INTRODUCCIÓN
Hasta ahora hemos ido desarrollando la
argumentación por la cual ningún hombre puede
gobernar bien a menos que logre un conocimiento
adecuado de la belleza, la justicia, el
bien y otras entidades similares. También debemos
considerar que el verdadero conocimiento no se puede lograr en el
mundo de lo sensible, donde se da lo múltiple y el
cambio
continuo y como veremos más adelante sólo
interactuamos con imágenes
en contraposición con originales.
La pregunta que nos guiará en esta exposición, que incluye el símil de
sol, el símil de la línea y el mito de la
caverna, es: ¿cómo se puede obtener un conocimiento
de lo uno e inmutable, que no sea por un procedimiento de
tipo inductivo y cómo estableceremos esa
problemática relación entre el mundo inteligible y
el mundo de la vida práctica en donde se
desarrollará nuestro modelo de
ciudad? Este punto critico de la relación del mundo
natural (bien y felicidad) y los principios
abstractos (la Forma del Bien) es quizás el tema principal
que encontraremos en los libros Sexto y
Séptimo, pero teniendo siempre presente la
formación del rey filósofo y la conexión con
la
investigación central del tema de la justicia, dentro
de la Republica.
Pasemos entonces a la descripción y explicación de los
tres símiles antes de realizar su análisis e interpretación desde un punto de vista
integrado al final bajo el titulo de conclusiones.
SÍMIL DEL
SOL
En 505 Sócrates
nos muestra, que el
más sublime objeto del conocimiento es la "idea del Bien o
el Bien"[1], (hee tou agathoú
idéa), él es la justificación de su
propia existencia, el fin de todo esfuerzo, y a su vez sirve de
fundamento primordial de la justicia, el valor y las
demás virtudes. Sin ella lo justo e injusto
quedarían sin sustento, por eso requiere un carácter de estabilidad, además del
hecho de poder ser
captado por la inteligencia
suprema.
Luego Sócrates comienza con una
comparación del Bien con el sol. Esta
analogía nos dice que el Bien es en el mundo inteligible,
lo que el sol es en el mundo visible (508b-c).
Los puntos de semejanza en este símil
según Guthrie son cuatro:
Del mismo modo que el ojo solo puede ver un objeto
visible si está presente un tercer elemento,
así también, la mente solo puede asir un objeto
inteligible si ambos son iluminados por el Bien.De la misma manera que el sol no solo hace a las
cosas visibles, sino que es responsable de su
generación y crecimiento, así también,
el Bien no solo hace a las formas inteligibles, sino que
mantiene su ser.Del mismo modo que el sol, además de hacer
posible la visibilidad, es en sí mismo visible,
así también, el Bien es inteligible.De la misma forma que el sol procura el nacimiento y
el crecimiento sin que el mismo sea estos procesos,
así también, el Bien no es en si mismo el Ser,
sino que es incluso superior al Ser en valía y
poder[2]
Nos dice también Guthrie que: "en el Bien,
tenemos tres concepciones: el fin de la vida, objeto suprema del
deseo y aspiración; La condición del conocimiento,
que hace al mundo inteligible y a la mente humana inteligente, y
la causa que sustenta las Formas, que son, a su vez, las causas
creadoras de los objetos naturales y de las acciones
humanas"[3].
Con el fin de completar un poco más las ideas
anteriores Sócrates considera pertinente pasar a la
explicación del símil de la
línea.
SÍMIL DE
LA LINEA
En 509d, Platón
utiliza la analogía o símil de la línea para
explicarnos las dos regiones de que conforman la realidad, sus
divisiones y los tipos de conocimiento que le corresponden. Nos
pide que dividamos una línea en dos segmentos desiguales
(AC y CB) y que volvamos a cortar cada uno de esos segmentos
(obtenemos así AD, DC y CE, EB). Cada sección
representa una clase de
objeto y de conocimiento, en sucesión creciente hacia
el
conocimiento de la verdadera realidad. El mayor tamaño
de CB respecto de AC indica la primacía del género de
la verdadera realidad sobre lo sensible representado por
AC.
En el símil de la línea, Platón
hace referencia, a dos modos de conocimiento que
corresponden con la opinión (doxa), relacionado de manera
directa con lo sensible y con el conocimiento (episteme), el cual
está asociado a la región que denominamos como
perteneciente a lo inteligible.
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