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¿Qué debe saber un docente frente a sus alumnos en el aula?



Partes: 1, 2

    1. Introducción
    2. El
      escenario del docente
    3. Los
      saberes del docente
    4. Bibliografía

    Introducción

    El presente ensayo
    pretende determinar los saberes necesarios del docente para hacer
    frente al proceso de
    enseñanza aprendizaje en el
    aula a partir del pensamiento de
    Paulo
    Freire.

    Cuando hablamos de formación que debe tener el docente
    comúnmente pensamos en el conocimiento o
    dominio de los
    contenidos de la asignatura y que conozca aspectos básicos
    de disciplina, y
    con eso creemos que es más que suficiente.

    Nos concentramos como docentes en
    que nuestros alumnos sean capaces de adquirir y reproducir los
    conocimientos transferidos y en el momento que observamos los
    resultados en una prueba comúnmente cuestionamos las
    habilidades de los alumnos, vemos en ellos todos los defectos y
    carencias tratamos de buscar un argumento fundado en
    él,  en fin son unos burros, este es uno de los
    muchos calificativos que empleamos con ellos.

    Pero la pregunta ¿es la responsabilidad de los alumnos?, evidentemente
    no, y tal vez añadamos otros factores como las
    situación económica de los alumnos, su nacionalidad,
    condición social, credo, etc.
    ¡Pero nunca el docente!

    Es por ello, que analizaremos primeramente a la escuela como
    espacio vital de la enseñanza y las condiciones de
    nuestros alumnos al entrar al salón ellos nos
    servirá para contextualizar el problema al cual se
    enfrenta el docente y de ahí los saberes deben tener para
    hacer un buen ejercicio de su práctica educativa-crítica
    o progresista.

    El escenario del
    docente

    Cuando hablamos de formación que debe tener el docente
    comúnmente pensamos en el conocimiento o dominio de los
    contenidos de la asignatura y que conozca aspectos básicos
    de disciplina, y con eso creemos que es más que
    suficiente.

    Nos concentramos como docentes en que nuestros alumnos sean
    capaces de resolver una ecuación, de recordar una fecha o
    suceso, conozca la estructura de
    una oración, que pueda hacer un balance
    general, etc. Ponemos por encima el
    conocimiento, antes que la actitud

    Y cuando vemos los resultados en las calificaciones
    comúnmente cuestionamos las habilidades de los alumnos,
    vemos en ellos poco interés,
    no asimila, no entrega sus trabajos a tiempo, no
    entiende lo más fundamental en clase,
    cuestionamos hasta sus conocimientos básico y la culpa por
    completo es de ellos, porque no se han preocupado por ir
    acumulado el conjunto de saberes que se les han trasferido en los
    distintos niveles de su educación. En fin son
    unos burros, este es uno de los muchos calificativos que
    empleamos con ellos.

    Pero la pregunta ¿es la responsabilidad de los
    alumnos?
    , evidentemente no, añadimos otros factores
    como las situación económica de los alumnos, su
    nacionalidad,
    condición social, credo, etc. ¡Pero nunca el
    docente! Es obvio que la principal razón recae en tres
    partes: escuela, alumno y docente.

    Analicemos brevemente los dos primeros aspectos nos
    servirán para contextualizar y finalmente no ocuparemos de
    los saberes que requiere el docente para ejercicio de su función.

    Maturana sostiene que en la herencia
    clásica el saber que proporciona la escuela, son en
    sí mismo factores de emancipación,
    liberación y promoción humana, y como reza en todos los
    contratos
    sociales y constituciones, la institución escolar
    será la encargada de la distribución de los saberes
    equitativamente, por encima de las diferencias sociales,
    sexuales, étnicas, etc. Contribuyendo a la
    extinción de las desigualdades y privilegios. Una
    instancia de reproducción de las relaciones sociales de
    dominación y, por tanto, de las formas de conciencia y
    representación ideológica que le dan legitimidad.
    (López, 2003: 48)

    La escuela tiene el fin de proporcionar conocimientos,
    desarrollar habilidades y actitudes que
    preparen a las personas para asumir responsablemente las tareas
    de la participación social, les permitan aprender por
    cuenta propia y tener flexibilidad para adaptarse a un mundo en
    permanente transformación que garantice la atención a las necesidades de diferentes
    grupos en
    diversos espacios y situaciones, que sea incluyente. Es decir,
    una educación[1] que propicie la equidad,
    independientemente del medio en que vivan.

    Como habremos visto es una posición idealista de lo que
    debe ser la escuela, pues refiere un espacio donde se preparan
    personas para ser incorporadas a la sociedad, a la
    cultura, pero
    al mismo tiempo educados en valores como
    el respeto, ciudadanía y democracia.

    Pero la pregunta: ¿Todos los alumnos son iguales en
    todas las escuelas y todas las escuelas son iguales para todos
    los alumnos?
    Evidentemente no, porque las escuelas juegan un
    papel primordial en la reproducción de privilegios
    culturales[2] donde se ven claramente las
    diferencias naturales[3] sobre las cuales
    descansan los fallos selectivos y discriminatorios de esta
    institución.

    Para Pierre Bourdieu la escuela es:

    Una instancia de reproducción de las relaciones de
    sociales de dominación y, por tanto, de las formas de
    conciencia y representación ideológica que le dan
    legitimidad. (Bourdieu, 2002: 98)

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