- Introducción
- Desarrollo
- Fundamentación
de la propuesta de actividades - Actividades
- Conclusiones
- Bibliografía
Resumen
Después de un estudio cuasiexperimental en la localidad
de la Garita en el municipio de Yaguajay, realizado a 30 personas
de la tercera edad se pudo constatar, que de los mismos 20
presentan problemas con
el mantenimiento
en buenas condiciones de diferentes habilidades motrices y
funcionales, también se pudo observar que la asistencia de
los mismos a la práctica del ejercicio físico era
casi nula, con la participación de solo 5 de ellos a los
círculos de abuelos, notándose gran diferencia
entre los que asistían con regularidad y los que no
asisten nunca, por lo que se realizamos un trabajo en
conjunto entre el médico de la familia, el
técnico del INDER y el promotor cultural, para lograr la
mayor incorporación de los abuelos a la práctica
del ejercicio físico, a través de un plan de
actividades didácticas encaminadas a elevar el
conocimiento de los mismos sobre la práctica del
ejercicio físico en la tercera edad.
Introducción
Las últimas décadas del II Milenio fueron
testigos de espectaculares avances en todas las esferas del saber
científico y muy en particular en la esfera de la Salud Humana donde la
conservación y prolongación de la existencia,
desafortunadamente sólo en países con buenos o
aceptables niveles de salud, llegó a una expectativa de
vida promedio que se mueve en el entorno avanzado de la octava
década de vida. Cada vez un mayor número de
personas vive más allá de los ochenta años,
y, en muchos casos, con vitalidad y productividad
sorprendentes.
Es evidente que ello presupone importantes cambios, tanto
conceptuales como operacionales, en las estrategias
sanitarias de estos países.
En primer lugar resulta necesario el incremento de
servicios de salud específicos para una
población que envejece –tal vez para decirlo de
una forma más optimista, una población con
mayores niveles de experiencia y juventud acumulados- pero
que dentro de su homogeneidad cronológica se
caracteriza por una extraordinaria heterogeneidad: hay
adultos mayores que escasamente rozando los 60 años de
edad están repletos de achaques, ingieren lotes de
medicamentos, no pueden, o no quieren, renunciar a las
frecuentes consultas médicas y se convierten en
verdaderos "viejitos".En segundo lugar, y en consecuencia con lo anterior, la
prolongación de la duración de la existencia no
presupone la creación de "almacenes para
viejos" que vivirán muchos años, sino el
fomento de estrategias que potencien el bienestar, la
satisfacción, la calidad y la productividad de la
existencia en las personas que envejecen, para que se
mantengan tan activas como sus potencialidades se lo
permitan. Ello es coherente con una popular expresión
que es recurrente tanto en contextos geriátricos como
donde quiera que se reflexione acerca del sentido de la
existencia humana: "no se trata de llenar la vida de
años, sino –tal vez mucho más importante-
llenar los años de vida."En tercer lugar, los cambios en el cuadro de salud en el
planeta demuestran que su consecución se debe no
sólo a grandes logros, avances y descubrimientos en la
farmacología y tecnología médicas, sino
a la clara comprensión del papel de los factores
psicológicos y sociales en el proceso salud
enfermedad, a la significación del factor humano en el
logro, el mantenimiento, el restablecimiento o la
optimización de la salud humana.
Dentro de los factores señalados, uno de los más
importantes es el referente al acceso a los sistemas de
relaciones
interpersonales en que está inmersa la persona, lo que
se definen como redes de apoyo social.
Numerosos autores coinciden en sugerir los favorables efectos
que sobre la salud y el bienestar, así como en la
disminución de la vulnerabilidad a enfermar, ejercen las
redes de apoyo social de las personas en general pero muy en
particular en estadios sensibles del ciclo vital como la
niñez, en que no se ha alcanzado la madurez y validismo
deseados, o como en la senectud en que supuestamente el adulto
mayor depende más de los otros, dado el declinar de sus
habilidades y al lógico riesgo
cronológico de haber vivido más años y, en
consecuencia, haber pasado por un mayor número de eventos
estresantes como pérdidas de relaciones importantes, o
haber sido impactados por eventos tan significativos como la
viudez o la jubilación que le privan de importantes
fuentes de
gratificación interpersonal.
En función de
que el proceso de
Apoyo Social ha sido concebido como uno de "dar y recibir", en el
que lo característico es una especie de
"transacción" entre las personas en que al ofrecer algo en
las relaciones
humanas también se recibe algo (y ese algo puede ser
afecto, ayuda material, guía, consejo, validación
de la identidad,
algunos autores ven el proceso en la Tercera Edad –a mi
juicio desde una óptica
pesimista- como una especie de asimetría en las redes de
apoyo social del adulto mayor pues es mucho más lo que, en
apariencia, este necesita y demanda que lo
que realmente puede ofrecer. Cuando así sucede el adulto
mayor es plenamente conciente de ello y puede socavar su salud
subjetiva cuando los intentos de los demás por favorecer
su bienestar –aunque positivos en su intención-
impactan negativamente y contribuyen a sentimientos de
minusvalía, al sentir que no puede reciprocar lo que
recibe o demanda de los demás. Esto incrementa los
riesgos
sanitarios y en alguna literatura ha sido definido
como "apoyo social negativo".
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