Una mirada hacia los actos comunicacionales desde una Perspectiva Compleja
Al introducirme en el tema de la complejidad, una pregunta se
volvió necesaria, ¿sería disparatado aplicar
la perspectiva de lo complejo a la construcción de productos
comunicativos?
La respuesta se hizo inminente.
La manera de construir productos televisivos en nuestro
país está marcada por una tendencia.
El hacer o el know-how de nuestros realizadores se ha
"enquistado en el pasado". Algunos se atreven a catalogar a
nuestra televisión
como rígida, simétrica y patronal; entendiendo esta
visión como la manera de usar fórmulas
pre-establecidas que alguna vez funcionaron, en un contexto
socio-histórico determinado, con un público
determinado…
Las formas de hacer televisión aprehendidas de viejos modelos,
apenas incorporan elementos nuevos y contemporáneos,
originando entonces, generalmente, dramatizados
inverosímiles, noticias no
creíbles, spots disfuncionales, teleclases no
didácticas, en fin, una casi nula eficiencia
comunicativa.
Una posible relectura a nuestro hacer como comunicadores se
hace posible. Una nueva propuesta epistemológica devenida
de las Ciencias
Sociales, abre nuevos caminos al pensamiento
crítico social. La Teoría
de la Complejidad nos ofrece un nuevo enfoque para la
reinterpretación de la dinámica social, la cual se hace necesaria.
En el marco del paradigma de
la complejidad (opción orientadora de un modelo de
pensamiento), se busca articular, unir, los aportes de las
múltiples disciplinas que habían sido divididos por
el llamado "pensamiento disgregador".
La extrapolación de los principios,
leyes y
regularidades de las Ciencias
Naturales o "duras" a las Ciencias
Sociales, ha hecho que funcionemos y trabajemos igualmente con
estos métodos y
estos procederes en los saberes de corte social.
Este es precisamente un asunto sobre el cual llama la atención la Teoría de la
Complejidad. Surge como contraposición a lo que denomina
Edgar Morin
(1921) El Paradigma de la Simplificación, el cual enfatiza
un estilo de conocimiento
basado en operaciones de
reducción, como forma de aprehender el todo, de explicarlo
y manipularlo. A este ideal corresponde una noción de
método
como camino que antecede a la
investigación y que se concreta en diseños
predefinidos, cerrados, que son la garantía de encontrar
la verdad.
Esta perspectiva simplificadora (propia de las Ciencias
Naturales o clásicas) se apoya en varios supuestos, los
cuales son fuente de crítica
desde el pensamiento complejo.
Cuando hablamos de pensamiento complejo nos referimos a la
reforma de los viejos moldes de pensamiento, "a superar las
maneras de producir saber que reducen el
conocimiento del todo al de las partes y lo
descontextualizan" (4), dándole una posibilidad a la
incertidumbre. Es lógico entonces, que dichas
críticas al Paradigma de la Simplificación o
reduccionista apunten a que se obstaculiza:
– el pensamiento dinámico (por la insistencia en el
mantenimiento
en el equilibrio
estático)
– el pensamiento sistémico (por el enfoque mecanicista
empleado)
– el pensamiento dialógico (por la marcada insistencia
en la lógica
formal aristotélica)
– el pensamiento en forma de redes (por su incisivo
individualismo metodológico)
– el pensamiento multicriterial (porque insiste fuertemente en
la aplicación del principio de conmensurabilidad, en que
toda verdad debe de estar probada)
En la actualidad todo está interconectado.
Pensémonos desde la no linealidad de lo cotidiano.
Formamos parte de una sociedad
dinámica, ágil, cambiante. Pienso que igualmente la
estructura
tiene que atemporarse al sistema en el que
estamos viviendo, a la manera en que estamos viviendo. Es
necesario un cambio de
perspectiva que oriente nuevas maneras de abordar los
conocimientos, la realidad. Los métodos que nos ha legado
este paradigma de cientificidad, están siendo inefectivos
para comprender y resolver los asuntos que van
presentándose.
Nosotros como comunicólogos o comunicadores, como los
constructores y responsables de la puesta en pantalla,
diariamente nos enfrentamos a la negación del sujeto como
ser pensante, capaz de asumir una postura crítica desde su
racionalidad, completamente ajeno a la elaboración
activa.
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