- Introducción
- El hombre
caído - Primera
actitud ante
la persona
caída - Un
samaritano - El
proceso de
la solidaridad - Apéndice
INTRODUCCIÓN
El egoísmo provocado por radicalismos religiosos es una
enfermedad mortal. En muchos casos la religión provoca
individualismo en sus miembros, cuando defienden su verdad a capa
y espada. Nadie está dispuesto a retroceder ante una
verdad aprendida en su grupo
religioso. ¡Qué contradicción! La fe promueve
la unidad, pero los hombres, desde su identidad
religiosa, hacen de la fe un motivo para estar divididos. Incluso
se fundamenta la lucha más cruel y violenta en nombre de
Dios.
La primera condición de la unidad es la concordia, es
decir, tener un mismo corazón
para sentir el dolor ajeno como propio. Para sentir en
común, no individualmente. Somos fuertes frente a las
desgracias de los demás, débiles ante las propias.
Necesitamos reencontrar el sentido de la solidaridad que
brota de la propuesta de Dios. Necesitamos revisar y reorientar
la vida de fe y las verdades que defendemos. Necesitamos acercar
el mensaje de Dios y hacerlo accesible al nivel de nuestras
vidas, de nuestra cotidianidad. Debemos sintonizar con lo
más auténtico del querer de Dios para ser sus
discípulos, sus amigos, sus hijos, sus hermanos.
Debemos ser valientes cuando vemos que nuestros esquemas
mentales se estrellan con lo nuevo y atrayente, capaz de sacudir
los fundamentos, y mover de la indiferencia.
Alegrémonos porque se abre ante nosotros una gran
posibilidad: oxigenar la vida de fe, revitalizar los criterios
envejecidos, transformar la existencia, sintonizar con la
armonía de Dios.
Este libro se
escribe para hombres y mujeres de fe, no importa la
religión que profesen, si creen o no en Dios. Porque la fe
es un elemento antropológico, constitutivo de todo
ser humano. Fe es toque de Dios en el interior del hombre, que lo
orienta al bien, a la búsqueda del bienestar personal y
común, a la felicidad, a la justicia, a la
solidaridad, a la tenacidad, al compartir, a la sinceridad, a la
verdad, a la transparencia, a la honestidad, a la
paz, a la fidelidad, al respeto, a la
cordialidad, a la tolerancia, a la
cooperación, al amor, a la
moderación, al equilibrio, a
la responsabilidad… Toda persona que haga suyo
uno de estos valores se
mueve en el ámbito de la fe, conciente o
inconcientemente.
Una persona de fe no necesariamente es la que se vincula a un
grupo religioso, así como tampoco, quien profese una
religión sea una persona de fe. Muchos de los que
pretenden estar cerca de Dios se encuentran lejos, y muchos
considerados alejados de Dios, están en sintonía
con él.
Este libro está escrito para quien anhele encontrar el
sentido de la solidaridad desde el proceder de Dios expresado en
la revelación Bíblica. Está dedicado a los
grupos
humanos, organizaciones de
iglesia,
organizaciones barriales y comunitarias, líderes
religiosos y sociales; especialmente a los jóvenes que
sueñan con un nuevo orden de cosas más orientadas a
la cooperación, al trabajo en
común, al unir manos, cabeza y corazón en un
único objetivo: el
bien de las personas necesitadas, la felicidad de servir.
Este libro está hecho para los que tienen deseos de
compartir pero no encuentran los mecanismos; para aquellos que ya
lo están haciendo y no entienden el porqué.
Dejo en sus manos estar reflexiones cuyas raíces se
remontan a los deseos más auténticos de Dios como
proyecto
concebido para que sus hijos realicen la existencia de un modo
significativo.
Con este libro quiero sembrar la semilla de la solidaridad
desde una plataforma de reflexión con profundo compromiso
social y capacidad para mirar la realidad con sentido
crítico; con el único objetivo de contribuir en la
construcción de una sociedad
más sensible ante el dolor y la necesidad de los
otros.
El relato Bíblico marcará la pauta en la
reflexión, sin embargo el producto
logrado es estrictamente de carácter social. En este sentido pretendo
mostrar las implicaciones prácticas, en términos de
acciones y
opciones, que se encuentran en los textos Bíblicos.
Jesús Arturo Figueroa Q.
INSPIRADO EN
EL TEXTO
BÍBLICO:
Lucas. 10,30-37.
"Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y
cayó en manos de salteadores, que, después de
despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio
muerto.
Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al
verle, dio un rodeo.
De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio
y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó
junto a él, y al verle tuvo compasión; y,
acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas
aceite y vino;
y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó
a una posada y cuidó de él. Al día
siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo:
Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré
cuando vuelva"
EL HOMBRE
CAÍDO
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