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María, de Jorge Isaacs (página 2)



Partes: 1, 2

Muere absolutamente desilusionado, víctima de sus
fracasos políticos y sin conseguir ninguna
retribución económica por habernos legado una de
las obras más famosas de la literatura
latinoamericana.

Europa y Latinoamérica, raíz y
fruto

 El primer romanticismo
conservó el ideal de la belleza física y otros
elementos de la máquina erótica, pero asentó
las implicaciones trágicas, los arrebatos pasionales, los
desenlaces necrológicos (el suicidio de
Werther, por ejemplo) y toda una semiótica: suspiros, desmayos, rostros
lánguidos, enfermedades incurables,
búsquedas bizantinas del ser querido,
etcétera.  El segundo romanticismo reaccionó
contra los excesos, pero dejó inconmovibles las bases del
ideal, a las que adicionó, un cierto reverdecer
místico, la vastedad y la pureza cercanas al modelo
mariano.

Eduardo López  Morales.

Aunque los románticos latinoamericanos 
habían bebido  de su homólogo europeo, su
pensamiento se
fue trasformando de acuerdo con la realidad continental que,
tanto en el plano práctico como en el espiritual,
configuraba el nacimiento de de la identidad
americana.

Por otro lado no debe olvidarse el inmenso atraso de los
países latinoamericanos. Mientras el romántico
europeo respondía frente a una sociedad de
gran auge económico, el romántico de
Latinoamérica aceptaba  la responsabilidad sobre su propia tierra,
atrasada e ignorante. El hombre
americano, concreto, no
huye de esa realidad sino al contrario: la enfrenta, toma
conciencia.

Los temas tenían que ser otros. Mientras en Europa,
registraba la sacudida de los vaivenes de la bolsa y auspiciaba
la fuga hacia un feudalismo
idealizado por el arte y la
literatura, en
América
la literatura absorbía los temas candentes: La esclavitud, los
problemas del
indígena, la violencia
caudillista, las pugnas entre los partidos
políticos, los rezagos sociales y económicos,
intentos en última instancia de aproximación a las
contradicciones nacientes de una sociedad capitalista. Aunque se
mantuvieron rasgos comunes  como: la promoción de la naturaleza, el
nacionalismo y
el anticlericalismo por solo citar algunos.

Benedetto Croce hace un estudio sobre el siglo XIX europeo,
tipificando al romanticismo. A uno, lo llama
«especulativo» fundado sobre la crítica
del academicismo literario, define al otro como
«romanticismo moral»,
el romanticismo con enfermedad, el mal del siglo. El primero
cabría ser precisado con el liberalismo en
la literatura, el segundo con una proyección morbosa del
fenómeno artístico; este desborde del romanticismo
moral esta emparejado con el decadentismo. El sentimiento
romántico latinoamericano, no solo por tardío, sino
por sus coyunturas históricas, interpretó a su modo
la transición entre los conceptos heredados que se
desmoronaban y la presencia de los numerosos ideales liberales,
traducidos en términos muy precisos de oposición a
la metrópolis, necesidad de confirmar el surgimiento de
la
república, el futuro democrático, el ascenso de
la burguesía, y más cercano a la propuesta de Croce
sobre el primer tipo de romanticismo.

En Latinoamérica, el mal del siglo no extremó en
la narrativa ninguno de los caracteres. Si en la lírica se
descubría con frecuencia ese hastío por la
existencia finita, en el género
novelístico – incluso en obras propiamente
románticas como María- no se presenta el cansancio
de vivir, sino al contrario, una vitalidad exaltada, una fe en el
porvenir. Lo dicho no excluye la presencia de sufrimientos que
arrastran a los personajes.

Sintéticamente José Antonio Portuondo, resume
esta tendencia latinoamericana del siglo XIX diciendo:

La novela
hispanoamericana se ha nutrido de principalmente de la realidad
social. Nació en 1816 con El Periquillo Sarmiento, para
remendar las costumbres de un pueblo recién nacido en la
libertad.
La novela
romántica fue siempre panfleto literario: la Cecilia
Valdés de Cirilo Villaverde, contra la sociedad
esclavista; la Amalia de Mármol, contra la tiranía
de rosas. Se
dará el caso en que la novela, biográfica, ensayo y
panfleto se integran en un solo impulso violentamente
magnífico que engendra el Facundo de Sarmiento, rebelde a
todo encasillamiento preceptista. La María de Isaacs que
aparece muy tarde, en 1867, es la excepción en el
apasionado panfletismo
romántico.[1]

Capítulo II

María, desde
una
óptica
literaria-narratológica

La novela objeto de estudio, más que una novela, es un
poema en prosa o una novela escrita en una prosa plenamente
poética; muestra
intrínsecamente que no se trata solo de retórica
metafórica cuando Felde la ha clasificado como «la
flor más pura e inmarcesible del romanticismo
hispanoamericano; sin historia, sin política, sin
filosofías; sin nada más que el simple patetismo
del sentimiento y la pintura simple
de la naturaleza y del ambiente
humano; la esencia de su estilo».

Puede considerarse la obra cumbre de la literatura colombiana
romántica, es ejemplo y orgullo que enaltece a las letras
colombianas desde el siglo XIX, ha sido traducida a más de
15 idiomas y se han realizado numerosas ediciones de la obra, lo
que confirma su importancia capital para
la intelectualidad colombiana.

El título de la obra es más que corto o simple,
sugerente; este nombre femenino antiguo, que a la vez evoca
dolor, sufrimiento y hasta amor, encarna
perfectamente el contenido de la obra, donde además 
el personaje masculino, gira alrededor de una mujer
frágil, amorosa y bella que lo seduce.  El
título en su integridad connota soledad existencial, no
conclusión del objetivo
amoroso.

La novela, basada en experiencias autobiográficas,
tiene un tono elegíaco, y narra la historia de los amores
trágicos de María y su primo Efraín, en el
valle del Cauca. Pero la leyenda es que en realidad María
vivió y su verdadero  nombre era María
Mercedes Cabal; esta historia constituirá el asunto de la
obra literaria.

En maría no se vislumbran los problemas de la
época. Escrita en 1860 cuando todo lo que se
escribía estaba en función de
la política y todos los autores se defendían
abiertamente, María no denuncia nada, no desenmascara
nada, no se subleva contra nada; su indiferencia política
es evidente. Es un libro
políticamente neutro.

Encontramos en la novela, según Mejía Duque, la
exaltación del papel de la mujer frente a
los valores,
saberes y haceres del hombre, que
según él, se debe a que aún el mercantilismo
en esta sociedad pre-industrial no había envilecido las
relaciones interhumanas hasta donde se llegaría más
tarde cuando la mujer se convirtió en mercancía de
la sociedad de consumo, o
sea, que aunque se ve a la mujer como un objeto propio del lugar
y para realizar determinadas labores, todavía su
subestimación no ha llegado al grado que posteriormente
alcanza.

La obra se ha relacionado con Chateaubriand, pero puede
encontrarse también en ella un sentimiento ominoso de la
existencia que recuerda a Edgar  Allan  Poe. La novela
se destaca por el sentimiento del paisaje, así como por la
calidad
artística de su prosa. Puede considerarse precursora de la
novela criollista de las décadas de 1920 y 1930.

Argumento literario

La historia trata de dos primos que se enamoran desde muy
pequeños, Efraín y María. A la muerte de
su madre fue adoptada solo con tres años por sus
tíos, los cuales son padres de Efraín. Este se va a
estudiar en el colegio de Bogotá a la edad de 14
años, y regresa 6 años después,
dándose cuenta de que su amor es más fuerte entre
ambos. En su estancia pasan muchos momentos juntos. María
empieza entonces a presentar síntomas de la misma
enfermedad que hizo fallecer a su madre muy joven, epilepsia;
así que los padres de Efraín al darse cuenta del
sufrimiento de su hijo por María, hablan con él y
le comentan los riesgos de la
enfermedad y del sufrimiento que les esperaría a ambos
jóvenes. Su padre lo induce a estudiar 5 años en
Europa, asegurándole que al regresar, si continúa
enamorado de ella, dará su consentimiento para que se
casen. Ambos se separan; en la ausencia de Efraín,
María empeora su estado de
salud. En su
agonía pide verlo, por lo que este decide viajar desde
Londres hasta Cauca. María guarda sus trenzas y las
cartas de
Efraín, y pide a Emma que se las entregue;  pero
muere antes del regreso de su amor. Efraín, al ver que
María ha fallecido y que su viaje fue en balde, permanece
unos meses en la casa, recorriendo todos los lugares que fueron
testigos de su amor y reviviendo esos momentos inolvidables. Al
no resistir tanta tristeza, prefiere alejarse de la huerta y la
casa: testigos pretéritos de su idilio.

Tema y subtemas

El tema de "María" es: el amor puro,
el primer amor no consumado, aunque circundan otros subtemas como
son: la nostalgia producida por la muerte como
separación del objeto amado, el recuerdo, la autoridad
patriarcal, la esclavitud,  el costumbrismo y la
naturaleza.

El amor

"María"  es un ingenuo, romántico y
sentimental idilio que ha sido comparado con "Pablo y Virginia"
de J. H. Bernardin de Saint Fierre (obra donde el autor
francés trabaja el exotismo paisajístico y el
sentimentalismo), y con "Átala" de Chateaubriand, serie
también de relatos exóticos, como hubiera podido
serlo, en cierto modo, la novela pastoril "Dafnis y Cloe"
 del sofista griego Longo; sin embargo, no es
imitación servil de nadie, sino espontáneo y
sentido recuerdo de un primer amor transparente, ideal en el
más alto grado de romanticismo. Pero lo anterior no
excluye cierto sensualismo, algo de fetichismo, muy delicado y
cándido por parte de Efraín quien se extasía
en más de una ocasión besando y observando las
prendas de la muchacha.

No duda en hacer elogios muy detenidos del cuerpo de ella. Sus
codos, la blancura de sus brazos, su cuello y sus manos, los pies
desnudos que la joven pretende cubrir en actos púdicos,
son materia de
largas descripciones que obviamente nos indican pasión
velada con delicadeza de palabras respetuosas.

Este amor es eterno pues cubre la totalidad de la vida del
personaje que narra y se ha inmortalizado en las páginas
de la novela de Isaacs, y al mismo tiempo
trágico, funesto, irrealizado. En "María"
encontramos el amor que aguarda, la paciencia pura, la
resignación que jamás es vencida y que, al
contrario, se acrecienta con los obstáculos. Es el amor
que destruye la materia antes que agotarse en sí mismo. En
ella el amor todo lo puede porque es espiritual. Aunque la novela
toca otros temas importantes, desde un comienzo entendemos que
este sentimiento ocupará la generalidad de la obra, porque
"María" sólo se puede concebir como símbolo
de amor. A lo largo de todo el texto, sus
actitudes,
pensamientos y conductas están a su servicio. No
hay un solo episodio donde nos encontremos con una María
diferente a la María-amor, y no hay un pasaje de amor en
donde no aparezca la imagen de
María como arquetipo, como modelo indicativo de lo que es
o debe ser un verdadero sentimiento amoroso, a pesar de que en
aquellos se halle el ideal de antemano. Ella es la
perfección, ella es amor.

El autor logra materializar sus sentimientos amorosos en el
parlamento de Efraín:

¡Primer amor! … Noble orgullo de sentirnos
amados: sacrificio dulce de todo lo que antes nos era caro a
favor de la mujer querida; felicidad que compraba para un
día con las lágrimas de toda una existencia,
recibiríamos como un don de Dios; perfume para todas las
obras del porvenir; luz inextinguible
del pasado; flor guardada en el alma y que no
es dado marchitar a los desengaños; único tesoro
que no puede arrebatarnos la envidia de los hombres; delirio
delicioso… inspiración del
cielo…¡María! ¡María!
¡Cuánto te amé! ¡Cuánto te
amara![2]

La muerte

Como es común en el romanticismo, el amor y la muerte
van unidos en una conjunción trágica. Desde el
comienzo de la novela, y aunque la muerte no haya sido
mencionada, se percibe cierta atmósfera densa,
cierta inclinación a lo desconocido, que nos anuncia
turbulencias y estados de ánimo agónicos. La simple
partida del chiquillo Efraín, fuera del seno familiar, no
hace más que presentarnos una especie de muerte a escala menor
(vacío). El hijo parte y el llanto invade un hogar. El
dolor reina y el hijo debe experimentar lo desconocido. A su
regreso todo parece brillar por la ilusión, pero no tardan
en aparecer signos
inequívocos de angustia. María se retira temprano a
su habitación porque le duele la cabeza; falta a la mesa
del comedor en un acto inusual en las costumbres de la
época, y su mano tiembla. Su primer ataque oscurece la
dicha y un ave negra que golpea la mejilla de Efraín, nos
hace perder toda esperanza contra lo fatal: es la alegoría
de la muerte que sonríe por primera vez y nos indica que
su atención se ha depositado en aquella
muchacha indefensa para no desviarse ya a ningún otro
lugar, porque es implacable y saborea con su rigor el
padecimiento de quienes se le oponen. Todo en adelante
será ilusorio para los personajes de la novela y para el
lector. El ave sigue apareciendo siempre con azotes de humor
negro y nos acompañará hasta el final de la
novela.

La esclavitud

Aunque muchos críticos han afirmado que la sociedad
plasmada en María es un mundo idealizado en que todos los
personajes son buenos y nobles, se puede cuestionar dicha
afirmación. Ante todo, nada de noble tiene una sociedad
que admite la institución abominable de la esclavitud.
Isaacs demuestra la preocupación del realismo al
censurar esta vulgaridad inhumana. Efraín pregunta a
Emigdio por qué un muchacho tiene el brazo mutilado; su
amigo contesta que lo había metido en el trapiche, y se
queja de la estupidez de los esclavos, y añade que ya el
joven no sirve más que para cuidar caballos. La simple
inclusión de este pasaje nos muestra que el autor se
aterra ante tal desconsideración. Pero la mayor protesta
contra la esclavitud la encontramos en el relato de Nay y Sinar;
el dolor de los desgraciados que se ven separados de sus
familias; los horrores de los buques que transportan los
esclavos, las propuestas depravadas que hacen algunos traficantes
a las negras más bonitas, etc. Es pues, un tanto
apresurado afirmar que la novela nos presenta una sociedad
idealizada. Sin embargo en el caso específico de la familia de
Efraín el trato se hace más humanizado. Aunque
poseen plantaciones y numerosos esclavos, mantienen con ellos
relaciones amistosas, son permisivos en diferentes cuestiones
(son padrinos en el casamiento, etc)

Costumbrismo y naturaleza

Aunque la ficción, en su esencia, constituye una novela
de personajes que proyectan sobre el lector sus sentimientos en
evocación psicológica, no debe obviarse la
significación orgánica de la naturaleza y el
costumbrismo, en tanto que no son meros elementos decorativos,
sino los vehículos estructurales donde cristaliza todo el
hálito romántico de la obra. De la interacción entre estos factores se produce
la presencia del fuerte sentimiento nacional, signo relevante de
estas generaciones románticas y que se deja apreciar en
estas fotografías costumbristas, en la conformación
de los diálogos, así como en la elaboración
de los personajes.

Isaacs, con respecto al movimiento en
Europa, tenía la ventaja de no estar obligado a imaginarse
una naturaleza que tenía al alcance de la mano. Si bien es
cierto que para él la naturaleza es:

[…] la más hermosa de las madres cuando el dolor se
ha posesionado de nuestra alma, y  la felicidad nos
acaricia, ella sonríe
[…][3]

Se trata de una naturaleza particular, americana, que toma sus
valores
propios.

La selva es descrita con todo vigor y precisión, dando
una visión técnica muy cercana a la
cinematografía. La naturaleza tropical se revela en esa
hermosa voracidad que después realzará José
Eustaquio Rivera (La vorágine) como monstruo
mítico-vegetal-animal y Alejo
Carpentier (Los pasos perdidos) como fuente creadora de
trascendencias totémicas y milagrosas, y que, desprovista
de implicaciones trágicas, será el personaje
genitor de García
Márquez, en tanto que mundo americano.

El río es agitado, dinámico:

[…] Las corrientes del río empezaban a luchar contra
nuestra embarcación […] atravesábamos la
corriente. Poco a poco fueron haciéndose densas las
nieblas. Del lado del mar nos llegaba el retumbo de una corriente
lejana […] Gruesas gotas de lluvia empezaron a caer
después […][4]

La vegetación es exuberante, majestuosa:

[…] la milpesos frondosa brindando en sus raíces el
delicioso fruto; la chontadura y la guante;
distinguiéndose entre todas la  chonta de flexible
tallo e inquieto plumaje […] las besucadas, de rojos festones;
las trepadoras, de frágiles y lindas flores […] El
naguare y el piáundele como reyes de la selva
[…][5]

Se presenta al hombre en su afán de dominar los
elementos naturales. Isaacs encuentra en la naturaleza la forma
idónea para ensanchar  los logros de su estilo,
llegando a anunciar el modernismo en
descripciones de exquisito valor plástico:

[…] Sobre los ropajes turquíes de las montañas
blanqueaban algunas nubes desgarradas, como chales de gasa
nívea que el viento hiciese ondear sobre la falda azul de
una odalisca, y la bóveda diáfana del cielo se
arqueaba sobre aquellas cumbres sin nombre, semejante a una urna
de cristal azulado incrustada de diamantes
[…][6]

Aunque en la mayoría de los románticos
fracasó el querer sumergirse en las raíces
populares, en las costumbres, en "María" hay asomos en
cuanto a las descripciones suavizadas de la vida patriarcal, en
la chagra de José, en la hacienda del padre de
Efraín y en la visión paternalista de los
esclavos:

[…] Los esclavos bien vestidos y contentos hasta donde es
posible estarlo en la servidumbre, eran sumisos y afectuosos para
con su amo. […][7]

[…] Las finas voces de los
negritos entonaban los bambucos con maestría tal […] los
versos que cantaban eran tan tiernamente sencillos, que el
más culto aficionado hubiera escuchado con éxtasis
aquella música semisalvaje
[…] [8]

Sin embargo a medida que avanza la novela el autor se va
despojando de tales esquemas. En el velorio  y entierro de
Feliciana ya la mirada hacia los esclavos ha cambiado: ahora no
se trata de «negritos» folclorizados, sino de seres
humanos inquietos por su destino social que los aparta de su
patria.

El elemento costumbrista fue un magnífico instrumento
deslindador de los grupos
sociales. Y el paternalismo utilizado por el autor, como nos
dice Abel E. Prieto se nos ofrece como cualidad que completa la
superioridad de la familia
principal. Cultura, buena
educación,
costumbres y modales "civilizados" son otros aspectos que usa el
autor, a través de la
personalidad de Efraín para describir con nitidez los
límites
de clase. Dentro
de esta valoración clasista se destaca la indiscutible
superioridad de Efraín y María, que representan al
poeta y a su ideal femenino, del cual se desprende la sensible
inclinación de la pareja hacia la poesía,
como se evidencia en la novela.

Subsistema de los personajes

María (personaje protagónico femenino) es la
novia de Efraín, hija de Salomón, judío de
Jamaica, que antes de morir la deja bajo el cuidado del padre del
protagonista. Al padecer la misma enfermedad que terminó
con la vida de su madre, ve que esta se recrudece por la ausencia
de Efraín. Pide a este que vuelva a su lado, pero sus
fuerzas se debilitan y su vida se agota antes de tener el remedio
de su presencia.

Efraín es joven, constituye el protagonista masculino,
se encuentra enamorado de María, y luego de comprometerse
en matrimonio con
ella a su regreso de Europa, ve frustradas sus ilusiones al
encontrar que ha fallecido en su ausencia.

El padre de Efraín es un bondadoso hacendado del Valle
del Cauca, en cuya casa permanece María bajo su cuidado.
Es quien dispone el viaje de su hijo a Europa para continuar sus
estudios de medicina, pero
lamentablemente esta es la razón por la cual se
intensifica la enfermedad que lleva a María a una muerte
temprana. Representa el mandato en una sociedad patriarcal.

La madre de Efraín, buena mujer, es la típica
esposa tradicional de carácter sumiso, cuya presencia en la
novela es símbolo de prudencia y buen consejo en los
momentos adversos.

Emma es la hermana de Efraín y confidente de los
enamorados, siempre dispuesta a crearles momentos propicios y a
servirles de consuelo en las dificultades.

Además de los progenitores y Emma, entre los personajes
secundarios se encuentran: Julián (este es el hermano de
Efraín. Afectivamente está unido a María, de
quien recibe un amor casi maternal);  José (anciano,
vecino pobre muy amigo de la familia); su mujer e hijas, Braulio
(sobrino de José y novio de su hija Tránsito);
Carlos ( amigo de estudios de Efraín y pretendiente de
María); entre otros, cuya función consiste en
permitir el desarrollo de
los principales. Son más efímeros y de menos
importancia en la obra.

Profundización: personajes
principales

Efraín

La atracción sexual de María representa una
actitud sana
por parte de Efraín hacia la pasión amorosa; el
amor espiritual no debe estar separado del amor físico.
Los rasgos definidores de la psicología de
Efraín (su orgullo como miembro de la aristocracia local,
su interés
en los humildes, su sensualidad, su condición de poeta, su
amor a la naturaleza) están ampliamente documentados en la
personalidad
de su creador. Salta a la vista, entonces, que Efraín no
es un estereotipo literario, como suele declarar la
crítica, sino que es un autorretrato de su autor. Es
cierto que Efraín coincide con el típico
héroe romántico en su gran capacidad emocional y en
su tendencia a creerse un presumido de la época. Es el
portador de los ideales del autor, encarna los principales
emblemas del romanticismo.

María

María muestra ser dulce y sumisa desde su
aparición inicial; al contrario de otras mujeres, ella no
recibe placer de las pequeñas riñas de novios, y
hace lo posible por evitarlas. Cree en la superioridad
intelectual de los hombres, y piensa que las mujeres no deben
ofrecerles consejos.

El temperamento manso y pacífico de María no la
coloca en una posición de desventaja respecto al novio
más dominante; es precisamente su suavidad lo que
más atrae y cautiva a Efraín. En pocas palabras,
María es una mujer verdaderamente femenina, que sabe
comunicar su amor sin que se note. Esta característica de
feminidad es lo que hace de María la mujer ideal.

Aunque inteligente, no tiene educación formal. En el
siglo XiX en Colombia, lo
normal era que las niñas sólo aprendieran los
oficios de la casa y que se dedicaran exclusivamente a sus
familias. Los instintos maternales de María cumplen otro
requisito del Romanticismo, igual que su firme fe religiosa, su
languidez.

El padre (personaje secundario de importancia)

Este personaje establece los postulados más
«materiales» de la obra. Visto desde una
perspectiva, a partir de sus posesiones, su posición
clasista, un tanto esclavista, un tanto feudal, constituye el
explotador. Sus aspiraciones responden siempre a este diseño:
economía consolidada más rango
social. De aquí el enfrentamiento «felicidad»
de Efraín «planes» del padre a lo largo del
argumento. Su conducta no lo
define como personaje antagónico, sino más bien
como el maestro que pretende construir con sus consejos el futuro
de su primogénito. Orienta su experiencia  hacia
la
educación que siempre ha deseado para Efraín,
aun cuando esto acarree la separación de los
amantes.  Sin embargo, su decisión se convierte en
detonador del conflicto
principal.

Conflictos

En esta historia militan tres tipos de conflictos:

Social: el problema social se deriva de Carlos
y Efraín. El primero, en compañía de su
padre, visita a su amigo para pedir la mano de María.
 Efraín, informado por su madre, acepta no intervenir
en el asunto y deja que sea María quien lo rechace, pues
se sabe correspondido.  Ella  rechaza a Carlos, y este
le confiesa a Efraín que solo veía en María
a una esposa y por no haberse opuesto a su declaración,
aún sabiéndolo, le guardaba admiración.

Psicológico: María muere debido
a la ausencia de Efraín por un año. Sus
sentimientos amorosos y la nostalgia  son tan grandes que se
ve afectada psicológicamente,  y su enfermedad se
agrava hasta desembocar en la muerte.

Familiar: aunque es el último, no deja de ser
importante. Este conflicto está vigente durante  gran
parte de la obra. La síntesis
del mismo radica en la oposición «
hijo-padre», «sueños-planes». Es la
causa principal de la muerte de la protagonista femenina.

Narrador y espacio

El narrador de la historia es Efraín, por lo que
constituye un narrador personaje que nos cuenta los sucesos tal y
como los va experimentado. Su visión es la de un narrador
testigo que cuenta todo lo que ve, su vista por su puesto es
limitada, al punto que no conoce cada acontecimiento, como la
noticia de la muerte de su amor: su prima. Se convierte con el
transcurso de la novela en un narrador deficiente, que ignora
noticias
importantes y se decide a viajar sin predecir la desgracia de la
cual será objeto. El estado de
ánimo o tono con que narra es muy variable y puede divagar
desde  el contento hasta el sufrimiento más extremo,
casi siempre acompañado por el pesimismo producto de el
conocimiento
de la enfermedad que padece María. El
narrador-Efraín introduce vivamente la subjetividad; sus
interpretaciones son en todo momento íntimas. Esta
subjetividad del narrador colabora con el giro
autobiográfico que le quiso imprimir el autor y ayuda a la
personificación del mundo novelesco: se interioriza,
revela, la acción
y el espacio a través del estado de ánimo. No en
vano se ha repetido en innumerables textos que el extraordinario
lirismo de la novela se basa en la sabia combinación del
paisaje colombiano y la sentida confesión de un joven
desgraciado en amores, lo que da la medida del hallazgo de Isaacs
en la creación de su protagonista y la conformidad entre
el yo del narrador y el yo de Efraín al interpretar la
realidad.

Son cuantiosos los lugares que se mencionan en la novela entre
ellos la "hacienda El Paraíso" donde vivía
María y lugar donde nació esta historia de amor. La
estancia queda en el Valle del Cauca, Colombia. En el transcurso
de la novela se habla de otros lugares: paisajes, ríos y
otras haciendas de la región. También se menciona
Europa donde estudiaba Efraín. Por lo que existe un
cambio de
espacio geográfico en la narración. Todos estos
espacios,  que realmente existen, logran inyectarle al texto
un carácter verosímil, histórico.

 María tiene características muy curiosas y
hasta desconcertantes. El crítico norteamericano Donaid
McGrady es quizá quien mejor ha investigado y comprendido
este fenómeno, y por tanto es conveniente seguirlo en sus
planteamientos.

Dice el investigador que casi siempre Efraín especifica
con una puntualidad minuciosa los lugares por los que pasa en
Colombia. Esto se ve, continúa, sobre todo en los
capítulos LVII a LX, donde el narrador describe su viaje
por el río Dagua y por el camino a Cali, región en
la cual Isaacs trabajó cuando empezaba a escribir
María. En estos capítulos menciona lugares tan
pequeños que hoy día se ignoran los nombres que
tenían en aquella época.

En algunos casos, Isaacs abrevia u omite ciertos
topónimos; estas omisiones y abreviaturas tienen por
propósito disfrazar superficialmente el escenario
principal de María: la hacienda llamada "El
Paraíso" y sus alrededores.

Nunca se menciona este nombre, ni los de las otras haciendas
("La Manuelita" y "La Rita") que perdió la familia Isaacs
unos años antes de la publicación de la novela.
Esta técnica de omisión refleja la afición
romántica por todo lo vago e impreciso; menudean los casos
en las novelas del
francés Alphonse de Lamartine y del novelista inglés
Walter Scott, por ejemplo. Además, es posible que hubiera
motivos no literarios para algunas de estas omisiones. En el
capítulo XXXIII Isaacs hace unas alusiones personales muy
denigrantes a los nuevos dueños de las haciendas que
habían sido de sus padres; quizás el autor
disimuló los nombres de las propiedades para evitar
posibles pleitos por calumnia.

Felde es otro de los autores que otorga gran valor al elemento
natural, aunque aclara que no es este el único valor. Por
otro lado, Fernando Alegría plantea: "se advierte un
esfuerzo por dar categoría artística al paisaje y
al detalle realista criollo. María dio origen a una
tendencia sentimentalista que dejó huellas en todos los
países de la América
Hispánica"[9]

Tiempo cronológico y de la
narración

María, dice que puede fecharse de una manera
aproximada. Como en la novela existe todavía la
esclavitud, abolida en Colombia a principios de
1852, se desprende que la trama tiene lugar antes de ese
año.

Otro dato que apunta hacia la misma fecha es !a referencia
(XXIII) al periódico
"El Día", que dejó de publicarse en julio de 1851.
El colegio del doctor Lorenzo María Lleras, adonde
asistió Efraín, funcionó de 1846 a 1852.
Así es que el idilio de Efraín y María
transcurriría hacia el año 1850. Esto quiere decir
que Efraín, que tiene veinte años al comienzo de la
novela, es siete años mayor que Isaacs, quien nació
en 1837.

Isaacs insertó tantas referencias al tiempo en su
novela. Y piensa que probablemente la razón es que
así se carga el énfasis sobre la inminencia del
viaje de Efraín, el cual causará la muerte de
María. Debe agregarse que los tiempos que más se
repiten son el copretérito y el pretérito, los
cuales convierten la narración en ulterior. Este tiempo la
brinda inmediatez, exactitud a lo que se cuenta. La
obsesión con el tiempo constituye una manera de preludiar
el fallecimiento de la heroína, que para Efraín
será el momento en que cese totalmente el tiempo.

Figuras retóricas

Metáfora

Entre las tantas cualidades de María, sin duda se debe
mencionar la poesía; su forma lírica de expresarse
es de gran luminosidad para ilustrarnos de manera más
estética las ideas, acudiendo para ello a
la gama de posibilidades que le brinda la preceptiva:

[…] Inquieta gasa de color de cielo
[…][10]

[…] manos aristocráticas sembradas de hoyuelos
[…][11]

Símil o comparación

Las comparaciones son permanentes en la novela. Es como si la
realidad no mereciera ser denominada directamente. El estilo de
Isaacs, romántico, cargado de giros que quieren insinuar
dulzura, perdería bastante de su belleza literaria si
fuera directo y escueto:

[…] frentes como las de Byron
[…][12]

[…] el alma, como una amante adorada
[…][13]

Personificación

Menos frecuente que las anteriores, de todos modos es una
figura que enriquece la novela por la espontaneidad que otorga al
texto:

[…] hacer llorar al mundo
[…][14]

[…] Las linfas de los riachuelos que vadeábamos,
abrillantadas por aquella luz, corrían a perderse en las
sombras […][15]

Tipos de descripción

En las descripciones de los paisajes imperan el idilio, la
idealización y, en ocasiones, tanto el realismo como el
costumbrismo (en el caso de las descripciones de los quehaceres
de los esclavos).[16]

En la descripción de personas y sus vestimentas
como en casi todo tipo de descripción del autor, el
adjetivo es fundamental y está usualmente dirigido a
embellecer y dar gracia, a exaltar cualidades o dar un toque de
colorido a lo descrito. Por regla general es muy claro en sus
juicios. Apreciemos estas cualidades en una descripción de
María:

[…] sus labios rojos, húmedos y graciosamente
imperativos, me mostraron solo un instante el velado primor de su
linda dentadura. Llevaba, como mis hermanas, la abundante
cabellera castaño oscura arreglada en dos trenzas, sobre
el nacimiento de una de las cuales se veía un clavel
encarnado […][17]

[…] Vestía un traje de muselina ligera, casi
azul del cual solo se descubría parte del corpiño y
la falda, pues un pañolón fino color de
púrpura le ocultaba el seno hasta la base de su garganta,
de blancura de mate
[…][18]

Por otro lado cuando describe las situaciones, Isaacs tiende a
ser cinematográfico, muy explícito y con mucho
grado de tensión y espectacularidad.

Conclusiones

Esta investigación cumple sus principales
objetivos. Se
realizó a través de la misma un análisis comparativo entre el movimiento
romántico europeo y su derivado en América
Latina. Se ahondó en la vida y creaciones literarias
del autor colombiano. Todo esto, a partir de un análisis
literario-narratológico de la novela en cuestión.
Isaacs se refleja a sí mismo en la novela,
prácticamente es su autobiografía, su amor
frustrado, sus insatisfacciones, anhelos, se reflejan en ella.
María se presenta como el modelo de mujer que cualquier
hombre desearía para sí. La obra nos transmite una
gran enseñanza, el amor y el afecto deben ser lo
primero, no debemos aplazar la realización de
sentimientos. Esta obra constituye no sólo el cierre de
este movimiento en nuestro continente y en Colombia, sino
además su obra cumbre durante el siglo XIX; obtuvo un
éxito
inmediato y se convirtió en la novela más popular,
imitada y leída del continente, sólo superada,
según la crítica, por Cien años de
soledad,
de Gabriel García Márquez.

Bibliografía

Aguirre, Mirta: El romanticismo de rousseau a
Víctor Hugo
, La Habana, Editorial Instituto Cubano del
Libro, 1973.

Alegría, Fernando: Breve historia de la novela
hispanoamericana
, México,
Editorial Andrea, 1974.

Colectivo de autores: La novela romántica
latinoamericana. Editorial Casa de las Américas, La
Habana, 1978.

López, Eduardo: «prólogo» en
María, la Habana, Ediciones Casa de la
Américas, 1970.

Portuondo, José Antonio: La emancipación
literaria en Hispanoamérica
, Cuadernos Casa, n.15, La
Habana, Edición
Casa de las Américas, 1975.

 Yañez, Mirta: La narrativa del romanticismo en
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, Editorial letras Cubanas, 1985.

Webgrafía:

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G:lit.latino.ameriJorge Isaacs – Wikipedia, la enciclopedia
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Autor:

Arián Laverdeza Reyes

Aylen Suárez Armas                

Universidad de Oriente

Santiago de Cuba

Año 50 de la revolución

Cuba

[1]José Antonio
Portuondo:"El rasgo predominante en la novela hispanoamericana",
en La emancipación literaria de Hispanoamérica.
Pag.106

[2] Jorge Issacs: María,
P. 16

[3]Ibid, p. 86

[4] Ibid, P. 307.

[5] Ibid, p. 309

[6] Ibid, p. 200

[7] Idem, p. 11

[8] Idem., p. 14

[9] Colectivo de autores: La
novela romántica latinoamericana, p. 79

[10]Jorge Issacs: María,
p. 168

[11] Ibid, p. 32

[12] Ibid

[13] Ibid, p. 102

[14] Ibid, p. 33

[15] Ibid, p. 168

[16] Vid. Supra, notas 6 y
7.

[17] Idem, p. 7

[18] Idem

Partes: 1, 2
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