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La Crisis del Imperio Romano en el Siglo III d. C.



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    El reinado del emperador Cómodo, el hijo de Marco
    Aurelio, cierra el periodo del despotismo ilustrado y comienza
    una nueva era de matanzas y miseria, cuya característica
    es el poder que
    posee el ejército para decidir a su antojo el destino del
    Estado. El
    ejército que antes había sido el servidor del
    Imperio, se convierte en amo y actúa por medio de
    gobernantes a los que entroniza o derroca a su capricho y sin
    justificación alguna.

    Cómodo reinó del 180 al 192 d. C. Es un segundo
    Nerón o Domiciano; nos recuerda a los peores gobernantes
    de las dinastías Julia y Claudia. Absorto en su propia
    persona,
    pasó toda su vida  en continuo libertinaje, entregado
    a su morbosa pasión por el arte de los
    gladiadores. Descuidó los asuntos militares y
    administrativos; fundó todo su poder en la guardia
    pretoriana y apenas tuvo contacto con los ejércitos
    provinciales. Se dio la consecuencia natural: como había
    ocurrido en tiempos de Domiciano, surgió una fuerte
    oposición que tomo idéntica línea de
    acción.
    Fue resultado inmediato de la paz que Cómodo
    concluyó con los germanos, considerada por las clases
    superiores del Imperio como una traición y vergüenza.
    El emperador respondió con medidas violentas: algunos
    senadores fueron ajusticiados y se les confiscaron los bienes. Esa
    violencia
    condujo a una intriga palaciega que costó la vida al
    Emperador.

    Como en el año 69, el "año de los cuatro
    emperadores", el éxito
    de la conspiración llevó a la guerra civil.
    Los ejércitos provinciales aprovecharon la muerte a
    Cómodo para elevar al trono a sus favoritos. El senado
    eligió a M. Helvio Pértinax para ocupar el trono
    vacante, en la esperanza de que restauraría la
    tradición de los Antoninos. Pero Pértinax pronto
    fue asesinado por los pretorianos ensoberbecidos por los favores
    de Cómodo.

    De inmediato, vendieron la sucesión a un rico senador,
    Didio Juliano.

    Los ejércitos provinciales se negaron a aceptar
    imposiciones de los pretorianos y Lucio Septimio Severo,
    comandante de los ejércitos de Pannonia, en el Danubio,
    encontró fácil marchar sobre Roma con sus
    ilirios y tracios, con el pretexto de vengar a Pértinax;
    se había adelantado así a dos posibles rivales,
    Clodio Albino y Pescennio Niger, que mandaban ejércitos
    poderosos en Britania y Siria. Severo venció con facilidad
    a los pretorianos y tomó a Roma casi sin lucha,
    degradó a todos los pretorianos y escogió a los
    mejores hombres de su propio ejército para ocupar sus
    puestos; la mayoría de estos eran labradores tracios o
    ilirios.

    Tuvo mas dificultad en terminar con sus poderosos rivales del
    norte y del este, pero demostró ser el más fuerte:
    engaño a Albino prometiéndole hacerlo su heredero y
    aprovecho los errores los errores de Pescennio en la
    conducción de su ejército. Después saldo sus
    cuentas con todos
    los que no estaban de su parte en Roma o en Italia y las
    provincias, condenándolos a muerte y
    confiscando todos sus bienes.

    De este modo, llegó a ser el gobernante indiscutido del
    Imperio.

    Septimio Severo no abrigaba la intención de restablecer
    las tradiciones de la época de Augusto. Oficialmente se
    dijo hijo de Marco Aurelio y hermano de Cómodo, un
    Antonino y sucesor de una línea de Antoninos, pero su real
    era en completo diferente de la aquéllos. Sus opiniones
    políticas se concretan en las ultimas
    palabras que dirigió, en su lecho de muerte, a sus hijos y
    sucesores, Caracalla y Geta: "tened una sola idea: enriqueced a
    los soldados; no os preocupéis de los demás". Su
    poder se fundaba por entero en la fidelidad de los soldados y,
    por ese motivo se dedicó  toda su atención y su persona al ejército.
    Desconfiaba en la aristocracia romana y mantuvo a distancia
    mediante su guardia semibárbara y la "legión parta"
    que reclutó y apostó en Albano, cerca de Roma. No
    intentó ninguna alteración en el sistema de
    gobierno:
    probablemente lo consideró innecesario. Pero, con sus
    actos, trazó las líneas de la evolución futura, que despojaría a
    la clase
    senatorial de los comandos del
    ejército y de los gobiernos provinciales para sustituirla
    por oficiales del ejército. Sin embargo, en general, fue
    un concienzudo gobernante del Estado. En sus relaciones con las
    provincias, después de derrotar a sus dos rivales, fue
    fiel a las tradiciones establecidas por los Antoninos.

    Los efectos de su política fueron
    visibles durante su reinado y todavía mas después
    de su muerte. Incluso en sus manos, el ejército no era, en
    modo alguno instrumento obediente. Los soldados iban perdiendo
    cada vez mas el gusto por la guerra y tenían poco interés en
    su profesión, de modo que, a pesar de su propia capacidad
    militar, Severo fue incapaz de infligir derrotas decisivas a los
    partos o de completar el sometimiento de Britania, en donde
    él murió en el  211, en medio de una
    prolongada contienda contra los montañeses de Escocia. Su
    heredero Caracalla se deshizo de inmediato de su hermano,
    copartícipe del trono, pero también él
    perdió la vida en cuanto intentó utilizar al
    ejército para luchar de nuevo con los partos en la
    frontera del
    sudeste. El año de su muerte fue el 216. Entonces, el
    ejército proclamó a Macrino, comandante de la
    guardia, como sucesor pero también lo traicionó al
    descubrir que no solo intentaba acabar con la operaciones
    militares, sino rebajarles la paga.

    Las damas del palacio eran siria, parientas de Julia Domna,
    esposa de Septimio Severo, y miembros de la familia de
    los reyes-sacerdotes de Emesa. Esas mujeres, ambiciosas y
    astutas, aprovecharon el descontento que reinaba entre los
    soldados. Julia Mesa, hermana de Julia Domna, con sus hijas
    Soemias y Mamea, ganó el favor de una parte del
    ejército sirio y con ayuda derrotó a Macrino.
    Entonces elevaron al trono al hijo de Soemias, cuyo nombre antes
    de asumir el trono era Vario Avito Basiano. Pero era el sumo
    sacerdote del dios del sol adorado en Emesa bajo nombre de
    Elagábal, y por su cargo, llevaza el mismo nombre de su
    dios.

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