- Metodologías
y técnicas aplicadas por los árabes en sus
traducciones - La
aparición de la escuela de Toledo - Bibliografía
Introducción general
El interés árabe por la traducción se
inició en tiempos remotos cuando todavía el saber
humano estaba limitado geográficamente en zonas
restringidas de la superficie terráquea.
La sabiduría griega y persa de apostar por la ciencia
como única solución posible para pasar del mundo de
los mitos al mundo
de la lógica y la realidad por una parte, y por otra la
aparición del Imperio árabe de Bagdad con
ambiciones de expansión territorial,
lingüístico y científico, produjeron un efecto
de llamada a muchos sabios de la época para entrar a
formar parte en los proyectos
científicos que los califas financiaron y apoyaron.
Las primeras traducciones realizadas en el Islam se remontan
a la época del príncipe omeya Jalid ben al Yazid
(700-720) que mandó llamar a un grupo de
filósofos griegos y coptos que residían en Egipto y
dominaban el árabe para que le tradujeran los libros de
alquimia a los que el príncipe estaba dado, noticia de la
cual estamos seguros gracias
al libro de al-
Yahiz.
El mismo autor nos informa en su libro que dicho
príncipe estaba rodeado por un grupo de traductores para
realizar traducciones de libros de medicina,
astrología, química, arte militar,
artesanías y técnicas; y que para hacer bien esta
labor contó con el apoyo de un personaje llamado Esteban
el Viejo.
Al-Yahiz (Basora, 776 – 868) Escritor árabe, Aunque no
abandonó su ciudad natal, frecuentó los
círculos intelectuales
de Bagdad, sin ocupar jamás un cargo oficial, ni
entregarse a otra actividad al margen de la escritura.
Dotado de una curiosidad notable, en su obra se evidencia una
fecunda síntesis cultural entre lo árabe, lo persa
y el pensamiento
griego.
Este pensador menciona la tarea imposible del traductor
diciendo:
"El traductor tiene que estar a la altura de lo
que traduce, tener la misma ciencia del
autor que traduce. Debe conocer perfectamente la lengua que
traduce y aquella a la cual traduce para ser igual en las dos.
Pero cuando lo encontremos veremos que las dos lenguas se
atraen, se influyen y se contaminan mutuamente.
¿Cómo puede ser competente en las dos cuando
sólo conoce una? Sólo existe una fuerza; si
habla una sola lengua esa fuerza se agota. De idéntico
modo cuantas más lenguas hable, más se resiente la
traducción. Tanto cuanto más difícil es la
ciencia, menos son los que la conocen y tanto más
difícil será para el traductor y más
fácilmente cometerá errores. Jamás
encontraréis un traductor digno de estos sabios. Esto es
lo que decimos en cuanto se refiere a los libros de
geometría, astronomía, aritmética y
música…"
Y cuando se refiere a los traductores de la
época el autor dice:
¡Que Dios apiade de ellos!_ pueden medirse
con Aristóteles? Y ¿Cómo un Jalid con
Platón?…
Fue en los siglos VIII-IX y por iniciativa de los
califas Abasidas en Bagdad y Damasco que se emprendió una
segunda etapa de traducción de textos filosóficos y
científicos griegos que representan la mayor
aportación a la ciencia árabe, que también
ha sido influenciada por la ciencia persa, babilónica o
india. El
califa al-Mansur (775) fue el primero en mandar traducir obras
griegas de astronomía, además de ser quien
solicitó del emperador de Bizancio que le enviara las
obras de matemáticas y algunas obras de física.
Gracias a él los musulmanes
pudieron leer obras traducidas del pahleví o del
sánscrito. El califa Harun al-Rasid (m. 808) se
interesó en textos de medicina. Su sucesor al-Ma"mun (m.
833) gran aficionado de los griegos hasta el punto de que un
cronista nos informó de que llego a ver en su sueño
a Aristóteles, potenció el movimiento de
búsqueda de libros para su traducción.
Al –Ma´mun además de fundar Bayt al
Hikma (??? ??????) Casa de Sabiduría,
dedicada nada más que a traducir y cultivar libros, pues
él para obtener manuscritos optó el sistema de
obligar a entregarle manuscritos como indemnizaciones de guerra, y
pasó en Chipre cuando al Ma´mun pidió a
Bizancio que le paguen los gastos de guerra
en libros, de modo parecido a que mil años después
el sultán marroquí mawlay Isma"íl
exigió del rey de España, Carlos II, la entrega de
manuscritos árabes a cambio de
cautivos. Así que la búsqueda de manuscritos y su
traducción sobre todo los libros de ciencia llegaron a
valorar su peso en oro.
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