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Juan Bautista Alberdi: Padre Constitucional Argentino (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Pronto retomaría sus estudios de abogado ( en Jurisprudencia), que comenzaría en Buenos
Aires,  dejándolos trunco ya que viajo a su
ciudad natal: Tucumán. Continuaría en
Córdoba y culminaría en Montevideo en 1840. En la
formación de Alberdi, de todas maneras, sobresale su
característica de autodidacta, alejado de los estudios
sistemáticos y en ocasiones enfrentado con los
ámbitos académicos.

Es la parte pertinente a su vida y sus obras donde dividiremos
en tres este capitulo: 1) Sección Primera, su Vida;
Sección Segunda, La entrevista
Soñada; Sección Tercera, sus Obras. .

Sección primera:

Su vida

     Como ya se comentó en la parte
pertinente a Infancia, no
volveremos sobre ello, solo diremos aquí, sobre lo que,
Alberdi nació en Tucumán el 29 de agosto de 1810.
Su madre, Doña Josefa Rosa de Aráoz, murió
en el parto y el
niño quedó al cuidado de su padre, Don Salvador
Alberdi. En 1816, mientras comenzaba a sesionar el Congreso de
Tucumán, Alberdi ingresaba a la escuela primaria
que había fundado el General Manuel Belgrano. A los once
años perdió a su padre, y sus hermanos Felipe y
Tránsita se hacen cargo de él y gestionan una beca
para que continúe sus estudios en Buenos Aires.

     En 1824, con 14 años,
llegó a Buenos Aires e ingresó en el Colegio de
Ciencias
Morales. Tenía como compañeros a Vicente Fidel
López, Antonio Wilde y Miguel Cané, con quien
comenzará una profunda amistad. Alberdi
no soportaba el régimen disciplinario del colegio, que
incluía encierros y castigos corporales, y le pidió
a su hermano Felipe que lo sacara de allí. Dejó
momentáneamente los estudios formales, pero no la lectura de
pensadores europeos. En 1824, con 14 años, llegó a
Buenos Aires e ingresó en el Colegio de Ciencias Morales.
Tenía como compañeros a Vicente Fidel López,
Antonio Wilde y Miguel Cané, con quien comenzará
una profunda amistad. Alberdi no soportaba el régimen
disciplinario del colegio, que incluía encierros y
castigos corporales, y le pidió a su hermano Felipe que lo
sacara de allí. Dejó momentáneamente los
estudios formales, pero no la lectura de
pensadores europeos

          En
1834, regresó a su provincia y escribió Memoria
descriptiva de Tucumán
. Su hermano Felipe se
había convertido en un colaborador cercano del gobernador
tucumano Alejandro Heredia y le solicitó una carta de
recomendación para que Juan Bautista pudiera presentarla a
alguna personalidad
influyente de Buenos Aires. A poco de llegar a Buenos Aires,
Alberdi se dirigió a la dirección indicada y allí lo
esperaba el amigo de Heredia a quien le entregó la carta. Juan
Facundo Quiroga leyó el
escrito y le dijo al joven tucumano que le convendría
estudiar en los Estados Unidos
más que en Buenos Aires y que él estaba dispuesto a
pagar todos los gastos. Alberdi
se entusiasmó con la idea pero desistió cuando
estaba a punto de zarpar. Pocos día después, en
febrero de 1835, Facundo Quiroga moría asesinado en
Barranca Yaco, Córdoba, y Rosas
asumía por segunda vez la gobernación de Buenos
Aires, esta vez con la suma del poder
público.

      Marcos
Sastre

Desde 1832 tenemos como antecedentes la creación del
salón Literario, fundado por Marcos Sastre. La iniciativa
correspondía a un grupo de
jóvenes del que perteneció Alberdi,
Echeverría, José Mármol y Juan Maria
Gutiérrez entre otros., esto era un grupo de
jóvenes intelectuales
venía reuniéndose en la librería de Marcos
Sastre. Alberdi se incorporará a este grupo, que
fundará el 23 de agosto de 1835 el Salón Literario,
un verdadero centro cultural y de difusión de las nuevas
ideas políticas,
vinculadas al romanticismo
europeo.

         En principio
el Salón Literario fue tolerado por Rosas, quien
autorizó el funcionamiento del mismo. Se trataba, por lo
que estudiamos, de un lugar de permanente debate,
exposiciones y estudio. Fue allí donde se presentaron
trabajos como la cautiva y el matadero, de Esteban
Echeverría.

           
La intención de sus miembros era completar y desarrollar
la obra de mayo que la consideraron inconclusa (La generación
presente a la faz de la generación pasada -1838)
.
Finalmente no tardo llegar la tan acostumbrada censura, se
considero peligroso el accionar y se produjo el cierre del mismo.
Pero  claro que solo fue parcial, ya que luego se produjo su
apertura bajo otro nombre, pero ya no el pago, si no del otro
lado del plata: Montevideo-Uruguay.

           
 En 1837, Alberdi publicó una de sus obras más
importantes Fragmento Preliminar al estudio del Derecho,
donde hacía un diagnóstico de la situación nacional
y sus posibles soluciones. El
texto fue
duramente criticado por los antirrosistas exiliados en Montevideo
porque, si bien atacaba duramente al despotismo, no hacía
ninguna referencia a Rosas.

 Cuadro de texto: Esteban Echeverría

Por entonces, Alberdi alquilaba una habitación junto a
Juan María Gutiérrez en la casa de Mariquita
Sánchez de Thopmson. Allí, en el mismo piano en el
que se interpretó por primera vez el himno, Alberdi
componía sus Minués Argentinos.

  Durante ese mismo año, se inició en el
periodismo con
la publicación de La Moda, gacetín
semanal de música, poesía,
literatura y
costumbres
. Aparecieron 23 números y en sus
artículos, Alberdi, que firmaba bajo el seudónimo
de "Figarillo" intentaba burlar a la censura del rosismo.

En junio de 1838 junto a Esteban Echeverría y Juan
María Gutiérrez funda la Asociación de la
Joven Generación Argentina, siguiendo el modelo de las
asociaciones románticas y revolucionarias de Europa. Este
grupo de intelectuales pasará a la historia como la
"Generación del 37".

   La mazorca, la policía secreta de Rosas,
comenzó a vigilar de cerca las actividades de la
Asociación y comenzó la persecución. Alberdi
optó por exiliarse en Uruguay dejando en Buenos Aires un
hijo recién nacido y varios amores inconclusos.

   Llegó a Montevideo en noviembre de 1838.
Allí se dedicará al periodismo político
colaborando en diversas publicaciones antirrositas como El
Grito Argentino
y Muera Rosas. De ese período
son también sus dos obras de teatro: La
Revolución
de Mayo y El Gigante
Amapolas
, una sátira sobre Rosas y los caudillos de la
guerra
civil.

   En mayo de 1843, partió con Juan
María Gutiérrez hacia Génova pero con
destino final París, la meca de todos los
románticos de la época. Llegó a París
en septiembre y visitó al General San
Martín con quien mantuvo dos prolongadas entrevistas.
Quedó muy impresionado por la sencillez y la vitalidad del
viejo general, que lo abrumó con preguntas sobre la
patria.

A fines de 1843, decidió regresar a América
para radicarse, como Sarmiento, en Chile. A su paso por
Río de Janeiro, intentó infructuosamente
entrevistar a Rivadavia.

Alberdi vivirá durante 17 años en Chile, la
mayor parte del tiempo en
Valparaíso, donde trabajará como abogado y
ejercerá el periodismo.

 Al enterarse del triunfo de Urquiza sobre Rosas en la
batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, escribió en
pocas semanas de trabajo
afiebrado una de sus obras más importantes: Bases y
puntos de partida para la
organización política de la
República Argentina
, que publicó en mayo de
ese año en Chile y reeditó en julio
acompañándola de un proyecto de
Constitución.

   Mientras que Sarmiento había abandonado
Chile para sumarse al Ejército Grande de Urquiza, Alberdi
permaneció en Valparaíso, atento a los problemas
argentinos. Sarmiento regresó al poco tiempo desilusionado
con Urquiza y acusando a Alberdi de ser su agente en Chile.
Alberdi lo calificó de "caudillo de la pluma" y "producto
típico de la América despoblada" y se
decidió a colaborar con el proyecto de la
Confederación de Urquiza. El gobierno de
Paraná lo nombró "Encargado de negocios de la
Confederación Argentina" ante los gobiernos de Francia,
Inglaterra, el
Vaticano y España.

En  abril de 1855, partió finalmente hacia Europa.
Pasó primero por los Estados Unidos donde se
entrevistó con el presidente Franklin Pierce. Luego
pasó a Londres, donde conoció a la reina Victoria
y, finalmente, a París, donde se radicaría por 24
años.

   En 1858, se entrevistó en España
con la reina Isabel II y consiguió el reconocimiento de la
Confederación.

   El 17 de septiembre de 1861, Mitre derrotaba en
Pavón a Urquiza y ponía fin al proyecto de la
Confederación. Alberdi fue despedido por Mitre de su cargo
y reemplazado por Mariano Balcarce.

    La situación de Alberdi no
podía ser peor. Se le adeudaban dos años de sueldos
como embajador y el nuevo gobierno se negaba a pagárselos
y mucho menos a pagar su viaje de regreso.

    Tuvo que quedarse en París. Sus
únicos y escasos ingresos
provenían del alquiler de una propiedad en
Chile.

    En 1872, bajo la profunda impresión
que le produjo la derrota paraguaya en el conflicto y
sus secuelas en la población del país hermano,
escribió El Crimen de la Guerra donde dice: "De la
guerra es nacido el gobierno militar que es gobierno de la
fuerza
sustituida a la justicia y al
derecho como principio de autoridad. No
pudiendo hacer que lo que es justo sea fuerte se ha hecho que lo
que es fuerte sea justo".

    Al concluir el mandato Mitre, en 1868,
asumió Sarmiento y las cosas no mejoraron para Alberdi,
que debió seguir postergando su regreso. No podrá
hacerlo hasta 1879 cuando una alianza entre Roca y Avellaneda
lanzó la candidatura de Alberdi a diputado nacional.
Llegó a Buenos Aires el 16 de septiembre de ese
año. Por esos días, se entrevistó con el
presidente Avellaneda y con el ministro del Interior: Domingo
Faustino Sarmiento. Todo parece indicar que el encuentro fue
cordial en un clima de
reconciliación.

Tuvo una participación decisiva en los debates
parlamentarios sobre la Ley de Federalización de Buenos
Aires, que le dio finalmente una Capital
Federal a la República.

    Cuando el nuevo presidente electo en 1880,
Julio A. Roca quiso que el Estado
argentino publicase las obras completas de Alberdi, Mitre
lanzó, desde las páginas de La
Nación
, una feroz campaña en contra del
proyecto que terminó por ser rechazado por los senadores
que también rechazaron su nombramiento como embajador en
Francia. Cansado y un tanto humillado decidió alejarse
definitivamente del país. Partió rumbo a Francia el
3 de agosto de 1881 confesándole a un amigo: "lo que me
aflige es la soledad". Murió en Nueilly-Sur-Seine, cerca
de París, el 19 de junio de 1884. Sus restos fueron
repatriados en 1889 y descansan en el cementerio de la
Recoleta.

      Como economista, tiene la
valentía científica de enfrentar a la fisiocracia
como base de infraestructura económica de la
República. La enfrenta y se aparta proclamando la
vertebración económica del país en la
complementación del trabajo de la tierra con
el naciente industrialismo, como política idónea
para asegurar el progreso de su pueblo. Esta posición de
plena vigencia aún hoy, la sintetizó en esta
frase:"Todo pueblo que come de la limosna del suelo solamente
será un pueblo de mendigos toda su vida".

          
Como sociólogo abrió el seso a los gobernantes,
haciéndole entender que la población era la base de
la grandeza nacional. "Gobernar es poblar" fue el lema que
gravara en el frontispicio de esta obra, gran parte suya que es
nuestra nación.

       Como político y
jurista, a la caída del gobierno de Rosas, gracias a la
acción
dirigida por el general Justo José de Urquiza,
escribió Bases y punto de partida para la organización política de la
Confederación Argentina (1852), obra que influyó
poderosamente en la redacción de la Constitución de ese
mismo año. Los temas más importantes de este
libro son la
defensa del libre comercio,
la libre navegación de los ríos, la
exaltación de la industria como
base del progreso. Propone además el sufragio
calificado por la instrucción y la fortuna e insiste en la
necesidad de la inmigración ("gobernar es poblar") de
origen nórdico. Su apoyo a Urquiza le valió las
críticas de Sarmiento expuestas en Las ciento y una, a las
que Alberdi respondió en 1853 con las cuatro Cartas sobre la
prensa y la
política militante de la República Argentina
(conocidas como Cartas quillotanas) Señores, amigos
leones, sería interminable hablar de Alberdi, Por esto
permitidme finalizar estas palabras con una leonística
semblanza de su personalidad

La importancia del pensamiento y
obra de Alberdi, hoy, reside en que la alternativa que él
debió enfrentar, luego de 30 años de guerras
civiles y 20 de obligados exilios, es similar a la que hoy se nos
presenta luego de 60 años de errores y antinomias
irreconciliables. él tenía dos opciones: o
continuar con la arbitrariedad y autoritarismo del régimen
rosista o producir el gran cambio que
permitiera la liberación de las energías de los
argentinos, hasta ese entonces amordazadas. Y ese fue el orden
social de la libertad, de
la garantía de los derechos, con la genial
interpretación del autor de las "Bases y
puntos de partida"
y del "Sistema Económico
y Rentístico"
los cuales expondremos brevemente en la
Sección Segunda.

Sección Segunda:

La
Entrevista
soñada

Reproducimos intacto el fragmento debido a la importancia que
tuvo para Alberdi su Entrevista con
El General San Martín:   

 París, 14 de Septiembre de 1843

El 1° de Septiembre, a eso de las once de la
mañana, estaba yo en casa de mi amigo el señor D.
M. J. de Guerrico, con quien debíamos asistir al entierro
de una hija del señor Ochoa (poeta español)
en el cementerio de Montmartre. Yo me ocupaba, en tanto que
esperábamos la hora de la partida, de la lectura de una
traducción de Lamartine, cuando Guerrico se
levantó, exclamando: "¡El general San Martin!" Me
paré lleno de agradable sorpresa al ver la gran
celebridad americana que tanto ansiaba conocer. Mis ojos,
clavados en la puerta por donde debía entrar, esperaban
con impaciencia el momento de su aparición. –

– Entró por fin con su sombrero en la mano, con la
modestia y el apocamiento de un hombre
común. ¡Qué diferente lo hallé del
tipo que yo me había formado oyendo las descripciones
hiperbólicas que me habían hecho de él sus
admiradores en América!

Por ejemplo: Yo le esperaba más alto, y no es sino
un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo
le creía un indio, como tantas veces me lo habían
pintado, y no es más que un hombre de color moreno, de
los temperamentos biliosos. Yo le suponía grueso, y, sin
embargo de que lo está más que cuando hacía
la guerra en América, me ha parecido más bien
delgado; yo creía que su aspecto y porte debían
tener algo de grave y solemne, pero le hallé vivo y
fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda
de todo viso de afectación. Me llamó la atención su metal de su voz, notablemente
gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda
la llanura de un hombre común. Al ver el modo de como se
considera él mismo, se diría que este hombre no
había hecho nada de notable en el mundo, porque parece que
él es el primero en creerlo así. Yo había
oído que
su salud
padecía mucho; pero quedé sorprendido al verle
más joven y más ágil que todos cuantos
generales he conocido de la guerra de nuestra independencia,
sin excluir al general Alvear, el más joven de todos. El
general San Martín padece en su salud cuando está
en inacción, y se cura con solo ponerse en movimiento. De
aquí puede inferirse la fiebre de
acción de que este hombre extraordinario debió
estar poseído en los años de su tempestuosa
juventud. Su
bonita y bien proporcionada cabeza, que no es grande, conserva
todos sus cabellos, blancos hoy casi totalmente; no usa patilla
ni bigote, a pesar que hoy lo llevan por moda hasta los
más pacíficos ancianos. Su frente, que no anuncia
un gran pensador, promete, sin embargo, una inteligencia
clara y despejada, un espíritu deliberado y audaz. Sus
grandes cejas negras suben hacia el medio de la frente cada vez
que se abren sus ojos, llenos aun del fuego de la juventud. La
nariz es larga y aguileña; la boca pequeña
ricamente dentada, es graciosa cuando sonríe; la barba es
aguda.

Estaba vestido con sencillez y propiedad: corbata negra,
atada con negligencia; chaleco de seda, negro; levita del mismo
color; pantalón mezcla de celeste; zapatos grandes. Cuando
se paró para despedirse acepté y cerré con
las dos manos la derecha del gran hombre que había hecho
vibrar la espada libertadora de Chile y el Perú. En ese
momento se despedía para uno de los viajes que
hace en el interior de Francia en la estación de
verano.

No obstante su larga residencia en España, su acento
es el mismo de nuestros hombre de América,
coetáneos suyos. En su casa habla alternativamente el
español y francés, y muchas veces mezcla palabras
de los dos idiomas, lo que le hace decir con mucha gracia que
llegará un día en que se verá privado de uno
y otro o tendrá que hablar un patois de su propia
invención. Rara vez o nunca habla de política
-jamás trae a la conversación con personas
indiferentes sus campañas de Sudamérica-; sin
embargo, en general le gusta hablar de empresas
militares.

Yo había sido invitado por su excelente hijo
político, el señor don Mariano Balcarce, a pasar un
día en su casa de campo en Grand Bourg, como seis leguas y
media de París. este paseo debía ser para mí
tanto más ameno cuanto que debía de hacerlo por el
camino de hierro en que
nunca había andado. A las once del día
señalado nos trasladamos con mi amigo el señor
Guerrico al establecimiento de carruajes de vapor de la
línea de Orleans, detrás del Jardín de
Plantas. El
convoy, que debía partir pocos momentos después, se
componía de 25 a 30 carruajes de tres categorías.
Acomodadas las 800 a 1000 personas que hacían el viaje, se
oyó un silbido, que era la señal preventiva del
momento de partir. Un silencio profundo le sucedió, y el
formidable convoy se puso en movimiento apenas se hizo oír
el eco de la campana que es la señal de partida. En los
primeros instantes, la velocidad no
es mayor que la de los carros ordinarios; pero la extraordinaria
rapidez que ha dado a este sistema de
locomoción la celebridad de que goza, no tarda en
aparecer. El movimiento entonces es insensible, a tal punto, que
uno puede conducirse en el coche como si se hallase en su propia
habitación. Los árboles
y edificios que se encuentran en el borde del camino parecen
pasar por delante de la ventanas del carruaje con la prontitud
del relámpago, formando un soplo parecido al de la bala. A
eso de la una de la tarde se detuvo el convoy en Ris; de
allí a la casa del general San Martín hay una media
hora, que anduvimos en un carruaje enviado en busca nuestra por
el señor Balcarce. La casa del general San Martín
está circundada de calles estériles y tristes que
forman los muros de las heredades vecinas. Se compone de un
área de terreno igual, con poca diferencia, a una cuadra
cuadrada nuestra. El edificio es de un solo cuerpo y dos pisos
altos. Sus paredes, blanqueadas con esmero, contrasta con el
negro de la pizarra que cubre el techo, de forma irregular. Una
hermosa acacia blanca da su sombra al alegre patio de la
habitación. El terreno que forma el resto de la
posesión está cultivado con esmero y gusto
exquisito: no hay un punto en que no se alce una planta estimable
o un árbol frutal. Dalias de mil colores, con una
profusión extraordinaria, llenan de alegría aquel
recinto delicioso. Todo en el interior de la casa respira orden,
conveniencia y buen tono. La digna hija del general San
Martín, la señora Balcarce, cuya fisonomía
recuerda con mucha vivacidad la del padre, es la que ha sabido
dar a la distribución doméstica de aquella
casa el buen tono que distingue su esmerada educación. El general
ocupa las habitaciones altas que miran al Norte. He visitado su
gabinete lleno de la sencillez y método de
un filósofo. Allí, en un ángulo de la
habitación, descansaba impasible colgada al muro la
gloriosa espada que cambió un día la faz de la
América occidental. Tuve el placer de tocarla y verla a mi
gusto; es excesivamente curva, algo corta, el puño sin
guarnición; en una palabra, de la forma denominada
vulgarmente moruna. Está admirablemente conservada: sus
grandes virolas son amarillas, labradas, y la vaina que la
sostiene es de un cuero negro
graneado semejante al del jabalí. La hoja es blanca
enteramente, sin pavón ni ornamento alguno. A su lado
estaban también las pistolas grandes, inglesas, con que
nuestro guerrero hizo la campaña al
pacífico.

Vista la espada, se venía naturalmente el deseo de
conocer el trofeo con ella conquistado. Tuve, pues, el gusto de
examinar muy despacio el famoso estandarte de Pizarro, que el
Cabildo de Lima regaló al general San martín, en
remuneración de sus brillantes hechos. Abierto
completamente sobre el piso del salón, le vi en todas sus
partes y dimensiones. Es como de nueve cuartas. El fleco, de seda
y oro, ha
desaparecido casi totalmente. Se puede decir que del estandarte
primitivo se conservan apenas algunos fragmentos adheridos con
esmero a un fondo de seda amarillo. El pedazo más grande
es el del centro, especie de chapón donde, sin duda,
estaba el escudo de armas de
España, y en que hoy no se ve sino un tejido azul confuso
y sin idea ni pensamiento inteligible. Sobre el fondo amarillo o
caña del actual estandarte se ven diferentes letreros,
hechos con tinta negra, en que se manifiestan las diferentes
ocasiones en que ha sido sacado a las procesiones solemnes por
los alféreces reales que allí mismo se
mencionan.

¿Quién si no el general San Martín
debía poseer este brillante gaje de una dominación
que había abatido con su espada? Se puede decir con verdad
que el general San Martín es el vencedor de Pizarro;
¿A quién, pues, mejor que al vencedor tocaba la
bandera del vencido? La envolvió a su espada y se
retiró a la vida obscura, dejando a su gran colega de
Colombia la
gloria de concluir la obra que él había casi
llevado hasta su fin. Los documentos que a
continuación de esta carta se publican por primera vez en
español, prueban de una manera evidente que el general San
martín hubiera podido llevar a cabo la destrucción
del poder militar de los españoles de América, y
que aún lo solicitó también con un interés, y
una modestia inaudita en un hombre de su mérito. Pero sin
duda esta obra era ya incumbencia de Bolívar; y
éste, demasiado celoso de su gloria personal, no
quiso cederla a nadie. El general San Martín, como se ve,
pues, no dejó inacabado un trabajo que hubiera estado en su
mano concluir. Como parece estar decidido de un modo providencial
que nuestros hombres célebres del Río de la Plata,
hayan de señalarse por alguna originalidad o
aberración de carácter, también nuestro
Titán de los Andes ha debido tener la suya. Si
pudiéramos considerarlo hombre capaz de artificio o
disimulo en las cosas que importan a su gloria, sería cosa
de decir que él habla abrazado intencionalmente esta
singularidad; porque, en efecto, la última enseña
que hay que agregar a un pecho sembrado de escudos de honor,
capaz de deslumbrarlos a todos, es la modestia.

He aquí la manía, por decirlo así del
general San Martín; y digo la manía, por que lleva
esta calidad
más allá de lo conveniente a un hombre de su
mérito. Por otra parte, bueno es que de este modo vengan a
hallarse compensadas las buenas y malas cosas de nuestra historia
americana. Mientras tenemos hombres que no están contentos
sino cuando se les ofusca con el incienso del aplauso por lo
bueno que no han hecho, tenemos otros que verían arder los
anales de su gloria individual sin tomarse el comedimiento de
apagar con el fuego destructor.

No hay ejemplo (que nosotros sepamos) de que el general San
Martín haya facilitado datos ni notas
para servir a redacciones que hubieran podido serles muy
honrosas; y difícilmente tendremos hombre público
que haya sido solicitado más que él para darlas. La
adjunta carta al general Bolívar, que parecía
formar una excepción de esta práctica constante,
fue cedida al Sr. Lafón, editor de ella, por el secretario
del libertador de Colombia. Se me ha dicho que cuando la
aparición de la Memoria
sobre el general Arenales publicada por su hijo, un hombre
público de nuestro país, escribió al general
San Martín, solicitando de él algunos datos y su
consentimiento para refutar al coronel Arenales, en algunos
puntos en que no se apreciaba con la bastante latitud los hechos
esclarecidos del Libertador de Lima. El general San Martín
rehusó los datos y hasta el permiso de refutar a nadie en
provecho de su celebridad.

El actual rey de Francia, que es conocedor de la historia
americana, habiendo hecho reminiscencia del general San
Martín, en presencia de un agente supo público de
América, con quien hablaba a la sazón, supo que se
hallaba en París desde largo tiempo. Y como el rey
aceptase la oferta que le
fué hecha inmediatamente de presentar ante S. M. al
general americano, no tardó éste con ser solicitado
con el fin referido; pero el modesto general, que nada tiene que
hacer con los reyes, y que no gusta de hacer la corte ni que se
la hagan a él; que no aspira ni ambiciona distinciones
humanas, pues que está en Europa, se puede decir, huyendo
de los homenajes de catorce Repúblicas, libres en gran
parte por su espada, que si no tiene corona regia, la lleva de
frondosos laureles, en nada menos pensó que en aceptar el
honor de ser recibido por S. M., y no seré yo el que diga
que hubiese hecho mal en esto.

Antes de que el marqués Aguado verificase en
España el paseo que le acarreó su fin, hizo las
más vehementes instancias a su antiguo amigo el general
San Martín para que le acompañase al otro lado del
Pirineo. El general se resistió observándole que su
calidad de general argentino le estorbaba entrar en un
país con el cual el suyo había estado en guerra,
sin que hasta hoy tratado alguno de paz hubiese puesto fin al
entredicho que había sucedido a las hostilidades; y que en
calidad de simple ciudadano le era absolutamente imposible
aparecer en España por vivos que fuesen los deseos que
tenía de acompañarle. El señor Aguado, no
considerando invencible éste obstáculo, hizo la
tentativa de hacer venir de la Corte de Madrid el
allanamiento de la dificultad. Pero fué en vano, porque el
Gobierno español, al paso que manifestó su absoluta
deferencia por la entrada del general San martín como
hombre privado, se opuso a que lo verificase en su rango de
general argentino. El libertador de Chile y el Perú, que
se dejaría tener por hombre obscuro en todos los pueblos
de la tierra, se
guardó bien de presentarse ante sus viejos rivales de otro
modo con su casaca de Maipú y Callao; se abstuvo, pues, de
acompañar a su antiguo camarada.

El señor de Aguado marchó sin su amigo y
fué la última vez que le vió en la vida.
Nombrado testamentario y tutor de los hijos del rico banquero de
París, ha tenido que dejar hasta cierto punto las
habitudes de la vida inactiva que eran tan funestas a su salud.
La confianza de la
administración de una de las más notables
fortunas de Francia, hecha a nuestro ilustre soldado, por un
hombre que lo conocía desde la juventud, hace tanto honor
a las prendas de su carácter privado, como sus hechos de
armas ilustran su vida pública. El general San
Martín habla a menudo de la América, en sus
conversaciones íntimas, con el más animado placer:
hombres, sucesos, escenas públicas y personales, todo lo
recuerda con admirable exactitud. Dudo sin embargo que alguna vez
se resuelva a cambiar los placeres estériles del suelo
extranjero, por los peligrosos e inquietos goces de su borrascoso
país. Por otra parte, ¿será posible que sus
adioses de 1829, hayan de ser los últimos que deba dirigir
a la América, el país de su cuna y de sus grandes
hazañas?

"Felizmente, el pasado no muere jamás completamente
para el hombre.
Bien puede el hombre olvidarlo, pero él lo guarda siempre
en sí mismo. Porque tal cual es él en cada
época es el producto y resumen de todas las épocas
anteriores." (La Cité Antique, de Coulanges.)
 [2]

Link del cual extraímos dicho
documento que contiene carta de Juan Bautista Alberdi, dirigida
al General San Martin.:
"http://es.wikisource.org/wiki/Entrevista_de[3]_Alberdi_y_San_Mart%C3%ADn".

     

Como vemos Alberdi si bien es atraído
por conocer al libertador, lo que maravillo es ver que,  era
un hombre bastante sencillo, sin grandes honores, y
describió fisonómicamente al General. Creemos que
mucho mas había para decir de la entrevista, pero parece
ser que su impresión disto de ser lo que él
esperaba.

Sección Tercera:

Sus obras

                 
Ha aquí la parte quizás mas interesante desde el
punto de vista de lo que nos deja el autor, ya que ha escrito
distintos tipos obras, de la mas variada así
escribirá sobre Economía, Filosofía, Arte, y
principalmente, sobre Derecho Publico (Constitucional, Provincial
y Tributario)  que nos lleva a pensar sobre su inmenso
caudal de conocimiento
que poseía Juan Bautista Alberdi. 

                 
Solo expondremos un listado incompleto, y comentaremos
someramente algunos fragmentos de sus obras por razones de
brevedad:

·        
Fragmento Preliminar al
estudio del derecho (1837)

          
Será éste el primer ensayo
producto de la madurez que ya poseía el autor en aquel
entonces, se expondrán en este libro,  los
fundamentos filosóficos del Derecho y la filosofía
política, a la vez que construye una teoría
general del Estado y del
Derecho.               

       

La obra puede considerarse como una introducción
al Derecho, a la par que un estudio de Derecho
Político. Por otro lado resalta fundamentalmente la
importancia del derecho:  "Cuando esta ciencia(
Jurídica) haya llegado a sernos un poco familiar, nos
hará ver que el derecho sigue un desenvolvimiento
perfectamente armónico con el del sistema general de los
otros elementos de la vida social; es decir, que el elemento
jurídico de un pueblo se desenvuelve en un paralelismo
fatal con el elemento económico, religioso,
artístico, filosófico de este pueblo: de suerte que
cual fuere la altura de su estado económico, religioso,
artístico y filosófico, tal será la altura
de su estado jurídico."
Parecería acertada
aquella frase de Pascal la parte
esta en el todo, pero el todo esta también en la parte.
Alberdi comprendió la misma, por esto considero esencial,
que el elemento Jurídico no es lo fundamental para el
crecimiento de un Estado, si no que también se integre con
el crecimiento de otros elementos igualmente validos como son el
económico, artístico, y filosófico (esto en
un sentido cultural).

·                  
      Predicar en desiertos
(1838)

  Este fragmento extraído no debe ser mal
interpretado, Alberdi era mal interpretado en su época ya
que, fue pasible no de pocas criticas por sus estilo de escritura, su
forma de ver la realidad le produjo aversiones, como
también grandes afectos: "Escribir en La
Moda
, es predicar en desiertos, porque nadie la
lee. ¿Para qué la
han de leer? La
Moda
no da de palos, no da oro; solo debe a las pocas
risas que
se le escapan, los pocos lectores con que
cuenta. ¿Para qué la han de leer? (…)

La Moda es para ellos un sucucho, un
cuartejo a la calle, una barbería donde un tal Figarillo
(seudónimo que utilizaba en sus publicaciones) hace
más enredos que barbas."
. Debemos también tener
presente que La Moda fue la primera editorial, donde publico
diversos artículos describiendo la realidad. Predicar en
desierto para el autor será "leer su obra a la ligera,
siendo mal interpretado"

·                  
Reacción contra el españolismo (1838)

                      
Desde aquí nos tratara de mostrar que las costumbres
forman parte de un pueblo, se arraigan a él y son
difíciles de cambiar, pero solo una  conciencia 
sobre la libertad nos hará llegar a un estado mas libre:
"Después de tan larga esclavitud es
difícil saber ser libre. Deseamos serlo, lo repetimos a
cada momento; sin embargo, lo
seremos de derecho mucho
tiempo antes de que reine en nuestras costumbres, en

nuestras ideas, en nuestro modo de ver y de vivir la verdadera
libertad. Y las
costumbres no se varían en un
día, desgraciadamente, ni con un decreto; y más

desgraciadamente aún, un pueblo no es
verdaderamente libre, mientras que la
libertad no
está arraigada en sus costumbres, o identificada con
ellas"
(Fígaro,"Jardines
públicos")".

·                  
La generación presente a la faz de la generación
pasada (1838)

                  
Alberdi en éste fragmento resaltara la importancia que
tuvieron los hombres de mayo en la Independencia, que han sido
olvidados por la generaciones venideras, les llamaba hombres
prácticos, de la acción, pero se atribuirá a
ellos: La Generación del "37, de la cual formaba parte, la
Organización de esa  Nación
todavía en formación… "Ahí tienen
ustedes la joven generación, la gran generación, la
esperanza, el porvenir de la patria, como ella misma se dice
modestamente. Ahí tienen ustedes los hombres que ya no
hacen caso, que tienen en menos, que han echado en olvido a los
gigantes de Mayo"

·         La
Revolución
de Mayo (1839)

·         El
gigante Amapolas y sus formidables enemigos, o sea fastos
dramáticos de una guerra memorable (1842)

·        
Ideas para presidir a la
confección del curso de
filosofía
contemporánea (1842)

·        
Memoria sobre
la conveniencia y objetos de un Congreso General Americano
(1844)   

·        
Bases y puntos de partida
para la organización política de la
República Argentina (1852)
 

       Libro de la libertad,
capaz de orientar a los ciudadanos por el verdadero camino de
nuestras democráticas instituciones,
para cumplirse y desarrollarse cada vez más vigorosamente.
No realizaremos resúmenes del mismo, pues consideramos
imprescindible su estudio integro para su conocimiento.

     Solo diremos que fue un libro fruto
de la madurez intelectual que tenia el autor. Mucho se critico
sobre la originalidad o no de sus ideas, solo diremos, que: Juan
Bautista Alberdi no pretendió ser original, si no que fue
un visionario que gracias a su caudal de conocimiento y los
antecedentes e ideas imperantes de la época, fundió
un crisol que consistió en  ver cual eran los males
que aquejaban la organización en esos tiempos, y logro
adaptarlas a una posible y actual estructura
nacional.

·        
Elementos de derecho público provincial para la
República Argentina
(1853)   

 Precisando nociones de este Derecho, de las
instituciones provinciales y la aplicación práctica
de sus ideas en el proyecto constitucional para la provincia de
Mendoza. La obra es un verdadero compendio del régimen
federal, que trata del deslinde de competencias
entre la Nación y las provincias. Ha sido y es, un
manual de
consulta para cualquier investigación científica sobre el
Derecho
Público Provincial.  

·        
Sistema económico y rentístico de la
Confederación Argentina (1854)

  Es aborda y explica la relación entre el Derecho
y la economía. Allí señala los principios e
instrumentos necesarios para consolidar la libertad
económica. Una vez mas expondrá con grandes
conocimientos, cuales serán los desafíos de una
Economía Nacional, y es consecuente con la
Constitución Nacional: "El presente escrito,
contraído al estudio de las reglas y principios
señalados por la ley constitucional argentina al desarrollo de
los hechos que interesan a la riqueza de aquel país,
pertenece a la economía aplicada, y es más bien un
libro de política
económica, que de economía política. En
él prescindo del examen de toda teoría, de toda
fórmula abstracta, de las que ordinariamente son materia de los
escritos económicos, porque este trabajo de
economía aplicada y positiva supone al lector instruido en
las doctrinas de la economía pura; y sobre todo porque
están dados ya en la Constitución los principios en
cuyo sentido se han de resolver todas las cuestiones
económicas del dominio de la
legislación y de la política argentina
."
Nuestro querido Juan Bautista Alberdi es claro, trata
Política Económica, y no Economía
Política, lo que desde ya señala su gran
higiene
intelectual, ya que no pretende exponer teorías
económicas, si no solo el abordaje político de la
misma.

·         El
crimen de la guerra (1870)

·        
Peregrinación de Luz del
Día en América (1871)

·         La
Omnipotencia del Estado es la Negación de la Libertad
Individual (1880)

·        
Grandes y Pequeños Hombres del Plata (1879)

·        
República Argentina (1880)

Cronología y
contexto Historico de Alberdi

1810: Nace Alberdi en agosto en Tucumán.

1824: Se va a Bs As a estudiar en el colegio de
ciencias morales.

1825: Deja el colegio y trabaja con su tío.

1832: Reinicia sus estudios jurídicos.

1837: Dirige el diario LA MODA. Escribe "fragmento
preliminar al estudio del derecho"

1838: Actúa en el salón literario. Emigra
a Montevideo

1839: Ejerce el derecho y el periodismo, en varios
periódicos. Mantiene contacto con Lavalle en contra de
Rosas.

1840: Obtiene el título de abogado.

1843: Se embarca junto con Gutiérrez rumbo a
Europa.

1844: Regresa a América, primero a Río de
Janeiro y luego a Valparaíso donde se convierte en el mas
acreditado jurisconsulto de ese lugar.

1853: Se hace la Constitución Nacional.
Polémica con Sarmiento

1854: Urquiza lo designa representante
diplomático de la Confederación Nacional.

1855: Representa a la confederación ante
gobiernos europeos y los Estados Unidos.

1857: Se encuentra con Rosas en Londres.

1859: Obtiene el reconocimiento de nuestra
independencia por España.

1860: Se reorganizan los poderes en la República
y es separado del cargo.

1865: Comienza la guerra de la triple alianza contra
Paraguay.
Alberdi se opone y es acusado de traidor.

1874: Publica "palabras de un ausente" donde explica
los motivos de su alejamiento del país.

1878: Es elegido diputado por Tucumán al
congreso nacional.

1879: Regresa a la patria tras 40 años de
ausencia.

1880: Renuncia a su banca y regresa a
Europa.

1884: Muere en París.

CRONOLOGÍA ARGENTINA:

Reconquista de Buenos Aires.

·        
1808: Invasión napoleónica a
España.

·        
1809: Llega el Virrey Cisneros, nombrado por la Junta
Central de Sevilla.

·        
1810: En marzo se convoca a un Cabildo Abierto que
resuelve la formación de la 1º Junta.

El 18-12 se incorporan los diputados del interior y se forma
la Junta Grande.

·        
1811: 1º Triunvirato: Paso, Chiclana y Sarratea.

·        
1812: 2º Triunvirato: Paso, Rodríguez
Peña y Álvarez Jonte.

Llegan Zapiola, San Martín y Alvear. Formación
de la Logia Lautaro.

·        
1813: Asamblea del Año ´13.

·        
1814: Posadas es designado Director Supremo.

·        
1815: Alvear es designado Director Supremo.

·        
1816: 09-07: Declaración de la Independencia.

Pueyrredón es designado Director Supremo.

·        
1819: Rondeau es designado Director Supremo.

Constitución de 1819.

·        
1820: Batalla de Cepeda: caudillos del Litoral VS Buenos
Aires.

Comienza el periodo de anarquía.

·        
1822: Tratado del Cuadrilátero: paz y amistad entre
Buenos Aires, Entre Ríos y Corrientes.

·        
1824: Se convoca un Congreso en Buenos Aires.

Se aprueba la Ley Fundamental.

·        
1825: En el Congreso de Florida, la Banda Oriental se
pronuncia por la unidad con  Argentina.

Comienza la Guerra con el Brasil.

·        
1826: Constitución de 1826 (unitaria), que no es
ratificada por las provincias.

Se firma la Ley de Capital y la Ley de Presidencia. Rivadavia
es designado   presidente.

·        
1827: Frente a la renuncia de Rivadavia vuelve a caer el
poder central. Nueva guerra civil.

Dorrego es elegido gobernador en Buenos Aires.

Se firma la paz con Brasil.

·        
1828: Golpe unitario del General Lavalle.

Asesinato de Dorrego.

·        
1829: Lavalle acuerda con Rosas en los Pactos de
Cañuelas y Barracas.     

1829-1832: Rosas es designado gobernador de Buenos Aires.

·        
1831: El General Paz, que había logrado armar una
"Liga Unitaria" en el interior, es   tomado
prisionero.

Se firma el Pacto Federal.

·        
1832: Rosas se niega a continuar en el gobierno sin las
"facultades extraordinarias".

·        
1833: 1833-1835: se suceden los gobiernos de Balcarce,
Viamonte y Maza.

·        
1835: 1835-1852: 2º gobierno de Rosas.

·        
1837: Guerra con la Confederación
Peruano-Boliviana.

·        
1838: Bloqueo francés en el Río de la Plata.
Se resuelve con el Tratado Arana-Makeau.

·        
1839: Intervención en Uruguay por conflicto entre
Rivera y Oribe.

·        
1845: 1845-1850: Bloqueo Anglo-francés.

Combate de Vuelta de Obligado. Día de la Soberanía Nacional.

·        
1852: Batalla de Caseros: Urquiza vence a Rosas.

Se convoca un Congreso General Constituyente.

Buenos Aires se separa de la Confederación.

·        
1853: Constitución del ´53, no es reconocida
por Buenos Aires.

·        
1859: Se desata la guerra entre Buenos Aires y la
Confederación.

·        
1860: Pacto de San José de Flores.

Derqui asume la presidencia.

·        
1862: Batalla de Pavón. Nuevos conflictos en
el interior vuelven a enfrentar a Buenos Aires y la
Confederación.

·        
1865: 1865-1869: Guerra del Paraguay. Solano López
invade Brasil y Argentina.

Se firma el Tratado de la Triple Alianza entre Argentina,
Brasil y Uruguay.

·        
1867: Estalla una epidemia de cólera
en Buenos Aires.

·        
1868: 1868-1874: Presidencia de Domingo F. Sarmiento.

·        
1869: Los aliados entran en Asunción del
Paraguay.

1º guerra jordanista.

·        
1870: Empieza la construcción de ferrocarriles.

Urquiza es asesinado en el Palacio de San José.

·        
1871: Epidemia de fiebre amarilla.

·        
1873: 2º guerra jordanista.

·        
1874: 1874-1880: Presidencia de Nicolás
Avellaneda.

Comienza un periodo de crisis
económica.

·        
1876: Ley de Inmigración y Colonización.

Con esta inmigración también penetran ideas
socialistas y anarquistas.

·        
1878: Roca presenta su plan para la
"Conquista del
Desierto", siendo un importante antecedente las "zanjas de
Alsina"

·        
1880: 1880-1886: Presidencia de Julio A. Roca.

·        
1884: Se sanciona la Ley de Matrimonio Civil,
en plena disputa entre católicos y liberales.

·        
1886: 1886-1890: Presidencia de Miguel Juárez
Célman.

·        
1889: La Unión Cívica de la Juventud realiza
un gran acto público para presentarse.

·        
1890: 1890-1892: Carlos Pellegrini finaliza la presidencia
de M. Juárez Célman.

·        
1892: 1892-1895: Presidencia de Luis Sáenz
Peña.

·        
1895: 1895-1898: José E. Uriburu finaliza la
presidencia de L. Sáenz Peña.

·        
1898: 1898-1904: 2º presidencia de Julio A. Roca.

·        
1904: 1904-1906: Presidencia de Manuel Quintana.

·        
1906: 1906-1910: José Figueroa Alcorta finaliza la
presidencia de M. Quintana.

·        
1910: Centenario de la Revolución
de Mayo.

1910-1914: Presidencia de Roque Sáenz Peña.

·        
1912: Se sanciona la Ley Sáenz Peña.

·        
1914: 1914-1916: Victorino de la Plaza finaliza la
presidencia de R. Sáenz Pena.

1914-1918: 1º Guerra Mundial.
Argentina se mantiene neutral.

·        
1916: 1916-1922: Presidencia de Hipólito
Irigoyen.

·        
1922: 1922-1928: Presidencia de Marcelo T. De Alvear.

·        
1928: 1928-1930: 2º presidencia de Irigoyen.

·        
1929: Crisis económica.

·        
1930: Golpe de José F. Uriburu, influido por el
corporativismo.

Comienza la "década infame" y el "fraude
patriótico".

·        
1932: Asume el gobierno Agustín P. Justo.

·        
1938: 1938-1942: Asume el gobierno Roberto M. Ortiz.

·        
1939: 1939-1945: 2º Guerra Mundial. Argentina declara
la guerra al Eje al final del conflicto.

·        
1942: Ramón S.
Castillo finaliza el periodo de R. Ortiz.

·        
1943: Se produce un nuevo Golpe de Estado.
Pedro P. Ramírez asume el gobierno.

·        
1944: Eduardo Farell asume el gobierno, secundado por Juan
D. Perón.

Se rompen las relaciones diplomáticas con el Eje.

·        
1945: 17-10: un gran número de ciudadanos pide la
restitución de Perón en sus cargos.

Se declara la guerra al Eje.

·        
1946: 1946-1952: 1º Presidencia de Juan D.
Perón.

1º Plan Quinquenal.

·        
1949: Se promulga una nueva Constitución, que
permite la re-elección del Presidente.

·        
1952: 1952-1955: 2º Presidencia de Juan D.
Perón.

Muere Eva
Perón.

·        
1953: 2º Plan Quinquenal.

·        
1955: La "Revolución Libertadora". E. Lonardi asume
la presidencia. Perón se exilia.

Pedro E. Aramburu hace un nuevo golpe y asume el gobierno.

·        
1956: Violentamente se reprimen focos peronistas. El
partido queda proscrito.

Una Asamblea Constituyente vuelve a la Constitución de
1853.

·        
1958: 1958-1962: Arturo Frondizi gana las elecciones con
la ayuda del peronismo.

·        
1961: Alianza para el Progreso, de John F. Kennedy.

·        
1962: A. Frondizi es obligado a renunciar. José
Maria Guido finaliza su mandado.

·        
1963: 1963-1966: Presidencia de Arturo U. Illia.

·        
1966: Nuevo Golpe de Estado pone en el gobierno a Juan
Carlos Ongania.

Se produce el episodio conocido como la "Noche de los Bastones
Largos".

·        
1970: Ongania es derrocado y asume la presidencia Roberto
M Levingston.

·        
1971: Levingston es derrocado y sucedido por Alejandro A.
Lanusse.

1971-1973: Gobierno de Lanusse.

·        
1973: Lanusse permite nuevos partidos y llama a
elecciones.

Héctor José Cámpora asume la presidencia.
Cede el poder a Juan D. Perón.

·        
1974: Perón fallece. Es sucedido por su 2º
esposa: Isabel Martínez de Perón.

Isabel se demostró débil en el poder. Grupos de
izquierda y derecha chocaban constantemente.

·        
1976: 24/03: una Junta Militar realiza un nuevo Golpe.

1976-1981: Jorge Rafael Videla asume la presidencia.

·        
1977: La Comisión Argentina de Derechos Humanos
denuncio ante la ONU al
régimen militar.

·        
1981: Roberto Viola sucede a Jorge R. Videla.

Leopoldo Galtieri sucede a R. Viola en el gobierno.

·        
1982: Guerra de
Malvinas.

L. Galtieri es reemplazado por Reynaldo Benito Bignone, muy
desacreditado por la guerra.

·        
1983: Se convoca a elecciones: Raúl Alfonsín
es elegido presidente.

1983-1989: Presidencia de Raúl Alfonsín.

·        
1984: Tratado de paz y amistad Argentino-chileno.

·        
1985: Se presenta el Plan Austral como solución
frente a la inflación.

·        
1989: 1989-1999: Presidencia de Carlos S. Menem.

·        
1991: Indulto a las Fuerzas Armadas.

·        
1995: Tras reformar la constitución, Menem es
nuevamente elegido presidente.

1995-1999: 2º presidencia de Carlos S. Menem.

·        
1999: 1999-2001: Presidencia de Fernando de la
Rúa.

·        
2001: Ahogado por la situación política y
económica De la Rúa debe renunciar.

Crisis: se suceden las presidencias de Puerta,
Rodríguez Saa, Camaño y Duhalde.

2003: Asume la presidencia Néstor Kirchner.

SU
EXILIO

EXILIO MONTEVIDEANO

Cuando Alberdi se aproximaba a Montevideo, un 25 de noviembre,
el llegaba a una ciudad pujante y rica gracias al bloqueo
francés a Buenos Aires. Allí los exiliados se
reunían en los cafés para comentar las noticias que
llegaban de Buenos  Aires, los argentinos que estaban
ahí se dividían en dos bandos. Los unitarios los
cuales se decía que eran arrogantes, con ideas fijas y
desdeñosos y el segundo bando lo conformaban los federales
que habían sido expulsados en 1835. Pero mas allá
de estar separados, estaban unidos por el odio a Rosas.

Durante los primeros cuatro meses de su exilio, Alberdi
redactaba sobre política exterior, principalmente sobre la
cuestión francesa. Pero esto le llevaba solamente unas
pocas horas por la mañana, y el resto del día se
dedicaba a moverse entre los círculos conspiradores
tratando de organizar el derrocamiento de Rosas.

Desde la redacción de su diario, inició una
campaña para transformar el pensamiento de los emigrados,
postulando al general Lavalle como líder
de un ejército que los liberase del gobernador de Buenos
Aires. También aseguraba sobre la necesidad de aliarse con
Francia para estos fines, ya que estaban unidos a Francia por el
mismo principio de igualdad y
libertad. Pero en ese momento Lavalle ya estaba retirado de sus
aspiraciones políticas, vivía pacíficamente
en su estancia. Es por ello que Juan Bautista debió
perseverar, mandar numerosas cartas para convencerlo y lograr que
arribe a Montevideo a preparar un ejército.

Las cosas así, Alberdi renuncia al diario El Nacional y
funda La Revista del
Plata, mientras que Lavalle ultima detalles y ayudado por la
flota francesa zarpa desde Martín García. En Buenos
Aires algunos jefes del ejército se habían
comprometido a pronunciarse contra Rosas al llegar de Lavalle.
Pero éste equivocó el plan y desembarcó en
Entre Ríos, cosa fatal para los conspiradores.

Alberdi sufrió una gran depresión
por esto, pero se fue recuperando lentamente, mientras apresuraba
los trámites para ser habilitado como abogado.

Lavalle ya en Buenos Aires esperó en vano que sus
habitantes se levantaran en contra de Rosas y se replegó
al Norte,  y luego de varias batallas perdidas murió
en Jujuy en 1841, cuando los franceses ya habían firmado
la paz con Buenos Aires y habían levantado el bloqueo.

De a poco comienza a ganar fama como abogado y conoce a una
mujer muy
importante en su vida, Lastenia Vidal. Pero su obsesión
por derrocar a Rosas no decaía. Es entonces cuando
dolorido por su inacción decidió junto con Juan
María Gutierrez emprender un viaje a Europa, el cual
logró el 2 de abril de 1843.

SU EXPERIENCIA EUROPEA

Ya en Europa Alberdi se encontraba en casa de Manuel Guerrico.
Allí fue cuando conoció a San Martín.
Decía Juan Bautista que la impresión que le
causó el general fue la de un hombre humilde y sencillo,
no denotaba la notoriedad que había tenido durante la
guerra de la Independencia de América.

A esa gran aventura se le sumó la de viajar por primera
vez en ferrocarril, símbolo del progreso según
diría luego en el diario que llevaba consigo para anotar
todas sus vivencias en el viejo continente.

En sus primeras semanas allí, se dedicó a
conocer lugares a los cuales siempre había querido ir, no
dejando de sorprenderse con el pasar de uno a otro. Pero luego
tendría que detener su intenso viaje, cuando debió
guardar cama a raíz de un malestar gástrico. A
pesar de ser bien atendido por sus amigos, al sentirse enfermo
comenzaron las nostalgias por su patria. Un obligado rechazo a la
invitación de San Martín a cenar en su casa,
intensifico aún más una depresión muy fuerte
en él.

Llego el frío y Alberdi ya estaba decidido a volver a
América. Su visión sobre Europa comenzó a
cambiar, decía que los americanos le daban más
valor del que
se merecía.

Entonces llegó al puerto de El Havre para tomar su
buque hasta América, pero el lugar le pareció
austero y triste, el clima no ayudaba, hacía mucho
frío y debía esperar unas semanas hasta la
partida.

Estaba acosado por las dudas, sabía que su pasaje
terminaba en Río de Janeiro, pero no sabía que iba
a hacer una vez que llegue ahí, si irse a Montevideo,
partir a Chile, quedarse en Río. El futuro era un
interrogante para él.

Llegado a Río, la ciudad le pareció triste y
pobre, le molestaron los centenares de esclavos que tenía
cada familia.
Visitó a Rivadavia, sin respuesta alguna. Finalmente supo
de un ofrecimiento para ir a Valparaíso y como estaba a
disgusto allí decidió emprender viaje.

Recién llegado a Valparaíso se le
presentó la oportunidad de ejercer en su profesión
de abogado, saliendo en defensa del diario El Mercurio.

Fue colaborador del periódico
El Mercurio. Se licenció en la , regida en ese entonces por

Andrés Bello
, en la que presentó la tesis
Memoria sobre la conveniencia y el objeto de un Congreso
Organizador Americano
(1844). De 1846 es la
Biografía del General D. Manuel Bulnes,
presidente de la República de Chile
. Se vinculó
con
Domingo Faustino Sarmiento
, con quien tuvo su primer
conflicto al instarle a abandonar la ortografía y las modificaciones
gramaticales que éste había propuesto. En el ensayo
Acerca de la acción de la Europa en América
desarrolló sus ideas sobre la necesidad de una
política inmigratoria, pensando en las razas europeas
más avanzadas. En 1847 escribió La
República Argentina
, treinta y siete años
después de su Revolución de Mayo
(1847).

Allí en Chile, Alberdi encontró, junto a otros
como Mitre y Sarmiento la libertad que no tenían en su
patria. El presidente y su ministro los protegían y los
nombraron en distintos cargos, entre los cuales a Alberdi se lo
designó secretario de la Intendencia de Concepción,
cargo que aceptó porque sus fondos estaban exhaustos.

DE NUEVO EN EUROPA

LAS GESTIONES DE ALBERDI EN MADRID

En materia de inmigración tenia un
criterio selectivo prefería la inmigración
anglosajona.

       

Justo José de Urquiza

Encomendado por Urquiza, Alberdi viajó a Europa en
misión
diplomática, su cometido era evitar que las naciones
europeas reconocieran a Buenos Aires como nación
independiente.                                                                  

.         
Convencido por la creencia de las ventajas mutuas que
reportaría el futuro acuerdo, quiso Alberdi eliminar
todo riesgo de
postergación -que implicaba la posibilidad de ventajas
para el gobierno porteño- y debido a ello el enviado
argentino cometió el error más grande de su
trayectoria
pública.                                

. En cuanto al espinoso tema de la deuda del Virreinato,
Alberdi la limitaría al territorio argentino,
excluyendo Bolivia,
Paraguay y Montevideo sin fijar término. En cuanto al
punto planteado por la corte de Madrid respecto de la
nacionalidad española para los nacidos
en territorio de la Confederación, Alberdi
contó con el rechazo unánime de la
opinión rioplatense -como lo advertían
acertadamente todos los peninsulares destacados en el Plata,
aunque su opinión no pesara demasiado en la corte
española-. Para Alberdi era de importancia secundaria
comparada con su obsesión de lograr la adhesión
de España y obtener el reconocimiento de esta
nación ganando de mano a la desafiante Buenos Aires.
La idea fija de Alberdi, producto de las interminables luchas
civiles, era lograr la unidad nacional a cualquier costo.                                                                                                                     

Esta convicción alberdiana y la necesidad de
obtener el reconocimiento español como instrumento de
lucha en la guerra sostenida contra el gobierno de Buenos
Aires quedó evidenciada en sus propias anotaciones de
viaje, que decían al respecto: 

        
¿No se ha decidido no imponer nuestra ciudadanía a nadie? ¿No es libre
el argentino de hacerse ciudadano ruso?   Es una
pregunta que planteamos a la clase.-                         
.

          Por
otra parte, el hecho es más fuerte que la
ficción. La tierra de cada hombre es la de su
nacimiento. Que nazcan españoles en el Plata
¿qué importa? A su vez cada uno verá su
25 de Mayo. Después, si España fuese Inglaterra
o Francia… pero ¿quién dejaría la
ciudadanía de su país en formación, por
la de un país que se disuelve?

Población es lo que más importa, sea de
ciudadanos, de vecinos o de extranjeros.

Dispuesto a lograr su objetivo,
el 2 de febrero de 1857 Alberdi elevó al entonces
ministro de asuntos exteriores del gobierno español,
marqués Pedro José Pidal, un Memorándum
sobre el estado político de cosas de la
República Argentina con respecto a España, y
sobre los medios de
regularizar y estrechar las relaciones de amistad, de
comercio y
de navegación entre ambos
países.                                                                          

En dicho memo, Alberdi se esforzó por convencer a
las autoridades españolas de las ventajas que
acarrearía a éstas la firma de dos tratados
con el gobierno de la Confederación, uno de paz y otro
de reconocimiento. "Por el primero, España renuncia al
territorio de la República Argentina que fue colonia;
por el segundo, lo recupera como mercado
libre: al mismo tiempo que lo renuncia para su gobierno lo
adquiere otra vez para su comercio". El documento indicaba
como pilar del tratado el reconocimiento de la independencia
argentina y la integridad de su territorio, y por parte del
gobierno de la Confederación Argentina el compromiso
de abonar las deudas procedentes de secuestros y de
Tesorería del antiguo Virreinato del Río de la
Plata, con exclusión de Bolivia, Paraguay y Uruguay,
tal como se había declarado por leyes de 1821
y 1826. Finalmente, el memorándum señalaba las
ventajas para el gobierno español de sostener la
autoridad del gobierno de Paraná, para fortalecerlo
frente a apetencias extranjeras y demostrar la legitimidad de
la unión nacional frente a los desafíos del
gobierno porteño. 

Los dos tratados -de paz y consular- fueron firmados el 29
de abril de 1857. Bajo la convicción de que la
Confederación Argentina debía poblarse para
promover su adelanto, y asegurar la integridad territorial
mediante la declaración contenida
implícitamente en dichos tratados -que Buenos Aires
componía la República Argentina, tal como lo
establecía el explicitado artículo 34 de su
Constitución-, Alberdi concedió lo que
ningún rioplatense estaba dispuesto a ceder al
gobierno español. Los artículos principales de
estos polémicos tratados obtenidos por Alberdi
decían:

Artículo 4º) La República Argentina,
considerando que es justo y natural que suceda a la Corona de
España en las cargas y deberes, así como le
sucede en los derechos y privilegios inherentes al Gobierno
de dicho país, reconoce solemnemente por el presente
tratado como deuda consolidada de la República, tan
privilegiada como la que más (en consonancia con lo
que ya estableció espontáneamente en sus
leyes), todas las deudas contraídas por el Gobierno
Español y sus autoridades, únicamente en las
antiguas Provincias de España que forman hoy o lleguen
a formar el territorio de la República
Argentina.                               
 

A esta deuda de la Nación Argentina corresponden
por consiguiente todos los créditos por pensiones, sueldos,
suministros, anticipos, fletes, empréstitos forzosos,
depósitos, contratas y cualesquiera otros, ya de
guerra, ya anteriores a ella, que pesasen sobre las
mencionadas Provincias, siempre que procedan de
órdenes directas del Gobierno Español o de sus
autoridades allí establecidas hasta la época en
que estas evacuaron completamente aquel
país. 

Artículo 8º) Los hijos de españoles
nacidos en el territorio de la República Argentina
seguirán la nacionalidad de su padre, durante la menor
edad. En saliendo de la patria
potestad, tendrán derecho a optar entre la
nacionalidad española y argentina.

Aquellos españoles que hubiesen residido en la
República Argentina y adoptado su nacionalidad,
podrán recobrar la suya primitiva, si así les
conviniere, para lo cual tendrán el plazo de un
año los presentes y de dos los ausentes. Pasado este
término, se entenderá definitivamente adoptada
la nacionalidad de la República.

La simple inscripción en la matrícula de
nacionales que deberá entregarse en las Legaciones y
Consulados de uno y otro Estado, será formalidad
suficiente para hacer constar la nacionalidad respectiva. Los
principios y las condiciones que establece este
artículo serán igualmente aplicables a los
ciudadanos argentinos y a sus hijos en los dominios
españoles.                               

La particular versión que el enviado porteño
Juan Thompson dio de las causas que movieron al gobierno
español a celebrar los tratados con el gobierno de la
Confederación Argentina a pesar de sus esfuerzos por
evitarlo fue vertida en una carta que Thompson envió
al ministro de gobierno del Estado de Buenos Aires Dalmacio
Vélez Sársfield, el 5 de mayo de
1857:                             

Tanto los sucesos de México como la intervención
directa de los Gabinetes de París y de Londres han
favorecido las gestiones del doctor Alberdi. Tengo motivos
para creer que el Gobierno Español estaba decidido a
aplazar todo pacto escrito hasta conocer la solución
de las cuestiones pendientes entre el Estado de Buenos Aires
y la Confederación. El propio doctor Alberdi
había casi perdido toda esperanza y pensaba
ausentarse, cuando súbitamente y con el mayor misterio
fue llamado para firmar el tratado de reconocimiento de la
independencia en la tarde del 28 del mes anterior. Harto
sabido es que las circunstancias especiales de España
constituyen a esta Nación en un satélite de
aquellos poderosos Gobiernos, y muy particularmente de la
voluntad del Emperador de los Franceses. A no mediar esta
circunstancia, es sabido que el Gabinete de Madrid, penetrado
cual estaba de la conveniencia de un aplazamiento, nada
hubiese firmado por ahora, sobre todo conociendo que sus
verdaderos intereses radican en Buenos Aires; y considerando
el asunto con la serenidad que su naturaleza
reclama, en nada perjudica a Buenos Aires la existencia de
aquel pacto, pues no habiendo concurrido a su
confección, claro es que quedan a salvo su libertad y
su
independencia.                                    

El 3 de junio de 1857, Alberdi se dirigió al
presidente Urquiza, mostrándole los logros de la
misión, aunque el diplomático de la
Confederación Argentina era consciente de que ese
éxito había sido obtenido al
costo de no observar las expresas instrucciones del gobierno
de Paraná. Respecto de la cuestión de la deuda
pendiente con la corte española, Alberdi explicaba a
Urquiza lo
siguiente:              

En Madrid hice registrar los expedientes que hubiese de
cobranzas pendientes: sólo se hallaron unos pocos, y
el más importante al parecer que se examinó,
era de valor de $ 2.000. Para el pago de lo que debemos (si
algo debemos aún) V.E. verá que no tenemos que
hacerlo en dinero,
sino en papeles o efectos de deuda
pública, o en tierras baldías. No debemos,
pues, tener apuros sobre este punto: otras Repúblicas
más pobres han aceptado esa misma obligación, y
la experiencia ha probado que nada o muy poco significaba en
sí. Por otra parte, la deuda de secuestros es
recíproca.

En cuanto a la de Tesorería, V.E. sabe que no les
dimos tiempo a los españoles a contraerla, porque en
un instante fueron depuestos, vencidos y echados de lo que es
hoy territorio argentino. En Bolivia y Montevideo, donde se
ensangrentó la guerra, dichas obligaciones ya no nos tocan; y esto
está estipulado en el tratado.

En cuanto a la cuestión de "ciudadanía",
ésta fue resuelta por Alberdi de acuerdo con el
artículo 20º de la Constitución de 1853,
que entre los derechos de los extranjeros establecía
el no verse obligado a admitir la ciudadanía
argentina, y de acuerdo al derecho
internacional que consagraba el ius sanguinis, con las
excepciones de Inglaterra y el Estado de Buenos Aires. No
obstante, el enviado de la Confederación Argentina
albergaba dudas acerca de la aceptación de los
resultados obtenidos

en Madrid por parte del gobierno de Paraná, tal
como se desprende de otros pasajes de su nota a
Urquiza.                                     

Como resultado de los tratados firmados por Alberdi en
Madrid, triunfaba pues el ius sanguinis. Era la primera vez
que un tratado rioplatense tomaba esta doctrina. Asimismo, la
proyección del ius sanguinis era prácticamente
infinita, puesto que por la claúsula de nación
más favorecida inserta en otros convenios
internacionales, inmediatamente otros países europeos
reclamarían idéntico privilegio al obtenido por
los españoles.     

La doble obsesión de Alberdi de poblar el vasto y
casi desierto territorio de la Confederación y de
captar las corrientes de población hacia territorio
confederado en vez de que éstas pasaran por Buenos
Aires, llevó al autor de las Bases a buscar el
reconocimiento español a este precio. A
su vez, las polémicas gestiones de Alberdi dieron a
las autoridades porteñas un nuevo argumento en su
lucha contra el gobierno de Paraná.

Señalaba Alberdi en su carta:
    

He firmado, Señor, estos tratados como todos los
actos de mi vida pública, sin temor, sin
interés, sin vanidad, con la convicción
tranquila de que hacía un bien a la República.
Creo que es una alta gloria y una grande ventaja
política para nosotros el que la Confederación
sea reconocida y considerada por España como
idéntica a la República Argentina que desde
1810 tomó el lugar del Virreinato de Buenos Aires o
del Plata.

Con todo, si V.E. cree no deberlos ratificar, mi amor
propio no se lastimará en lo mínimo porque V.E.
tenga una opinión suya, así como yo he tenido
la mía, formada en nuestras instituciones e intereses
públicos y en mis instrucciones oficiales.

Salvo un breve periodo entre 1879 y 1880, Alberdi
permaneció en el exilio europeo sin dejar por ello de
escribir sobre lo que consideraba su sistema de pensamiento y
de fustigar las traiciones de los liberales en el poder. En
1874 escribió las Palabras de un ausente en que
explica a sus amigos del Plata los motivos de su
alejamiento
. Ese mismo año fue nombrado miembro
correspondiente de la
Real Academia Española
. En el artículo
titulado De los destinos de la lengua
castellana en la América antes española
,
cuestionó la pretensión colonial de
España, visible en las academias instaladas en los
diversos países de América: "las lenguas no
son obra de las Academias; nacen y se forman en la boca del
pueblo, de donde reciben el nombre de lengua, que
llevan".

Partes: 1, 2, 3
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