¿Es perdurable el Universo? He
aquí cuestión tan vieja como la humanidad, sobre la
cual discuten los metafísicos, siglos hace, sin haber
logrado demostrar más que su ingenio jamás
desalentado. Pero la ciencia
hace poco se ha apropiado del problema, ha pasado a ser hoy en
día una cuestión de física pura,
más precisamente de termodinámica.
Por ella los sabios rompen lanzas
forjadas en los laboratorios, donde se hicieron las más
importantes conquistas de la ciencia; y es
llegado de trazar un cuadro objetivo de
las recientes controversias sobre el destino del mundo.
Filósofos y sabios concuerdan en la
eternidad de las sustancias denominadas materia y
éter; exnihilo, nihil, vale como axioma. Las
teologías concuerdan en lo mismo; y el Génesis,
dice que el Creador sacó el mundo del caos y no de la
nada. Puede concebirse el caos como un estado donde
las cosas no eran movibles, ni organizadas indiferenciadas
(la
organización resulta de la diferenciación), y
donde no había fuerzas, energías de acción.
Esto trae a considerar los grandes
principios de
la termodinámica, que rige las manifestaciones de la
energía en el mundo y conlleva al nudo de la
cuestión propuesta. El primer principio, la
conservación de la energía, fue descubierta por
grandes físicos alemanes Roberto Mayer y Hernan
Helmhooltz; el segundo, la degradación de la
energía, lo descubriera un genio
francés largo tiempo
desconocido, el ingeniero Sadi Carnot, revelado por un
alemán.
Todos saben que se entiende por
energía, la capacidad, si se permite la definición,
que poseen los objetos al rendir trabajo. Las
principales formas son: La energía debida al movimiento (la
de un proyectil es proporcional a su masa y cuadro de la velocidad), la
energía calórico (es la que hace evaporar el agua de las
máquinas a vapor y las hace funcionar), la
eléctrica (la de una batería de acumuladores,
transformable en la energía luminosa de una
lámpara; en calorífica en un radiador, en mecánica en un ventilador etc.); en fin, la
energía química (que produce
calor en un pico de gas o movimiento
en una explosión)
Y bien, el principio de la
conservación de la energía expresa este hecho
experimental que, al transformarse unas en otras, existe entre
las cantidades transformadas una relación constante. Por
ejemplo: cuando el movimiento se transforma en calor (como sucede
en el producido por el choque de dos piedras) o al contrario (en
el caso de la máquina de vapor), un trabajo de 425
kilómetros corresponde siempre a la utilización de
una gran caloría, análogas relaciones existen entre
las otras formas de energía.
El principio de la conservación de
la energía ha dominado – tiranizado dijo el Maestro – la
ciencia del siglo XIX; que creyó largo tiempo poder deducir
de él, como consecuencia irrefutable, la eternidad del
Universo. Ya
que las diversas formas de energía se transforman
indiferentemente unas en otras, quedando la suma constante, el
mundo debe pasar, necesaria, periódicamente y sin fin, por
una serie de oscilaciones grandiosas, del caos a la
armonía.
Los sabios del siglo XIX vivían en
una atmósfera propicia a la adopción
de este concepto.
Lavoisier proclamaba la conservación de la masa en las
adopciones químicas; Laplace
había creído poder demostrar, a base de cálculo
integral, la estabilidad del sistema solar,
sin apercibirse de la inconsecuencia que hay, "a priori", en que
la demuestre quien en su "exposición
del sistema del
mundo", ha explicado magníficamente el nacimiento del
mundo de una nebulosa primitiva y su evolución incesante: Fornier celebraba,
como conclusión de sus trabajos bellísimos sobre
mecánica celeste, "un mundo dispuesto para
el orden, la perpetuidad y la armonía". Enrique
Poincaré no había nacido aún, el cual
debía mostrar las resquebrajaduras de este bello edificio
de estabilidad celeste.
No es raro, pues, que el principio de la
conservación de la energía haya hecho creer,
durante largo tiempo, en la estabilidad, en su permanencia, en su
invariabilidad energética.
Pero el segundo principio, olvidado durante
largo tiempo, luego inapreciado, ha obligado a revisar este
proceso que se
creía definitivamente resuelto.
Página siguiente |