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Educación: la influencia de los sistemas de creencias (página 2)




Enviado por Fredy Wompner



Partes: 1, 2

La historia de la
civilización es la historia de las creencias originadas o
adoptadas por individuos influyentes. Cada movimiento
político, cada religión, cada
filosofía tiene su inicio en la
expresión confiada de una sola creencia.

Esta creencia inicial probablemente es expresada como un
comentario espontáneo. Mientras más atención atraiga, es repetida con mayor
frecuencia. Ejemplo. Mantente lejos del tigre o tratará
de comerte.

Cuando la creencia es repetida, se extiende y adquiere la
categoría de conocimiento.

Como conocimiento puede ser utilizada para sustentar creencias
posteriores. La selva no es segura. ¿Por qué?
Porque el tigre vive allí.

Así surgen los sistemas de
creencias" conjuntos de
conocimiento.

Los sistemas de creencias parecen ser un proceso
evolutivo natural pero, ¿surgen de una situación
que necesita una solución o crean una situación que
necesita una solución? ¿Es la selva peligrosa
debido al tigre o debido a las creencias acerca de los tigres?
¿Acaso las expectativas que se tienen acerca del tigre le
comunican a éste una sugerencia no verbal de cómo
debería comportarse? ¿Hay entre las criaturas una
comunicación entre bastidores que
coreografía sus interacciones según algún
acuerdo de expectativas creada por sus creencias?.

Desafortunadamente, antes de que la población en general tuviera la oportunidad
de hacerse estas preguntas, alguien descubrió que los
sistemas de creencias eran valiosos. Mientras pudiera hacerles
sentir a las personas que tenían necesidad de ellos, se
les podía comerciar a cambio de
comida, refugio o seguridad.
Cómo protegerse de Tigres (o algo análogo a los
tigres, p.ej. serpientes, hambre, depresión,
muerte, etc.)
era un sistema de
creencias valioso, mientras se pudiera confiar en que el tigre
llenara su rol de depredador peligroso. El adoptar políticas
de disparar- sin-previo aviso ayudó a eliminar a los
tigres mansos que no estaban cumpliendo con su rol. Con el
tiempo ciertos
individuos, familias, tribus y finalmente incluso organizaciones
gubernamentales, desarrollaron un gran interés
adquirido alabando ciertos sistemas de creencias. En muchos casos
el sistema de creencias se convirtió en la base de la
supervivencia económica del grupo. La
venta de sistemas
de creencias (o el nivel social obtenido por el obsequio de los
sistemas de creencias) se convirtió en el propósito
fundador de grandes organizaciones. Las religiones
proselitistas nacieron. Apareció el tributo que los
organizados le exigían a los no-organizados. La arquitectura, el
arte y la
ciencia
evolucionaron al servicio de
los creyentes fieles. Para asegurarse que la
organización propia pudiera sobrevivir y prosperar,
era necesario mantener cuidadosamente administrado el balance
entre "los tigres" y "las soluciones a
los tigres". Las soluciones que resultaban demasiado efectivas
requerían de la creación de problemas
más desafiantes y por ello más lucrativos. Las
nuevas creencias que desembocaron en enfermedades, hambre y
enemigos humanos mortíferos, superaron nuestro miedo al
tigre.

Comenzaron las guerras de
creencias. Cuando un grupo veía que el poder y la
influencia que le otorgaba su sistema especial de creencias se
erosionaba, debido a la introducción de sistemas de creencias
competitivos, sus hombres jóvenes eran dolorosamente
adoctrinados con las creencias del grupo y transformados en
ejércitos. Cualquier estudio detallado de la historia
revelará un conflicto
inicial entre creencias (¡una discusión!) como el
factor fundamental de los conflictos en
este planeta. Pocas veces se discutía en las guerras
cuáles eran las creencias que crearían las
experiencias más deseables, sino que más bien eran
una competencia para
determinar de qué grupo eran las creencias que (como
hijos) sobrevivirían. Al final lo correcto de una creencia
estaba determinado por la ferocidad de sus creyentes.

La ironía de la guerra fue que
civilizaciones enteras peleaban por preservar sistemas de
creencias que resultaban en auto-opresión y generaban una
autodestrucción mayor que las armas más
mortíferas de sus enemigos. Apareció el fascismo. Las
creencias fueron glorificadas. La escolarización
obligatoria adoctrinó a la fuerza, a
generaciones enteras con creencias. Las creencias crecieron en
importancia hasta que fueron más valiosas que la vida
misma. Cualquier miembro que no estuviese dispuesto a pelear y a
arriesgar su vida por las creencias de su grupo era considerado
un cobarde.

No había nada más inhumano que la batalla
luchada en nombre de la "creencia verdadera". No era posible dar
tregua cuando la gente peleaba por una creencia sagrada. El hombre que
estaba convencido que el honor de su familia, el honor
de su país y quizás hasta la salvación de su
propia alma,
dependían de la destrucción de su enemigo "que
tenía creencias equivocadas", no mostraba piedad ni se
esperaba que la tuviese. Mientras más sangre se
derramaba defendiendo una creencia, más sagrada e
infecciosa se volvía para las generaciones sucesivas.

Más de una vez, las creencias acerca de los
países, acerca de Dios y acerca de las necesidades
económicas han suministrado las justificaciones para las
guerras mundiales que han dejado a las civilizaciones del
victorioso, al igual que las del vencido, en cenizas.

La tolerancia
podría encontrarse entre las lecciones más
importantes que jamás se hayan enseñado. Conviene
entonces que revisemos con mayor profundidad los sistemas de
creencias y como han influido en la educación como un
mecanismo de propagar y extenderse masivamente.

Los sistemas de creencias y la
educación
en el mundo

La antiguedad

En tiempos pretéritos la humanidad buscó
el
Conocimiento, e instituyó distintos sistemas de
enseñanza. Se puede mencionar por ejemplo
como en Egipto, las
escuelas del templo enseñaban, además de
religión, escritura,
ciencias,
matemáticas y arquitectura.

Así, como los sacerdotes eran quienes manejaban
mayoritariamente la educación en India. Es
justamente en este país, donde se originó el
budismo, que
luego se expandió por los países del Lejano
Oriente. En la milenaria China la
educación se enfocaba en la filosofía, la poesía
y los sistemas de creencias, en base a  las
enseñanzas de Confucio, Lao-tsé y otros filósofos. La Biblia y el Talmud son las
principales fuentes
educativas de los judíos
antiguos.  En la actualidad, los sistemas de creencias
aún es clave en la educación judía, pues el
Torá sigue siendo la base de su educación.

Muchas escuelas monásticas así como municipales
y catedralicias se fundaron durante los primeros siglos de
influencia cristiana. La base de conocimientos se centraba en las
siete artes liberales que se dividían en el trivium
(formado por gramática, retórica y lógica)
y el quadrivium (aritmética, geometría,
astronomía y música). San Isidoro
de Sevilla aportó materiales
básicos con su Etimologías para el trivium y el
quadrivium y su posterior polémica curricular. Desde el
siglo V al VII estos compendios fueron preparados en forma de
libros de
texto para los
escolares por autores como el escritor latino del norte de
Á frica Martiniano Capella, el historiador romano
Casiodoro y el eclesiástico español
san Isidoro de Sevilla. Por lo general, tales trabajos
expandían el conocimiento existente más que
introducir nuevos conocimientos.

En el Occidente europeo, durante el siglo IX ocurrieron dos
hechos importantes en el ámbito educativo, uno en el
continente, en la época de Carlomagno, y otro en Inglaterra, bajo
el rey Alfredo. Carlomagno, reconociendo el valor de la
educación, trajo de York (Inglaterra) al clérigo y
educador Alcuino para desarrollar una escuela en el
palacio de Aquisgrán. Alcuino asesor y guía de
Carlomagno, detestaba la vida palaciega y finalmente se
recluyó, Carlomagno tenía reverencia por
él.

El rey Alfredo promovió instituciones
educativas en Inglaterra que eran controladas por monasterios.
Irlanda tuvo centros de aprendizaje desde
los que muchos monjes fueron enviados a enseñar a
países del continente.

Entre el siglo VIII y el XI la presencia de los musulmanes en
la península Ibérica (al-Andalus) hizo de
Córdoba, la capital del
califato omeya, un destacado centro para el estudio de la
filosofía, la cultura
clásica de Grecia y
Roma, las
ciencias y la matemática.

Todos estos importantes instructores y algunos otros como
Pedro Abelardo
o Tomás de Aquino, facilitaron la creación de las
universidades en el Norte de Europa
Abelardo, que fuera castrado por sus amores con Eloísa,
era un maestro que tenía un gran predicamento con sus
alumnos, sus clases eran muy numerosas y tenía un trato
muy cordial con ellos.

La educación en la edad media

Esta epoca se caracterizo por la apertura de varias
universidades en Italia, España y
otros países, con estudiantes que viajaban libremente de
una institución a otra. Las universidades del norte, como
las de París, Oxford, y Cambridge, eran administradas por
los profesores; mientras que las del sur, como la de Bolonia
(Italia) o Palencia y Alcalá en España, lo eran por
los estudiantes. La educación medieval también
desarrolló la forma de aprendizaje a través del
trabajo o
servicio propio.

Es importante señalar que en aquellos tiempos la
educación al igual que las posiciones de poder se
encontraba claramente determinada por las relaciones
políticas o por el origen social.

Durante la edad media,
fue importante el aporte de judíos y musulmanes, "Los
centros de Toledo y Córdoba en España atrajeron a
estudiantes de todo el mundo civilizado en la época.

Durante el Renacimiento,
muchos profesores de la lengua y
literatura
griegas emigraron desde Constantinopla a Italia, caso del
estudioso de la cultura griega
Manuel Chrysoloras en 1397. Entre los interesados en sacar a la
luz los
manuscritos clásicos destacaron los humanistas italianos
Francisco Petrarca y Poggio Bracciolini.

Entre otras personalidades del renacimiento que
contribuyeron a la teoría
educativa sobresalió el humanista alemán Erasmo de
Rotterdam, el educador alemán Johannes Sturm, el ensayista
francés Michel de Montaigne y el humanista y
filósofo español Luis Vives.

De esta época datan las primeras universidades
americanas fundadas en Santo Domingo (1538), en México y
en Lima (1551).

Cabe hacer notar que el desarrollo de
estos modelos de
enseñanza se constituyeron en el sistema de
enseñanza secundaria que perduraría hasta el siglo
XX.

La Academia en Ginebra, establecida en 1559, fue un importante
centro educativo. La moderna práctica del control de la
educación por parte del gobierno fue
diseñada por Lutero, Calvino y otros líderes
religiosos y educadores de la Reforma.

Ante la creciente influencia del protestantismo, y dentro del
espíritu de la Contrarreforma, el catolicismo
amplió su radio de
influencia en educación.

Esa síntesis
se realizaba en los centros de la Compañía de
Jesús, fundada por el religioso español san Ignacio
de Loyola en 1540, con la aprobación del papa Pablo III.
Los jesuitas, como
se conoce a los miembros de la congregación, promovieron
un sistema de escuelas que ha tenido un papel preponderante en el
desarrollo de la educación católica en muchos
países desde el siglo XVI: la llamada Ratio Studioron, que
después cambiarían las Escuelas Pías de san
José de Calasanz.

En la Argentina no solamente actuaron los jesuitas, sino que
hubo un importante aporte por parte de los Hermanos Salesianos,
de la obra de Don Bosco, principalmente en la Patagonia, de
los Hermanos Lasallanos (de Juan Bautista de Lasalle) y de los
seguidores de Marcelino Champagnat, siendo estos dos
últimos importantes porque llevaban un sello de excelencia
notable. Para la educación de las niñas fue
primordial el aporte de los colegios De la Misericordia (creada
por santa María Josefa Rosello), últimamente
también el Opus Dei aportó a la educación y
tienen actualmente no sólo colegios, sino que
además tienen la Universidad
Austral. Todos estos centros educativos son confesionales. En las
Parroquias se han abierto numerosos colegios que no
necesariamente responden a una congregación, y cuya
aparición se debió a dos motivos: la libertad de
enseñanza (Gobierno de Frondizi fines de la década
del 50") y para cubrir las falencias que comenzó a tener
la educación pública que había impuesto
Sarmiento. Este listado no es exhaustivo ni excluyente.

El siglo XVII tuvo un rápido crecimiento en el estudio
de las Ciencias, siendo la primera manifestación la de
Londres (Hospital de Cristo), y ya entrado el siglo XVIII la
escuela de navegación y matemática de Moscú
dio el inicio de la escuela secundaria en Rusia.

La importancia de la ciencia se
manifestó en los escritos del filósofo inglés
del siglo XVI Francis Bacon, quien fundamentó los procesos del
aprendizaje en el método
inductivo que anima a los estudiantes a observar y examinar de
forma empírica objetos y situaciones antes de llegar a
conclusiones acerca de lo observado.

Volviendo al siglo XVII, René Descartes, el
filósofo francés, subrayó el papel de la
lógica como el principio fundamental del pensamiento
racional, postulado que se ha mantenido hasta la actualidad
como base de la educación en Francia.

El educador francés San Juan Bautista de la Salle,
fundador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas
en 1684, estableció un seminario para
profesores en 1685 y fue pionero en su educación
sistemática.

Tal vez, el más destacado educador del siglo XVII fuera
Jan Komensky, obispo protestante de Moravia, más conocido
por el nombre latino de Comenio. Su labor en el campo de la
educación motivó que recibiera invitaciones para
enseñar por toda Europa. Escribió un libro
ilustrado, muy leído, para la enseñanza del
latín, titulado El mundo invisible (1658). En su Didáctica magna (1628-1632) subrayó
el valor de estimular el interés del alumno en los
procesos educativos y enseñar con múltiples
referencias a las cosas concretas más que a sus
descripciones verbales. Su objetivo
educativo podía resumirse en una frase de la página
inicial de Didáctica magna: "enseñar a
través de todas las cosas a todos los hombres", postura
que se conoce como pansofía. Los esfuerzos de Comenio por
el desarrollo de la educación universal le valieron el
título de 'maestro de naciones'.

Ya en este siglo se establecieron escuelas en Prusia, en Rusia
y en la América
colonial, siguiendo las ideas de la Revolución
Francesa. Finalizando el siglo, se establecieron en
Inglaterra las escuelas del domingo, por el filántropo y
periodista Robert Ralkes para beneficio de los niños y
jóvenes de escasos recursos y de las
clases trabajadoras.

El teórico educativo más relevante del siglo
XVIII fue Jean-Jacques Rousseau,
nacido en Ginebra. Su influencia fue considerable tanto en Europa
como en otros continentes.

Una crítica
que se le hace de algunos sectores a Rousseau era la falta de
aplicabilidad de algunas ideas, cayendo muchas veces en un
enfoque muy teórico. Pestalozzi, quien era un seguidor
suyo, abrevió las ideas de Rousseau haciéndolas
más aplicables.

A principios del
siglo la feminista y educadora sueca Ellen Key fue importante por
su influencia en los educadores progresistas, escribió el
libro El siglo de los niños (1900), traducido a varios
idiomas. Su teoría era dirigir la enseñanza
más a las potencialidades de los niños que a las
necesidades de la sociedad, o en
preceptos religiosos. La idea no era nueva, pero tomó gran
empuje. Otros innovadores en la materia fueron
los alemanes Lietz y Kerschensteiner, el británico
Bertrand Russell, la italiana María Montessori , el
filósofo y educador John Dewey. Este último tuvo
una gran influencia en los Estados Unidos y
su método llegó a ser tan importante que por mucho
tiempo siguió siendo el principal de ese país, e
influyó en otros, como los de América Latina
Michelle Bachelet
presidenta actual del Estado de
Chile incluyó en su programa como un
punto sumamente importante la educación
preescolar, convirtiendo estos cursos en obligatorios y
consideró la apertura de un número importante de
salascunas.

El verdadero péndulo filosófico de los
pensadores de la antigüedad, en los que sus visiones se
movían llevó inexorablemente al surgimiento del
pensamiento
moderno, que no es más, en términos
políticos que el advenimiento de la  república
inspirada en la razón y constituida por hombres libres,
fraternos e iguales ante la ley que
esos   mismos hombres  se daban. El siglo de las
luces, vio el surgimiento de las logias masónicas como
agentes de cambio de ruptura social, poniendo como centro de la
vida social, al hombre libre y
autodeterminado por la razón alimentada por su ilustración, vale decir su
educación.

El libre pensamiento

El término librepensamiento nos remonta a los
movimientos filosóficos del siglo XVII y XVIII y
más concretamente al período de la
Ilustración. Durante el Siglo de las Luces, numerosos
pensadores, vieron en la razón el elemento esencial del
progreso humano. De su mano se podían destruir ancestrales
creencias inmovilizadoras y bajo su luz los hombres podían
adentrarse en el estudio de la naturaleza y
sus mecanismos, llegando a explicaciones lógicas de cuanto
acontecía en el entorno.

Todo cambio produce, inevitablemente alguna rotura y las
profundas modificaciones iniciadas en la Ilustración no
fueron la excepción. Se inició la ruptura del
sistema de pensamiento absoluto, inerte, en el cual la Iglesia,
ostentaba el patrimonio del
saber. La propia Iglesia, sus actuaciones pasadas y presentes,
sus instituciones y sus hombres comenzaron a ser discutidos. La
sacral envoltura que rodeaba a todo lo eclesial comenzó a
rasgarse y los hombres de la Ilustración incluyeron a la
Iglesia en su campo de reflexión. Ello dio origen a
enfrentamientos con los librepensadores que marcaron de modo
indeleble el posterior desarrollo del librepensamiento.

En  esta época marcada por los descubrimiento la
caída del inocente velo de la ignorancia surge con fuerza
la educación, ya no solo como un privilegio de unos pocos,
de las monarquías, el clero, con el surgimiento de la
burguesía como clase social
emergente, la educación logra expandirse hasta nuevos
círculos, donde además se hace necesario la
alfabetización para compensar el surgimiento de la
imprenta que
de manera pujante empieza a divulgar nuevos conocimientos,
aquí aparece el fin de una etapa  oscura, de
adormecimiento de las artes y las ciencias.

Pero para el hombre común, incluso para aquel que no
seria parte activa de estos cambios, nuevos aires se estaban
gestando, y esta atmósfera que hizo
temblar a la institución religiosa, aquella que
fracturó y dio nueva vida política a Francia y
luego a toda Europa, expandiéndose hasta América,
fue dejando lentamente sus frutos, aparecen las primeras
instituciones de carácter formador, las llamadas escuelas o
academias donde germinaba a paso agigantado el conocimiento,
muchos pasaron dejando su huella por estas y muchos de ellos
luego encaminaron sus pasos por la masonería, que en sus
inicios en Francia proclamo sus ideales de Libertad Igualdad y
Fraternidad.

La situación en
Chile

La influencia católica

Es indudable que la misión
educadora de la Iglesia ha sido realizada en Chile con gran

fecundidad gracias al aporte generoso de todos los
católicos y muy especialmente de las órdenes,
congregaciones e institutos religiosos. Históricamente,
puede señalarse a la Iglesia como la primera
institución interesada por la educación en Chile.
El primer Obispo de Chile, González Marmolejo, el
iniciador de las tareas docentes,
labor que luego continuarían diversas órdenes
religiosas, estableciendo escuelas y colegios superiores y de
enseñanza gratuita. Fue también un Obispo, Antonio
de San Miguel, quien ya en 1567 pidió la creación
de una Universidad en La Imperial, solicitud que la Iglesia
reiteraría más tarde en Santiago, y que
tendría su primer fruto en el carácter
Universidades Pontificias, otorgado en 1625 y 1685 a los
más antiguos establecimientos de enseñanza superior
chilenos. A ellos se agregaría una tercera universidad
pontificia en Concepción, antes que se creara la Real
Universidad de San Felipe. A través de los siglos
siguientes y hasta nuestros días, la Iglesia en Chile ha
realizado una importante obra educadora. Numerosas congregaciones
e institutos religiosos, clérigos y laicos
católicos, en medio de muchas dificultades,con gran
espíritu de sacrificio, se han preocupado de la
educación básica y media de los chilenos, y
aún más han asumido posiciones pioneras en el campo
de la educación
especial. Hoy día, términos globales, las
escuelas de la Iglesia representan más de los dos tercios
de todo el esfuerzo sector particular de la enseñanza, es
decir, alrededor de la quinta parte del total de la
educación chilena, lo que en números redondos,
representa una dos mil escuelas. De acuerdo a datos
estadísticos proporcionados por la Superintendencia de
Educación, con fecha Mayo de 1966 el total alumnos
matriculados en la enseñanza fiscal era de
1.463.036 y en la enseñanza particular de 499.522, lo que
equivale a más de un tercio del alumnado de la
educación fiscal.

De los establecimientos de la Iglesia, son gratuitas unas mil
quinientas escuelas primarias, todas las escuelas de
enseñanza normal y técnica y más de un
tercio de las escuelas de nivel secundario. Cabe destacar la
labor realizada por las tres universidades católicas: de
Chile, de Valparaíso y del Norte, que contribuyen a
impartir enseñanza superior a más de doce mil
alumnos, entre los cuales un alto porcentaje se prepara para
labores docentes. Sin embargo, la labor de la Iglesia en lo
educacional no puede considerarse, hasta el momento, como
plenamente satisfactoria; es indudable que habría mucho
que hacer en la formación religiosa de cristianos en la
escuela oficial, en el mejoramiento de todos los niveles de
educación católica y en la extensión de la
educación básica, profesional, especial y de
adultos. Por eso la Iglesia necesita la participación de
todos sus hijos en los campos ya señalados. Sobre todo, es
importante la colaboración en las nuevas estructuras
educacionales que las comisiones de planeamiento
consideren prioritarias para el desarrollo del país. Por
último, es necesario que todos los miembros de la Iglesia
que se dedican a labores educacionales, sean laicos o religiosos,
se preparen convenientemente para sus funciones, se
mantengan al día en los adelantos de su correspondiente
ciencia y conserven y renueven un adecuado conocimiento del
hombre actual y de sus necesidades.

Es innegable la labor de Jesuitas y católicos en la
educación chilena. Incluso el Opus Dei es una
congregación que posee algunos de los colegios con mejores
resultados en la Prueba de Selección
Universitaria (P.S.U.) y además posee la Universidad Los
Andes, muy bien valorada por el empresariado nacional. Aunque la
explicación estaría en que este grupo posee mayores
ingresos y los
resultados académicos muchas veces se encuentran ligados
al Nivel socioeconómico, es claro que algunos grupos religiosos
mantienen influencia a través de la educación.
Aunque ultimamente en Chile, podemos ver que esta tendencia ha
ido disminuyendo y es el mérito junto al servicio que la
persona presta
a la comunidad lo
que es valorado significativamente. Un influyente estudio
realizado en el Instituto de Economía
Política de la Universidad Adolfo Ibáñez
sugiere que de una sociedad aristocratizante se ha evolucionado a
una meritocrática. Entendiendo, que no es una regla
general, de todas maneras es importante destacar esta revolución
social.

En Chile, al igual que en muchos otros países de esta
parte del mundo fue notoria la influencia de los jusuitas. La
Obra de Don Bosco (solicitar ampliar a Pablo Fernández
Montt) y de LaSalle han influido notablemente en la
educación. Ahora, la obra de Escribá de Ballaguer
ha adquirido influencia con el transcurso del tiempo, para llegar
a presentar un candidato a Presidente contra Ricardo Lagos que
estuvo a escasos puntos de ganar, forzándo incluso una
segunda vuelta. La Universidad de Los Andes últimamente y
la fuerte influencia de la Obra de Dios en la Universidad
Católica ha dado origen a élites políticas
que si bien no han llegado al Gobierno, son conocidas por su
nivel de influencia. Los resultados académicos apoyan
fuertemente la presencia del Opus Dei en la educación
chilena. En el ranking de los 100 mejores colegios (en base a sus
resultados en la P.S.U.) es posible distinguir varias
instituciones pertenecientes a dicha congregación.

La iglesia evangélica

A lo largo del siglo XIX la presencia evangélica en
Chile fue, desde un punto de vista estadístico, bastante
insignificante. De hecho, según el Censo de
Población de 1907, para entonces los protestantes en Chile
apenas alcanzaban un 1% de la población total, y gran
parte de ellos correspondía a residentes extranjeros. El
crecimiento de las iglesias evangélicas entre los chilenos
recién había comenzado a notarse hacia fines del
siglo.

Considerando su escasa significación numérica,
llama la atención que la historia del siglo registre
varios episodios interesantes de participación
evangélica en el acontecer nacional. Diego Thomson, el
primer misionero protestante en ingresar oficialmente al
país (1821), vino contratado por el gobierno de Bernardo
O"Higgins para organizar escuelas populares. Aparte de su
conocida labor educativa y de difusión de la Biblia en
castellano,
Thomson estuvo involucrado en iniciativas para promover la
inmigración europea. A pesar de que esos
esfuerzos fracasaron, el caso de Thomson muestra a un
evangélico bautista participando activamente en los
asuntos públicos en los inicios de nuestra historia
republicana.

Más tarde, la necesidad de conquistar un espacio para
la libertad religiosa en la sociedad chilena exigió un
alto nivel de participación en el debate
político por parte de los pioneros del cristianismo
evangélico. La participación de las jóvenes
comunidades evangélicas, con el liderazgo
indiscutible de David Trumbull, misionero congregacionalista que
eventualmente se transformó en el fundador de la obra
presbiteriana en Chile, fue crucial para la promulgación
de leyes tales como
el matrimonio
civil, los cementerios laicos y la creación del registro civil
(1883-1884). También fue muy importante su
contribución al desarrollo de la educación
laica.

Podría pensarse que este tipo de participación
en la sociedad respondía únicamente a intereses
corporativos, es decir, al propósito de crear condiciones
favorables al crecimiento evangélico. Sin embargo, en esa
época la participación evangélica iba
claramente más allá de la defensa de intereses
propios. Los evangélicos trataron de contribuir, en
colaboración con determinados sectores políticos
(liberales y radicales) y sociales (artesanos y obreros), al
desarrollo de una sociedad más democrática y
pluralista. Por ello, las publicaciones y revistas
evangélicas dedicaban muchas páginas a temas de
interés nacional. Antes de finalizar el siglo algunas
personalidades evangélicas habían sido elegidas
como representantes en el poder
legislativo. En 1888 Ricardo Trumbull L., abogado
presbiteriano y miembro del partido radical, fue elegido diputado
suplente por Concepción y Talcahuano, y en 1891 diputado
titular por Rere y Puchacay. También en 1888 Víctor
Korner A., miembro de la congregación alemana de Valdivia,
fue elegido diputado titular por esa ciudad, en
representación del Partido Liberal. Antes había
sido diputado suplente.

Estos pocos ejemplos nos sugieren que los pioneros de la
presencia evangélica en Chile imaginaron un pueblo
evangélico bastante involucrado en la construcción de nuestra joven
República. Ellos se vieron a sí mismos a la vez
como reformadores religiosos y reformadores sociales. Como se
evidencia en escritos de Trumbull, que representan bien el
pensamiento misionero de la época, la obra misionera
estaba destinada no sólo a la conversión de
individuos, sino a la promoción de bases más firmes para
el desarrollo de la sociedad chilena:

"Sabido es que la sociedad religiosa modela a la sociedad civil,
que según sea la religión del hombre, así
será su vida pública y privada […]. La Reforma,
al contribuir el arraigo de los principios democráticos y
libertarios en la política, como el trabajo,
industria e
instrucción en la economía, está indisolublemente
ligada a ellas. Por lo que, si una nación
adopta estos principios sin antes haber efectuado una reforma
religiosa, no podrá mantenerlos por mucho tiempo, ya que
la religión tiene una íntima relación con la
política, como tiene también con los negocios, la
sociedad y los hogares".

El lema "Chile para Cristo", que ya encontramos en documentos del
siglo XIX, tenía entonces esta doble significación.
Por estas mismas razones, gran parte de los esfuerzos misioneros
en este período se orientaron concientemente, aunque sin
mucho éxito
estadístico, hacia aquellos sectores sociales que estaban
en mejores condiciones de influir en los destinos del
país.

Fue a lo largo del siglo XX que las iglesias
evangélicas lograron echar raíces e iniciar un
notable crecimiento en la sociedad chilena. El último
Censo de Población del siglo (1992) mostró que
protestantes y evangélicos en conjunto alcanzaban el 13.2%
de la población de 14 o más años de edad.
¿Se tradujo este crecimiento numérico en un aumento
de la capacidad evangélica de influir en los destinos del
país, como esperaban los pioneros?

En efecto, durante las primeras décadas del siglo XX,
algunos líderes evangélicos e iglesias se
destacaron en varios ámbitos de la vida nacional: el campo
de la educación, el trabajo con comunidades
indígenas, la organización sindical, la formación
de partidos
políticos, la promoción del voto y la
participación política de las mujeres, el ejercicio
de cargos de gobierno provincial o regional, etc. Se trata de una
historia poco conocida por las recientes generaciones
evangélicas, pero que vale la pena rescatar. Sin embargo,
a medida que avanzaba el siglo, la tendencia más dominante
y visible del mundo evangélico pareció revertirse
rápidamente, hasta el punto que un conocido estudio
sociológico del protestantismo en Chile, realizado entre
1965 y 1966, lo caracterizó como "el refugio de las
masas".

Aunque muchos aspectos del estudio de Christian Lalive han
sido puestos en cuestión, su caracterización del
pueblo evangélico chileno no fue muy diferente de lo que
muchos observadores externos percibían sin necesidad de un
estudio sociológico: dirigentes sindicales,
políticos y sociales solían reclamar que los
evangélicos no participaban en sus demandas y
movilizaciones sociales, mientras que los patrones solían
preferirlos como trabajadores disciplinados y no conflictivos.
Tampoco esta percepción
era contradicha por lo propios evangélicos. Por el
contrario, la prédica y enseñanza interna
predominante parecía confirmar y justificar este rechazo a
la participación en los asuntos públicos: "el
cristiano no debe meterse en política".

Conviene aclarar, en todo caso, que esta tendencia
evangélica dominante de abstenerse de participar en la
sociedad nunca significó una completa "separación
del mundo". La participación responsable en el mundo del
trabajo, la obediencia a las leyes, e incluso la
participación en los procesos electorales, siempre fue
considerada como una obligación para el cristiano. Lo que
se desaconsejaba era la participación activa en
organizaciones sociales, sindicales o políticas,
así como en las acciones o
movilizaciones sociales convocadas por estas. También se
recomendaba apartarse de algunas manifestaciones de la cultura
popular o nacional (las fondas, la cueca, etc.).

Es cierto que ya hacia fines de la década iniciada en
1960 algunos sectores del mundo evangélico comenzaron a
mostrar un renovado interés por participar en los asuntos
públicos. Pero la interrupción del sistema
democrático en 1973 y el discurso muy
negativo sobre la política y los políticos del
Régimen Militar, permitieron que la tendencia
evangélica contraria a la participación social
volviera a ser dominante. Aunque durante la última
década del siglo, coincidente con el proceso de retorno a
la democracia,
volvió a dar lugar a un renovado interés
evangélico por la cosa pública, este interés
se concentró fundamentalmente en el logro de un nuevo
estatuto jurídico para las iglesias y organizaciones
religiosas no católicas.

Haciendo un balance global, el siglo XX nos muestra una
situación paradójica: aunque fue en este
período que las iglesias evangélicas alcanzaron
niveles significativos de crecimiento, echando raíces
permanentes en el suelo chileno, en
este mismo período el pueblo evangélico parece
haberse sentido mucho menos llamado a participar en la
construcción de la sociedad chilena, en comparación
al sentido de responsabilidad
social que mostraron los pioneros extranjeros del siglo
XIX.

¿Qué factores podrían ayudarnos a
entender esta visión predominantemente negativa respecto a
la participación evangélica en los asuntos
públicos en este período? ¿Por qué
durante la mayor parte del siglo XX muchos evangélicos
parecen haber vivido su identidad
evangélica a contrapunto con su identidad
nacional? Sin pretender agotar el debate respecto a estas
preguntas, me parece pertinente sugerir dos factores.

El primero, más bien sociológico, se refiere a
las características predominantes del crecimiento
evangélico en Chile durante el siglo XX. Si los pioneros
del siglo XIX aspiraban a alcanzar prioritariamente con la fe
evangélica a los sectores más cultos e influyentes
de la sociedad chilena, en los hechos el crecimiento
evangélico más notable se concentró en los
sectores más pobres (urbanos y rurales) y excluidos. El
protagonista principal de este crecimiento parece haber sido el
movimiento pentecostal chileno, originado en el avivamiento de
1909-10. Aunque sin lugar a dudas las demás denominaciones
evangélicas también crecieron, si bien con ritmos
diferentes, manteniéndose así una considerable
diversidad dentro del mundo evangélico, el pentecostalismo
se constituyó en el rostro más visible de lo
evangélico en la sociedad chilena. Debido al cisma de
1910, el pentecostalismo pasó a ser una forma de
protestantismo nacional y autónomo, bastante desconectado
de la herencia y
pensamiento misionero de los pioneros. Por otra parte, su
inserción en el contexto de los sectores más
excluidos social y culturalmente, sumado a su condición de
minoría religiosa, se expresó en una auto
percepción de marginalidad
socio-cultural: somos considerados "ciudadanos de segunda clase".
Ambos hechos atentaron contra la posibilidad de que el
pentecostalismo desarrollara una vocación de
participación social.

El crecimiento de la naciente iglesia fue notable, a pesar de
sus miembros ser sometidos a escarnio y persecuciones, antes de
la separación de la Iglesia y el Estado por
la constitución de 1925. Sólo
después de la vigencia de esta carta fundamental
la Iglesia Metodista Pentecostal pudo obtener personalidad
jurídica, el 30 de septiembre de 1929. Gracias a la
prédica callejera (que permanece en nuestros dias), el
acompañamiento musical y el acercamiento a las capas
sociales más bajas de la población, se
transformó paulatinamente en la principal iglesia
evangélica de Chile. En el año 1932 se
desencadenó un serio conflicto dentro de la ya robusta
Iglesia, en dicho año, el Pastor Manuel Umaña,
Pastor de la Iglesia de Santiago de calle Jotabeche, mantiene una
lamentable y agria disputa por el poder al interior de la Iglesia
con el Superintendente Hoover. La razón del quiebre entre
Hoover y sus seguidores radicó, en que la Iglesia
Metodista Episcopal rechazó de plano el movimiento
liderado por el misionero norteamericano, considerandolo como un
"desorden" que no podía ser tolerado, en razón de
las manifestaciones de glosolalia (hablar en lenguas), y
movimientos espasmódicos rítmimcos (danzas) que los
seguidores de Hoover, consideraron un muestra irrefutable de los
dones que el Espíritu
Santo entregaba a través del bautismo en fuego
(espiritualmente hablando) que el la tercera persona de la
Trinidad divina les daba. Por lo anterior, el Pastor Hoover, sus
seguidores de Valparaíso, y simpatizantes de Santiago,
forman en el año 1909 la Iglesia Metodista Pentecostal,
siendo el mismo Pastor Hoover su Primer Superintendente.

Esta famosa controversia, que comenzó a dividir al
protestantismo norteamericano a fines del siglo XIX, marcó gran
parte de los debates teológicos del siglo XX y tuvo un
impacto específico en una polarización del
movimiento misionero. Un polo comenzó a concentrar la
acción
misionera exclusivamente en el esfuerzo conversionista, mientras
que el otro tendió a concentrarlo en la acción
social. Aunque siempre hubo mediadores que procuraron mantener el
equilibrio
entre las dimensiones personales (o espirituales) y sociales de
la proclamación del Evangelio, parece que en todas partes
las iglesias evangélicas se sintieron forzadas a
atrincherarse en uno u otro polo. En Chile, como en el resto de
América
Latina, el impacto de esta controversia llegó incluso
a provocar divisiones eclesiásticas, y ciertamente produjo
también una polarización interna del mundo
evangélico como conjunto. Y aunque en los Estados Unidos
el sector fundamentalista o conservador raramente ha sido
verdaderamente "a-político" – lo más frecuente es
que ha sido abiertamente político – en Chile la influencia
conservadora, que tendió a ser dominante, se
expresó en un discurso con pretensiones
a-políticas. Así, gran parte del liderazgo y la
membresía de las iglesias evangélicas de las
diversas tradiciones confesionales (no solamente pentecostales)
asumieron y defendieron una concepción de la misión
que enfatizaba exclusivamente el crecimiento eclesiástico,
renunciando a otras formas más directas de influencia en
la sociedad.

La masonería

Otro grupo religioso, o seudo religioso, si es posible
definirlo asi, que a ejercido una notable influencia sobre el
campo de la educación corresponde a la Masonería.
En la Masonería la educación es un tema que
atraviesa todo el quehacer de un iniciado,,nos damos cuenta que
la conformación del ejercicio masónico se sustenta
en valores que ya
habían sido desarrollados en la antigua Atenas, donde se
exalta el dominio y uso de
la razón para fortalecer esta dimensión
Filosófica del hombre, la que lo lleva a descubrir el
sentido y la razón existencial además de llevar a
quien la cultiva hacia el ejercicio del perfeccionamiento y la
trascendencia, así como también el descubrimiento y
ejercicio de valores que llevan al individuo
hacia un estado de mayor conciencia, desde
lo personal a lo
social, así como en Atenas surge el concepto de
Ciudadano  constructor de la Republica; según
Platón,
para la masonería en el ejercicio de estas practicas,
surge el concepto de iniciado, aquel que vive en fraternidad con
otros y el universo, y en
este camino encuentra el desarrollo de la auto
perfección.

A comparación con las escuelas socráticas para
la masonería es fundamental la imagen de un gran
Maestro que guiara a sus discípulos, por la senda de la
virtud y el ejercicio de la razón, desde esta perspectiva
ya  aparece en la formalidad aquel que guía y entrega
sus enseñanzas con un propósito explicito o
aún cuando aparentemente no sea solo la imagen del que
entrega conocimiento, sino que también, aparece un ser
carismático y que su sola presencia o actuar diferente ya
es motivo de exaltación, (tal es el caso de Jesús
de Nazaret).    

Creo que cuando se instala la Masonería operativa a
partir de las Constituciones de Anderson, la educación se
confundía con el librepensamiento, es decir, no era
verdaderamente libre quien no sabía o, viceversa, el
ignorante era un esclavo, prisionero de una falsa conciencia y de
un sentido de realidad anómalo.

Antes de la fundación de la Gran Logia de Chile, hubo
educadores masones.  La masonería moderna, como se
dijo, nace en el Siglo de la Razón que tiene como sector
protagónico a las clases burguesas y pequeño
burguesa, que tienen como posibilidad cierta de ascenso social la
educación formal.  Por tal razón los Hermanos
Masones han entendido que si la Orden tenía que tomar una
acción política esta tenía que orientarse al
desarrollo de la "luz de la razón" -el saber y el cultivo
de la inteligencia o
educar y formar en y para la libertad- por lo que pusieron su
empeño en múltiples tareas, mas siempre la
educación de las masas jugó un rol central. 
"Masas" aquí son los sectores burgueses ilustrados -que
adoptarán el papel de vanguardia
intelectual-, la burguesía en ascenso, la pequeña
burguesía y el incipiente proletariado, según el
país y la época de que se trate.  Miranda,
Bolívar,
San
Martín y O"Higgins, Garibaldi, Washington, Franklin o
Pedro Aguirre Cerda son ejemplos de personalidades comprometidas
con la "redención de la humanidad" por medio de la
educación.

El interés por la educación arranca de la
esencia misma de la Francmasonería, se trata de una
institución eminentemente docente, y de su compromiso con
la tolerancia y la libertad de pensamiento.  Como buenos
modernos, los masones creemos que el conocimiento hace más
buena o ética a
las personas.  Del conocimiento se derivan otros compromisos
de nosotros los francmasones, como son: los derechos humanos
políticos y sociales -donde está el derecho a la
educación y a una que sea de calidad.  De
ahí nuestro interés por fomentar una
educación libre, no confesional ni dogmática,
formadora de la conciencia, emancipadora, respetuosa de la
diversidad y formadora en la convivencia escolar y
democrática; para ello concebimos desde los comienzos de
los Estados nacionales modernos a la educación como
gratuita, laica y de responsabilidad de toda la sociedad a
través del Estado.

Examinemos brevemente cómo las anteriores expectativas
fueron llevadas a cabo por los miembros, en otras palabras si la
historia nacional muestra a los masones que nos han precedido
como personas comprometidas y buenos ciudadanos, con una
intervención decisiva en la vida fuera de los muros de los
talleres -en los ámbitos sociopolítico y
económico- con tolerancia y respeto aunque
firmes en sus propósitos.

Luego de las luchas por la independencia
latinoamericana, los países experimentaron diversos
procesos antes de constituirse como Estados en forma, en Chile
hubo un proceso de anarquía luego de la abdicación
de O"Higgins que desembocó en una especie de
restauración del ancien régime aunque sin
rey y cuya principal figura fue Diego Portales.  Para no
entrar en detalles, señalemos simplemente que durante la
Colonia la educación no fue una prioridad y que si bien en
los albores de la Independencia hubo hechos significativos para
la educación y la cultura, hacia 1830 la situación
había retrogradado bastante.  Para nosotros los
masones el principal actor del despertar intelectual de Chile
será el H.: José Victorino Lastarria.

El I.: H.: José Victorino Lastarria Santander nación
Rancagua en 1817, abogado y profesor del
Instituto Nacional en materias de derecho desde 1839 -la
Universidad de Chile se creará recién en 1842-
hasta 1851, tuvo el cargo equivalente a Subsecretario del
Interior, perteneció al círculo literario
apadrinado por José Joaquín de Mora y fue el primer
discípulo de Auguste Comte, de gran influencia en el
pensamiento racional chileno.  Perteneció a la R.:
L.: Union Fraternelle de Valparaíso e
integró el Capítulo Rosa Cruz de ese Oriente. 
En 1842 llegan a Chile un grupo de intelectuales
argentinos que huían de la dictadura de
Juan Manuel de Rozas en Argentina, entre los que destacan: Juan
Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé
Mitre, Vicente Fidel López, Gabriel Ocampo, casi todos
masones, que se encuentran con Andrés
Bello y otros intelectuales latinoamericanos avecindados en
el país.  Hacia 1842 se crea la Sociedad Literaria en
donde coincide la flor y nata de la inteligencia juvenil y 
donde la Orden tiene una influencia poderosa, aunque no todos los
integrantes pertenecen a la Francmasonería.  A los
anteriores hay que añadir a Francisco Bilbao, Eusebio
Lillo y Domingo Santa María, entre otros.  El
Presidente de la Sociedad fue Lastarria.

A partir de esta fecha se comenzará a resquebrajar la
unidad nacional de carácter hispánico,
católico y aristocrático, basado en el orden
agrario y la subordinación de clases.  Ante este
proyecto se
levantará uno de naturaleza racional, laica, urbana y
basada en la industria y el esfuerzo personal.  La escuela
será la palanca para despertar a Chile de la "siesta
colonial" y no dejarlo permanecer más "bajo del peso de la
noche".  Se configurarán dos bandos, el uno laico
masónico y el otro católico ultramontano, que se
enfrentarán en varios campos, pero la educación
será el campo de batalla favorito.  Quedará
instalado un conflicto entre el "Estado docente", posición
de la Orden, y la "Libertad de Enseñanza", el punto de
vista católico.  Pero el conflicto antes de derivar a
la escuela se habrá dado en otros tópicos: el
haberse inmiscuido jueces laicos en conflictos
eclesiásticos en los que se quiso probar fortaleza y
obligar a los clérigos.  Sin duda esto
enrareció el ambiente e
impacto en la Educación, muchos años más
tarde abonó el camino para que la escuela fuera abandonada
por el Estado. 

El interés de la Augusta Orden por la educación
data en concreto de
1862, cuando se funda la Sociedad de Instrucción Primaria
Sede Valparaíso que, de nueve miembros, tiene a tres
masones en su directorio.  Nuestro hermano Blas Cuevas
trabajó en esa ciudad por crear una escuela laica a cargo
de la R.: L.: Progreso Nº 4, no lo logró conseguir;
fue su sucesor Ramón
Allende
Padín quien la inauguró en 1872 con el nombre de su
antecesor.  En Valparaíso también se
unirá a la Orden y sus preocupaciones educacionales varios
misioneros protestantes.

En esos años había tres posiciones sobre
educación: La presidencial, que aspiraba a una escuela por
encima de sectarismos de cualquier carácter y centrada en
el progreso material, esto es, preparar para el trabajo y para
proseguir estudios secundarios y superiores; la de Lastarria, que
pretendía hacer de la educación un instrumento de
renovación política y moral de la
nación y la católica que concebía ala
educación como un escudo contra el vicio y la falta de fe,
efectuar a través de ella la evangelización y, al
final, preparar para el trabajo.  Esta última postura
se denomina libertad de enseñanza.  Tal vez lo
impopular de la definición católica era que las
clases bajas no tenían derecho a la misma clase de
educación que el resto de la sociedad o, sencillamente,
que los pobres no tenían para qué estudiar.

En realidad, el conflicto fue de carácter social antes
que educativo, ya que el catolicismo no separaba lo educativo de
una concepción integrada católica,
aristocrática, misionera y conservadora.  Ante esta,
e inspirada por la filosofía positivista y las ciencias
naturales y sociales, un nuevo grupo de masones lucha por dos
objetivos: la
preparación del magisterio y la actualización de
los contenidos de la enseñanza.  Es la época
de Valentín Letelier, Eduardo de la Barra, y otros no
masones de similar pensamiento como Vicuña Mackenna o
Barros Arana.  Pero el conflicto quedará en suspenso
con motivo de la Guerra del Pacífico y, más tarde,
por la Guerra Civil de 1891, esta última es una guerra
intraclase, por lo que la oligarquía se divide y tiene a
masones en ambos bandos.  Los sucesos que van hasta la
separación de la Iglesia y el Estado siendo abundantes en
conflictos anecdóticos esto no significa la
aparición de nuevos argumentos.  Los temas van por la
"crisis moral"
y la "cuestión social", nombres para designar las luchas
por la incorporación a la sociedad de los excluidos y,
sobre todo, los obreros de la naciente industria, especialmente
minera.

Aparte de la Escuela "Blas Cuevas", la Orden ha impulsado la
creación de otros establecimientos, aunque de
carácter secundario o universitario, como son la Escuela
de Artes y Oficios, la Universidad de Concepción, la
Universidad Técnica del Estado y, ahora último, la
Universidad La
República.  Debe añadirse una serie de
instituciones para favorecer a los obreros como la Escuela
benjamín Franklin o la Universidad Popular Pedro Aguirre
Cerda, así como también otras iniciativas en
provincias donde a traves de sus miembros que ocupan posiciones
directivas han logrado apoderarse del control. La Universidad La
República ligada a miembros de la Masonería es otro
claro ejemplo.

A partir del Siglo XX la educación se termina de
consolidar como profesión y como materia, dejando las
élites inspiradas, como la masonería,
dejando los argumentos en manos de sus protagonistas, los
maestros.  Nuevas materias, aportes de la ciencias y del
conocimiento en general, luchas políticas, alineaciones
mundiales y proyectos
económicos impidieron que hubiera una "posición
masónica" sobre el tema, quedando la educación,
desde una perspectiva masónica, en el campo de las
iniciativas privadas o grupales, lo que entre nosotros es la
"acción masónica".

La Orden Masónica como institución docente,
formadora de hombres y mujeres, traspasa los muros de los Templos
y a través de todos sus miembros realiza acciones que
tienden a mejorar la situación social existente. 
Estas acciones se ven fortalecidas aún más, con la
aparición de organizaciones paramasónicas, y muchas
otras instituciones en que también participan, como Juntas
de Vecinos, Centros de Padres, Sindicatos,
Gremios, Colegios Profesionales, etc., ejerzan su influencia
positiva, motivadora y bienhechora en la sociedad, sustentada en
los valores
universales francmasónicos.  Esto es particularmente
apremiante para los profesores masones cuyo espacio natural es su
colegio, su sindicato o
toda aquella estructura en
donde han podido instalar sus proyectos de convivencia
fraternal.

DISCUSIÓN                 

La relación entre la educación y los sistemas de
creencias a estado presente en la historia desde remoto tiempo.
Los resultados de esta relación en muchos casos no es
posible visualizarlos claramente, el asunto es si efectivamente
las instituciones que se han gestado bajo un contexto religioso
han sido capaces de transmitirles valores y principios a sus
alumnos que los prepare mejor de cara a su futuro. En algunos
casos lo anterior es una realidad patente, sin embargo en muchos
otros esta condición no esta completamente clara, lo que
nos hace pensar en los sistemas de creencias en otro contexto de
importancia, mas bien, es oportuno plantear su indiscutible valor
como guía de la conducta humana
en funcion del deber de preocuparse por poner la educación
al alcance de todos los seres humanos, lo que involucra un
esfuerzo por gestionar recursos y aunar esfuerzos en una
direccion normalmente deficitaria de las politicas
publicas. 

Cierto es que la educación es una institución
fundamental del sistema social, clave para la formación
integral del hombre, lo que se refleja en la lucha contra la
ignorancia, la injusticia y la superación de la calidad de
vida, así como lo plantea Paulo Freire,
"Educar es emancipar".   

Aquella naturaleza de desarrollo a escala humana y
espiritual en la que se sustenta los principios aquí
expuestos, en nuestros días, se ven confrontados por una
sociedad resultante entregada al materialismo
pragmático, en la cual opera la sociedad mercantil de
consumo.

La sociedad de la información con sus estándares de
ultra especialización, promueve la formación de
profesionales con un sinnúmero de estudios más
allá de los años de estudios formales, que sin
embargo, saben poco o casi nada de aspectos estéticos,
éticos, políticos o sociológicos
según sea el caso.

Con decenas de certificados bajo el brazo,  adquiridos en
prestigiosas universidades de cualquier parte del mundo
(profesional global), su autoconciencia y su temple
valórico no se ajustan a la idea de ciudadano. Son
ignorantes ilustrados con una enorme carga de conocimiento
utilitario pero irreflexivos.

 Entonces podemos si sabemos que los sistemas de
creencias, sea cual sea de que se trate, está fundamentada
en principios y valores, que propugna y lucha por una
educación de calidad que  permita a todos  los
sectores sociales, prepararse no sólo para subsistir sino
para ser mejores en esta sociedad del siglo XXI, la gran pregunta
es: ¿Estos mismos valores y principios contribuyen a hacer
de la educación una herramienta con mejores
resultados?

Con todo quisiera resumir en dos ideas referidas a los
beneficiarios de la educación, los jóvenes. 
Primero veamos qué ofrece la sociedad hoy a los
jóvenes.  Habiendo distintas clases, nuestro
interés son las clases medias (son todos los pobres, pero
la clase media esta constituida o es proyecto al que aspira el
pobre que se educa), la que no tiene recursos propios y a los que
el Estado no satisface ya que destina sus esfuerzos a los
más pobres.  La juventud se
encuentra en un territorio medio en cuanto a perspectivas de
futuro; y las clases bajas, que lo necesitan todo, también
se han marginalizado.  Tal vez tengamos la precariedad
más absoluta en los estratos que viven de su trabajo, al
haber caído la seguridad
social, no haber Estado benefactor.

Según datos de varios estudios, la juventud actual
está carente de ideales, normas,
responsabilidades, metas, y de mejores ejemplos por parte de la
sociedad en general.  O sea, la anomia. Pero de acuerdo a
estos estudios las oportunidades que ofrece el país, no
corresponden al nivel de expectativas que tienen nuestros
adolescentes,
etapa que incluso estaría llegando hasta los 25
años.  Una generación que rechaza el
compromiso,  y aquellos que ya son padres a temprana edad
inculcan estos valores sesgados a sus hijos  que son
niños con otra perspectiva de la realidad, y que
serán el futuro de nuestro país.

Segundo, qué debiera ofrecer los sistemas de creencias
a la juventud y a los niños.  Los sistemas de
creencias es por esencia es una manera de vivir la fe y por tanto
esta dedicada a promover la solidaridad y
fraternidad universal, libre de distinciones de etnia,
religión, género o
nacionalidad,
ofreciendo de esta forma al ser humano las herramientas
necesarias para lograr su perfección construyendo un mundo
más solidario, fraternal y tolerante.  Debemos, en
consecuencia  ser referentes para la juventud, en cualquier
ámbito que nos desempeñemos; si nosotros
practicamos diariamente nuestros principios veremos los frutos en
esos jóvenes que buscan constantemente su identidad,
proceso natural que todos hemos experimentado.  Se trata de
un rol formador. 

Existe una relación inversa entre educación y
religión; a mayor nivel de instrucción, queda claro
que disminuyen los índices de religiosidad. Entre quienes
cursaron 6 o más años de estudios superiores, por
ejemplo, un 20,35% declara no tener ninguna religión, ser
ateo o agnóstico.

Uno de los hechos más relevantes que permitió
conocer el detalle del Censo 2002 fue el notorio aumento en los
índices ligados al área de la educación. En
porcentaje de alfabetización, Chile pasó del 94,60%
al 95,8% en el 2002. Por otra parte, se ha producido un
incremento muy significativo en el nivel de instrucción de
la población. El Censo del 2002 consigna que el nivel
prebásico casi se duplicó, con respecto a 1992,
aumentando de 289.680 personas a 571.096. En la educación
superior el número de personas que ha cursado estudios
ascendió de 1.072.198 en 1992 a 2.284.036 personas en el
2002, lo que equivale a un avance del 9% al 16,4%.

Pero, estos no son los únicos datos interesantes que se
pueden extraer del análisis de las cifras de educación.
Al cruzar estos índices positivos con los niveles de
religiosidad -en el tramo etáreo de 15 a 29 años,
que representa de preferencia a los jóvenes- se comprueba
que a mayor educación aumenta la cantidad de personas que
declaran no tener ninguna religión, ser ateos o
agnósticos. En la educación primaria estos
últimos cuentan con un 9,40% del total. En la media
aumenta a un 9,91% y en la superior llega al 15,31%.

 Incluso, en el tramo de quienes cursaron 6 años o
más de educación superior, los ateos,
agnósticos y quienes dicen no tener ninguna
religión alcanzan su peak con un 20,35%. Es decir que una
de cada cinco personas que alcanzaron tal nivel reniegan de los
sistemas de creencias.

Sobre esta relación inversa proporcional entre niveles
de educación y religiosidad, el Gran Maestro de la Logia,
Jorge Carvajal, opina que "sin lugar a dudas el grado de
educación tiene una correlación indirecta con el
grado de religiosidad, particularmente con la Iglesia
Católica y, en consecuencia, yo también creo que a
mayor grado de educación menor grado de religiosidad".

 A ello agrega que "en la medida que los niveles
educacionales son crecientes, el mismo Censo demuestra que hay
una mayor cantidad de personas con profesiones que vienen de la
educación superior, y que una mayor cantidad de personas
tiene acceso hoy día a la educación media. La
propia televisión, y los medios de
comunicación, colaboran en ello".

El académico del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Chile, Patricio de la Puente,
explicó que el "desapego" religioso se debe a una
característica de las sociedades
contemporáneas y es por ello, incluso "que la
institución matrimonial se está viendo afectada por
factores externos que están presionando para que la
sociedad sea cada vez más individualista".

 A su vez, el director del Departamento de
Economía de la Universidad de Chile, Dante Contreras,
resaltó que la educación es de vital importancia a
la hora de mejorar los estándares laborales. A pesar de
que la encuesta
advierte un incremento en los años de escolaridad a 8,5
años promedio, y un aumento de los chilenos que cursaron o
estudian alguna carrera a nivel superior, aseguró que la
población "en general sabe poco para desenvolverse en el
ámbito del trabajo y la empresa".

"El progreso que ha vivido el país es fruto del trabajo
de todos y no sólo del gobierno". Fue la inmediata
respuesta que el Presidente Ricardo Lagos dio a parlamentarios
UDI, que criticaron al gobierno, por las reacciones a los
resultados del Censo, ya que a juicio de los gremialistas las
cifras demuestran que el oficialismo ha trabajado
erróneamente en la disminución de la pobreza al
implementar políticas que atentan contra el crecimiento
económico.

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Autor:

Fredy H. Wompner G.

Magister en educación

Partes: 1, 2
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