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Fe que agrada a Dios




Enviado por joel ching Meletz



Partes: 1, 2

    1. Lo que la fe es
    2. Beneficios de la
      fe
    3. Lo imposible ante
      la fe
    4. La fe, nuestra
      identidad divina
    5. Prerequisito para
      agradar a Dios

     

    CAPÍTULO 1

    LO QUE LA FE ES

    1. LO QUE LA FE ES

    Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la
    convicción de lo que no se ve. Heb 11:1 

    1.1. La fe es la certeza de lo que se espera,

    1.1.1. Certeza

    Certeza es algo que no falla. Siempre llega en el momento
    preciso. Ni un segundo antes ni un segundo después.
    Certeza, Certidumbre 1. Fundamento para la plena seguridad
    (fianza, prenda, o prueba). 2. Estado de
    certidumbre. En ambos testamentos se describe la fe como un
    estado de seguridad basado en afirmaciones divinas inspiradoras
    de confianza.

    El sentido 1, se encuentra en Hch. 17.31, donde Pablo declara
    que al haber levantado a Jesús de los muertos, Dios ha
    "dado fe (°vm "certeza") a todos los hombres" (pistis, base
    objetivamente suficiente para creer) de que él
    juzgará al mundo. Cf. 2 Ti. 3.14, donde se recomienda a
    Timoteo que persista en aquello de lo cual se "persuadió"
    (voz pasiva de pistooµ, hacer cierto), seguridad derivada
    en este caso del conocimiento
    que tenía Timoteo de sus maestros y de las Escrituras.

    El sentido 2, se expresa sistemáticamente por el
    sustantivo pleµroforia (plenitud de convicción y
    confianza), que °vrv2 traduce "plena certeza/certidumbre".
    Leemos acerca de "toda la riqueza de la pleµroforia de la
    inteligencia"
    (°vm) ( "una riqueza de certidumbre tal como la que produce
    el entendimiento", Arndt) (Col. 2.2) ; de acercarnos a Dios con
    pleµroforia de fe (He. 10.22); de mantener la
    pleµroforia de la esperanza (He. 6.11); y de la
    predicación del evangelio "en el Espíritu
    Santo y en plena pleµroforia, e. d. con
    absoluta convicción, obra del Espíritu, tanto en el
    predicador como en los convertidos (1 Ts. 1.5). Pablo usa la voz
    pasiva del correspondiente verbo pleµroforeoµ
    (lit. "Ser completamente llenado; estar completamente resuelto",
    Ec. 8.11, LXX; "estar completamente satisfecho", papiros para
    indicar la condición de estar plenamente convencido en
    cuanto a la voluntad de Dios (Ro. 14.5) y su capacidad para
    cumplir sus promesas (Ro. 4.21).

    Otra forma pasiva (pepeismai, "estoy
    persuadido") presenta la convicción de Pablo de que Dios
    lo puede guardar (2 Ti. 1.12), y que nada lo puede separar del
    amor de Dios
    (Ro. 8.38s). Esta forma pasiva señala el hecho de que la
    seguridad del cristiano no constituye una expresión de
    optimismo o de engreimiento humano, sino una persuasión
    que proviene de Dios. Constituye, en verdad, tan sólo un
    aspecto del don de la *fe (cf. He. 11.1). El testimonio de Dios
    es su fundamento, y el Espíritu Santo su autor.

    En el NT la fe segura tiene un doble objeto: primero, la
    verdad de Dios revelada, entendida en su conjunto como una
    promesa de salvación en Cristo; segundo, el interés
    del mismo creyente en dicha promesa. En ambos casos la seguridad
    es correlativa del testimonio divino, a la vez que derivada del
    mismo.

    1. Dios testifica a los pecadores que el evangelio es su
    verdad. Esto lo hace tanto por los milagros y dones
    carismáticos que autenticaron a los apóstoles como
    sus mensajeros (He. 2.4), como también por la iluminación del Espíritu que
    permitió a sus oyentes reconocer y recibir el mensaje "no
    como palabra de hombres, sino según es en verdad la
    palabra de Dios" (1 Ts. 2.13, cf. 1.5).

    2. Dios testifica a los creyentes de que son hijos suyos. El
    don del Espíritu de Cristo (véase Hch. 2.38; 5.32;
    Gá. 3.2) es en sí mismo el testimonio de Dios de
    que los ha recibido en el reino mesiánico (Hch. 15.8), y
    que ahora lo conocen como Salvador (1 Jn. 3.24). Esta
    dádiva, las "arras de nuestra herencia" (Ef.
    1.14), los sella como posesión eterna de Dios (Ef. 1.13;
    4.30), y les asegura que ahora, mediante Cristo, son sus hijos y
    herederos. El Espíritu da testimonio de esto
    impulsándolos a dirigirse a Dios como "Padre" (Ro. 8.15s;
    Gá. 4.6) y dándoles la seguridad de su amor
    paternal (Ro. 5.5). De ahí la libertad y el
    gozo delante de Dios y los hombres que en todo lugar caracterizan
    la religión
    del NT.

    Aquí, sin embargo, el autoengaño representa un
    peligro, pues un fuerte convencimiento de estar en una
    relación salvífica con Dios puede ser una fuerte
    ilusión de origen demoníaco. La seguridad interior,
    por lo tanto, debe ser verificada mediante comprobaciones morales
    y espirituales externas (cf. Tit. 1.16). Las epístolas de
    Juan se ocupan directamente de este enfoque. Juan especifica que
    una correcta creencia respecto a Cristo, el amor hacia
    los demás creyentes, y la rectitud de conducta son
    signos
    objetivos de
    que se es hijo de Dios y de que se lo conoce como Salvador (1 Jn.
    2.3-5, 29; 3.9s, 14, 18s; 4.7; 5.14, 18).

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