- Resumen
- Introducción
- Instrucciones de
aplicación y criterios de
calificación - Confiabilidad y
validez - Anexos
- Referencias
Resumen
A partir de establecerse una delimitación conceptual
entre habilidad lectora y comprensión
lectora, y reconociendo la necesidad de un instrumento que
permita establecer el grado y nivel de la habilidad lectora en
tanto reconocimiento de palabras, se presenta un instrumento
diseñado para el propósito. Se especifican los
mecanismos empleados para su confiabilidad y validez.
Palabras clave: Habilidad lectora, test,
comprensión lectora, educación
primaria
Introducción
Seguramente resulta indiscutible que la adquisición de
la lectoescritura es un logro de la mayor
importancia, deseable no sólo en tanto objetivo
educacional en sí mismo, sino sobre todo en cuanto a que
en lo inmediato deviene en herramienta fundamental para
posibilitar la adquisición de otros aprendizajes.
Diversos autores (Just & Carpenter, 1987; Sarmiento, 2003;
García, Elosúa Gutiérrez, Luque &
Garate, 2005), han destacado el estudio de la adquisición
de la lectoescritura como un fenómeno de grandes
complejidades, la mayoría de ellas no evidentes y en donde
concurrirían variados procesos
cognitivos.
Si bien se ha considerado a la lectura
como el reconocimiento de símbolos impresos o escritos que sirven
como estímulos para la evocación de significados
que se han establecido mediante la experiencia del que lee (Van
Orden, Pennington & Stone, 1990), el enfoque cognitivo
considera a la lectura como
una habilidad compleja que consiste en una serie de procesos
psicológicos de diferentes niveles, cuyo inicio es un
estímulo visual, que producen, globalmente y por su
acción
coordinada, la comprensión del texto. Aunque
estos procesos son múltiples, se pueden agrupar
básicamente en dos grandes componentes: los que
intervienen en el reconocimiento de las palabras o procesos de
bajo nivel, y los que intervienen en la comprensión de
una frase o texto o procesos de alto nivel. Los procesos
de reconocimiento son aquéllos que traducen la letra
impresa en lenguaje
hablado y los de comprensión tendrían como
finalidad captar el mensaje o la información que proporcionan los textos
(Defior & Ortúzar, 1996).
Crowder (1985) considera que lo específico de la
habilidad lectora es el reconocimiento de las palabras, conducta que no
debiera demorar más de 200 a 250 miliseg. por palabra y
que ha de diferenciarse de la comprensión lectora, el
proceso que
permite construir significados a partir del desciframiento de
signos. En
este sentido sostiene que la lectura propiamente dicha, acaba
más o menos donde comienza la comprensión.
Por supuesto que ambos procesos -el reconocimiento de las
palabras y la comprensión lectora- se deben tener en
cuenta y funcionan de hecho, de modo interactivo y
simultáneo. Sin embargo, es cierto también que el
primero es particularmente importante y determinante, ya que un
déficit en aquél, actúa como un serio
obstáculo que dificulta los procesos comprensivos de
más alto nivel; el descifrar los signos no implica la
construcción de significados, pero tal
construcción es imposible sin desciframiento (Sarmiento,
2003).
Al respecto Defior y Ortúzar han establecido la
existencia de dos mecanismos para acceder al reconocimiento de
las palabras: La ruta léxica, visual o directa,
donde el que lee, a partir de haber logrado la
representación lexical de una particular palabra, merced a
haberla encontrado repetidamente, es capaz de identificarla de
manera inmediata, como integrante de su sistema
semántico de significados. La ruta no léxica,
fonológica o indirecta, que implica que lo que se
lee, y aun antes de asignársele significado, ha de
pasar previamente por una etapa de conversión de los
estímulos visuales en un código
fonológico mediante la aplicación de las
respectivas reglas de correspondencia gráfico
fonológicas -que nos propondrían, por ejemplo,
emitir un sonido suave en
ga y uno fuerte en ja y en ge– además
del uso de la memoria de
trabajo para
retener la pronunciación de la palabra, hasta asignarla en
el sistema semántico de significados.
Ambos mecanismos no son excluyentes entre sí; por el
contrario, resultan simultáneamente necesarios para la
lectura hábil. A medida que la habilidad lectora se
desarrolla, se incrementa el uso de la ruta visual, sin
abandonarse el eventual uso de la ruta fonológica,
automatizándose gradualmente los procesos de
reconocimiento de las palabras y pudiendo dedicarse los recursos
atencionales, al desempeño de los proceso de
comprensión.
Desde este enfoque no cabe duda de que muchos de los problemas de
los lectores iniciales y de los lectores que presentan retraso en
el área, encuentran su dificultad en el nivel de la
lectura de palabras, vale decir, del reconocimiento de palabras.
Consideramos que muchos de los actuales esfuerzos instruccionales
se han estado
dirigiendo al fortalecimiento de la comprensión lectora,
cuando quizá sería prudente establecer
también el nivel y grado lector del sujeto, referido como
la habilidad del mismo para identificar palabras.
Aunque la adquisición de la lectura es un proceso en
general bien conocido y descrito, no se cuenta con un instrumento
que permita presentar al que lee una situación
estandarizada a través de la cual estimar su habilidad
lectora (entendida como habilidad para el reconocimiento de las
palabras, con base en un puntaje obtenido), con vistas a ubicarlo
en un grado y nivel específicos de habilidad
lectora.
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