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Los sentimientos, ¿Existen?



Partes: 1, 2, 3

    1. Introducción
    2. Los sentimientos,
      ¿existen?
    3. La
      indistinción sentimental
    4. El magma
      afectivo

    Introducción

    En el presente trabajo se
    hace un breve seguimiento de los sentimientos, ya que para
    algunos sólo son palabras, sin algún fondo o
    trasfondo; para otros, son la esencia de la vida, o por lo menos
    su condimento ya que son ellos los que nos motivan o mueven a
    actuar de ciertas formas en determinadas circunstancias. Se
    inicia haciendo un breve bosquejo de lo que es sentir y por
    consiguiente los sentimientos, después, se menciona la
    complejidad que existe al tratar de distinguir los sentimientos,
    para los cuales no existe una definición conceptual
    precisa, o, lo que es más importante, ni siquiera se sabe
    cuántos son, por ello se plantea y da seguimiento al
    concepto de
    magma afectivo de Fernández.
    [1]

    Los sentimientos, 
    ¿existen?

    Sentir no es lo que uno piensa; eso es pensar. Por eso hay
    que, por decirlo así,  despensar un poco la idea de
    los sentimientos, para aproximarse un poco a su sensación,
    o sea, a sí mismos (Fernández, 2000).

    Un sentimiento es el aviso de que algo sucede, de alguna
    manera, en alguna parte, demasiado cerca, definición
    ésta que también se puede aplicar a lo desconocido.
    Podemos sentir amor, dolor de
    muelas, ganas de marcharnos, la música, pasos en la
    azotea, cansancio, que alguien nos está mirando, el olor a
    café,
    que el ambiente
    está tenso, que una idea es equivocada, que el otro ya no
    nos quiere.

    Parecería que "sentir" es el verbo que se emplea para
    informar que hubo una sacudida de la realidad 
    (Fernández, 2000).

    Cuando se habla de sentimientos, se piensa en palabras
    típicas como el amor, el
    odio, el hastío, la alegría, la desesperanza, la
    compasión, el rencor, la soledad, el perdón o el
    remordimiento. Para empezar, tales fenómenos no existen.
    Existen ciertamente las palabras, que son de lo más
    socorridas, pero éstas carecen de contenido afectivo o de
    correspondencia con hecho alguno; por eso nadie ha podido decir
    en qué consiste el amor. Los nombres de los sentimientos
    son las maneras de llamarle a algo que no se puede llamar de
    ninguna manera. Por eso se oyen protestas del tipo "¿a eso
    le llamas amor? (Fernández, 2000).

    La gente, cuando siente algo o le incomoda o le distrae,
    intenta determinar la que está sintiendo: no sabe si
    aquello es amor, simpatía, soledad o mera primavera, y
    cuando, tras alguna deliberación, concluye que se trata de
    los primero y se lo comunica al interesado, al psicoanalista o a
    sus colegas, éstos pueden deliberar o concluir otras
    cosas, como que se trata de egoísmo, ternura maternal,
    caridad, posesividad, inercia o, en efecto, la primavera. Lo
    interesante es que todos los nombres son correctos,  de
    donde ha aparecido la novedosa solución de la
    ambivalencia: es amor pero también es odio.

    En suma, para cualquier sentimiento, cualquiera que se
    interprete funciona como válido. Un mismo acontecimiento
    es un asunto de rencor, dignidad,
    crueldad, heroísmo. A la hora de sentir, hay una
    imprecisión rampante respecto a la definición que
    se va a hacer del sentimiento. Cada cosa que se siente puede ser,
    en rigor, cualquier sentimiento, y cada sentimiento puede ser
    cualquier cosa. Es evidente que entre las palabras amor y odio,
    desesperación y tranquilidad, alegría y tristeza,
    felicidad e infelicidad, hay una enorme diferencia que se
    confunden y resultan el mismo.

    Por eso De Saussure pudo decir que en el lenguaje no
    hay términos positivos, es decir,  palabras que se
    diferencian de unos términos con otros; se puede hablar
    del egoísmo, no porque exista tal realidad, sino solamente
    porque  existe la palabra altruismo. Por eso el amor no es
    otra cosa que lo contrario del odio, lo diferente de la amistad y lo
    similar al cariño  (Fernández, 2000).

    Cualquier pretensión de definición de
    sentimientos, según se puede constatar en el diccionario,
    cae en una serie de vaguedades, tautologías, circunloquios
    y escamoteos[2] que, en el mejor de
    los casos dan cuenta de que el objeto que pretende definir no
    existe en realidad, no es un evento u objeto concreto y
    discreto, sino un algo que puede confundirse con todo y que puede
    describirse de todas las maneras. Como si cada sentimiento que se
    intentara describir resultara ser todos los otros sentimientos;
    es más bien una abstracción. En la realidad, los
    sentimientos son una materia muy
    vaga, confusa, disuelta. Cuando alguien dice a otro "te amo",
    todo queda muy claro entre los dos, menos el sentimiento, y por
    eso se pasan tanto tiempo juntos,
    averiguándolo  (Fernández, 2000).

    Da la impresión de que es lo mismo decir que uno siente
    vergüenza o timidez o hipocresía, de lo que es
    enteramente frívolo decir "te quiero" o "estoy triste"
    porque no se está diciendo nada. Sin embargo,  en un
    porcentaje insólitamente alto la gente dice estas cosas, y
    puede afirmarse que las conversaciones verdaderamente
    importantes, las significativas, son las que hablan de ello. Los
    sentimientos son cuestiones acuciantes: son clasificaciones en
    una polémica que intenta desentrañar lo
    desconocido, comprender y maniobrar las sacudidas de la realidad,
    mecerse en ellas si no hay peligro, averiguar qué fue
    aquello que, por pasar tan cerca, nos atravesó 
    (Fernández, 2000).

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