contradicción con la verdad. La
verdad no contradictoria, pura y no falsificada, es una verdad
nueva -un acto nuevo y autónomo de la humanidad.(Ludwig
Feuerbach: la reducción de la teología a antropología, critica de la
filosofía especulativa de Hegel, Tesis
provisionales para la reforma de la filosofía. Labor,
Barcelona 1976. Selección de las p. 3-26)

[267]           
" El secreto de la teología es la antropología,
pero el secreto de la filosofa especulativa es la
teología -la teología especulativa-, que se
distingue de la teología común en que traspone a
lo aquende la esencia divina, es decir, actualiza, determina y
realiza la esencia divina, que ésta, por miedo a la
incomprensión, transfiere a la esencia divina
distanciada en lo allende.
[…]El método
de la crítica reformadora de la
filosofía especulativa en general no se distingue del
método empleado en la filosofía de la
religión. Basta con convertir el predicado en sujeto y a
éste, en tanto que sujeto, en objeto y principio -es
decir, sólo debemos invertir la filosofía
especulativa, para obtener la verdad desvelada, pura y desnuda.
[…]La lógica hegeliana es la teología vertida a
la razón y al presente, la teología hecha
lógica. Así como el ser divino de la
teología es el conjunto ideal o abstracto de todas las
realidades, es decir, de todas las determinaciones y finitudes,
así también la lógica. Todo lo terrenal se
encuentra de nuevo en el cielo de la teología;
así también todo lo que es en la naturaleza se
encuentra de nuevo en el cielo de la lógica divina:
cualidad, cantidad, medida, esencia, quimismo, mecanismo,
organismo. En la teología todo lo tenemos por partida
doble, una abstracta, la otra concreta; todo es doble en la
filosofía hegeliana: como objeto de la lógica y
luego, una vez más, como objeto de la filosofía
de la naturaleza y del espíritu.

               
La esencia de la teología es la esencia trascendente del
hombre, puesta fuera del hombre; la esencia de la lógica
de Hegel es el pensar trascendente, el pensar del hombre puesto
fuera del hombre." (Ludwig Feuerbach: la reducción de la
teología a antropología, critica de la
filosofía especulativa de Hegel,

               
Tesis provisionales para la reforma de la filosofía.
Labor, Barcelona 1976. Selección de las p. 3-26)

[268]           
El sistema se
inspira en Kant, desde o a
partir de la proposicíón kantiana, " nuestra
exposición enseña …..la
idealidad del espacio y el tiempo" y sobre la pregunta de 
como es posible la ciencia
fisico natural pura? No se refiere a las matemáticas sino a la física, que
comenzó con Galileo, y terminó con Newton,
porque el moldelo clálsico termina en Newton.y la
pregunta en el libro de Kant no es si es posible, sino de
cómo es posible instaurar a la física como la
ciencia natural pura? Y la respuesta es: por la forma espacio,
pues la física se resuelve en la geopmetría de
las Ciencias naturales, si se estudian las ciencias naturales
se esktá resolviendo la naturaleza en geometría. Y la pregunta fue que por
qué la forma espacio es fundante de la ciencia natural
pura? Y es que la forma espacio es aquella que, vista como
forma y no como auxiliar o como instrumento, y no comoi objeto
de la experiencia, lo que permite que en la C.R.P. que se pueda
hablar de una ciencia natural pura, la ciencia físico
matemáticas, sin estar sometida a las incertidumbres de
la experiencia.

[269]           
" La negación del espacio y del tiempo en la metafísica, en el ser de las cosas,
conduce a las más perniciosas consecuencias
prácticas. Sólo quien se coloca, dondequiera que
esté, en el punto de vista del espacio y del tiempo,
tiene también tacto y entendimiento práctico en
la vida. Un pueblo que excluya el tiempo de su
metafísica y divinice la existencia eterna, es decir,
abstracta, separada del tiempo, también excluye, por
consiguiente, de su política al tiempo
y diviniza el principio antihistórico de la estabilidad,
antagónico al derecho y a la razón.[…]El
filósofo tiene que incorporar al texto de la
filosofía, lo que en el hombre no filosofa, lo que
más bien está contra la filosofía, se
opone al pensamiento abstracto; por consiguiente, lo que en
Hegel es rebajado a mera nota. Sólo así la
filosofía podrá devenir un poder
universal, omnipotente, irrefutable e irresistible. La
filosofía no tiene pues que comenzar consigo misma, sino
con su antítesis, con la no filosofa. Este ser
distinto del pensamiento, no filosófico, absolutamente
antiescolástico en nosotros es el principio del
sensualismo. […]La verdadera relación entre el
pensamiento y el ser es únicamente la siguiente: el ser
es sujeto el pensamiento es predicado. El pensamiento proviene
del ser, pero no el ser del pensamiento. El ser es a partir de
sí y por sí; el ser sólo es dado por el
ser; el ser tiene en sí su fundamento, porque
sólo el ser es sentido, razón, necesidad, verdad,
en resumen, es todo en todo. El ser es, porque el no-ser es
no-ser, es decir, nada, carente de sentido. […]" (Ludwig
Feuerbach: la reducción de la teología a
antropología, critica de la filosofía
especulativa de Hegel,Tesis provisionales para la reforma de la
filosofía. Labor, Barcelona 1976. Selección de
las p. 3-26)

[270]           
" La nueva filosofía, la única filosofía
positiva, es la negación de toda filosofía de
escuela, y pese a contener en sí misma la verdad de la
misma, es la negación de la filosofía como
cualidad abstracta, especial, es decir, escolástica.
ella no tiene ni contraseña, ni lenguaje especial, ni
nombre especial, ni principio especial; ella es el hombre
pensante mismo, el hombre que es y se sabe como la esencia
autoconsciente de la naturaleza, la esencia de la historia, la
esencia de los estados, la esencia de la religión; el
hombre que es y se sabe como la identidad real (no imaginaria)
absoluta de todos los principios y contradicciones, de todas
las cualidades activas y pasivas, espirituales y sensibles,
políticas y sociales; el hombre que sabe que el ser
panteísta, que los filósofos especulativos o
más bien los teólogos separaban del hombre y
objetivaban como un ser abstracto, no es más que su
propia esencia indeterminada, pero susceptible de infinitas
determinaciones. […]La filosofía tiene que unirse
nuevamente con las ciencias naturales y las ciencias naturales
con la filosofía. Esta unión fundada en una
necesidad mutua, en una necesidad interna, será
más duradera, más afortunada y fecunda que el
maridaje que hasta ahora ha reinado entre la filosofía y
la teología.[…]

               
La religión cristiana ha unido el nombre del hombre y el
nombre de Dios en el nombre del hombre-Dios, y, por
consiguiente, ha elevado el nombre del hombre a atributo del
ser supremo. La nueva filosofía ha convertido, de
acuerdo con la verdad, este atributo en substancia y el
predicado en sujeto -la nueva filosofía es la idea
realizada- la verdad del cristianismo. Más justamente,
al contener en sí la esencia del cristianismo renuncia
al nombre del cristianismo. El cristianismo ha enunciado la
verdad sólo en contradicción con la verdad. La
verdad no contradictoria, pura y no falsificada, es una verdad
nueva -un acto nuevo y autónomo de la humanidad."
(Ludwig Feuerbach: la reducción de la teología a
antropología, critica de la filosofía
especulativa de Hegel, Tesis provisionales para la reforma de
la filosofía. Labor, Barcelona 1976. Selección de
las p. 3-26).

[271]           
" La nueva filosofía, la única filosofía
positiva, es la negación de toda filosofía de
escuela, y pese a contener en sí misma la verdad de la
misma, es la negación de la filosofía como
cualidad abstracta, especial, es decir, escolástica.
ella no tiene ni contraseña, ni lenguaje especial, ni
nombre especial, ni principio especial; ella es el hombre
pensante mismo, el hombre que es y se sabe como la esencia
autoconsciente de la naturaleza, la esencia de la historia, la
esencia de los estados, la esencia de la religión; el
hombre que es y se sabe como la identidad real (no imaginaria)
absoluta de todos los principios y contradicciones, de todas
las cualidades activas y pasivas, espirituales y sensibles,
políticas y sociales; el hombre que sabe que el ser
panteísta, que los filósofos especulativos o
más bien los teólogos separaban del hombre y
objetivaban como un ser abstracto, no es más que su
propia esencia indeterminada, pero susceptible de infinitas
determinaciones. […]La filosofía tiene que unirse
nuevamente con las ciencias naturales y las ciencias naturales
con la filosofía. Esta unión fundada en una
necesidad mutua, en una necesidad interna, será
más duradera, más afortunada y fecunda que el
maridaje que hasta ahora ha reinado entre la filosofía y
la teología.[…]" .(Ludwig Feuerbach: la
reducción de la teología a antropología,
critica de la filosofía especulativa de HegelTesis
provisionales para la reforma de la filosofía. Labor,
Barcelona 1976. Selección de las p. 3-26)

[272]           
De manera que el objeto real que tiene Descartes en
frente es fruto de un largo camino de la duda metódica,
la objetividad en Hegel no es un punto de partida sino un punto
de llegada, y en Hegel también como en Cartesio, es
furto de la aplicación de las cuatro reglas
metódicas, y este es el problema del hiostoriador, quien
no es objaetivo y así de esta forma deja de pensar, sino
que es objetivo en
la medida que con ética
intelectual y un compromiso incluso moral, confronta sus
opiniones con los documentos y
con el aspecto histórico, emite juicios y es objetivo
pues compromete su propio pensamiento, ser objetivo no es un
dejar de pensar, y en cuanto a esto Hegel es junto con Aristóteles fundamentalmente un
historiador, son ambos los dos historiadores de la
filosofía. la objetividad es un largo caminoq ue el
pensamiento hace para formular un juicio que tenga fundamento.
Por esto el sistema hegeliano es tran pero tan largo. Pues cada
cakpítulo y cada palabra la procura fundamentada y dicha
sin la mmás mínima duda. De manera que otro de
los constitutivos hegelianos es la VERDAD, es una
búsqueda apasionada por la verdad.

[273]           
El historiador, y Hegel lo es, y por tanto el sistema hegeliano
está bañado de este eter, está siempre en
las dos aguas de la extensión de su información (veamos el ejemplo de
Internet: se
puede tener banda ancha
y ser un perfecto tonto) y la intencionalidad de sus preguntas.
Y Hegel es muy sinuoso y laberíntico pues se hace 
preguntas verdaderamente puntuales y tiene que revisar el dato
histórico desde sus comienzos hasta ver todo el aspecto
hasta en sus más mínimos detalles de la pregunta.
Por esto es que los sistemas de
Hegel y de Aristóteles son tan pero tan
laberínticos. Por ello la crítica que se le hace
en mucho a Aristóteles y también de alguna manera
a Hegel, es que al historiografar a los demás
filósofos anteriores a el, lo hizo de manera
manipuladora de acuerdo con su sistema. Y por ejemplo si se
tiene que reconocer que por ejemplo el Parménides es un
libro que ha sido presentado (con la mayor objetividad y la
más grande verdad) no por Parménides sino por la
presentación que le hace Aristóteles. Y asi pasa
también con Hegel, presenta la historia de manera un
poco impostada a favor de su sistema, pero esto es
completamente legal, lo dice Vals Plana de quienes presentan a
Hegel.

[274]           
Dicho historia del capitalismo es, lo que se conoce como
elproceso de la moidernidad, y el postmoidenrismo es lo que
denuncia Nietszche en sus obras pero que ya había sido
denunciado en Hegel en la estética, pues en el arte, ante la
caida de la imagen de Dios, ocurrió que el arte se fue
confundiendo con el artista y ocurrió también
que, todas las prerrogativas del capitalismo y sus indicativos
macroeconómicos, no se cumplieron o la mayoría no
eran viables, es decir, la libre empresa no se
cumplió sino los monoposlios que no eran más que
la extensión de las hermandades de las universides
gringas o de los grupos mafiosos
o gansteriles o los sindicatos
que todo lo resolvían como patoteros al estilo de la
guerra de
los refrescos, y lo que resultó de la libertad tan
periclitada fue un regimen de seguridad
policial que no fue lo proyectado, entonces desde luego, este
fracaso del tan periclitado capitalismo, ahora aparece bajo el
eufemismo de la postmodernidad.

[275]           
" Nadie es arrojado de la verdad, que no sea acogido por alguna
imagen de la misma. Indaga qué es lo que en el placer
corporal cautiva: nada hallarás fuera de la
conveniencia; pues si lo que contraría engendra dolor,
lo congruente produce deleite. Reconoce, pues, cuál es
la suprema congruencia. No quieras derramarte fuera; entra
dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la
verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable,
trasciéndete a ti mismo, mas no olvides que, al
remontarte sobre la cimas de tu ser, te elevas sobre tu
alma dotada
de razón. Encamina, pues, tus pasos allí donde la
luz de la razón se enciende. Pues, ¿adónde
arriba todo buen pensador sino a la verdad? La cual no se
descubre a sí misma durante el discurso,
sino es más bien la meta de toda
dialéctica racional. Mírala como la
armonía superior posible y vive en conformidad con ella.
Confiesa que tú no eres la verdad, pues ella no se busca
a sí misma, mientras tú le diste alcance por la
investigación, no recorriendo espacios,
sino con el afecto espiritual, a fin de que el hombre interior
concuerde con su huésped, no con la fruición
carnal y baja, sino con subidísimo deleite
espiritual(Agustín de Hipona: la verdad, De la verdadera
religión, cap. 39 en F. Canals, Textos de los grandes
filósofos. Edad Media,
Herder, Barcelona 1979, p. 18).

[276]           
" No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque
en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu
naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo, mas no
olvides que, al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas
sobre tu alma dotada de razón. Encamina, pues, tus pasos
allí donde la luz de la razón se enciende. Pues,
¿adónde arriba todo buen pensador sino a la
verdad? La cual no se descubre a sí misma durante el
discurso, sino es más bien la meta de toda
dialéctica racional. Mírala como la
armonía superior posible y vive en conformidad con ella.
Confiesa que tú no eres la verdad, pues ella no se busca
a sí misma, mientras tú le diste alcance por
la
investigación, no recorriendo espacios, sino con el
afecto espiritual, a fin de que el hombre interior concuerde
con su huésped. […] Tales verdades no son producto del
raciocinio, sino hallazgo suyo. Luego antes de ser halladas
permanecen en sí mismas." (Agustín de Hipona: la
verdad ontológica, De la verdadera religión, cap.
39 en F. Canals Vidal, Textos de los grandes filósofos.
Edad media, Herder, Barcelona 1979, p. 18-19).

[277]           
" Los más creen que sólo hacemos libremente
aquello que apetecemos escasamente, ya que el apetito de tales
cosas puede fácilmente ser dominado por la memoria de otra
cosa de que nos acordamos con frecuencia, y, en cambio, no
haríamos libremente aquellas cosas que apetecemos con un
deseo muy fuerte, que no puede calmarse con el recuerdo de otra
cosa. Si los hombres no tuviesen experiencia de que hacemos
muchas cosas de que después nos arrepentimos, y de que a
menudo, cuando hay en nosotros conflicto
entre afectos contrarios, reconocemos lo que es mejor y hacemos
lo que es peor, nada impediría que creyesen que lo
hacemos todo libremente. Así, el niño cree que
apetece libremente la leche, el
muchacho irritado, que quiere libremente la venganza, y el
tímido, la fuga. También el ebrio cree decir por
libre decisión del alma lo que, ya sobrio, quisiera
haber callado, y asimismo el que delira, la charlatana, el
niño y otros muchos de esta laya creen hablar por libre
decisión del alma, siendo así que no pueden
reprimir el impulso  que les hace hablar. De modo que la
experiencia misma, no menos claramente que la razón,
enseña que los hombres creen ser libres sólo a
causa de que son conscientes de sus acciones, e
ignorantes de las causas que las determinan, y, además
porque las decisiones del alma no son otra cosa que los
apetitos mismos." (Baruch Spinoza: la ilusión de la
libertad,ética demostrada según el orden
geométrico, Parte tercera, prop. 2, Editora Nacional,
Madrid  1980,  p. 188).

[278]           
" Entiendo por intuición no el testimonio fluctuante de
los sentidos, o el juicio falaz de una imaginación que
compone mal, sino la concepción de una mente pura y
atenta tan fácil y distinta, que en absoluto quede duda
alguna sobre aquello que entendemos; o, lo que es lo mismo, la
concepción no dudosa de una mente pura y atenta, que
nace de la sola luz de la razón y que por ser más
simple es más cierta que la misma deducción […]. Así cada uno
puede intuir con el espíritu que existe, que piensa, que
el triángulo está definido por tres
líneas, la esfera por una sola superficie, y cosas
semejantes que son más numerosas de lo que cree la
mayoría." (René Descartes: intuición
intelectual, Reglas para la dirección del espíritu, Regla III
Alianza, Madrid 1984, p. 75-76).

[279]           
" De si es útil mantener al pueblo en la
superstición. Es tal la debilidad del género
humano, y tal su perversidad, que sin duda vale más para
él ser subyugado por todas las supersticiones posibles,
con tal de que no sean mortíferas, que vivir sin
religión. El hombre siempre ha tenido necesidad de un
freno, y aunque fuese ridículo hacer sacrificios a los
faunos, a los silvanos, a las náyades, era mucho
más razonable y más útil adorar esas
fantásticas imágenes de la Divinidad que
entregarse al ateísmo. Un ateo que fuese razonador,
violento y poderoso, sería un azote tan funesto como un
supersticioso sanguinario.Cuando los hombres no tienen nociones
claras de la Divinidad, las ideas falsas la suplen, como en los
malos tiempos se trafica con moneda devaluada cuando no se
tiene moneda buena. El pagano no osaba cometer un crimen ante
el temor de ser castigado por los falsos dioses […] En todos
los sitios en que hay establecida una sociedad, es
necesaria una religión; las leyes velan
sobre los crímenes conocidos y la religión sobre
los crímenes secretos.

               
Pero una vez que los hombres han llegado a abrazar una
religión pura y santa, la superstición se vuelve
no sólo inútil, sino muy peligrosa. No se debe
tratar de alimentar con bellotas a aquellos a los que Dios se
digna alimentar con pan.La superstición es a la
religión lo que la astrología a la astronomía: la hija muy loca de una madre
muy cuerda. Estas dos hijas han subyugado mucho tiempo toda
la tierra.
(Voltaire:
religión y superstición, Tratado sobre la
tolerancia,
en Opúsculos satíricos y filosóficos.
Traducción de R. de Dampierre, Alfaguara, Madrid 1978,
p. 82-83).

[280]           
" Hipias Mayor, 287c-d.

               
Sócrates. –¡Ay, qué bien
hablas! Pero, puesto que tú me animas, me voy a
convertir lo más posibleHacía tiempo que
había advertido que, en este hombre y voy a intentar
preguntarte. Porque si tú le expusieras a él este
discurso que dices sobre relación con las ocupaciones
bellas, te escucharía y,costumbres, es necesario en
cuanto terminaras de hablar, no te preguntaría
más que sobre lo bello, pues tiene esta costumbre, y te
diría: Extranjero de Elis, dime, por favor, ¿los
que son justos no lo son por la justicia?
Ten la bondad de responderme, Hipias.

               
Hipias. –Responderé que es por la justicia.

               
–¿Y la justicia no es algo en sí misma?

               
–Sin duda.

               
–Igualmente, ¿no son sabios los sabios por la
sabiduría, y todo lo que es bueno, no lo es por el
bien?

               
–¿Cómo podría ser de otro modo?

               
–¿algunas ocasiones seguir opiniones muy inciertas tal
como si fuesen indudables, según he advertido
anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a
la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que
hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente
falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda,
con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no
quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente
indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos
en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer
que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la
hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan
al razonar en cuestiones relacionadas con las más
sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos,
juzgando que yo, como cualquier otro, estaba sujeto a error,
rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces
había admitido como demostraciones. Y son éstas
cosas reales? ¿No lo negarás, finalmente,
considerando que hasta los pensamientos que tenemos cuando
estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin
duda?

               
–Sí, son reales.

               
–Y todas las cosas bellas, ¿no son bellas
también por la belleza?

               
–Sí, por la belleza.

               
–Que es una cosa real.

               
–Real sin duda.

               
Fedón, l00a-c.

               
–Voy a explicarme más claramente, dijo Sócrates,
pues creo que aún noque ninguno en tal estado sea
verdadero, me comprendes.

               
–No, por Zeus, dijo Cebes, no te comprendo muy bien.

               
–Sin embargo, dijo Sócrates, no digo nada nuevo, nada
que no haya dicho en mil ocasiones. Para explicarte el
método que he utilizado en la búsqueda de las
causas, vuelvo primero a lo que tanto he repetido. Así
pues digo que existe una belleza en sí y por sí,
un bien, una grandeza, y así todo lo demás. Si me
concedes la existencia de estas cosas, espero demostrarte por
medio de ellas por qué el alma es inmortal.–Te lo
concedo, dijo Cebes, no podrías acabar pronto tu
demostración.

               
–Fíjate bien en lo que va a seguir, y ve si no
estás de acuerdo conmigo. Me parece que si hay alguna
cosa bella, además de lo bello en sí, sólo
puede ser bella porque participa en esta misma belleza; y
así todas las demás cosas. ¿Me concedes
esta causa? Sí, te la concedo.

               
–Entonces, no comprendo todas estas otras causas sabias. Si
alguien me dice que lo que hace que una cosa sea bella, es la
vivacidad de sus colores o la proporción de sus partes,
o cualquier otra cosa semejante, dejo de lado todas estas
razones que no hacen más que ofuscarme, y respondo sin
ceremonia y sin arte, y tal vez demasiado simplemente, que nada
la hace bella sino la presencia o la comunicación de esta belleza en
sí, sea cual fuere el modo cómo esta
comunicación se produzca. Pues yo no afirmo nada
después de esto. Afirmo solamente que es por la belleza
que son bellas todas las cosas bellas. Mientras me mantenga en
este principio, no creo que pueda equivocarme, y estoy
persuadido de que puedo responder con toda seguridad que las
cosas bellas son bellas por la presencia de la belleza.
¿No te parece así también?–Perfectamente.
–Del mismo modo, ¿no son grandes las cosas grandes por
la grandeza, y las pequeñas no lo son por la
pequeñez?–Sí.República, 507a_c.

               
–Primero es necesario, dije yo, que nos pongamos de acuerdo y
os recuerdo lo que ya se ha dicho tantas veces.–¿Y
qué es?, preguntó.

               
–Hay muchas cosas bellas, y muchas buenas, e igualmente otras
cuya existencia afirmamos y que distinguimos por el
lenguaje.

               
–Sí, en efecto.

               
–Afirmamos también la existencia de lo bello en
sí, del bien en sí, e igualmente, para todas las
cosas que decimos múltiples afirmamos que a cada una
corresponde una idea que es única y que llamamos su
esencia.–Es verdad.–Y decimos de las cosas múltiples
que son objeto de los sentidos, no del espíritu,
mientras que las ideas son el objeto del espíritu, no de
los sentidos.–Perfectamente.

               
República, 508c_509b.

               
–Cuando los ojos se dirigen hacia objetos que no están
iluminados por la luz del día, sino por los astros de la
noche, hallan dificultad en distinguirlos, parecen hasta un
cierto punto afectos de ceguera.–Así es.

               
–En cambio, cuando contemplan objetos iluminados por el sol, los ven
distintamente y manifiestan la facultad de ver de que
están dotados. –Sin duda.

               
–Comprende que lo mismo le pasa al alma. Cuando dirige su
mirada a lo que está iluminado por la verdad y por el
ser, lo comprende y lo conoce, y muestra que
está dotada de inteligencia. Pero cuando vuelve su
mirada hacia lo que está mezclado de obscuridad. no
tiene más que opiniones, y pasa sin cesar de la una a la
otra; parece haber perdido la inteligencia.–Así
es.–Así pues, ten por cierto que lo que comunica a los
objetos conocidos la verdad. y al alma la facultad de conocer,
es la idea del bien. Comprende que esta idea es la causa de la
ciencia y de la verdad, en tanto que entran en el
conocimiento. Y por bellas que sean la ciencia y la verdad,
no te equivocarás si piensas que la idea del bien es
distinta de ellas y las supera en belleza. En efecto. igual que
en el mundo visible tenemos razón al pensar que la luz y
la vista tienen analogía con el sol. y sería
insensato decir que son el sol, también en el mundo
inteligible debemos ver que la ciencia v la verdad tienen
analogía con el bien. Pero nos equivocaríamos si
tomásemos a la una o la otra por el bien mismo que es de
un valor mucho
más elevado.–Su belleza, dijo. debe estar por encima de
toda expresión, porque produce la ciencia y la verdad y
es aún más bello que ellas.

               
–Reconocerás, según creo, que el sol no
sólo hace visibles las cosas visibles, sino que
además les da la génesis, el crecimiento y el
alimento, sin ser él la génesis.

               
–Sí. –Igualmente reconocerás que los objetos
cognoscibles no sólo tienen del bien lo que los hace
cognoscibles, sino además su existencia y su esencia,
aunque el bien mismo no sea esencia, sino algo que supera en
mucho la esencia en dignidad y
en poder.

               
–¡Gran Apolo!, gritó Glaucón
burlándose. ¡esto es algo maravilloso! Tú
tienes también la culpa. repliqué, ¿por
qué me obligas a decir lo que pienso sobre este
asunto?(Platón:
teoría de las ideas, Hipias Mayor, 287c-d, Fedón,
l00a-c, República, 507a_c, República, 508c_509b.
R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad
antigua, Herder, Barcelona 1982, p.resolví a fingir que
todas las cosas que hasta entonces había alcanzado mi
espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones
de mis sueños. Pero, inmediatamente después,
advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que
todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo
pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta
verdad: pienso, luego soy, era tan firme y segura que todas las
más extravagantes suposiciones de los escépticos
no eran capaces de hacerla tambalear juzgué que
podía admitirla sin escrúpulo como el primer
principio de la filosofía que yo indagaba. (René
Descartes: la duda metódica, Discurso del método
Alfaguara, Madrid 1981, p. 24-26).

               
25).

[281]           
" A este lugar supraceleste, no lo ha cantado poeta alguno de
los de aquí abajo, ni lo cantará jamás
como merece. Pero es algo como esto -ya que se ha de tener el
coraje de decir la verdad, sobre todo cuando es de ella de la
que se habla-: porque, incolora, informe,
intangible esa esencia cuyo ser es realmente ser (ousía
óntos oûsa), vista sólo por el
entendimiento, piloto del alma, y alrededor de la que crece el
verdadero saber, ocupa, precisamente, tal lugar. Como la mente
de lo divino se alimenta de un entender y saber incontaminado,
lo mismo que toda alma que tenga empeño en recibir lo
que le conviene, viendo, al cabo del tiempo, el ser, se llena
de contento, y en la contemplación de la verdad,
encuentra su alimento y bienestar, hasta que el movimiento, en
su ronda, la vuelva a su sitio. En este giro, tiene ante su
vista a la misma justicia, tiene ante su vista a la sensatez,
tiene ante su vista a la ciencia, y no aquella a la que le es
propio la génesis, ni la que, de algún modo, es
otra al ser en otro -en eso otro que nosotros llamamos ente-,
sino esa ciencia que es de lo que verdaderamente es ser. Y
habiendo visto, de la misma manera, todos los otros seres que
de verdad son, y nutrida de ellos, se hunde de nuevo en el
interior del cielo, y vuelve a su casa. Una vez que ha llegado,
el auriga detiene los caballos ante el pesebre, les echa, de
pienso, ambrosía, y los abreva con néctar"
.(Platón: las esencias, Fedro, 247a-e
Diálogos, III, Fedón, Banquete, Fedro, Gredos,
Madrid 1986, vol. III, p. 348-349).

[282]           
" El devenir es el primer pensamiento concreto y,
por lo tanto, la primera noción; mientras que el ser y
la nada son abstracciones vacías. Cuando se habla de la
noción del ser, se quiere decir que esta noción
consiste en el devenir, porque, en cuanto ser es el no-ser
vacío. Así tenemos en el ser el no-ser y en el
no-ser el ser. Pero este ser que permanece en sí mismo
en el no-ser es el devenir. No se debe eliminar la diferencia
en la unidad del devenir, porque si no ella se volvería
al ser abstracto. El devenir es la posición de lo que es
el ser en su verdad. […]El devenir, por ser el primer momento
concreto, es también la primera determinación
verdadera del pensamiento. En la historia de la
filosofía es el sistema de Heráclito el que corresponde a este grado
de la idea lógica. Diciendo que todo se desliza (panta
rei), Heráclito pone como determinación
fundamental de todo lo que existe el devenir, mientras que los
Eléatas […] habían concebido el ser, el ser
fijo y sin processus, como constituyendo sólo lo
verdadero." (Georg W.F. Hegel: el devenir, Lógica,
LXXXVIII, 5 Zusatz Primera parte de la Enciclopedia de las
ciencias, Aguilera, Madrid 1973, p. 144-145)

[283]           
" Pensarse como Yo es lo que constituye la raíz de la
naturaleza del hombre. En tanto que espíritu, el hombre
no es algo inmediato, sino esencialmente un ser que vuelve
sobre sí mismo. Este movimiento de mediación es
un momento esencial del Espíritu. Su actividad consiste
en salir de la inmediatez, en negarla y volver de este modo
sobre sí mismo. Es, pues, lo que él se hace
mediante su actividad. El sujeto, la verdadera realidad, es tan
sólo lo que ha vuelto sobre sí mismo. El
Espíritu debe ser comprendido únicamente como su
propio resultado. Puede explicárnoslo la imagen de la
semilla. Con la semilla empieza la planta, pero esa semilla es,
a la vez, el resultado de toda la vida de la planta;
ésta se desarrolla para producirla. Pero la impotencia
de la vida se nos muestra en el hecho de que la semilla es a la
vez comienzo y resultado del individuo;
de que, como punto de partida y como resultado, es diferente y,
sin embargo, idéntica, producto de un individuo y
comienzo de otro. Ambos aspectos son distintos en ella como la
forma simple de la semilla es distinta del proceso de desarrollo
de la planta.

               
Cada individuo lleva en sí otro ejemplo más
preciso. El hombre sólo llega a ser lo que debe por
la
educación, por el entrenamiento.
De modo inmediato, es tan sólo la posibilidad de llegar
a ser lo que debe; es decir, racional, libre. Inmediatamente no
es más que su destino, su deber ser. El animal termina
pronto su formación, pero no debemos considerar esto
como un beneficio de la naturaleza. Su crecimiento es tan
sólo un refuerzo cuantitativo. Por el contrario, el
hombre debe hacerse por sí mismo lo que ha de ser, debe
conquistarlo todo por sí mismo, precisamente porque es
espíritu. Tiene que desembarazarse del elemento natural.
El Espíritu es, pues, su propio resultado" . […]
(Georg W. F. Hegel: el espíritu La razón en la
historia (primera mitad de Lecciones sobre la filosofía
de la historia), Seminarios y Ediciones, Madrid 1972, p.
76-84).

[284]           
" El devenir es el primer pensamiento concreto y, por lo tanto,
la primera noción; mientras que el ser y la nada son
abstracciones vacías. Cuando se habla de la
noción del ser, se quiere decir que esta noción
consiste en el devenir, porque, en cuanto ser es el no-ser
vacío. Así tenemos en el ser el no-ser y en el
no-ser el ser. Pero este ser que permanece en sí mismo
en el no-ser es el devenir. No se debe eliminar la diferencia
en la unidad del devenir, porque si no ella se volvería
al ser abstracto. El devenir es la posición de lo que es
el ser en su verdad. […]El devenir, por ser el primer momento
concreto, es también la primera determinación
verdadera del pensamiento. En la historia de la
filosofía es el sistema de Heráclito el que
corresponde a este grado de la idea lógica. Diciendo que
todo se desliza (panta rei), Heráclito pone como
determinación fundamental de todo lo que existe el
devenir, mientras que los Eléatas […] habían
concebido el ser, el ser fijo y sin processus, como
constituyendo sólo lo verdadero." (Georg W.F. Hegel: el
devenir, Lógica, LXXXVIII, 5 Zusatz ,Primera parte de la
Enciclopedia de las ciencias, Aguilera, Madrid 1973, p.
144-145)

[285]           
" En cuanto, para el empirismo,
lo sensible es y permanece siendo lo dado, resulta una doctrina
de negación de la libertad, pues la libertad consiste
precisamente en que no reconozca nada absolutamente otro frente
a mí, sino que dependa de un contenido que soy yo mismo.
Además, desde este punto de vista la razón y la
ausencia de razón son solamente algo subjetivo, es
decir, que tenemos que aceptar lo dado tal como es, y carecemos
del derecho a preguntarnos si es racional o hasta qué
punto lo es. (Enciclopedia, § 38. adición: Werke,
t. VI, p. 83.

               
EI saber nacido de la experiencia y los razonamientos basados
en él son lo contrario del saber nacido del concepto, del
saber especulativo; y este antagonismo se agudiza, a veces, de
tal modo, que el saber basado en conceptos se avergüenza
del que nace de la experiencia… Pero es necesario, para la
idea, que se desarrolle la particularidad del contenido…
Conocer esta existencia, el mundo tal y como es, el universo
sensible, con su despliegue de fenómenos accesibles a
los sentidos, es uno de los lados de la cosa… Y hay que
reconocer a la época moderna el mérito de haber
fomentado y producido este conocimiento. El empirismo no
consiste simplemente en observar, escuchar, sentir, percibir lo
concreto, sino que estriba, esencialmente, en descubrir
géneros, lo general, en descubrir leyes. Y, al proceder
así se encuentra con el terreno del concepto, prepara la
materia
empírica para éste, que el concepto se encarga
luego de recibir y aderezar… Sin el desarrollo
específico de las ciencias de la experiencia,
jamás la filosofía habría ido más
allá de lo que había ido entre los antiguos… No
debemos perder de vista que la filosofía, sin esta
marcha de las cosas, no habría llegado a existir; el
espíritu consiste, esencialmente, en la
elaboración de lo otro. (Werke, t. XV. p. 282 s.)Las
ciencias empíricas traen consigo el estímulo de
vencer la forma por la que la riqueza de su contenido se ofrece
como algo no más que inmediato y encontrado, como
multiplicidad confusa y contingente y de elevar este contenido
a necesidad; este estímulo arranca el pensamiento de su
generalidad y de su suficiencia y lo lleva a
desarrollarse.» (Enciclopedia, § 12; Werke, t. VI,
p. 18.)

               
En la sensación existe toda la razón, toda la
materia del espíritu… Pero el desarrollo del
espíritu partiendo de la sensación suele
entenderse como si la inteligencia. en un principio, apareciese
absolutamente vacía y recibiese, por tanto, todo su
contenido de fuera, como aIgo totalmente ajeno a ella. Esto es
un error, pues lo que la inteligencia parece recibir de fuera
no es, en realidad, otra cosa que lo racional y, por
consiguiente, lo idéntico al espíritu e inmanente
a él. Por tanto, la actividad del espíritu no
tiene otro fin que el de refutar, mediante la superación
del aparente [!] ser exterior a sí mismo, la apariencia
[!] de que el objeto es exterior al espíritu)" .
(Enciclopedia, S 447, adición, Werke, t. VII, p.311.

               
 (Georg W. F. Hegel: contra el mero empirismo, Textos
escogidos por Ernst Bloch: Sujeto-objeto. El pensamiento de
Hegel, F.C.E., México 1982, p.113-114)

[286]           
" El ser: Ser, puro ser -sin ninguna otra determinación.
En su inmediación indeterminada es igual sólo a
sí mismo, y tampoco es desigual frente a otro; no tiene
ninguna diferencia, ni en su interior ni hacia lo exterior. Por
vía de alguna determinación o contenido, que se
diferenciara en él, o por cuyo medio fuese puesto como
diferente de otro, no sería conservado en su pureza. Es
la pura indeterminación y el puro vacío-. No hay
nada en él que uno pueda pensar o intuir, si puede
aquí hablarse de intuir; o bien es él sólo
este puro, vacío intuir en sí mismo. Tampoco hay
nada en él que uno pueda pensar, o bien éste es
un igualmente sólo un pensar vacío. El ser, lo
inmediato, lo indeterminado, es en realidad la nada, ni
más ni menos que la nada.

               
La nada: Nada, la pura nada; es la simple igualdad consigo
misma, el vacío perfecto, la ausencia de
determinación y contenido; la indistinción en
sí misma. -En cuanto puede hablarse aquí de un
intuir o pensar, vale como una diferencia el que pueda ser
intuido o pensado algo o nada. Intuir o pensar la nada tiene,
pues, un significado; los dos son distintos, y así la
nada está (existe) en nuestro intuir o pensar; o
más bien es el intuir o pensar vacíos mismos, y
el mismo vacío intuir o pensar que es el puro ser.- La
nada es, por lo tanto, la misma determinación o
más bien ausencia de determinación, y con esto es
en general la misma cosa que es el puro ser.El devenir: unidad
del ser y la nada: El puro ser y la pura nada son por tanto la
misma cosa. Lo que constituye la verdad no es el ser ni la
nada, sino aquello que no traspasa sino que ha traspasado, vale
decir el ser (traspasado) en la nada y la nada (traspasada) en
el ser. Pero al mismo tiempo la verdad no es su
indistinción, sino el que ellos no son lo mismo, sino
que son absolutamente diferentes, pero son a la vez inseparados
e inseparables e inmediatamente cada uno desaparece en su
opuesto. Su verdad consiste, pues, en este movimiento del
inmediato desaparecer de uno en otro: el devenir; un movimiento
donde los dos son diferentes, pero por vía de una
diferencia que al mismo tiempo se ha resuelto inmediatamente.
(Georg W. F. Hegel: ser, nada, devenir,La ciencia de la
lógica, Solar / Hachette, Buenos Aires
1968, p.77-78)

[287]           
" -¿Mantendremos, pues, con firmeza que lo que existe
absolutamente es también absolutamente cognoscible y que
lo que no existe en modo alguno es del todo incognoscible?

               
-Ciertamente.

               
-Bien, y si hay algo que es y no es, ¿no estará
en medio de lo que existe absolutamente y de lo que meramente
no existe?

               
-Estará entre lo uno y lo otro.

               
-Así pues, si hay conocimiento de lo que es e ignorancia
necesaria de lo que no es, ¿referente a esto intermedio
que hemos dicho hay que buscar también algo intermedio
entre el saber y la ignorancia, si es que tal cosa puede
existir? -Bien cierto es.-¿Diremos que existe algo
así como la opinión? -¡Claro!-¿Pero
acaso vale igual que el conocimiento o se diferencia de
él?

               
-Es algo distinto.-Una cosa es, pues, el conocimiento y otra
distinta la opinión; cada cual con su propio sentido.
-Exactamente."   (Platón: conocimiento y
opinión, República, libro V, 477 a-b Centro de
Estudios Constitucionales, Madrid 1981, p. 164-165).

[288]           
" ¿Pensar? ¿Y en abstracto? ¡Sálvese
quien pueda! Así oigo exclamar a un traidor vendido ya
al enemigo… Lo que se trata de saber es quién piensa
en abstracto. ¿Quién piensa en abstracto? El
hombre inculto, no el culto. Me limitaré a poner algunos
ejemplos demostrativos de esta tesis de los que todo el mundo
reconocerá que, en efecto, la encierran.Un asesino es
conducido al cadalso. Para el pueblo común no es otra
cosa que un asesino. Tal vez las damas, al verlo pasar,
comenten su aspecto físico, digan que es un hombre
fuerte, hermoso, interesante. Al escuchar esto, el hombre del
pueblo exclamará, indignado: "¿Cómo?
¿Un asesino, y hermoso?" Un conocedor del hombre
tratará de indagar la trayectoria seguida por la
educación de este criminal;
descubrirá tal vez en su historias en su infancia o
en su primera juventud,
malas relaciones familiares del padre y de la madre;
descubrirá que una ligera transgresión de este
hombre fue castigada con una dureza exagerada que le hizo
rebelarse contra el orden existente, que lo hizo colocarse al
margen de este orden y acabó empujándolo al
crimen para poder subsistir. Pues bien, todo esto es pensar en
abstracto, no ver en el asesino más que esta nota
abstracta, la de que es un asesino, de tal modo que esta simple
cualidad destruye o borra en él cuanto haya de naturaleza
humana.«¡Vieja, los huevos que quiere venderme
están podridos!», dice la compradora a la
campesina, en el mercado.
«¿Cómo? -replica ésta- ¿que
mis huevos están podridos? ¿Eso es lo que se
atreve a decir esa piojosa de mis huevos? ¡Como si no
supiéramos que sus padres se comían los codos de
hambre, que su madre se fugó con un francés y su
abuela murió en el hospital! ¡ Mira qué
pañoleta tan bonita y llena de abalorios lleva! ¡
Habría que ver cómo lleva la camisa! ¿De
dónde habrá sacado tantos adornos y tantos
sombrero? Si no hubiese oficiales en la guarnición, no
andarían muchas tan bien vestidas y tendrían que
pasarse el día zurciendo las medias.» En una
palabra, Ia vendedora. Ilevada de su cólera, no deja hueso sano a la
compradora. Pues bien, esta vieja piensa también en
abstracto, viéndolo todo, la pañoleta, los
sombreros y la camisa de la mujer,
sus dedos y otras partes de su cuerpo y hasta a sus padres y
toda su parentela, única y exclusivamente a
través del horrible delito
cometido por ella al decir que los huevos que trataba de
venderle estaban podridos. A partir de este momento, ve todo lo
que a esa dama se refiere teñido por el color de los
«huevos podridos». En cambio. creo que aquellos
oficiales de que habla la vendedora de ser cierta su malicia,
lo que mucho dudamos- habrán podido ver en la dama cosas
bien diferentes.Y, pasando ahora de la vieja a los sirvientes,
hay que decir que los peor colocados son los que tienen que
servir a personas de estado social inferior y poca fortuna. En
esto, como en todo, el hombre inculto piensa en abstracto, se
da aires de gran señor para con los criados, sólo
ve en ellos a sus servidores; se
aferra al predicado de «servidores» y no sabe salir
de ahí… La misma diferencia apreciamos en la milicia:
en el ejército austríaco puede darse de azotes al
soldado: los soldados son, pues, una canalla. Por donde el
soldado raso es concebido por el oficial como el exponente
abstracto de un sujeto azotable con el que él. un
señor que viste uniforme y ciñe espada, tiene que
habérselas, lo cual es para encomendarse al diablo. (
Werke, t. XVIII, p. 400 s.) (Georg W. F. Hegel:
¿quién piensa en abstracto?,Texto escogido por
Ernst Bloch: Sujeto-objeto. El pensamiento de Hegel, F.C.E.,
México 1982, p.32-33)

[289]           
Posteriormente a este trabajo, aplicaré todas estas
consideraciones a un libro que le pienso dedicar  a la
ética
médica. Trayendo a colación situaciones que,
no porque las refiera yo que suelo ser un
exagerado contumaz, no tienen validez pero en este trabajo creo
que ya mencioné algunas: que los médicos sirven
frecuentemente como acesores de torturadores, lo cual se
vió descaradamente en la casería despiadada que
le hicieron a Husseim, cuando lo apresaron, dos agentes
vestidos de personal médico, le revisaban la boca como
si se tratase de un animal, este gesto no fue nada sutil y
envió un mensaje a la comunidad
médica internacional contrario a la ONU que hace
algunos años, ya hace muchos, en un comunicado la ONU
les exigió a la comunidad internacional de
médicos e instituciones similares que no se prestaran de
ascesores de torturas y presiones en interrogatorios. Es bueno
ir estructurando y pensando en libros
dirigidos a los médicos, que traten el tema
ético, porque el médico como todos los
profesionales no leen mucho de ética. Por ejemplo esos
recursos
incluso privados de cirugía plástica que ponene a
una viejecita de setenta años con uin cuerpo de una
muchacha de veinte, podrían reunirse y salvar rostros de
niños
maltratados por las guerras,
cuyo dinero casi siempre coincide en las cuentas
bancarias con el de esas viejitas que sueñan con hacerse
la lipoescultura.

[290]           
" La idea absoluta puede compararse […] al viejo que expresa
los mismos pensamientos religiosos que el niño, pero
para el cual su significación abraza toda su vida. Aun
cuando el niño entendiera el contenido de la doctrina
religiosa, su vida entera y el mundo entero estarían, no
obstante, aún fuera de este contenido. Se puede decir
otro tanto de la vida humana en general y de los sucesos que la
llenan. Todo nuestro trabajo es dirigido hacia un fin y cuando
este fin es alcanzado, asombra no hallar otra cosa que lo que
se quería. La importancia está en el movimiento
entero. Cuando el hombre recorre con el pensamiento los hechos
de su vida, el fin podrá parecer muy limitado. Sin
embargo, en él viene a concentrarse entero el decursus
vitae. Así el contenido de la idea absoluta es
también el desenvolvimiento entero de los momentos que
tenemos ante nosotros hasta aquí. Y que es este
desenvolvimiento lo que constituye el contenido y lo esencial,
éste es el último punto que nos queda por
determinar. Hay que agregar que lo propio del pensamiento
filosófico es entender cómo todo lo que es,
considerado separadamente, aparece como un ser limitado y que
no tiene, por lo mismo, valor sino como parte del todo y como
momento de la idea." (Georg W.F. Hegel: visión de
conjunto, Lógica, CCXXXVI, Zusatz,  Ricardo
Aguilera, Madrid 1973, p. 368.)

[291]           
Por esto es que nuestro trabajo es mántrico, pues quiero
imitar o emular, los comienzos de la revolución
industrial, en Galileo, ya que la fundación de la
mecánica siempre estuvo basada en la
repititividad. Incluso en los grandes talleres, los ingenieros
recrearon la uniforfmidad para recrear la rekpetitividad pero a
escala
industrial. Así, un metodólogo no le puede
enrostrar a un genetista la repetición de letras ya que
allí es que están los famosos códigos,
copiados de una ciencia que a su tiempo también
mencionaremos como es la estadística, con sus cadanas de marcon y
sus movimientos estocásticos.

[292]           
Incluso el genoma humano, que debería ser el aquí
y ahora del descubrimiento
de América, lleva implícita una gran carga
teológica, y por no decir es teología pura,
religiosidad de la nueva era, aunada a los mismos paradigmas
de siempre Darvinianos-Lamarkianos. Veamos: " 2.  Como una
máquina, todo organismo, incluido el más
«simple», constituye una unidad funcional coherente
e integrada. Evidentemente, la coherencia funcional de una
máquina química tan
compleja, y además autónoma, exige la
intervención de un sistema cibernético que
gobierne y controle la actividad química en numerosos
puntos. Estamos lejos aún, sobre todo en los organismo
superiores, de haber dilucidado la estructura
íntegra de estos sistemas. Hoy se conocen, sin embargo,
muchos elementos, y en todos estos casos se ha comprobado que
los agentes esenciales son proteínas llamadas
«reguladoras», que desempeñan, en suma, el
papel de detectores de señales químicas. 3. El organismo
es una máquina que se construye a sí misma. Su
estructura macroscópica no le es impuesta por la
intervención de fuerzas exteriores. Se constituye de
forma autónoma, gracias a interacciones constructivas
internas. Aunque nuestros conocimientos concernientes a la
mecánica del desarrollo son totalmente
insuficientes. Sin embargo, se puede, desde ahora, afirmar que
las interacciones constructivas son microscópicas.
Moleculares, y que las moléculas en litigio son
esencialmente, sino únicamente, proteínas."
(Jacques Monod: la teleonomía de los seres vivos,El azar
y la necesidad, Barral, Barcelona 1973, p. 57-58)

[293]           
" 63 El cuerpo que pertenece a una Mónada, la cual es su
Entelequia o Alma, constituye con la Entelequia lo que puede
ser llamado un viviente, y con el Alma lo que se llama un
Animal. Ahora bien, el cuerpo de un viviente o de un Animal es
en todos los casos orgánico, pues siendo toda
Mónada un espejo del universo, a su
modo, y estando regulado el universo dentro de un orden
perfecto, es necesario que haya también un orden en el
representante, es decir, en las percepciones del alma, y, por
consecuencia, en el cuerpo, según el cual el universo es
representado. (Teodicea, § 403).

               
64Por tanto cada cuerpo orgánico de un viviente es una
Especie de Máquina divina o de Autómata Natural,
que sobrepasa infinitamente a todos los Autómatas
artificiales. Porque una máquina hecha por el arte del
hombre, no es Máquina en cada una de sus partes. Por
ejemplo: el diente de una rueda de hierro tiene
partes o fragmentos, que no son para nosotros nada artificial y
no tienen nada que indique a la máquina en
relación al uso al que la rueda está destinada.
Pero las Máquinas de la Naturaleza, es decir, los
cuerpos vivos, son, sin embargo, Máquinas en sus menores
partes hasta el infinito. Esto es lo que constituye la
diferencia entre la Naturaleza y el Arte, es decir, entre el
arte Divino y el Nuestro. (Teodicea, §134, 146, 194,
483).

               
65

               
Y el Autor de la Naturaleza ha podido llevar a cabo este
artificio divino e infinitamente maravilloso, porque cada
porción de la materia no es solamente divisible hasta el
infinito, como reconocieron los antiguos, sino que incluso cada
una de las partes está subdividida actualmente y sin fin
en partes, cada una de las cuales tiene su propio movimiento;
de otra manera sería imposible que cada porción
de la materia pudiera expresar todo el universo. (Preliminares,
§ 70. Teodicea, § 195).

               
66

               
Por donde se ve que hay un Mundo de criaturas, de Vivientes, de
Animales, de
Entelequias, de Almas en la más pequeña
porción de la materia […]

               
69

               
Por tanto, no hay nada de inculto, de estéril o de
muerto en el universo, nada de caos, nada de confusiones, sino
sólo apariencia de ellos; poco más o menos como
parecería en un estanque a una cierta distancia desde la
cual se vería un movimiento confuso y un hormigueo, por
decirlo así, de los peces del
estanque, sin discernir los peces mismos.

               
70

               
Por esto se ve que cada cuerpo viviente tiene una Entelequia
dominante que es el Alma del Animal; pero los miembros de este
cuerpo viviente están llenos de otros vivientes,
plantas,
animales, cada uno de los cuales tiene, a su vez, su Entelequia
o su alma dominante.

               
71

               
Pero no es necesario imaginar, con algunos que han interpretado
mal mi pensamiento, que cada Alma tiene una masa o
porción de materia propia y asignada a ella para
siempre, y que ella, por consecuencia, posee otros vivientes
inferiores destinados siempre a su servicio.
Porque todos los cuerpos están en un flujo perpetuo como
los ríos; y las partes entran y salen de ellos
continuamente.

               
72

               
Por tanto, el alma no cambia de cuerpo sino poco a poco y por
grados, de tal manera que nunca se ve despojada de pronto de
todos sus órganos; y hay frecuentemente metamorfosis en
los animales, pero nunca Metempsícosis ni
transmigración de las almas; no hay tampoco Almas
separadas por completo, ni Genios sin cuerpo. Sólo Dios
está enteramente desprovisto de él. (Teodicea,
§90, 124).

               
73

               
También es esto lo que hace que no haya nunca ni
generación entera, ni muerte
perfecta, en el sentido riguroso de la palabra, que consiste en
la separación del alma. Lo que llamamos generaciones son
desarrollos y acrecentamientos, así como lo que llamamos
muertes son Envolvimientos y Disminuciones.

               
74

               
Los Filósofos han estado siempre muy apurados en lo que
respecta al origen de las Formas, Entelequias, o Almas, pero
hoy, desde que se ha descubierto, mediante investigaciones
exactas hechas sobre las plantas, los insectos y los animales,
que los cuerpos orgánicos de la naturaleza no son
producidos nunca por el caos o la putrefacción, sino en
todos los casos por semillas, en las cuales sin duda hay alguna
preformación, se ha juzgado que no solamente el cuerpo
orgánico estaba ya allí antes de la
concepción, sino incluso un Alma en este cuerpo y, en
una palabra, el animal mismo; y que por medio de la
concepción este animal sólo ha sido preparado
para una gran transformación que le convierta en animal
de otra especie. Algo parecido a esto se ve, aparte la
generación, cuando los gusanos se convierten en moscas,
y cuando las larvas se convierten en mariposas. (Teodicea,
§86, 89, 90, 187, 188, 403, 397) […]" (Gottfried Wilhelm
Leibniz: el cuerpo y la mónada, Monadología
(Orbis, Barcelona 1983, selección de los párrafos
63-75).

[294]           
" -Pues bien -continuó Sócrates-, después
de todas estas consideraciones, por necesidad se forma en los
que son genuinamente filósofos una creencia tal, que les
hace decirse mutuamente algo así como esto: «Tal
vez haya una especie de sendero que nos lleve a término
[juntamente con el razonamiento en la investigación],
porque mientras tengamos el cuerpo y esté nuestra alma
mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera
suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la
verdad. En efecto, son un sin fin las preocupaciones que nos
procura el cuerpo por culpa de su necesaria alimentación; y
encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos impide la caza de
la verdad. Nos llena de amores, de deseos, de temores, de
imágenes de todas clases, de un montón de
naderías, de tal manera que, como se dice, por culpa
suya no nos es posible tener nunca un pensamiento sensato.
Guerras, revoluciones y luchas nadie las causa, sino el cuerpo
y sus deseos, pues es por la adquisición de riquezas por
lo que se originan todas las guerras, y a adquirir riquezas nos
vemos obligados por el cuerpo, porque somos esclavos de sus
cuidados; y de ahí, que por todas estas causas no
tengamos tiempo para dedicarlo a la filosofía. Y lo peor
de todo es que, si nos queda algún tiempo libre de su
cuidado y nos dedicamos a reflexionar sobre algo,
inesperadamente se presenta en todas partes en nuestras
investigaciones y nos alborota, nos perturba y nos deja
perplejos, de tal manera que por su culpa no podemos contemplar
la verdad. Por el contrario, nos queda verdaderamente
demostrado que, si alguna vez hemos de saber algo en puridad,
tenemos que desembarazarnos de él y contemplar tan
sólo con el alma las cosas en sí mismas.
Entonces, según parece, tendremos aquello que deseamos y
de lo que nos declaramos enamorados, la sabiduría; tan
sólo entonces, una vez muertos, según indica el
razonamiento, y no en vida. En efecto, si no es posible conocer
nada de una manera pura juntamente con el cuerpo, una de dos, o
es de todo punto imposible adquirir el saber, o sólo es
posible cuando hayamos muerto, pues es entonces cuando el alma
queda sola en sí misma, separada del cuerpo, y no antes.
Y mientras estemos con vida, más cerca estaremos del
conocer, según parece, si en todo lo posible no tenemos
ningún trato ni comercio con
el cuerpo, salvo en lo que sea de toda necesidad, ni nos
contaminamos de su naturaleza, manteniéndonos puros de
su contacto, hasta que la divinidad nos libre de él. De
esta manera, purificados y desembarazados de la insensatez del
cuerpo, estaremos, como es natural, entre gentes semejantes a
nosotros y conoceremos por nosotros mismos todo lo que es puro;
y esto tal vez sea lo verdadero. Pues al que no es puro es de
temer que le esté vedado el alcanzar lo puro.» He
aquí, oh Simmias, lo que necesariamente pensarán
y se dirán unos a otros todos los que son amantes del
aprender en el recto sentido de la palabra. ¿No te
parece a ti así?

               
-Enteramente, Sócrates.

               
-Así, pues, compañero -dijo Sócrates-, si
esto es verdad, hay una gran esperanza de que, una vez llegado
adonde me encamino, se adquirirá plenamente allí,
más que en ninguna otra parte, aquello por Io que tanto
nos hemos afanado en nuestra vida pasada; de suerte que el
viaje que ahora se me ha ordenado se presenta unido a una buena
esperanza, tanto para mí como para cualquier otro hombre
que estime que tiene su pensamiento preparado y, por decirlo
así, purificado.

               
-Exacto -respondió Simmias.

               
-¿Y la purificación no es, por ventura, lo que en
la tradición se viene diciendo desde antiguo, el separar
el alma lo más posible del cuerpo y el acostumbrarla a
concentrarse y a recogerse en sí misma,
retirándose de todas las partes del cuerpo, y viviendo
en lo posible tanto en el presente como en el después
sola en sí misma, desligada del cuerpo como de una
atadura?

               
-Así es en efecto -dijo.

               
-¿Y no se da el nombre de muerte a eso precisamente, al
desligamiento y separación del alma con el cuerpo?

               
-Sin duda alguna -respondió Simmias.

               
-Pero el desligar el alma, según afirmamos, es la
aspiración suma, constante y propia tan sólo de
los que filosofan en el recto sentido de la palabra; y la
ocupación de los filósofos estriba precisamente
en eso mismo, en el desligamiento y separación del alma
y del cuerpo. ¿Sí o no?

               
-Así parece.

               
-¿Y no sería ridículo, como dije al
principio, que un hombre que se ha preparado durante su vida a
vivir en un estado lo más cercano posible al de la muerte,
se irrite luego cuando le llega ésta?

               
-Sería ridículo. ¡Cómo no!

               
– Luego, en realidad, oh Simmias -replicó
Sócrates-, los que filosofan en el recto sentido de la
palabra se ejercitan en morir, y son los hombres a quienes
resulta menos temeroso el estar muertos. Y puedes colegirlo de
lo siguiente: si están enemistados en todos los
respectos con el cuerpo y desean tener el alma sola en
sí misma, ¿no sería un gran absurdo que,
al producirse esto, sintieran temor y se irritasen y no
marcharan gustosos allá, donde tienen esperanza de
alcanzar a su llegada aquello de que estuvieron enamorados a lo
largo de su vida -que no es otra cosa que la sabiduría-
y de librarse de la compañía de aquello con lo
que estaban enemistados? ¿No es cierto que al morir
amores humanos, mancebos amados, esposas e hijos, fueron muchos
los que se prestaron de buen grado a ir en pos de ellos al
Hades, impulsados por la esperanza de que allí
verían y se reunirían con los seres que
añoraban? Y en cambio, si alguien ama de verdad la
sabiduría, y tiene con vehemencia esa misma esperanza,
la de que no se encontrará con ella de una manera que
valga la pena en otro lugar que en el Hades ¿se va a
irritar por morir y marchará allá a disgusto?
Preciso es creer que no, compañero, si se trata de un
verdadero filósofo, pues tendrá la firme
opinión de que en ninguna otra parte, salvo allí,
se encontrará con la sabiduría en estado de
pureza. Y si esto es así, como decía hace un
momento, ¿no sería un gran absurdo que un hombre
semejante tuviera miedo a la muerte?

               
– Sí, por Zeus -dijo Simmias-, un gran absurdo.

               
-¿Y no te parece que es indicio suficiente de que un
hombre no era amante de la sabiduría, sino del cuerpo,
el verle irritarse cuando está a punto de morir? Y
probablemente ese mismo hombre resulte también amante
del dinero, o de los honores, o de una de estas dos cosas, o
las dos a la vez.

               
-Efectivamente -respondió-, ocurre tal como dices."
(Platón: la filosofía como preparación
para la muerte, Fedón, 66c-68b. Orbis, Barcelona 1983,
p. 154-158. Traducción de Luis Gil).

[295]           
Veamos contra lo que dice Leibniz y lo que dice platón,
lo que dice el BAGAVAGITA: " …Ella recibe un
cuerpomakterial o espiritual conforme a su
identificación con la naturaleza material o espiritual
conforme a su identiuficación con la naturaleza material
o espiritual. En la naturaleza material, ella podrá
tomar un cuekrpo de entre cualquiera de las  8.400.000
especies, de vida, pero en la naturaleza, espiritual solamente
tiene un cuerpo. En la naturaleza material, a veces se
manifiesta como un homnbre, un semidios, un animal, una bestia,
ave, et c, de acuerdo a su Karma. Para
alcanzar los planetas
celestiales, materiales y
disfrutar sus facilidades, ella algunas veces ejecuta
sacrificios, (yajña), pero cuando se agotra todo
mérito, regrtesa otra vez a la tierra en
forma de un hombre….los comentaristas impersonalistas
del ghita asumen en foram irrasonable que el mundo material el
Brahamanacepta la forma de JIVÄ, y para justificar, esto
hacen referencia al capítulo quince, verso 7 del gita,
pero este verso habla de la entidad viviente como" un fragmento
eterno de MI" …El fragmento de Dios, o sea la entidad
viviente, puede caer al mundo material, pero el señor
supremo,  (Acyuta) nunca cae. Por lo tanto, no es
aceptable esta suposición….La persona
demoníaca, puede no estar de acuerdo en aceptar la
supremacía del señor, y es un hecho que puede
actuar de acuerdo a sus propios caprichos, más su
proximo nacimiento dependerá de la decisión de la
Suprema Personalidad
de Dios y no de él mismo. En el Srimad-Bhagavatam,
tercer canto, se establece que un alma individual,
después de su muerte, se le pone dentro del vientre de
una madre, donde obtiene un tipo particular de cuerpo bajo la
sujpervisión del poder superior. Por consiguiente, en la
existencia material encontramos muchas especies de vida
animales, insectos, hombres, y así sucesivamente. En lo
referente al demoníaco, aquí se dice claramente
que a ellos, se les pone perpetuamente dentro de los vientres
de demonios, y así, continuan siendo envidiosos y lo
más bajo de la humanidad. Tales especies
demoníacas se consideran siempre llenas de lujuria,
siempre violentas, y rencorosas, y siempre sucias. Ellas son
exactamente iguales a muchas bestias de la jungla." (PRABUPADA,
BAGAVAGITA, TRANSMIGRACIÓN PGS: 109-110; 181; 330-331;
85; 30-31; 309-310; 121-122)

[296]           
" […] Sin embargo, sabed bien que os voy a decir toda la
verdad En efecto, atenienses, yo no he adquirido este renombre
por otra razón que por cierta sabiduría.
¿Qué sabiduría es esa? La que, tal vez, es
sabiduría propia del hombre; pues en realidad es
probable que yo sea sabio respecto a ésta. éstos,
de los que hablaba hace un momento, quizá sean sabios
respecto a una sabiduría mayor que la propia de un
hombre o no sé cómo calificarla. Hablo
así, porque yo no conozco esa sabiduría, y el que
lo afirme miente y habla en favor de mi falsa
reputación. Atenienses, no protestéis ni aunque
parezca que digo algo presuntuoso; las palabras que voy a decir
no son mías, sino que voy a remitir al que las dijo,
digno de crédito para vosotros. De mi
sabiduría, si hay alguna y cuál es, os voy a
presentar como testigo al dios que está en Delfos. En
efecto, conocíais sin duda a Querefonte. éste era
amigo mío desde la juventud y adepto al partido
democrático, fue al destierro y regresó con
vosotros. Y ya sabéis cómo era Querefonte,
qué vehemente para lo que emprendía. Pues bien,
una vez fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar al
oráculo esto _pero como he dicho, no protestéis,
atenienses_, preguntó si había alguien más
sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era
más sabio. Acerca de esto os dará testimonio
aquí este hermano suyo, puesto que él ha
muerto.

               
Pensad por qué digo estas cosas; voy a mostraros de
dónde ha salido esta falsa opinión sobre
mí. Así pues, tras oír yo estas palabras
reflexionaba así: «¿Qué dice
realmente el dios y qué indica en enigma? Yo tengo
conciencia de que no soy sabio, ni poco ni mucho.
¿Qué es lo que realmente dice al afirmar que yo
soy muy sabio? Sin duda, no miente; no le es
lícito.» Y durante mucho tiempo estuve yo confuso
sobre lo que en verdad quería decir. Más tarde, a
regañadientes me incliné a una
investigación del oráculo del modo siguiente. Me
dirigí a uno de los que parecían ser sabios, en
la idea de que, si en alguna parte era posible, allí
refutaría el vaticinio y demostraría al
oráculo: «éste es más sabio que yo y
tú decías que lo era yo.» Ahora bien, al
examinar a éste _pues no necesito citarlo con su nombre,
era un político aquel con el que estuve indagando y
dialogando_ experimenté lo siguiente, atenienses: me
pareció que otras muchas personas creían que ese
hombre era sabio y, especialmente, lo creía él
mismo, pero que no lo era. A continuación intentaba yo
demostrarle que él creía ser sabio, pero que no
lo era. A consecuencia de ello, me gané la enemistad de
él y de muchos de los presentes. Al retirarme de
allí razonaba a solas que yo era más sabio que
aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que
tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en
cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco
creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que
él en esta misma pequeñez, en que lo que no
sé tampoco creo saberlo. A continuación me
encaminé hacia otro de los que parecían ser
más sabios que aquél y saqué la misma
impresión, y también allí me gané
la enemistad de él y de muchos de los presentes.
Después de esto, iba ya uno tras otro,
sintiéndome disgustado y temiendo que me ganaba
enemistades, pero, sin embargo, me parecía necesario dar
la mayor importancia al dios. Debía yo, en efecto,
encaminarme, indagando qué quería decir el
oráculo, hacia todos los que parecieran saber algo. Y,
por el perro, atenienses _pues es preciso decir la verdad ante
vosotros_, que tuve la siguiente impresión. Me
pareció que los de mayor reputación estaban casi
carentes de lo más importante para el que investiga
según el dios; en cambio, otros que parecían
inferiores estaban mejor dotados para el buen juicio. Sin duda,
es necesario que os haga ver mi camino errante, como condenado
a ciertos trabajos, a fin de que el oráculo fuera
irrefutable para mí. En efecto, tras los
políticos me encaminé hacia los poetas, los de
tragedias, los de ditirambos y los demás, en la idea de
que allí me encontraría manifiestamente
más ignorante que aquéllos. Así pues,
tomando los poemas suyos
que me parecían mejor realizados, les iba preguntando
qué querían decir, para, al mismo tiempo,
aprender yo también algo de ellos. Pues bien, me resisto
por vergüenza a deciros la verdad, atenienses. Sin
embargo, hay que decirla. Por así decir, casi todos los
presentes podían hablar mejor que ellos sobre los poemas
que ellos habían compuesto. Así pues,
también respecto a los poetas me di cuenta, en poco
tiempo, de que no hacían por sabiduría lo que
hacían, sino por ciertas dotes naturales y en estado de
inspiración como los adivinos y los que recitan los
oráculos. En efecto, también éstos dicen
muchas cosas hermosas, pero no saben nada de lo que dicen. Una
inspiración semejante me pareció a mí que
experimentaban también los poetas, y al mismo tiempo me
di cuenta de que ellos, a causa de la poesía, creían también ser
sabios respecto a las demás cosas sobre las que no lo
eran. Así pues me alejé también de
allí creyendo que les superaba en lo mismo que a los
políticos. En último lugar, me encaminé
hacia los artesanos. Era consciente de que yo, por así
decirlo, no sabía nada, en cambio estaba seguro de que
encontraría a éstos con muchos y bellos
conocimientos. Y en esto no me equivoqué, pues
sabían cosas que yo no sabía y, en ello, eran
más sabios que yo. Pero, atenienses, me pareció a
mí que también los buenos artesanos
incurrían en el mismo error que los poetas: por el hecho
de que realizaban adecuadamente su arte, cada uno de ellos
estimaba que era muy sabio también respecto a las
demás cosas, incluso las más importantes, y ese
error velaba su sabiduría. De modo que me preguntaba yo
mismo, en nombre del oráculo, si preferiría estar
así, como estoy, no siendo sabio en la sabiduría
de aquellos ni ignorante en su ignorancia o tener estas dos
cosas que ellos tienen. Así pues, me contesté a
mí mismo y al oráculo que era ventajoso para
mí estar como estoy.

               
A causa de esta investigación, atenienses, me he creado
muchas enemistades, muy duras y pesadas, de tal modo que de
ellas han surgido muchas tergiversaciones y el renombre
éste de que soy sabio. En efecto, en cada ocasión
los presentes creen que yo soy sabio respecto a aquello que
refuto a otro. Es probable, atenienses, que el dios sea en
realidad sabio y que, en este oráculo, diga que la
sabiduría humana es digna de poco o de nada. Y parece
que éste habla de Sócrates _se sirve de mi nombre
poniéndome como ejemplo, como si dijera: «Es el
más sabio, el que, de entre vosotros, hombres, conoce,
como Sócrates, que en verdad es digno de nada respecto a
la sabiduría.» Así pues, incluso ahora, voy
de un lado a otro investigando y averiguando en el sentido del
dios, si creo que alguno de los ciudadanos o de los forasteros
es sabio. Y cuando me parece que no lo es, prestando mi auxilio
al dios, le demuestro que no es sabio. Por esta
ocupación no he tenido tiempo de realizar ningún
asunto de la ciudad digno de citar ni tampoco mío
particular, sino que me encuentro en gran pobreza a causa
del servicio del dios.Se añade, a esto, que los
jóvenes. que me acompañan espontáneamente
_los que disponen de más tiempo, los hijos de los
más ricos_ se divierten oyéndome examinar a los
hombres y, con frecuencia, me imitan e intentan examinar a
otros, y, naturalmente, encuentran, creo yo, gran cantidad de
hombres que creen saber algo pero que saben poco o nada. En
consecuencia, los examinados por ellos se irritan conmigo, y no
consigo mismos y dicen que un tal Sócrates es malvado y
corrompe a los jóvenes. Cuando alguien les pregunta
qué hace y qué enseña, no pueden decir
nada, lo ignoran; pero, para no dar la impresión de que
están confusos, dicen lo que es usual contra todos los
que filosofan, es decir: «las cosas del cielo y lo que
está bajo la tierra, «no creer en los
dioses» y «hacer más fuerte el argumento
más débil». Pues creo que no
desearían decir la verdad, a saber, que resulta evidente
que están simulando saber sin saber nada. Y como son,
pienso yo, susceptibles y vehementes y numerosos, y como,
además, hablan de mí apasionada y
persuasivamente, os han llenado los oídos
calumniándome violentamente desde hace mucho tiempo.
Como consecuencia de esto me han acusado Meleto, Anito y
Licón; Meleto, irritado en nombre de los poetas; Anito,
en el de los demiurgos y de los políticos, y
Licón, en el de los oradores." (Platón: la
ignorancia socrática, Apología de
Sócrates, 20d-24e. Gredos, Madrid 1981, p.154-158).

[297]           
" –El alma que nunca ha visto la verdad no puede revestir la
forma humana. En efecto, el hombre debe ejercitarse en
comprender según la idea, es decir, elevarse de una
multiplicidad de sensaciones a una unidad inteligible. Ahora
bien, este acto no es otra cosa que el recuerdo de lo que
nuestra alma ha visto antes, cuando seguía a un dios en
sus evoluciones, cuando, apartando su mirada de lo que nosotros
llamamos ser, levantaba la cabeza hacia el ser verdadero. Por
eso es justo que sólo el pensamiento del filósofo
tenga alas, puesto que se aplica siempre y en la medida de sus
fuerzas a recordar las esencias a las que el mismo dios debe su
divinidad. El hombre que sabe usar estas reminiscencias es
iniciado sin cesar en los misterios de
la divina perfección, y sólo él se hace
realmente perfecto. Apartado de los cuidados que preocupan a
los hombres y dedicado a lo divino, el vulgo pretende curarlo
de su locura y no ve que está inspirado.

               
–A este punto quería llegar toda esta
explicación sobre la cuarta especie de locura. Cuando un
hombre percibe la belleza de aquí abajo y se acuerda de
la belleza verdadera, a su alma le crecen alas y desea volar.
Pero al advertir su impotencia, eleva como un pájaro los
ojos al cielo, deja a un lado las ocupaciones del mundo y ve
cómo le llaman insensato. Y así, de todas las
clases de entusiasmo, éste es el más
magnífico. […] En efecto, como ya hemos dicho, toda
alma humana por naturaleza ha contemplado las realidades: de
otro modo no hubiese podido entrar en el cuerpo de un hombre.
Pero los recuerdos de esta contemplación no se
despiertan en todas las almas con la misma facilidad. Una
apenas ha entrevisto las esencias. Otra, después de su
caída a la tierra, ha tenido la desgracia de ser llevada
a la injusticia por ciertos tratos humanos y de olvidar los
sagrados misterios que había contemplado anteriormente.
Sólo un pequeño número de almas conservan
un recuerdo casi exacto. Estas almas, cuando ven alguna imagen
de las cosas del cielo, se llenan de turbación y no
pueden contenerse; pero no saben lo que experimentan, porque no
pueden analizarse con precisión.

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