Introducción
Colonialidad del poder es un concepto que da cuenta de uno de
los elementos fundantes del actual patrón de poder, la
clasificación social básica y universal de la población del planeta en
torno de la idea de "raza". Esta
idea y la clasificación social en ella fundada, fueron
originadas hace 500 años junto con América, Europa y el capitalismo. Son la más
profunda y perdurable expresión de la dominación
colonial, y fueron impuestas sobre toda la población del
planeta en el curso de la expansión del colonialismo
europeo. Desde entonces, en el actual patrón mundial de
poder impregnan todas y cada una de las áreas de existencia
social y constituyen la más profunda y eficaz forma de
dominación social, material e intersubjetiva, y son, por eso
mismo, la base intersubjetiva más universal de
dominación política dentro del actual patrón
de poder[1]
Leopoldo Zea, considera que la historia y la historiografía del
pensamiento latinoamericano,
tradicionalmente se ha conformado en relación a Europa, no
obstante tiene una deuda importante respecto a la decisiva y
creciente presencia del pensamiento norteamericano (de EEUU y
Canadá), así como una deuda con el pensamiento
asiático y africano que, si bien en grado mucho menor, se
han hecho sentir entre nosotros. En este sentido parece clave
continuar construyendo la historia de nuestras ideas "por
relación a", pero a la vez es necesario ser capaces de
mostrarlas como parte de un movimiento que las trasciende.
Y aquí se manifiesta un elemento decisivo: aunque la
mayoría de los componentes del pensamiento latinoamericano
provienen de una tradición occidental, la estructura de éste no es
europea sino periférica.
La constitución de un
pensamiento de la periferia es una tarea en la que Zea ha
avanzado elaborando un nutrido conjunto de conceptos de los
cuales nos interesó rescatar algunos, en primer lugar la
necesidad de un enfoque, por parte de los periféricos, que tenga en
cuenta la condición periférica o, en otras palabras,
que parta de la relación de dependencia que caracteriza la
existencia de estos con el mundo desarrollado; la necesidad de
asumir el pasado no como pura negación sino que
asuntivamente; recibir lo occidental como asimilación de la
experiencia sufrida, transformándola en instrumento al
servicio de las metas propias
de Latinoamérica se propone
alcanzar para tomar conciencia de que se existe en
relación con los otros, lo que significa reconocer a los
demás, dialogar y, en el caso de los otros latinoamericanos,
intentar la integración; trabajar
simultáneamente con las ideas de reconocimiento de las
diferencias del otro y de mestizaje [2]
Por ello sostenemos que la sociedad liberal industrial se
constituye en América Latina, no sólo
en el orden social deseable, sino en el único posible. Esta
es la concepción, según la cual nos encontramos hoy en
un punto de llegada, sociedad sin ideologías, modelo civilizatorio ,
globalizado universal, que hace innecesaria la política, ya
que no hay alternativas posibles a ese modo de vida, al estar
frente a la colonialidad del poder que soporta la
periferia.
Así es que la colonialidad del poder se ha
constituido como el patrón de poder hoy mundialmente
hegemónico.
Para ello se analizará, en primer lugar, la
Teoría de la Dependencia
del autor T. Dos Santos y algunas visiones sobre la misma de
otros teóricos. En una segunda instancia, se abordará
la temática de la colonialidad.
Desarrollo
Teoría de la Dependencia
La teoría de la dependencia[3]que
surgió en América Latina[4]en la
década de 1960, intentaba explicar las nuevas
características del desarrollo socioeconómico
de la región iniciado de hecho entre 1930 y 1945. Ubicamos
su florecimiento en los años ´60 y ´70, en un
sentido muy inmediato ese florecimiento tiene que ver con la
crisis del
desarrollismo[5]a principios de los ´60,
cuando se registra una situación sin salida, creciente de la
estrategia de
industrialización por sustitución de importaciones. Y también
confluye en el nacimiento de la corriente la insatisfacción
con la visión del desarrollo lineal que se planteaba en los
centros del pensamiento neoclásico e imperialistas.
Éstos decían que el desarrollo de los países
atrasados se iba a dar en etapas que se sucederían una tras
otra, de forma lineal. Era una visión evolucionista mecánica, ingenuamente
optimista. Se planteaba que si se generaban las condiciones para
lo que se llamaba "el despegue", cualquier país podría
entrar en una senda virtuosa de desarrollo. Según esta
visión, bastaría con fomentar el comercio, la iniciativa de
empresa y cierto espíritu
capitalista, para que cualquier país entrara en una dinámica de avance
imparable. Esto se combinaba con la visión dualista de las
sociedades
retardadas
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