Bosquejo de una política para el progreso de la población mexicana
- Resumen
- La pobreza y la
marginación en México al inicio del siglo XXI - desarrollo
futuro de México - La ruta del
desarrollo - Condiciones
- Referencias
RESUMEN
En este ensayo se
bosqueja una política de
desarrollo para México. Tras señalar que, en los
próximos años, dadas la magnitud y naturaleza de
los cambios demográficos previstos, la persistencia de las
actuales políticas
públicas y la consolidación de la
globalización, la pobreza en el
país podría aumentar considerablemente, se sostiene
que la posibilidad de que México sortee tal eventualidad y
se encarrile por la senda del progreso dependerá
principalmente de que adopte medidas drásticas en las
formas de organización y conducción de los
quehaceres político y económico. Tales medidas
atañen a los siguientes aspectos: conceder preeminencia al
desarrollo regional sobre el tradicional enfoque sectorial y
centralizado que ignora las realidades locales y privilegia a las
regiones que más tienen; profesionalización, mediante la
reelección inmediata, de todos los puestos de
elección popular, incluida la presidencia de la
república; otorgamiento de facultades al Congreso de
la Unión para actuar directa y decididamente en la
planeación del desarrollo nacional,
concretamente en la formulación del plan de
desarrollo de largo plazo y en su evaluación
periódica y sistemática; replanteamiento efectivo
del papel que en el desarrollo del país compete a los
sistemas
educativo y de investigación científica y
tecnológica, e intensificación de la integración con Estados Unidos y
Canadá, en un esquema que rebase los límites de
la mera relación comercial que, en el marco del tratado
sobre la materia
signado en 1994 por los gobiernos de los tres países,
comanda formalmente y de hecho las relaciones más
conspicuas entre ellos.
I. La pobreza y la
marginación en México al inicio del siglo
XXI
Uno de los rasgos más abominables de México en
la actualidad es la pobreza en que viven importantes segmentos de
la población. Dicha situación se
expresa en rezagos y desigualdades observables en todos los
campos de la vida y en todos los rincones del país: en el
medio rural y el urbano, en las pequeñas ciudades, lo
mismo que en las medianas y las grandes, entre los hombres y las
mujeres, entre los indígenas y el resto de la
población. A pesar de los indudables altos estadios de
desarrollo y bienestar de que disfrutan diversos sectores de la
población y amplias regiones del país, persisten el
desempleo, el
subempleo y la economía informal, así como
significativos rezagos en educación, salud, alimentación y
vivienda. Si algún dato pudiera sintetizar ese estado de
cosas sería el siguiente: en el año 2000, el 50.99%
de la población ocupada percibía ingresos iguales
o menores a dos salarios
mínimos.1
Además, el ingreso está disparejamente
distribuido: El veinte por ciento de la población de
más altos ingresos, en el año 2000, concentraba el
54.8% del ingreso corriente total, mientras que el 50% de menores
ingresos recibía el 18.0%. El ingreso del sector
agropecuario, durante la década pasada, alcanzó, en
promedio anual, 5.3% de PIB nacional,
a pesar de que, en 1999, ocupaba el 21 % de la fuerza de
trabajo, hecho
que, por una parte, acusa los bajos niveles de productividad del
sector, y, por otra, los también bajos niveles de
remuneración de los trabajadores del campo: más del
47 % recibían menos de un salario
mínimo.2 Más aún, mientras
que en los hogares con mayores recursos
alrededor del 70% de la población adulta percibía
ingresos, sólo se encontraba en dicha situación el
40% de la población de los hogares
pobres.3
La situación es igualmente grave cuando se considera la
perspectiva de género:
datos para el
año 2000 muestran que los ingresos de los hombres mejor
pagados doblaban los de las mujeres de más altas remuneraciones,
mientras que el ingreso de las mujeres de menores salarios
representaban el 75 % de los salarios de los varones de
estipendios similares.4 Otro tanto se observa al
nivel de las regiones: El PIB per cápita del estado
más rico es seis mayor que el correspondiente del estado
más pobre,2 y un estudio del Banco Mundial
informa que la productividad anual en la producción de granos de la zona
Pacífico Norte del país, durante el período
1999-2002, fue 2.3 veces mayor que la de los estados
sureños.5
Muchos otros indicadores,
aparte del referido al nivel de ingreso mencionado en el párrafo
anterior, muestran la marginación de que es objeto
la mujer. La
presencia de las mujeres en las cámaras legisladoras es de
apenas 16% y sólo ocupan el 23% de total agregado de los
cargos públicos y de gerencia en el
sector privado. Además, laboren o no fuera del hogar,
sobre ellas recae la mayor parte del trabajo
doméstico:
En 1999 el promedio de horas de trabajo doméstico
semanal de las mujeres era de 27.6, mientras que los hombres
sólo dedicaban 10.5 horas. Respecto del trabajo
extradoméstico, la mujeres dedicaron 37.7 horas a la
semana, en tanto que los hombres emplearon 46.3
horas.2
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