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Breves notas sobre epistemología evolucionista (página 2)



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Todo nuestro conocimiento es hipotético o conjetural, y
el aumento de este y sobre todo del conocimiento
científico consiste en aprender de nuestros errores. Lo
que puede llamarse método de la ciencia consiste en
aprender sistemáticamente de ellos: en primer lugar,
asumiendo riesgos, atreviéndose a cometer errores
(proponiendo con audacia nuevas teorías) e investigando
sistemáticamente los errores que hemos cometido
(discutiendo y examinando críticamente nuestras
teorías)[2].

El error se convierte así en parte fundamental en el
proceso de la búsqueda y acercamiento u
aproximación a la verdad. Temerle sería una actitud
casi irracional, acientífica.

El hombre, como los demás animales incorporan el
aprendizaje por ensayo y error no habiendo, en este respecto,
gran diferencia entre las técnica utilizada por Newton, A.
Einstein y una ameba.

David Miller, quien en un tiempo fue ayudante de
investigación de Popper y ahora uno de sus principales
expositores y críticos nos introduce en la
filosofía del Racionalismo Crítico de su
maestro[3]recordándonos que debemos
esforzarnos denodadamente por hacernos concientes de la nimiedad
de nuestro conocimiento, de lo poco que sabemos, de la
falibilidad descomunal que abraza el conocimiento
científico y la racionalidad humana.

Todos cometemos errores –nos recuerda-; esta no es
tendencia distintivamente humana. Pero aunque otros seres
vivientes como los animales e incluso las plantas, poseen una
habilidad parcial para anticipar algunos de sus errores,
reconocerlos y aprender de ellos, al parecer sólo nosotros
obramos activamente en este sentido. Más que esperar a que
los errores se nos manifiesten por sí mismos, algunas
veces con desastrosas consecuencias, nosotros los buscamos
consciente y deliberadamente: ponemos a prueba nuestras ideas,
teorías e invenciones, hacemos intentos de manera
crítica, desechamos lo que encontramos mal hecho y lo
volvemos a intentar.

Mezclada con esa actitud crítica, se reconoce que
existe una debilidad distintiva de los seres humanos: el
sentimiento –algo irracional- de que debemos avergonzarnos
de nuestras equivocaciones, y de que deberíamos lamentar
el cometerlas, en vista de que pueden ser resultado de nuestra
incompetencia o de nuestra falta de madurez de juicio. Sin
embargo, tales escrúpulos son improcedentes a la hora de
desarrollarnos en el campo investigativo y es necesario
reprimirlos sin vacilaciones, pues no existe ninguna manera
conocida para evitar sistemáticamente el error; no existe,
en particular, ningún método conocido para
soslayarlo en nuestra exploración de lo desconocido. Por
tanto, la repugnancia a cometer errores degenera,
típicamente, en el rechazo a las nuevas ideas, en el
desagrado por cualquier clase de iniciativa audaz. Si de
veras queremos descubrir cómo es el mundo, debemos estar
bien preparados para corregir los errores; pero para corregirlos,
ante todo debemos estar bien dispuestos a cometerlos.

Esta posición hace especial énfasis en la
conjetura, considerada la manera como se adquiere el
conocimiento, y en la importancia de la crítica para
controlar tal conocimiento. Popper mismo describe su
filosofía diciendo que el conocimiento surge mediante una
secuencia de conjeturas y refutaciones, de soluciones tentativas
a los problemas, comprobadas mediante investigación y
pruebas imparciales.

Los que deben preocuparnos no son los errores en general, sino
sólo aquellos que no podemos corregir. Porque, en efecto,
tenemos todo el derecho a excluir de nuestra consideración
formal las proposiciones que no podemos criticar y que, por
tanto, no podemos esclarecer. Pues en cuanto nos hemos embarcado
en la aventura de investigar el mundo y nuestra
participación en él, ya no podremos dejar de
examinar cada movimiento que hacemos y hacer a un lado aquellos
que han resultado ser erróneos. Y para que esto funcione
debemos, desde un principio, rechazar las ideas que no puedan
corregirse, si son erróneas. Podemos ser indulgentes ante
la presencia de errores; sí, debemos ser indulgentes en
esto, pues cualquiera que sea nuestra actividad, nuestro
quehacer, no podremos eludirlos todos. Pero no podemos
permitirnos cometer errores incorregibles, irrevocables o
incontrolables.

Las ciencias naturales como las sociales parten siempre de
problemas, y utilizan para resolver estos problemas el
método que emplea el entendimiento humano: el
método de ensayo y error. Esto es, el
método de proponer soluciones tentativas de
nuestros problemas y consecuentemente eliminar las falsas
soluciones como erróneas. Teniendo entonces una pluralidad
de soluciones para ser probadas, las vamos eliminando una a
una.

El progreso científico consiste entonces en que algunas
teorías son superadas y sustituidas por otras
teorías. La contradicción surgida entre dos
teorías permite idear experimentos que puedan decidir
entre la antigua y la nueva teoría; pero sólo en el
sentido de que al menos una de las dos teorías pueda
falsarse: los experimentos pueden demostrar la superioridad de la
teoría que los resista, pero no su verdad; y la
teoría que ha sobrevivido se puede superar de nuevo, muy
pronto.

Cuando el investigador ha comprendido esto, criticará
él mismo su teoría predilecta, por él
creada. Preferirá él miso falsarla, que dejar esa
tarea a sus críticos.

Los obstáculos derivados de las dificultades
ínsitas a los problemas abordados son siempre retos
bienvenidos; no así, las dificultades impuestas desde
fuera (obstáculos económicos, sociales o
ideológicos).

El descubrimiento científico y el progreso en ciencia
depende, sin embargo, de un elemento conservador o tradicional y
de un uso revolucionario del ensayo y la eliminación del
error por medio de la crítica, que como es obvio, incluye
severos exámenes empíricos o contrastaciones, o
sea, la búsqueda incesante y celosa de debilidades en
nuestras teorías, intentos constantes de refutarlas.

Es posible, sin embargo, que como científico individual
deseemos más bien establecer nuestra teoría que
refutarla pero debemos estar alertas para no engañarnos:
si no examinamos críticamente nuestras teorías
otros lo harán por nosotros.

Para que una nueva teoría sea constituida como un
descubrimiento es necesario que entre en conflicto con su
predecesora; o sea, se necesita que cree nuevos problemas. Debe
contradecir a su predecesora, derrocarla o cuando menos
contenerla. La nueva teoría debe producir resultados, por
lo menos tan buenos como la anterior y arrojar nuevos e
irresueltos inconvenientes[4]

Es difícil lograr la aproximación a la verdad.
Debemos tener el suficiente talento para criticar las viejas
teorías y para la creación imaginativa de nuevas. Y
esto es así no solo en ciencia, sino en cualquier campo.
El análisis crítico serio de nuestras propias
teorías (y de las de otros) siempre es difícil.
Debemos aprender que en el debate crítico que apunta hacia
la verdad la victoria no es nada, mientras que hasta la menor
clarificación del problema propio, la mínima
contribución a una comprensión más clara de
nuestra posición personal o la del adversario, es un gran
éxito. Una discusión que se gana, pero que no
contribuye a cambiar o a esclarecer un poco el pensamiento del
ganador es pura pérdida.

En cuestiones científicas, debemos tener más
estima a la crítica racional que al asentimiento pasivo de
las teorías. La actividad científica se nutre de la
crítica racional, de la disputa entre teorías, de
la lucha encarnizada entre "verdades" que se creían tales
y nuevas conjeturas que vienen a demostrar que mientras
más pensamos estar pisando terreno fuerte y estable, en
ciencia no nos hallamos sino deambulando en arenas movedizas.

BIBLIOGRAFÍA

  • MARTÍNEZ, Sergio F., y OLIVÉ, León;
    Epistemología evolucionista, UNAM,
    México, 1997.

  • RUSSELL, Bertrand; La perspectiva
    científica
    , editorial Sarpe, Madrid, 1983.

  • MILLER, David (compilador); Popper escritos
    selectos
    , editorial Fondo de Cultura Económico,
    México, 1995.

  • POPPER, Karl; Conjeturas y refutaciones. El desarrollo
    del conocimiento científico
    , editorial
    Paidós, Barcelona, 1991.

  • POPPER, Karl. El mito del marco común. En
    defensa de la ciencia y la racionalidad
    , Paidós,
    Barcelona, 1997.

 

 

Autor:

Oscar D. Caicedo Machacón

Filósofo de la Universidad del
Atlántico

Grupo de Investigación Holosapiens

BIOGRAFÍA DEL AUTOR:

Oscar David Caicedo Machacón, nació en
Manatí (Atlántico) – Colombia. Es
Filósofo egresado de la Universidad del Atlántico
(Barranquilla). Miembro del Grupo de Investigación
HOLOSAPIENS, Reconocido y Categorizado por el Instituto
Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la
Tecnología "Colciencias". Becario como "Joven Investigador
e Innovador 2008" por Colciencias. Autor de los artículos
"Karl Popper en la filosofía liberal del Doctor Carlos
Gaviria Díaz", "Aspectos filosóficos del Principio
de Indeterminación de Heisenberg" entre otros.

Barranquilla – Colombia. Noviembre de 2008.

[1] OTAS POPPER, Karl. The Logic of
Scientific Discovery, Londres, Hutchinson, Nueva York, Basic
Books, 1959, p. 42. Citado por MARTINEZ, Sergio y Olivé,
León; Epistemología evolucionista, México,
UNAM, 1997, p. 45.

[2] POPPER, Karl; El mito del marco
común. En defensa de la ciencia y la racionalidad,
Barcelona, editorial Paidós, 1997, p. 97.

[3] Véase la Introducción que
hace Miller a su compilación de los Popper escritos
selectos, México, editorial Fondo de Cultura
Económica, 1997, págs. 9 y sigs.

[4] POPPER, K. El mito del marco
común. Op. Cit. págs.. 30, 31

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