- Desplazamientos y
discriminaciones - La subordinación al
espacio - Las
instituciones y sus desplazamientos - El espacio no
mensurable
Desplazamientos y
discriminaciones
Todo lo que ocurre, ocurre a los hombres, en vez de ocurrir
por ellos. T. W. Adorno.
La crítica
de la década pasada puede ser vista hoy, por su pesimismo
y temor manifiesto, como un reflejo condicionado –
defensivo – ante un estado de
crisis, que
aún sigue manifestándose de forma diversa.
En el siglo XIX, en respuesta a la gran crisis de
desplazamiento producida por la aparición del
Materialismo
Histórico, se aplicaron procedimientos de
corte "ingenieril" – abstracción – proyección –
modificación de la realidad -, para constituir instituciones
sólidas e incuestionables que se consolidaron a medida en
que se implementaron políticas
antagónicas.
Al parecer las instituciones pretendidas por la utopía
y el proyecto de la
llamada "modernidad",
revelan una estructura
espacial que gráficamente puede representarse con un eje
vertical, donde se hicieron coincidir a piaccere los dos
planos en que éstas se desarrollan: el espacio material de
localización y el espacio virtual de integración.
Esos sistemas
institucionales se fueron estructurando con ejes verticales
inamovibles que llevaron a procesos
totalitarios y, al cuestionar dicha situación, se
constató que se percibía un espacio de
desestructuración en diagonal que trajo el
temor, la incertidumbre y el pesimismo manifiesto en el periodo
de entreguerras y más recientemente en la crítica
de la década pasada.
El cuadro se completó con la declaración de
algún pretendido vencedor: fin de la historia global, fin de las
ideologías. Sin embargo, las prácticas de la
modernidad han provocado tipificaciones de ordenamiento
Universal, que siguen manifestando una forma de pensamiento
con tendencia a la superposición de los espacios de
localización y de
integración de las instituciones en
otra vertical. El totalitarismo también ha mudado su
rostro y más allá de sus reconocidos efectos –
acción
para la neutralización -, su manifestación es hoy
más sutil y menos reconocible en la
globalización.
La percepción
de ese espacio en diagonal, los desplazamientos institucionales
relevados demuestran que nos encontramos hoy inmersos en una
situación de movilización institucional
permanente. Este estado de desplazamiento generalizado
ha provocado revisiones y reelaboraciones de conceptos y puntos
de vista, porque de un día en que éramos unos,
pasamos – al día siguiente – a ser otros. Por un
instante percibimos un umbral de no pertenencia, de diagonal, no
registrado en nuestra memoria.
1.- La
subordinación al espacio
El espacio fue lo visible
El concepto del
espacio varía de acuerdo a las estructuras de
pensamiento de cada cultura en
particular. Los especialistas han hablado del "espacio
acústico" de los esquimales, que se funda en la oralidad,
y que se diferencia, casi por oposición, a nuestra forma
de pensamiento subordinada a la visibilidad.
En nuestra cultura el poder de la
vista es el que faculta para legitimar el reconocimiento de cada
una de las cosas. La idea del vacío, por ejemplo, es un
concepto que no se puede asociar fácilmente sin un
contenedor. La posibilidad de hablar del no-espacio, no lo
representa, pues el vacío tiene límites.
No existe palabra que ejemplifique el no-espacio; quizá la
imagen de un
agujero negro, de un ámbito ingravitatorio, puedan
acercarse algo a esa inmaterialidad, quizá porque no
está memorizada la física de esas cosas.
No hay constancia de visibilidad de eso que no tiene ejemplo,
porque no hay un ejemplo para las cosas que no se ven. Lo que no
se ve no es una cosa. Lo que no se ve, no se puede dimensionar,
es inasible, no manifiesta color, no
responde a un espacio de posible ocupación. Lo que no se
ve es una interpretación. La ligazón de
función
y forma para que la abstracción se concrete depende del
ojo, del espejo, de la cinta métrica.
El dimensionamiento – cada uno de los límites de las
cosas -, es fundamental para el reconocimiento. Todo lo nuevo
debe respetar los códigos de tipificación que
responden a un orden anterior. Todo espacio es una memoria de
dimensiones reubicadas. Ante la situación de "cara a cara"
con una entidad desconocida, para conjurar su novedad, primero
que nada se confronta su forma, sus dimensiones de
ocupación en base a los registros de
espacios memorizados. Si esto no alcanza para asociarlo con algo
anterior, se busca un nombre para dominarlo. De esa forma se
constituye en ejemplo. Los griegos tenían un
término para mitigar el temor que provoca aquello de lo
que no se puede dar más que un ejemplo: un
hapax.
La nominación de ese espacio de inestabilidad busca
tranquilizar, lo mismo que buscaron aquellos que siempre han
procurado un orden de lo perceptual, los que subordinaron la
función a la forma; aquellos que han propuesto la seguridad de la
forma de cada institución, los que quieren suponer que hay
una naturaleza a
la que responden las entidades. Forjadores de los estilos, de las
corrientes que tuvieron un principio renovador, vanguardista, en
definitiva han dado lugar a tipificaciones institucionalizadas –
hoy conservadoras -.
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