Frecuencia y caracterización de abuso sexual en varones menores de 15 años atendidos en el Instituto de Medicina Legal de Managua, entre los años 2005 y 2007
- Antecedentes
- Justificación
- Planteamiento
del problema - Objetivos
- Marco
teórico - Abordaje
médico legal de los delitos contra la libertad e
integridad sexual - Circunstancias
etiológicas de las agresiones
sexuales - Ley Nº
641. Código Penal de la República de
Nicaragua - Material y
método - Resultados
- Análisis/discusión
- Conclusiones
- Recomendaciones
- Bibliografía
- Anexos
Introducción
El Abuso Sexual
en niños
menores de quince años es un delito contra la
libertad e
integridad sexual caracterizados por contactos e interacciones
entre un niño y un adulto, cuando el adulto en su rol de
agresor usa al niño para estimularse sexualmente. El abuso
sexual puede incluir violencia
física,
presión
o engaño. La diferencia de edad entre la víctima y
el agresor impiden una verdadera libertad de decisión y
hacen imposible una actividad sexual común, ya que entre
los participantes existen marcadas diferencias en cuanto a
experiencias, grados de madurez biológica y
expectativas.
La violencia sexual puede tomar muchas formas; no
está limitada a actos de acceso carnal no consentido. La
violencia sexual es cualquier acto sexual, intento de logro del
acto sexual, comentarios o avances sexuales no deseados o actos
de tráficos de la sexualidad,
que empleen coerción, amenazas de daño
físico o uso de la fuerza, por
cualquier persona, sin
importar su relación con la víctima, en cualquier
ambiente[1].
La OPS/OMS considera que el abuso sexual de
menores consiste en la participación de un niño en
una actividad sexual que no comprende plenamente, a la que no es
capaz de dar un consentimiento, o para la que por su desarrollo no
está preparado y no puede expresar su consentimiento, o
bien que infringe las leyes o los
tabúes sociales. Puede incluir (el abuso sexual) diversas
prácticas sexuales con o sin contacto físico tales
como exhibicionismo, tocamientos, manipulación, sexo anal,
vaginal u oral, prostitución y
pornografía[2].
En la mayoría de los casos las víctimas de
los delitos
sexuales son niños, niñas, adolescentes y
mujeres (se registran casos esporádicos de víctimas
masculinas adultas, p.e; reos, indigentes entre otros.);
generalmente los agresores son varones. Habitualmente en
los casos de delito sexual el agresor es alguien que la
víctima conoce o vive cerca o comparte su
entorno.
El delito sexual tiene efectos físicos y
psicológicos en la salud y bienestar de la
victima; estos efectos pueden variar de una persona a otra,
dependiendo de la naturaleza del
delito, frecuencia, severidad, agresor, condiciones propias de la
víctima (personalidad,
edad p.e).
La violencia intrafamiliar, sexual y de género por
su magnitud y efecto es un problema de Salud
Pública, y se identifica una particularidad muy
definida: el Derecho a la Salud Sexual y
Reproductiva se mantiene amenazada de manera permanente por
muchas razones; el deterioro moral, social,
económico, religioso, cultural y otras causas que afectan
a la sociedad
secularmente.
Los delitos
sexuales han presentado nuevas formas de agresión y por
estas razones las instituciones
como el Instituto de Medicina
Legal, el Ministerio Público, las Procuradurías
de los Derechos Humanos,
los operadores de justicia, las
Comisarías de la Mujer, la
Niñez y la Adolescencia
entre otros, debe responder a los crecientes desafíos que
plantea el abordaje técnico de la prueba pericial en
víctimas de delitos sexual adaptando sus funciones y
actividades a la dinámica social, fomentando mayor
comprensión y, alentando al desarrollo
social, económico y moral del país a dinamizar
a través de la
administración de la justicia el respeto de la
dignidad
humana y a devolver con creces y desagravios la ofensa que
la
personalidad antisocial comete contra su
víctima.
Los aliados del agresor del delito sexual y de
género son las amenazas, las ventajas económicas,
los halagos, las mentiras sistemáticas, el acoso laboral o
académico y el silencio de la víctima; pero, da
señales
de alarma: temor, miedo, aislamiento, estados regresivos a su
lejana infancia,
disminución del rendimiento escolar, cambios
significativos en el estado de
ánimo, exagerado aseo personal o
extremo desaseo, terror al examen físico médico y
lesiones personales extra, para o genitales.
El delito sexual puede comenzar en la calle del barrio,
del condominio o colonia vecinal, en el hogar, escuela, centros
de apoyo a la niñez y adolescencia. Otras formas pueden
ser manoseos, un piropo vulgar, una señal obscena propios
de nuestra cultura y
aceptado socialmente, es decir; el potencial abusador es conocido
o familiar y raramente desconocido de la víctima e incluso
puede dormir con él.
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