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¿Pena de muerte para asesinos y secuestradores?




Enviado por Hermelando Alvíter



Partes: 1, 2

    De acuerdo con las leyes de la
    física,
    toda acción
    provoca una reacción y, dependiendo del tipo de
    acción, será la reacción. Si propino una
    patada a una persona, lo
    más lógico es que me increpe con palabras
    altisonantes o, peor, intente golpearme ferozmente; si doy una
    caricia a mi pareja, sonrío o soy tierno, lo natural es
    que responda al son que le estoy tocando. No puedo esperar que
    nazca un arbusto de duraznos si he sembrado una mata de
    chile.

    La violencia no
    engendra paz, produce violencia y, posiblemente, en grado
    superlativo. Todo esto viene a colación de la propuesta de
    campaña, que han lanzado ya los dirigentes del Partido
    Verde Ecologista
    , sobre la Pena de Muerte
    para asesinos y secuestradores. Desde este punto de vista, es
    totalmente ilógica su propuesta. ¿Cómo
    pretenden terminar con la violencia violentando?

    Esto me recuerda aquella ocasión en que
    Jesús echó un demonio y mucha gente quedó
    admirada, aunque, algunos, decían:

    "Éste echa a los demonios con el poder de
    Belzebú, jefe de los demonios"
    Jesús, les
    contestó: "Una nación
    dividida corre a la ruina, y los partidos opuestos caen uno tras
    otros. Si Satanás también está dividido,
    ¿Podrá mantenerse su reino? ¿Cómo se
    les ocurre decir que yo echo los demonios invocando el poder de
    Belzebú? Si yo echo los demonios con la ayuda de
    Belzebú, los amigos de ustedes, ¿con ayuda de
    quién los echan? (Lucas 11, 17).

    Es algo ilógico combatir el mal con el mal.
    Perdónenme, pero estos señores políticos, no
    sé dónde tienen la cabeza. Ya no saben que
    artimañas inventar para ganar sufragios en los
    próximos comicios electorales.

    De fondo hay un tema demasiado polémico y
    moral.
    ¿Cuándo es justo asesinar y cuándo no?
    ¿Quién tiene la facultad de decidir sobre
    quién muere y por qué merece tal castigo?
    Según la propuesta, es justo matar a quien mató o a
    quien secuestro. Ahora,
    el que mata, ¿Por qué mata? ¿Mató de
    una manera justa o injusta? Si la propuesta, en su momento,
    llegará a someterse a votación, los que
    optáramos por un sí, nos convertiríamos
    también en asesinos, obviamente, asesinos justos, cada vez
    que ejecutaran a un desdichado.

    El homicidio no
    puede ser justo en ninguno de los casos. Y si somos asesinos,
    merecemos la muerte, de
    acuerdo con las nueva leyes que se pretenden. Es un
    círculo vicioso. Quienes aplican la pena de muerte se
    convierten en asesinos, asesinos justos, según ellos,
    gracias al voto de unanimidad emanado del pueblo. El pueblo, si
    realmente hay democracia, es
    el que da la facultad para ejecutar a un ser humano; a uno de los
    suyos; a su hermano el hombre.
    Realmente, el hombre es el
    lobo del hombre. A este respecto, cito la conocida
    encíclica del Papa Juan Pablo II, El Evangelio de la Vida
    (Evangelium Vitae).

    "Todo lo que se opone a la vida, como los homicidios de
    cualquier género,
    los genocidios, el aborto, la
    eutanasia y el
    mismo suicidio
    voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona humana,
    como las mutilaciones, las torturas corporales y mentales,
    incluso los intentos de coacción psicológica; todo
    lo que ofende a la dignidad
    humana, como las condiciones infrahumanas de vida, los
    encarcelamientos arbitrarios, las deportaciones, la esclavitud, la
    prostitución, la trata de blancas y de
    jóvenes; también las condiciones ignominiosas de
    trabajo en las
    que los obreros son tratados como
    meros instrumentos de lucro, no como personas libres y
    responsables; todas estas cosas y otras semejantes son
    ciertamente oprobios que, al corromper la civilización
    humana, deshonran más a quienes los practican que a
    quienes padecen la injusticia". Evangelium Vitae. No.
    3.

    Por desgracia, este alarmante panorama, en vez de
    disminuir, se va más bien agrandando. Con las nuevas
    perspectivas abiertas por el progreso científico y
    tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra
    la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y
    consolidando una nueva situación cultural, que confiere a
    los atentados contra la vida un aspecto inédito y,
    podría decirse, aún más inicuo ocasionando
    ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la
    opinión
    pública justifican algunos atentados contra la vida en
    nombre de los derechos de la libertad
    individual, y sobre este presupuesto
    pretenden no sólo la impunidad,
    sino incluso la autorización por parte del Estado, con el
    fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la
    intervención gratuita de las estructuras
    sanitarias.

    Trabajar en favor de la vida es contribuir a la
    renovación de la sociedad
    mediante la edificación del bien común. En efecto,
    no es posible construir el bien común sin reconocer y
    tutelar el derecho a la vida, sobre el que se fundamentan y
    desarrollan todos los demás derechos inalienables del ser
    humano. Ni puede tener bases sólidas una sociedad que,
    mientras afirma valores como
    la dignidad de la persona, la justicia y la
    paz, se contradice radicalmente aceptando o tolerando las formas
    más diversas de desprecio y violación de la vida
    humana sobre todo si es débil y marginada. Sólo el
    respeto de la
    vida puede fundamentar y garantizar los bienes
    más preciosos y necesarios de la sociedad, como la
    democracia y la paz.

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