Más allá del daño
físico o estético que sufre un paciente al
enfrentarse a los resultados nefastos o desagradables de una
cirugía estética u orgánica,
deberá lidiar además, si tiene las agallas
necesarias, con: a) enfrentar una mediación y/o un
juicio posterior, b) el daño psicológico que en
menor o mayor medida todos sufren.-
Pasar por un proceso de
mediación o juicio, para quien no es abogado, supone un
estrés que
se sumará al trance por el que esté pasando.
Este daño, con entidad propia, distinto del daño
físico y/o estético, no solo se pone de relieve cuando
el paciente va a la pericia con el psicólogo llegado el
momento en el juicio, sino que se encuentra presente en cada
momento de su vida, como parte de la secuela por el acto
médico negligente o imperito, reflejándose en su
estado de
ánimo, sus decisiones, su capacidad para discernir, y su
recuperación.
De esta manera, el cliente, llega al
estudio con una gran carga emocional y psicológica que a
modo de mochila, acompaña el daño "principal", el
que a mi criterio, podría considerarse accesorio. Este
peso extra, le hace aun mas difícil manejar o lidiar con
los tiempos que manejamos los abogados, las respuestas
insólitas de la otra parte, los ofrecimientos
descabellados de dinero, la
falta de decisión de los requeridos a una mediación
por ejemplo, la asistencia de este cliente a una junta medica, o
bien enfrentarse a la posibilidad de reoperarse o de seguir un
juicio
Es bien sabido que la otra parte (el médico
demandado, la clínica o la compañía de
seguros) suele
desestimar el impacto psicológico que los pacientes
sufren, priorizando lo que se ve (ejemplos; la ceguera, la
renguera, la cicatriz), sin embargo, lo que no se ve, en estos
casos es peor que lo que le dio origen.
La victima de mala praxis se
encuentra en la mayoría de los casos con tratamiento
psicoterapéutico y algunas veces medicado, angustiado,
deprimido, reviviendo cada día, lo que lo trajo al
estudio, los resabios de la operación, y conviviendo con
una realidad que no eligió, la que muchas veces surge al
mirarse al espejo.
El psicólogo o psiquiatra que lo atiende, aconseja en
la mayoría de los casos, y a la sazón por el estado del
paciente, "terminar o dar un corte al tema judicial", ya que
terminado el tema, el duelo podrá comenzarse,
más allá de la decisión del cliente, de
continuar el juicio luego de una mediación sin éxito,
o seguirlo. Sin embargo, este "corte" sugerido, no siempre es la
mejor elección, o no siempre es conveniente para el
cliente.
Es en estos casos, donde la contención de este cliente,
al abogado le resulta difícil de comprender. No por no
saber de la situación que el otro vive, o el daño o
tratamiento del cliente, sino por no poder
dimensionar la entidad del mismo, y no poder adivinar
muchas veces qué necesita, qué quiere, qué
desea…. y en el camino este cliente no se toman el
tiempo para
explicarnos concretamente que necesitaba un llamado de teléfono, por ejemplo, o mayores
explicaciones, o que no se extendieran los tiempos, etc. No dejan
de hacerlo por desidia, sino porque su estado muchas veces no se
los permite….lo cual es absolutamente entendible.
En general las comunicaciones
del Estudio por una cuestión de tiempo y practicidad
se hacen vía mail. Pero también el cliente recibe
llamados de teléfono y si lo desean, pueden acercarse
personalmente. Pero el trabajo del
abogado, no solo es atender al cliente por cualquier medio, sino,
elaborar presentaciones ante los juzgados, ver los expedientes,
estudiar los casos, responder a los abogados de la otra parte,
asistir a mediaciones, audiencias…y si pasáramos
todo el día respondiendo todos los llamados de los
clientes,
haríamos mala administración del tiempo que necesitamos
para las otras actividades de nuestra profesión.
Muchos clientes en esta situación, desean un llamado
semanal, o diario, les resulta "frío" el mail,
querrían ver al abogado mas seguido personalmente, o
recibir noticias todo
el tiempo.
Nos cuesta a veces explicarles los tiempos de la
mediación, los que si se extienden son al solo efecto de
lograr un acuerdo y evitar años de juicio. Cuesta que
comprendan que a veces con la mediación cerrada, los
abogados seguimos negociando, y el caso no está
"cerrado".
Y muchas veces, logré darme cuenta con el tiempo, no se
trata de una cuestión de desconfianza al profesional, sino
de la inseguridad
interna producto del
impacto psicológico que este daño, secuela o
incapacidad, les ha dejado, que no les permite ver con
tranquilidad, evaluar con criterio y confiar en lo que el
profesional les dice.
Se imponen tiempos que en muchos casos no se comprenden, y
otras tantas veces desean retirar su documentación o bien hasta deciden cambiar
de profesional, haciendo alusión a la no contención
de este.
Sin embargo, después de tantos años de
profesión, he llegado a una sana conclusión: lo
mejor, es contactar al psicólogo que trata a ese cliente y
explicarle también a él lo que se está
haciendo, los tiempos que llevará, que fin se persigue, y
por otra parte que él nos cuente, como está de
frágil o fuerte nuestro cliente, ponernos a su
disposición, y saber de las inquietudes y necesidades del
cliente, al menos, para poder darle el trato que éste
necesitará, y como ya dije, no saben transmitirnos
Los abogados somos un poco psicólogos, porque debemos
una contención extra a ese cliente, y debemos "poner la
oreja", escuchar cosas que no siempre hacen a la cuestión
jurídica, pero que afectan ampliamente el tema que nos
ocupa, y tratar de una forma distinta a este cliente. Pero
¿saben una cosa? No somos psicólogos, somos
abogados con la limitación que eso implica:
ayúdennos a saber que necesitan para poder dárselos
si podemos.
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