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Antropología (página 2)




Enviado por Leticia Sarnago



Partes: 1, 2

El modelo
antropológico clásico de la antropología social fue abandonado en la
segunda mitad del siglo XX. Actualmente los antropólogos
trabajan prácticamente todos los ámbitos de la
cultura y la
sociedad.

El objeto y
sujeto del estudio antropológico

Objeto: El Hombre

Sujeto: El Hombre

El Hombre es
objeto y sujeto de toda antropología, porque el hombre se
estudia a sí mismo.

Esta ciencia
postula que nada de lo humano (salvo la biología) es
inherente a su naturaleza.
Por ello, el objeto del análisis antropológico no puede ser
tomado como una cosa dada. La definición del problema a
investigar pasa por la reflexión teórica y
empírica del fenómeno.

Tras el desarrollo de
diferentes tradiciones teóricas en diversos países,
entró en debate
cuál era el aspecto de la vida humana que
correspondía estudiar a la antropología. Para esa
época, los lingüistas y arqueólogos ya
habían definido sus propios campos de acción.
Edward B. Tylor en las primeras líneas del capítulo
primero de su obra Cultura primitiva había
propuesto que el objeto era la cultura o civilización,
entendida como un «todo complejo» que incluye las
creencias, el arte, la moral, el
derecho, las costumbres, y cualesquiera otros hábitos
adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad. Esta
propuesta está presente en todas las corrientes de la
antropología, ya sea que se declaren a favor o en contra
de la misma.

Sin embargo, a partir del debate se presenta un
fenómeno de constante atomización en la disciplina, a
tal grado que para muchos autores —por citar el ejemplo
más conocido—, el estudio de la cultura sería
el campo de la antropología cultural; el de las estructuras
sociales sería facultad de la antropología social
propiamente dicha. De esta suerte, Radcliffe-Brown
(antropólogo social) consideraba como una disciplina
diferente (y errada, por lo demás) la que realizaban Franz
Boas y sus alumnos (antropólogos culturales). Según
Clifford Geertz, el objeto de la antropología es el
estudio de la diversidad cultural.

Ramas de la
antropología

La antropología se divide en cuatro
subdisciplinas principales:

  • Antropología biológica o
    Antropología física. Esta rama analiza
    la diversidad del cuerpo humano en el pasado y el presente.
    Incluye, por tanto, la evolución de la anatomía
    humana, así como las diferencias y relaciones entre
    los pueblos actuales y sus adaptaciones al ambiente. En
    ocasiones, abarca la evolución de los primates. En el
    pasado era llamada antropología física, aunque
    con una ligera disparidad de conceptos.

  • Antropología social,
    antropología cultural o Etnología
    (también conocida como antropología
    sociocultural
    ). Estudia el comportamiento humano, la
    cultura, las estructuras de relaciones sociales. En la
    actualidad la antropología social se ha volcado al
    estudio de Occidente y su cultura. Aunque para los
    antropólogos de los países centrales (EE.UU.,
    Gran Bretaña, Francia, etc.) éste es un enfoque
    nuevo, hay que señalar que esta práctica es
    común en la antropología de muchos
    países latinoamericanos (como ejemplo, la obra de
    Darcy Ribeiro sobre el Brasil, la de Bonfil y Gonzalo Aguirre
    Beltrán sobre México, etc.). Dependiendo si
    surge de la tradición anglosajona se conoce como
    antropología cultural y, si parte de la escuela
    francesa, entonces se le denomina etnología.
    Quizá se haya distinguido de la antropología
    social en tanto que su estudio es esencialmente dirigido al
    análisis de la otredad en tanto que el trabajo de la
    antropología social resulta generalmente más
    inmediato. Uno de sus principales exponentes es Claude
    Lévi-Strauss quien propone un análisis del
    comportamiento del hombre basado en un enfoque estructural en
    el que las reglas de comportamiento de todos los sujetos de
    una determinada cultura, son existentes en todos los sujetos
    a partir de una estructura invisible que ordena a la
    sociedad.

  • Arqueología. Estudia a la
    humanidad pretérita. Permite conocer la vida en el
    pasado de pueblos extintos. Los arqueólogos dependen
    de los restos materiales de pueblos antiguos para inferir sus
    estilos de vida. Esto se realiza mediante el análisis
    estratigráfico de los objetos obtenidos en las
    excavaciones.

  • Antropología
    lingüística
    o Lingüística
    antropológica
    : estudia los lenguajes humanos. Dado
    que el lenguaje es una amplia parte constitutiva de la
    cultura, los antropólogos la consideran como una
    disciplina separada. Los lingüistas se interesan en el
    desarrollo de los lenguajes. Así mismo, se ocupan en
    las diferencias de los lenguajes vivos, cómo se
    vinculan o difieren, y en ciertos procesos que nos explican
    las migraciones y la difusión de la
    información. También se preguntan en las formas
    en que el lenguaje se opone o refleja otros aspectos de la
    cultura.

Dentro de las ciencias
sociales, disciplinas como la lingüística y la antropología
han mantenido una relación que ha tomado la forma de un
complejo proceso
articulatorio influido a lo largo del tiempo por las
distintas condiciones históricas, sociales y
teóricas imperantes. La lingüística, al igual
que la etnología, la arqueología, la antropología social,
la antropología física y la historia, es una de las
disciplinas que conforman el campo de la antropología
desde algunas perspectivas. La lingüística estudia
el lenguaje
para encontrar sus principales características y
así poder
describir, explicar o predecir los fenómenos
lingüísticos. Dependiendo de sus objetivos,
estudia las estructuras cognitivas de la competencia
lingüística humana o la función y
relación del lenguaje con
factores sociales y culturales.

La relación entre la
lingüística y la antropología ha respondido a
distintos intereses. Durante el siglo XIX y la primera mitad del
XX, la antropología y la lingüística
comparativa intentaban trazar las relaciones genéticas y
el desarrollo histórico de las lenguas y
familias lingüísticas. A posteriori, la
relación entre las dos disciplinas tomó otra
perspectiva por la propuesta desde el estructuralismo. Los modelos
lingüísticos fueron adoptados como modelos del
comportamiento
cultural y social en un intento por interpretar y analizar los
sistemas
socioculturales, dentro de las corrientes de la
antropología. La tendencia estructural pudo proponerse por
la influencia de la lingüística, tanto en lo
teórico, como en lo metodológico. Sin embargo, al
excluir las condiciones materiales y
el desarrollo histórico, se cuestionó que la
cultura y la
organización social pudieran ser analizadas del mismo
modo que un código
lingüístico, tomando al lenguaje como el modelo
básico sobre el que se estructura
todo el pensamiento o
clasificación.

No obstante estos puntos de vista diferentes, se
puede llegar a acercamientos productivos reconociendo que la
cultura y la sociedad son producto tanto
de condiciones objetivas o materiales como de construcciones
conceptuales o simbólicas. De esta forma la interacción entre estas dos dimensiones,
nos permite abordar a los sistemas socioculturales como una
realidad material a la vez que una construcción conceptual. Las lenguas
implican o expresan teorías
del mundo y, por tanto, son objetos ideales de estudio para los
científicos sociales. El lenguaje, como herramienta
conceptual, aporta el más complejo sistema de
clasificación de experiencias por lo que cada teoría,
sea ésta antropológica, lingüística o
la unión de ambas, contribuye a nuestra comprensión
de la cultura como un fenómeno complejo ya que
«el lenguaje es lo que hace posible el universo de
patrones de entendimiento y comportamiento que llamamos cultura.
Es también parte de la cultura, ya que es transmitido de
una generación a otra a través del aprendizaje y la
imitación, al igual que otros aspectos de la
cultura
».

Roman Jakobson plantea que «los
antropólogos nos prueban, repitiéndolo sin cesar,
que lengua y
cultura se implican mutuamente, que la lengua debe concebirse
como parte integrante de la vida de la sociedad y que la
lingüística está en estrecha conexión
con la antropología cultural
». Para él,
la lengua, como el principal sistema semiótico, es el
fundamento de la cultura: «Ahora sólo podemos
decir con nuestro amigo McQuown que no se da igualdad
perfecta entre los sistemas de signos, y que
el sistema semiótico primordial, básico y
más importante, es la lengua: la lengua es, a decir
verdad, el fundamento de la cultura. Con relación a la
lengua, los demás sistemas de símbolos no pasan de ser o concomitantes o
derivados. La lengua es el medio principal de comunicación informativa
».

Sub-ramas

A su vez, cada una de estas cuatro ramas
principales se subdivide en innumerables subramas que muchas
veces interactúan entre sí.

De la antropología sociocultural se
desprenden:

  • Antropología del parentesco: esta rama
    se enfoca en las relaciones de parentesco, entendido como un
    fenómeno social, y no como mero derivado de las
    relaciones biológicas que se establecen entre un
    individuo, sus genitores y los consanguíneos de
    éstos; se trata de una de las especialidades
    más antiguas de la antropología, y de hecho
    está relacionada con el quehacer de los primeros
    antropólogos evolucionistas del siglo XIX.

  • Ciberantropología: es una rama de
    antropología sociocultural que estudia sistemas
    cibernéticos y la relación entre humanos y
    tecnologías.

  • Antropología de la religión:
    Estudia los sistemas religiosos y de creencias.

  • Antropología filosófica: el
    propósito de la antropología ha sido logrado
    por la antropología filosófica que ha centrado
    su atención en el hombre, tomando en cuenta todos los
    aspectos de la existencia humana, biológica y
    cultural, pasada y presente, combinando estos materiales
    diversos en un abordaje íntegro del problema de la
    existencia humana. Además, se pregunta por la
    naturaleza fundamental de su ser, se pregunta lo que
    diferencia al ser humano de todos los demás seres,
    cómo se define a través de su existencia
    histórica, etc. Tales interrogantes fundamentales de
    la antropología filosófica pueden ser
    condensadas en una pregunta radical: ¿Qué es el
    hombre?

De la antropología biológica
se desprenden:

  • Antropología forense: Se encarga de la
    identificación de restos humanos esqueletizados dado
    su amplia relación con la biología y
    variabilidad del esqueleto humano. También puede
    determinar, en el caso de que hayan dejado marcas sobre los
    huesos, las causas de la muerte, para tratar de reconstruir
    la mecánica de hechos y la mecánica de
    lesiones, conjuntamente con el arqueólogo forense, el
    criminalista de campo y médico forense, así
    como aportar, de ser posible, elementos sobre la conducta del
    victimario por medio de indicios dejados en el lugar de los
    hechos y el tratamiento perimortem y posmortem dado a la
    víctima.

  • Paleoantropología: Se ocupa del
    estudio de la evolución humana y sus antepasados
    fósiles u homínidos antiguos. A veces,
    también puede ser conocida como
    paleontología humana.

  • Antropología genética: Se la
    define como la aplicación de técnicas
    moleculares para poder entender la evolución
    homínida, en particular la humana,
    relacionándolas con otras criaturas no humanas.

De la arqueología se
desprenden:

  • Arqueoastronomía: Es el estudio de
    yacimientos arqueológicos relacionados con el estudio
    de la astronomía por culturas antiguas. También
    estudia el grado de conocimientos astronómicos
    poseído por los diferentes pueblos antiguos. Uno de
    los aspectos de esta disciplina es el estudio del registro
    histórico de conocimientos astronómicos
    anterior al desarrollo de la moderna astronomía.

  • Arqueología subacuática: Sigue
    los preceptos de la arqueología terrestre pero se
    dedica, a través de la técnicas de buceo, a
    desentrañar antiguas culturas cuyos restos materiales
    que, por alguna una razón u otra, se encuentran
    actualmente bajo el agua.

Cada una de las ramas ha tenido un desarrollo
propio en mayor o menor medida. La diversificación de las
disciplinas no impide, por otro lado, que se hallen en
interacción permanente unas con otras. Los edificios
teóricos de las disciplinas antropológicas
comparten como base su interés
por el estudio de la humanidad. Sin embargo,
metonímicamente en la actualidad, cuando se habla de
antropología, por antonomasia se hace referencia a la
antropología social.

El origen de la
pregunta antropológica

La pregunta antropológica es ante todo una
pregunta por el otro. Y en término estrictos, está
presente en todo individuo y en
todo grupo humano,
en la medida en que ninguna de las dos entidades puede existir
como aislada, sino en relación con Otro. Ese
otro es el referente para la construcción de la
identidad,
puesto que ésta se construye por «oposición
a» y no «a favor de». La preocupación
por aquello que genera las variaciones de sociedad en sociedad es
el interés fundador de la antropología moderna. Fue
de esa manera que, para Krotz, el asombro es el pilar
del interés por lo «otro» (alter), y
son las «alteridades» las que marcan tal contraste
binario entre los hombres.

A pesar de que todos los pueblos comparten esta
inquietud, es en Occidente donde, por condiciones
históricas y sociales particulares, adquiere una
importancia superior. Es innegable que ya Hesíodo,
Heródoto, y otros clásicos indagaban en estas
diferencias. Sin embargo, cuando Europa se
halló frente a pueblos desconocidos y que resultaban tan
extraordinarios, interpretó estas exóticas formas
de vida ora fascinada, ora sobrecogida.

El descubrimiento de
América constituye un gran hito de la pregunta
antropológica moderna. Los escritos de Cristóbal
Colón y otros conquistadores revelan el choque cultural en
que se vio inmersa la vieja Europa. Especial importancia tienen
los trabajos de los misioneros indianos en México,
Perú, Colombia y
Argentina en los primeros acercamientos a las culturas
aborígenes. De entre ellos destaca Bernardino de
Sahagún, quien emplea en sus investigaciones
un método
sumamente riguroso, y lega una obra donde hay una
separación bien clara entre su opinión
eclesiástica y los datos de sus
«informantes» sobre su propia cultura. Esta obra es
la Historia de las cosas de la Nueva España.

Con los nuevos descubrimientos geográficos
se desarrolló el interés hacia las sociedades que
encontraban los exploradores. En el siglo XVI el ensayista
francés Montaigne se preocupó por los contrastes
entre las costumbres en diferentes pueblos.

En 1724 el misionero jesuita Lafitau
publicó un libro en el
que comparaba las costumbres de los indios americanos con las del
mundo antiguo. En 1760 Charles de Brosses describe el paralelismo
entre la religión africana y
la del Antiguo Egipto. En
1748 Montesquieu
publica El espíritu de las leyes
basándose en lecturas sobre costumbres de diferentes
pueblos. En el siglo XIIX, fue común la presencia de
relatores históricos, los cuales, a modo de
crónica, describían sus experiencias a
través de viajes de gran
duración a través del mundo. En este caso se puede
citar a Estanislao de la Hoz. El siglo XIX vio el comienzo de
viajes emprendidos con el fin de observar otras sociedades
humanas. Viajeros famosos de este siglo fueron Bastian
(1826-1905) y Ratzel (1844-1904). Ratzel fue el padre de la
teoría del difusionismo que consideraba que todos los
inventos se
habían extendido por el mundo por medio de migraciones,
esta teoría fue llevada al absurdo por su discípulo
Frobenius (1873-1938) que pensaba que todos los inventos
básicos se hicieron en un solo sitio: Egipto.

En la de Charles Darwin y sucesos
históricos como la Revolución
industrial contribuirían al desarrollo de la
antropología como una disciplina científica.

Nacimiento
institucional de la antropología

Se considera que el nacimiento de la
antropología como disciplina tuvo lugar durante el Siglo
de las Luces, cuando en Europa se realizaron los primeros
intentos sistemáticos de estudiar el comportamiento
humano. Las ciencias
sociales —que incluyen, entre otras a la jurisprudencia, la historia, la filología,
la sociología y, desde luego, a la
antropología— comenzaron a desarrollarse en esta
época.

Por otro lado, la reacción
romántica contra el movimiento
ilustrado —que tuvo su corazón en
Alemania— fue el contexto en el que filósofos como Herder y, posteriormente,
Wilhelm Dilthey, escribieron sus obras. En ellas se puede
rastrear el origen de varios conceptos centrales en el desarrollo
posterior de la antropología.

Estos movimientos intelectuales
en parte lidiaron con una de las mayores paradojas de la modernidad:
aunque el mundo se empequeñecía y se
integraba cada vez más, la experiencia de la gente del
mundo resultaba más atomizada y dispersa. Como Karl Marx y
Friedrich Engels observaron en la década de 1840:

Todas las viejas industrias
nacionales, han sido o están siendo destruidas a diario.
Son desplazadas por nuevas industrias, cuya introducción, se convierte en un tema de
vida o muerte para
las naciones civilizadas, por industrias que no trabajan
sólo con materias primas locales, sino también, con
materias primas traídas de los lugares más remotos;
industrias cuyos productos, no
son consumidos solo por la población local, sino también por
gente de todo el globo. En lugar de las antiguas demandas de
consumo,
satisfechas por la producción del país, encontramos
nuevas necesidades, requiriendo para su satisfacción,
productos de lugares y climas distantes. En lugar del antiguo
aislamiento nacional y la auto-suficiencia, tenemos relaciones en
todas las direcciones, interdependencia universal de
naciones.

Irónicamente, esta interdependencia
universal, en vez de llevar a una mayor solidaridad en la
humanidad, coincidió con el aumento de divisiones
raciales, étnicas, religiosas y de clase, y
algunas expresiones culturales confusas y perturbantes.
Éstas son las condiciones de vida que la gente en la
actualidad enfrenta cotidianamente, pero no son nuevas: tienen su
origen en procesos que
empezaron en el siglo XVI y se aceleraron en el siglo XIX.

Institucionalmente, la antropología
emergió de la historia natural (expuesta por autores como
Buffon) definida como un estudio de los seres humanos,
—generalmente europeos—, viviendo en sociedades poco
conocidas en el contexto del colonialismo. Este análisis
del lenguaje, cultura, fisiología, y artefactos de los pueblos
primitivos —como se los llamaba en esa
época— era equivalente al estudio de la flora y la
fauna de esos
lugares. Es por esto que podemos comprender que Lewis Henry
Morgan escribiera tanto una monografía
sobre La liga de los iroqueses, como un texto sobre
El castor americano y sus construcciones.

Un hecho importante en el nacimiento de la
antropología como una disciplina institucionalizada es que
la mayor parte de sus primeros autores fueron biólogos
(como Herbert Spencer), o bien juristas de formación (como
Bachoffen, Morgan, McLennan). Estas vocaciones académicas
influyeron en la construcción del objeto
antropológico de la época y en la definición
de dos temas cruciales para la antropología a lo largo de
su historia, a saber: la naturaleza del cambio social
en el tiempo y del derecho (analizado bajo la forma del
parentesco) y los mecanismos de herencia.

Dado que los primeros acercamientos de la
antropología institucional tendían a extender los
conceptos europeos para comprender a la enorme diversidad
cultural de otras latitudes no europeas, se incurrió en el
exceso de clasificar a los pueblos por un supuesto grado de mayor
o menor progreso. Por eso, en esos primeros tiempos de
indagación etnográfica, productos de la cultura
material de naciones «civilizadas» como China, fueron
exhibidos en los museos dedicados al arte, junto a obras
europeas; mientras, que sus similares de África o
de las culturas nativas de América
se mostraban en los museos de historia natural, al lado de los
huesos de
dinosaurio o los dioramas de paisajes (costumbre que permanece en
algunos sitios hasta nuestros días). Dicho esto, la
práctica curatorial ha cambiado dramáticamente en
años recientes, y sería incorrecto ver la
antropología como fenómeno del régimen
colonial y del chovinismo europeo, pues su relación con el
imperialismo
era y es compleja.

La antropología continuó
refinándose de la historia natural y, a finales del siglo
XIX, la disciplina comenzaba a cristalizarse —en 1935, por
ejemplo, T.K. Penniman escribió la historia de la
disciplina titulada 100 años de la
Antropología
—. En esta época dominaba el
«método comparativo», que asumía un
proceso evolutivo universal desde el primitivismo hasta la
modernidad; ello calificaba a sociedades no europeas como
«vestigios» de la evolución que reflejaban el pasado europeo.
Los eruditos escribieron historias de migraciones
prehistóricas, algunas de las cuales fueron valiosas y
otras muy fantásticas. Fue durante este periodo cuando los
europeos pudieron, por primera vez, rastrear las migraciones
polinésicas a través del océano
Pacífico. Finalmente, discutieron la validez de la raza
como criterio de clasificación pues decantaba a los seres
humanos atendiendo caracteres genéticos; pese a coincidir
el auge del racismo.

En el siglo XX, las disciplinas académicas
comenzaron a organizarse alrededor de tres principales dominios:
ciencia, humanismo y
las ciencias sociales. Las ciencias, según el
falsacionismo dogmático e ingenuo, explican
fenómenos naturales con leyes falsables a través
del método experimental. Las humanidades proyectaba el
estudio de diversas tradiciones nacionales, a partir de la
historia y las artes. Las ciencias sociales intentan explicar el
fenómeno social usando métodos
científicos, buscando bases universales para el
conocimiento social. La antropología no se restringe a
ninguna de estas categorías.

Tanto basándose en los métodos de
las ciencias
naturales, como también creando nuevas técnicas
que involucraban no sólo entrevistas
estructuradas sino la consabida «observación participante»
desestructurada, y basada en la nueva teoría de la
evolución a través de la selección
natural, propusieron el estudio científico de la humanidad
concebida como un todo. Es crucial para este estudio el concepto de
cultura. La cultura ha sido definida en la antropología de
las formas más variadas, aunque es posible que exista
acuerdo en su conceptualización como una capacidad social
para aprender, pensar y actuar. La cultura es producto de la
evolución
humana y elemento distintivo del Homo sapiens y,
quizás, a todas las especies del género
Homo, de otras especies, y como una adaptación
particular a las condiciones locales que toman la forma de credos
y prácticas altamente variables. Por
esto, la «cultura» no sólo trasciende la
oposición entre la naturaleza y la consolidación;
trasciende y absorbe peculiarmente las distinciones entre
política,
religión, parentesco, y economías europeas como
dominios autónomos. La antropología por esto supera
las divisiones entre las ciencias naturales, sociales y humanas
al explorar las dimensiones biológicas,
lingüísticas, materiales y simbólicas de la
humanidad en todas sus formas.

El devenir de la antropología durante el
siglo XX

En este apartado se considera la
consolidación de la antropología como una
disciplina por derecho propio. Sin embargo, no es, ni de lejos,
un edificio monolítico. Como todas las corrientes de
pensamiento, se relaciona directamente con el contexto social en
el que se produce. De esta manera se puede entender la
divergencia entre las varias escuelas nacionales de la
antropología, que se fueron consolidando durante los
últimos años del siglo XIX y la mitad del siglo
XX.

La
antropología en Latinoamérica

La antropología latinoamericana
enraíza en la escuela
culturalista estadounidense de Boas. Uno de sus alumnos, Manuel
Gamio, fundó la tradición antropológica
mexicana, y el mismo Boas dio clases en ese país.

Su desarrollo como disciplina científica
en casi todos los países del subcontinente está
ligado con la actividad estatal. De hecho, en el período
comprendido aproximadamente entre los años 1930 y 1970, en
muchos países de América
Latina se fundaron instituciones
antropológicas paraestatales que tenían la
función de planificar y desarrollar programas de
desarrollo dirigidos a la integración de los indígenas en la
sociedad nacional.

Posteriormente, durante la década de 1960
y hasta 1980 aproximadamente, la antropología
iberoamericana recibió una fuerte influencia del marxismo, que
se convirtió en la corriente dominante en muchas de las
instituciones formadoras de los antropólogos
iberoamericanos. El avance de la teoría marxista en la
antropología de la región puso el énfasis de
la investigación
social en cuestiones relacionadas con el subdesarrollo,
las comunidades campesinas, la cuestión indígena y
su exclusión con respecto al resto de la sociedad. Al
mismo tiempo, los antropólogos volvieron la mirada a la
ciudad, interesados en el fenómeno de la rápida
urbanización que se vivía en países como
Argentina, Brasil,
México y Perú; proceso que iba acompañado de
un deterioro en las condiciones de vida de las familias citadas
de primera generación.

La
antropología en tiempos modernos

En la década de los setenta, la
antropología ecológica tomó un gran impulso.
Uno de los más clásicos ejemplos de esta corriente
es Marvin Harris y el materialismo
cultural, para quien los más misteriosos
comportamientos de la humanidad (como el culto a las vacas en
India)
podían ser interpretados con base en razones
prácticas (Harris, 1996: cap I). Friedman (2003) resume la
polémica surgida en torno a este tipo
de trabajos.

Antes de la Segunda Guerra
Mundial la antropología social británica y la
antropología cultural estadounidense mantenían
posturas diferentes sobre su método y concepción de
la antropología. Tras la guerra, se
acercarían hasta crear una antropología
sociocultural.

En los años 1950 y la mitad de la
década siguiente la antropología tendió a
modelarse siguiendo la ciencia
natural. Algunos, como Lloyd Fallers o Clifford Geertz, se
concentraron en los procesos de modernización a
través de los cuales se desarrollarían los nuevos
Estados independientes. Otros, como Julian Steward o Leslie White
estudiaron la forma en que las sociedades evolucionan sobre su
ambiente
ecológico —una idea popularizada por Marvin
Harris—.

La antropología económica,
influenciada por Karl Polanyi y desarrollada por Marshall Sahlins
y George Dalton resaltaron las debilidades conceptuales de la
economía tradicional para abordar los
mecanismos de explotación y distribución de los bienes en las
sociedades precapitalistas. Acusaban que las teorías
ortodoxas ignoraban los factores culturales y sociales en estos
aspectos de la esfera económica social, y que por tanto,
sus preceptos no eran universales. En Inglaterra, el
paradigma de
la Sociedad Británica de antropología fue escindido
cuando Max Gluckman y Peter Worsley se inclinaron hacia el
marxismo. Lo mismo ocurrió en el momento que Rodney
Needham y Edmund Leach incorporaron el estructuralismo de
Lévi-Strauss a su análisis antropológico
(por ejemplo, en la obra Cultura y
comunicación…
del primer autor).

El estructuralismo también influyó
en ciertas investigaciones en los años sesenta y setenta,
incluyendo la antropología cognitiva y el análisis
de componentes. Autores como David Schneider, Clifford Geertz, y
Marshall Sahlins elaboraron un concepto más laxo de la
cultura como red de símbolos y
significados, la cual se volvió muy popular dentro y fuera
de la disciplina. Adaptándose a su tiempo, ciertos
grupos de
antropólogos se volvieron más activos en
política, sobre todo tras la guerra de independencia
argelina y su oposición a la guerra de
Vietnam. En ese contexto, el marxismo se volvió uno de
los enfoques más difundidos en la disciplina.

En la década de los años 1980 la
cuestión del poder —analizada por Eric Wolf en
Europa y los pueblos sin historia— fue central en
la disciplina. Libros como
Anthropology and the Colonial Encounter consideraron los
vínculos entre la antropología y la inequidad
colonial, al tiempo que la amplia popularidad de teóricos
como Antonio
Gramsci y Michel Foucault llamaron
la atención hacia los temas del poder y la
hegemonía. El género y la sexualidad se
convirtieron en temas centrales. Lo mismo ocurrió con la
relación entre historia y antropología,
relación analizada por Marshall Sahlins, que llevó
a Lévi-Strauss y Fernand Braudel a examinar la
relación entre la estructura
social y el agente individual.

A finales de los ochenta autores como George
Marcus y Clifford Geertz cuestionaron la autoridad
etnográfica, particularmente en el cómo y el por
qué es posible el conocimiento y
la autoridad de la antropología. La crítica
de estos autores se centra en la supuesta
«neutralidad» de los etnógrafos. Forma
parte de la tendencia posmodernista contemporánea. En los
últimos años (1990–2006) los
antropólogos han prestado más atención a la
medicina y
biotecnología, la
globalización, los derechos indígenas y
la antropología urbana. Es importante señalar que,
en especial, los dos últimos temas (derechos
indígenas y antropología urbana) se encontraban
presentes en la discusión antropológica de los
países latinoamericanos. Como ejemplo tenemos el
análisis de la cultura de la pobreza,
emprendido por Oscar Lewis en la ciudad de México en la
década de los cincuenta, y los trabajos de la corriente
indigenista latinoamericana surgida a partir de la década
de 1930 y que concluye con el México profundo de
Guillermo Bonfil.

Ética,
política y antropología

Capitulación japonesa en el acorazado
Missouri. La colaboración de los antropólogos
estadounidenses con su Ejército nacional fue muy activa.
Ruth Benedict (1976: Introducción), por ejemplo,
realizó una excelente monografía sobre la cultura japonesa con la
intención expresa de apoyar al mando militar de su
país.

Algunos problemas
éticos surgen de la sencilla razón de que los
antropólogos tienen más poder que los pueblos que
estudian. Se ha argumentado que la disciplina es una forma de
colonialismo en la cual los antropólogos obtienen poder a
expensas de los sujetos. Según esto, los
antropólogos adquieren poder explotando el conocimiento y
los artefactos de los pueblos que investigan. Estos, por su
parte, no obtienen nada a cambio, y en el colmo, llevan la
pérdida en la transacción. De hecho, la llamada
escuela británica estuvo ligada explícitamente, en
su origen, a la
administración colonial.

Otros problemas son derivados también del
énfasis en el relativismo cultural de la
antropología estadounidense y su añeja
oposición al concepto de raza. El desarrollo de la
sociobiología hacia finales de la década de 1960
fue objetado por antropólogos culturales como Marshall
Sahlins, quien argumentaba que se trataba de una posición
reduccionista. Algunos autores, como John Randal Baker,
continuaron con el desarrollo del concepto biológico de
raza hasta la década de 1970, cuando el nacimiento de la
genética
se volvió central en este frente.

Recientemente, Kevin B. McDonald criticó
la antropología boasiana como parte de la estrategia
judía para acelerar la inmigración masiva y destruir a Occidente
(The Culture of Critique, 2002). En tanto que la genética
ha avanzado como ciencia, algunos antropólogos como Luca
Cavalli-Sforza han dado actualizado el concepto de raza de
acuerdo con los nuevos descubrimientos (tales como el trazo de
las migraciones antiguas por medio del ADN de la
mitocondria y del cromosoma Y).

Por último, la antropología tiene
una historia de asociaciones con las agencias gubernamentales de
inteligencia y
la política antibelicosa. Boas rechazó
públicamente la participación de los Estados Unidos en
la Primera Guerra
Mundial, lo mismo que la colaboración de algunos
antropólogos con la inteligencia de Estados Unidos. En
contraste, muchos antropólogos contemporáneos de
Boas fueron activos participantes en esta guerra de
múltiples formas. Entre ellos se cuentan las docenas que
sirvieron en la Oficina de
Servicios
Estratégicos y la Oficina de Información de Guerra. Como ejemplo, se
tiene a Ruth Benedict, autora de El crisantemo y la
espada
, que es un informe sobre la
cultura japonesa realizado a pedido del Ejército de
Estados Unidos.

En 1950 la Asociación Antropológica
Estadounidense (AAA) proveyó a la CIA información
especializada de sus miembros, y muchos antropólogos
participaron en la Operación Camelot durante la guerra de
Vietnam.

Por otro lado, muchos otros antropólogos
estuvieron sumamente activos en el movimiento pacifista e
hicieron pública su oposición en la American
Anthropological Association
, condenando el involucramiento
del gremio en operaciones
militares encubiertas. También se han manifestado en
contra de la invasión a Irak, aunque
al respecto no ha habido un consenso profesional en Estados
Unidos.

Los colegios profesionales de
antropólogos censuran el servicio
estatal de la antropología y sus deontologías les
pueden impedir a los antropólogos dar conferencias
secretas. La Asociación Británica de
Antropología Social ha calificado ciertas becas
éticamente peligrosas. Por ejemplo, ha condenado el
programa de la
CIA Pat Roberts Intelligence Scholars Program, que patrocina a
estudiantes de antropología en las universidades de
Estados Unidos en preparación a tareas de espionaje para
el gobierno. La
Declaración de Responsabilidad Profesional de la American
Anthropological Association
afirma claramente que
«en relación con el gobierno propio o
anfitrión (…) no deben aceptarse acuerdos de
investigaciones secretas, reportes secretos o informes de
ningún tipo
».

 

 

 

Autor:

Leticia Sarnago

Partes: 1, 2
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