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La teoría ideal de la evocación (página 2)



Partes: 1, 2

Pero su conducta es
algorítmica. El principio de funcionamiento de la
actividad del mono es muy simple: la actividad exterior se
transforma en actividad interior (es decir, psiquismo), y
ésta, a su vez, en actividad exterior. Se puede
esquematizar de la forma siguiente:

Estímulo exterior – actividad interior
– respuesta exterior

Se supone que el estímulo exterior es el conjunto
de factores que intervienen en la configuración del
psiquismo. Aquí hay que incluir desde los elementos
materiales
(palo, mango, etc.) que intervienen en la actividad, como la
necesidad fisiológica (apetito, etc.). El estímulo
exterior es el complejo (sistema) de
circunstancias que intervienen en la
motivación de la actividad interior. La actividad
interior es la operación representatorial en la cual se
proyecta psíquicamente, como actividad intelectual, lo que
después el mono realizará en la realidad. El mono
se representa el palo tumbando el mango y comiéndoselo. No
hay porqué suponer que esta actividad psíquica se
diferencia radicalmente de la actividad psíquica
representatorial del hombre. Lo que
llamamos imaginación en el hombre
coincide (elementalmente) con el psiquismo del mono. Lo que el
hombre añade al psiquismo no es la facultad de la
representación, la facultad de la imaginación, sino
el operar con otros signos, es
decir, con los signos del lenguaje
articulado, y el hacerlo lógicamente.

Al mismo tiempo, en el
hombre el principio de funcionamiento de su actividad es
totalmente distinto. Es evidente que la actividad exterior, que
se obtiene como respuesta a la actividad interior (de la
actividad de la mente), es la consecuencia de la idea que el
hombre establece como principio rector de su conducta, es decir,
el principio rector de la conducta del hombre es la idea de lo
que el hombre quiere hacer. Según Marx, "el obrero
no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le
brinda la naturaleza,
sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que
él sabe que rige como una ley las
modalidades de su actuación y al que él tiene que
supeditar su voluntad.

Mientras permanezca trabajando, además de
esforzar los órganos que trabajan, el obrero ha de aportar
esa voluntad consciente del fin a que llamamos atención" (4). "En el animal (y
también en el nivel inferior del hombre) la necesidad
actúa de manera directa y la vivencia emocional se
corresponde con el objeto externo. De manera específica en
el hombre la necesidad es mediada por la conciencia, en el
fin o proyecto, en
los valores y
convicciones del sujeto" (5) Esta voluntad consciente, esta
atención, esta mediación es, no otra cosa, que la
dialéctica de la realización de la idea.

De modo que la idea de lo que se quiere hacer es el
móvil inmediato de la conducta humana.
Y se trata del móvil inmediato, nada más que del
inmediato. El hombre, para actuar, parte de móviles
ideales. No importa que estas ideas se entiendan de distintas
maneras: como ideas totalmente conscientes o como "instintos
libidinosos" (como S. Freud) o como
cualquier otra cosa. El resultado siempre es el mismo: el hombre
para actuar parte de sus ideas.

En este punto (en los dos elementos finales de la
cadena), la actividad del hombre coincide, en parte, con la
modalidad de la actividad del animal superior. En el animal la
actividad psíquica conduce a la respuesta exterior; en el
hombre, es la idea (actividad interior) la que conduce a la
respuesta exterior (conducta). Es evidente que la actividad
psíquica interior es el móvil en ambos casos de la
respuesta exterior. Lo que diferencia al hombre del animal
superior está, entonces (por ahora), en el primer elemento
de la "cadena".

Claro que en el animal no hay idea, pero hay actividad
intelectual. Este es un punto de diferencia entre el animal y el
hombre, pero no es sustancial aquí (por ahora). Lo que es
sustancial es que el hombre para actuar no parte del
estímulo exterior, al menos inmediatamente. En la
actividad psíquica del hombre hay autonomía. Por
ejemplo, un hombre puede sentir apetito y estar leyendo un
libro. En este
punto, la conducta (leer un libro) no es la respuesta directa del
estímulo exterior (la necesidad de alimentarse). Es la
respuesta a la idea de leer un libro. ¿Cómo es que
el hombre puede regular su conducta, tomar decisiones, a partir
de ideas sin tomar directamente en cuenta el estímulo
exterior?

Es casi aceptado por todos que la
personalidad regula la actividad de cada individuo, su
conducta (6), Se entiende por personalidad
–según el soviético Platonov- al hombre
portador de la conciencia (7). Puede definirse, además,
como la conciencia social somatizada en un individuo, es decir,
el conjunto de ideas hechas soma. Comúnmente se define la
actividad del hombre como el proceso de
interacción consciente de éste con
la realidad, originado y dirigido por la necesidad y su
satisfacción (6). Esta definición necesita ser
aclarada. En primer lugar, será una conducta propiamente
dicha cuando los fines son concientes, aunque pudiera ser
inconsciente la necesidad. Cuando no hay conciencia del fin que
se quiere lograr, no puede haber autorregulación de la
propia conducta y, entonces, estamos en presencia de una
"conducta impulsiva" –regulada únicamente por las
emociones,
como la ira- y no la actividad propiamente dicha. De modo que
llamamos conducta o actividad propiamente humana a la que es
consciente, es decir, causada por fines prefijados, intencionados
previamente (6). En segundo lugar, la necesidad no puede ser tal
que transforme la conducta en "conducta animal", es decir, que
nuble la razón y ciegue los sentidos. La
conducta tiene que ser autorregulada. Es autorregulada porque el
hombre es capaz de elegir los medios y
métodos
para cumplir el plan deseado,
así como ir modificando sus acciones para
vencer obstáculos y dificultades a fin de lograr sus metas
(6). Y en tercer lugar, la conducta tiene que ser libre, es
decir, sin el apremio de la necesidad. En otras palabras,
interesa como conducta humana en la medida en que es
independiente relativamente de la necesidad. De lo contrario se
transforma en conducta animal.

Si la conducta humana está regida ciegamente por
la necesidad, entonces el esquema de conducta humana coincide con
la animal. Se reduce al hecho de que el estímulo exterior
(en otras palabras, la necesidad) provoca la actividad
psíquica interior, y ésta a su vez la respuesta
exterior. La conducta humana es tal en el sentido de que es libre
de la necesidad, al punto que podemos hacer abstracción de
esta necesidad. Desde este punto de vista, la necesidad y su
satisfacción se establece en la conducta humana en
última instancia, es decir, como un (entre tantos) fin
último de la conducta. Pero mientras la necesidad no
acucia al hombre, mientras hay capacidad de autonomía con
relación a esta necesidad, la conducta humana será
puramente "lúdica". Por eso es que podemos leer un libro
mientras sentimos apetito. Si queremos estudiar la conducta
humana debemos hacer abstracción de la necesidad, al menos
en su sentido inmediato.

Es un punto de vista difundido en la literatura el que para
explicar la regulación de nuestra conducta se divide,
comúnmente, el sistema de la personalidad en varios
subsistemas. Estos pudieran ser (6):

imagen del mundo:
resultado del proceso cognitivo, que da una comprensión
del mundo. Este conocer pasa a formar parte de nuestra
personalidad y es lo que llamamos imagen del mundo. La imagen del
mundo se compone de ideas, opiniones, criterios, convicciones e
ideologías que posee cada sujeto sobre el significado de
las cosas.

– auto imagen: es la imagen que tenemos sobre nosotros
mismos, tanto la ideal (como queremos ser) como la real (como
creemos que somos), recoge la auto estima y las valoraciones
sobre lo que nos perjudica o nos ayuda y favorece.

– sentido personal: es el
sistema de respuestas "afectivas" del sentido que tiene para
nosotros las cosas

motivación: impulso que sufre el hombre
para realzar actividades que satisfacen necesidades. Las
necesidades crean tensiones psicológicas que requieren de
objetos para ser satisfechas. Comprende tanto las motivaciones
biológicas como las sociales.

– cualidades volitivas: comprende la independencia,
la firmeza, la perseverancia y el autodominio, entre otros
elementos. La independencia (contrario a la dependencia) es la
capacidad de tomar decisiones y ejecutar acciones por sí
mismo. La firmeza (contrario de indecisión) se manifiesta
cuando el hombre adopta sin vacilación sus decisiones y
las lleva a cabo. La perseverancia está dada por la
constancia con que se lleva a cabo el plan de acciones trazado
por el sujeto. El autodominio consiste en que el sujeto es capaz
de dominar su propia conducta, lo que resulta imprescindible para
enfrentar con éxito
los obstáculos.

Este enfoque de la regulación de la conducta (por
parte de la personalidad) parte del supuesto de que la
personalidad tiende a mantener el equilibrio, en
una estrecha interrelación de estos subsistemas (6).
Supuestamente, la modificación de cualquiera de ellos (de
los subsistemas) obliga a los demás a buscar un nuevo
equilibrio, lo que quiere decir que continuamente se influyen y
modifican unos a otros. Desde este punto de vista, se refuerzan
conductas que producen placer o satisfacción y se
modifican cuando producen displacer (6). Según este
criterio, es en la toma de
decisiones donde mejor puede ejemplificarse la
interrelación dialéctica de estos subsistemas. Este
punto de vista afirma que son la imagen del mundo, la imagen
personal, el sentido personal, la motivación
y los estados volitivos los que dan la razón, sentido y
motivo a la toma de decisión que vamos a hacer
(6).

Como puede apreciarse, este enfoque de la
regulación de la conducta (por parte de la personalidad)
es, en parte, "biologisista". Parte del supuesto de que la
personalidad es como un "organismo" que busca el equilibrio, a
partir de la antítesis
"placer-displacer", como una especie de "tropismo" (al estilo del
fototropismo, geotropismo, etc.), sin ver que el proceso de la
conducta es un proceso puramente ideal. Este enfoque, intenta
explicar la conducta a partir de conceptos de la "biología". La
regulación de la conducta hay que explicarla en el plano
ideal.

Para regular la conducta, en el plano ideal, el hombre
dispone de varios recursos, es
decir, de varias estructuras de
conciencia. Son el funcionamiento de las estructura de
conciencia, en su interrelación, las que regulan la
conducta. Si el hombre para actuar parte de sus ideas, es de
esperar que sea el funcionamiento ideal de la conciencia el que
regula la conducta, una vez que este funcionamiento ideal es el
que produce la idea, que es el plan o proyecto de la acción.

Es imposible, aquí, enumerar todas estas
estructuras de conciencia que intervienen en la regulación
de la conducta. Pero podemos destacar las más importantes.
Entre éstas tenemos: la voluntad, la razón, la
cosmovisión, la motivación, el contacto con la
realidad y el foco de conciencia. Con el uso, entre otras, de
estas estructuras de conciencia el hombre evoca una idea y regula
su conducta exterior a tenor de ella (de la idea).

El contacto con la realidad, es decir, el contacto entre
la realidad exterior (realidad objetiva) y la realidad interior
(realidad subjetiva), es una estructura de conciencia, a la par
que una idea más. Todas las estructuras de conciencias son
ideas somatizadas en el "cuerpo" de la psiquis (La conciencia no
puede ser reducida a psiquismo. La psiquis es material; la
conciencia, ideal). Este contacto con la realidad es el que
posibilita que la necesidad exterior a la conciencia (necesidad
fisiológica, biológica, social, espiritual, etc.)
determine, en ocasiones, el contenido de la conciencia y, en
particular, el del foco de conciencia.

Si no fuera por el contacto con la realidad, el pensamiento se
perdería a sí mismo (se transformaría en
autista, en ensimismado, etc.). Al mismo tiempo, el contacto con
la realidad posibilita que el pensamiento (entiéndase por
pensamiento, preliminarmente, a la actividad de la conciencia) se
aparte relativamente de la realidad exterior (objetiva) y se
vuelque hacia la actividad interior (subjetiva), creando un
discurso
relativamente independiente, discurso que el contacto con la
realidad se encarga continuamente de corregir y de mantener en
los límites de
objetividad, de realidad, de terrenalidad.

De modo que en el hombre entre el estímulo
exterior a la conciencia (realidad objetiva) y la actividad
interior (realidad subjetiva) media el contacto con la realidad.
Esquemáticamente, podemos representar esta lógica
de la siguiente forma:

Estímulo exterior – contacto con la
realidad- actividad interior – conducta

El foco (del latín "focus": hogar, fuego) de
conciencia es la estructura de la mente que concentra la
actividad pensante hacia una idea, que es rectora y centro de
gravedad del pensamiento. Es el punto de convergencia o centro
principal de la conciencia, es la idea o el complejo de ideas que
es el "hogar" de lo que se está pensando. En el foco de
conciencia hay que distinguir dos cosas: la estructura de
conciencia que centra las ideas y la idea centrada como foco de
conciencia. Pero como lo uno no puede existir sin lo otro (el
foco de conciencia no puede existir sin la idea que focaliza, y
la idea focalizada no puede existir sin la estructura que la
focaliza), entonces se puede decir que son una y la misma cosa o
el complejo de ambas. El foco de conciencia es lo que da plena
autonomía a la conciencia, es lo que le da plena
independencia relativa de la actividad exterior. Gracias al foco
de conciencia la mente puede disociarse del mundo objetivo y
crear un discurso interno, donde una idea es evocada tras otra,
creando una secuencia de pensamientos del cual emerge una idea,
que es el móvil inmediato de la conducta.

Desde este punto de vista, entre la actividad
psíquica interior (actividad subjetiva) y la conducta
exterior media el foco de conciencia. Esquemáticamente,
podemos representar esta mediación de la forma
siguiente:

Estímulo -Contacto con la realidad -Actividad
interior -Foco de conciencia -Conducta

El contacto con la realidad y el foco de conciencia
forman un par dialéctico. El uno se realiza en la
negación del otro, y el uno existe en virtud de su
relación con el otro. Es decir, a la par que se niegan; se
presuponen. Por otra parte, son las mediaciones más
significativas que encontramos en el hombre entre el
estímulo exterior, el psiquismo y la conducta exterior. En
el animal superior no hay mediación; en el hombre, la
actividad es mediatizada por estas dos estructuras.

Pero la actividad interior, de la cual el contacto con
la realidad y el foco de conciencia forman (en una
proporción importante) parte, no puede existir a plenitud,
al mismo tiempo, sin el concurso de otras estructuras de
conciencia, en particular sin la participación de la
razón, la voluntad, la cosmovisión y la
motivación. Son muchas las estructuras de conciencia que
participan en la configuración de la actividad interior,
es decir, en la actividad pensante. Podemos hacer una lista lo
suficientemente larga. Pero, por esta misma razón, debemos
abreviarla.

Así, por ejemplo, la imagen del mundo, la
auto-imagen y el sentido personal (de las cuales se hablaba
más arriba) pueden considerarse como componentes de la
cosmovisión. El sentido personal, que recogía
formas afectivas, es, a la vez, conocimiento.
Por eso, puede incluirse, en parte, en la cosmovisión. Al
mismo tiempo, en calidad de forma
afectiva, el sentido personal puede ser incluido, también,
en la motivación. En la razón entra no solo el
componente lógico formal, sino también la
lógica de contenido, el aspecto lógico-sustancioso.
Y entran en ella el resto de las facultades intelectuales,
tales como la capacidad de la Conceptualización, del
enjuiciamiento, del raciocinio, etc. En la voluntad entran las
cualidades, como vimos, de la firmeza, de la independencia, de la
perseverancia, del auto-dominio. Y entran
las facultades del querer, del rehusar, etc. En la
motivación se incluye, entre otras cosas -como vimos-, los
impulsos y las tensiones que mueven a la satisfacción de
necesidades. Se llama comúnmente motivación a la
carga afectiva que nos producen los objetos que nos satisfacen
las necesidades (6), tanto las biológicas como las
sociales, tanto las materiales como las espirituales. Por ello,
en la motivación entran todos los estados
afectivos.

La voluntad y la razón forman un par
dialéctico. Se niegan y excluyen mutuamente, a la par que
se presuponen. No es necesario exponer aquí toda la
oposición que hay entre voluntad y razón. La
historia de la
filosofía recoge esta oposición de una forma
descarnada. Lo que hay que hacer es entenderlas en unidad
dialéctica. También la cosmovisión y la
motivación forman un par dialéctico. Los procesos
afectivos (es decir, la motivación), y cognitivos (es
decir, la cosmovisión) forman una oposición, que a
la par que se excluyen mutuamente, se presuponen. A la vez, estos
cuatro subsistemas, o cuatro estructuras de conciencia, forman un
sistema total, una unidad integral que modula la actividad
interior, es decir, la actividad pensante.

El resultado de la actividad interior (actividad
pensante) es el resultado del concurso de la voluntad, la
razón, la motivación y la cosmovisión. Son
estas estructuras de conciencia, y no otras, las que dan sentido
y motivo a la toma de decisiones que vamos a hacer. La toma de
decisiones es esencialmente el producto de
una actividad racional, de una actividad motivacional, de una
actividad volitiva y de una actividad cosmovisiva. La toma de
decisiones, la decisión, no es una estructura de
conciencia, es una función.

Los conocimientos (la imagen del mundo, la imagen de uno
mismo y la imagen del sentido que tiene para uno los objetos que
nos rodean) son una premisa importante en la toma de decisiones.
La decisión que se toma en la conducta depende de nuestros
conocimientos de manera marcada. Al mismo tiempo, sin una
motivación que nos compulse a la acción no hay
conducta.

La conducta precisa de una "energía" para la
acción que la aporta, en gran medida, la
motivación. Pero la conducta es tal en la medida en que es
una actividad racional. El animal no se comporta o no tiene
conducta racional alguna. En el hombre, en cambio, la
actividad, que es comportamiento, es racional, es decir,
lógica, etc. Si lo que se va a hacer no tiene un sentido
racional, el hombre no lo emprende (al menos como
comportamiento). Por último, la voluntad es rasgo
imperioso de la toma de decisiones. Sin los actos volitivos no
hay comportamiento, pues el hombre nunca emprendería la
acción o nunca llegaría a su final.

Es necesario destacar que la conducta del hombre no es,
como quiere verse en ocasiones (6), una conducta totalmente
adaptativa y de satisfacción de necesidades. Esta es la
conducta típica de los animales, pero no
lo típico en el hombre (por eso este punto de vista es
totalmente biologisista). La adaptación y
satisfacción de necesidades es una premisa de la conducta
humana, pero no es su fin último. El hombre que se ha
adaptado y ha satisfecho sus necesidades (al menos las más
inmediatas) tiene un sentido de la vida, que en cada hombre es
concreto (al
menos la dialéctica de lo abstracto y lo concreto), y que
es el fin último de su conducta. A su vez, el sentido de
la vida es ideal, es decir, una idea. El sentidote la vida no es
una estructura de conciencia, es más bien una
función, una ley de su funcionamiento. En la
elaboración de esta idea (el sentido de la vida)
participan, a su vez, estas estructuras de conciencia (la
voluntad, la razón, la motivación y la
cosmovisión) y otras.

Pero en el hombre, el sentido de la vida no es una idea
fija. Por el contrario, en el transcurso de su vida evoca y evoca
una y otra idea. Si nos apartamos de la adaptación y
satisfacción de necesidades, lo que induce en el hombre a
determinadas ideas (al estilo de cómo la necesidad genera
psiquismo en el animal); y si nos apartamos de cómo el
sentido de la vida genera e induce en el hombre a determinadas
ideas (al estilo de una ley de pensamiento), nos encontramos con
que en el hombre hay evocación de ideas.

Evocar significa traer a colación una idea sin
que medie un proceso de génesis, de condicionamiento
causal de la idea en cuestión. Cuando la necesidad de
comer (apetito) genera en mi la idea de comprar un pan y genera
la idea del pan no hay, hablando con propiedad,
verdadera evocación. Para la producción de esta idea hay un algoritmo muy
marcado. De la misma forma que no la hay evocación cuando
el sentido de la vida me compulsa a determinada idea. El sentido
de la vida, como idea, es una ley que mueve la actividad
intelectual hacia determinados pensamientos (ideas). Podemos
hablar de evocación mientras y en tanto no hay un
algoritmo que me genere la idea.

Es claro que la adaptación, la necesidad, el
sentido de la vida, etc., son hilos que mueven las ideas. Y es
claro que, en última instancia, todas las ideas son
movidas por estos hilos. Pero si queremos estudiar la
evocación, como tal evocación, debemos hacer
abstracción de todo posible algoritmo en la
gestación y atracción al foco de conciencia de las
ideas. De lo contrario nos quedamos a nivel del animal y a nivel
de la inteligencia
artificial.

Ante la pregunta, por ejemplo, "¿cómo se
llama la mujer que vive
en la casa de al lado?, tenemos la respuesta (si la memoria nos
acompaña) de inmediato (damos por sentado que esto es
conocido para el sujeto), sin que medie un proceso
algorítmico para su obtención. De igual forma, si
nos preguntan ¿cómo valora Carlos Marx la
esencia del hombre?, tenemos (si sabemos algo de filosofía) de golpe la respuesta. No media
en este caso un proceso algorítmico para su
obtención. Estas respuestas se obtuvieron por
evocación. ¿Cómo es que la conciencia, es
decir, el pensamiento, trae a colación una idea sin que
medie un proceso algorítmico?, ¿En qué
consiste el proceso de la evocación?

Suponer que las ideas vienen al foco de conciencia por
un proceso de génesis, por ejemplo a partir de la
necesidad fisiológica, de la necesidad de
adaptación, de la necesidad de satisfacer el sentido de la
vida, etc., es no entender el problema a fondo. Es suponer que
hay una especie de algoritmo en la producción de la idea.
Un
algoritmo es, como vimos, el conjunto de operaciones
y procedimientos
que deben seguirse para resolver un problema. El
lenguaje algorítmico es aquel por medio del cual se
realiza un
análisis previo del problema a resolver y encontrar un
método
que permita resolverlo. Al conjunto de todas las operaciones
a realizar, y el orden en el que deben efectuarse, se le denomina
Algoritmo Las ideas, que el hombre comúnmente trae al foco
de conciencia (si nos abstraemos de las formas
algorítmicas que podemos encontrar), son por
evocación.

Para entender la evocación a plenitud, para
entender la esencia de este proceso (el de la evocación)
hay que retomar el problema de lo ideal. La evocación es
un proceso ideal.

Las ideas, en lo fundamental, no existen en la cabeza
del hombre, sino fuera de la cabeza del hombre. Existen
objetivadas en la cultura. La
idea de la silla existe, en primer lugar, objetivada en la silla
física.
Existe como el significado social que tiene la silla
física en el sistema de relaciones sociales. El
significado que tiene la silla no se reduce al que tiene para el
carpintero que la fabricó, sino que contiene además
el significado que tiene para el comerciante de la silla, para el
niño de la escuela que usa
la silla, etc. El significado social de la silla recoge el
entramado de su metabolismo
social. Este significado existe objetivado en la silla
física. En la cabeza (entiéndase conciencia
individual) lo que existe es la representación sensible
del signo que designa al objeto en cuestión (es decir, la
palabra "la silla") o la representación sensible de la
silla física. Al mismo tiempo, esta representación
es tal (tanto de la palabra como la de la silla física)
que porta un significado. Es el mismo que tiene la silla
física en el entramado de las relaciones sociales, el
mismo que está objetivado sobre la silla física.
Sólo así existe la idea de la silla en la cabeza
del hombre, es decir, en la conciencia individual.
¿Cómo?, como representación sensible de su
signo. Y recuérdese que el signo porta un
significado.

El materialismo
vulgar quiere encontrar la idea en el cerebro (y cuando
decimos cerebro no nos referimos a la cabeza, sino al
órgano material), quiere reducir la idea a una forma de lo
material. Pero la idea, que existe en la cabeza del hombre, es
ideal. Es ideal porque este significado es ideal. Consiste, esta
idealidad, en la otrodad que hay en el signo. El signo (ya bien
sea la representación de la palabra, ya bien sea la
representación de la silla física) es el ser otro
de la silla real. Por tanto, la silla está representada
aquí por medio de otro. Un otro porta el significado de un
primero. Esta personificación es la que hace la naturaleza
de la idealidad.

El materialismo ingenuo, por su parte, quiere reducir la
existencia de lo ideal a su forma subjetiva, sin reconocer la su
forma objetiva. Este materialismo no ve que lo ideal tiene,
además de subjetividad, objetividad. El reconocimiento de
la objetividad de lo ideal no tiene nada de extraño al
materialismo. Todo el mundo (se trata, en particular, de los
materialista consecuentes) está de acuerdo en que los
valores son
objetivos.
Pero el valor es,
entre otras cosas, el significado social que tienen los objetos o
fenómenos de la realidad para el hombre. De modo que el
significado es objetivo. Este significado, representado a
través de otro, es lo que se torna como idealidad. De modo
que, hay que concluir, que la idealidad es objetiva. El
materialismo se expresa aquí no en admitir que lo ideal
existe en el cerebro del hombre, sino con ayuda de él; de
que existe no únicamente en la cabeza del hombre, sino con
ayuda de la cabeza.

La representación sensible del signo tiene dos
planos: el plano ideal y el plano material. Como imagen sensible
(como fenómeno psíquico) es material. No hay
diferencia sustancial entre la representación sensible del
hombre y la representación sensible del animal superior.
Al mismo tiempo, no hay razones para suponer que esta
representación sensible del animal sea ideal. Debemos
concluir, una vez que lo ideal es propio del hombre, que la
imagen representatorial sensible es material. Pero la idea de la
silla que existe en la cabeza del hombre es ideal. Es ideal por
su significado. El significado, aunque existe en la cabeza del
hombre, existe objetivado en la cultura de forma ideal. Y existe
de forma ideal en la cabeza del hombre.

El problema estriba en que psiquis y cabeza no son lo
mismo. La cabeza del hombre, es decir, la conciencia individual,
es ideal; la psiquis, material. La idea de la silla en la cabeza
del hombre tiene por soporte material la representación
sensible del signo que designa la silla real, física. Pero
la idea de la silla cobra existencia, como tal idea, una vez que
es incorporada a la conciencia individual.

La conciencia individual es un conjunto de ideas o
sistema de ideas somatizadas en forma de estructuras de la mente
en (o a partir o sobre) la psiquis humana. La psiquis humana es
tan material como la psiquis de los animales superiores, pero en
el proceso de filogenia sufrió un proceso de
humanización, lo que le da la plasticidad necesaria para
permitir que en ella se somatice la conciencia individual, es
decir, este conjunto de ideas. Entre estas ideas, que son
estructuras de conciencia, tenemos la voluntad, la razón,
etc., y la subjetividad y el yo. La subjetividad, el yo y el
resto de las estructuras de conciencia son las estructuras por
medio de la cual cobran vida el resto de las ideas, que son
incorporadas al contenido de la vida espiritual. Y el complejo
subjetividad – yo (junto a otras estructuras) es la
estructura fundamental por medio de la cual se ejecuta la
evocación.

En la evocación participa toda la conciencia, en
particular todos sus elementos estructurales, pero en especial
las estructuras evocativas por excelencia son el yo la
subjetividad (y algunas otras, que veremos después). De la
misma forma que en la toma de decisiones son importantes la
voluntad, la razón, la motivación y la
cosmovisión; en el acto o proceso de evocación son
definitorias la subjetividad y el yo. En psicología freudiana
el yo se define como la parte periférica del ello, que
establece el nexo entre el ello propiamente dicho y el mundo
exterior (8). Lo importante aquí es que el yo es lo que
establece contacto entre el contenido de conciencia (lo que en
freudismo es aproximadamente el ello) y el mundo exterior,
contacto que se establece por medio de la idea evocada. El yo, en
comunión con la subjetividad, es la estructura que evoca
(y otro par de estructuras, que veremos después). La
subjetividad es una idea, una estructura de conciencia por medio
de la cual el resto de las ideas cobran vida espiritual. Es la
estructura que crea la realidad subjetiva. Es la estructura que
trae a la luz el resto de
las ideas que son contenidos de conciencia. Se comprenderá
que sin el alumbramiento de la subjetividad no puede haber
evocación. La evocación sólo es posible si
se hace subjetiva la idea evocada. La subjetividad y el y forman
un par dialéctico. A la vez que se excluyen mutuamente, se
presuponen.

Sin duda que la representación nace y muere con
el acto representatorial. La relación que hay entre la
representación y el cerebro es la misma que hay entre la
mano y la silla. La mano fabrica la silla, pero la silla se
encuentra (una vez fabricada) fuera de la mano. Por más
que estudiemos la mano (anatómicamente,
fisiológicamente, etc.) no vamos a encontrar en ella la
huella de la silla. El cerebro produce la representación
(con su actividad psíquica). Pero una vez sustituida esta
representación por otra, de la representación
anterior no queda nada. La representación nace y muere en
el acto representatorial. De la representación que muere,
en el cerebro no queda nada. La representación es su
función, no su estructura. La función nace y muere
en el acto funcional. Sólo la estructura
perdura.

Es la conciencia, por medio de la subjetividad y el yo,
y del complejo de su unidad (y del resto de las estructuras), la
que "ordena" que tenga lugar esta o aquella
representación, es decir, son las estructuras de
conciencia las que controlan y dirigen la facultad
representatorial del cerebro y la psiquis. La psiquis, el
psiquismo, es la función material del cerebro. Pero el
psiquismo es controlado por la conciencia, o por la subjetividad
y el yo (o por su complejo). Por tanto, no hay que buscar en el
cerebro la causa de la evocación de una idea, sino en la
subjetividad y el yo (y en el resto de las estructuras de
conciencia). La psiquis, el cerebro y el psiquismo, una vez que
tenemos conciencia, son regidos por las estructuras de esta (la
conciencia).

Desde este punto de vista, el que nazca una
representación sensible, es decir, psíquica, o
muera es una cosa que depende funcionalmente de la subjetividad,
del yo y del resto de las estructuras de conciencia. Y no es
causa del estado
material del cerebro. ¿Cómo es que, entonces, el
complejo "yo – subjetividad" (y en general la conciencia)
evoca?

La evocación es la función de la
conciencia. La evocación es a la conciencia como la
representación es al cerebro. Después del acto de
la evocación, en la conciencia no queda nada. La idea
evocada nace y muere en cada acto de la evocación. La
evocación no es una estructura de conciencia. Entre la
conciencia (individual) y el resto de ideas, que son parte de su
contenido (las que pueden ser evocadas) lo que hay es una
relación de contenido y forma. La conciencia es la forma;
las ideas evocadas, su contenido. Evocar es transformar el
contenido en forma, es decir, transformar el contenido de la
conciencia en su forma. Para evocar la conciencia no requiere de
un esfuerzo especial. Para que una idea sea evocada sólo
vasta con que sea contenido de la conciencia que
evoca.

La relación que hay entre la idea evocada y la
conciencia que evoca es la misma que hay entre dos ideas
cualesquiera. La conciencia es una idea más (o un complejo
de ideas), lo que somatizada. Pero como ideas, la idea evocada y
la conciencia que evoca se relacionan idealmente. Se relacionan
como dos ideas.

Entre dos ideas cualquiera hay un complejo de relaciones
o múltiples realinees. Como mínimo, hay al menos
una relación (pero siempre como mínimo una
relación). Entre dos ideas cualesquiera, por ejemplo"el
perro" y "el número 3", hay al menos la relación
que se establece en el juicio "el perro no es el número
3". Desde este punto de vista, entre la idea (que es evocada) y
la conciencia (que evoca la idea en cuestión) hay una
relación directa, inmediata. Todo el sistema de juicios
que unen estas dos ideas son vías directas (sin que se
tenga la necesidad de algún algoritmo) para poder realizar
la evocación. Evocar es establecer la asociación
(por ejemplo, juicio) entre la idea que es conciencia y la idea
que va a ser evocada. Y esta relación es
directa.

En el foco de conciencia siempre hay una idea (Un
pensamiento sin ideas, sin foco de conciencia, es una
abstracción vacía). Esta idea se relaciona
directamente, como vimos, con cualquier otra idea. De modo que
evocar la nueva idea es sustituir una idea por otra por medio de
la relación que hay entre estas dos ideas. El razonamiento
(por ejemplo, el silogismo) supone, por el contrario,
términos medios. De aquí que, para razonar, se
requiera de "tiempo" (es decir, una especie de algoritmo). La
evocación se fundamenta, por el contrario, en, entre otras
cosas, la capacidad del enjuiciamiento, es decir, en la
relación directa que hay entre dos ideas cualesquiera. Por
eso, también, una vez que razonamos la lógica de la
asociación queda no ya como razonamiento, sino como
relación directa (como memoria)

Notemos que estas relaciones se hayan consolidadas
objetivamente en la cultura. Y la conciencia individual
sólo es la expresión subjetiva, más o menos
aproximada, de estas relaciones. Por eso, para establecer esta
relación (la relación entre las dos ideas en
cuestión) la conciencia tiene que remitirse a la cultura,
como soporte objetivo de las relaciones subjetivas. Pero la
conciencia individual es tal en la medida en que ha descosificado
esa cultura y la ha hecho suya. Por tanto, las relaciones existen
como contenido de conciencia. Lo único que tiene que hacer
la conciencia es transformar su contenido en forma, lo que no es
más que realizar su función.

Se supone que cada acto de evocación implica la
formación de una representación psíquica o
sensorial. La conciencia no puede funcionar (es decir, realizar
su función) sin su soporte material. De igual forma, cada
asociación ideal, es decir, cada relación que se
establece entre dos o más ideas implica, a su vez,
asociaciones materiales (psíquicas), es decir,
representaciones sensoriales.

Sólo ahora caemos en la cuenta (es decir,
sólo ahora cobra sentido hablar de) que hay dos estructura
más de conciencia que participan en la evocación:
la atención y la memoria. Comúnmente se define la
memoria como el reflejo de lo que existe en el pasado, es lo que
permite el almacenamiento y
la posterior utilización de las experiencias vividas (7).
Pero la memoria es más que eso. Es una estructura de
conciencia, es una idea somatizada.

La memoria tiene dos formas (niveles): la memoria ideal
y la memoria física (material). Idealmente, la memoria se
establece en el sistema de relaciones ideales que hay entre todas
y cada una de las ideas que son forma y contenido de la
conciencia (individual). La conciencia (individual) por su forma
y contenido es una idea (todo lo compleja que se quiera) formada
por ideas y sus asociaciones (relaciones). Este sistema de
relaciones entre todas y cada una de las ideas que conforman y
dan contenido a la conciencia (individual) es la memoria ideal.
Pero la relación entre dos ideas es una idea más.
De modo que la memoria es una idea Como idea que es estructura de
conciencia, se encuentra somatizada. Físicamente, la
memoria es el soporte material de esta memoria ideal. Es lo que
queda temporalmente en el cerebro en calidad de estructura,
producto a su funcionamiento. La naturaleza y forma de esta
estructura no interesa aquí. Este es un problema
científico natural, es decir, de la anatomía y de la
fisiología del cerebro (en particular,
humano).

La atención se define comúnmente como un
estado psíquico de la personalidad que se expresa en la
concentración de ésta sobre algo y pone de
manifiesto la actitud del
sujeto hacia el objeto (7). Pero la atención es más
que eso, es una estructura de conciencia (una idea somatizada)
que posibilita, junto a la memoria, la evocación. Sin
concentrar la atención, sin prestar atención no es
posible memorizar, ni es posible evocar. Para evocar hay que
atender.

La atención y la memoria forman un par
dialéctico. A la par que se presuponen, se excluyen
mutuamente. Sin atender, sin memorizar, sin subjetivar y sin
hacer funcionar el yo (egologizar) no es posible evocar. Por
medio de estas estructuras de conciencia: la atención, la
memoria, el yo y la subjetividad, tiene lugar la
evocación. Evocar es usar la atención, la memoria,
el yo y la subjetividad en función de traer al foco de
conciencia una idea (la idea evocada).

Y sólo ahora caemos en la cuenta que la
lógica de la evocación, una vez que la hemos
entendido como proceso autónomo y abstrayéndonos
del mundo exterior, responde, en última instancia, a las
leyes de la
vida social del hombre, lo que implica reconocer como momentos
subordinados suyos las leyes biológicas y las leyes
psíquicas.

El método que
hay que seguir, aquí, en el estudio de la evocación
y, en general, en el estudio de la conciencia, es el de dividir
los elementos del sistema "conciencia" en estructuras y funciones. En un
sistema, como el de la conciencia individual o la mente, lo que
no es estructura, es función (y viceversa) De modo que se
puede enfocar su estudio desde el punto de vista
estructuro-funcional. El problema estriba en que el
órgano, es decir, la estructura, crea la función en
la misma medida en que la función crea el órgano.
En otras palabras, en un sistema como la mente, la estructura
tiene su función en la misma proporción en que la
función tiene su estructura. Según Engels, la
necesidad crea el órgano (9). Y como la
satisfacción de la necesidad se hace por medio de la
función correspondiente, hay que concluir que,
según Engels (entonces), la función crea el
órgano. A esta idea de Engels, hay que añadir (para
ser consecuente con la dialéctica del órgano y la
función) la relación contraria, es decir, la tesis
de que el órgano crea, a su vez, su
función.

No hay órgano sin función así como
no hay función sin órgano. A decir de Engels, toda
la naturaleza orgánica es una continua prueba de la
identidad y
carácter inseparable de forma y contenido.
Según él aquí, fenómenos
morfológicos y fisiológicos, forma y función
se condicionan mutuamente (10) Y lo que es válido para la
materia orgánica, es válido –decimos
nosotros- para la materia consciente.

En esta dialéctica, al mismo tiempo, el
órgano juega el papel pasivo. Es el que más
lentamente se desarrolla. La función, por el contrario,
juega el papel activo. Es la que más rápidamente se
desarrolla. De modo que la función arrastra al
órgano. La dialéctica que hay entre el
órgano y la función, es decir, entre la estructura
y la función (órgano y estructura son, aquí,
conceptos del mismo orden), es la misma que hay entre forma y
contenido. El órgano, es decir, la estructura, es la
forma; la función, el contenido. La forma es el elemento
relativamente estable. Cuando es nueva, posibilita y acelera el
desarrollo del
contenido. Pero cuando envejece, frena el desarrollo del
contenido. Tarde o temprano surge el conflicto
entre ellas. El final de este conflicto, es que el contenido
rompe su forma antigua y se viste de una nueva forma, que ahora
cuando es nueva favorece el desarrollo del contenido pero que al
envejecer, lo frena, y así sucesivamente. El estudio de la
forma y el contenido, es decir, de la estructura y de la
función, de la mente (la conciencia individual) posibilita
entender mejor el problema de la evocación.

Bibliografía

1.- http://es.wikipedia.org/wiki/Inteligencia_artificial

2.- http://www.monografias.com/trabajos/algoritmo/algoritmo.shtml

3.- Diccionario
Enciclopédico Color. Edit.
Océano. España.
1998. Página 498.

4.- C. Marx. El Capital.
Editorial de Ciencias
Sociales. La Habana. 1973. Páginas 140.

5.- Gonzáñez Sierra, Diego J. y otros.
Psicología
Educativa. Editorial Pueblo y Educación. La Habana.
Cuba.
Página 101.

6.- Núñez de Villavicencio.
Psicología y Salud. La Hababa. 2001.
Editorial de Ciencias
Médicas. Página 41, 42., 64, 65, 53

7- Núñez de Villavicencio.
Psicología Médica. Tomo I. Editorial Pueblo y
Educación. La Habana. 1991. Página 127, 41,
38.

8.- Diccionario Terminológico de Ciencias
Médicas. Tomado de la undécima edición
española. Editorial Científico-técnica. La
Habana. 1984. Página 1068.

9.- Engels, F. El papel del trabajo en la
transformación del mono en hombre. Obras escogidas de Marx
y Engels en tres tomos. Tomo III. Editorial Progreso.
Moscú. 1974. Página 69.

10.- Engels, F. Dialéctica de la Naturaleza.
Editora Política. La habana. 1979. Página
263.

Biografía del autor: Mi nombre es Evelio
A. Pérez Fardalez. Nací en Sancti spiritus, Cuba en
el año 1959. Mis estudias iniciales fueron de economía
política, los cuales desarrollé en La Universidad
Central de Las Villas (Santa Claro. Cuba). Más tarde me
gradué de filosofía en la Universidad Estatal de
Moscú. Desde el año 1984 imparto clases de
filosofía en el Instituto de Medicina de
Sancti Spiritus. Cuba.

 

 

 

 

 

Autor:

Evelio Pérez
Fardalez

Cuba. Sancti Spiritus. 5 de diciembre de
2008

Partes: 1, 2
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