AMOR A LA EDUCACIÓN, IMPONE LA
CIUDADANÍA POR EL BIEN SOCIAL
Parece una contradicción hablar del amor a
la
educación, cuando el 95% de los estudiantes y de los
hijos en la familia,
protestan siempre al sometimiento a la educación.
Cualquiera tiene recuerdos de
sus protestas externas e internas a la disciplina del
colegio, como a las prédicas del maestro; y pocos o casi
nadie puede preciarse de no haber causado una lágrima a su
madre y una desazón a su padre por las mismas causas. Sin
embargo, hemos hecho el mandato del padre y el sometido a la
disciplina del maestro. ¿Para qué protestar de
lo que al fin se somete? Pasa que el que protesta es
el animal y el que se somete y somete al animal es
el espíritu, que es el que hace hacer
razón.
Es una imposición
demasiado dura a los instintos animales de que
se compone el alma y cuerpo,
que tiene por ley la vida
natural instintiva, libre, sin razón; pero así como
les llegó a esos instinto el momento de su evolución capaz de formar el conjunto del
cuerpo y el alma del hombre,
así también le llega en ese mismo momento el deber
de correspondencia y obediencia al superior, que en buena ley los
sacó del dominio animal,
sin dejar de pertenecer a él; pero formando en el ser
racional, que crea y sostiene el progreso y ese superior es
sólo y exclusivamente, su espíritu, que es la
entidad real, "En él estaba la vida y la vida es la
Luz de los
hombres", escribió Set del espíritu, He ahí
toda la razón de dominio; y por antagonismo, toda la
razón de la protesta de los instintos, que vivían
beatíficamente en su ley del reino animal, pero que el
progreso les impone ascender y esa ascensión es formar
parte del alma y cuerpo del hombre. ¿Pero acaso la
protesta misma no es la confesión de la existencia del
antagonismo? Porque protestan los instintos, es porque forman en
el cuerpo y el alma del hombre; y he aquí cómo de
un mal se extrae un mayor bien.
La protesta pues de los instintos,
hace el mérito de la ascensión y triunfo del
espíritu, el que imprime a la consciencia un sentimiento
de amor propio doblega al hombre a hacer todas las cosas que no
haría sin ese amor propio de sobre-pensar, o por lo menos
igualar en hechos y méritos a sus émulos, que son
para el hombre, los
otros hombres; y para los instintos, los otros instintos, que ya
sometidos al espíritu, cumplen el mandato de éste y
sin dejar de ser instintos animales, viven ya hechos razón
o racionalmente, y esto es lo que constituye la diferencia del
ser hombre, del ser animal.
En efecto, esa anulación que
se presenta al parecer inconscientemente entre los ciudadanos,
"impone sin obligar", es decir, sin una
extorsión deprimente, aunque no esté exenta de
cierta "dulce tiranía", creada por las
necesidades sociales, que tocan de lleno a cada individuo
moral.
Pero aquí surge un argumento
grave, "que tocan de lleno a cada individuo moral" Lo que revela
que "hay hombres o individuos
inmorales", a los cuales, "no toca de
lleno" y a lo más, les toca tangencialmente el
deber de correspondencia social.
Es una desgracia, en verdad; pero por
duro que sea sentarlo, por esa desgracia se presentan un
cúmulo de injusticias en todos los órdenes, en
todos los gobiernos; lo que está probado en esas
últimas hecatombes y revoluciones sociales, que son
motivadas por los hombres que viven al margen de los deberes,
pero que se abrogan todos los derechos para sus instintos
sin dominio y sin amor a la educación por lo tanto.
Sí los parásitos de
cualquier clase que
sean, civiles o religiosos (si cabe la división, porque no
cuesta algo probar que todos son religiosos, aunque no frailes),
se abrogan todos los derechos y no admiten deberes.
Pero el espíritu va sometiendo
uno a uno los instintos, agregándolos a la razón, y
esos mismos tiranos parásitos de siempre,
acabarán también por "hacerse
deberes" para poder tener
derechos, o tendrán sus espíritus que salir en
destierro al mundo de su afinidad. "Los mundos son infinitos y el
hombre ha de vivir en todos los que existen", fue dicho a
Abraham.
Aquí, los ligeros, los
inmorales, los supremáticos, los que se abrogan todos los
derechos, sin aceptar ningún deber, dirán que esto
es una imposición de fuerza,
una injusticia a su libre
albedrío.
Si el Creador no tuviera esa
justicia
rigurosa, sería un imprevisor e impotente, puesto que
demostraría que se le impone cada uno de esos
protestantes, porque se les saca del seno de una humanidad a
regenerarse, para que les sea más fácil su
ascensión quitándolos por estorbos inmorales.
¿Qué tenéis
libre albedrío? Sí, dentro de la ley de igualdad y la
justicia; lo que obliga necesariamente a tener los mismos deberes
para no dañar a vuestros semejantes; y no se pueden torcer
la leyes universal
y, hay que vivir bajo las mismas condiciones naturales, sin que
se pueda esquivar de nacer y morir como cada cuál, que lo
azota el viento con la mis intensidad; que lo moja el agua, que
lo quema el fuego y lo baila el terremoto, sin diferencia de los
demás, salvo el mayor horror y susto, por tener una sucia
consciencia.
Son obligados a su pesar, a
estudiar, porque, sino cualquiera se les impondría. Pero
esto que les impone la inflexible ley, por amor de la misma
ley, lo convierten en la base de sus inmoralidades, desde que
lo aprovechan contra toda razón para crearse los derechos
y desechar los deberes que es justamente su mayor pecado, porque
están en la categoría prevaricadores. ¿Y
dicen que es una imposición, una injusticia, el sacarlos
de la tierra para
que no sean un estorbo a los que ya emprendieron el camino de la
regeneración? Yo lo considero justo y la prueba más
grande del amor del Padre para con sus hijos rebeldes y
malos.
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