- Fase de insensibilidad
o shock. Negación, parálisis - Fase de anhelo y
búsqueda de la persona amada.
Protesta, ilusión y esperanza - Fase de
Frustración y desamparo. Enojo y culpa - Fase de
desorganización desesperanza y desespero.
Conciencia
de pérdida y soledad - Fase de conducta
reorganizada. Alivio y restablecimiento - Cuando el dolor no se
procesa…
¡Perdí mi corazón.
Que alguien me explique por qué me siento
así…!
Se acabó…
Se terminó…
¿Ahora qué…?
Todos hemos sentido en algún momento que hemos
encontrado "nuestra media naranja", el "amor de
nuestra vida" y hemos deseado que la relación con
esa persona que sentimos tan especial, dure también
para siempre. Pero la experiencia y las estadísticas demuestran que el amor eterno
es más una excepción que una regla.
A lo largo de nuestras vidas tendremos que enfrentarnos con
alguna que otra crisis
sentimental y siempre ayuda saber que no somos lo únicos y
que es normal pasarlo mal en esta situación.
Cuando una relación se acaba, por mucho que nos
empeñemos en disimular nuestros sentimientos, el
dolor que nos produce la herida, a cualquier edad,
puede ser una de las experiencias más duras, más
difíciles que podamos pasar.
Tristeza, apatía, cambios de comportamiento, frustración, culpa, rencor.
Todos tenemos ciertos sentimientos y emociones
relacionados con la ruptura. Sería preocupante no
tenerlos. Son vivencias de desamor o shock
sentimental que la gente suele llamar DESPECHO.
El despecho es inevitable. Su intensidad y
duración pueden variar de acuerdo a la duración del
vínculo, las causas que provocaron el alejamiento,
el apego de cada uno y las consecuencias de la ruptura y de la
forma en que se percibe y se vive el fin de la
relación.
Al inicio, la crisis es la más grave, porque no se han
desarrollado todavía los mecanismos necesarios para hacer
frente a la situación. Aunque hay diferencias
individuales, al comienzo son las emociones las que nos dominan y
vivimos la ruptura con gran tristeza y culpa. Luego
sentimos rencor y es al "otro" al que vemos culpable. Culparnos o
culpar al otro son dos estados que pueden irse alternando
mientras no vemos la realidad tal como es.
Si en medio de la adversidad
persevera el corazón con
serenidad,
con gozo y con paz,
esto es amor.
Sta. Teresa de
Jesús
El despecho es como
el dolor de una herida
que tiene que cicatrizar.
En el DESPECHO, los sentimientos y emociones que
conllevan las rupturas al igual que las circunstancias que las
rodean son muy semejantes a las que se experimentan con la
pérdida de un ser querido. Por muy doloroso que sea, es un
fenómeno normal con una evolución y sus fases. Es un
período denominado DUELO, en el cual uno tiene que
adaptarse a vivir y a ser feliz de nuevo sin la persona
amada.
Ante la pérdida sentimos que nuestro mundo, nuestra
vida, se transforma, ya nada es igual. Nuestros sentimientos
tienden a determinar nuestro humor, nuestras actitudes y
nuestras decisiones. Nos sentimos inmersos en un laberinto de
confusión y angustia que pareciera no tener fin. Hay
momentos en que nos sentimos mejor, pero llegan otros momentos en
que vuelve la angustia y la tristeza.
Podemos sentir aturdimiento, represión, soledad,
frustración, pánico,
rabia, culpa, alivio, apatía, intranquilidad, cambios de
humor, paralizamos nuestras actividades, desarrollamos la
esperanza de una reconciliación o de una
satisfacción. Sentimos desorganización y
desesperación por la pérdida sufrida.
Tenemos síntomas de estrés
como fatiga, insomnio, dolor de cabeza, pesadillas, problemas en
el estómago, sensación de un nudo en la garganta.
Desinterés, falta de concentración, no se para de
hacer algo, apatía, imágenes
que de pronto vienen a la mente sin quererlo, sin que nos demos
cuenta y crean intranquilidad y angustia. Tenemos la
sensación de oír o ver al ser amado sin que
éste esté presente, sin quererlo, sin desearlo.
Con el paso del tiempo las
emociones se tranquilizan y vemos las cosas de una manera mas
realista. Vamos sintiéndonos más independientes,
menos tristes, menos resentidos, menos culpables y vamos
encontrando nuevas formas de disfrutar.
El duelo por la pérdida no se puede resistir. Es
un proceso que va
elaborándose poco a poco y no es fácil ni
inmediato, ni tampoco es igual para todas las personas. Hay que
asimilarlo, comprenderlo, aprender a superarlo. Es como el dolor
de una herida abierta que tenemos que soportar, que necesita
lavarse y curar para que comience a cicatrizar.
No es fácil atravesarlo, pero es importante saber que
como toda vivencia dolorosa, algún día
pasará y será sólo un recuerdo, una cicatriz
que probablemente molestará de vez en cuando,
Recuperarnos depende de nosotros mismos. Solo requiere de
tiempo, energías y voluntad para resolverlo. Con el
tiempo y la confianza que tengamos en nuestros recursos para
salir adelante, aprendiendo a vivir sin la persona amada y
abriéndonos a nuevas relaciones, poco a poco, la
herida se irá cerrando.
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